LA FILOSOFÍA POLÍTICA EN EL PENSAMIENTO DE HANNAH ARENDT   página 4

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 Trabajo realizado por Francisco ÁVILA Fuenmayor, Profesor Titular de la UNERMB.
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  El criterio de futilidad, con el cual Arendt califica a la labor, a nuestro juicio, equivocado, según el cual la labor no produce nada, no deja nada tras de sí, carece de sentido, a la luz de lo analizado en párrafos anteriores, pues, la vida, fuerza de labor, se mantiene y permanece como producto. Conviene decir que, con respecto a la labor, Arendt nos dice “En efecto, signo de todo laborar es que no deja nada tras de sí, que el resultado de su esfuerzo se consume tan rápidamente como se gasta el esfuerzo” 57. La labor sólo produce algo efímero, inestable, no duradero, inmediatamente consumido, pero del cual “depende la propia vida”, como ya vimos y ésta permanece como producto.  

    Debemos decir en favor de la labor, que un hecho observado por  pensadores  de la talla de John Locke, Adan Smith y luego analizado por Karl Marx, quien se interesó más por la labor como tal, es que la actividad laboral, posee una singular productividad, que no depende de los productos no duraderos y fútiles que suministra sino que está en el “poder” humano que tiene para producir un “superávit”, esto es, más de lo necesario para su propia reproducción. 

     En otras palabras, la labor no sólo proporciona todo lo necesario para su propia subsistencia sino que puede suministrar los productos necesarios para la subsistencia de otros laborantes. Aquí debemos decir que Engels indicó, que la introducción de este término “poder de la labor” humana (Arbeitskraft) con cierto énfasis, por parte de Marx,.es el elemento más revolucionario y original de todo su sistema.       

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         57    LCH. P. 102.

 

El término que mejor define esta característica de la labor, es decir, el poder que tiene para producir un superavit, es fertilidad. En efecto, Arendt nos dice que “La fuerza de la vida es la fertilidad. El organismo vivo no se agota tras proveer lo necesario para su propia reproducción y su “excedente” radica en su potencial multiplicación” 58 .    

     Al referirse a Marx, quien definió al hombre como animal laborans, la autora nos dice “(....) Marx descubrió “el poder de la labor” como el modo específicamente humano de la fuerza de la vida, que es capaz de crear un “excedente” como la propia naturaleza” 59. Sin embargo, al lado de este descubrimiento de Marx, podemos decir, que debido a su exclusivo interés en las “fuerzas productivas de la sociedad”, en cuya vida como en la de la especie animal, producción y consumo logran un equilibrio, la existencia de las cosas mundanas que conforman el artificio humano, con su inherente carácter de duración, no lo trató. Con mucha razón nuestra autora dice que “La actitud de Marx con respecto a la labor, que es el núcleo mismo de su pensamiento, fue siempre equívoca” 60.

     La labor, entonces, a pesar de que no deja tras de sí, un producto durable destinada al uso, se caracteriza por su fertilidad, como ya dijimos en líneas anteriores, es decir, por una productividad que a partir de los objetos inestables, que desde el punto de vista temporal, son efímeros, no duraderos, produce la vida, no sólo la suya sino la de otros más. Puesto que este poder puede usarse no sólo para la propia reproducción sino para la reproducción de más de un proceso de vida,  aunque no produzca otra cosa que vida, dicho poder, ha servido para que en una sociedad esclavista, mediante la opresión violenta o a través de la explotación en la sociedad capitalista de la época que le tocó vivir a Marx, puede utilizarse para que unos pocos laboren para mantener la vida de todos. En efecto, Comesaña corrobora esto, cuando nos dice, “Sobre esta posibilidad de la labor, se ha asentado desde tiempos inmemoriales la enorme injusticia que siempre significó su reparto desigual” 61 .            

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        58    Ibid., p. 119.

        59    Ibidem.

        60    Ibid., p. 116.

        61   CCL. P. 122.

 

    Si nos remontamos a la antigüedad, vemos que el desprecio hacia la labor surgía del rechazo a todo esfuerzo que no dejara huella u obra digna de ser recordada, se expandió hasta tal punto que incluyó todo lo que suponía esfuerzo, por cuanto las exigencias de la vida de la polis en cuanto al tiempo de los ciudadanos, insistían que debían abstenerse de todo lo que no fueran actividades políticas. Damos por entendido, que  para  los  ciudadanos, las actividades políticas eran poco cónsonas con todo lo que suponía un esfuerzo. La primera costumbre política, previa al desarrollo pleno de la ciudad-estado, distinguía entre esclavos, enemigos vencidos, que eran llevados a la casa del vencedor, donde se esclavizaban para atender su propia vida y la de su amo, y los trabajadores del pueblo, que se movían libremente dentro de la esfera pública. Posteriormente, cambió el nombre de éstos últimos, a quienes Solón, llamaba banausoi, es decir, hombres cuyo principal interés es el oficio y no el lugar del mercado.

     Nuestra autora nos dice que “(....) Aristóteles calificaba esas ocupaciones “en las que el cuerpo más se deteriora” como las más bajas. Aunque se negó a admitir a los banausoi como ciudadanos, hubiera aceptado a los pastores y pintores, y no a los campesinos y escultores” 62 . Comesaña, señala que “(....) los esclavos y las mujeres en la antigüedad, los diferentes tipos de laborantes y las mujeres después, siempre ha habido algunos(as), la mayoría, que portan el “fardo” de la labor de todos, dejando siempre libre a una minoría privilegiada” 63 .   

     La labor es vista entonces, como un “pesado fardo”, es decir, como una carga, para las condiciones de la vida humana. El término laborar, en la antigüedad, significaba estar esclavizado por la necesidad y la degradación del esclavo llevaba consigo la idea de la transformación del hombre en algo parecido al animal domesticado. Eurípides, tildó de malos a los esclavos, ya que todo lo veían desde el punto de vista del estómago, cuestión que corrobora que la labor haya sido siempre despreciable a los ojos de los filósofos y que Arendt también mantuvo.

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        62   LCH.. p. 99.

        63   CCL. P. 122.

 

En efecto, en La Condición Humana, encontramos expresiones de Arendt que reafirman la interpretación que la antigüedad clásica y particularmente los griegos, hicieron de la labor. Una de dichas expresiones es la siguiente: “(....) la labor de nuestro cuerpo, requerida por sus necesidades, resulta abyecta. De allí que las ocupaciones que no consistían en laborar, cuando se emprendían no por su propio fin sino para hacer frente a las necesidades de la vida, se asimilaban al status de la labor....” 64
    Vemos entonces, que Arendt no escapó a la tentación de realizar consideraciones peyorativas de la labor, de donde puede interpretarse que todo aquél que pueda liberarse de dicho yugo o fardo, como lo dijimos en líneas anteriores, lo haga, descargándolo en esclavos y sirvientes. Así vemos que antes de la época moderna, la esclavitud era la condición social de las clases laborales puesto que se identificaba con la condición natural de la vida misma. A tales efectos, vemos que la función principal de los antiguos esclavos era  laborar para el consumo del hogar que para la sociedad.            

     En varios capítulos de La Condición Humana, se pone en evidencia el hecho de algunos de deslastrarse mediante el uso de la violencia, de la pesada carga que significa la labor. Esta violencia se ejercía en la vida doméstica hacia los esclavos y sirvientes quienes no eran considerados como ciudadanos, ya que estaban confinados a aquellas actividades “no humanas” que requieren las necesidades de la vida biológica; en tal sentido, no podían formar parte de la polis. A los ciudadanos, se les recomendaba abstenerse de cualquier esfuerzo que no dejase huella u obra digna de ser recordada y sólo se les permitía ejercer actividades políticas. Conviene decir que se es ciudadano sólo cuando el hombre forma parte de una comunidad política, lo que explica que un esclavo sea considerado un ser irrelevante desde el punto de vista político.  

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        64    LCH. P.  99.

 

    En tal sentido, Arendt, nos dice que “(....) No sólo en Grecia y en la polis, sino  en  toda  la  antigüedad  occidental, habían  tenido  como la  evidencia misma de que incluso el poder del tirano era menor, menos “perfecto”, que el poder con el que el paterfamilias, el dominus, gobernaba a su familia y esclavos. Y esto no se debía a que el poder del gobernante de la ciudad estuviera equilibrado y contrarrestado por los poderes combinados de los cabezas de familia, sino a que el gobierno absoluto, irrebatido, y la esfera política propiamente hablando se excluían mutuamente” 65 . En este sentido, conviene decir que vivir en una polis, es decir, ser político, significaba que todo se decía por medio de la palabra y de la persuasión, y dicho concepto era opuesto al uso de la violencia y de la fuerza. Es oportuno decir que la distinción entre la esfera  privada  y  pública  de  la  vida, corresponde  al  ámbito familiar y político, que han existido como entidades separadas y diferenciadas al menos desde que surgió la antigua ciudad-estado.

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         65   Ibid., p. 41.

 

   Comesaña, en Consideraciones críticas en torno al concepto de “Labor” en Hannah Arendt, nos dice al respecto que “Todas estas personas sometidas a la férula del paterfamilias, los esclavos, las mujeres y los niños, no podían ser considerados, de ninguna manera como sus iguales, pues sólo entre los ciudadanos de la polis existía la igualdad. Por el contrario, entre los miembros de la familia reinaba la “más estricta desigualdad ”, lo cual según Arendt no debe entenderse en el sentido de nuestro moderno concepto de justicia” 66. Insistimos entonces en que en la polis, todos los ciudadanos eran iguales y dicha igualdad, lejos de estar relacionada con la justicia como en nuestro tiempo, era considerada la propia esencia de la libertad, mientras que entre los miembros de la familia reinaba la más estricta desigualdad.

     Ser libre, entonces, significaba no estar bajo el mando de alguien  y no mandar sobre nadie, y esto sólo era posible, como ya dijimos, en la esfera política donde todos eran iguales. En la esfera doméstica, la libertad no existía: el cabeza de familia sólo era libre cuando abandonaba el hogar para entrar en la esfera política.

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         66     CCL.  pp. 135-136.

 

    A modo de reflexión, podemos decir que la esfera doméstica se distinguía porque las necesidades y exigencias de la propia vida, hacía vivir juntos a los hombres. En efecto, el mantenimiento individual de la propia vida era tarea del hombre y la supervivencia de la especie tarea propia de la mujer; en ambas tareas necesitamos la compañía de los demás. La función principal del hombre era suministrar alimentación  y la función de la mujer, dar a luz. Ambas funciones estaban sometidas a las necesidades y apremios de la vida. La comunidad de la familia nació entonces, de la necesidad, la cual gobernó todas las actividades ejercidas en su ámbito.      

     En tal sentido, Arendt nos dice que “Lo que dieron por sentado todos los filósofos griegos (....) es que la libertad  se localiza exclusivamente en la esfera política, que la necesidad  es  de  manera fundamental un fenómeno prepolítico, característico de la organización doméstica privada, y que la fuerza y la violencia se justifican en esta esfera porque son los únicos medios para dominar la necesidad –por ejemplo, gobernando a los esclavos- y llegar a ser libre” 67. Esta cita  anterior, puede explicar, que un esclavo era considerado irrelevante desde el punto de vista político, ya que sólo los ciudadanos, podían formar parte de la esfera política, es decir, ingresar a la polis, donde todos eran iguales.    

     Ahora nos referimos al papel de la mujer que con los esclavos , fueron reducidos a la privacidad, debido a que estaba sometida, como ya dijimos a los apremios de la vida y a su dedicación a la supervivencia física de la especie. En este sentido, podemos decir que la esclavitud y el exilio en el hogar, constituían antes de la Época Moderna, la condición social de los trabajadores, aspecto que tiene explicación  porque el hombre ha buscado la manera de liberarse de la pesada carga de la labor, debido a su innata repugnancia por la futilidad lo que justifica que éste someta a otros hombres. Comesaña, nos da una explicación de este comportamiento del hombre frente al pesado fardo de la labor, al decir que “(....) más que liberarse de la necesidad de la  vida  biológica  y  de   la   labor, lo que lleva a los individuos a someter a otros es básicamente una voluntad de poder y de afirmación personal acrecentadas por organizaciones sociales e ideológicas justificatorias de las mismas. El disponer de la fuerza de labor y de la fuerza de trabajo de otros es sólo una manifestación de esta misma voluntad de la que venimos hablando” 68.  

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            67     LCH.  pp. 43-44.
            
68    CCL.  p. 136.

 

     Comesaña hace una crítica a Arendt, que compartimos plenamente, referida a la omisión del papel que siempre se ha asignado a la mujer, en la liberación del pesado fardo de la labor y en la dedicación a la procreación. En este aspecto podemos decir, que la condición femenina era considerada de poca importancia e indigna del discurso filosófico. En el siguiente texto, nuestra autora, destaca el rol de sumisión de las mujeres junto con los esclavos, debido a su dedicación a la supervivencia de la especie y a la procreación:

La distinción entre las esferas pública y privada, considerada desde  el punto de vista de lo privado más bien que del cuerpo político, es igual a la diferencia entre cosas que deben mostrarse y cosa que han  de  permanecer ocultas. (.....) resulta sorprendente que desde el comienzo  de la historia hasta nuestros días siempre haya sido la parte corporal de la existencia humana lo que ha necesitado mantenerse oculto en  privado, cosas  todas relacionadas con la necesidad del proceso de la vida, que antes de la Edad Moderna abarcaba todas las actividades  que  servían para la subsistencia del individuo y para la  supervivencia de la especie. Apartados estaban los trabajadores, quienes  con su cuerpo atendían a las necesidades (corporales) de la vida, y las  mujeres, que con el suyo garantizaban la supervivencia física de la especie. Mujeres  y  esclavos pertenecían a la misma categoría y estaban apartados no sólo  porque eran   la  propiedad   de  alguien, sino   también   porque  su   vida  era “laboriosa” 69 , dedicada a las funciones  corporales. (....) El  hecho  de que  la   Edad  Moderna   emancipara  a  las   mujeres   y  a  las clases trabajadoras casi  en  el  mismo   momento   histórico, ha  de   contarse entre  las características   de   un   época   que   ya   no  cree  que   las funciones corporales y los intereses materiales tengan que ocultarse“  70.

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        69   En opinión de Comesaña, las comillas parecieran indicar que no se refiere a labores domésticas en sí mismas, sino al hecho de que las funciones corporales al servicio de la vida, en este caso la procreación, son “laboriosas”, es decir, asimiladas a la labor.

        70    LCH.  pp. 77-78.

 

   Aún cuando nuestra autora también señala que la mujer se dedicaba a las labores domésticas, insiste permanentemente en La Condición Humana, cuando se refiere al papel atribuido a la mujer, en que sólo es el de la procreación. Compartimos también lo dicho por  Comesaña, cuando afirma que “Un elemento que nos motiva a creer  que entendió la “destinación” de las mujeres a las actividades domésticas es el hecho de que en la cita anterior, junto con la “emancipación” de los trabajadores en la época Moderna, habla de la “emancipación” de las mujeres, si bien no queda claro qué significa para ella esta emancipación (...) “ 71 .                      

     Una de las críticas que puede, quizás, hacérsele a Arendt, es que en La Condición Humana, no reivindica a la mujer, en cuanto a la posibilidad de deslastrarse de la pesada carga de la labor, que no deja huella, y a su reducción a las tareas propias de la procreación, a fin de perpetuar la especie. En descarga de nuestra autora, estamos de acuerdo con la interpretación dada por Comesaña, quien nos dice que “Quizás las condiciones conceptuales de su época no lo facilitaban, pero debe decirse también en descarga de la autora, que el pensamiento filosófico siempre fue reacio a plantear este tipo de cuestiones, que por referirse a la condición femenina eran consideradas de poca monta e indignas del discurso filosófico” 72 .

     Como elemento de reflexión al respecto, no hay que olvidar que a pesar de que La Condición Humana fue escrita en el año 1958, había salido publicada en 1949, la obra el Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir, donde considera el papel de la mujer, que tenía ya casi una década de impacto exitoso en el mundo. Podríamos al menos preguntarnos ¿por qué Arendt, no tomó en cuenta para el momento de escribir La Condición Humana, las consideraciones hechas por Beauvoir?               

     Nos parece apropiado, en este momento, hacer referencia a que el confinamiento de la mujer a la esfera doméstica y privada, como ya hemos mencionado en líneas anteriores, se hace en todas las épocas, desde la antigüedad utilizando la violencia. Comesaña, nos dice al respecto:

“(...) esta interpretación de las mujeres como destinadas a la domesticidad, se apoya arbitrariamente en su condición  biológica, sobre  la cual  se elabora  una estructura  artificial  de género. Según esto, la  mujer, por ser tal, estaría consagrada  a la procreación y por ello a las labores  domésticas  de  producción y  reproducción  de  la  vida. Hasta  el  esclavo  o  el siervo, al  igual que el trabajador explotado, pueden a su vez oprimir a su mujer. Todo esto se agrava por el hecho de que, no sólo la labor doméstica de la mujer no es valorada en ningún  sentido, ni  se le  confiere  ningún  interés económico  a escala social, sino que además, tal como lo hace Arendt, que aquí refleja la ideología corriente, las labores domésticas son consideradas  como  inferiorizantes  y  abyectas, razón por la cual, unida a la comodidad, los hombre huyen de ellas” .

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        71     CCL.  p. 138.

        72      Ibid., p. 137.

 

     Más adelante, Comesaña insiste en destacar el papel de la mujer, reducida simplemente a labores domésticas.

  “(....) El esfuerzo invisibilizado de la mujer en el hogar, no reconocido y no pagado, permite a todos los sistemas económicos mantenerse en pie con mayor comodidad. Sobre la opresión de la mujer y la explotación de su fuerza de labor, se han construido todos los sistemas económicos que conocemos. La división  sexual  del trabajo es así universal, tanto temporal como espacialmente.  Si desglosamos la labor   femenina  nos   encontramos   con  una  enorme e injusto sistema de aprovechamiento de la fuerza de  labor de unas, para el beneficio de todos. En efecto, la mujer, en la privacidad y el aislamiento de la  vida  doméstica, labora  en  muchos sentidos. Básicamente  elaborando  los bienes de consumo que permiten la producción y reproducción de la fuerza de labor / trabajo de los  integrantes  de la  familia,  y  procreando–reproduciendo la vida de nuevos individuos, que han de ingresar también en el mercado de la fuerza de labor / trabajo. Y todo ello sin  recibir ningún tipo de reconocimiento y retribución como no sea  simbólico, por lo cual su esfuerzo, como diría Arendt, parecería afec tado por una “futilidad” sin límites. A todo ello tendríamos que añadir el  trabajo “emancipado”   asalariado de la mujer que trabaja o labora fuera de su hogar, el cual se suma a sus labores y obligaciones domésticas  como  una  doble o triple jornada. Todo ello como consecuencia de la  arbitraria asimilación entre el sexo femenino y las labores  requeridas  para mantenerse en vida. (...) es preciso destacar que las mujeres han sido y son, el grupo humano “de elección”, (más  que  esclavos  o sirvientes), sobre el cual ha recaído la obligación de  la  labor, sobre todo entendida como labor doméstica; el peso de la liberación de los hombres como grupo para dedicarse a tareas “más  humanas”. Y si bien las mujeres también pueden dedicarse a  estas  tareas “más humanas”, no por ello dejan de estar obligadas  a  asumir  la  responsabilidad del ámbito doméstico. Lo que hace a ésta más terrible, es el hecho de  su  universalidad, en  la  medida  en  que en todas las culturas, épocas  y sistemas, la labor doméstica ha recaído sobre las mujeres, mediante una acomodaticia y  arbitraria confusión entre su biología y esta actividad  laborante, donde la una se hace derivar de la otra como  algo “natural”. A  partir de allí las mujeres han sido siempre las  “vigas  de  carga”  invisibles de la economía de todas las sociedades. (....)”  74.    

     El texto anterior explica clara y ampliamente, el papel de la mujer en llevar, más que esclavos y sirvientes, la pesada carga de la labor,  entendida como labor doméstica. También Comesaña ayuda a reivindicar a Arendt, en cuanto a que nuestra autora, como ya dijimnos, por razones de circunstancias temporales en el momento en que escribió La Condición Humana, las cuestiones referidas a la condición femenina eran consideradas de poca monta e insignificantes para el discurso filosófico. Comesaña quien escribe Consideraciones Críticas en torno al concepto de Labor en Hannah Arendt, treinta y siete años después (1995), cuando las mujeres han logrado asumir roles diferentes a los de llevar el fardo de la labor, y se dedican a tareas distintas de las referidas al ámbito doméstico. Es así como la división sexual del trabajo ya no es universal, por cuanto la mujer ha abordado roles que tradicionalmente le estaban prohibidos, por cuanto eran de la exclusiva competencia del sexo masculino.     En el caso venezolano, podemos mencionar que recientemente, hace menos de un lustro, una mujer ocupó por primera vez, la presidencia de la Cámara de Diputados; también hace menos de una década una mujer ocupó por primera vez la gobernación del Estado Zulia. En el ámbito europeo, tenemos el caso de Inglaterra, donde hace menos de una década, una mujer, por primera vez, llegó a ser Primera Ministro del gobierno.                    

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        74      Ibid., p. 139.

 

    Volviendo de nuevo a las consideraciones que hemos hecho de la labor y el trabajo, podemos decir, que en cuanto a la primera, debe desecharse la ideología, a partir de la cual la consideramos como algo despreciable e ignominioso; dado el carácter de “futilidad” que ya analizamos que debe descargarse en otros en un intento de huida de la pesada carga o “fardo”, por considerarla repugnante e indigna o “como algo a través de lo cual asumimos y experimentamos el goce de estar vivos” 75. En relación al segundo, su carácter mundano que engloba todo el artificio humano como cosa del mundo duradera y estable, que da según la autora, lo que garantizaba al trabajo su mayor dignidad en relación a la labor. Ambas actividades labor y trabajo, que conjuntamente con la acción configuran lo que Hannah Arendt llama la vita activa, están íntimamente imbricados y que a partir de la Edad Moderna, no sólo resulta difícil distinguir uno de otro, sino que en la actualidad, el segundo está desapareciendo en su forma más pura para dejar el espacio correspondiente al animal laborans.            

     En defensa de la labor, ya hemos visto que también deja productos tras sí y no de menor importancia que los del trabajo. En este caso, como ya hemos dicho, se trata de la producción y reproducción de nuestra vida y de la vida de nuestros hijos, a pesar de la futilidad de la labor.

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         75       Ibid.,  p. 140.               

 

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 Weil, Eric. Logique de la Philosophie.  Vrin. París,1967  

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