LAS RELIGIONES DEL MUNDO

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Las formas de religión en la América precolombina

Cuando los conquistadores europeos llegaron a una América en la que habían predominado tres imperios principales (mayas, aztecas, incas), se encontraron con un panteón indígena que tenía ya mil años y una tradición que combinaba la literatura oral con los códices y estelas, y una singular mitología con bastantes puntos en común. Los dioses mayas, olmecas, chimúes, toltecas, teotihuacanos, aztecas e incas se parecían bastante entre sí y en ocasiones eran intercambiables.

Los chamanes de estas culturas, desde sus dotes sagradas y su papel de intermediarios entre el mundo de arriba (cielo) y el de abajo (reino de los muertos), por un lado, y el mundo de aquí -conceptos también comunes a las culturas precolombinas-, por otro, habían recurrido a una mitología cosmogónica y etiológica para explicar los orígenes del universo, de los héroes culturales y civilizadores (el más famoso, la serpiente emplumada) y de la vida material y espiritual.

El legado de estas civilizaciones pasó de la memoria de los indígenas a códices escritos ya en época de dominación europea, y muchos elementos de las creencias precolombinas, a veces mezclados sicréticamente con la doctrina cristiana, han perdurado hasta hoy. El hecho de que muchos de los países herederos de los mayas, aztecas e incas mantengan un porcentaje muy elevado de población indígena y rural (Guatemala, Bolivia, zonas de México y Perú, etc.) ha permitido la pervivencia de los rasgos distintivos de estas religiones.

 

La religión en las tribus de Norteamérica

El hilo de la vida
Los hombres sagrados y sus visiones
Ética y religión
 
Fauna sagrada entre los indios norteamericanos

 

El hilo de la vida

 

Cuando el jefe Seattle escribía en su carta al presidente de los Estados Unidos de América "Hombre blanco: no tejemos la vida; somos tan sólo uno de sus hilos. Si deshaces el tejido te deshaces a ti mismo", estaba ofreciendo una aproximación muy lúcida al concepto principal de las religiones nativas de Norteamérica: la espiritualidad sencilla y en armonía con la naturaleza.

Como otras culturas, los indios nortemericanos no entienden la religión como los occidentales. Para nosotros, este término está lleno de implicaciones abstractas, pues refiere un culto a algo que está fuera del plano material o terreno. En cambio ellos tienen una concepción mucho más tangible, ya que identifican el mundo que conocen (tierra, nubes, lagos, plantas, animales) con lo sagrado. Por ello, por ejemplo, el dios principal de los sioux-oglalas (Dakota del Sur) es descendiente de un búfalo, es decir, del animal que durante siglos les ha proporcionado sustento.

Como ocurre con sus parientes lejanos de Latinoamérica, creen que el paso entre el mundo del más allá y el del más acá no es tan abrupto. De ahí la importancia de los chamanes, que son los principales intermediarios entre dos mundos que no están claramente separados como en otras religiones, sino unidos por vínculos materiales.

De norte a sur encontramos indios yuma, navajos, cherokees, apaches, shoshoni, winnebago, arapahoes, cheyennes, dakotas, pies negros, aleutianos y esquimales, entre muchos otros grupos étnico-culturales.

Sabemos que todos estos grupos fueron masacrados por el hombre blanco y confinados en pequeñas reservas. Aun así, el ingente número de pueblos dispersos que forman la población indígena hace que no podamos centrarnos en ninguna tribu concreta. Haremos un repaso general de los rasgos comunes que presentan sus cultos, poniendo, eso sí, ejemplos concretos de cada cultura.

 

Los hombres sagrados y sus visiones

 

Uno de los rasgos comunes es la necesidad de un proceso de iniciación para lo místico. Determinados conceptos sagrados otorgan mucho poder y sería peligroso que cualquiera accediera a ellos, por lo que sólo unos pocos elegidos (los hechiceros) pueden iniciarse en el uso de la magia y el contacto con los espíritus. Por ejemplo, los wicasa-wakan ("hombres sagrados", es decir, chamanes sioux) acceden al conocimento del mundo de los espíritus a través de una visión. A partir de ella, adquieren poder sobre la realidad y pueden interceder ante los dioses para ganar batallas, curar enfermedades o hacer que llueva, entre muchas otras cosas.

Otro detalle común a muchas de estas culturas es la concepción de la muerte como una transición. Los ritos que la envuelven provienen de la creencia de que la condición humana tiene diversas implicaciones espirituales más allá de la vida que conocemos. Es decir, que la muerte no es más que el tránsito hacia un nuevo tipo de vida, diferente según las personas. Esto emparienta esta religión con las más antiguas creencias de Egipto o con el budismo.

La religión de estos pueblos se transmite de forma oral y se suele dar gran importancia a los lugares: muchos enclaves son sagrados, por lo que las ceremonias deben celebrarse siempre en ellos, ya que así lo designaron los dioses. Esto da la medida de lo trágico que debió de ser para muchas de estas tribus verse desplazadas por la civilización estadounidense y canadiense a lugares que no eran aquellos en los que siempre habían vivido. Especialmente conflictivas fueron pérdidas como la Torre del Diablo, en Wyoming, o el Monte Graham, en Arizona.

 

Ética y religión

 

Un gran número de los mandamientos de estas religiones tienen algo de simple ética comunal: la generosidad y la solidaridad son valoradas por encima de muchas otras cosas. Los indígenas de la Costa del Noroeste (nutkas, yakimas) tienen la obligación religioso-política de compartir riquezas. Esta especie de comunismo primitivo los emparienta curiosamente con los indígenas del sur de Chile (justo en el otro extremo del larguísimo continente). La participación en las ceremonias y en la comunidad suele ser más importante que la creencia en sí. La doctrina es menos importante que el comportamiento de los fieles. Ejemplo de ello es el caso de los indios pueblo (Nuevo México), cuyo calendario ritual rige el trabajo comunal, y los beneficios se reparten a partes iguales entre todos los miembros de la tribu.

La importancia de la entrada en la edad adulta es otro rasgo común a estas culturas, como ocurre también en muchos pueblos africanos. Los niños son informados muy pronto de sus obligaciones familiares y con la comunidad, y en el paso al estado adulto deben superar una serie de pruebas, a veces crueles.

Se ha producido un cierto sincretismo debido al afán cristianizador de los misioneros que han convivido con los nativos durante los últimos doscientos años. Pero por tratarse de una conversión forzada, el sincretismo suele ser un disfraz que los nativos dan al hecho de seguir con sus antiguas creencias. Cuando se prohibió la danza del Sol, muchos nativos dijeron creer en un Dios único, en principio el de los cristianos, pero lo que estaban haciendo era mantener el culto al Sol bajo la apariencia del nuevo dios impuesto. No obstante, no todos lo pueblos nativos son politeístas; hay culturas, como la iroquesa, que antes de la llegada de los misioneros ya tenían la concepción de un dios principal, omnipotente, creador y perfecto.

Dos ejemplos de cómo se ha combinado la tradición con la renovación religiosa en Norteamérica son la Iglesia Nativa Americana y el Movimiento de la Danza de los Espíritus. Ambas han conseguido unificar tribus distintas en un mismo culto. La primera surgió en Nuevo México y, combinando ritos de los pueblos mesoamericanos con conceptos del cristianismo, se ha extendido de costa a costa de Estados Unidos. La Danza de los Espíritus fue prohibida por el gobierno en 1890, pero ha resurgido recientemente y es una reacción que podríamos llamar "indiocentrista" a las religiones oficiales impuestas de Norteamérica.

En la actualidad, por tanto, la recuperación del orgullo indio en Norteamérica, y la exigencia de respeto hacia las antiguas tradiciones significan un reequilibrio entre la tradición y la modernidad.

 

Fauna sagrada entre los indios norteamericanos

 

Los indios norteamericanos, desde Alaska hasta la frontera con México, identifican lo religioso con la naturaleza. La armonía con parajes, plantas y animales fue la clave del sentimiento trascendente del indígena de esta vasta zona del Nuevo Continente. Según la mitología de los indios nez percé, por ejemplo, antes de la llegada del hombre había existido un pueblo animal.

Como ejemplo muy conocido, el búfalo ha pasado a la mitología popular entre los indios como el animal sagrado por excelencia. Pero son muchos más los que se incluyen en las diversas leyendas de creación y mitos de las tribus norteamericanas.

Águila: Según los nez percé, primer animal alado que compareció en el escrutinio del pueblo animal. Es la reina de las aves y su vuelo majestuoso no puede ser igualado.

Alce: Animal sagrado para los sioux, que valoraban especialmente su carne. Según los nez percé, el alce fue el pimer animal que se sometió a la prueba para determinar qué criaturas volarían, cuáles se arrastrarían, cuáles andarían y cuáles nadarían.

Antílope: Según los gros ventres, el antílope forma una tríada de animales sagrados, junto con el bisonte y el alce: los tres eran las presas favoritas de la deidad cazadora Cuerpo Chamuscado.

Arrendajo: Animal que suele estar presente en las diversas mitologías indias. Desempeña un papel divertido: viene a ser el bufón, como a veces lo es también el coyote, eterno cazador cazado.

Búfalo (o Bisonte): Animal sagrado y centro del culto ceremonial de los sioux, kiowas y assininboin, pueblos que dependían de su carne para el sustento y de su gruesa piel para soportar los duros inviernos. La danza del sol está muy relacionada con su culto.

Búho: Según las leyendas hidatsa, pueblo del Missouri, el búho es un aliado del mítico guerrero Collar de Cuervo, a quien asesoraba con su clarividencia sobre el pasado, el presente y el futuro. En la mitología assininboin existe también un hombre-búho. Según los esquimales, fue el búho quien tiñó de un negro intenso, con grasa de ballena, las plumas de su amigo el cuervo.

Carnero: Animal de las Montañas Rocosas, cuya piel era muy apreciada por los indios pueblo y assininboin.

Ciervo: Animal sagrado para los sioux. Su piel se utilizaba para vestir a las mujeres y en las celebraciones. El gamo cumplía una función similar.

Coyote: Según los sioux, uno de los hijos de Iya y, por tanto, enemigo del género humano. Según los mandan de Missouri, animal sagrado en que se convirtió el Hombre Único cuando su misión creadora estuvo cumplida. Según los nez percé, animal que suplió su carencia de cualidades físicas con la astucia, y por ello es muy admirado.

Cuervo: En la mitología de los esquimales, único animal que puede acompañar a los muertos hasta la Aurora Boreal. Según los mandan, será un cuervo blanco quien anuncie el fin del mundo a los hombres.

Grulla: Según los indígenas del área de Vancouver, se trata de doncellas que se convirtieron en pájaro y, llévandose los moluscos que formaban parte de su dieta, huyeron de la zona donde habían vivido, pero regresan todos los años.

Iya: Según las leyendas sioux, espíritu maléfico que adoptaba la forma de un gigante y luchaba contra los héroes sioux enviándoles a sus dos hijos: el coyote y el árbol de las serpientes. Fue vencido por el Chico de Piedra.

Lobo: Según los assininboin, animal sagrado, símbolo del ardor guerrero. El héroe de este pueblo se llamaba Lobo Hambriento. Entre los kiowas es conocida la historia del Muchacho Lobo, un personaje que fue recogido por una manada de lobos, que le ayudaron a vengarse de quien lo había abandonado.

Oso: Entre los sioux, el Gran Oso era un maléfico aliado de Iya en su lucha contra los seres humanos. Para los nez percé, rey de los animales que andan y muy temido por el hombre. Entre los shasta es también el señor de los animales.

Perro: Como en el mundo ocidental, fiel compañero del hombre. Según los couer d'alene, Perro era amigo de Lobo, hasta que fue a robar a los humanos la chispa del fuego y nunca volvió con Lobo: prefirió las comodidades humanas y se olvidó de su misión.

Polla de agua: Según las leyendas de los mandan, animal primigenio que poblaba los lagos en los que el Hombre Único fabricó el barro del que saldrían el resto de animales.

Rana: Según la mitología mandan, la Abuela Rana fue el primer animal que se dio cuenta de que el Hombre Único estaba superpoblando la Tierra de animales. Para compensarlo, propuso el crear el concepto de muerte. El resto de animales aceptaron, pero ella fue la primera en morir.

Salmón: Es un animal muy importante para las tribus del área de Vancouver, ya que era la base de su sustento y el rey de los animales acuáticos.

Serpiente: Según casi todas las mitologías indígenas, animal perverso. En una leyenda de los cowlitz, el Hombre de Misterio las ahogó, erradicándolas de los lugares sagrados. Según los sia, de Nuevo México, la serpiente es paradigma de astucia, pues consigue engañar incluso al coyote.

Wayinkan: En la mitología sioux, animal mitológico cuyo nombre significa "pájaro del trueno". Era considerado una divinidad que al pasar por el cielo ensordecía a los demás animales.

Zorro: Por su inteligencia, desempeña un papel similar al del coyote. Para los pit river, el zorro y su ayudante el coyote fueron los creadores del mundo.

 

La religión en el México antiguo

Los antecesores de los mayas y los aztecas
Teotihuacán: la morada de los dioses
 
Los toltecas: la leyenda del hombre-dios

 

Los antecesores de los mayas y los aztecas

 

Las culturas olmeca, teotihuacana y tolteca poseyeron una religiosidad cuyos elementos rituales y artísticos impusieron una visión del mundo común a casi toda la Mesoamérica precolombina.

En lengua náhuatl, olmeca significa "habitante del país del caucho", porque su origen se encuentra en las regiones mexicanas de Tabasco y Veracruz, en una gran llanura que cruzan caudalosos ríos. La cultura olmeca se desarrolló entre 1200 a.C. y 400 d.C., y resulta difícil obtener muchos datos sobre ella. Muchos detalles nos han llegado a través de los mayas, sobre los que ejercieron una gran influencia.

Uno de los pocos complejos arqueológicos que nos dan bastante información sobre los olmecas es el enclave de La Venta, al sur de Veracruz, que incluye la más importante pirámide de esta cultura que se conserva, además de los mosaicos con cabezas de jaguar y las enigmáticas esculturas. Además de las de La Venta, en otros enclaves se han encontrado cabezas gigantes coronadas con extraños cascos, que probablemente representaban a dioses, aunque es difícil decirlo con seguridad.

Las estelas halladas en Tres Zapotes entroncan el rito calendárico olmeca con el maya, ya que sus jeroglíficos incluyen la fecha más antigua que existe en los calendarios mesoamericanos. También son destacables los altares en forma de boca de jaguar y los sostenidos por atlantes, detalle mitológico que la cultura teotihuacana reprodujo algún tiempo después.

Se antoja evidente que la divinidad principal de los olmecas debía ser representada por un jaguar, animal muy común en casi todos los panteones precolombinos. Aparte de los altares, la figura de este felino aparece en los sarcófagos, las máscaras y las esculturas gigantes. Una de las piezas conservadas parece representar a un jaguar copulando con una mujer, lo que tal vez sea un mito explicativo de la naturaleza antropomorfa del dios jaguar. Otros animales (serpientes, águilas) también están presentes en el arte olmeca, lo cual sugiere que el elemento antropomorfo de sus dioses fue un precedente adaptado posteriormente por teotihuacanos, mayas y aztecas. No en vano, varios estudiosos han denominado a la olmeca la cultura madre de Mesoamérica.

 

Teotihuacán: la morada de los dioses

 

No debe extrañar el título de este apartado: en náhuatl la palabra Teotihuacán significa literalmente "Casa de los dioses", aunque en la actualidad se la conoce como la ciudad de las pirámides y es uno de los enclaves arqueológicos más visitados de Centroamérica.

Era una ciudad-estado de gran posperidad y cargada de elementos míticos: como muchos rincones de la ciudad, la pirámide del Sol está construida teniendo en cuenta detalles astronómicos y mágicos. Recientemente se ha desbubierto debajo de su base una cueva antiquísima que era lugar de peregrinación y contiene varias tumbas. No por casualidad se construyó la ciudad posterior sobre este santuario. En México siempre se han venerado las cuevas como lugares sagrados: en ellos se establecía un punto de encuentro entre lo terreno y lo sobrenatural. Algunos antropólogos relacionan estos lugares con la figura materna: según un texto contenido en códices náhuatl, la Luna nació en la cueva de Teotihuacán.

Los constructores de Teotihuacán se plantearon su diseño como una imagen del cosmos, de igual modo que los aztecas consideraban Tenochtitlán el centro del universo. Las pirámides estaban comunicadas por una avenida principal, llamada la calle de los Muertos. La disposición de la pirámide del Sol es cuando menos curiosa: está erigida en un punto que guarda una perfecta armonía con los movimientos celestes, y en algunos de sus rincones sagrados se podía observar con exactitud la puesta de sol o los movimientos de las Pléyades.

El carácter de eje del mundo no es la única aportación teotihuacana a las culturas posteriores: también lo es su reorganización del panteón mesoamericano y la importancia del juego de pelota, así como las estatuas de Quetzalcóatl, divinidad estrella de los mayas y aztecas y que, como veremos enseguida, era el centro de la leyenda tolteca.

 

Los toltecas: la leyenda del hombre-dios

 

Tras la decadencia de Teotihuacán, varias poblaciones se unieron para crear la gran Tula o Tollán, otra ciudad-estado de los refinados toltecas: un pueblo que, según la leyenda, vivió feliz durante un tiempo en Tollán, gobernado por Quetzalcóatl. Este personaje era el héroe y no debe confundirse con el dios: más bien era su representante o personificación. Quetzalcóatl -la serpiente emplumada- dictaba las leyes y edificó una pirámide y cuatro templos que señalaban a los cuatro puntos cardinales. También instauró las autoinmolaciones, aunque no permitía los sacrificios humanos.

El equilibrio tolteca fue roto, siempre según las leyendas conservadas en varios códices, por la aparición del malvado Tezcatlipoca, que pretendía introducir en el reino tolteca los sacrificios humanos que la serpiente emplumada no permitía. Tezcatlipoca causó con sus malas artes la ruina del soberano, que tuvo que huir de Tollán, aunque otras versiones dicen que se autoinmoló quemándose.

La leyenda también afirma que tal vez un día la serpiente emplumada vuelva y restaure su reino. La identificación hombre-dios de Quetzalcóatl es una característica básica de la cultura tolteca, pero ejerció gran influencia en la civilización azteca. En esta figura se aúnan el poder cosmogónico y creador del dios con el poder político y de liderazgo del soberano.

El arquetipo de la serpiente emplumada ha llegado hasta nosotros como algo inmutable dentro del cambiante mundo de las religiones mesoamericanas.

 

La religión de los pueblos aztecas

Un culto apasionado y dual
Cosmología, cosmogonía y divinidades aztecas
Templos y chamanes
El mundo religioso azteca

 

Un culto apasionado y dual

 

La civilización que floreció durante más de dos siglos alrededor de la fastuosa ciudad de Tenochtitlán, considerada el centro del mundo por sus habitantes, se caracterizó por un culto que exaltaba por igual la crueldad y la belleza.

El conocimiento que tenemos de la religión azteca es un complejo mosaico formado por las piezas que sobrevivieron al violento giro histórico que supuso la conquista española (1521) del imperio cuya rutilante capital era Tenochtitlán, que en aquella época tenía más de 300 000 habitantes.

El término azteca fue popularizado por los investigadores del siglo XIX, especialmente Humboldt y Prescott, pero es históricamente incorrecto, ya que hace referencia a los ancestros de los moradores de Tenochtitlán. Para hablar de la civilización que floreció alrededor de esta ciudad-estado desde 1300 hasta la llegada de Hernán Cortés, sería más adecuado hablar de civilización mexica o incluso de cultura tenochta (por su localización geográfica), o bien, siguiendo patrones lingüísticos, náhuatl. Sin embargo, para entendernos mejor, utilizaremos el término azteca que, aun siendo inexacto, es el más universal.

En cualquier caso, tengamos en cuenta que la cultura llamada azteca es una mezcla de elementos de los pueblos que confluyeron en Tenochtitlán durante ese período, especialmente los procedentes de los chichimecas (en concreto, el grupo llamado mexica) y, en menor medida, los de pueblos como los acolhuas, chalcas o tepanecas. Además, incorpora la herencia religiosa y ritual de civilizaciones anteriores. No olvidemos que Tenochtitlán estaba a menos de cincuenta kilómetros de la otra gran tlatocayotl ("ciudad-estado" en náhuatl) de la zona, Teotihuacán. De esta cultura anterior parecen provenir detalles importantes de la religiosidad azteca, por ejemplo, la concepción astrológica y los calendarios. O la distribución (en cuatro elementos siempre organizados en torno a un quinto) de épocas, estructuras sagradas y representaciones de dioses.

Los aztecas consideraban que había habido cuatro épocas anteriores, y las llamaban "soles". La quinta -en la que ellos vivían- era la última y debía acabar con un terrible terremoto, del mismo modo que las otras habían finalizado con grandes catástrofes (lluvias de fuego, huracanes...). Cada vez que acababa una era, quedaba una sola pareja mixta que daba inicio a una nueva progenie. Los dioses, evidentemente, también intervenían en el principio y final de cada etapa, por lo cual era muy importante rendirles el culto adecuado. Los sacrificios humanos que se ofrecían en los ritos aztecas no eran más que una versión humana de los que hacían entre sí los dioses para dar nueva vida al universo.

 

Cosmología, cosmogonía y divinidades aztecas

 

La concepción del cosmos en esta cultura es egocéntrica. Todo gira en torno al imperio azteca. Tenochtitlán es el centro del mundo y también del cielo. El mundo es una masa cuadrada de tierra rodeada de agua y los cielos están divididos en trece niveles, en los que moran los diversos dioses. Del mismo modo, bajo tierra existen nueve niveles, el más profundo de los cuales es el que alberga a los muertos.

En cualquier caso, este cosmos tan ordenado no contradice la creencia muy arraigada entre los aztecas de que el universo es dinámico. La inestabilidad es una constante en la visión mítica de los mexica. Los dioses se aman, se reproducen y se matan entre sí, provocando con ello enormes cambios en la realidad. Por ello, para poder controlar o provocar esos cambios, los aztecas creían firmemente en la guerra y los sacrificios rituales, que posibilitaban vida nueva, cosechas provechosas y progreso. La crueldad del rito azteca no es más que una lógica natural que se impone: la vida nace de la muerte.

Las diversas deidades del panteón tenochta eran representadas de modo antropomórfico. Incluso las que son un animal o un objeto inanimado (por ejemplo, Xtol era un perro e Itzli, un cuchillo ceremonial) tienen brazos, piernas, torso y cabeza que humanizan su aspecto. Los dioses eran invisibles, pero los aztecas podían verlos en sueños y visiones.

La lista de deidades del legado azteca sobrepasa las seis decenas, aunque con dioses preponderantes: en el ámbito de la creación cósmica, la deidad determinante era el andrógino Ometeotl, creador del universo. Por debajo de él son importantes sus hijos Tezcatlipoca, muy invocado por los chamanes, y Xiuhtecuhtli (dios del fuego). Por lo que respecta a la guerra, destacan Tomatiuh (divinidad solar) y Mictlantecuhtli, el dios de la muerte, pero sobre todo Huitzilopochtli. Este protector de los aztecas era el que recibía mayor número de sacrificios humanos. Las víctimas solían ser esclavos o guerreros enemigos capturados (en los últimos tiempos, soldados españoles). Después de varios días de preparación ritual y tras un largo suplicio entre el frenesí de diversos instrumentos de percusión, se sacrificaba al prisionero y su corazón era ofrendado al terrible dios, que lo exigía para que su ira fuera aplacada.

También había deidades relacionadas con la fertilidad. La más destacable era Tlaloc, diosa de la lluvia, que ocupaba un lugar tan prominente en el panteón como Huitzilopochtli.

 

Templos y chamanes

 

La importancia de lo religioso en el mundo azteca era tal que, desde que nacía hasta que moría, el individuo cumplimentaba estrictamente todas sus actividades relacionadas con el culto. Pero, además, cualquiera de sus otras labores cotidianas estaba bajo la influencia de las prácticas rituales. En el ámbito sociopolítico, el culto contribuía a mantener la estructura jerárquica que regía la sociedad tenochta: los nobles disfrutaban de sus privilegios por voluntad divina.

El templo azteca, llamado teocalli, poseía espacios no sólo para las ceremonias, sino también para dormitorios, escuelas sacerdotales, piscinas sagradas, jardines e instalaciones para el juego de pelota.

Cada dios ejercía una relación tutelar con determinados grupos sociales. Pero el vínculo entre deidad y pueblo estaba muy reforzado por la función de un intermediario: el chamán, llamado en náhuatl teomama. No hay que confundirlo con el sacerdote (teopixqui). Sus funciones y características eran distintas. Los sacerdotes, poseedores de gran poder político, se recluían en una especie de monasterios, practicando la abstinencia sexual, y sólo se socializaban durante las ofrendas y sacrificios. Los chamanes tenían un contacto más directo con la población. Eran considerados hombres-dioses y su poder mágico era ilimitado: accedían a los dioses en visiones y comunicaban sus mandamientos al pueblo, por lo cual eran los encargados de guiar a los aztecas en las diversas migraciones que llevaban a cabo.

Además de sacerdotes y chamanes, existían adivinos, llamados tonalpohualli, que aplicaban el complicado ritualismo del calendario. Las ceremonias podían ser fijas (según el calendario normal de 365 días) o bien movibles: éstas dependían de un ciclo adivinatorio de 260 días y otros ciclos que determinaban la existencia de la buena o la mala suerte para el individuo y la comunidad. Los sacrificios humanos y las ofrendas a las diosas de la fertilidad se regían estrictamente por los diversos ciclos.

 

El mundo religioso azteca

 

Amamaxtli: Indumentaria de los sacerdotes para las grandes celebraciones.

Amoxcalli: Literalmente, "Casa de libros", lugar donde se cuidaban los libros nahuas.

Calpulco: Residencia particular de los dioses comunales, o del calpulli.

Calpulli: Núcleo social unido por parentesco, profesión, religiosidad o vivienda.

Cihuacóatl: Deidad serpentiforme que representaba a la Madre Tierra.

Copal: Árbol resinoso del que se extraía el copalli o incienso para las festividades religiosas.

Cuauhnochtli.: Nombre dado a los corazones todavía palpitantes que eran arrancados en los sacrificios humanos a Huitzilopochtli.

Cuauhtli: Águila. Representa al Sol y a la guerra.

Huehuetlatolli: Literalmente, "Palabras de los ancianos", era un código de conducta que los ancianos recitaban a los jóvenes.

Huey miccailhuitl: Gran fiesta de los muertos en la que se sacrificaban en la hoguera prisioneros de guerra y se colocaba la imagen del dios Xocotl en lo alto de un palo engrasado al que debían ascender lo guerreros.

Huitzilopochtli: Dios de la guerra que exigía sacrificios cruentos para sobrevivir y que era la más importante deidad azteca.

Itzli: Cuchillo ceremonial de obsidiana.

Izcalli: Literalmente, "Crecimiento", último mes del calendario azteca; en él se ofrecían sacrificios de niños al dios Tlaloc.

Malinalco: Gran santuario de las órdenes guerreras aztecas, construido en el Cerro de los Ídolos, a 110 km de Ciudad de México.

Mictlan: Espacio del mundo interior al que estaban destinados quienes tenían una muerte normal.

Motzontecomaitotia: Danza ritual y bélica de los guerreros aztecas con las cabezas de sus enemigos.

Náhuatl: Lengua hablada por los toltecas y los aztecas.

Nemotemi: Nombre de los cinco días inútiles con que se completaba el calendario. Los niños que nacían en estos días solían ser sacrificados.

Panquetzalitzli: Mes del calendario en que se celebraba el nacimiento de Huitzilopochtli, cuya imagen amasada en maíz era comida por todos los asistentes al rito.

Peyotl: Cactus de propiedades alucinógenas usado en ceremonias rituales, magia y curanderismo.

Quecholli: Mes dedicado a honrar a los dioses del infierno, especialmente a Mixcóatl, en cuyo honor se celebraban cacerías y se forjaban armas en los templos.

Quetzal: Pájaro bellísimo, hierofánico y mágico de los aztecas y de los mayas (los mayas lo llamaban Kuk).

Quetzalcóatl: Serpiente emplumada que era a la vez un personaje histórico y dios del viento, de la vida y del amanecer.

Tamoanchan: Región mítica donde viven los muertos, en concreto los que, por su categoría, pueden volver algún día a la Tierra.

Temicamatl: Libro que contenía los códigos de interpretación de los sueños.

Teoatl: Agua divina con la que se nutrían el Sol y la Tierra. No era otra cosa que la sangre derramada por los guerreos y los sacrificados.

Tlacatlaolli: Comida ceremonial hecha de maíz y carne humana ofrendada en sacrificio.

Tonalamatl: Códice sagrado donde estaba escrito el destino.

Xochiquetzal: Diosa del amor, las flores y el acto sexual.

 

La religión en los pueblos mayas

Las pirámides de América
Las estelas mayas
El "Popol Vuh" y otros textos del legado maya
El mundo religioso maya

 

Las pirámides de América

 

Diversas culturas precolombinas cuentan con pirámides escalonadas, pero tal vez las más famosas son las construidas por los mayas. Antiguas maravillas arquitectónicas pobladas por el recuerdo de un culto religioso singular y una precisión astronómica no igualada en su época. Vestigios de un pueblo cuyos signos de identidad están muy presentes en parte de la población mexicana y guatemalteca.

Se acostumbra dividir la historia de la civilización maya (que no la de su cultura, ya que ésta pervive aún en los estados mexicanos de Chiapas y Tabasco, Yucatán, toda Guatemala, Belice y parte de Honduras y El Salvador) en varios períodos, que trataremos brevemente en función de sus particularidades religiosas.

Poco sabemos del período preclásico (2000 a.C.-1 d.C.), aparte de la influencia político-social y, por tanto, religiosa de los olmecas.

El período protoclásico (1 d.C.-250 d.C.) ofrece ya rasgos significativos de la civilización maya: su iconografía religiosa (la luna, el día, felinos, serpientes y saurios) todavía está basada en la cultura olmeca, pero presenta elementos de transición hacia la cultura de las estelas, que predomina en el siguiente período.

 

Las estelas mayas

 

Típicas del período clásico (250 d.C.-1000 d.C.), se trata de columnas de piedra en que diversas figuras hábilmente talladas representan a los gobernantes, los dioses, las genealogías y los acontecimientos. Profecías y ritos se expresaban en complejos jeroglíficos contenidos en estas estelas, y muchos aún no han sido descifrados. En ellas, los gobernantes se presentaban divinizados y rodeados de símbolos míticos. Estas esculturas se encontraban en complejos arquitectónicos que incluían las famosas pirámides en torno a las cuales se construían plazas. Algunos de estos núcleos centrales donde habitaban los jerarcas políticos y religiosos eran enormes, como el de Tikal, que abarcaba más de cuatro kilómetros cuadrados. Estos centros podían ser mayores o menores y se situaban a una distancia siempre igual (29 km), lo cual da una idea del valor ritual de ciertos elementos geográficos. La presencia de obsidiana verde en algunas de las estelas demuestra la posterior influencia teotihuacana (esa piedra no se encontraba en la zona maya) en el período clásico de la cultura maya, especialmente en la iconografía. De hecho, el famoso dios maya Kukulkán (la serpiente emplumada) no era más que un trasunto del teotihuacano Quetzalcóatl.

La importancia de la astronomía en la cultura y la religión mayas es un dato importante; se sabe que tenían dos calendarios: uno solar de 360 días y otro ritual de 260. El cómputo de los días empezaba en un momento mítico, en el 8238 a.C. La historia del universo empieza cuando Itzam Na, dios de la creación, crea a los dioses de la Luna, la Tierra, los sacrificios, la lluvia, el Sol, el cocodrilo de tierra, el viento, el jaguar, el maíz, la muerte, la serpiente, el joven y el amor. Itzam Na procede entonces a la creación de los mundos terrenales, que concluye en el 353 a.C. para dar inicio a la civilización maya. El mundo terrestre acabará, según profetizan estas estelas, en el año 2012.

La sociedad maya, como la azteca y la inca, estaba fuertemente jerarquizada. El jefe supremo tenía poderes de gobernante, sumo sacerdote y caudillo militar. Por debajo de su autoridad y hasta llegar a los esclavos, había hasta cinco castas más: en las dos de mayor poder se repartían los sacerdotes, que se ocupaban de los ritos cotidianos y de las ceremonias más extraordinarias, como los sacrificios y las autoinmolaciones. El hallazgo de la tumba del rey Pacal en Palenque da algunas pistas sobre la ritualidad de los mayas, especialmente en el tránsito después de la muerte: su esqueleto se hallaba en un ataúd, en cuya tapa estaba el árbol cósmico, que debía mostrarle el camino hacia el mundo de los muertos. El árbol simboliza también los tres niveles del cosmos vertical de los mayas, cielo-tierra-infierno.

La religiosidad maya pasó por una serie de crisis, cuyos motivos desconocemos. La actividad ritual disminuyó en varias ocasiones, lo cual se traducía en un descenso en la construcción de templos o la dedicación de estelas. No obstante, a cada crisis solía seguirle una época de esplendor, lo cual sugiere una relación inestable y compulsiva de los mayas con sus ritos y divinidades.

En los últimos 200 años del período clásico, la crisis parece más profunda y muchos templos empiezan a ser abandonados. La decadencia económica y la invasión de los toltecas pudieron tener algo que ver con esta debacle cultural que hizo que, cuando los españoles llegaron a las zonas mayas en las postrimerías del llamado período posclásico, la mayor parte de sus edificios y ciudades habían sido devorados por la selva.

 

El "Popol Vuh" y otros textos del legado maya

 

Pese a la cremación que los conquistadores llevaron a cabo en un intento de eliminar de raíz la cultura anterior, sobrevivieron algunos textos míticos mayas. Muchos de ellos se transmitieron de forma oral, salvaguardados por la memoria de los indígenas hasta que fueron transcritos a códices muchos años después de la desaparición de la civilización maya.

El Popol Vuh está escrito en dialecto quiché y sus primeros fragmentos recuerdan notablemente el Génesis. Al estilo de los cantares de gesta medievales, el Popol Vuh pudo ser memorizado por un indígena cuando los códices originales fueron destruidos, para después ser reescrito en Chichicastenango. El Popol Vuh es un libro fundacional, mágico, ritual, ejemplarizador y místico. Muchos lectores modernos se han sorprendido de la vigencia de sus enseñanzas y la belleza de sus pasajes, que alternan el tono épico y el poético para hablarnos de la epopeya del hombre, hecho de pasta de maíz (planta sagrada de los mayas), y su relación con los dioses.

Tan importante como el Popol Vuh, aunque tal vez menos divulgado, es el libro de Chilam Balam, un texto de clara raigambre cosmogónica maya al que se dio un barniz cristiano para evitar su quema.

 

El mundo religioso maya

 

Sobre la base de una creación del mundo debida a un dios único (Hunab cu), los mayas desarrollaron un intrincado panteón -del que no estaba excluido el funesto planeta Venus- que guarda estrecha relación con el de los otros pueblos de Centroamérica.

Ah kin: Dios del Sol sometido -al igual que IX chel, diosa de la Luna- al imperio del dios de la Tierra, Ah raxa lac.

Ah puch: Dios de la muerte.

Ah raxa lac: Dios de la Tierra; literalmente, "Señor del verde plato".

Ajtijes: Personas elegidas que eran educadas para ejercer las funciones del sacerdocio, la guerra y el gobierno.

Akbal: Dios de la noche, representado por un jaguar. El Sol, durante la noche, desciende al inframundo en la forma de este animal, cuya piel moteada es un símil del cielo nocturno poblado de estrellas y también un símbolo de poder de quienes lo utilizan como vestimenta.

Alom: Diosa Madre; literalmente, "La que engendra a los hijos".

Bacabs: Cuatro dioses tutelares que sostienen la Tierra sobre sus hombros a la manera del coloso Atlas griego.

Balche: Pócima alucinógena utilizada con fines rituales.

Bolon ti cu: Éste es el nombre que reciben las divinidades de la Maldad: los nueve dioses del inframundo que se encuentran en lucha permante con los trece Oxlahun ti cu.

Chac mool: Ídolo de piedra antropomorfizado que sostiene con ambas manos sobre el vientre una patena para las ofrendas ceremoniales.

Chacs: Dioses de la lluvia, la tempestad y las aguas. Asumen cuatro representaciones en función del punto cardinal y el color que simbolizan.

Chichén-Itzá: Importante enclave ceremonial en Yucatán, centro de peregrinaciones, ritos y sacrificios, con numerosos elementos toltecas.

Chija tzanja: Chamán, especie de sacerdote con poderes mágicos de manipulación entre lo sagrado y lo profano.

Copán: Conjunto arqueológico situado en la actual Honduras, cuyas estelas, glifos calendáricos, templos, subterráneos y estadios para el juego de pelota son importantísimos en el estudio de la cultura maya.

Ec chuan: Dios de la guerra.

Estela: Monolito escultórico de piedra con escritura maya, que tenía grabados en sus frontispicios la historia de pueblos y gobernantes con dibujos antropomorfos y glifos.

Hunab cu: Dios único, padre de Itzam na, que proporciona al hombre el sustento diario.

Itzam na: Dios supremo de los mayas, ubicuo de la tierra y el agua. Está representado por una iguana y tiene todo tipo de poderes sobre los hombres, ya que controla el Sol, la Luna y la lluvia. Se le considera el inventor de la escritura y los libros. Es el dios que da el nombre a los sitios en su calidad de autor de la división de las tierras.

Iun kax: Dios del maíz y de los trabajos agrícolas. Se le representa como un joven con las piernas cruzadas.

IX cacau: Deidad femenina protectora de la planta del cacao.

IX canil: Deidad femenina benefactora de la floración del maíz.

IX chel: Diosa de la Luna.

IX tah: Diosa de los suicidas.

Kukulkán: (en quiché, Gucumatz). Héroe guerrero histórico divinizado. Equivale al Quetzalcóatl del panteón azteca.

Oxlahun ti cu: Las trece deidades del cielo, cuyas moradas están superpuestas en forma de pirámide ascendente.

Pok-tac-pok: Juego ritual de la pelota.

Tikal: Centro arqueológico situado en la actual Guatemala, cuyos centenares de edificios llegaron a albergar en sus tiempos de esplendor a más de cien mil personas.

Tzolkin: Calendario mágico de los mayas. Tenía 260 días.

Voc: Águila. Mensajero de los dioses del cielo.

Xibalba: Ser maligno. Aparición nefasta en un sueño, un trance hipnótico o producida por alguna planta alucinógena.

Zaqui-nin-ac: El gran jabalí blanco, varón de la pareja creadora de los mayas, que aparece acompañado de Zaqui-Nimá-Tziís, gran pisote blanca. También se les llama el Viejo y la Vieja. Son similares a los Manco Cápac y Mama Ocllo de la cultura incaica.

 

La religión del imperio inca

La saga de los hijos del Sol
De Tiahuanaco al nacimiento del imperio inca
"Sapa-Inca" o el emperador-dios
 
El mundo religioso inca

 

La saga de los hijos del Sol

 

De entre todas las culturas sudamericanas, sólo la inca puede compararse por su grado de desarrollo con la azteca y la maya. Tauantisuyu fue el imperio más extenso y avanzado socioeconómicamente de la América precolombina, unificado en lo lingüístico por el quechua, que aún hoy es hablado en muchas zonas andinas y del Altiplano por los descendientes de los que se autodenominaron hijos del Sol.

Por supuesto, hubo algunas civilizaciones menos famosas que precedieron a los incas en el territorio que más tarde ocuparían. Los habitantes -probablemente fruto de migraciones desde la Polinesia y el sur de México- de esta extensión que ocupaba los actuales estados de Perú, Bolivia, Ecuador, sur de Colombia y norte de Argentina y Chile pertenecían básicamente a dos culturas: la chimú (en el norte), de lengua quechua, y la chincha (en el sur), de lengua mochica. Sus dioses, que no exigían sacrificios humanos, estaban muy ligados a la naturaleza: el dios chincha de la tierra y el dios chimú del mar eran las divinidades primordiales.

Posteriormente tenemos noticias de Chavín de Huántar, denominado dios de los báculos: fue una deidad unificadora que durante siglos (400-1400 a.C.) fue adorada en el Altiplano peruano.

 

De Tiahuanaco al nacimiento del imperio inca

 

Tras un largo período poco conocido en el que las variedades en cuanto a los enterramientos sugieren una estructura religioso-social más compleja, llegamos a la civilización de Tiahuanaco (600-900 d.C.), cuya deidad principal era el "dios-puerta", llamado así porque su representación más famosa está en una puerta de piedra en las ruinas de la orilla boliviana del lago Titicaca. En el lado peruano floreció un pequeño imperio en torno a la región de Huari, cuya deidad principal era probablemente el mismo dios-puerta, lo cual sugiere con firmeza que la religión contribuía al impulso de las conquistas militares.

Durante un tiempo, el peso de la civilización preínca se trasladó a la costa, y cerca de la actual Lima se hallaba Pachacamac, centro de un famoso oráculo y de peregrinaciones rituales. Tras esto, una última etapa de predominio chimú fue truncada por la conquista inca.

Los incas llegaron al valle de Cuzco en el siglo XV y sometieron a los demás pueblos. Se consideraban hijos del Sol y, por tanto, de origen divino; su organización político-religiosa era perfecta, superior, pese a que desconocían la escritura, en muchos aspectos a las demás culturas mesoamericanas. Los 4 200 km de longitud del vastísimo imperio que conservaron tan sólo una centuria (1438-1532) eran llamados Tauantisuyu, que significa "país de las cuatro zonas".

Alrededor de la capital imperial, Cuzco, se estructuraban estas cuatro áreas (Collasuyu, Chinchasuyu, Antisuyu y Cuntisuyu), que adoptaban el sistema de archipiélago vertical por el cual el Estado imperialista controlaba y distribuía la riqueza.

 

"Sapa-Inca" o el emperador-dios

 

La unidad básica de organización social era el ayllu, grupo de parentesco endógamo que descendía por línea paterna de un antepasado común. El ayllu real era el del Sapa-inca ("inca único", en quechua), que era el emperador y descendía de Inti (dios del Sol): éste podía tener varias esposas, pero su consorte principal debía ser su hermana y su sucesor el hijo más competente que tuviera con ella, por lo cual el linaje divino se perpetuaba. Según Geoffrey W. Conrad, el ansia de conquista inca era espoleada por el propio emperador, que al no heredar las propiedades de su padre (le seguían perteneciendo tras su muerte), tenía que amasar su propia fortuna. El expansionismo militar era el único modo de hacerlo. La expansión religiosa era realizada, a su vez, al estilo de los romanos: se permitía a los indígenas de las zonas conquistadas que siguieran con sus propias religiones siempre que aceptaran la superioridad del culto a Inti.

En esencia, la religión inca era un culto a los antepasados, cuyos cuerpos y tumbas eran objetos sagrados a los que los diversos ayllus se encomendaban. Es decir, cada familia tenía sus propios muertos protectores. Las momias de los emperadores ocupaban un lugar de honor en los ritos y eran consultadas por los sacerdotes. Este culto a las generaciones precedentes se demuestra cuando observamos que Inti, el dios primordial, no es más que un antepasado de los emperadores.

Otros dioses destacados del panteón inca son Killa (la Luna, esposa de Inti), Viracocha (dios creador, al estilo del maya Itzam Na) y sobre todo, la Pachamama, que los actuales pobladores del Altiplano aún tienen muy presente en sus plegarias o cuando derraman la chicha (aguardiente) en el suelo para que les sea benigna.

Los rituales se regían por un calendario lunar. En ellos se sacrificaban llamas, se consumían chicha y coca (aún hoy, como sabemos, se trata de alimentos vitales para soportar el frío y el mal de altura en el Altiplano). Las Huacas eran lugares, personas u objetos sagrados que también recibían culto ceremonial.

Los incas dividían su cosmogonía en tres espacios: en primer lugar, el Janan Pacha (mundo de arriba), que era el lugar donde moraban los dioses, pero no era el cielo, sino que podía accederse a él por los sentidos. Luego estaba el Kay Pacha (mundo de aquí), claramente identificado con la Pachamama y las Huacas. Por último, el Uku Pacha (mundo de adentro) era la residencia donde moraban los muertos y donde se preparaban las semillas de nueva vida.

Los himnos que han legado los incas -traspasados a la lengua escrita por sus descendientes y algunos intelectuales hispanos- son una especie de poemas dedicados a dioses como la Pachamama, el Sol, la Luna o Viracocha. También existen textos teatrales (el más conocido es Ollantay, redactado un siglo después del fin de Tauantisuyu y transcrito por el sacerdote Antonio Valdés), en el que el protagonista es casi siempre el Inca o jefe supremo (en esta obra en concreto, Túpac Yupanki), quien, pese a su condición divina, tiene problemas que resolver y debe pedir ayuda a dioses más poderosos. Los textos en prosa también incluyen numerosas invocaciones a los antiguos dioses de Tauantisuyu.

Mención aparte merece el famoso Templo del Sol, que tiene este nombre pese a que se ha comprobado que no estaba dedicado exclusivamente a Inti, sino también a otros dioses. Conocido como Coricancha, este templo -el principal del imperio- estaba situado en Cuzco y lo regía un numeroso grupo de sacerdotes, entre los cuales el más poderoso era pariente cercano del emperador. Los sacerdotes eran ayudados por las mamaconas, bellas mujeres que ayudaban en los ritos y elaboraban la chicha, bebida sagrada que se utilizaba en ellos. También se encargaban de confeccionar los ricos trajes del emperador. Para hacernos una idea de la magnificencia del ritual, pensemos que el Inca único jamás se ponía dos veces el mismo vestido.

 

El mundo religioso inca

 

El sistema de creencias de los incas nos es conocido a través de sus tradiciones, recogidas por los cronistas hispánicos o indígenas en los años inmediatamente siguientes al descubrimiento y conquista de América. La religión de la casta imperial de los incas -una mezcla de creencias animistas, fetichismo, culto a la naturaleza y ceremonias quizá mágicas- manifiesta un complejo y refinado pensamiento metafísico. La religión se basaba en el culto al Sol (Inti); a él estaban dedicados los mayores y más ricos templos y se le dedicaban grandes ceremonias y sacrificios de llamas; eran innumerables los sacerdotes dedicados a su culto, así como las acllas, o "vírgenes del Sol".

Sin embargo, lejos de las complicaciones teológicas de los aledaños del emperador, la piedad del pueblo se dirigía únicamente a la veneración de un considerable número de fetiches llamados huacas: objetos que por cualquier motivo eran considerados sagrados; este carácter le provenía, al objeto, de haber estado en contacto con la divinidad o por tener alguna relación con los antepasados o con sus cadáveres momificados.

Acllawasi: Casa de las elegidas. Las acllas eran jóvenes buscadas por todo el imperio para ser recluidas de por vida en Cuzco como esposas de Inti.

Amaru: Dios serpiente que servía de vehículo de ascensión desde del Mundo de aquí al Mundo de arriba.

Arawiku: Poeta y declamador que recorría todo el imperio declamando, al estilo de los juglares y trovadores europeos.

Ayawaska: Potente alucinógeno procedente de la Amazonia, que se usaba con fines mágicos y medicinales.

Ayllu: Indio inca de la clase popular.

Capac inti raymi: Primer mes del año, en que se veneraba a Inti y señalaba el momento de iniciación de los incas jóvenes.

Chakra yapuy: Noveno mes del año, que se dedicaba a la primera siembra en tierra sagrada.

Hatun pukuy: Tercer mes del año, tiempo de grandes lluvias y ofrendas al Sol por el éxito de las cosechas.

Huaca: Fetiche de la clase humilde entre los incas.

Illapa: Rayo, dios celeste.

Inti: Dios del Sol, máxima deidad inca.

Kero: Vaso ceremonial de madera.

Kipu: Sistema mnemotécnico inca, consistente en cordeles con nudos de colores con significado numérico. Se ha descartado que fuera una forma de escritura.

Kuraka: Jefe o gobernante de un grupo familiar. Desde el Hunu Kuraka, que gobernaba diez mil familias, al Pachaka Kuraka, que dirigía cien, había diversos grados. Los que gobernaban menos de cincuenta se llamaban Kamayok.

Layqa: Hechicero, brujo.

Mamacocha: Madre de las aguas; su importancia era vital en una sociedad agraria como la incaica.

Mamapacha o pachamama: Madre Tierra. Se la tenía presente en todos los actos, pues regía la agricultura, la ganadería, el amor y la fecundidad, además de ser madre tutelar de todos los hombres.

Mama quilla: Madre Luna, esposa de Inti. Importante y venerada deidad que favorecía los matrimonios y las faenas agrícolas, por lo que se le solían sacrificar animales.

Ñusta: Princesa.

Pachacuti: Emperador inca al que se dirigieron los más hermosos poemas, himnos y oraciones incas que han llegado hasta la actualidad.

Pachapukuy: Cuarto mes del año, etapa en la que se produce la gran maduración de la tierra.

Paqarina: Lugar sagrado del que salió algún personaje mítico o el fundador de un ayllu.

Paqaritampu: Montaña tutelar de la que salieron Ayar Manco y sus tres hermanos y esposas para fundar el imperio inca.

Pukullo: Bóveda donde se depositaban las momias de los Sapa-Incas u otros personajes importantes.

Qorequenque: Ave sagrada de los incas.

Qoya raimy: Décimo mes del año, literalmente "Fiesta de la Reina", que estaba dedicado a Killa, la Luna, en cuyo honor se ofrecían purificaciones.

Runasimi: "Habla de la gente". Éste era el nombre que los incas daban a su lengua, aunque incorrectamente se ha conocido después como quechua.

Tauantisuyu: Literalmente, "Cuatro regiones", nombre del territorio inca. Se dividía en Antisuyu (Noroeste), Collasuyu (Sureste), Contisuyu (Suroeste) y Chinchasuyu (que comprendía la costa y la Sierra Norte).

Virakocha: Dios supremo, hacedor del mundo. Es además el dios civilizador que enseñó a los hombres el cultivo de la tierra, la alfarería, el tejido y las artes.

Titicaca: Lago del que, según la leyenda, salieron Manco Cápac y Mama Ocllo para fundar el Tauantisuyu.

Waka: En general, todo resto arqueológico relacionado con el pasado inca y preínca. Fueron perseguidas primero por los extirpadores de herejías y luego por los cazadores de fortunas.

Wanka: Nación andina ubicada en la sierra central de Perú, famosa por su espíritu independiente y guerrero. Su capital era Tunanmarka.

 

La religión en Sudamérica, la tierra de los chamanes

Un pensamiento mítico común y diverso
El Ser Supremo
El eje del mundo
 
Una constelación de creencias en Sudamérica
Nombres clave de las religiones precolombinas
Dios supremo
Madre Tierra
Planeta Venus
Dios padre
Rey (humano)
Dios de la guerra
Dios de los muertos
Dios del infierno
 
Pájaro hierofánico
Dios del viento
Dios de la vida
Madre de los dioses
Dios de las lluvias
Dios de la fertilidad
Diosa del amor
Dios rebelde
Dios de las cosechas
Diosa de las joyas
Dios del amanecer
Dios de la noche
Diosa Luna
Dios Sol
Primer hombre
Primera mujer
Dios del fuego
Dios del rayo
Héroe cultural
 
Dios de las aguas
Diosa del amor carnal
Dios del maíz

 

Un pensamiento mítico común y diverso

 

La tierra de los chamanes engloba etnias, culturas, naciones y parajes muy distintos en Sudamérica. El gran número de creencias las diferencia de las del imperio religioso inca. Por ello, muchas perviven en lugares donde el hombre blanco aún tiene problemas para acceder, especialmente en la Amazonia.

Cuando estudiamos las creencias de los numerosos grupos de indígenas que pueblan Sudamérica desde las selvas venezolanas a las gélidas costas de la Tierra del Fuego, hay que tener en cuenta dos paradigmas: el de la diversidad y el de ciertas bases de pensamiento mítico común. Un aspecto que hermana todas estas visiones religiosas es la división cosmogónica del universo en tres partes: el mundo superior, el mundo "de aquí" y el mundo inferior o inframundo. La diferencia con otras culturas (sin ir más lejos, la cristiana, que concibe, como sabemos, cielo, tierra e infierno) es que los tres mundos están conectados por el rito, las visiones, los sueños y, especialmente, la actividad de los chamanes. Éstos están presentes en casi todas las formas de religión indígena y son un puente entre los hombres y los dioses, además de ejercer de curanderos, guías espirituales y transmisores de la cultura oral. Muchos de ellos, al entrar en trance, se identifican con animales salvajes, especialmente el jaguar, que es un animal sagrado en todas la culturas de Latinoamérica.

Otro rasgo común es la idea de que el universo no ha sido creado de la nada, sino transformado a partir de algo (agua, fuego, tierra). A veces, a partir del verbo, como afirman los indios piaroas, según los cuales Buoka dio forma al mundo con una "brisa de palabras". Muchas veces los indígenas piensan que un elemento material une su mundo con el mundo superior, por lo general una columna o un árbol. Es el concepto de axis mundi.

 

El Ser Supremo

 

La visión del Ser Supremo en estas tribus suele ser la de un ente eterno, omnipotente, invisible y ocioso que hace ya tiempo que se ha alejado de los hombres, por lo que no se le suelen hacer ofrendas ni ceremonias. Muchos, sin embargo, creen en dioses menores, casi siempre relacionados con la naturaleza y cuestiones más cotidianas (sexo, guerra, iniciación, familia, viajes).

Pero, tal vez si ofrecemos ejemplos de las distintas culturas, veamos con más claridad el sustrato común; echemos una ojeada a distintas tribus, siguiendo un orden más o menos geográfico, de norte a sur.

En Venezuela encontramos varias tribus muy interesantes: por ejemplo, los yanomamas, cuya idea de la creación del mundo es muy original: no fue un ser supremo quien lo hizo, sino dos hermanos. También piensan que el reino de los muertos está en el mundo superior (lo habitual en estos pueblos es situarlo en el inframundo). También venezolanos son los makiritare, que tienen un concepto muy original del axis mundi: la parte baja de la columna que une el mundo con el cielo puede verse desde cierto monte, por lo que los lazos que atan lo terrestre con lo divino no son sólo abstractos, sino también materiales. La idea de cómo el creador formó a los hombres (similar al Adán bíblico) está también presente en muchas tribus de esta zona: los guahibos y los yupas piensan que el hombre fue creado a partir de figuras de madera, ya que el barro no ofrecía la suficiente resistencia al agua.

En Colombia hallamos a los uiotos, con una concepción religiosa muy típica de la Sudamérica no andina: aceptan que hay un dios creador (en este caso, Moma), pero no celebran ceremonias en su honor, porque después de crear el mundo, Moma se ha separado de él y no se le debe molestar. Por ello, los uiotos practican rituales relacionados con actividades más terrenales que el origen del hombre. En Santa Marta nos encontramos con un caso de asimilación cultural: los indios koguis y aruhacos, ambos de la familia teyrona, han adoptado -por contacto- el ancestral concepto inca de la Pachamama. Veneran a la madre común (tierra) como una diosa dormida que cuida de ellos. Por otro lado, presentan detalles propios: su tradición religiosa viene de antes de la llegada de los europeos y consideran a los blancos "hermanitos menores". Además, no se dejan tomar fotos, porque consideran que ello podría robarles el alma, por lo que vemos que creen en la dualidad cuerpo/espíritu.

En Brasil, tribus amazónicas como los sherentes, cayapós y shipayas tienen la creencia de que el mundo empezó cuando sus antepasados llegaron a sus dominios: venían de otra región del universo y al encontrar un lugar tan acogedor, se quedaron e iniciaron la historia del mundo. No obstante, algo tuvieron que ver los dioses creadores en todo ello. En concreto, los shipayas atribuyen el origen del hombre a Kumakari y los tucunas, a Dyai, quien los creó transformando peces que había pescado en el río. Otros grupos brasileños tienen otras teorías al respecto: según los mundurucúes, los pioneros subieron a la superficie de la tierra desde el inframundo, usando una soga. Los baikaris, por el contrario, piensan que sus primeros antepasados vinieron directamente del mundo superior.

Perú y Ecuador están bastante dominados por la cultura inca andina, pero también tienen zonas de selva donde los indígenas profesan creencias similares a las que estamos describiendo: en relación a lo dicho anteriormente sobre el material del que está hecho el hombre, los indios campas (Perú) piensan que el hombre está destinado a morir precisamente por estar fabricado con una sustancia tan frágil como el barro. Los secoyas de Ecuador tienen teorías religiosas muy interesantes: por ejemplo, que el creador dio lugar al mundo a partir de una gran masa cenagosa de la que hizo salir a un tatú (armadillo) que transportó un pequeño trozo de barro hasta sus manos. De él consiguió Ñane (la divinidad) extraer todo el material necesario para construir el mundo terrestre. Muchas religiones convienen en que dios crea a partir de la nada. Los secoyas lo suavizan diciendo que crea a partir de poca cosa: es decir, trasformando. La transformación es un concepto muy arraigado entre casi todos los indígenas americanos. Es una visión mítica de una inocencia casi infantil: recordemos cómo en los cómics Supermán conseguía un valioso diamante a base de estrujar con su superfuerza un pobre trozo de carbón.

 

El eje del mundo

 

En el sur, los matacos argentinos aportan a la teoría del axis mundi que el árbol que llevaba al cielo fue derribado por un anciano al que los cazadores habían ofendido ofreciéndole una ración de carne demasiado pequeña, mientras que los makás (Paraguay) opinan que fue la Luna quien derribó el árbol. Pero tal vez el pueblo más interesante de la zona sea el de los guaraníes, con sus migraciones, que han llevado a cabo en los últimos 200 años, guiados por sus chamanes. En ellas buscan un paraíso, la tierra sin mal, al que hay que llegar recorriendo miles de kilómetros y practicando danzas y ayunos que aligeren el peqo-achy (véase glosario) y les permitan llegar a ese lugar ideal donde no existen las enfermedades ni la muerte. Casi todos los pueblos de Sudamérica tienen la idea de que el mundo envejece y camina hacia su extinción, pero sólo los guaraníes creen que pueden huir de ello mediante las migraciones.

Como vemos, elementos comunes y particularidades que hacen de las culturas precolombinas y poscolombinas un mosaico religioso digno de estudio y rico en matices e imaginación mítica.

 

Una constelación de creencias en Sudamérica

 

Ademi: Canciones sagradas de los indios makiritare (Venezuela). Son cantadas por los chamanes para implorar la ayuda de los dioses, quienes se las enseñaron en sus viajes al mundo superior.

Amaru: Según los indios baniwas (Brasil), serpiente acuática que se apareó con un armadillo dentro de una cesta para dar origen a las diversas especies animales y también al hombre. Por ello, en los ritos iniciáticos de esta cultura las jóvenes aspirantes a mujer adulta son encerradas en canastas.

Axis mundi: En latín, "el eje del mundo". Se aplica a una creencia muy extendida entre los indígenas sudamericanos y según la cual un árbol, columna o escalera une el mundo terrenal con el cielo.

Buoka: Héroe fundador del mundo según los indios piaroas (Venezuela), que creó el mundo visible a partir de una "brisa de palabras".

Chamán: Especialista del trance, cuya alma puede abandonar el cuerpo para viajar al cielo o al inframundo. Son comunes en casi todas las religiones nativas precolombinas y poscolombinas.

Dyai: Dios de los indios tucunas (Brasil) que creó a la humanidad de una manera harto curiosa; fue a pescar, arrojó los peces en la orilla y éstos se conviertieron en los primeros hombres.

Kuwai: Dios creador de los indios guahibos (Venezuela), que trató por dos veces de hacer al hombre. Primero con barro y luego con cera. Al no tener éxito, probó con la madera y por fin lo consiguió.

Kwarup: Figuras antropomórficas talladas en madera por el dios Mavutsine (véase) para hacer inmortal al hombre. Por culpa de una intrusión inoportuna, no lo consiguió, pero los kamayurás aún los usan en los ritos de iniciación a la vida adulta.

Mavutsine: Dios creador de los kamayurás (Brasil).

Moma: Dios creador de los indios uitotos (Colombia), que lo identifican con la Luna. También se le llama nainuema ("el Inaccesible") y se dice que dio origen a todo a partir del vacío absoluto.

Ñanderuvusu: Dios de los indios guaraníes (Paraguay, Argentina, Brasil) que se encaramó en una cruz de madera para crear el mundo. Según la cultura guaraní, si este soporte se rompiera alguna vez, el mundo se desmoronaría.

Ñane: Dios creador de los indios secoyas (Ecuador). Hizo salir de un inmenso cenagal a un armadillo con un diminuto trozo de barro adherido al lomo. Ñane transformó este barro en el mundo. También se identifica con la Luna.

Peqo-achy: Según los guaraníes, el peso que las imperfecciones humanas pueden ejercer sobre los peregrinos, impidiéndoles llegar a su destino: la Tierra sin maldad.

Wlaha: Deidad de los indios marikitare (Venezuela) que regía las estrellas. Sobrevivió a las pirañas, caimanes y anacondas del Amazonas, y ascendió al firmamento junto con otras estrellas.

 

Nombres clave de las religiones precolombinas

Dios supremo

 

Civilización azteca: Tezcatlipoca

Civilización maya: Itzam Na

Civilización inca: Viracocha

 

Madre Tierra

 

Civilización azteca: Cihuacóatl

Civilización inca: Pachamama

 

Planeta Venus

 

Civilización azteca: Citlálpul

Civilización maya: Xux Ek (dios avispa)

 

Dios padre

 

Civilización maya: Qaholom

Civilización inca: Viracocha

 

Rey (humano)

 

Civilización azteca: Huey Tlatoani

Civilización inca: Sapa Inca

 

Dios de la guerra

 

Civilización azteca: Huitzilopochtli

Civilización maya: Ek Chuah

 

Dios de los muertos

 

Civilización azteca: Miccailhuitontli

Civilización maya: Ah Puch/Kizin

 

Dios del infierno

 

Civilización azteca: Mixcóatl

Civilización maya: Bolon Ti Ku (nueve dioses)

 

Pájaro hierofánico

 

Civilización azteca: Quetzal

Civilización maya: Kuk

Civilización inca: Qorequenque

 

Dios del viento

 

Civilización azteca: Quetzalcóatl

Civilización maya: Kukulcán/Gucumatz

Civilización inca: Virakocha

 

Dios de la vida

 

Civilización azteca: Quetzalcóatl

Civilización maya: Tlachiitonatiuh

Civilización inca: Virakocha

 

Madre de los dioses

 

Civilización azteca: Teteo Innan

 

Dios de las lluvias

 

Civilización azteca: Tlaloc

Civilización maya: Chaacs (varios dioses)

Civilización inca: Illapu

 

Dios de la fertilidad

 

Civilización azteca: Xipe Tótec (la diosa se llama Tzazolteotl)

Civilización maya: Hunahpú-Utiú

Civilización inca: Mama Quilla (femenina)

 

Diosa del amor

 

Civilización azteca: Xochiquetzal

 

Dios rebelde

 

Civilización azteca: Xolotl

 

Dios de las cosechas

 

Civilización maya: Chahal

Civilización inca: Illapu

 

Diosa de las joyas

 

Civilización azteca: Chicunai Itzlicunti

 

Dios del amanecer

 

Civilización azteca: Quetzalcóatl

Civilización maya: Hunahpú-Vuch

 

Dios de la noche

 

Civilización azteca: Tezclatipoca

Civilización maya: Akbal (jaguar)

 

Diosa Luna

 

Civilización azteca: Coyolxauhqui

Civilización inca: Mama Quilla

 

Dios Sol

 

Civilización azteca: Cuauhtli (el águila blanca)

Civilización maya: Itzam Na/Kinich Ahau

Civilización inca: Inti

 

Primer hombre

 

Civilización maya: Zaqui-Nin-Ac (Gran Jabalí Blanco)

Civilización inca: Manco Cápac

 

Primera mujer

 

Civilización maya: Zaqui-Nima-Tziis (Gran Pisote Blanca)

Civilización inca: Mama Ocllo

 

Dios del fuego

 

Civilización azteca: Xiutehcutli

Civilización maya: Tohil

Civilización inca: Viracocha

 

Dios del rayo

 

Civilización azteca: Tlaloc

Civilización inca: Illapa

 

Héroe cultural

 

Civilización azteca: Quetzacóatl

Civilización maya: Kukulcán

Civilización inca: Viracocha

 

Dios de las aguas

 

Civilización azteca: Huixtocihuatl

Civilización inca: Mamacocha (femenina)

 

Diosa del amor carnal

 

Civilización azteca: Tlazoteotl

 

Dios del maíz

 

Civilización azteca: Centeotl

Civilización maya: Ah mun


Las formas de religión en el África Negra

Una relación cotidiana
Antepasados y muertos vivientes
Los dioses tienen otras cosas en que pensar

En ninguna lengua de las que se hablan en el África no musulmana ni cristianizada existe una palabra para designar el concepto "religión". Este hecho da una idea de cuán diferente puede llegar a ser el concepto de lo ultraterreno y del sentido de la vida para estas culturas, que no tienen mayores preocupaciones de tipo cosmogónico. Lo religioso se concentra en un modo de vivir entre los demás, formando parte de una comunidad.

Los diversos cultos africanos están tan fragmentados como sus etnias: hay rasgos religiosos comunes en los grupos mayores (por ejemplo, la cultura yoruba en África occidental o la bantú en África oriental), pero también encontramos características propias en las numerosas tribus de cada zona. Existieron grandes imperios religiosos (Songay, Malí), pero la ausencia de textos o de doctrinas unitarias impide una contemplación unitaria del fenómeno religioso africano.

Debe destacarse la influencia de otros credos, que en algunos casos consiguieron desplazar las creencias nativas: el islam y el cristianismo se propagaron por gran parte del continente.

 

Una relación cotidiana

 

La presencia de dioses en las religiones africanas a menudo no tiene mayor sentido que justificar la existencia de fuerzas cósmicas que rigen el universo, pero en general apenas incide en la vida en común: los dioses viven apartados de los hombres, y éstos sólo se acuerdan de ellos en las grandes ocasiones, pero tienen alguien en quien confiar en su vida cotidiana: los antepasados.

La carencia de un lenguaje escrito tuvo como consecuencia probable la despreocupación de los africanos por lo teórico: la tradición oral está mucho más apegada a lo que los seres humanos conocen, por lo que las formas de religión de esta parte del mundo no son aficionadas a la reflexión abstracta o a las doctrinas rígidas. Si no existe un texto, difícilmente puede asentarse una doctrina; por ello, en el África Negra las creencias evolucionan con el mundo que rodea a quienes las profesan: las relaciones entre los miembros de la tribu, la naturaleza, los fenómenos naturales... Pero todos estos cultos tienen un denominador común, una creencia que engloba el presente, el pasado e incluso el futuro del grupo: el culto a los antepasados.

La vida después de la muerte no es un tema que el africano primitivo tenga muy claro: en sus creencias no hay cielo ni infierno. En la mayoría de aquellas culturas existe la creencia de que, al morir, cada uno se reunirá con sus antepasados en algún lugar, pero esta idea no conlleva implicaciones éticas o morales en el comportamiento cotidiano: el premio y el castigo no existen. La mayor parte de reglas que se obsevan en estas sociedades tienen sentido en el marco de la comunidad; es lo que los occidentales llamaríamos un "manual de buenas costumbres".

El culto a los antepasados equipara a los hombres y a las mujeres ya fallecidos con otras fuerzas cósmicas. Al contrario que en otras religiones, los dioses tienen menos poder que las almas de los difuntos y, salvo excepciones, no lo utilizan para influir en el mundo. En cambio, los ancestros sí velan por la tribu a la que pertenecieron. Al igual que en algunos cultos melanesios, en África los antepasados cuidan de sus descendientes por tradición pero también por interés propio: si algún cataclismo asolara a la tribu y ésta desapareciese -junto con su culto-, el antepasado perdería lo que le arraiga a la tierra, y se convertiría en un espíritu maligno y errante. Mientras el ancestro sigue conectado a su tribu, todo va bien para ambas partes: los descendientes le rinden culto y él los cuida y protege de las enfermedades y problemas de todo tipo. No como un dios inaccesible y lejano, sino como un ser que está presente en muchos aspectos de la vida del individuo.

Algunos de los miembros de la tribu se ponen en contacto con los antepasados a través de un oráculo y de los sueños. Incluso se dice que, en lugares solitarios, un espíritu puede aparecerse para advertir o aconsejar a su descendiente.

 

Antepasados y muertos vivientes

 

Hay que tener en cuenta que diversas culturas distinguen claramente entre antepasados y muertos vivientes. Los primeros son los miembros de la tribu que murieron hace mucho tiempo (por lo menos dos o tres generaciones atrás) y cuidan de sus descendientes. Por el contrario, el término muerto viviente alude a los muertos recientes: padres, abuelos. En el segundo caso, los difuntos pueden no tener todos los poderes ni la lucidez necesarios para usarlos de forma correcta, por lo que es mejor no recurrir a ellos: los muertos vivientes son utilizados de forma egoísta por personas con aviesas intenciones, los hechiceros y las brujas.

En casi toda África oriental y central el culto a los ancestros (y en algunos casos, a los muertos vivientes) es básico: en bantú se les llama muzimu y desempeñan un papel fundamental, ya que inciden desde el núcleo familiar en toda la tribu. Sin embargo, se discrepa sobre su valor religioso: según algunos antropólogos los antepasados no son fuente de un verdadero culto religioso, sino únicamente receptores del respeto y afecto de sus descendientes, de manera similar a como se entiende en la cultura cristiana, que honra a sus familiares difuntos por Todos los Santos poniendo flores en sus tumbas. Por el contrario, otros antropólogos sostienen que se practica un verdadero culto: los antepasados son realmente adorados y se les considera seres sobrenaturales que pueden incidir en cualquier aspecto de la vida.

Sin entrar en la polémica, lo que sí está claro es que los antepasados son el elemento más importante de las creencias aborígenes del África Negra, tengan o no estatus divino.

 

Los dioses tienen otras cosas en que pensar

 

No obstante, existe el concepto de divinidad, si bien es muy diferente del de otras culturas. Para empezar, comprobamos que casi todas las tribus, en particular las del grupo bantú, tienen la idea de un dios central o creador, generalmente llamado Mulungu (con todas sus variantes lingüísticas, como Mungu, Murungu). Ya antes de los contactos con el islam y el cristianismo se atribuían a este dios características antropomorfas y poderes ilimitados sobre la naturaleza. Se le identifica con determinados fenómenos que adquieren de este modo cualidades míticas: el sol es su ojo; la lluvia, su saliva; el trueno, su voz, etc. Algunas culturas dicen que vive en grandes montañas, como el Kilimanjaro o el monte Kenia. Se le rinde culto, pero con menor frecuencia que a los antepasados. Por ejemplo, los kikuyus de Kenia afirman que no se debe molestar al dios por nimiedades, y los ashantis (África occidental) sólo celebran ceremonias en momentos de gran apuro. Esto equipara la noción de un dios creador que se ha desentendido del mundo con la que tienen (recordemos) las tribus de indígenas no andinas de Sudamérica.

Aparte de espíritus menores (malignos o de antepasados) algunas tribus, como los basogas (Uganda), consideran que hay unos espíritus superiores, los babubale, que tienen categoría de dios y hasta se les dedican templos. No es habitual, pero en algunas culturas, como la yoruba (Nigeria) y otras, tienen incluso un panteón: alrededor del dios supremo yoruba, Olorun, existen unas divinidades secundarias, llamadas orisha, que están encargadas de diversos ámbitos. Algunos orisha son descendientes de Olorun, pero a su vez ancestros de los hombres actuales, por lo que han servido para perpetuar una serie de dinastías políticas, al estilo de los faraones egipcios o los sapa-incas de los Andes.


La religiosidad del África Negra

Una ética en honor al grupo
Brujas y hechiceros: ¿delincuentes o chivos expiatorios?
La tierra como fuerza cósmica común
La noción de Dios en el África negra

 

Una ética en honor al grupo

 

La religiosidad del África Negra no se basa en abstracciones o visiones individuales, sino en elementos que hermanan a los hombres y mujeres en unidades comunitarias. La familia, el clan, la tribu o el grupo étnico son lo más importante, y la mayoría de detalles religiosos están orientados a preservar esta armonía, por lo que quienes puedan perjudicarla (brujas, hechiceros) suelen ser marginados de inmediato.

En la mayoría de culturas africanas, los antepasados y algunos dioses que dieron el "soplo" a la vida humana son entendidos como expresiones tangibles (al menos en oráculos, sueños y revelaciones) de las fuerzas cósmicas. Pero su función suele ser más pragmática: ayudar a la comunidad en todas sus actividades. El componente social de estas ideas está muy claro. No responden a las grandes preguntas filosófico-religiosas de rigor ("quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos"), sino que son un referente, una tabla a la que agarrarse en el naufragio de las penalidades de la vida. Todos los componentes de la tribu respetan, veneran, temen y se sienten seguros con estas fuerzas porque garantizan la armonía social. Pero algunos pretenden utilizar el poder cósmico para sus propios fines. Son los llamados brujas y hechiceros.

 

Brujas y hechiceros: ¿delincuentes o chivos expiatorios?

 

Empecemos por diferenciar ambos conceptos. La diferente denominación no obedece únicamente al sexo, aunque en África la mayoría de brujas son mujeres y la mayoría de hechiceros, hombres. La diferencia es bastante compleja: en principio, las brujas están imbuidas de un poder maligno que raras veces pueden controlar y que las impulsa a actuar mal y a perjudicar a los demás. Por el contrario, los hechiceros son conscientes de que quieren hacer el mal, y son ellos quienes se ponen en contacto con las fuerzas malignas mediante ritos y conjuros. De todos modos, tan peligrosa puede ser para la comunidad la acción de unos como la de otros. Es conveniente descubrir a los hechiceros, para castigarlos o expulsarlos de la comunidad. Por lo que respecta a las brujas, a veces basta con exorcizarlas, aunque se han dado casos de lapidamiento.

A las brujas se les atribuyen poderes como el del vuelo o la metamorfosis, transformándose en monos o elefantes. Puesto que no son conscientes de su verdadera personalidad, pueden llevar una doble vida sin saberlo: mujer normal durante el día y bruja por la noche. Al amparo de las sombras, estas mujeres chupan la sangre a los incautos, celebran aquelarres, devoran las almas y matan a los niños.

La creencia en la existencia de estos seres maléficos suele deberse a razones sociológicas. Witte considera a brujas y hechiceros meras válvulas de escape de las tensiones sociales. Cuando alguien tiene un problema, ya sea de salud, económico, de relación, o afectivo, busca un culpable, porque se niega a admitir que se deba a la mala suerte. En estas situaciones es cuando es más fácil atribuir a alguien conocido malas intenciones, por envidia, manía u otras razones. De ahí a demonizar al rival, sólo hay un paso. El hecho de que los africanos crean en este tipo de personajes asociales y malignos se nos antoja primitivo, pero esto no es más que paternalismo y sentimiento de superioridad: en las sociedades industrializadas otros focos de demonización social tienen consecuencias tan trágicas como los destierros o muertes de brujas y hechiceros. Y si hablamos de fanatismo o superstición primitivos, no olvidemos que en nuestras ciudades, los "hinchas" de muchos equipos de fútbol insultan, atacan e incluso llegan a matar a personas cuyo único delito es pertenecer a otro equipo y, por tanto, a otro clan. Otro tipo de exclusión social o de justificación de la violencia.

No sólo las brujas y hechiceros son marginados. También hay casos de exclusión por razones que parecen peregrinas. Es conocido (especialmente para los amantes de la música) el caso del cantante y compositor Salif Keita: descendiente de una familia real en Malí y, por tanto, heredero de poderes políticos sobre decenas de tribus, fue rechazado por su padre desde que nació. El motivo es que era albino, y el blanco es un color que da mala suerte en las culturas de la zona. Keita emigró a Francia y triunfó en el mundo de la música étnica y ello le ha permitido volver cargado de honores a su país, pero el trauma de su infancia no podrá borrarlo de su memoria mientras viva; de hecho, algunas de sus canciones hablan de él.

 

La tierra como fuerza cósmica común

 

El apego de los africanos a su tierra es comprobable también en algunos detalles del culto a fuerzas superiores: la diosa que se correspondería a la Pachamama andina. Entre los yorubas, las divinidades femeninas se relacionan claramente con la tierra y las masculinas, con el cielo. Esta misma cultura llama a la madre tierra Iyanla ("gran madre"), pero son muchas las tribus de otras zonas que veneran a figuras similares.

El culto a los antepasados y el culto a la tierra están íntimamente relacionados porque ambos participan de lo que perpetúa la existencia de las tribus: la fecundidad. Por ejemplo, los ibos (África occidental) llaman a los antepasados "el antiguo pueblo de nuestra tierra". Y muchas tribus, a la hora de hablar de jefes o caudillos, distinguen claramente entre el "jefe político" y el "jefe de tierra". El primero puede haber conquistado un territorio, pero hay leyes que no puede imponer a los vencidos, pues de ellos es la tierra que habitan, la tierra que habitaron sus antepasados (objetos primordiales de la religiosidad) y que les pertenece porque están arraigados en sus parajes. No es de extrañar, por tanto, que los nativos que abandonan sus poblaciones para vivir en las grandes ciudades africanas (Nairobi, Lagos, Ciudad del Cabo) acaben abandonando sus creencias y siendo asimilados por las doctrinas cristiana y musulmana.

 

La noción de Dios en el África negr

 

El investigador John Mbiti publicó en Londres, en 1970, su obra Concepts of God in Africa. En ella incluye una lista de diversas tribus de África central y oriental con los nombres que utilizan para designar el concepto de ser creador y todopoderoso.

He aquí algunos ejemplos en los que puede observarse que el nombre Mulungu, y sus similares, es el más repetido porque las lenguas de estas zonas tienen un léxico común para aspectos muy básicos, como ocurre con las diversas ramas de lenguas indoeuropeas.

Pueblo: Abaluyia

País: Kenia

Nombre: Wele

Pueblo: Akamba

País: Kenia

Nombre: Mulungu

Pueblo: Ankore

País: Uganda

Nombre: Ruhanga

Pueblo: Baganda

País: Uganda

Nombre: Katonda

Pueblo: Banyarwanda

País: Ruanda

Nombre: Imana

Pueblo: Banyoro

País: Uganda

Nombre: Ruhanga

Pueblo: Barundi

País: Burundi

Nombre: Imana

Pueblo: Bemba

País: Zambia

Nombre: Mulungun

Pueblo: Chaga

País: Tanzania

Nombre: Ruwa

Pueblo: Gogo

País: Tanzania

Nombre: Mulungu

Pueblo: Ila

País: Zambia

Nombre: Leza

Pueblo: Kikuyu

País: Kenia

Nombre: Murungu

Pueblo: Meru

País: Kenia

Nombre: Murungu

Pueblo: Shona

País: Zimbabwe

Nombre: Mwari

Pueblo: Sukuma-Nyamwezi

País: Tanzania

Nombre: Mulungu

Pueblo: Swahili

País: Kenia, Tanzania

Nombre: Mungu

Pueblo: Yao

País: Malawi, Mozambique

Nombre: Mulungu 

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