LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

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Max Weber

Título original: Gesammelte Aufsatze zur Religionssoziologie

Volumen I, págs. 1-206

Traducción: José Chávez Martínez.

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INDICE

Introducción

 

PRIMERA PARTE: 

El problema

I. Confesión y estructura social

II. El espíritu del capitalismo

III. Concepción luterana de la profesión: Tema de nuestra investigación

 

SEGUNDA PARTE

La ética profesional del protestantismo ascético

I. Los fundamentos religiosos del ascetismo laico

II. La relación entre el ascetismo y el espíritu capitalista

 


 II—LA RELACION ENTRE EL ASCETISMO Y EL ESPIRITU CAPITALISTA

         Si tratamos de establecer la conexión de las ideas piadosas del ascetismo protestante con los apotegmas de la actividad eco nómica, hemos de valernos de los escritos teológicos, fruto de la inspiración emanada directamente en la cura de almas, ya que, en una etapa en la que predominaba la obsesión acerca del más allá, y en la que el prestigio social del cristiano estaba subordinado al derecho de participar en la comunión, además de que el sacerdote, con su intervención, ya sea en la cura de almas, en el riguroso cumplimiento de las normas eclesiásticas y en las prédicas, tenía un gran ascendiente (lo cual se descubre con sólo pasear la vista, siquiera, sobre las páginas de las colecciones consilia, casus conscientiae, etc.), de hecho tan poderoso que casi resulta increíble para el hombre de la actualidad, es indudable que las fuerzas religiosas operantes en este ejercicio serían, para el común de los hombres, los elementos determinantes en la formación de su carácter.

            Al llegar a este punto, es necesario examinar de manera global todo el protestantismo en su aspecto ascético. Sin embargo, tomando en cuenta nuestra tesis, nos detendremos con preferencia ante un hombre representativo del puritanismo inglés, puesto que éste, habiendo visto la luz dentro del calvinismo, dio las bases más consecuentes al concepto de profesión. Nos referimos a Richard Baxter, el cual se destaca entre los muchos que dieron a conocer la ética puritana, debido a su postura práctica por excelencia e irónica, así como por el hecho de que sus escritos tu vieran una aceptación tan universal que merecieron muchas ediciones más y fueron traducidos profusamente. Aun cuando fue presbiteriano y apologeta del sínodo de Westminster, se fue des ligando, a igual que muchos otros sobresalientes espíritus de su época, poco a poco de la autoridad patriarcal del dogma de la ortodoxia calvinista; en su fuero interno estaba en contra de la usurpación de Cromwell, por ser hostil a toda revolución, al espíritu sectario y al fanatismo de los “santos”, si bien transigía frente a las divergencias en temas no considerados como de fundamento; en suma, nunca dejaba de ser objetivo ante el enemigo. Se consagró, a promover la vida ético-eclesiástica, con un sentido realista extraordinario, y para ser a ella útil se puso a las órdenes del gobierno parlamentario de Cromwell y de la Restauración, (1) siendo en el curso de ésta y, justamente la víspera del “día de San Bartolomé”, cuando renunció a su puesto. Es autor de Christian Directory, el compendio más extenso que se haya logrado de la ética puritana, el cual se refiere en general, a todo aquello que es requerido prácticamente para la cura de al mas. Debido a la falta de espacio, nos vemos imposibilitados de abundar más acerca de las Dificultades teológicas de Spener, símbolo del pietismo alemán, así como de la Apology de Barclay, que es la imagen de los cuáqueros. Podríamos también recordar a otros más que se distinguieron en el estudio y la práctica de la ética ascética, (2) pero, pese al interés que ofrecería el análisis comparativo entre unos y otros, la poca dimensión disponible nos lo impide. (3)

            Al adentramos en el contenido tanto del Christian Directory como de la Eterna paz del Santo de Baxter, o de alguna otra obra semejante, (4) nos parece inaudito el énfasis puesto en los factores ebioníticos del Nuevo Testamento, (5) al manifestar cualquier opinión acerca de la propiedad y su consecución. (6)

            La abundancia acarrea en sí un riesgo enorme, los impulsos que inducen a obtenerla son continuos y el suspirar por ella, (7) además de ser absurdo por confrontación con la ilimitada supremacía del reino de los cielos, es también moralmente reprochable. El ascetismo se dispone ahora a destruir toda ambición por hacerse rico mediante los bienes materiales, con más aspereza que en Calvino, el cual no concedía crédito a que la abundancia significara una traba para la actividad de los eclesiásticos, antes bien, de un modo inverso, un plausible aumento de su reputación, puesto que con el lucro era posible hacerse de un patrimonio, con tal de no provocar el escándalo. Formarían un gran cúmulo las citas proporcionadas por los escritos puritanos, censurando el deseo exagerado de amasar bienes y dinero, en contraste rotundo con los escritos éticos de la última etapa del medievo, inmensamente más desentendida en esta cuestión. Además, las impugnaciones ante la abundancia están plenamente consideradas, y únicamente se requiere puntualizar algunos pormenores para advertir su verdadera significación y enlaces éticos. Ahora bien, si algo hay en verdad censurable para la moral es la satisfacción del descanso en la riqueza, (8) la fruición de los bienes, con los resultados ineludibles del sensualismo y de la indolencia, así como el consiguiente desvío del afecto ardiente hacia una vida “santa”. Por el solo hecho de que al descansar en la riqueza se corra un riesgo, ella es merecedora de condena, ya que el “eterno re poso del santo” se halla en el más allá; por eso quien quiera estar seguro de su estado de gracia en este mundo, debe “efectuar las obras de aquel que le ha enviado, en tanto que es día”. Conforme a la voluntad indudable de Dios, revelada por El, aquello que es válido para acrecentar su gloria no es la ociosidad ni el placer, por el contrario, son las obras; (9) en consecuencia, el primero y más importante de todos los pecados es el derroche del tiempo: la durabilidad de la existencia es demasiado breve y hermosa para consolidar nuestro sino. Desperdiciar el tiempo en la vida social, propalando murmuraciones, (10) en la opulencia, (11) inclusive, entregándose al sueño por más tiempo del que requiere la salud corporal, esto es, de seis a ocho horas, a lo sumo, (12) es del todo reprochable en cuanto a lo moral. (13) Aun no se dice tal como Franklin lo dejó escrito: “tiempo es dinero”; sin embargo, el principio adquiere ya validez desde el punto de vista espiritual. El valor del tiempo es ilimitado; una hora desperdiciada equivale a una hora substraída a la labor destinada a la glorificación de Dios, (14) razón por la cual pierde su valor y, en algunas ocasiones, hasta resulta asimismo censurable moralmente la contemplación inactiva, cuando menos si se lleva a efecto a costa del trabajo profesional, (15) ya que ella no es tan del agrado de Dios como la observancia de la voluntad en la profesión; (16) además, que ya se cuenta con el séptimo día para aprovecharlo en la contemplación. Al respecto, Baxter expresa que quienes viven en la holganza de su profesión suelen ser, justamente, aquellos que cuando es el momento de dedicar una hora a Dios no hallan el tiempo. (17)

            Esta es la razón del constante empeño de Baxter, a través de su más importante obra, abogando por el trabajo tenaz y continuo, tanto corporal como espiritualmente. (18) En ello con tribuyen dos causas: (19) primero, el trabajo es el medio ascético más antiguo y acreditado; así lo ha reconocido la Iglesia occidental en todas las épocas, tanto contra el Oriente, (20) como contra la mayoría de las normas monacales del mundo. (21) Aparte, previene con suma eficacia contra todas las tentaciones agrupadas por el puritanismo dentro de la idea de unclean life, cuyo cometido es algo más que accesorio. El ascetismo sexual puritano se diferencia del ascetismo monástico por cuestión puramente de grado mas no de base; en cuanto al modo de juzgar la vida marital existe una mayor rigidez que en aquél. Efectivamente, la relación sexual está considerada como lícita dentro del matrimonio en cuanto al medio escogido por Dios para acrecentar su gloria, conforme al mandato de: “creced y multiplicaos”. (22) Ante la tentación sexual, así como la duda o la ansiedad religiosa, se recetan varias curas: dieta moderada, alimentación vegetariana, baños fríos; pero, en especial, esta máxima: “trabaja tenazmente en tu profesión”. (23)

            Ahora bien, además de todo lo dicho, el trabajo es básicamente una finalidad vital de la existencia, por mandato de Dios. (24) Responde al principio paulino de: “aquel que no trabaja no come”, el cual es aplicable por igual a todos; (25) el que se fastidia al trabajar, demuestra que carece del estado de gracia. (26)

            Vemos aquí con toda claridad cómo las concepciones medie vales se han desviado. Santo Tomás de Aquino consideró a su vez (27) este principio, bien que dio al trabajo una interpretación de necesario únicamente como naturli ratione, con el fin de mantener la vida del hombre, individual y socialmente. Al no existir esta finalidad el principio deja de tener validez, de un modo genérico, sin concretarse en cada caso. El que posea riqueza a suficiencia para vivir sin trabajar, no tiene obligación de cumplir con el precepto. La contemplación, en cuanto a la forma específica del obrar en el reino celestial, no debe entenderse que se encuentra también por encima de la interpretación literal del mandato. Desde el punto de vista de la teología del hombre común, la manera más sublime de la “productividad” monacal se basaba en el acrecentamiento del thesaurus ecclesiae mediante el rezo y el servicio de coro. Es comprensible el hecho de que Baxter, además de no aceptar estas irregularidades de la obligación moral del trabajo, tampoco admita que la riqueza libere de la observancia de aquél, y en ello estriba la enérgica y reiterada insistencia suya. (28) Aun cuando el hombre sea rico, si no trabaja pierde el derecho a comer, pues, pese a que sus gastos inherentes a la vida los tenga cubiertos, está sujeto al mandato de Dios, y, al igual que el menesteroso está obligado a cumplir lo, (29) puesto que Dios ha designado para cada quien, sin exclusión de nadie, una profesión (calling), ésta no debe ser ignorada por el hombre, y es de rigor que en ella labore. Lejos de significar como el luteranismo (30) el sino de cada quien, al que hay que so meterse resignadamente, debe aceptarse como el precepto divino dirigido a toda la humanidad con el propósito de impulsar la propia gloria de Dios. Tal disparidad, de la que no cabía suponer consecuencias graves, dado su apariencia, tuvo, sin embargo, efectos psicológicamente de gran trascendencia, enlazados con el des arrollo del sentido providencial del universo económico que en la Escolástica ya era usual.

            Santo Tomás de Aquino, entre otros, ya había analizado el acontecimiento de la separación entre el trabajo y el ordenamiento profesional de la sociedad, relacionándola directamente con el proyecto del mundo elaborado por Dios, cuya consecuencia era evidente. Por lo pronto, la integración del individuo en este universo se sucedía ex causis naturalibus y era meramente casual (dicho escolásticamente, por “contingencia”), en tanto, en opinión de Lutero, la integración del individuo en la profesión y estado concedidos conforme a la disposición histórica objetiva era la resultante directa de la voluntad divina; por consiguiente, permanecer dentro de los lindes y en la situación señalada por Dios era un deber piadoso ineludible para el individuo. (31) Al respecto, podemos observar que las relaciones de la práctica piadosa luterana con el “mundo” fueron tan inseguras entonces como todavía lo son ahora. Esa es la razón del por qué no era posible ex traer de los conceptos luteranos, principios éticos aptos para dar una nueva estructura al mundo, pues Lutero nunca se desligó totalmente de la indiferencia paulina para con aquél; de ahí la procedencia del compromiso por admitirlo tal cual es, desde el punto de vista rigurosamente piadoso. Por el contrario, en base al concepto puritano, el sello providencial de la acción recíproca de los intereses económico-privados se reviste de una nueva tonalidad. Cualquiera que sea la finalidad providencial de la adscripción del individuo a una profesión, se advierte en sus frutos, de acuerdo con el esquema puritano de entendimiento pragmático. En torno a ello, Baxter hace oportunas consideraciones que por varias veces, en más de un aspecto, nos traen a la memoria los bien sabidos encomios de la división del trabajo emitidos por Adam Smith. (32) El hecho de que las profesiones con especialidades proporcionen al trabajador la habilidad (skill), origina un ascenso tanto cuantitativo como cualitativo del trabajo rendido y redunda en beneficio de la comunidad (common best) que viene a ser igual en favor de la máxima parte posible. El motivo que induce a la realización es, pues, incondicionalmente utilitario y afín por entero a entendimientos ya comunes en la literatura puramente secular propia de la época. (33) De ahí que el revestimiento puritano aparezca en el momento en que Baxter expone a la cabeza de todos sus razonamientos este argumento: “si el hombre no cuenta con una profesión estable, cualesquiera de los trabajos que realice serán estrictamente accidentales y fugaces; como quiera que sea, destina más tiempo a la ociosidad que al trabajo”; de donde se infiere que “aquel (el trabajador profesional) ejecutará ordenadamente su tarea, en tanto que el otro permanecerá en constante desorden, y para su negocio no habrá tiempo ni espacio. . .; (34) por ende, lo más adecua do para cada quien es contar con una profesión estable” (certain calling; en otra parte consigna stated calling). El trabajo de corta duración a que el jornalero se halla sentenciado es una situación generalmente ineludible, pasajera y, sea cual fuere, merece ser deplorada. La vida de aquel que no está capacitado para la profesión no tiene la voluntad metódica, sistemática, que demanda imperiosamente la ascetización de la vida en el mundo. De acuerdo con la moral cuáquera, la vida profesional del individuo debe ser una práctica ascética y consecuente de la virtud, una justificación del estado de gracia en la honestidad, esmero y normas que se aplican en la propia observancia del trabajo profesional; (35) Dios no obliga a trabajar por trabajar, antes bien al trabajo racional dentro de la profesión. El factor determinante del concepto puritano de la profesión radica en este carácter sistemático del ascetismo profesional, y no (a la manera de Lutero) en la resignación con lo dispuesto por Dios, asignado a cada quien al azar. (36) Por consiguiente, además de sostenerse abiertamente en que cada quien es libre de compaginar distintas calling, si en ello concurre el bien común o individual (37) y no es perjudicial para nadie, así como no induce a alguno a volverse poco escrupuloso (unfaithful) en el desempeño de cualesquiera de las profesiones, se afirma que no es reprochable, siquiera, la transición profesional, de no ser hecha sin reflexión, antes bien en virtud de que pueda ser más agradable a los ojos de Dios, (38) es decir, de más provecho, conforme al principio general. Para de terminar hasta donde una profesión es provechosa o complaciente para Dios, hay que tomar en cuenta, primero, los criterios éticos; segundo, la avenencia a la magnitud que representa para la comunidad, los beneficios que de ella habrán de emanar. Ahora bien, corno tercer criterio —el de mayor importancia, visto como práctico— el beneficio económico que reditúa al hombre: (39) efectivamente, Dios (considerado por el puritano como operante en los más ínfimos pormenores de la existencia) al re velar a uno de los elegidos la probabilidad de una ganancia, le asiste alguna finalidad. Así, pues, el cristiano creyente no tiene otra disyuntiva que dar oídos al llamamiento y beneficiarse con él. (40) “Si Dios os señala una senda que habrá de proporcionaros más riqueza que la que pudiérais conseguir por una sen da distinta (sin detrimento de vuestra alma ni la de los demás) y la desecháis para emprender el camino por la que os enriquecerá menos, ponéis trabas a uno de los propósitos de vuestra vocación (calling) y os rehusáis a fungir como administradores (steward) de Dios y a recibir sus dones para valeros de ellos en su servicio y en el momento que El os lo demandase. Se os está permitido trabajar para enriqueceros, pero no para aplicar en seguida la riqueza a la disposición de vuestra sensualidad y pe cados, antes bien para glorificar con ella a Dios”. (41) La opulencia es únicamente condenable cuando induce a la holganza corrupta y al placer sensual de la vida, y el afán de enriquecerse tan solo es malo si lleva implícito la seguridad de una vida indiferente y confortable y la fruición de todas las concupiscencias. Sin embargo, en calidad de práctica del deber profesional, además de ser moralmente lícito, constituye un mandato prescrito. (42) En ello radica el sentido de la parábola de aquel sirviente que se condenó debido a que no supo extraer la ganancia de la libra que le hubo sido prestada. (43) Mucho se ha dicho que cuando alguien quiere ser pobre es comparable a quien quiere estar enfermo: (44) en ambos casos sería santificar las obras al mismo tiempo que ir contra la glorificación de Dios. Especialmente, el hecho de que el hombre capacitado para el trabajo se lance a la mendicidad no es únicamente reprobable en cuanto a la moral, en calidad de uno de los pecados capitales —la pe reza—, sino que también, conforme la voz del Apóstol, va en perjuicio del amor al prójimo. (45)

            La especialización que en la actualidad impera en el mundo ilumina moralmente con un resplandor magnificente esta reiterada predicación puritana del valor ascético de la profesión estable, y así ocurre con el hombre de negocios, respecto a la interpretación providencialista ante la posibilidad de lucrar con él. (46) El ascetismo ve con igual desprecio la altiva indiferencia seño rial, como la tosca jactancia del nuevo rico; en tanto que la austera imagen aburguesada (selfmade man) le es merecedora de toda clase de alabanzas: (47) God blesset his trade; con estas palabras se distingue a los “santos” (48) que triunfaron en el cumplimiento de los mandatos divinos. Si los judíos veían que su Dios, con todo su poderío, recompensaba la religiosidad de sus fieles justamente en esta vida, (49) así debía de seguir operando de suyo para con los puritanos, que, conforme al consejo de Baxter, controlaban el estado de gracia, estableciendo una comparación con el estado del alma de los personajes bíblicos; (50) para aquéllos las sentencias de la Biblia eran consideradas como “artículos de un código”. La voz del Antiguo Testamento no era en sí lo bastante clara. Recordemos a Lutero que, al interpretar un pasaje de Sirach, daba gramaticalmente un sentido profano al concepto de “profesión”. Sin embargo, pese al influjo helenístico dominante en él, el libro de Jesús Sirach, debido al espíritu que lo impulsa, se halla pletórico de elementos aún impregnados del sentido tradicionalista del Antiguo Testamento (extendido). Ciertamente, es muy significativo que este libro, entre los campesinos luteranos de Alemania, siga teniendo tanta popularidad en los tiempos actuales, (51) y la índole peculiar del luterano de varias ramas del pietismo alemán se destaca en su predilección por Jesús Sirach. (52) La severa contraposición de lo divino y la naturaleza, clásica en los puritanos, hacía que éstos rechazaran los Evangelios apócrifos por no considerarlos de inspiración. (53) Por lo que se refiere a los libros canónicos, tenía más fuerte ascendiente el Libro de Job, en el cual la intensa veneración a la Majestad Divina (de suprema soberanía y extraída a toda proporción humana), tan cara a los principios del calvinismo, surgía integrada con la convicción final (que para Calvino no tenía la importancia capital que, por el contrario, animaba al puritano) de que Dios suele derramar sobre sus elegidos, justamente en esta vida, sus dones, sin excluir los materiales. (54) En cuanto a Baxter, descuidó por igual la inacción, esto es, el quietismo oriental que se descubre tanto en la mayoría de los más inspirados salmos, como en las sentencias de Salomón, y el sello tradicionalista de la epístola a los Corintios, en su primer párrafo, pese a que con tiene una importancia fundamental para definir la idea de profesión. De ahí se desprende la insistencia en los pasajes del Antiguo Testamento que elogian el espíritu recto, la probidad formalista, como prueba del comportamiento agradable a Dios. Se llegó a considerar que a la ley del mosaísmo se la había despojado de su validez, de resultas de la Nueva Ley, en sus preceptos estrictamente ceremoniales o cuyo alcance histórico se circunscribía al pueblo judío, en tanto que para los demás se mantenía en vigor en calidad de lex naturae; (55) así, pues, el apego a esta doctrina propiciaba, por un lado, abstraerse de los preceptos que ya no hallarían acomodo en la vida moderna, permitiendo, por el contrario, sin restricciones, que el ascetismo profano de este protestantismo, de matices tan acordes a la ética de las Sagradas Escrituras, adquiriesen un vigor considerable. En razón a lo dicho, no es de sorprenderse que tanto los autores de la época como también los de la actualidad califiquen de English hebraism el significado ético por excelencia del puritanismo inglés. (57) Su proceder es correcto siempre y cuando esta denominación sea entendida como es debido. No es prudente fijar la atención sólo en el judaísmo palestino de esos tiempos, en los que hallaron acogida los preceptos del Antiguo Testamento, antes bien hay que considerar el judaísmo que fue tomando forma paulatinamente por la fuerza de muchas centurias de educación formal, legalista y mediante la doctrina del Talmud; razón por la cual amerita conducirse Con suma precaución al intentar confrontaciones El puritanismo se encontraba totalmente distante del sentido, propio del judaísmo antiguo, despreocupado de la vida, así como característico de la ética económica del judaísmo correspondiente al medievo y aun contemporáneo, en aquellos matices peculiares que determinan su Posición en el desenvolvimiento del ethos capitalista. Sin duda, existía más afinidad entre el criterio judaico con el propio del capitalismo aventurero, de índole político-especuladora; este ethos, Concretando, era el que corresponde al capitalismo del paria, en tanto que el puritanismo se valía del ethos de la industria racional burguesa y de la disposición racional del trabajo, y únicamente aquello que se ajustaba a estas hormas fue lo que extrajo de la ética del judaísmo.

            Debido al limitado espacio de que disponemos para este es bozo, no es factible exponer los resultados caracterológicos que obtuvo este poder asimilativo de las normas del Antiguo Testamento, no obstante que esta tarea, con todo y lo sugestivo del tema, no ha sido intentada ni tan solo por relación al propio judaísmo. (58) Independientemente de las relaciones señaladas, no está por demás hacer hincapié en que con la vieja convicción de que el pueblo judío era el elegido por Dios se produjo entre los puritanos un descomunal renacimiento, (59) que derivó psicológicamente en resultados colosales. Baxter, con su blandura, de mostraba su reconocimiento a Dios por haberle concedido la suerte de nacer en Inglaterra y en el seno de la Iglesia verdadera, en vez de otro lugar cualquiera; y una gratitud similar inundaba toda la razón de la vida de la burguesía puritana, que se consideraba, por la gracia de Dios, de intachable comportamiento, (60) dando, categóricamente, el sello formalista, severo y justo que distingue los modelos representativos del capitalismo en su etapa heroica.

            Examinemos, por lo pronto, los puntos en sí, en los cuales logró su influjo directo el modo de vida capitalista el concepto puritano de la profesión y la idealización de un comportamiento ascético. Es ya sabido que el ascetismo se dirigía, en especial, contra el placer “despreocupado” de la vida y de todo lo que en ella es capaz de producir regocijo. Esta propiedad se registra con la mayor nitidez en la lucha en redor del Book of Sport (61) elevado a ley por Jacobo I y Carlos I, a fin de acometer contra el puritanismo, habiendo el segundo ordenado que desde todos los púlpitos se llevase a cabo su lectura. Los puritanos se enfrentaron fieramente a la ordenanza real que consentía con toda legalidad determinadas diversiones populares celebradas en día domingo, en horas no coincidentes a la observancia de las obligaciones piadosas y no por el hecho únicamente de que extorsionaban el re poso del sábado, sino también por constituir una directa impugnación a lo que debe ser la metódica vida del santo. Y, precisa mente, la amenaza del monarca a base de inflexibles castigos, a cualquier embestida contra la legalidad de aquellos juegos, llevaba la concreta intención de arrasar con esta peculiaridad ascética que, siendo contraria a la autoridad, el Estado la consideraba peligrosa. Por otro lado, la sociedad monárquica feudal favorecía a todo aquel que se sentía atraído por el esparcimiento, frente a la incipiente moral burguesa y los conventículos ascéticos adversarios de la autoridad, de igual manera que la sociedad capitalista de hoy en día favorece a quienes se sienten impulsados hacia el trabajo, contra la ética de clases de los trabajadores y sindicatos poco más o menos anarquistas. No obstante, frente a todo ello los puritanos se levantaron en virtud de su principio del comportamiento ascético, que era lo fundamental: el despego que tanto el puritano como el cuáquero sentían ante los juegos no se apoyaba en principios piadosos, y hasta por ellos aceptado, con el requisito de que fuera de provecho a una finalidad racional: ser la confortación requerida para el volumen de la entrega física; únicamente era censurable, de un modo opuesto, por el hecho de poner simplemente al descubierto los instintos desencadenados, o en calidad de mero instrumento de placer o, en suma, cuando se prestaba para avivar los agonales codiciados, la propensión salvaje o el frenesí irracional de la apuesta, todo considerado reprochable totalmente. El disfrute licencioso de la vida, distante del trabajo profesional tanto como de la religiosidad, era el antagonista del ascetismo racional bien sea que se mostrase aquél como recreo “señorial” o como la asidua concurrencia del hombre común al baile y a los bares. (62)

            Por consiguiente, también la postura ante los bienes de la cultura, carentes de valor directo en cuanto a la religión, refleja síntomas de desconfianza, si no de declarada incompatibilidad.

            No debe interpretarse por ello que el idealismo de vida del puritano implicara, exactamente, un áspero prejuicio o un seña lado desdén hacia la cultura; sin embargo, la realidad es otra, completamente opuesta, a lo menos por lo que se refiere a la ciencia (con excepción, naturalmente, de la repulsiva escolástica), y los representantes más notables del movimiento puritano tienen una formación renacentista muy profunda: el clasicismo se tras lucía en las prédicas de las filas presbiterianas del movimiento; (63) y hasta las radicales, no obstante tomarlo como tema de crítica, no tenían a menos valerse de esa clase de cultura en la controversia teológica. Tal vez no ha existido jamás un país como la Nueva Inglaterra, en la primera generación de su origen, tan desbordante de graduates. Los escritores satíricos declarados enemigos, entre ellos Butier, autor de Huidibras, censuran justamente la sabiduría de gabinete y la dialéctica escolástica del puritanismo: lo que estaba, aun cuando no enteramente, relacionado con el aprecio religioso del saber, resultado de la postura frente a la católica fides implícita. El panorama en el campo de la literatura, sin incluir el de la ciencia, (64) y del arte es, indudablemente, distinto. Al ascetismo se le debe, aquí, el hecho de haber asfixiado el júbilo de la vieja Inglaterra. Los venablos no iban directos únicamente hacia las diversiones profanas; los puritanos fueron presa de un encono feroz contra todo aquello que tuviera viso de superstición; hacia cualquier remembranza de regencia mágica de la gracia; asimismo, enfrente a la celebración de la Nochebuena, cristiana por excelencia, y del árbol de mayo, (65) inclusive, en contra a la despreocupada expresión artística de la Iglesia. Claro está que en Holanda fue posible desarrollar un arte esplendoroso, con frecuencia valientemente realista, (66) lo cual demuestra únicamente que en esta rama podía ser muy escasa la eficacia de la regulación arbitraria de las costumbres, frente a la presión ejercida por la Corte y la clase que a la sazón dominaba, correspondiente a los rentistas, y la sensualidad de los enriquecidos, integrantes de la pequeña burguesía, después que el fugaz imperio de la teocracia calvinista quedó reducido a una infecunda Iglesia estatal, impotente para restituir al calvinismo el poder ascético proselitista de sus orígenes. (67) Los puritanos condenaban, también, el arte teatral; (68) y la categórica prohibición de lo erótico y el desnudo, no permitió que la literatura y el arte pudieran ya nutrirse de las concepciones más radicales. Nos encontramos con que expresiones de idle talk, de superfluities, (69) de vain ostentation y otras más propias de ciertos modos irracionales de comportarse, esto es, el obrar sin mira ascética, y que en vez de ser de provecho para la gloria de Dios lo fuera del in dividuo, se aplicaron prontamente en favor de una finalidad rigurosa en el uso de motivos artísticos. Y esta norma finalista y racional fue adaptada por entero en casos como, por ejemplo, el ornato de la persona y de la vestimenta. (70) Esta pujante inclinación a igualar el estilo vital —que viene a ser el pendant del interés capitalista de la actualidad a “estandardizar” la producción—, (71) implicaba sus ideales fundamentados en el repudio a la “idolatría”. (72) En verdad no debemos olvidar que el puritanismo contenía un sinfín de contradicciones, que el impulso irreflexivo de aquello que en el arte goza de grandeza intemporal se encontró, indudablemente, más acorde en sus jefes que en los “caballeros”; (73) asimismo, que la fuerza creativa de Rembrandt, genio representativo, no obstante de que su conducta no fuese grata a los ojos del Dios de los puritanos, estuvo dirigida fundamentalmente por el medio sectario en el que se desenvolvió el propio artista. (74) Ahora bien, no por ello cambia en absoluto el panorama que acabamos de exponer, puesto que en realidad resultó favorable principalmente a la literatura y a las generaciones posteriores, debido a la intrínseca personalidad con toda su potencia, que pudo haber sido y fue, en efecto, el resultado del progresivo imperio del vigoroso estilo puritanista.

            No hay posibilidad de ahondar más en cada uno de los por menores de las influencias del puritanismo en todos los sectores que hemos señalado. Bástenos recordar que el esparcimiento permitido en los bienes culturales, se entiende que únicamente los que benefician el deleite artístico o deportivo, topa infaliblemente con una peculiar limitación: sin costo alguno. El individuo no es más que un administrador de los bienes que por la gracia de Dios, por la propia voluntad de El, le han sido concedidos, y, del mismo modo que el sirviente, del cual nos habla la Biblia, debe avenirse en rendir cuenta de cada fracción de moneda que le haya sido confiada, (75) por este solo hecho, es un riesgo disiparla en algo que no esté destinado a la honra de Dios, cuan do, por el contrario, es para el placer del hombre. (76) No hay más que abrir los ojos para advertir representantes de esta men talidad, inclusive hoy por hoy. (77) Aquel que siente la obsesión por la pertenencia, como deber o cargo encomendado, con lo cual está comprometido, sometiéndose a ello en calidad de administrador y aun más de “máquina adquisitiva”, llevará para siempre en peso esta carga que aplasta toda posibilidad de solaz vital en él. A mayor riqueza, pues, tanto más recio es el sentido de la responsabilidad por su mantenimiento intacto ad gloriam Dei y la intención de acrecentarla mediante el trabajo continuo. In dudablemente, alguna raíz de este estilo vital, que contribuyó a su origen (a igual que otros muchos factores del espíritu moderno del capitalismo) en la Edad Media, (78) bien que única mente en la ética del protestantismo ascético descubrió su fundamentación más consecuente. Ahí se puede ver con toda claridad la trascendencia para el desarrollo capitalista. (79) Condensando, diremos que el ascetismo laico del protestantismo obraba contra el placer despreocupado de la abundancia, usando la potencia al máximum, y ahorcaba el consumo, principalmente de artículos lujosos; por otra parte, psicológicamente aniquilaba, sin embargo, todas las sujeciones que la ética tradicional ofrecía al deseo de la riqueza, destruía todos los eslabones del anhelo de lucro pues, aun cuando no lo legalizaba, lo tenía conceptuado como mandato de Dios (con el significado expuesto).

            La pelea entablada contra el sensualismo y el apego a la riqueza no iba dirigida hacia el lucro racional; se trataba de dar el golpe al uso irracional de la riqueza. El puritanismo así lo afirma, y así también lo atestigua Barclay, apologista cuáquero por excelencia. Al uso irracional de la riqueza se le debe una interpretación, especialmente, de la preferencia por las formas exageradas del lujo —juzgado como idolatría—, (80) tenidas por el feudalismo en tan alto aprecio, en vez del uso racional y provechoso grato a Dios, con la finalidad vital del hombre y de la comunidad. No se esperaba del rico “mortificación”, (81) por el contrario, se trataba de que él hiciera uso de sus bienes en lo necesario y de posible utilidad. La idea de lo confortable abarca singularmente el conjunto de los fines permitidos por la ética. Es obvio, pues, que los primeros en quienes tomó forma la conducta inspirada en dicha idea fueran los representantes, justa mente, de tal concepción de vida, es decir: los cuáqueros. En frente al boato y la fastuosidad deslumbrante al modo caballeresco que, sin sólida economía da preferencia a la deslustrada elegancia por encima de la modesta simplicidad, se coloca ahora el ideal del varón burgués, consistente en un escrupuloso bien estar consolidado. (82)

            Por lo que se refiere a la fecundación de bienes, el ascetismo se enfrentaba por igual a la falta de lealtad que a la ambición de riquezas por el solo instinto. Únicamente esto era lo que el ascetismo condenaba como covetousness, como mammonismo, etcétera, pretender la abundancia con la sola y exclusiva finalidad de enriquecerse. La riqueza, considerada en sí, es una tentación. Lamentablemente, de ahí se desprende con claridad, el ascetismo operaba con el rigor semejante al que “siempre desea lo bueno y nunca deja de crear lo malo” (se entiende por malo: la riqueza y sus tentaciones). De hecho, conforme con el Antiguo Testamento y de igual modo a la valoración ética de las “buenas obras”, además de aquilatar en el afán de la riqueza, como última finalidad, lo sumo de lo reprochable y, en contraste, un favor de la voluntad divina en el enriquecimiento, como producto del trabajo profesional, vio algo más importante, esto es, la valoración ética del trabajo constante, prolongado, de manera sis temática en la profesión, como vía ascética preeminente y en calidad de prueba verdadera y palpable de regeneración y de auténtica fe, que debía ser el más efectivo agente, para difundir el concepto de la vida que hemos denominado “espíritu del capitalismo”. (83) Si tras el ahogo del consumo añadimos el del espíritu de lucro de todos sus impedimentos, las ineludibles consecuencias serán el cúmulo de un capital como efecto de esa coerción ascética para el ahorro. (84) Como sea que el capital amasado no debía disiparse vanamente, resultaba obligado invertirlo con propósitos fructuosos. Claro está que no es posible la exactitud de un cálculo en cifras acerca del magno alcance de este efecto; mas, su realidad, en Nueva Inglaterra, no pasó inadvertida ya para Doyle, en virtud de la gran penetración suya como historiador. (85) Por lo que respecta a Holanda —aquí fue únicamente por siete años que dominó el calvinismo—, los círculos más apegados a la religiosidad, cuya sencillez y moderación iban cada vez más en ascenso, dueños de grandes riquezas, terminaron por lanzarse desenfrenadamente tras el cúmulo de capitales. (86) Sin embargo, con el paso de los años, la propensión en todas las épocas y lugares, la misma que aún hoy existe, de “aristocratizar” la burguesa sucesión de bienes, se topó con el menosprecio hacia las formas feudales de vida, propio del puritanismo. Los mercantilistas escritores ingleses del siglo XVII consideraban que la preponderancia del capitalismo holandés estaba por encima del de Inglaterra debido a que en este país, contrariamente a como en Holanda, los capitales nuevos eran invertidos en tierras, así como por el hecho —que hay que tomar también en cuenta— de que sus amos se daban con exceso a estilos feudales, con pretensiones de adquirir un sello aristocrático, extirpando sus patrimonios del caudal capitalista circulante. (87) La agricultura era digna de alto aprecio para el puritanismo y, de manera concreta, para Baxter, considerada como parte de importancia muy singular dentro del dinamismo económico y con aptitudes específicas para competir con la religiosidad; mas, las afinidades no se ven concentradas en el lordman, antes bien en el yeoman y el farmer, así como, en el siglo XVIII no lo estaban en el Junker, sino en el agricultor racional. (88) A partir del siglo XVII vemos a la sociedad inglesa de aquel tiempo fraccionada en dos bandos, debido a la diferenciación entre la squirearquía, correspondiente a la antigua Inglaterra jubilosa, y los núcleos puritanos carentes de una seguridad en el poder social. (89) Estos rasgos distintivos, por una parte el simple júbilo vital, y por la otra, el propio dominio, con estricta medida y cautela, así como con cierta ética convencional, existen a la vez en la idea representativa del carácter del pueblo inglés. (90) Asimismo, en el curso de la antigua historia de la colonización de aquellas regiones norteamericanas se observa la resistencia absoluta de los adventurers, que instituían plantaciones valiéndose del trabajo de intendad servants y pretendían vivir a la manera señorial, frente a la mentalidad de los puritanos, esencialmente burguesa. (91) La fuerza emanada de la concepción puritana de la vida no propició únicamente la creación de capitales, pues, además, dio resultados aún de mayor importancia, al beneficiar de manera especial la formación del comportamiento burgués y racional (visto desde el ángulo de la economía) cuya figura más representativa y consecuente corresponde al puritano. Es así como esta concepción contribuyó al origen del “hombre económico” de los tiempos modernos. Sin embargo, ante la difícil prueba de la constante tentación de la riqueza, ya experimentada por los mismos puritanos, aquellos ideales de vida se estrellaron. A cada paso solemos encontrar a los adeptos más fidedignos del puritanismo integrar el círculo de la pequeña burguesía, que gozaba, en aquel tiempo, de su máximo esplendor económico, así como de los farmer; (92) inclusive, entre los cuáqueros, nos encontramos con los beatipossidentes prestos a desdecirse de un gran número de sus ideales antiguos. (93) Esta es la misma suerte que hubo de correr en su día el ascetismo monástico del medievo, predecesor de este ascetismo laico. Ello ocurrió cuando la racionalización de la economía, tomando como base de una existencia la severa conformidad a las reglas y el ahorcamiento del consumo, hubo logrado sus efectos, el cúmulo de la riqueza o el hecho de haberse “aristocratizado” (al igual que en la etapa precedente a la escisión religiosa) o bien con minó, a lo menos, con debilitar la disciplina monacal, por lo cual era necesario llevar a cabo una que otra de las varias “reformas”. En efecto, la historia completa de las órdenes religiosas es, en cierta medida, una lucha constante alrededor de las cuestiones inherentes del hecho de secularizar la riqueza. Y con el ascetismo profano del puritanismo acaeció ni más ni menos de igual modo. Aquel vigoroso revival del metodismo anterior al crecimiento de la industria en Inglaterra, en las postrimerías del siglo XVII, es fácilmente comparable con cada una de estas reformas de las órdenes religiosas. Nos es dable añadir un fragmento de John Wesley, (94) que podría servir convenientemente como lema para encabezar todo cuanto aquí se ha dicho, ya que señala la manera como los jefes de todas las ramas ascéticas veían por igual, con suma claridad, y con idéntico significado que el nuestro, la conexión con visos al parecer de paradoja, puesta de manifiesto. (95) Helo aquí:

            Temo: donde la riqueza asciende, la religión aminora en igual proporción; no concibo, pues, cómo pueda ser factible, conforme a la naturaleza de las cosas, una extensa persistencia de cada alborada de la verdadera religiosidad; puesto que, necesariamente, la religión reditúa laboriosidad (industry) y sobriedad (frugality), ambas por igual fuente de riqueza. Mas tan pronto como esta riqueza se acrecienta, se agiganta la soberbia, la vehemencia y el apego al mundo en cualquiera de sus formas pues, ¿cómo ha de ser posible que vaya a perdurar tanto el metodismo, siendo una religión afectiva, a pesar de que ahora la vemos extenderse como un frondoso árbol? Donde sea que estén, los metodistas son laboriosos y ahorrativos; en consecuencia, se incrementa su abundancia en bienes materiales. Por ende, se acentúa en ellos la soberbia, el ardor, todos los apetitos carnales y del mundo, el orgullo de vivir. La forma de la religión persiste, pero..., poco a poco se va secando su espíritu. ¿No existirá algún medio que paralice esta decadencia insistente de la pura religiosidad? Obviamente, no es posible que impidamos a la gente que sea laboriosa y ahorrativa. Debemos aleccionar a todos los cristianos que tienen el deber y el derecho de ganar lo más posible y de ahorrar cuanto puedan; es decir, que no sólo pueden, sino que deben enriquecerse”. (A continuación, se reitera la advertencia de que “deben ganar y ahorrar cuanto puedan” y de que asimismo “deben ceder cuanto puedan”, a fin de prosperar en la gracia y juntar un tesoro en el cielo). Como puede comprobarse, Wesley advierte en todos los pormenores la misma relación que nosotros hemos expuesto. (96) Este movimiento religioso, con todo su poderío, y cuyos alcances para el avance económico residían especialmente en efecto de educación ascética, no los tuvo, sin embargo, para llevar al máximo su influjo económico (con la intención que Wesley le da) ( tanto que no se hubo extinguido la efervescencia del arrebato piadoso, en el punto que la búsqueda violenta del reino de Dios derivó en la sobria virtud de la profesión y las raíces religiosas, habiéndose secado, fueron remplazadas por argumentos utilitarios. En suma, en el punto coincidente en que, para dirigir la palabra a Dowden, Robinson Crusoe, aquel ser económico a solas, que únicamente de manera incidental asume, también, una actividad de misionario, (97) empieza por remplazar al “peregrino” de Bunyan en la prodiga imaginación del pueblo, que se lanza raudamente por entre la “feria de la vanidad”, conducido por un profundo anhelo de soledad que lo impulsa a buscar el reino de Dios. Después, llega do el momento en que se sobrepone el principio de to make the best of both worlds, tiene efecto que la buena conciencia es, sencillamente, un medio, entre otros, de confortable vida burguesa —ya observado por Dowden—, esto es, en el sentido de “conciencia tranquila” que el alemán burgués deja traslucir cuando así se expresa. Ciertamente, la herencia que la era del siglo XVII legó a su sucesora utilitaria fue la coacción de conservar la con ciencia sana (diríamos. al modo farisaico, buena) en razón de enriquecimiento, con la condición de que rigieran las normas legales en su adquisición. Una vez desaparecido el último residuo del Deo placere vix potest, (98) surgió el ethos profesional de la burguesía. Al empresario burgués no sólo le estaba permitido el afán de lucro, sino que debía guiarse por él, si le asistía la seguridad de hallarse en estado de gracia y de considerarse evidente mente bendecido por Dios, siempre y cuando no se saliera de los límites de la corrección formal, se comportara con ir ética, y el uso de sus riquezas no fuese indecoroso. Al mismo tiempo, gracias a la prepotencia del ascetismo religioso, podía disponer de trabajadores moderados, probos, leales y de mucho vigor para el trabajo, considerado por ellos como una finalidad de la vida grata a los ojos de Dios En otro aspecto, le asistía la firme placidez de que la desigualdad en la repartición de los bienes de esta vida está dispuesta expresamente por la divina providencia que, valiéndose de estas desigualdades y del particularismo de la gracia, persigue fines secretos que escapan de nuestro entendimiento. (100) Calvino había expresado, ya, que cuando el “pueblo”, el conjunto de trabajadores, se mantiene en la pobreza es solamente porque obedece a Dios. (101) Tal afirmación fue “secularizada” por los holandeses (entre ellos Pieter de la Cour), dándole el significado de que los hombres únicamente se dan al trabajo cuando la necesidad les apremia a realizarlo; de ahí que la pauta de este leitmotiv de la economía capitalista haya derivado, con el tiempo, en la teoría de la “productividad” de los salarios bajos. De nuevo el utilitarismo fue haciendo valer su autoridad de un modo insensible, conforme se iba secando la raíz religiosas (reafirmándose una vez más el trazo de nuestro es bozo acerca de este desenvolvimiento, el cual merece ser recordado). En la Edad Media su ética consentía la mendicidad, y hasta llegó a glorificarla en las órdenes religiosas que la practicaban. En cuanto a los pordioseros seglares, éstos llegaron a formar una “clase”, y en esta calidad se les valoraba en virtud de que proporcionaban al rico la coyuntura de realizar buenas obras mediante sus caridades. Y poco más o menos semejante a esta actitud fue la de los Stuarts con su ética social anglicana. Al ascetismo puritano le fue asignada la ayuda en la inclemente legislación inglesa acerca de los pobres, que estableció en esta materia los cambios más fundamentales, lo cual pudo ser factible debido a que la mendicidad estaba excluida del seno de las sectas protestantes y de las comunidades regidas por el estricto puritanismo. (102)]

            Por lo que se refiere a los trabajadores, la pluralidad pietista de Zinzendorff, verbigracia, ensalzaba al trabajador leal a su profesión, indiferente a la ganancia, que se ajusta en su vida al modelo apostólico y se halla, por consiguiente, urgido con el carisma de los discípulos. (103) Indudablemente, en la totalidad de la literatura ascética de la mayoría de las confesiones, predominaba la idea de que el trabajo honrado es igualmente grato a Dios, así sea ejecutado a base del salario bajo por aquel que no ha sido favorecido con otras posibilidades más ventajosas. Al respecto el ascetismo del protestantismo no elaboró ninguna innovación; embargo, además de ahondar en ello, muy sutilmente por cierto, aceleró algo que se consideraba de máxima importancia para la eficiencia de la norma, esto es: el impulso anímico motivado por la idea de este trabajo en calidad de profesión, como el solo medio digno de preferencia para lograr la seguridad de la gracia. (104) Por otro lado, le daba autoridad legal a la buena disposición para el trabajo, toda vez que también el enriquecimiento del patrón estaba considerado como una “profesión”. (1O5) Ya se descubre, pues, en qué grado había de lograr su predominio moral, por encima de la “productividad” del trabajo en el sentido propio del capitalismo, el solo anhelo de lograr el reino de los cielos mediante la fiel observancia de la obligación profesional y el estricto ascetismo, impuesto por las normas eclesiásticas simplemente como algo natural, a las clases menesterosas. En los tiempos modernos, el hecho de que el trabajador considere su actividad como “profesión” es una característica tan natural como lo es la que j al concepto del enrique cimiento para el empresario es la razón por la cual podría causar extrañeza que sir William Petty, un anglicano tan rigurosamente incondicional, atribuyera el predominio económico de Holanda en el siglo XVII al hecho de que para el nutrido grupo de los Dissenters de este país abarcando calvinistas y baptistas, fuese considerado por .i (e1 trabajo y la industria como un deber para con Dios’ Ante la constitución social “orgánica” (en el encauzamiento fiscal-monopolista que adoptó en el anglicanismo bajo el mando de los Estuardos y, especialmente, en la concepción de Laud), y a la coalición entre, el Estado y la Iglesia con los monopolios, tomando el cristianismo-social como fundamento, el puritanismo que agrupaba los más declarados enemigos de este autorizado capitalismo excepcional de los gigantescos comerciantes, de aquellos explotadores del trabajo a domicilio y de los mercaderes relativos a las colonias, oponía los ímpetus particulares de lucro racional y lícito, logrado a base de una aptitud e inclinación personales, a los que se les debe el magno florecimiento de las industrias implantadas sin la protección (o a pesar de ella o, inclusive, contra) el poder público, en tanto que las industrias monopolizadas, a las cuales el Estado favorecía, dejaron de existir, una vez más, en Inglaterra. (106) Los puritanos (Prynne, Parker) se negaban a relacionarse con los “cortesanos y proyectistas” considerados al modo de los grandes capitalistas, pertenecientes a una clase social moralmente censurable, poseedores de un manifiesto orgullo de la supremacía de sus propios valores éticos, burgueses mercantiles, y en ello radica justamente la razón auténtica de los hostigamientos que recibieron de sus adversarios, boicoteando bancos median te el retiro de depósitos; así Defoe pretendía obtener un triunfo contra el dissent. La rivalidad de ambas posiciones capitalistas estuvo estrechamente relacionada con la rivalidad de las ideologías religiosas. Los rivales de los no conformistas se mofaron siempre del spirit of choopkeepers que, en su opinión, se hallaba encarnado en sus adversarios, y los persiguieron como pervertidores de los clásicos ideales ingleses. De ahí arranca, también, el antagonismo entre el ethos económico puritano y el ethos judío. Claro está que los contemporáneos, entre ellos Prynne, no ignoraban que el auténtico ethos económico burgués no correspondía al del judío sino, precisamente, al primero. (107)

            Hemos intentado dar prueba de que el espíritu ascético del cristianismo fue el que originó uno de los factores que intervinieron, a su vez, al nacimiento del moderno espíritu capitalista y hasta de la propia civilización de hoy día, la racionalización del comportamiento en base al concepto de la profesión. Reflexionemos, una vez más, fijando la atención en el documento visto al principio de este trabajo, y que nos fue legado por Franklin, y se reconocerán estos factores inherentes de esa mentalidad a la que hemos nombrado “espíritu del capitalismo”, los mismos recién señalados, precisamente, constitutivos del ascetismo profesional puritano, (108) bien que sin la raíz piadosa que Franklin poseía.

            Para ser sinceros, no es una novedad la idea de que el trabajo profesional moderno entraña carácter ascético. Goethe, con su proverbial comprensión de la vida, se propuso ilustrarnos acerca de ello, en momentos de gran lucidez, encontrándose en el pináculo de la fama. Lo atestiguan sus geniales “Wanderjahren”, así como en la conclusión del Fausto. (109) Su enseñanza está en que el desasimiento al trabajo profesional y, por ende, la de cisión de abandonar la integridad fáustica de todo lo humano, constituye una condición del obrar estimativo en el mundo de lo presente, por lo que la “acción” y la “renuncia” se encuentran inexorablemente condicionadas de manera recíproca. En esto radica el auténtico motivo del ascetismo que domina en la vida del burgués (dando por cierto que constituye un modo de vida, desechando la posibilidad de que carezca de él). Este era el adiós de Goethe, su desprendimiento de una etapa de humanidad plena y hermosa que ya no se repetirá en la historia, así como tampoco hemos visto producirse en Grecia otro ciclo de tanto esplendor clásico como el que en otros tiempos tuvo. La decisión del puritano fue ser un buen profesional; ésta, también, debe ser la nuestra. Ciertamente, tan pronto como el ascetismo traspuso el umbral de los claustros monacales a fin de integrarse en la vida profesional y regir la ética mundana, tomó parte, en la medida de sus posibilidades, en la erección de este colosal mundo de orden económico moderno, el cual, estando enlazado al estado técnico y económico de la productividad mecánica maquinista, señala en la actualidad, con una energía irresistible, el modo de vida de los seres que ven su primera luz en él sin exclusión de nadie, tomen o no parte con su actividad e, indudablemente continuará señalándolo por considerables años más} opinión de Baxter, la inquietud por la riqueza no había d abrumar lo más mínimo el ánimo de sus santos, a lo sumo sentirla tan ligera como si sobre los hombros se llevara “un manto fino que, en un momento dado, pudiese deslizarse hacia el suelo”. (110) Mas, el infortunio quiso que el manto se transformara en duro cofre. El ascetismo tomó con especial interés la transformación del mundo y estimó que en él debía realizarse; no es para sorprenderse que las riquezas de este mundo tuvieran un tan poderoso alcance progresivo y, en último caso, irresistible sobre la humanidad, desconocido enteramente en los anales a través de los siglos. El espíritu se esfumó; el cofre permanece vacío sin que pueda saberse si para siempre. Como quiera que sea, el capitalismo triunfante, siendo que se apoya en bases mecánicas, ya no requiere más de la ayuda religiosa mismo, es de suponer que se ha extinguido para siempre la rosácea mentalidad de la jubilosa sucesora del puritanismo, la “ilustración” después de todo, sólo queda el recuerdo de la obligación profesional como una quimera de remotas ideas piadosas. El hombre se niega a someterse a esa obligación, si no le es dado relacionarla de manera directa con determinados valores del espíritu, por excelencia elevados, o bien, en el caso o to, se le presenta simplemente en calidad de imposición económica. En Estados Unidos de América del Norte fue donde arraigó con más ahínco el vehemente anhelo tras la consecución de la ganancia, despojado en la actualidad de su sentimiento tan to ético como religioso. Es ahí donde lo vemos inclinado apasionadamente a distintas actividades agonales, como si siempre se tratase de un evento deportista. (111) No es posible predecir en dónde ni quién sea el que llene el cofre vacío; tampoco es previsible si al cabo de tan inaudito movimiento evolutivo reaparecerán seres con el don de profecía y si llegará el día en que se podrá presenciar un vigoroso resurgimiento de aquellas ideas e idea les de antaño(También puede que ocurra a la inversa, que una ráfaga cubra f petrificándolo de un modo mecanizado y se produzca una convulsión en la que, en su totalidad, los unos pelearán con los otros. En semejante situación, los últimos su pervivientes de esta etapa de la civilización podrán atribuirse estas palabras: “especialistas desprovistos de espiritualidad, gozantes desprovistos de corazón: estos ineptos creen haber escalado una nueva etapa de la humanidad, a la que nunca antes pudieron dar alcance”

            Hemos irrumpido en los dominios del discernimiento de los valores y de la fe, siendo que este planteamiento histórico no debe serle imputado. Antes de asignar el valor correspondiente, aún nos falta por examinar asuntos de gran trascendencia. Es conveniente, primero, conocer hasta dónde el racionalismo ascético puede pesar en la ética política y social, o sea en el con cierto y ejercicio de los conjuntos sociales, abarcando desde los conventículos hasta el Estado, puesto que, en el curso de nuestra exposición, lo hemos dado a conocer únicamente en partes Segundo, hace falta establecer su nexo con el racionalismo humanístico (112) y el de las aspiraciones vitales y aun de los ascendientes de cultura, así como, con posterioridad, su relación también con el desenvolvimiento de la filosofía empírica, de la ciencia, de la técnica y con el acervo espiritual de la civilización. En suma, sería interesante no perder de vista su proceso histórico, tomando como punto de partida los indicios, en tiempos del medievo, de un ascetismo laico hasta que éste se pierde en el utilitarismo, por entre las diversas esferas sobre las que desplegó su acción el ascetismo piadoso. Únicamente así sería factible demostrar absolutamente la proporción del extraordinario alcance ilustrativo del protestantismo ascético con respecto a otros factores plásticos del actual mundo civilizado.

            Nuestro empeño ha sido destacar las causas primordiales del hecho y la forma de actuar en un punto, si bien, aun cuando sea el único, debe considerarse el de mayor importancia. Por esta razón, enseguida valdría la pena de estudiar el proceso del influjo que el ascetismo protestante recibió, por su parte, en su desarrollo y aspectos básicos por el conjunto de las condiciones en que se encontraba la cultura y la sociedad, en especial las económicas, que, precisamente, nació en su seno. (113) Luego, sabiendo que, sin especificar, el individuo moderno, así se esfuerce con gusto y benevolencia, no alcanza a imaginarse la importancia del extraordinario ascendiente moral que las ideas religiosas han tenido sobre la manera de proceder en la vida, así como sobre la civilización y el aspecto nacional, no está tampoco en nuestro ánimo suplantar una percepción unilateral- mente “materialista” de la cultura y de la historia por otra en contraposición al espiritualismo de un solo aspecto causal. En realidad, por igual puede lograrse la interpretación de materialismo y espiritualismo, (114) si tomamos en cuenta que se trata de un ensayo inicial; pero, si a la inversa, as piran a establecer la meta de nuestra indagación, ninguna de las dos resulta del todo apropiada para ser útil a la autenticidad histórica. (115)

 

Notas:

1. Ver Dowden (loc. cit.) en una hermosa descripción en la que singular mente caracteriza. En cuanto a la teología de Baxter, subsiguiente a su aleja miento progresivo de la rigurosa fe en el “doble” Decreto, conduce de un modo bastante aceptable la introducción a cada uno de sus diversos escritos publicados en las Work of the Puntan Divines (de Jenkyn). Su tentativa de combinar la univeral redemption y la personal election no llegó a satisfacer a persona alguna. Por nuestra parte, consideramos que lo fundamental es sólo que, hasta en su momento, él fue perseverante en la personal election, es decir que, por lo que respecta a la ética él se mantuvo en el punto definitivo de la doctrina de la predestinación. Es importante asimismo hacer hincapié en su amortiguamiento de la concepción “forense” de la justificación que supone aproximarse un tanto a los bautizantes.

2. Th. Adams, John Howe, Matthew Henry, J. Janeway, St. Charnock, Baxter y Bunyan elaboraron Tratados y sermones, respectivamente, los cuales se encuentran recopilados, en una selección algo arbitraria, por cierto, en diez tomos de Works of the Puntan Divines (Londres, 1845-48). Con anterioridad, al mencionarlas por primera vez, indicamos los escritos de Bailey, Sedgwick y Hoornbeek.

3. Igualmente podríamos hacer referencia a Voet y otros representativos más continentales de la ascesis profana. Brentano cae en un error al asegurar que tal desarrollo fue “tan sólo anglosajón”. Al seleccionar nos basamos en el afán de ceder la palabra, aun cuando no de un modo exclusivo, antes bien en lo factible, a la corriente ascética de la segunda mitad del s. XVII, casi cuando ya ocurría su cambio en utilitarismo. Lamentablemente, hemos de prescindir en este momento de la interesante labor de dar a conocer el vital modo del ascetismo protestante, recurriendo particularmente a las fuentes literarias biográficas (entre las cuales sería preferible valernos de la cuáquera, que aún no estamos del todo versados en ella).

4. Ya que resultaría igualmente provechoso servirnos de los trabajos de Gisbert Voet, como de las conversaciones sostenidas entre los sínodos hugonotes o lo escrito por los baptistas holandeses. Es sumamente lamentable el hecho de que Sombart y Brentano haya fijado su atención en aquello que de “ebionítico” tiene la doctrina de Baxter, en lo que tan reiteradamente he insistido, para sacarme a relucir el espíritu reaccionario (capitalista) de su doctrina. Por de pronto, para hacer uso de dicha literatura es necesario, antes que nada, conocerla como es debido y. además, tener a la vista que yo he tratado, precisamente, de probar que, no obstante el “antimammonismo” de la doctrina, la esencia de esta piedad ascética, a la par que en las economías monacales, originó el racionalismo económico, debido a que recompensaba aquello que era concluyente esto es: los ímpetus racionales, por motivaciones ascéticas. Así, pues, de ello es únicamente de lo que se trata, no habiendo en nuestros raciocinios otro eje que no sea éste.

5. Así en Calvino, el cual no era tampoco un partidario de la riqueza bur guesa ni mucho menos (ver sus iracundos acometimientos a Venecia y Amberes, Comm. in Jes. OP III, 140 a, 308 a).

6. Véase: Saint’s everlasting rest, cap. X y XXI. Bailey, Praxis pietatis, pág. 182, o también, Matthew Henry (The worth of the soul, Works of the Pur. D pág. 319): “These that are eager in pursuit of wordly wealth despise their soul not only because the soul is neglected and the body preferred beforeit but because it einployed in these pursuits: Psalm 127, 2” (bien que en la dicha página figura la consideración que más adelante mencionaremos en relación a lo pecaminoso de cualquier desperdicio de tiempo, principalmente en recreations). Así, en la totalidad de la literatura piadosa del puritanismo anglo-holandés. Véase, por ejemplo la filípica de Hoornbeek (loe. cit. 1, K, e. 18) en contra de la avaritia (independientemente, también en este autor interviene alguna que otra influencia sentimental-pietista. Al respecto, ver el panegírico de la tranquillitas animi grata a Dios en pugna a la sollicitudo de esta vida). Bailey destaca también: ‘ No es fácil que un rico alcance la bienaventuranza”, refiriéndose a la bien sabida sentencia bíblica (loe. cit., pág. 182). Los catecismos metodistas inducen a desistir de “acumular tesoros en el mundo”. Ello es fácilmente comprensible con el pietismo. Pero, con los cuá 9 acontecía exactamente lo mismo. Cf. Barclay loc. cit., pág. 517:

and therefore beware of such temptation as to use their callings and engine to be richer”.

7. Ya que se juzgó también con mucho rigor tanto la riqueza como la inclinación por instinto tras el lucro. Así vemos como, en 1574, en los Países Bajos fue declarado por el sínodo subholandés, en respuesta a una pregunta, que a los “prestamistas”, si bien ejercen de una manera legal su actividad, no se les debe aceptar a la comunión; y por el sínodo provincial de Deventer, en 1598 (art. 24), la prohibición abarcó a los empleados de los banqueros, en tanto que con el de Gorichem, en 1606, se fijaron las severas y degradantes condiciones mediante las que podían ser admitidas las mujeres de los “usureros”. En 1644 y 1657 aún se debatía si era o no posible aceptar a los banqueros a la comunión (lo cual dicho sea en contra de Brentano, que hace mención de sus ascendientes católicos, pese a que, desde hace miles de años, han existido en todos los ámbitos comerciantes y banqueros de origen extranjero. Aún más, Gisbert Voet se tomaba la libertad de eliminar a los “trapezitas” (lombardos, piamonteses) de la comunión (Disp. theol., IV, Ants. 1667, De usuris, pág. 665). De igual modo acontecía en los sinocos de los hugonotes. Ahora. bien, esta índole dentro del capitalismo no es, en absoluto, la clásica representante de una manera de pensar y de conducirse que concierna a los fines de nuestro trabajo: nada nuevo representaba en conexión a la Edad Antigua ni Media.

8. El punto se encuentra desarrollado hondamente en el cap. X de la Saint’s everlasting rest: Aquel que pretendiera reposar perpetuamente en el “albergue” que Dios le otorga en posesión, ofendería a El, aun en esta vida. El reposo confiado en la riqueza conseguida es precursor, casi siempre, de la ruina. Si fuésemos dueños de todo aquello que pudiéramos poseer en el mundo, ¿sería cuanto esperábamos obtener? En este mundo jamás se dará un estado de ánimo en el que no se desee nada, pues, por voluntad divina, no debe ser.

9. Chr. Direct., L. págs. 375-376: “It is for action that God maintalneth us and our activities: work is tremoral as well as the natural end or power It is action that God is most served and honoured by. . . The public welfare or the good of many is to be valued aboye our own”. Ahí queda señalado el punto en donde, más tarde, las teorías liberales habrán de desplazar la voluntad divina por distintas maneras de ver estrictamente utilitarias. Por lo que se refiere a las fuentes piadosas del utilitarismo, ver más adelante, en el texto y supra, nota 145.

10. El precepto de enmudecer —en base a la amenaza bíblica en cuanto a la pena por “toda palabra inútil”— ha constituido, desde los cluniacenses, un reputado medio ascético de educación en el control personal. Baxter se ocupa también, extensa y copiosamente, en todo lo concerniente al pecado de la conversión inútil. Con anterioridad, Sanford (loe. cit., pág. 90 y s.) estimó la significación caracterológica. La melancholy y moroseness de los puritanos, que llegó tan hondo en el sentimiento de sus contemporáneos, constituía el resultado del rompimiento con la despreocupación del status naturalis, encontrándose sometida, igualmente, a los mismos objetivos, la sentencia en contra la conversación hueca. Washington Irving (Brace bridge Hall, capt. XXX), cuando trata de hallar la causa, así sea en el calculating spirit del capitalismo, como en los efectos de la libertad en el plano de la política, que promueve en el hombre el sentido de la responsabilidad, hemos de tomar en consideración ante esto que en los pueblos latinos no se dio el mismo fruto, así como que en Inglaterra la realidad era ésta: primeramente, el puritanismo hacía aptos a sus seguidores para la creación de instituciones libres, haciéndoles adquirir, a un tiempo, una preponderancia mundial; además, tuvo la virtud de valerse del “cálculo” (nombre que Sombart da a ese spirit), del cual está constituido, en efecto, el capitalismo, considerado como instrumento del capitalismo, convirtiéndolo en principio para que el hombre pueda gobernarse.

11. Loe. cit., 1, pág. 111.

12. Loe. cit., 1, pág. 383 y s.

13. Barclay (loe. cit., pág. 14) opina de un modo similar acerca del valor del tiempo, sumamente estimativo.

14. Baxter (loe. cit., pág. 19) dice así: “Keep up a high esteem of time and be every day more careful that you lose none of your time, then you are that you lose none of your and silver. And if vain recreation, dressin festings, idie taik, unprofitable company, or sleep, be any of them temptations to rob you of any of your time, accordingly heighten your warchfulness”. Y Matthew Henry (Worth of the soul, W. of the Pur. Div., pág. 315) expresa: “Those that are prodigal of their time despise their own souls”. De igual modo vemos aquí la ascesis protestante moverse por caminos trillados sobradamente. Nos hemos ya habituado a conceptuar como algo específico del hombre profesional moderno eso de “no tener tiempo”, y a formar dictamen (tal hizo así, por ejemplo, Goethe en Wanderjahren) de la medida del avance capitalista en relación a los cuartos de hora que se dan en los relojes (de igual modo lo encontramos en el Capitalismo de Sombart). Sin embargo, es preciso no olvidemos que era el monje, precisamente en la Edad Media, quien vivía con el tiempo distribuido, así como las campanas de las iglesias tenían la primordial misión de prestar el servicio tan necesario de repartir el tiempo.

15. Cf. los debates de Baxter acerca de la profesión, op. cit., 1, pág. 318, en donde se halla este pasaje: “Question: But may 1 not cast off the world that 1 may only think of my salvation? Answer: You may cast off all such excess of wordly cares or business as unnecessarily hinder you in spiritual things. But you may not cast off all bodily employment and mental labour in which you may serve the common good. Every one as a member of Church or Commonwealth must employ their parts to the utmost for the good of the Church and the Commonwealth. To neglect this and say: 1 will pray and meditate, is as if your servant should refuse your greatest work and tye himself to some lesser casier part. And God hath commandeth you sorne way or other to labour for your daily bread and not to uve as drones of the sweat of others only”. El mandato de Dios a Adán: “con el sudor de tu frente . . y la amonestación de san Pablo: “aquél que no trabaje no debe comer” se mencionan en calidad de confirmación. Como es bien sabido, los cuáqueros, hasta aquellos de nivel adinerado, siempre mandaron sus hijos a estudiar profesiones (por razón ética, no precisamente utilitaria, conforme aconsejaba Alberti).

16. El pietismo, en cuanto a su índole sentimental, se desvía de algunos de os puntos que aquí hay. Pero, por lo que respecta a Spener (Theol. Bedenhen, II, pág. 445) le asiste aún la razón (pese a que se guía con mentalidad luterana al aseverar que el trabajo es servicio de Dios) de que la ansiedad de los legocios profesionales aleja de Dios (lo cual es igualmente una motivación luterana, constitutiva de una contraposición frente al puritanismo totalmente significativa).

17. Loc. cit., pág. 242: “It’s they are lazy in their calling that can find no me for huly duties”. Y es por ello que para él las ciudades —en las que reside burguesía consagrada al lucro racional— son, preferentemente, la sede de das las virtudes ascéticas. Baxter así se expresa de sus tejedores en Kiddmins :r: “And their constant converse and traffic with London doth much tu omote civiiity and piety among tradesmen” (tomado de su autobiografía, of the Pur Div pag XXXVIII) Muchos eclesiásticos habrá por lo menos alemanes, que se sorprendan al leer en la actualidad que, el acercamiento a las grandes urbes puede contribuir al fortalecimiento de las virtudes. Igual mente, el pietismo poseía ideas semejantes. Spener, por ejemplo, así se expresa de un colega: “Se comprobará, cuando menos, que entre el considerable número de seres malvados que habitan en las ciudades, existen, por el contrario, algunas almas buenas capaces de realizar el bien, pues en los pueblos es raro hallar en alguna ocasión algo que pueda considerarse bien hecho” (Theol. Bedenken, 1, 66, pág. 303). Realmente, el campesino casi no cuenta en el modo racional ascético de conducirse; su glorificación ética pertenece al modernismo. No nos deslizamos aquí llevados por tales manifestaciones y otras más, que bien podrían ser atrayentes para destacar la ascesis en su condicionamiento clasista.

18. Ver, como ejemplo, este pasaje: (loe. cit., pág. 336 y s.): “Be wholly taken up in diligent business of your lawful callings when you are not exercised in the more inmmediate service of God”. “Labour hard in your calling”. Y este otro (ídem): “See that you have a calling which will find you employment for aH the time which Gods immediate service spareth”.

19. Hace poco tiempo, Harnack ha señalado con insistencia (Mitt. des Ev. Sor Kongr., serie 14, 1905, núms. 3-4, pág. 48) q la determinada estimación ética del trabajo, así como de su ‘ dignidad’ no constituía en esencia, una concepción propia y, tampoco, peculiar del cristianismo.

20. Para el buen entendimiento acerca de la base en que se apoya esta trascendental resistencia existente, a ciencia cierta, a partir de la regla benedictina, sería necesario reflexionar en el tema más ampliamente, lo cual no nos es dado ahora.

21. De igual modo en el pietismo (Spener, loc. cit., II, págs. 429, 430). He ahí la peculiar formulación del pietismo: la fidelidad profesional que nos fue dictada como pena de resultas del pecado sirve para mortificar la propia voluntad nuestra. La actividad profesional, a modo de servicio de amor a nuestros semejantes, constituye un deber de gratitud por la gracia divina (concepción luterana), por lo que no es agradable a los ojos de Dios que sea realizada por la fuerza y fastidiosamente. (loe. cit., III, pág. 272.) En consecuencia, el cristiano ha de “mostrarse tan diligente como un hombre del mundo” (fdem, pág. 278). Indudablemente, ello permanece bastante a la zaga de la idea puritana.

22. Conforme a Baxter, ello tiene como finalidad a sober procreation of children. Spener opina de igual modo, bien que con algunas concesiones a la burda doctrina luterana, que juzga fin secundario impedir la inmoralidad (que sería irreprimible de otro modo). Si al coito se le agrega la concupiscencia, se cae en lo pecaminoso aun en el matrimonio. De ahí la opinión de Spener en el sentido de que es consecuencia del pecado, convertir un hecho natural y estimado por Dios, en algo unido de manera indisoluble con carnales sensaciones y, consiguientemente, en un pudendurn. En la concepción de muchas direcciones pietistas existe la idea de que en el matrimonio cristiano la forma superior es aquella en la que se conserva la virginidad; en inmediata escala inferior, aquella en la que se restringe el comercio sexual a la procreación de los hijos y, así, sucesivamente, hasta llegar a la del matrimonio concertado solamente por finalidades eróticas u otros motivos cualquiera extrínsecos que están conceptuados como concubinatos en el plano de la ática. No obstante, aun cuando la finalidad de dichos matrimonios celebrados sea extrínseca, se consideran superiores a los motivados por fines exclusivamente eróticos, ya que en los otros media una consideración racional, cuando menos. No es imprescindible hacer mención en este momento de la teoría morava y su práctica. La filosofía racionalista (Chr. Wolff) admitía la teoría ascética desde el punto de vista de que aseverar que aquello que está ordenado a una finalidad como medio, no podrá convertirse nunca en un fin último (de este modo: la concupiscencia y su goce satisfecho). En Franklin se descubre todo esto tras el velo del utilitarismo, coincidiendo en un punto de vista similar al de los médicos modernos, para quienes la “castidad” constituye una limitación al comercio sexual de lo deseable por cuanto a la salud se refiere. Bien sabido es que, hasta de manera teórica, los ha habido que se han manifestado en torno a la modalidad de esta práctica sexual. Mientras que todo esto puede llegar a ser objeto de consideración racional, de hecho lo ha sido en el mismo sentido. El racionalismo sexual relativo a la higiene y el puritano van por caminos diferentes. Tan sólo en un punto “están de acuerdo”. Veamos: un entusiasta partidario de la “prostitución higiénica” sustentaba en una conferencia —acerca de los lugares de lenocinio y las reglas que los regían— la licitud del comercio sexual fuera del matrimonio (conceptuado como útil desde el punto de vista higiénico), y tomaba como ejemplo a Fausto y Margarita, en donde se manifiesta transfigurado. Si a Margarita se le considerara como prostituta y el impetuoso imperio de las humanas pasiones se equiparase con el comercio sexual por motivos higiénicos, sería caer en pleno en la mentalidad puritana. Así la doctrina tan común entre los médicos de hoy en día, conforme los cuales un asunto que incumbe muy profundamente a los problemas más delicados de la personalidad y la cultura, esto es, el de la continencia sexual, corresponde únicamente al foro médico (entiéndase, especialista): para los puritanos, el especialista equivale al teórico moral; en tanto que para los médicos, es el higienista. Sin embargo, aunque con signo invertido, en ambos casos predomina el mismo principio, un tanto innoble por cierto, de la “competencia” encaminada a la resolución del asunto. Claro está que el potente idealismo de la concepción puritana, con todas sus mojigaterías, fue capaz de exponer pruebas positivas, aún visto desde el ángulo de lo higiénico y eugenésico, en tanto que el modernismo de la higiene sexual, teniendo que invocar ineludiblemente a la “despreocupación”, corre el riesgo de desfondar el vaso del que se sirve para beber. Como se comprenderá, no es posible llevar a cabo en este momento un debate acerca del hecho que, en virtud de la racional explicación de las relaciones sexuales en los pueblos bajo el influjo ejercido por el puritanismo, el acoplamiento matrimonial se afinó, llegando a espiritualizarse, y brotaron flores de hidalguía en el maridaje, ignoradas en el medio patriarcal que perdura aún entre nosotros, hasta allí donde se congrega la aristocracia del espíritu. (Justamente en la “emancipación” femenina han concurrido factores de ascendencia bautizante, la defensa de la libertad de conciencia femenina y el clamor por extender la idea de clerecía universal a las mujeres han sido las brechas primeras dentro del patriarcalismo.)

23. Tal consejo lo hallamos muy reiteradamente en Baxter. Comúnmente, se busca el apoyo bíblico en los pasajes citados por Franklin: Sentencias de Salomón, 22, 29. Asimismo, el merecimiento del trabajo en las Sentencias de Sal., 31, 16. Cf. loe. cit., 1, pág. 382;pág. 377, etc.

24. En una ocasión, el propio Zinzendorff expresa: “no se trabaja porque se vive, antes bien se vive por el trabajo, y en tanto no se trabaja, se perece o se duerme” (Plitt, 1, pág. 428).

25. Un símbolo de los mormones concluye, también (conforme a las citas), de este modo: “Mas no es posible que un cristiano sea un mozo de cuerda o un holgazán y, al mismo tiempo un bienaventurado. Su destinación es ser aguijoneado de muerte, y arrojado de la colmena”. Era, por excelencia, la sobresaliente disciplina —exacto medio entre el claustro y la manufactura— la que colocaba al hombre frente a la disyuntiva de darse al trabajo o de ser excluido; asimismo, era ella la que originó (en unión del celo ardiente de la piedad y tan sólo factible gracias a éste), dentro de esta secta, las sorprendentes creaciones económicas.

26. Razón por la cual examina esmeradamente sus síntomas (loe. cit., 1, pag. 380). Sloth e idleness constituyen pecados de tanta gravedad debido a que tienen un carácter prolongado. En opinión de Baxter son como “destructores del estado de gracia” (loc. cit., 1, págs., 279-280). Precisamente, son el reverso de una existencia metódica.

27. Ver supra, nota 5 correspondiente a la “Concep. luterana de la profesión. . .”

28. Véase Baxter, loe. cit., 1, pág. 108 y ss. Singularmente, de interés estos párrafos: “Question: But will not wealth excuse us? —Answer: It may excuse you from some sordid sort of work, by making you more serviceable to another, but you are no more excused from service of work.. . then the poorest man . Cf. loe. cit., 1 pág. 376: “Though they (los enriquecidos) have no outward want to urge t they have as great necessity to obey God.. . . God has strictly commandeth it (el trabajo) to all”. (Ver nota págs. 105-106).

29. Por cuya razón, Spener (loe. cit., III, págs. 338, 425) repudia, también, la propensión a jubilarse antes de la requerida edad, lo cual juzga reprochable en el plano de la moral, en tanto que, al rehusar una objeción contra el hecho de percibir intereses (el placer del rédito acarrearía hacia la corrupción), asevera que aquel que puede vivir de sus intereses está, no obstante, obligado a trabajar por mandato de Dios.

30. Sin exceptuar el-pietismo. Tratándose del asunto relativo al cambio de profesión, Spener afirma siempre que una vez elegida, es un deber de sumisión a la providencia divina el hecho de permanecer y entregarse a ella.

31. En los artículos concernientes a la “ática económica de las religiones” queda explicado el considerable patetismo que predomina en todo el proceder, mediante el que la doctrina india acerca de la salvación vinculada al tradicionalismo profesional, con las posibilidades de regenerarse. Aquí se evidencia la diferencia que existe entre la simplicidad de las teorías éticas y la creación, mediante la práctica religiosa, de ímpetus psicológicos de índole determinada. Al hindú religioso únicamente le era dado obtener posibilidades propicias a la regeneración mediante la rigurosa observancia tradicional de los deberes de su casta de origen: de este modo, el tradicionalismo obtenía el más sólido fundamento piadoso que pueda uno imaginarse. Verdaderamente, la ática indica constituye en este aspecto la antítesis más consecuente de la puritana, de igual manera corno lo es con respecto a otro punto (tradicionalismo profesional) de la del judaísmo.

32. Baxter. loe. cit., 1, pág. 377.

33. Pero no puede decirse que por ello implique históricamente derivación de ellos. Es más probable que la genuina concepción calvinista acerca de que el “cosmos del mundo” sirve a la gloria de Dios se impuso a su autoglorificación. En verdad, la dirección utilitarista, que tiene el cosmos económico puesto al servicio del bienestar de todos (good of many, common good, etc.) era el resultado de la creencia de que cualquier otra interpretación ha de llevar a una idolatría aristocrática o, por lo menos, no es viable que conduzca a la gloria de Dios, antes bien al servicio de materiales “fines de cultura”. Sin embargo, la voluntad de Dios manifiesta en la estructura finalista (véase, supra, nota 35 de “Los fundamentos religiosos) del cosmos económico, únicamente es factible que sea el beneficio de la “colectividad” esto es: el provecho impersonal (por cuanto que tan sólo interesan fines terrenales). En con secuencia como antes quedó dicho, el utilitarismo es el resultado de la configuración impersonal del “amor al prójimo”, así como de la negativa de honrar el universo, por la sola idea exclusivista del in majorem Dei gloriam del puritanismo. Y, pues, la idea que en todo el protestantismo ascético imperaba con tanta fuerza, consistente en que la honra de la criatura ofende a la gloria de Dios, se exterioriza con toda claridad en los obstáculos y esfuerzos que el propio Spener le ocasionaba, no por cierto de ideas harto democráticas, ante el gran número de peticiones con respecto a la consideración de títulos tales como adiayopov, hallando el sosiego con aquello de que, en la Biblia, el Apóstol tituló el Prator Festo como xpaclotoÇ . Claro está que el asunto en su aspecto político no ofrece aquí interés.

34. Th. Adanis, en Works of. the Pur. Div., pág. 77, expresa también: “The inconstant man is a stranger in his own house” (el hombre inconstante es un extraño en su propia casa).

35. De modo muy particular, véase, al respecto, las manifestaciones de George Fox: The Friend’s Library, ed. W. 1 Evans, Filadelfia, 1873 y ss., vol. 1, pág. 130.

36. Ciertamente no podemos conceptuar esta orientación de la ética piadosa como imagen de situaciones económicas verdaderas. Sin duda alguna, la profesión especializada durante la Edad Media italiana, estaba más adelantada que en los mismos tiempos en Inglaterra.

37. Ya que, conforme se repite con mucha frecuencia en la literatura puritana, Dios nunca ha ordenado, amarás al prójimo más que a ti mismo, sino, “como a ti mismo”. Es, pues, un deber también amarse a sí mismo. Aquel que sabe, por ejemplo, que gobierna su propiedad mejor y, por consiguiente, más honra a Dios, que como su prójimo pudiera hacerlo, no está en la obligación de hacerle participe en ella por amor a él.

38. En Spener hallamos igualmente una proximidad a este parecer, bien que su postura es aun más cautelosa y desaconsejante en cuanto se trata del paso de la profesión comercial (especialmente en el plano de la moral) a la teología (III, págs. 435, 443; 1, pág. 524). La insistencia reiterada de Spener al volver, en sus consultas, una y otra vez con la misma respuesta a dicha cuestión (es decir, la licitud del cambio de profesión), denote la trascendencia notablemente práctica que tenía la interpretación de la Epístola primera a los Corintios (7) en la vida diaria.

39. En realidad, nada que se le parezca, figura en los escritos pietistas continentales de más enjundia. Ante el “provecho”, Spener .se encuentra en una situación vacilante, entre el luteranismo y los razonamientos mercantilistas, acerca de los beneficios de la prosperidad comercial (op. cit., III, págs. 330, 332; cf., 1, pág. 418. Esto es: el cultivo del tabaco produce fondos ala nación; es por eso que resulta benéfico y, por consiguiente, no es pecaminoso); cf. también III, págs. 426, 427, 429, 434; esto sí, previene que tal como se deja ver en el ejemplo por parte de los cuáqueros y mennonitas, se puede obtener ganancia y, no obstante, seguir siendo piadoso, y aun, inclusive una elevada ganancia puede ser fruto de una honestidad piadosa —más adelante volveremos al tema— (op. cit., pág. 435).

40. De ninguna manera pueden tomarse las opiniones de Baxter como reflejo del medio económico en que se desenvolvía pues, muy al contrario, en su autobiografía queda al descubierto con toda claridad que, en el éxito lo grado en su labor misional interior fue determinante el hecho que, los comer ciantes establecidos en Kinddminster no erhn adinerados, ya que su beneficio únicamente era food and raiment, y, por lo que respecta a los maestros, no con más ventaja que sus trabajadores estaban supeditados a vivir from the hand in the mouth (esto es: al día). “It is the poor that receive the glad tidings of the Gospel “. En cuanto a la ambición por el lucro, Th. Adams reflexiona que: “He (the knowning man) knows. . . that money may make a man richer, not better, and thereupon choosetb rather to sleep with a good conscience than a fuil pure. . . therefore d no more wealth that an honest man may bear away”; mas, quiera en tal grado no obstante (Th. Adams, Works of the Pur. D LI), lo cual significa que cualquier ganancia formalmente honrada es, igualmente, lícita.

41. De esta suerte en Baxter, loe. cit., 1, e. X, tít. 1, dist. 9 (24), vol. 1, pag. 378, 2. Sentencias de Salomón, 23, 4: “No trabajes sólo por enrique certe”; esto da a entender solamente que: “riches for our fleshly ends must not ultimately be intended”. Lo abominable no es tanto la riqueza en sí, sino el modo feudal —señorial de su acomodación cf. la observación de 1, pág. 380, acerca de la debauched part of the gentry). Milton, en la primera defensio pro populo anglicano, sustenta la consabida teoría de que tan solo a la “clase media” le está dado practicar la virtud. Entiéndese por clase media la burguesa, es decir, en un sentido opuesto a la aristocracia, ya que así el “lujo” como la necesidad” se contraponen al ejercicio de la virtud.

42. En ello estriba lo determinante. Examinemos aún esta reflexión general: no es para nosotros de tanto interés lo expuesto teóricamente por la teología moral, sino la vigencia de la moral en la vida práctica de los creyen es, o, dicho en otras palabras: la influencia práctica de la dirección piadosa en el plano de la ética profesional. En algunas ocasiones se llega a descubrir en la literatura casuista del catolicismo, en especial del jesuítico, controversias en torno a temas, como la legitimidad del interés (de lo cual no nos ocupamos aquí), que nos traen a la memoria aquellas de varios casuistas protestantes, o 9 además, se diría que van mucho más lejos en lo que juzgan “lícito” o ‘probable” (posteriormente se impugnó a los puritanos similitud substancial de su ática con la jesuítica). Del mismo modo que los calvinistas solían mencionar obras de teología moral de autores católicos tales como Tomás de Aquino, Bernardo de Clairvaux, Buenaventura, y no tan sólo éstos, sino también contemporáneos (en cuyo punto no hemos de detenernos mayor mente). Haciendo a un lado la coyuntura determinante de la recompensa piadosa de la práctica del ascetismo en el mundo, la desigualdad más notoria estaba, en la misma teoría, en que tales efectos latitudinarios dentro del cato licismo eran frutos de teorías éticas laxas de manera específica, sin censura alguna por parte de la autoridad eclesiástica de las cuales se distanciaban, justamente, los adeptos más perseverantes y formales de la Iglesia, en tanto que, opuestamente, la idea de profesión, el protestantismo situaba a los más rigurosos adictos a una vida ascética, a la disposición de la vida económica del capitalismo, Aquello que en el catolicismo podía ser aceptado condicional mente, en el protestantismo era considerado como algo positivamente bueno y aun moral. Al cabo, las más sobresalientes discrepancias entre estas dos áticas fueron establecidas de modo resolutivo a partir del debate jansenista y la Bula Unigenitus.

43. “You may labour in that manner as tendeth most to your succes and Iawful gain, You are bound to improve sil your talents. . .“(palabras que pre ceden al pasaje traducido que figura en el texto). La confrontación directa del afecto ardiente hacia la riqueza en el reino de Dios, con el máximo anhelo de lograr el éxito en la profesión terrena se pone de relieve en Janevay, Heaven upon earth (El cielo sobre la tierra) en las Works of the Pur. Div., pág. 275, mfra.

44. Así, pues, la confesión (luterana) del duque Cristóbal de Württemberg, sometida al Concilio de Trento, constituye, ya, una argumentación en contra del voto de pobreza, aduciendo aquel que es por su índole pobre, está obligado a soportarlo, mas si promete seguir siendo pobre es igual como si prometiera vivir para siempre enfermo o poseer mala fama.

45. En igual sentido lo hallamos en Baxter y en la confesión del duque Cristóbal de Württernberg. Cf. del mismo modo en pasajes como éste: “. - .the vagrant rogues whose lives are nothing but an exorbitant course: the main begging”, etc. (Th. Adanis, W. of the Pur. Div., pág. 259). La mendicidad había sido ya prohibida estrictamente por Calvino; los sínodos holandeses vigilaban ue no se otorgaran licencias ni certificaciones que consintieran la mendicidad. En tanto que en la era de los Estuardos, en especial el régimen de Laud, durante el reinado de Jacobo 1, se había elaborado oficialmente, de modo sistemático, el principio de protección a los pobres, así como la asigna ción de trabajo a quienes carecían de él, los puritanos clamaban: giving alms is no charity (hacer limosna no es caridad ue encabeza el posterior escrito de Defoe) y fue en las postrimerías dei s. ) que se inició para los que esta ban sin trabajo, el método de intimidación de las Workhouses, esto es Casas de trabajo (cf. Leonard, Early History of English poor relief, Cambridge, 1900, y H. Levy, D,e Grundlagen des ókonomischen Liberalismus in der Gesch. d. engi. Volkw. (Los fundamentos del liberalismo económico en la historia de la economía inglesa), Jena, 1912, pág. 69 y ss.).

46. G. White, siendo presidente de la Baptist Union of Great Britain and Ireland, en su discurso de inauguración de la Assem bly en Londres (1903) (Baptis Hanctbook, 1904 pág. 104) decía reiteradamente: “The best men on the roll of our Puntan cÑurches were men of affairs, who believed, that reli gion should penmeate the whole of life”.

47. Justamente, en eso estriba la peculiar impugnación frente a toda idea feudal. Conforme a ésta, el éxito y la consagración de la sangre únicamente podían favorecer a los descendientes del parvenu (ya sea en el piano político o social). Tomándolo en este sentido, es característico el término español hidalgo, con el significado de hijo de algo (filius de aliquo), interpretándose aquí, por algo, el patrimonio que se heredó de un ascendiente. Tales desigualdades se encuentran muy atemperadas hoy en día, como consecuencia del cambio acelerado y de la “europeización” de la idiosincrasia nacional americana; sin embargo, aun en la actualidad prevalece allí, algunas veces, la concepción burguesa abiertamente adversa, ensalzando el triunfo y el beneficio comercial, en calidad de indicio de contribución del espíritu, sin conceder, por el contrario, respeto alguno a la riqueza simplemente heredada, en tanto que en Europa (lo cual ya fue advertido por James Bryce), por dinero puede adquirirse todo honor social con tal de que el poseedor no se hubiese visto de por sí tras el mostrador, ni sea el que hubiera efectuado las requeridas transmutaciones de su riqueza (tales como institución de fideicomisos, etc.). Ver contra el honor de la sangre Th. Adams, W. of the Pur. Div., pág. 216.

48. De esta manera, digamos como ejemplo, para el fundador de la secta “familista”, el comerciante Hendnik Niklaes (Barclay, Inner ¡ifa of the religious communities of the Commonwealth (Vida interior de las comunidades religio sas de la Commonwealth), pág. 34).

49. Ello es absolutamente seguro; por ejemplo, para Hoornbeek, para el cual también Matth., 6, 5 y 1, Tim., 4, 8, hicieron promesas del todo terrenas a favor de los santos (loe. cit., vol. 1, pág. 193). Todo es fruto de la providen cia divina, que vela de especial manera por los suyos: loc. cit., pág. 192: “Super alios autem summa cura et modís singulanissimis versatur Dei providentia circa fideles”. Luego, continúa el debate en torno al tema de cómo se podrá considerar que un caso de felicidad no deriva de tal providentia communls, antes bien de la especial. Bailey (loc. cit., pág. 191) appya, igual mente, el éxito del trabajo profesional en la providencia de Dios. Por reitera das veces se encuentra en los escritos de los cuáqueros la afirmación acerca de que la prosperity es “con frecuencia” la recompensa de la vida beata (esta afirmación aparece aún en el año de 1848 en la Selectton from the Christian Advices issued by the general mee ting of the S. of Fr. London VIth, Londres, 1861, pág. 209). En la relación con la ática cuáquera aún habremos de insistir.

50. De esta dirección patriarcalista —igualmente peculiar de la concepción pur de la vida— cabe recordar el estudio que Thomas Adams, realiza acer ca del debate sostenido entre Jacob y Esaú (en Works of the Pur. Div., pág. 235): “His (por Esaú) folly may be argued from the base estimation of the birthri (pasa)e que tiene también importancia para no perder de vista la evolución de la idea del birthright) “that ho wouid so lightely pass from it and on so easy condition as a pottage”. Mas, el hecho era traición, al no querer, luego, por la treta, revalidar la compra ya aprobada. Resulta un cunning hunter, a man of the fields: personifica la incultura irracional, en tanto que Jacob es representativo de a plain man, dwelling in tents, es decir, el man if gace. Kiihler (op. cit.) halla todavía en el campesinado holandés muy expandido el sentimiento de un arraigado entronque con el judaísmo, lo cual esta de manifiesto, por ejemplo, en la ya conocida carta de Roosevelt. Sin embargo, por otro lado, el puritanismo sabía a conciencia que en su dogmatismo práctico existía una antítesis con la ética judaica, puesto de relieve con toda claridad en los escritos de Prynne contra los judíos (en el caso de los planes de tolerancia de Cromwell). Cf., mfra, nota 58, in fine.

51. En ZurBiiuerlichen Glaubens und Sittenlehre. Von einem thuringschen Landpfarrer (La fe y la moral entre los campesinos. Por un párroco rural de Turingia) (2a. ed., Gotha, 1890, pág. 16J hallamos que los campesinos de referencia constituyen el clásico fruto de la Iglesia luterana. Con reiterada insisten cia he colocado al margen el término “luterano”, en cada una de las ocasiones que el célebre escritor se refiere, de un modo general, a la piedad del campe sino.

52. Tomemos como ejemplo (cf.) las citas de Ritschl, Pietismo, II, pág. 158. La razón de las impugnaciones de Spener al cambio de profesión y el vehemente deseo de lucro está en las sentencias de Jesús (Theol. Bedenken, vol. III, pág. 426).

53. No obstante, para Bailey es aconsejable su lectura, y, sin que abunden, tampoco faltan citas dispersas de los apócrifos. Por el contrario no acude a mi memoria ninguna (tal vez sea casualidad) de Jesús Sirach.

54. Cuando acontece que un condenado sabido de todos tiene éxito, el calvinista se tranquiliza (por ejemplo, Hoornbeek), con la certeza de que Dios lo hace a fin de endurecerlos y corromperlos más y más positivamente.

55. Con respecto a este punto no es posible extendernos más aquí. La índole formalista de la “honradez” es verdaderamente lo único que interesa. En las Soziallehren de Troeltsch se descubren muchas indicaciones acerca del signi fi de la ética del Antiguo Testamento para la lex naturae.

56. En opinión de Baxter (Christian Directory, III, pág. 173 y s.), la oblija toriedad de las reglas éticas de la Escritura, tiene tanto alcance que constitu yen, ya sea únicamente un transcript del law of nature, o sea que llevan en sí el expresa character of universality and perpetuity.

57. De este modo, con relación a Bunyan, ver Dowden, loc. cit., pág. 39.

58. Con respecto a esto, habrá más pormenores en los artículos acerca de la ética económica de las religiones. No es posible examinar aquí el gran ascendiente que, en el desarrollo caracterológico del judaísmo ha tenido su índole racional, insólito a la cultura de los sentidos, en especial el segundo mandamiento (“no te harás imágenes. . .“). Sea lo que fuere, podemos señalar como despojado de carácter el caso de que uno de los directivos de la Educational Alliance de los Estados Unidos (organismo que pretende, con éxito excepcional y profusión de medios, americanizar a la inmigración judía) me indicase como primordial objetivo de la personificación cultural a que anhelan, valiéndose de todos los medios de la ilustración artística y social, por la “emancipación del segundo mandamiento”. En la doctrina puritana, el hecho que el israelita condene todo lo que es antropomorfismo, corresponde al veto de deificar la criatura, lo cual no es exactamente igual, pero, sin duda, lleva la misma intención. Por ejemplo: en el Talmud (Wunsche, Babyl. Talmud, II, pág. 34) se dice que es preferible y premiado por Dios con mayor abundancia, la realización de algo bueno motivado por el deber que, el hecho de llevar a cabo una buena acción sin que la ley obligue a ello; dicho con otras palabras:

la glacial observancia del deber está muy por encima, moralmente, a la filantropía sentimental. Y bien, la ética puritana admitiría este principio del mismo modo que Kant, pues, siendo de origen escocés y habiendo recibido en su educación el gran influjo del pietismo, se encuentra muy cerca de éste en su imperativo categórico (y aquí no hay posibilidades de extendernos más en 4etalles acerca de cuanto deben al protestantismo ascético, por lo general, muchas de sus fórmulas).. Sin embargo, a un tiempo, vemos como las raíces de la ética talmúdica quedan sumergidas en el tradicionalismo oriental: R. Tanchum ben Chanilai afirma: “Jamás el hombre cambia un uso” (Gemara en Mischna, VII, 1, fol. 86 b, num. 93, en Wunsche: relativo al sostenimiento de los jornaleros), y este vínculo únicamente deja de valer para con los extranjeros. En consecuencia, la idea puritana de la “legalidad” como comprobación brindaba motivos muy poderosos para un modo de obrar positivo, contrariamente a los que podía ofrecer la judaica con respecto a la misma, como mero cumplimiento de un precepto. Claro está que para el judaísmo no es extraña la idea, que, el éxito atrae ciertamente la bendición de Dios. No obstante, la significación básicamente sediciosa que, visto desde el ángulo ético-piadoso, llegó a tener en su judaísmo, producto de su doble moralidad, íntima y externa, no permite aseverar en este punto resolutivo la presencia de una analogía esencial. Todo aquello que estaba permitido frente al extranjero, era precisamente lo prohibido para con el hermano. Por esta razón resultaba imposible que el éxito constituyese en esta esfera de lo no “preceptivo”, sino meramente “permitido”, una señal indudable de comprobación piadosa y un estímulo para metodizar la vida, a semejanza de los puritanos. Examínense los escritos, previamente citados, en torno a esta cuestión, hasta cuya entraña no ha penetrado Sombart en su obra Die Juden und das Wirtschaftsleben (Los judíos y la vida económica). No interesan aquí más pormenores. Aunque parezca extraño, la ética judaica poseía un recio sentido tradicionalista. No nos detendremos aquí a considerar el tremendo cambio por el que hubo de pasar, debido a la postura interior ante el mundo, por obra de la doctrina cristiana sobre la “gracia” y la “redención” que siempre ha cobijado en su seno, de muy peculiar manera, el germen de nuevas probabilidades evolutivas. Acerca de la “legalidad” en las concepciones del Antiguo Testamento, cf. igualmente Ritschl, Rechft. u. Vers., op. cit., II, pág. 265. Los puritanos ingleses consideraban a los judíos de su época los representantes de ese capitalismo especulativo con las guerras, de los monopolios estatales, las instituciones y los planes financieros o constructivos de los monarcas, que tanto detestaban ellos. Prácticamente, la contraposición entre ambos podríamos formularla de este modo —con las consecuentes reservas—: el capitalismo judío era un capitalismo especulador de parias; de un modo opuesto, el capitalismo puritano era organización del trabajo.

59. Para Baxter, la verdad de la Sagrada Escritura sigue, en última instancia, de la wonderful difference of the godly and ungodly, de la categórica variedad entre el renewed man y los demás, así como del muy especial esmero manifiesto con que Dios procura la salvación de los suyos —lo cual, consecuentemente, se evidencia también en las “pruebas” que le depara). Oir. Direct., 1, pág. 165, 2 marg.

60. Una demostración peculiar de lo dicho nos la da el asombro que a Bunyan le produce —cuya mentalidad, por lo demás es muy parecida a la luterana, de la Libertad de un cristiano (por ejemplo, en Of the law and a Christian (La ley y el cristiano), W. of the Pur. Div., pág. 354 mfra)— la parábola del fariseo y el publicano (ver sermón The Pharisee and the Publican, op. cit., 100 y s.). ¿Cuál es la respuesta a por qué se condena al fariseo? Verdaderamente, no cumple con los preceptos divinos, es un auténtico sectario que, piensa tan sólo en lo secundario externo y en formalidades carentes de valor (pág. 107); además, por encima de todo, él se adjudica el mérito, pese a que, como los cuáqueros suelen hacerlo, se excede de nombrar a Dios para dar a El las gracias por su virtud, sobre cuyo valor edifica (pág. 126) de modo cul pable,_y niega, por tanto, implícitamente, la predestinación divina (pág. 139 y s.). En consecuencia, sus preces encierran idolatría, adoración para sí, y es precisamente, eso lo pecaminoso. Por el contrario, el puritano, en su fuero interno está regenerado, prueba de ello es la veracidad de su confesión, ya que (así como dice con la clásica amortiguación puritana del sentimiento luterano del pecado), to ari and sincere conviction of sin there must be a conviction of the probabilmty of mercy (a la íntegra y leal convicción del pecado debe seguir la de la posibilidad del perdón) (pág. 209).

61. Se halla transcrito en los Constitutionnal Documents de Gardiner. Es una lucha contra el ascetismo comparable a la persecución de los jansenistas y Port-Royal emprendida por Luis XIV.

62. El modo de pensar de Calvino era en este punto de mucha mayor flexi bilidad, por lo menos, con respecto a las formas aristocráticas más sagaces de los máximos goces materiales. La única limitación estaba en la Biblia; aquel que se rige por ella con toda lealtad y, goza de buena conciencia, no requiere ser temeroso ante los ímpetus naturales para disfrutar de la vida. Todo roce efectuado con este fin en el cap. X de la Inst Christ. Real. (como: “nec fugere ea quoque possumus quae videntur oblectationi magis quam necessitati inser vire ‘), posiblemente podría propiciar una práctica de sobra relajada. En cada Uno de los epígonos, independientemente de la tortura acrecentada tras la certitudo salutis, imperó también la circunstancia (a la que habremos de valorar en otro momento, como es debido) que en círculo de la ecciesia miitans, fueron los pequeños burgueses los elementos primordiales del desenvolvimiento ético del calvinismo.

63. Th. Adams (Works of the Div. Pur., pág. 3), por ejemplo, inicia un sermón acerca the three divine sisters (“de las cuales la más grande es el amor”) con esta elección: “que también París ofrendó la manzana a Afrodita”.

64. Novelas y todo lo demás similar no deben leerse: son wastetimes (Baxter, Chr. Direct., 1, pág. 51, 2). Es bien sabido el declive de la lírica y del canto popular, no tan sólo del drama, posteriormente a la era isabelina en Inglaterra. Y, en especial resulta absurdo el descenso vertical de la prodigiosa capacidad del pueblo inglés, para la música (todo cuanto Inglaterra aportó a la historia de la música no podía considerarse en nada secundario) hasta llegar a la ineptitud total como en este aspecto se puso de manifiesto con el tiempo y aun actualmente en los pueblos anglosajones. En cuanto a América, aparte de las iglesias de los negros —y por lo que respecta a los cantores de profesión contratados ahora por las iglesias, en calidad de attractions (la Trinity Church de Boston la suma de ocho mil dólares por año)—, sólo se oye una gritería irresistible para el oído alemán, a lo que se ha dado por llamar el “cántico de la comunidad”. (En Holanda ocurre también algo semejante.)

65. Así en Holanda, según puede comprobarse a través de los debates de los Sínodos. (Véase la conclusión relativa al árbol de mayo en la colección de Reitsma, VI, 78, 139, etc.)

66. Es de creer que el “renacimiento del Antiguo Testamento” y la orientación del pietismo hacia algunos sentimientos cristianos opuestos a la belleza, que parten de Deutero-Isaías el Salmo 22, hubo de ejercer su influencia en el arte, intentando realizar ‘lo feo” hasta allí donde las posibilidades lo permitieran, en lo que también tuvo un posible ascendiente, el recelo puritano a todo lo de cariz idolátrico. Sin embargo, siempre que se pretende concordar algo más, no es ya posible atenerse a una certeza absoluta. Otros fueron los motivos dentro de la Iglesia romana, totalmente diferentes (entiéndase demagógicos) que ocasionaron manifestaciones, en apariencia semejantes, si bien- con frutos artísticos de muy distinta índole. Ante el “Saúl y David” de Rembrandt, en la Mauritshuis, tal parece que se percibe netamente, la intensa influencia del sentimiento puritano. El excelente análisis que Carl Neumann realiza en su Rembrandt de las influencias culturales holandesas, bastaría para explicar los positivos y prolíferos influjos que el protestantismo ascético ejerció sobre el arte.

67. No es posible analizar aquí los muchos motivos que intervinieron en la penetración relativamente reducida de la ética calvinista, en la práctica de la vida y la amortiguación del sentimiento ascético, en Holanda desde princi pios del s. XVII (a los congregacionalistas ingleses emigrados a Holanda en 1608 les causaba extrañeza que el descanso dominical fuese observado por tan pocos); más todavía bajo el mando de Federico Enrique, como gobernador, y, también, acerca del mortecino ímpetu del puritanismo holandés. En parte, ello era debido a la constitución política (basada en confederación de Estados y países particularistas) y a la muy limitada aptitud de defensa (fundamental mente, en la continuidad de la guerra de libertad hubo de contribuir en su dirección, la ayuda monetaria de Amsterdam y de tropas mercenarias; los predicadores ingleses, refiriéndose al ejército holandés, relataban la confusión de lenguas en Babilonia). Así, la gravedad de la lucha por la fe, se transmitió en gran parte de unos a otros; de ahí que resultó desatendida la participación en la potestad política. Por el contrario, el ejército de Cromwell se consideraba un ejército de ciudadanos (en la inteligencia que, previa declaración, en este ejército estaba omitido el servicio militar, ya que únicamente se debía combatir in gloriam Dei, cuando las causas eran consideradas justas según conciencia, y no por la sola satisfacción de un príncipe. (En cuanto a la constitución militar inglesa que, ajustada al tradicional criterio alemán, es juzgada “inmo ral”, se rigió en sus comienzos por motivaciones históricas en extremo “morales”, las cuales obedecían a un clamor de invictos soldados, que solamente sirvieron a la corona una vez consumada la restauración.) Analizando el comportamiento de los schutterijen holandeses, representativos del calvinismo en los tiempos de la gran contienda, se nos revela de escaso espíritu ascético, en su media generación posterior a los sínodos de Dordrecht, en las pinturas de Hals. A cada paso, en los sínodos se levantan protestas contra su proceder. El término deftigkeit tiene para el holandés el significado de un entrelazamiento de “honorabilidad”, correspondiente a la burguesía racional y de aristocrática conciencia de clase. Aún en la actualidad, la Iglesia holandesa pone de manifiesto su idiosincrasia al separar los asientos en los templos. La perseverante economía de los ciudadanos, constituyó un impedimento para la industria, que si llegó a florecer fue debido, en especial, a la obra de quienes allí se refugiaron, y únicamente por ciertos periodos. No obstante, la ascesis profana calvinista en Holanda y, también, pietista ejerció su influencia con la misma mira que en otras partes (sin excluir el sentido de “coacción ascética al ahorro”, conforme lo evidencian los pasajes de Groen van Prinsterer aludidos, mfra, Nota 86. Claro está que no es un caso fortuito el hecho que en la Holanda calvinista esté ausente de un modo casi absoluto la bella literatura. Con respecto a Holanda, ver Busken-Huet en Het land van Rembrandt (La patria de Rembrandt), vertida igualmente al alemán por von der Ropp). Aún en s. XVIII se evidencia el sentido de la piedad ascética como “coacción ascética al ahorro” en los dibujos ejecutados por Albertus Halle. En torno a lo que de singular presenta el juicio artístico holandés y sus causas, cf. notas autobiográficas de Const. Huyghens (1629-163 1), editadas en 1891. (Para la cuestión que nos ocupa, no nos brinda nada concluyente el trabajo citado de Groen van Prínsterer, La Hollande et l’influence de Calvin, 1864). Visto desde el ángulo de lo social, la colonia Niew-Nederland en América no era más 9 un dominio semifeudal de “patronos” (comerciantes que aportaban capital en calidad de anticipo) y apenas propiciaba algunas posibilidades para que la “pequeña gente” emigrada pudiera desenvolverse, diferentemente de Nueva Inglaterra.

68. Debemos tener presente que ya en vida de Shakespeare (bien sabido es que este gran dramaturgo no ocultaba la aversión y el menosprecio frente a los puritanos), las autoridades municipales puritanas de Stratford-on-Avon cerraron el teatro de la ciudad, inclusive durante su permanencia en ella. Aún en 1777, la ciudad de Birmingham se rehusaba a la apertura de un teatro, considerándola impulsora de ‘corrupción” y, por ende, dañina al comercio (Ashley, mfra, nota 95, loc. cit., págs. 7, 8).

69. Aquí resulta igualmente decisivo el hecho que, para los puritanos no existiera otra alternativa que la de voluntad divina y vanagloria humana. De ahí que ellos no contaban con adiaforos. Calvino no era partidario de esta postura, como ya se vió: lo que se come es indiferencia, cómo se viste, etc., a reserva de que el alma no permanezca esclava bajo el dominio de las concupiscencias. Del mismo modo que para los jesuitas, es obligado que la libertad del “mundo” se ponga de manifiesto como indiferencia o, con palabras de Calvino, en calidad de uso indistinto y glacial de los bienes que ofrenda la tierra (ed. original de la Instituto Christianae ReL, pág. 409), modo de ver que se aproxima más aún, prácticamente, al pensamiento de los luteranos que el de los epígonos, tan preciosista.

70. En este sentido el proceder de los cuáqueros es bien conocido. Sin embargo, a los comienzos del s. XVII ya la comunidad de exulantes de Amsterdam alzó los ánimos en pública protesta por el uso de sombreros y vestidos a la última moda de la esposa de un pastor (descripción hecha con gracia por Dexter en el Congregacionalism of the last 300 years). Sanford había recordado que el estilo actual de peinarse era semejante al de los Roundheads, que tantas mofas había provocado, en tanto que el peinado a la manera puritana también puesto en ridículo, se apoya igualmente en un principio similar al nuestro.

71. Véase, al respecto, la obra citada anteriormente, The theory of business, enterpr de Berbien.

72. Más adelante nos reafirmaremos en este criterio. De ahí la justificación de expresiones como éstas: “Every penny, which is paid upon yourselves and children and friends must be done as by Gods own appointement and to serve and please him. Watch narrowly, or else that thievist carnal self wil leave God nothing” (Baxter, loe. cit., 1, pág. 308 infra derecha). En ello estriba lo contundente: todo lo que es aplicado a fines personales se substrae del servicio debido a Dios.

73. Justificadamente, con frecuencia viene a la memoria (así Dowden) el hecho de que Cromwell rescató obras de Rafael y el “Triunfo de César” de Mantegna, a los que Carlos II pretendía vender. Como es bien sabido, la sociedad de la restauración era indiferente o, de un modo directo opuesta a la literatura nacional inglesa, bien que la influencia de Versalles en las cortes ejercía un gran poder. Dado el reducido espacio con que contamos, no es posible examinar el dominio que tuvo, en el espíritu de los más significados modelos puritanos y, de quienes se educaron en su escuela, la desviación de los placeres irreflexivos de la vida. Washington Irving (Brece bridge Hall), con la peculiar terminólogía inglesa, lo expresa así: “It (referente a la libertad política; dicho por nosotros: “puritanismo”) evinces less play of the fancy, but more power of iniagination’. Para el mejor entendimiento de tal consideración, es suficiente meditar en la postura de los escoceses tanto en la ciencia, el arte y los inventos dé la técnica, como en la vida mercantilista inglesa, y podrá advertirse que esta consideración, es justa no obstante que en su formulación se deje ver algo de estrechez.

74. Lo cual se encuentra magníficamente analizado en el Rembrandt de Carl Neumann, que requiere una confrontación con las consideraciones del texto.

75. Por igual Baxter, según pasajes citados, 1, pág. 108, infra.

76. Cf. ejemplo: la descripción ya conocida del coronel Hutehinson (al que Sanford, loe. cit., p 57, alude a menudo) en la biografía realizada por la que fue su esposa. Tras la exposición de todas sus virtudes caballerescas y su natural tendencia al goce ardoroso de la vida, expresa: “He was wonderful net, cleanly and genteel in his habit, and had a very good fanoy in it; but he left off very early the wearing of anything that was costly. . .“ De similar manera queda expuesto el ideal de la puritana sincera, distinguida por exce lencia, a la que únicamente escatima: el tiempo y el derroche de “fausto” y esparcimientos, en la oración luctuosa de Baxter a Mary Mammer. (W. of the Pur. Div., pág. 553.)

77. Muchos son los casos que pueden servir de ejemplo. Especialmente recuerdo el de un fabricante que siempre se vio favorecido del éxito, por cuya razón, al llegar a la vejez, era dueño de una considerable fortuna y que debido a un obstinado agotamiento digestivo, habiéndole recomendado e médico tomara algunas ostias al día, fue necesario vencer muchas dificultades para persuadirle de que lo hiciese. Por otro lado, las numerosas obras benéficas que él había fundado en el curso de su vida, atestiguando la calidad de hombre dadivoso, hacían resaltar que su proceder, ahora, obedecía a vestigios del espíritu ascético —que juzga moralmente reprochable gozar de la riqueza personal— mas no a un espíritu avaricioso.

78. En este sentido está enfocada la separación del taller con respecto a las oficinas, del “negocio”, en general, del domicilio privado, la firma comercial y el nombre, el capital de la negociación y el patrimonio personal, así como el hecho de propender a la conversión del “negocio” en un corpus mysticum (por lo menos el patrimonio social). Al respecto véase mi Handelgessellschf ten im Mittelalter (Las sociedades mercantiles en la Edad Media). Ya Sombart, en su Capitalismo (la. ed.) había hecho referencia a esta peculiar circunstancia. Únicamente es preciso destacar que en el acopio de patrimonios, hay dos corrientes psicológicas que difieren mucho entre sí. El origen de una de ellas está arraigado en los más remotos tiempos y se manifiesta en fundaciones, fideicomisos, etc., invariable o acaso, con más pureza y claridad en la inclinación parecida a fallecer cubierto en oro y por encima de todo, a consolidar la estabilidad del “negocio” aun con perjurio de los intereses individuales de la mayoría de los hijos, supuestamente herederos. Relaciónase, en esas circunstancias, independientemente del anhelo de seguir, tras la muerte, gozando de una vida sublime en la propia creación, de mantener el splendor faxniliae, o, de una vanagloria que trasciende, por fines profunda mente egocéntricos, más allá de la personalidad del fundador. No así el motivo ‘ burgués” que tratamos de abordar: el precepto del ascetismo “debes renunciar, debes renunciar” lo hallamos, ahora, trocado por esta pauta tan efectiva y propia del capitalismo: “debes enriquecerte, debes enriquecerte”, que es en sí un rotundo imperativo. Únicamente la honra de Dios y el deber personal, no la vanagloria del individuo, es lo que constituye el móvil de puritano; en la actualidad, tan sólo el deber para con la “profesión”. Aquel que quiera iluminar una idea hasta el máximo, tenga presente la hipótesis de algunos acaudalados estadounidenses, relativa a que no está bien dejar los millones a los hijos, a fin de que no se vean privados de beneficiarse moralmente con el trabajo y de hacerse de la ganancia por cuenta propia (aunque en la actualidad ello no deja de ser más que una mera “teoría”).

80. Es conveniente hacer hincapié en que ése constituye, en definitiva, el móvil piadoso concluyente (al margen del simple punto de mira ascético de la represión carnal), que con facilidad se advierte en los cuáqueros.

81. Baxter, al refutarlo (Saints ‘s euerl. res, 12) da los mismos razonamientos que en los jesuitas son comunes: al cuerpo debe dársele lo que necesita, para no devenir en siervo suyo.

82. En la primera fase evolutiva del cuaquerismo ya existía este ideal, que Weingarten pone de manifiesto en puntos de importancia en su obra Englis chen Revolutionskirchen (Revoluciones eclesiásticas en Inglaterra). Asimismo, se destaca en los sutiles argumentos de Barclay (loe. cit., págs. 519 y Ss., 533). Es preciso evitar: a) toda vanidad terrenal, esto es: hacer gala de baratijas y objetos de nula utilidad y sólo apreciados por extravagantes (consiguientemente: por vanidad); b) el uso desmedido de las riquezas, que consiste en la falta de proporción del gasto en necesidades de segundo orden con respecto a las que son propias de la vida y la conjetura de aquellas otras con miras a lo futuro; por mejor decir: el cuáquero representaba la “ley de la utilidad-límite”. Eso de moderate use of the creature es de absoluta licitud por cuanto uno podía, de modo especial, utilizar telas sólidas y de buena calidad en el vestir, con tal que a la vanity no se le concediese en demasía. Cf. acerca de todo lo dicho: Morgenblatt für gebildete Leser (Diario de la mañana para lectores ilustrados), 1846 (principalmente: comodidad o solidez de las telas en los cuáqueros, cf. Schneckenburger, Lecciones, pág. 96 y ss.).

83. Como ya quedó dicho en su momento, no es posible adentramos en las cuestiones de los movimientos piadosos condicionalmente clasistas (véase al respecto los escritos acerca de la ética en el plano de lo económico de las religiones en el mundo). Ahora bien, para cercioramos de que Baxter, no miraba a través de los lentes de la burguesía de su época, es suficiente repasar la serie de las profesiones gratas a Dios ya que en aquél figuran, asimismo, a continuación de aquellas propias de intelectuales, en primer plano el husbandman y, en seguida, confusamente entre la multitud, marinera, clothiers, tailors, etc. Resulta ya significativo incluir en esta relación a los marineros que, bien pueden ser pescadores o marineros en su peculiar sentido. Concerniente a eso no existe semejanza con la postura de varias de las proposiciones contenidas en el Talmud. Cf., por ejemplo, en Wunsche, Babyl. Talmud, II, págs. 20, 21. Todas las sentencias del rabino Eleaser llevan implícito que es de desear mas el comercio que la agricultura. (Cf. II, 2, pág. 68, acerca de qué modo se aconseja realizar la inversión del capital: 1/3 en tierra, 1/3 en mercancías y 1/3 en numerario. Para quien no logra sosegar su conciencia causal por la falta de una interpretación económica (o bien “materialista” como lamentable mente se suele decir aún), hemos de hacer esta consideración: que juzgo de suma importancia la trascendencia del desarrollo económico en el destino de la formación de idearios piadosos; trataré, luego, de demostrar cómo se han ido formando, en el caso que nos ocupa, los procesos y conexiones de acopla miento. Sin embargo, no deja de persistir, siempre, el hecho de que no es posible inferir las ideas piadosas de realidades económicas, así en puridad y absolutamente y, tanto si se quiere como no, constituyen, por su parte, los elemen tos económicos más concluyentes de la formación del “carácter nacional” y son dueños de su propia y total autonomía, así como de su potestad para ejercer coacción. Además, por otro lado, las desigualdades de mayor impor tancia, esto es, las que existen entre el calvinismo y el luteranismo, se deben a motivos de suma predominancia política, mejor dicho: extrarreligiosos.

84. Este es el sentir de Ed. Bernstein en el momento que, en el artículo antes mencionado, expresa: “el ascetismo es una virtud burguesa”. Bernstein es el primero en advertir esta conexión de tanta importancia, pero es el caso que ella tiene un alcance mucho más vasto de lo que el supone, ya que lo definitivo no e sencillamente el acopio de capital, sino la racionalización ascética de toda la vida profesional. Doyle señala explícitamente, con respecto a las colonias en América, el antagonismo surgido entre el Sur y el Norte puritano, en el cual, desdichadamente, la “coacción ascética al ahorro” determinaba el acopio de capital.

85. Doyle en The English in America, vol. II, c. 1. La presencia de asocia ciones de herreros (1643) y de tejedores (1659) para el comercio (y 1 esplendorosa prosperidad de los oficios manuales) en Nueva Inglaterra mientras la primera generación seguida a la fundación de la colonia, no deja de ser anacrónico (visto desde el ángulo meramente económico) y pone de manifiesto un fiel contraste tanto con la situación del Sur como con la de Rhode Island, no precisamente calvinista, pues se regía con entera libertad de conciencia, en el cual, no obstante su magnífico puerto, aún en el año de 1686 se exponía en el informe del Governer y el Council: “The great obstruction concernin trade is the want of merchants and men of considerable Estates amongst us’ (Arnoid, Hist. of the State of R. 1., pág. 490). De hecho, casi no es para dudar que ello era debido a la exigencia de continuar con la inversión de capital ahorrado por la restricción puritana del gasto. La disciplina eclesiástica constituyó también otro de los factores concluyentes, del cual aquí no nos ocupamos.

86. Lo expuesto por Busken-Huet es prueba fehaciente que tales círculos iban disminuyendo con suma rapidez en Holanda (loc. cit., t. II, c. III y IV), en tanto que Groen van Prinsterer (Hand. d. Gesch. u. de V., 3a. ed., 303, nota, pág. 254): De Nederlands workoopen veel en Verbruiken wening (los holandeses así como venden mucho, dilapidan poco), aludiendo al periodo subsiguiente a la paz de Westfalia.

87. Ranke, en Englische Geschichte (Historia Inglesa) hace mención de un aristócrata realista que, en su memorial, tras la llegada de Carlos II a Londres, aconsejaba impedir la compra de tierras con c burgués, siendo que debía ser utilizado únicamente para el comercio. En Holanda se distinguía la “clase” de los “regentes” como la del patriciado de las ciudades, debido al hecho de acaparar los antiguos bienes de la nobleza (al respecto ver Frum, Tic jaren uit den tachUgjarigen oorlog, en donde se reproduce la querella expuesta en 16 relativa a que los regentes son rentistas mas no comercian tes). Evidentemente, tales círculos nunca tuvieron, en su fuero interno, un definido sentimiento calvinista. Además, en la segunda mitad del s. XVII, era tan vehemente el deseo de la burguesía holandesa por conseguir títulos de nobleza que ello prueba claramente que en aquel periodo tan sólo es aceptable con cierta reserva, la repulsa a la cual se alude entre la postura de Holanda e Inglaterra. Esto sí, el superior poder del capital heredado en dinero logró aniquilar el espíritu del ascetismo.

88. Tras el extraordinario acaparamiento de fincas rústicas vino el floreciente periodo de la agricultura inglesa.

89. Durante dicho siglo es notorio, inclusive, el hecho de que los terratenientes anglicanos se negaran a dar entrada a los no conformistas en calidad de arrendatarios. (Ambos bandos piadosos hoy se encuentran en número casi equiparados, en tanto que anteriormente los no conformistas constituyeron siempre la minoría.)

90. H. Levy, en su artículo publicado recientemente en el “Archiv. f. Sozialwissenschaft”, 46, pág. 605 y ss., comenta con justa razón que el sello peculiar del pueblo inglés, puesto de manifiesto en un sinfín de rasgos específicos, le restaba en mucho aptitudes, para aceptar un ethos ascético, así como ciertas virtudes burguesas, que el de otros pueblos, ya que era y aun es básica mente un rasgo propio de su naturaleza el ardiente placer de la vida y aun poco menos de feroz. La ascesis puritana tenía tanta fuerza en la fase de su dominación que fue capaz de moderar al máximum en sus adictos este rasgo peculiar, como ha quedado demostrado.

91. En Doyle existe, igualmente, de modo reiterado, una insistencia acerca de lo mismo. En la postura de los puritanos, siempre ejerció su influencia concluyente la motivación piadosa (claro está que nunca dejó de ser determinante). La colonia se aprestaba (durante el gobierno de Winthrop) al consentimiento del traslado de gentlemen a Massachussets, inclusive para instituir un senado de nobleza por herencia, condicionada a la adhesión de los gentlemen a la Iglesia. A fin de mantener la disciplina eclesiástica, permaneció en calidad de institución cerrada. (La colonización de New-Hampshire y Maine siguió avante con el concurso de grandes comerciantes anglicanos a quienes se les debe la implantación de extensos ranchos. Claro está, que aquí la relación social era mucho menor.) En cuanto a la “avidez de las ganancias” ya en 1632 fue motivo de querellas entre aquellos que integraban la colonia. (Cf. la Economic and social history of New England de Wenden, 1, pág. 125.)

92. En esto ya insistía Petty, loc. cit., y todas las informaciones contemporáneas dignas de crédito aluden, sin exclusión alguna, a los sectarios puritanos (baptistas, cuáqueros, mennonitas) conceptuándolos una clase formada, en parte, por quienes carecen de medios y, en parte, de pequeños capitalistas, situándola enfrente de la aristocracia de los grandes comerciantes y los aventureros de las finanzas. De ahí que se derive de esta clase de los pequeños capitalistas, mas no de las manos de opulentos financieros (proveedores y protestantes del Estado, monopolistas, empresarios coloniales, promoters, etc.) esto que, de hecho, fue característico del capitalismo de Occidente: la organización económica burguesa del trabajo industrial. De este modo lo expresa, Unwin, en Industrial Organisation jo ¿he l6th and 17th centuries (La organización industrial en los siglos XVIy XVII), Londres 1914, pág. 196 y ss. Tan notable diferencia ya fue advertida por los contemporáneos, de acuerdo con lo manifestado por Parker en Discourse concerning Puritans (Discurso sobre los puritanos) 1641, donde se agudiza la contraposición enfrente de los proyectistas y cortesanos.

93. Acerca de como se produjo esto en la política de Pensilvania, de manera especial durante la guerra de la independencia, cf. Sharpless, A Quaher experiment in Gouernment Philadelphia (Un experimento cuéquero en el gobierno de Filadelpia), 1902.

94. Puede hallársele en Southey, Leben Wesleys (Vida de Wesleys), e. 29. La cita (que era por mí ignorada) me la dio a conocer el profesor Ashley en una carta (1913). A mi vez, la puse en conocimiento de E. Troeltsch, el cual ha tenido ya ocasión de aludir a ella.

95. Considero recomendable enterarse del contenido de estos pasajes, para quienes tengan interés en estos temas y comprendan la necesidad de ser más cautos que los jefes y contemporáneos de aquellos movimientos, los cuales estaban bien percatados, según se advierte, tanto de lo que hacían, como de los peligros a los que estaban expuestos. En realidad, no es posible negar con tanta precipitación, como acontecer, lamentablemente, con respecto a mis críticos, hechos categóricamente innegables acerca de los cuales nadie se ha puesto a discutirlos, habiéndome limitado, al investigarlos, a observar algo más en sus elementos intrínsecos. No hubo nadie en el siglo XVII que a esta relación no llegara a darle crédito. (Cf. Manley, Usury of 6 o/o examined 1669, pág. 137). Independientemente de los trabajos modernos aludidos mas arrioa se Tian ocupado de ella poetas tales como H. Heme y Keats; entre los hombres de ciencia citaremos Macaulay, Cunningham y Rogers, así como, entre los escritores, Mathew Arnoid. En cuanto a la bibliografía moderna, cf. Ashley (Birmingham Industry and Commerce (El comercio y la industria en Birmin gham), 1913), el cual con anterioridad, por carta se manifestó, conforme con mi tesis. Por lo que respecta a dicha cuestión, véase el citado trabajo de H. Levy, supra, nota 90.

96. Igualmente, para el puritano de la fase clásica resultaba de absoluta evidencia esta relación, y la mejor prueba de ello es la forma como Bunyan hace que “Mr. Money-Love” razone: “es lícito ser piadoso para volverse rico, para acrecentar la clientela”, puesto que es indiferente, la razón por la cual se es religioso (ver pág. 114 de la ed. Tauschnitz).

97. La condición de Defoe era de celoso no conformista.

98. De igual modo Spener (Theol. Bedenken, págs. 426 y s., 429, 432 y ss.) opina que en la profesión de comerciante se encuentran tentaciones y riesgos de continuo; no obstante, a una consulta contesta así: “Compláceme comprobar que al gentil amigo no le atosigan los escrúpulos respecto al comercio en sí, antes bien lo percibe tal cual es, como una manera de vivir mediante la cual se puede realizar mucho en favor de la humanidad, con la práctica del amor conforme a la voluntad de Dios”. Esta idea se deja ver en distintos lugares, ratificada de un modo aún más concreto con razonamientos mercantilistas. En ciertas ocasiones se diría que Spener profesa el criterio luterano en el sentido de considerar el afán de enriquecimiento como el principal riesgo (originándose en 1 Tim., 6, 8 y 9, o bien recordando a Jesús Sirach), y aproximarse al “punto de mira del sustento” (Theol. Bedenken, vol. III, pan. 435, supra); mas, no tarda en atenuar semejante postura al referirse a la vida próspera y, pese a todo, santa de los sectarios (pág. 175, A. 4); ni en mucho menos halla impedimento para admitir la licitud de la riqueza como resultado del esmero en el trabajo profesional. Debido a las influencias luteranas, su visión es menos consecuente que la de Baxter.

99. Baxter, loc. cit., II, pág. 16, se expresa opuestamente al empleo en calidad de servants de heavy, flegmatik sluggish, fleshly, slothful persons, aconsejando que se de preferencia a godiy servants, no tan sólo debido a que los ungodly servants serían simplemente eye-servants, sino, ante todo, porque a truly godly servant will do al your service in obedience to God, as if God himself had bid him do it. De un modo opuesto, los demás se inclinan to make no great matter of conscience of it. Por el contrario, en los trabajadores, la señal de la santidad no es exactamente la confesión exterior del credo religioso, sino la conscience to do their duty. Es fácil comprobar que el interés de Dios se hace coincidir con el de los patronos: igualmente Spener (Theol. Bedenken. 11, pág. 272) —el cual, por otro lado, insiste con pertinacia en la necesidad de dedicar determinado tiempo a meditar en Dios— sobreentiende como algo evidente que los trabajadores deberán resignarse con un mínimo de tiempo libre, inclusive en domingo). Razón tenían ciertos escritores ingleses al distinguir a los emigrantes pertenecientes al protestantismo, denominándolos “pioneros del trabajo ilustrado”. Véanse además las pruebas en H. Levy, Die Grundl. des ök Liberalismus, pág. 53.

100. La relación de semejanza entre la predestinación de algunos (considerada injusta con acomodo a medidas humanas) y la igualmente injusta, no obstante ser también querida por Dios, distribución de los bienes podemos hallarla en Hoornbeek (loe. cit., vol. 1, pág. 153). Con frecuencia se considera la pobreza como un indicio de la pereza culpable. -

101. En opinión de Th. Adams (Works of the Pur. Div., pág. 158), Dios permite que muchos seres persistan en la pobreza, debido a los enormes riesgos que la riqueza lleva en sí, pues extirpa, a menudo, la religión del corazón de los hombres.

102. Ver, supra, nota 45, y la obra de H. Levy que en ella se menciona. Con la misma precisión se señala así en todas las descripciones. (De igual manera en Manley con respecto a los hugonotes.)

103. En Inglaterra no faltó, tampoco, algo semejante. El pietismo que, relacionado con el Serious call de Law (1728) también predicaba la pobreza, la castidad y (en sus comienzos) el distanciamiento del mundo.

104. El éxito sin precedente en la historia de la cura de almas, que Baxter logró mediante su actividad en Kidderminster, del todo distorsionada a su arribo, pone de manifiesto igualmente la manera como el ascetismo educó al pueblo a las masas en el trabajo (dicho en términos marxistas: en la producción de “plusvalía”), haciendo posible de este modo el aprovechamiento en la conexión del capitalismo del trabajo, ya sea la industria doméstica, o el arte textil. Tal es, en general, la conexión causal. Para Baxter, el completo de sus fel en el mecanismo capitalista se puso a la disposición de sus intereses ético-piadosos. Visto desde el ángulo de la pro capitalista, aquéllos ingresaron al servicio de la expansión del “espíritu ‘del capitalismo.

105. Aún más: es posible la duda acerca de la grandeza del agente psicológico del “gozo” por parte del artesano medieval en su creación; sin embargo, algo encierra en ello de verdad. Sea como fuere, el ascetismo desposeía al trabajo de este imán simplemente terrenal (en la actualidad, aniquilado, para siempre, por el capitalismo), encauzándolo en dirección al más allá. El trabajo profesional, de por sí es grato a Dios. Aquello que en el plano de lo individual simula falta de sensatez del trabajo, su impersonalidad, es acreedor de glorificación piadosa. En la primera fase del capitalismo, éste requería de trabajadores que se brindaran con pleno conocimiento en conciencia a su explotación económica. Actualmente, hallándose estable y vigoroso, le es posible obligarles al trabajo sin que tengan que prometerles primas ultramundanas.

106. Cf. en torno a estas oposiciones y expansión, ver la obra antes cita da de H. Levy. Desde el punto de vista histórico, la postura de la opinión pública inglesa, singularmente opuesta a cualquier monopolio, debe su razón de ser a una alianza de luchas políticas contra la corona —el Parlamento largo rechazó a los monopolistas de su seno— con los motivos de la ética puritana y los intereses económicos del pequeño y medio capitalismo burgués aparecidos en pugna a los opulentos de las finanzas en el s. XVII. La Declaration of the Arrny del 2 de agosto de 1652 y, la petición por parte de los Leveller del 28 de enero de 185 requerían a más de que se acabara con los arbitrios, las aduanas, los impuestos indirectos, así como con la institución de una single tax sobre los estates (patrimonios), especialmente esto: free trade, digamos: el exterminio de toda restricción por los monopolios de la industria (trade) en lo interno y externo, como violación a los derechos humanos. Y la “gran representación” había expresado algo parecido.

107. Cf. acerca de esto H. Levy, Oek. Liberal, pág. 51 y SS.

108. Toca probar en otro momento que son, igualmente, de origen puritano los factores cuyas raíces piadosas no han sido aún analizados por nosotros, particularmente el principio: honesty is the best policy (en los debates de Franklin respecto al crédito). Véase el artículo siguiente. Ahora me sujetaré a transcribir una nota de J.A. Rowntree (Quakerism, past and present (Pasado y presente del cuaquerismo) págs. 95-96), habiendo sido por Ed. Bernstein que yo fijara en ella mi atención: “It is merely coincidence, or is it a consequence that the lofty profession of spiritualy made by the Friends has gone hand in hand with shrewdness and tact in the transaction of mundane affairs? Real piety favours the success of a trader by iflsuring his integrity, and fostering habits of prudence and forethought: important items in obtaining that standing and credit in the commercial world which are requisite for the steady accumulation of wealth” (ver el trabajo siguiente). La expresión “honrado como un hugonote” era, en el s. XVII, tan común como referirse a la rectitud de los holandeses, que constituía la admiración de Sir W. Temple, así como, un siglo después, la de los ingleses, comparativamente con lo del Continente que no habían sido educados en esta escuela de moralidad.

109. Examinado a maravilla en el Goethe de Bielschowsky, vol. II, e. 18. igualmente Windelband concibe una idea similar acerca de la evolución del cosmos científico, al término de su obra Bliitezeit derdeutchen Philosophie (La época de florecimiento de la filosofía alemana) (vol. II de su Historia de la filosofía moderna).

110. Saints’s everlasting rest, cap. XII.

111. ¿No sería posible que un viejo con sus 75,000 doláres al año se retirara a la vida privada? No, ahora aún es preciso prolongar la fachada del almacén, cuatrocientos pies. Pero, ¿por qué? —That beats everything— se dirá. Luego, por la tarde en tanto que la esposa y las hijas leen en común, él pensará que es hora de ir a dormir; el domingo, a cada cinco minutos mirará el reloj, deseando que termine el día. ¡Cuán absurda existencia! —de este modo daba a conocer su opinión acerca de los más importantes —dry good-man de una ciudad de Ohio, el yerno de uno de ellos (emigrante d Alemania), opinión que para el “viejo” hubiera sido de todo incomprensible y probatorio de la carencia de vigor alemán.

112. Tal aseveración (a la que no hemos alterado ni siquiera un ápice) hubiese podido probar a Brentano (loe. cit.) que yo jamás he dudado de su significado autónomo. No ha mucho, Borinsky ha hecho hincapié en que el humanismo tampoco era mero “racionalismo”. (Ediciones de la Academia de Ciencias de Munich, 1919.)

113. Von Below no trata de esta cuestión en su discurso académico; por el contrario, se refiere a la Reforma, de un modo general y, principalmente, de Lutero (Die Ursachen der Reformation (Las causas de la lteforma), Friburgo, 1916). Igualmente, podemos hacer mención del trabajo de Herme link: Reformotion und Gegenreformation (Reforma y Contrarreforma), el cual, hasta en lo tocante a cuestiones diferentes a la nuestra, ofrecen especial interés para el conocimiento de aquellos debates acerca del tema tratado por nosotros.

114. Ya que en la descripción que hemos realizado únicamente tomamos en cuenta las conexiones en las cuales puede señalarse, de modo inequívoco la influencia de las concepciones piadosas en la vida “material” de la cultura. Hubiese resultado fácil pasar de aquí a una “construcción” formal a fin de que pudiéramos deducir, por lógica, del racionalismo protestante todo aquello que es característico de la civilización moderna. Mas, esto lo reservamos para esta clase de “diletantes” que están persuadidos de la unicidad de la “psique social” y su probabilidad de resumirla a una fórmula. Consideremos tan sólo que, naturalmente, el periodo de evolución del capitalismo inmediato anterior al momento en que la captamos, se encontraba condicionado por presiones cristianas, ya fueran propulsoras cuanto de regresión. Posteriormente, en un capítulo se analizaran sus modalidades.. Ya no existen posibilidades tampoco, según parece, para disponer de espacio a fin de discutir problema alguno de los que con anterioridad esbozamos, dado el cariz de esta revista. No soy afecto a elaborar libros excesivamente compactos, que ameriten, como éste, recurrir a escritos ajenos (teológicos o históricos). Cf. acerca de la tirantez entre los ideales de vida y la realidad en la etapa de “capitalismo in cipiente” que precedió a la Reforma, véase Strider en Studien zur Geschichte der Kapitalist. Organisationsformen (Estudios sobre la historia de las formas de organización capitalista), 1914, libro II (de igual modo contra el escrito de Keller, citado anteriormente, del cual se vaho Sombart).

115. Pienso que esta proposición y todas las consideraciones y notas que han precedido hubiesen sido suficiente para evitar cualquier equívoco con respecto a pretensiones por este trabajo y no creo que requiera de nada más añadirse. Pensé en los comienzos seguir de inmediato el tema, con ajuste al programa antes perfilado sin embargo, luego emprendí la tarea de elaborar los resultados de estudios comparativos en torno a las relaciones histórico- universales existentes entre sociedad y religión. Me ha impulsado a ello la t de la obra de E. Troeltsch acerca de las doctrinas sociales de las Iglesias cristianas, que da la solución a muchas de las cuestiones por mí planteadas de modo que, no siendo teólogo, no podía lograr. Por otro lado, me animó el afán de sacar del olvido estas investigaciones, para integrarlas dentro del conjunto orgánico del desarrollo cultural. En volumen aparte se encontrará todo eso, precedido de un artículo de situaciones con objeto de esclarecer la idea de “secta”, de la que nos hemos valido con anterioridad, y también a un tiempo valorar la trascendencia que la concepción puritana de la Iglesia ha tenido con respecto a la formación del espíritu capitalista de estos tiempos. 

Primera edición 1979

Novena edición 1991

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