LAS RELIGIONES DEL MUNDO

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La religión en la antigua región escandinava

Dioses guerreros y crueles
Dioses guerreros
El Valhalla y el reino de Hel: la importancia de morir en batalla
Cosmogonía de la religión vikinga
Los dioses de los mares

 

Dioses guerreros y crueles

 

Hacia el III milenio antes de nuestra era, sucesivas oleadas de pueblos germánicos, procedentes de Europa central, colonizaron la región escandinava, llevando consigo el culto a la personificación de diversas fuerzas de la naturaleza, común a la mayoría de las religiones indoeuropeas. Estas migraciones coincidieron con un progresivo cambio climático que trajo inviernos más largos y gélidos.

Los Aesires eran dioses guerreros, moradores en Asgard, descendientes de un primer dios, Buri, según parece carente de atributos, que fue engendrado por la vaca primordial Audumla cuando lamía un bloque de sal. El dios mayor era Odín (o Wotan), llamado "padre de los dioses" y dotado de poder sobre todos ellos. Suya era la sabiduría, encarnada en dos cuervos, Hugin y Munin, que siempre le acompañaban. Aconsejaba a los reyes, a veces disfrazándose de mendigo e introduciéndose en las cortes reales y, armado de la imparable lanza Gungnir, era también un temible guerrero.

 

Dioses guerreros

 

El segundo Aesir en importancia era Thor, hijo de Odín y campeón, señor de la tempestad y la batalla furiosa; él imbuía en los guerreros (berserks) la furia asesina en combate. Poseía un martillo mágico, llamado Mjolnir ("el aplastador"), que siempre volvía a la mano que lo había lanzado.

Tyr, hermano o hermanastro de Thor, era el dios de la espada, la batalla juiciosa y la justicia; Tyr y Thor se complementaban de la misma manera que los griegos Ares y Atenea.

Evidentemente, los vikingos no sólo creían en los dioses guerreros, pero en esta sociedad las armas eran empuñadas por la clase gobernante, puesto que estos dioses se convirtieron en los más importantes para el pueblo. Las numerosas historias de Thor, en las que recorre el mundo matando gigantes con su martillo, junto con las historias que escribieron testigos extranjeros, confirman esta teoría.

 

El Valhalla y el reino de Hel: la importancia de morir en batalla

 

Si un hombre moría en combate, iba al Valhalla, donde los muertos luchaban de día y al anochecer sus heridas se cerraban; entonces se reunían en un gran banquete presidido por Odín y atendido por las valkirias. Las mujeres o los hombres que fallecían de muerte natural iban al submundo, donde reinaba Hel. Éste era un lugar muy oscuro, donde las almas de los muertos flotaban por doquier como sombras sin cuerpo. Por supuesto, los vikingos preferían la muerte en batalla.

Los agricultores adoraban a Frei y Freya, dioses de la fertilidad. Los comerciantes y marinos invocaban a Njord (la antigua diosa Nertus) cuando necesitaban vientos favorables en sus viajes. Y otras profesiones tenían a otros dioses menores por patronos. Los nórdicos creían en la existencia de numerosos dioses de distinta importancia. Aparte de los Aesires, existían los Vanires, dioses de origen misterioso aliados de los primeros, si bien se habían combatido y cambiado rehenes, como Frei y Freya: esto sugiere que los Vanires eran deidades agrícolas, posiblemente anteriores al culto Aesir. Hay otras divinidades sin una filiación clara, como Loki, dios cuyo poder residía en la mentira y que siempre acompañaba a los Aesires. También poseían numerosos diosecillos y genios, como los enanos, elfos, gnomos y koboldos. Era normal que cada casa tuviera su correspondiente enano o ninfa tutelar, a los que se podían ofrecer sacrificios para recibir su ayuda u obtener una suerte favorable.

 

Cosmogonía de la religión vikinga

 

Los vikingos creían que el universo era un gran fresno llamado Yggdrasil. Bajo el fresno, entre las raíces (en el submundo de Hel), vivían las Nornas, tres mujeres ancianas (como las Moiras griegas) que tejían los hilos de la vida en un gran tapiz para el que se empleaban los hilos de todas las vidas. Cuando una persona moría, cortaban su hilo. Los hombres vivían en el medio de Yggdrasil, en un lugar llamado Midgard, formado por Odín y sus hermanos a partir del cadáver del gigante Ymir. Los malignos gigantes del hielo, los Jötuns, vivían en Utgard, en el otro extremo del fresno. Querían invadir Midgard, y estaba escrito que llegaría el día (Ragnarok) en que ellos, junto a los grandes demonios (Hel, Surtur, Loki, el lobo Fenris, la serpiente Iörmungadr...), combatirían y darían muerte a los dioses, cuando las crías de Fenris hubieran devorado el Sol y la Luna y el invierno eterno se cerniera sobre la Tierra. Pero hasta entonces, los Aesires protegían Midgard de los Jötuns y las tramas del infame Loki. Los dioses vivían en Asgard, en la copa del árbol.

Por desgracia, no existen muchos testimonios escritos originales sobre los vikingos, ya que la escritura fue casi desconocida hasta la llegada del cristianismo. Algunas de las fuentes son las antiguas piedras rúnicas, donde se describe superficialmente a los Aesires, y algunos de sus rituales. Otra fuente de información son las historias de Islandia y los textos de los mercaderes árabes originarios de Oriente Medio. Una tercera fuente, mucho menos fiable, fueron las historias escritas por monjes, a menudo posteriores a la era vikinga, con las que los cristianos intentaban desterrar el culto a los Aesires.

Además, existen restos arqueológicos que ofrecen alguna información más sobre el culto a los Aesires; en su mayor parte se trata de tumbas halladas en aldeas vikingas.

En la actualidad, en las excavaciones de las tumbas, los arqueólogos pueden encontrarse con numerosas sorpresas: desde restos de caballos hasta pequeñas joyas, como un amuleto con la conocida representación del martillo de Thor. Eso indica el alto grado de convicción en la existencia de una vida después de la muerte en el culto Aesir.

Sin embargo, es probable que estas tumbas correspondan al período en que el cristianismo empezó a desplazar el culto pagano vikingo. Esto significaría que los vikingos ofrecían sacrificios en honor a los muertos, a quienes por otra parte ofrecían comida, y a quienes amortajaban con joyas y símbolos tanto paganos como cristianos, quizás porque querían asegurarse de que el difunto llegara a un sitio de descanso, ya fuera el Valhalla o el mismo cielo.

 

Los dioses de los mares

 

Marineros muy expertos, navegantes incansables, temidos por doquier, los pobladores del Norte, procedentes del frío, entendieron la divinidad a la medida de la propia fuerza, de la propia brutalidad.

Entre ellos, los conceptos del Mal y de la muerte se fueron asociando al frío, a la oscuridad de los largos inviernos y al propio Norte, la morada de los hielos oscuros. El Bien, sin embargo, era para ellos las fuerzas contra las que combatían para conquistarlas: la luz del sol, lo cálido, las tierras feraces.

Aesires: Nombre de los dioses hijos de Borr (Buri).

Asgard: Morada de los dioses, guardada por el gigante Gangler; albergaba también los palacios de Odín y de los héroes muertos (el Valhalla).

Balder: Hijo de Odín y Frigga, dios de la primavera, famoso por su belleza y amable carácter.

Berserk: Guerrero que recibe la furia asesina de Odín en la batalla. Hermod señalaba a los combatientes elegidos con la lanza Gungnir, y éstos veían su fuerza multiplicada, como es parodiado sutilmente en la película Eric el Vikingo, de Terry Jones.

Bifrost: El arco iris que servía de puente entre Asgard (morada de los dioses) y Midgard (la Tierra).

Bragi: Dios de la música, tañedor del arpa.

Brock: Herrero enano que, para demostrar que era más hábil que Dvalin, fabricó el anillo Draupnir, el jabalí Gullinbursti y el martillo Mjolnir.

Dvalin: Herrero enano que, a instancias de Loki, fabricó el barco Skidbladnir, la lanza Gungnir y un hilo de oro mágico para dar una nueva cabellera a Sif.

Frei: Uno de los Vanir, dios de la fertilidad, poseedor del jabalí dorado Gullin-bursti y del barco Skidbladnir, que navegaba tanto por los aires como por el agua y podía doblarse hasta que cupiera en un bolsillo.

Freya: Hermana de Frei, también Vanir, diosa benevolente y cazadora.

Frigga: Diosa de las nubes, esposa de Odín, equivalente a la romana Juno. Es la única, aparte de Odín, que podía sentarse en el trono Hlidskialf, desde el que se contemplaba toda la Tierra.

Ginnungagap: La sima primordial en el centro del universo, rodeada por Niflheim, Muspellsheim, Gladsheim y Vanaheim.

Gladsheim: Literalmente, "morada de los dioses". Erigida sobre las ramas de Yggdrasil, acogía a Asgard, Valhalla y las demás moradas de los Aesires.

Gungnir: Lanza mágica de Odín, irrompible e infalible, en cuya punta estaba el anillo Draupnir, emblema de la fertilidad. Era tan sagrada que no podía romperse un juramento hecho sobre ella. Una de las señales del Ragnarok era que su asta se rajaría.

Gylfi: Rey de Suecia que, según se cuenta en el Edda joven, viajó en sueños hasta las puertas de Asgard, donde el guardián Gangler le explicó la historia de los dioses. Gylfi fue el impulsor del culto a Odín en Escandinavia.

Heimdall: Vigilante que con su cuerno toca siempre una nota suave, excepto en el Ragnarok.

Hvergelmir: Manantial inagotable de agua hirviente de Niflheim. De él partían hacia la sima doce corrientes, llamadas Elivagar.

Idun: Diosa de la juventud, una de las Aesires.

Jötuns: Gigantes del hielo.

Loki: Dios maligno y experto en las artes de la mentira, máximo rival de Thor y Odín.

Mjolnir: Martillo con que Thor llamaba a la tempestad; fue forjado por el enano Brock, aunque Loki hizo que quedara corto de mango.

Muspellsheim: Reino del fuego elemental, situado frente a Niflheim, al otro lado de la sima.

Niflheim: Reino de la niebla, origen del frío y la oscuridad. De su centro brotaba el manantial Hvergelmir.

Odín: También llamado Wotan, dios tuerto que reinaba sobre el viento, y era guía de los líderes de los hombres y rey del panteón vikingo. Tenía el trono más alto de Asgard, llamado Hlidskialf. También representa la sabiduría.

Sif: Esposa de Thor, cuya cabellera dorada y más hermosa que el sol fue robada por Loki. Thor, enfurecido, obligó al dios ladrón a reparar el daño, cosa que Loki hizo con la ayuda de Dvalin.

Surtur: Gigante del fuego, gran enemigo de los Aesires y Vanires. Habitaba en el Muspellsheim.

Thor: Hijo de Odín y Jörd, dios del rayo, el trueno y la tempestad, principal campeón de los Aesires en su lucha contra el diablo Surtur y sus criaturas malignas.

Tyr: Hijo de Odín y Frigga; era dios de la guerra y la justicia, como la griega Atenea. Fue el único que se enfrentó al lobo Fenris, y permitió que le devorara la mano izquierda por haber roto su juramento, cuando los Aesires ataron a la bestia.

Valhalla: El paraíso escandinavo. A él iban los guerreros que se habían destacado y muerto en combate. En el Valhalla los héroes peleaban entre sí para prepararse para la llegada de Ragnarok, momento en que formarían el ejército de Odín; entre los combates celebraban banquetes en una mesa presidida por Odín y atendida por las valkirias.

Vanaheim: Hogar de los Vanas o Vanires, situado frente a la sima Ginnungagap.

Vanires: Dioses del océano y la fertilidad. Pelearon con los Aesires y se intercambiaron rehenes: Frei, Freya y su padre.

Volla: Sirvienta preferida de Frigga y representación de la abundancia.

Yggdrasil: Fresno que alberga el mundo de los dioses (Asgard), de los hombres (Midgard) y de los demonios.

Ymir: Primero de los gigantes y el mayor de ellos. Cuando Odín, Vili y Ve lo mataron, su sangre causó un diluvio que exterminó su estirpe. De su carne fue creado Midgard; de su sudor, el océano; de su calavera, los cielos; de sus sesos, las nubes; con sus cejas se construyó una valla que rodeaba el mundo, y sus huesos y dientes formaron montañas y precipicios. Los bosques y las hierbas nacieron de su pelo.

 

La religión de los celtas

Un culto a las rocas y a los árboles
El bosque, lugar de ritos
El panteón celta
Nombres sagrados en la cuna de Europa

 

Un culto a las rocas y a los árboles

 

Los celtas eran el pueblo dominante en Europa poco antes de que fueran desplazados por los romanos y germánicos. Practicaban una religión de la que se sabe poco, aunque su mundo de héroes, druidas y magos ha inspirado leyendas posteriores, como los mitos artúricos.

Es obligado recurrir a los autores griegos (Posidonio) y romanos (Julio César, Lucano) para conocer los mitos célticos. Estas crónicas rara vez son imparciales y en ellas se presentaba interesadamente a los celtas como unos salvajes, amantes de los sacrificios humanos. Otra fuente son los mitos conservados en forma de texto (el Mabinogion o el Toro de Quelgny, por ejemplo) que se recogieron en época cristana: los monjes, aun adaptando algunas historias para cristianizarlas, conservaron una tradición que de otro modo se hubiera perdido.

 

El bosque, lugar de ritos

 

Los celtas no construyeron templos hasta la romanización. Los druidas, sacerdotes de esta cultura, consagraban para el culto elementos de la naturaleza, especialmente árboles centenarios, bosques, cuevas o manantiales. El culto se basaba en la interrelación del shi, o elemento divino, con el mundo humano. El shi era fiel reflejo de este mundo, pero mejorado y mucho más agradable. Entre las plantas, eran consideradas sagradas el roble, el tejo, la encina, el avellano y el muérdago, además de todos los árboles que daban nombre a las letras del alfabeto ogham, que también es llamado el "alfabeto del bosque". De los manantiales, los restos arqueológicos indican que los que brotaban en el interior de las cuevas o que parecían surgir "de la nada" (las bocas exteriores de ríos subterráneos, por ejemplo) gozaban de una especial reverencia, y en ellos se celebraban los ritos más solemnes.

Animales sagrados o de especial significado para el mundo céltico eran el ciervo, símbolo del bosque; el oso, que representaba la fuerza, el poder y la realeza; el jabalí, que suele aparecer asociado a los guerreros y el combate; y el salmón, que representaba el tiempo y la sabiduría que conlleva; en las leyendas fianna se cuenta que el animal más viejo de Irlanda es un salmón que, cocinado, dará a quien lo coma el conocimiento de todas las cosas pasadas y futuras.

Asimismo, los celtas también tenían en gran estima la palabra; es el caso de las geise (tabú que de no ser respetado acarreaba terribles consecuencias).

El año celta, basado en meses lunares (de los cuales, la primera quincena era de buen augurio y la segunda, funesta), se dividía a su vez en dos grandes períodos que se iniciaban con dos festividades principales: Beltine (en mayo), la fiesta de los fuegos, de Belenos y propicia para la guerra, la caza, el matrimonio y el ganado; y la noche de Samhain (origen del actual Halloween y Noche de Difuntos), que marcaba el fin del verano y estaba consagrada a Cernunnos, dios cazador de los bosques, que también era el dios de la muerte y señor del otro mundo. Habitualmente se le considera emparentado con el griego Caronte y el etrusco Charun. A su vez, estas estaciones se dividían en dos períodos iguales, marcados por dos fiestas intermedias: la de la cosecha (Lughnasadh, en verano), consagrada a Lugh, y el Imbolc (primavera), la fiesta de la fertilidad, dedicada a Brigid.

 

El panteón celta

 

Lugh, el dios solar, era una de las deidades más importantes del panteón celta. Grandes ciudades llevaban su nombre (por ejemplo, Lyon, antiguamente Lugdunum) y era el padre de grandes héroes, como el irlandés Cúchulainn. Además enseñó a los hombres el trabajo manual y las artes.

Cernunnos rivaliza en importancia con el astuto y hábil Lugh. Era el dios de la caza y se le representaba con cuernos de ciervo, gruesa capa y arco de cazador. Por los escritos de César conocemos a Tutatis, nombre que proviene de "tuata", que significa tribu en gaélico. Es de señalar la ausencia (excepto en Irlanda, con Mannanan) de una deidad marina; quizá se deba a que el origen de los celtas se hallaba en tierra firme.

Por las sagas irlandesas tenemos noticia de los fomori, seres deformes y demoníacos, cuyo rey tuerto, Balor, podía matar con la sola mirada de su único ojo.

Hay que tener en cuenta que las atribuciones de las divinidades celtas no eran exactas ni constantes: no siempre se representa al mismo dios del mismo modo. Los símbolos físicos que distinguen a los dioses cambian de una zona a otra: los cuernos adornan a menudo tanto a Lugh (por ejemplo, en el caldero de Gundestrup) como a Cernunnos. Además, el hecho de que las imágenes suelan carecer de inscripciones dificulta su identificación con las divinidades que aparecen en las fuentes escritas. Del dios herrero tan sólo conservamos el nombre, pero no el aspecto: en Irlanda Goibnhiu y en Gales Gofannon.

En el más allá celta, el Tir Na N'og (perífrasis gaélica que significa "tierra de los siempre jóvenes"), los muertos conviven con los dioses. Es un mundo parecido al terrenal, aunque más hermoso, y en él todos se mantienen eternamente jóvenes. Está más allá del mar, pero a veces es posible acceder a él a través de las puertas mágicas que se abren en los túmulos funerarios (brugh) y otros lugares señalados. Aunque los dioses y los habitantes del otro mundo (Shi) pueden cruzarlas a voluntad, sólo los magos más cualificados de entre los humanos son capaces de hacer lo mismo.

La cultura y los ritos celtas han pervivido en diversos enclaves europeos (Gales, Escocia, Irlanda, Bretaña, Cornualles, Galicia, Asturias), y tanto su música de gaitas y violines como sus leyendas literarias siguen gozando de gran popularidad.

 

Nombres sagrados en la cuna de Europa

 

De Parsifal a los mitos del Grial, caballeros de la Mesa Redonda y santos, señores feudales y embaucadores que terminaron (o no) en las hogueras. Europa se asienta sobre una nebulosa de mitos y montañas vestidas de bosques entre los cuales se vislumbran monasterios cristianos con un cultura en ocasiones heredada de los druidas celtas.

Angus Og: Dios irlandés del amor, hijo de Dagda y de Boanna (el río Boyne).

Balor: Personaje legendario tuerto y rey de los fomori.

Belenos: Dios sanador, identificado frecuentemente con el griego Apolo. Tenía dedicados varios templos en Aquitania.

Beltine: Celebración en la que se invocaba al dios Belenos para favorecer la caza, la ganadería, el matrimonio y, en ocasiones, la guerra.

Brigit: Diosa de la curación, la artesanía y la poesía.

Cernunnos: Dios del reino de los muertos, que solía ser representado con cornamenta de ciervo y capa de piel. En su honor se celebraba el Samhain, fiesta precursora del actual Halloween o de la noche de Todos los Santos.

Cúchulainn: Campeón celta, hijo del dios Lugh, que defendió en solitario el Ulster contra la invasión de un ejército del resto de Irlanda, según se cuenta en el Táin Bo Cuailgne. Su nombre significa "perro de Cullan", ya que en su juventud mató al perro guardián de un herrero llamado Cullan y se ofreció a suplirlo hasta que crecieron los cachorros.

Dagda: Rey de los Tuatha De Dannan (pueblo de Dana).

Dana: Nombre irlandés de la diosa celta Brigit.

Danaanosd: Pueblo que llegó a Irlanda desde el cielo y, que como los fir bolgs, inició la historia de los hombres en la isla.

Deirdre de los Pesares: Heroína de una de las leyendas del Táin Bo Cuailgne. Esta historia parece que sirvió de base a la leyenda fianna de Dermot y Grainné, y a la de Tristán e Isolda.

Epona: Poderosa diosa yegua de los galos. Los irlandeses la llamaban Macha y los británicos Morrigan.

Fergus: Héroe céltico irlandés, compañero del mítico Cúchulainn.

Filidh: Sacerdotes de menor categoría que los druidas, que en la Galia eran llamados Vates.

Fir Bolg: Pueblo mítico que, según las leyendas celtas, fueron el grupo dominante entre los primeros pobladores de Irlanda.

Geise: Maldición o tabú, instaurada por los druidas, que, en caso de no ser respetada, acarreaba graves consecuencias al infractor.

Gundestrup: Caldero celta, uno de los restos arqueológicos más importantes porque está decorado con representaciones de varios personajes mitológicos célticos.

Imbolc: Fiesta de la primavera dedicada a Brigit, que incluía ritos de fertilidad.

Lyr: Deidad irlandesa relacionada con el mar. Su hijo Mannanan desempeña oficialmente el papel de Señor de los océanos.

Lugh: Divinidad principal que, como el Wotan germánico, era tuerto, empuñaba una lanza y tenía dos cuervos. Se le dedicaba el Lugnasad o fiesta de verano.

Naisis: Hijo de Usna. Amante de Deirdre de los Pesares.

Ogham: Alfabeto sagrado de carácter iniciático que sólo conocían los druidas, utilizado en diversas fórmulas mágicas y advocaciones. Era llamado el alfabeto del bosque.

Rama Roja: Hermandad irlandesa de guerreros liderada por el rey Conn de Ulster, a la que pertenecía el héroe Cúchulainn.

Shi: Correspondencia en el ámbito divino del mundo real.

Tain Bo Cualigne: Literalmente, "el toro pardo de Quelgny". Gigantesca epopeya irlandesa, con numerosas historias intercaladas o añadidas, sobre la guerra entre el Ulster y el resto de Irlanda, por Donn Cualigne, un toro mágico propiedad del rey Conn.

Taranis: Uno de los dioses galos de la guerra.

Tir Na N'og: Paraíso situado más allá del mar, donde los dioses convivían en armonía con los muertos, que gozaban de la vida eterna sin envejecer jamás. También se le llamaba el Mundo Occidental.

Transmigración: Creencia común a varias culturas, entre ellas la druídica, según la cual las almas de los difuntos van a parar a otros cuerpos.

Tuatha de Dannan: Nombre que se daba en Irlanda al colectivo de los dioses, aunque estrictamente sólo se refiriera a una tribu de ellos.

Tutatis: Dios tutelar de las tribus galas, a veces con connotaciones guerreras.

 

Los druidas de los pueblos celtas

Acerca de la sabiduría entre los celtas
Ogham: el alfabeto sagrado
De los bosques a los templos
Algunos aspectos de las religiones celta y escandinava
Deidad principal
Paraíso en el más allá
Diosa de la fertilidad
Animales sagrados
Arma mágica
Dios del infierno
Criaturas silvanas (del bosque)
Culto a los muertos
Dios maléfico
Herrero de los dioses
Árbol mágico
Aguas sagradas
Actividad sagrada

 

Acerca de la sabiduría entre los celtas

 

En su origen "druida" significaba "aquel que conoce el roble". Esta perífrasis en la que se relaciona el conocimiento natural con la sabiduría misma, indica hasta qué punto aquel árbol sagrado estaba arraigado en el modo de vida y en la religión celta.

Los testimonios más antiguos que se conservan sobre los druidas se remontan al siglo III antes de nuestra era y corresponden al escritor griego Posidonio; el relato más detallado, sin embargo, se encuentra en las obras de uno de los enemigos más encarnizados del pueblo celta, Julio César.

Según el emperador romano, había en la Galia dos tipos de hombres a los que se tributaban honores: los nobles y los druidas. Los druidas se encargaban de los sacrificios públicos y privados, y muchos jóvenes acudían a ellos para ser instruidos. Juzgaban las querellas privadas y públicas y dictaban sentencias. A quien no acatara la sentencia, se le prohibía asistir a los sacrificios, que era la pena más grave. Entre los druidas se elegía el gran druida, la máxima autoridad, y a su muerte se elegía a otro. Cuando dos de ellos reunían los mismos méritos la elección se realizaba en una asamblea y, a veces, incluso recurriendo a las armas.

 

Ogham: el alfabeto sagrado

 

Los druidas iniciaban su formación en la infancia. Ejercían de consejeros de los jefes y tenían conocimientos de medicina, magia y escritura, basada en el alfabeto oghámico, que sólo ellos conocían y que era sagrado. También estaban instruidos en el arte de la poesía, que compartín con los bardos y los filidh, sacerdotes de menor rango, pero que eran muy respetados en la sociedad celta. En la Galia, los filidh eran llamados vates.

Los druidas estaban exentos de pagar tributos y de las actividades guerreras, por lo que muchas familias enviaban a sus hijos a las escuelas druídicas para que fueran druidas: los privilegios que conseguían no eran pocos. Estudiaban astronomía, filosofía natural, derecho, literatura y mitología, y algunos tardaban veinte años en completar su formación. El dogma principal de la doctrina druídica afirmaba que el alma era inmortal y por tanto, tras la muerte, pasaba de un cuerpo a otro. La reencarnación es una creencia inusual en las culturas europeas, lo cual indica la peculiaridad de la religión céltica. La guerra también estaba relacionada con su actividad, ya que, aunque no participaban directamente en la lucha caía bajo su responsabilidad preparar a los guerreros para la batalla, probando en ellos una especie de frenesí bélico.

Los druidas ofrecían sacrificios humanos para curar a los enfermos graves y para proteger a los que arriesgaban su vida en el campo de batalla. Por lo general, los sacrificados eran delincuentes, pero alguna vez se elegían víctimas inocentes para dotar de mayor eficacia al rito. Los emperadores romanos Tiberio y Claudio prohibieron los sacrificios humanos y, según la leyenda, san Patricio -patrón de Irlanda- acabó con ellos en la isla. También se dice que el santo prohibió los ritos que incluían ofrendas a los demonios o el intercambio sexual entre los reyes y la diosa de la soberanía, práctica que, aunque desapareció de los rituales, perduró en la tradición literaria.

 

De los bosques a los templos

 

En el período más antiguo de la civilización celta, los ritos druídicos se celebraban en los claros del bosque. Como sabemos, la naturaleza era un elemento crucial en la localización y celebración de sus rituales: el roble sagrado, los ríos (y especialmente sus nacimientos) y los acantilados. En Irlanda quedan muchos restos (sobre todo dólmenes y otras piedras sagradas) en estos agrestes lugares, llamados cliffs, donde los druidas solían reunirse frente al mar y junto a vertiginosos acantilados. Basta con visitar los enclaves de las islas Aran (al oeste de Irlanda) para advertir la influencia de estos cultos antiguos: los lugareños todavía hablan el gaélico, lo cual parece un milagro lingüístico, que la revitalización de la cultura celta en la vecina ciudad de Galway está haciendo cada día más creíble.

Los edificios sagrados (templos) se usaron sólo a partir de la influencia romana. En la Galia, los druidas fueron eliminados bajo el gobierno de Tiberio -entre el 14 y el 37 antes de nuestra era- y probablemente poco después en Bretaña. En Irlanda perdieron sus funciones sacerdotales tras la llegada del cristianismo, pero sobrevivieron como poetas (en gaélico filid), historiadores (senchaidi) y jueces (brithemain). Muchos estudiosos afirman que los brahmanes hindúes en el este y los druidas célticos en el oeste son los últimos supervivientes del antiguo sacerdocio indoeuropeo.

En cuanto a las fuentes en que nos hemos basado a lo largo de los años para conocer la cultura druídica, ya hemos nombrado a Julio César, que tal vez es la máxima autoridad. Pero también es importante la descripción de estos sacerdotes a cargo del filósofo estoico Posidonio. Muchos de los datos que él aporta fueron confirmados siglos más tarde por las sagas medievales irlandesas. Una de estas sagas también ha confirmado el realismo con que César describía en sus textos una asamblea anual de estos sacerdotes para elegir al gran druida. Otro autor clásico que les dedicó diversos pasajes fue Diodoro, quien describió a los druidas como filósofos y teólogos, en contra de la opinión de Tácito, que los acusaba de crueldad y de impulsar los sacrificios humanos. La diversidad de opiniones manifiesta cómo la sabiduría druídica se aplicaba a tantos campos que puede parecer un precedente del Renacimiento italiano.

Como muchos aspectos de la cultura celta (leyenda, música, elementos mágicos, runas), la actividad de los druidas, muchos siglos después de su desaparición, ha perdurado en muchas personas interesadas en lo místico y se ha convertido en tema recurrente de muchos tipos de literatura, desde fascinantes sagas épicas hasta ensayos de divulgación de la magia blanca, pasando por estudios críticos de historia y antropología.

 

Algunos aspectos de las religiones celta y escandinava

 

Deidad principal

 

Cultura céltica: Lugh

Cultura vikinga: Odín/Wotan

 

Paraíso en el más allá

 

Cultura céltica: Tir Na N'og

Cultura vikinga: Valhalla

 

Diosa de la fertilidad

 

Cultura céltica: Brigit

Cultura vikinga: Frei y Freya (hermanos)

 

Animales sagrados

 

Cultura céltica: Ciervo, jabalí, oso, salmón

Cultura vikinga: Cuervo, vaca, caballo

 

Arma mágica

 

Cultura céltica: Excalibur, en gaélico Caladwyclh (espada de Artús)

Cultura vikinga: Gungnir (lanza de Odín) y Mjolnir (martillo de Thor)

 

Dios del infierno

 

Cultura céltica: Cernunnos

Cultura vikinga: Hel

 

Criaturas silvanas (del bosque)

 

Cultura céltica: Ninfas, trasgos, duendes

Cultura vikinga: Enanos, elfos, gnomos, koboldos, ninfas

 

Culto a los muertos

 

Cultura céltica: Monumentos megalíticos y puertas (brugh) al otro mundo

Cultura vikinga: Tumbas con restos de animales, joyas y enseres

 

Dios maléfico

 

Cultura céltica: Balor

Cultura vikinga: Loki

 

Herrero de los diose

 

Cultura céltica: Goffannon

Cultura vikinga: Dvalin

 

Árbol mágico

 

Cultura céltica: Roble

Cultura vikinga: Fresno

 

Aguas sagradas

 

Cultura céltica: Manantiales y ríos subterráneos

Cultura vikinga: El mar (cuna de los Aesires)

 

Actividad sagrada

 

Cultura céltica: La caza

Cultura vikinga: La guerra

 

Creencias y ritos en Polinesia, Melanesia y Micronesia

La Polinesia comprende Nueva Zelanda, Hawai, Tahití y la isla de Pascua, entre otros archipiélagos. Las creencias de sus habitantes incluían toda una serie de divinidades similares a las del Olimpo griego; es decir, no son deidades identificadas únicamente con las fuerzas de la naturaleza, como es habitual en este tipo de zonas no civilizadas, sino seres humanizados con relaciones de amor, sexo, odio y rivalidades.

En Melanesia (compuesta por Nueva Guinea y otras islas menores como las Hébridas o Nueva Bretaña) la acción de los misioneros hizo que muchos de los cultos religiosos se perdieran en pocos años. No obstante, nos han quedado algunos restos muy interesantes, como los coloristas y complejos dramas cultuales -a medio camino entre el teatro y la celebración ritual- que celebran algunas de estas tribus.

Muy pocos de los ritos de Micronesia (infinidad de pequeñas islas más al norte de la Polinesia y la Melanesia) han llegado hasta nosotros, debido a la despoblación de las islas y la facilidad con que muchas tribus abandonaron sus creencias para pasarse al cristianismo. Pero se conocen algunos detalles de cultos bastante curiosos y con un componente sexual muy claro.

 

Los "dema" melanesios

Sacrificios humanos, canibalismo y teatralidad
Los suntuosos dramas cultuales
Ritos melanesios de iniciación juvenil
El culto a la ferocidad

 

Sacrificios humanos, canibalismo y teatralidad

 

El legado de los aborígenes melanesios, hoy casi extinto a causa del descenso demográfico, la imposición o asimilación cultural y los cuatrocientos años de evangelización misionera, es variado y sorprendente: de la crueldad de los sacrificios humanos a una ingenuidad rayana en lo infantil, pasando por el impresionante espectáculo de los coloristas dramas religiosos dedicados a los dema o dioses.

La afición de algunas tribus de Nueva Guinea y otras islas de la Melanesia a coleccionar cabezas de enemigos e incluso a comerse a los prisioneros ha llevado a muchos a considerar bárbaras estas culturas. Pero otras civilizaciones que se han considerado muy avanzadas, por ejemplo, la de los aztecas, también practicaron la antropofagia ritual y no fueron tildadas de primitivas.

Por otro lado, el sacrificio humano y el canibalismo fueron sucesos aislados e infrecuentes entre aquellos nativos y, además, cuando sucedieron tuvieron una razón claramente religiosa.

En algunos grupos melanesios de la isla de Nueva Guinea se veneraba a los dos dema gemelos que, según la leyenda, habían conseguido acabar con un jabalí gigantesco que asolaba a los ancestros de las tribus, atravesando los testículos del monstruo con una lanza. Los gemelos y su madre se comieron más tarde la carne del malvado jabalí.

Este es el mito que reproducían los melanesios cazadores de cabezas.

Y al devorar a sus prisioneros más realizaban un acto de comunión con los sagrados dema, que daban satisfacción una bárabara afición al sabor de la carne humana o a la crueldad. Para los melanesios, el cuerpo del dema-jabalí se proyectaba simbólicamente durante el rito en la carne del prisionero.

De hecho, muchos de estos rituales se celebraban, y se siguen celebrando, sustituyendo la carne humana por carne de cerdo, animal que además tiene gran importancia en las sociedades melanesias. La riqueza y el rango social de un Big Man (hombre preeminente) se calculan por el número de cerdos que posee.

Un tipo de ceremonias que ha suscitado la curiosidad de los etnólogos, antropólogos y estudiosos de la religión en Melanesia son los llamados dramas cultuales. En ellos, los participantes se pintan con colores muy vivos, se disfrazan con estrafalarios atuendos y se ponen unas máscaras rituales que han hecho famosa la cultura de la zona.

Algunos de los grupos étnicos melanesios, especialmente los marind-anims del sur de Nueva Guinea, tenían estas representaciones como la fiesta principal del calendario. Se les llamaba mayo y mientras duraban se suspendía cualquier otra actividad, como pudiera ser la caza de cabezas u otros actos de culto.

 

Los suntuosos dramas cultuales

 

Los ritos del mayo no podían ser presenciados por personas ajenas a la tribu. En ellos, los actores personificaban a cada uno de los dema. Para las vestimentas se usaban varas de bambú, pieles, plumas de casuarios, aves del paraíso y patos e incluso semillas. Las máscaras eran de madera e incorporaban figuras simbólicas.

La que representaba al dema del Sol era especialmente impresionante: casi tres metros de abanico amarillo a modo de corona solar. Las máscaras de los elemas, también de Nueva Guinea, de forma oval y acabadas en punta, recordaban a las africanas y formaban parte de una representación siniestra, al estilo de las danzas de la muerte medievales, en las que los espíritus del mal, procedentes de las profundidades marinas, atemorizaban al espectador.

Dignas de mención son también las máscaras de los bainings (Nueva Bretaña), llamadas haraiga, que solían medir entre diez y quince metros. Se ha conservado incluso una de casi treinta metros. Para poderlas llevar sin dañarse, los actores debían ayudarse de fuertes varas de bambú. Muchos de los mensajes que se daban durante las representaciones eran un misterio incluso para la gran mayoría de los espectadores, ya que sólo los iniciados (los sacerdotes) podían comprender el significado de los ritos y su relación con la vida y milagros de los dema.

 

Ritos melanesios de iniciación juvenil

 

Como en otras culturas con un fuerte apego a la naturaleza y poca tendencia a la abstracción individual, los indígenas de la Melanesia valoran sobremanera los cambios de edad y de manera especial el paso a la edad adulta. En varias de la tribus de Nueva Guinea, por ejemplo, bukauas, yabims o tamis, la fiesta de iniciación es la más importante del calendario. El dema que regía esta fiesta se llamaba Balum y se representaba en los dramas cultuales como un ser monstruoso que devoraba a los jóvenes aspirantes a adulto para luego escupirlos. Mientras se sacrificaba un cerdo a Balum, los jovencitos eran circuncidados, lo cual significaba su "muerte temporal" durante el rito y, por tanto, su paso a otra vida, en este caso la vida adulta.

Muchos de los dema importantes entre los pueblos aborígenes melanesios tienen un origen mítico común, pero las diversas tribus no se ponen de acuerdo en sus nombres.

No obstante, mencionemos al cocodrilo que extrajo del agua las primeras extensiones de tierra, para crear el lugar donde habitan los hombres.

O a la madre común, personificada en distintos animales, que era objeto de una veneración principal. También nos ha llegado el nombre de Geb, un dema que suele ser identificado con el ser supremo y de cuyo cuerpo salió el primer plátano.

Como los sioux con el bisonte, los melanesios identifican a su deidad principal con su sustento alimentario. Nombremos también a Yawi, que se identifica a su vez con un cocotero.

También se rinde culto a los antepasados familiares; este culto se conserva en la actualidad y es similar al de muchas tribus de África occidental. Los ancestros se cuidaban de proteger a los nativos de cada clan de la influencia de los espíritus malignos que habitaban la selva, y además velaban por su prosperidad y salud.

Asimismo, podían castigar a sus descendientes si se portaban mal, pero en general los ayudaban. Por otro lado, según la visión de los aborígenes, esta ayuda tiene algo de interesada, ya que si los descendientes desaparecieran por una guerra o epidemia, los antepasados se quedarían sin familia, con lo cual se desarraigarían y se convertirían en espíritus malignos.

Muchas de las costumbres mencionadas hace ya tiempo que dejaron de practicarse. Las enfermedades que los blancos llevaron a los Mares del Sur diezmaron muchas poblaciones, y la acción de los misioneros también ayudó a enterrar viejas creencias.

Por otro lado, el indígena melanesio ha tenido una cierta tendencia a dejarse deslumbrar por todo lo foráneo. Por tanto, sepamos que de todo lo explicado sobreviven restos entre las tribus que menos se han dejado influir. Pero muchas de las máscaras de los dramas cultuales -por poner un ejemplo representativo- sólo pueden verse hoy día en los museos.

 

El culto a la ferocidad

 

Agiba: Altar para cráneos que se usaba en las culturas del pueblo kerewa (Nueva Guinea). Se hacían de madera troquelada y representaban inquietantes figuras antropomorfas.

Amenta: Según la tradición de los indígenas de Nueva Guinea, dema primigenio que plantó una semilla de coco y la regó con su propia sangre; de allí salió Hainuwele (ver definición), que estaba destinada a convertirse en el sustento de los seres humanos.

Balum: Dema (véase) que rige los ritos de iniciación en los pueblos melanesios del golfo de Huon (Nueva Guinea). Los ritos de pasaje son tal vez el rasgo o característica de mayor peso y más gereralizado entre los pueblos de esta zona.

Big Man: En la sociedad melanesia, persona que posee riquezas y el máximo rango social. Su riqueza se cuenta por el número de cerdos que posee, lo cual es normal en una estructura económica prácticamente neolítica.

Cargo cult: Curioso fenómeno que se dio durante la segunda guerra mundial entre los indígenas melanesios, que quedaron tan asombrados por las riquezas y adelantos que mostraban los barcos norteamericanos que los veían como un objeto de culto. Otra hipótesis afirma que los nativos esperaban la llegada de una nueva era (al estilo del milenarismo) y que la señal de que llegaba era la aparición de barcos extranjeros.

Dema: Ente divino al que los indígenas melanesios dan culto y al que festejan en las famosas representaciones teatrales en que cada persona se disfraza de un dema concreto. Como los dioses de cualquier tradición politeísta, se los imaginan como seres humanos con sus sentimientos amorosos y sus disputas bélicas.

Geb: Dema que en algunas tribus melanesias es el ser supremo y benéfico y en otras un ser repulsivo y atormentado. En todo caso, la dualidad entre la adoración y el sacrificio violento es uno de los pilares de las leyendas de las tribus de la Melanesia.

Hainuwele: Criatura primigenia que surgió del coco plantado por Amenta. Tras madurar en nueve días, fue sacrificada por otros dema. Amenta la desenterró, la desmembró y de sus pedazos nacieron las plantas de tubérculos que alimentan a los marind-anims; de ahí que el mito hable del enterramiento del cadáver de Hainuwele (los tubérculos crecen bajo tierra).

Haraiga: Máscaras que usan los bainings de Nueva Bretaña, en Melanesia. Son similares a las que usan para sus dramas religiosos otros pueblos de la zona, pero se diferencian en su enormidad dado que puden contar más de quince metros de altura.

Jensen, Adolf E: Antropólogo danés que estudió en profundidad el culto a los dema en el sur de Nueva Guinea, especialmente la leyenda de Amenta y Hainuwele.

Locura de Vailala: Fenómeno que se dio en Papúa-Nueva Guinea a partir de 1919 y proliferó en algunas zonas marginales hasta los años 30: era un movimiento que mezclaba la ingenuidad de los cultos Cargo y la pasión del milenarismo y estaba regido por profetas melanesios.

Malaggan: Festividades que celebraban los indígenas de Nueva Irlanda (Melanesia). Durante las celebraciones, los nativos mezclaban el culto a los muertos con el de la fertilidad y en los ritos se usaban máscaras de un aspecto cuando menos inquietante.

Mana: En las culturas de los Mares de Sur en general, fuerza sobrenatural, pero también en términos genéricos, carisma o "ángel". Se aplica a culturas tanto melanesias como polinesias o de la Micronesia.

Mayo: Fiesta principal de los nativos marind-anims (Melanesia) en la que se practicaba un rito secreto -estaba prohibido llevarlo a cabo en presencia de extranjeros- relacionado con los dema y la iniciación de los jóvenes.

Moaro: En las culturas de la isla de Nueva Caledonia (Melanesia), choza reservada exclusivamente a los hombres que se preparan para la pilou o fiesta del culto al ñame.

Ñame: Tubérculo gigante alrededor del cual los melanesios del nordeste de Nueva Guinea y también de otras islas como Nueva Caledonia, celebran un extraño culto fálico y místico en que los hombres, tras cultivarlos con artes mágicas para que se hagan más grandes, presumen exhibiéndolos ante sus vecinos.

Papua: Antiguo nombre de los indígenas que poblaban la isla de Nueva Guinea. Por extensión, el sinfín de diversas lenguas que hablan en esta isla y en el resto de enclaves de la Melanesia.

Sepik: Río de la isla de Nueva Guinea alrededor del cual todavía existen culturas arcaicas que dan culto a los viejos dioses melanesios y representan dramas cultuales con máscaras, escudos y otros ornamentos.

Yawi: Dema que algunas tribus melanesias identifican con el cocotero y otras con la muerte.


Las religiones de los Mares del Sur

El "buen salvaje" religioso
La dualidad sagrada polinesia: mana y tabú
Micronesia: ritos perdidos
Las islas de la felicidad

 

El "buen salvaje" religioso

 

Los aventureros del siglo XVIII que como James Cook exploraron los Mares del Sur se encontraron con sociedades muy diferentes y con costumbres cuando menos curiosas a los ojos de un europeo: desde los rígidos tabúes (de este vocablo austronesio procede la palabra que han adoptado posteriormente muchas lenguas) introducidos por los sacerdotes polinesios, hasta los cultos de fuerte componente sexual de algunas tribus de la Micronesia.

La cultura polinesia fue idealizada desde su descubrimiento por los intelectuales europeos. La belleza física de sus habitantes -especialmente de los jefes que, al no trabajar, tenían la piel más suave y clara- atrajo los ensueños rousseaunianos de quienes creían haber encontrado al "buen salvaje" en su hábitat natural. Además, algunos aspectos de la sociedad polinesia recordaban a civilizaciones muy mitificadas, como el imperio inca: por ejemplo, el hecho de que dentro de la jerarquizada estirpe gobernante, el jefe supremo sólo pudiera casarse con una de sus hermanas, ya que sólo ésta tenía pureza de sangre y era descendiente directa, como él, de los dioses. Tener estos criterios (la blancura de la piel, la armonía de los rasgos, el elitismo de la sociedad polinesia) para admirar una cultura dice muy poco de los europeos de aquella época, al menos en cuanto a su pensamiento político. Pero ya sabemos que un gran partidario de las libertades teóricas como Voltaire era, a su vez, defensor de la esclavitud. No abundaremos en el tema (no es el que nos ocupa) y nos centraremos en las particularidades religiosas de estos indígenas, cuyas islas siguen constituyendo, ahora por motivos turísticos, una atracción de los occidentales.

Es curioso que uno de los detalles que se conocen popularmente sobre la cultura que nos ocupa sean los zumos y bebidas exóticas que la gente consume en muchos países, en oscuros bares de ambiente polinesio. Todo ello, aunque parezca mentira, tiene un origen socio-religioso: la kawa, bebida euforizante que procede de las raíces del pimentero. En todas las islas polinesias, salvo Nueva Zelanda, los indígenas bebían kawa respetando ciertos ritos y en pequeños grupos. Sólo los varones podían hacerlo y ello reforzaba la colectividad.

 

La dualidad sagrada polinesia: mana y tabú

 

Dos conceptos marcaban la vida en común (recordemos el componente de marcado carácter social de las religiones de los Mares del Sur) de los polinesios: el mana y el tabú. El primer concepto es difícil de traducir, pero equivale a una especie de fuerza de origen sobrenatural que, al concentrarse en el ser humano, refuerza sus virtudes, le da carisma. Es algo próximo a lo que en castellamo llamamos "ángel" o don.

En principio, el mana se opone al concepto de tabú. El primer europeo en escuchar esta palabra fue el capitán Cook. Su significado original entre los polinesios era lo prohibido, especialmente lo que es sagrado y, por tanto, está vedado al no iniciado. En la práctica, los tabúes eran impuestos por los sacerdotes y dirigentes de las tribus (los que tenían más mana) al resto de pobladores, y ello acabó sacando de su contexto la primigenia oposición entre ambos conceptos. Al final, las clases dirigentes consideraban tabú toda actitud que pudiera minar su poder. Tal vez por ello muchos polinesios fueron abandonando tales creencias y hoy en día las religiones nativas casi no se practican en estas islas.

Entre los dioses de que tenemos noticia, destaca Tangaroa, que para los maoríes (Nueva Zelanda) era el dios del mar y para las tribus de la Polinesia occidental, el creador. En cambio, para muchos otros pueblos, el creador llevaba por nombre Tane, quien surgió de Papa (Madre Tierra) y Rangi (Padre Cielo). Tane dio vida a Hina, la primera mujer, y con ella a toda la humanidad. También algunos hombres eran recordados por el mito polinesio: el héroe Maui (que recuerda a Hércules y aún es objeto de culto en muchas islas del sudeste) y el primer hombre, Tiki, salido del falo de Tane.

Los hawaianos celebraban el culto en los llamados heiau y veneraban especialmente a Laka, diosa de las plantas, y a Tu, dios de la guerra. Por el contrario, los habitantes de Tahití consideraban a Tu un mero ayudante de Tangaroa y tenían a su propio dios de la guerra, Oro. Longo es el dios de la agricultura y se contrapone a Tu, ya que representa la paz. Los hawaianos lo llaman Lono. Lono es responsable de la anécdota más divertida de los nativos de Hawai: como era representado por una lámina blanca ensartada en un palo, los indígenas creyeron que James Cook era el mismísimo Lono, ya que había llegado a sus tierras en un barco de vela que se parecía mucho al símbolo de este dios.

 

Micronesia: ritos perdidos

 

Poco nos ha quedado de las costumbres religiosas de los pueblos de Micronesia, un puñado de islas casi despobladas que además sufrieron la intervención de los misioneros desde fecha muy temprana. Por si esto fuera poco, las enfermedades introducidas por los europeos minaron la salud de los ancianos, que eran precisamente los que conservaban en la memoria estas tradiciones, con lo que muy poco se ha salvado.

Aparte de las impresionantes ruinas de la ciudad lacustre de Nan Mataol (que muchos han comparado con el enigma de la isla de Pascua) y algunas nociones sobre los espíritus marinos malignos de los chamorros (islas Marianas), tenemos información sobre dos culturas indígenas de esta zona: las islas Yap y las islas Palaos, donde los ritos religiosos son bastante curiosos.

Los habitantes de las islas Yap rinden culto a las llamadas fae o monedas sagradas. Se trata de unas gigantescas monedas perforadas como rosquillas y hechas de aragonito, con las que se saldan deudas importantes: por ejemplo, indemnizaciones o compras de mucho valor. Poseer un fae proporciona a las familias no sólo rango social y prestigio, sino que les garantiza un lugar de privilegio en el más allá, un poco al estilo de lo que significaban las indulgencias que los ricos compraban a la Iglesia católica en la Edad Media para obtener la salvación del alma. Además del dinero, otro aspecto muy valorado por los indígenas de las islas Yap es la fertilidad: tienen hasta siete dioses relacionados con ella.

En las islas Palaos, en el siglo pasado, existían unos clubes llamados bai, en los que los jóvenes se encontraban. En estas chozas no se permitía la entrada de mujeres, pero estaban decoradas con motivos sexuales. El ornamento más impresionante era la Dilukai, una mujer con las piernas completamente separadas, en una postura que podría interpretarse como pornográfica. Pero la razón es ritual: lo que significaba este motivo es que los jóvenes estaban en el interior de la mujer, como si hubieran vuelto al útero materno, tal vez con el fin de "volver a nacer", en este caso a la vida adulta. También hay quien relaciona a la Dilukai con Latmikaik, la madre primigenia de la cultura Yap, que creó el cielo y el infierno, a los dioses y, finalmente a los seres humanos, en un mito que recuerda algunas de las religiones de Indonesia.

 

Las islas de la felicidad

 

Ahu: Cada uno de los altares de más de cien metros de largo en que se colocaban las gigantescas estatuas de la isla de Pascua.

Airoi: Orden mixta (hombres y mujeres, plebeyos y nobles) religioso-teatral que habitaba la isla de Tahití. Recorrían la región representando espectáculos de música, danza y teatro, y practicaban el amor libre.

Anite: Espíritus de los muertos que atemorizaban a los indígenas que profesaban la hoy extinta religión de los chamorros, en las islas Marianas (Micronesia).

Dilukai: Escultura que preside las chozas de los jóvenes de las islas Palaos (Micronesia). Aparece con las piernas abiertas y suele representar a la diosa Latmikaik (véase definición).

Fae: Gigantesca moneda de piedra sagrada que tiene un gran valor socio-religioso en las islas Yap (Micronesia).

Galid: Nombre genérico que los nativos de las islas Palaos (Micronesia) dan a espíritus, dioses y demonios.

Hawaiki: Tierra mítica en la que sitúan sus orígenes los maoríes de Nueva Zelanda y otros pueblos polinesios.

Heiau: Nombre que daban los indígenas hawaianos a los lugares (templos, torres, altares) donde se celebraba el culto.

Hina: En las culturas polinesias, hija de Tane; por un lado es la Primera Madre, pero por otro es también soberana del reino de los muertos, lo cual demuestra la ligazón esencial que las culturas de los Mares del Sur establecen entre la fertilidad y la muerte.

Hula: Grupos de danzarines y actores que mantienen el culto a la diosa Laka en Hawai (Polinesia), aunque hoy sólo sea para disfrute de los turistas.

Kahuna: Nombre hawaiano que se da a los sacerdotes y que coincide con la definición de Tohunga (ver más adelante).

Laka: Diosa hawaiana de las plantas, la poesía y la danza.

Lapita: Tipo de cerámica que ha dado nombre a una cultura anterior al 1400 a.C. cuyos pioneros, de piel clara, poblaron desde el sudeste asiático gran cantidad de islas de los Mares del Sur.

Latmikaik: Madre Primigenia de los nativos de las Palaos que engendró primero a los dioses y después a los seres humanos.

Lono: Véase Rongo.

Makemake: Hombre-pájaro de los indígenas de la isla de Pascua. Es el dios principal y creador de esta cultura.

Marae: Nombre que dan al culto los indígenas de Tahití (Polinesia).

Maui: Héroe muy venerado por las sociedades polinesias: la leyenda dice que proporcionó el fuego a los hombres.

Nan Matol: Centro de culto -en ruinas desde hace muchos siglos- de los indígenas de las Carolinas (Micronesia). Sus grandes y numerosas plataformas (estaba construido sobre un lago) y su monumentalidad han creado un misterio sobre la civilización que lo construyó.

Olifat: Héroe venerado en varias de las islas Carolinas, especialmente en la cultura de Nukuor (Micronesia).

Oro: Versión tahitiana de Tu, el dios de la guerra de los pueblos polinesios.

Rongo: Dios maorí de la agricultura, representado por una caracola (rongo es en maorí "sonido"), que en Hawai es conocido como Lono.

Tabú: En la cultura polinesia, acción o concepto prohibido y peligroso y, por tanto, fuera del alcance del no iniciado.

Tane: Dios creador de los maoríes de Nueva Zelanda, también conocido por ser señor de la selva y de los animales. Surgió del abrazo entre Papa (la Tierra) y Rangi (el Cielo). En otras islas polinesias sus funciones son atribuidas a la deidad Makemake.

Tangaroa: Para los maoríes, dios del mar. Para otros pueblos polinesios, dios de la creación. Para todos, deidad cuya fecundidad ha sido un motivo importante para muchas obras artísticas.

Taputapuatea: Gran centro de culto de los indígenas de Tahití. En él se veneraba especialmente al dios de la guerra, Oro.

Tiki: Nombre que se da en las islas Marquesas (Polinesia) a los antepasados. En muchas culturas polinesias, miembro viril del dios Tane.

Tohua: Grandes altares de más de tres metros de altura donde se celebraba el culto de los nativos de las islas Marquesas. También eran usados por el jefe de la tribu para construir su casa.

Tohunga: En lengua austronesia "experto"; sumo sacerdote de las culturas polinesias. Por extensión, algunos pueblos llaman también así a los magos y curanderos.

Tu: Para los polinesios de Tahití, lugarteniente de Tane: para los maoríes y los hawaianos, dios de la guerra.

Tuaha: Recinto cuadrangular prohibido a los profanos en que el sacerdote de la cultura maorí de Nueva Zelanda se encerraba para buscar inspiración y consejo de los dioses.

 

La religión en la isla de Pascua

Megalitos esculpidos. ¿Para qué?
Los "ahu" y las enigmáticas cabezas
El culto al dios pájaro
Elementos religiosos de los Mares del Sur
 
Concepto de los espíritus
Fascinación por lo foráneo
Gran lugar sagrado
Héroe cultural
Cultos a la fertilidad
Ser supremo
Lugar de culto
Fuerza sobrenatural
Manifestaciones cultuales

 

Megalitos esculpidos. ¿Para qué?

 

Las famosas estatuas de piedra de la aislada isla de Pascua fueron descubiertas por Roggeveen en 1722, en una isla escasamente poblada por habitantes de origen polinesio. La cultura y las tradiciones que se ocultan tras estos enormes megalitos constituyen un misterio. No lo es tanto el culto que estos indígenas rendían a Makemake, el dios pájaro.

A 3 760 km de la costa occidental de Sudamérica se encuentra una isla de origen volcánico que ha cautivado la atención y la curiosidad de todo el mundo desde que los europeos llegaron a ella en pleno siglo XVIII. Es muy sorprendente que en un lugar donde nunca vivieron más de 6 000 nativos (aun hoy, la población no supera los dos millares) se encuentren restos de más de cien lugares dedicados al culto. Si tenemos en cuenta la proporción de templos por miles de feligreses que en la actualidad se aplica en cualquier parte del mundo, aún es más sorprendente este dato.

 

Los "ahu" y las enigmáticas cabezas

 

Los polinesios (y los habitantes de la isla de Pascua pertenecen a esta cultura) llaman ahu a una especie de altar de piedra que, a modo de pedestal, sostiene diversos motivos ceremoniales, por lo general de grandes dimensiones. En el caso que nos ocupa, los ahu eran tan grandes que a veces cabían en ellos hasta quince estatuas. La isla estaba plagada de estos megalitos, ya que se han contabilizado unos seiscientos, pero hay restos de muchos más. Como hemos visto en fotografías y reportajes, se trata de unos enormes torsos, rematados con cabezas de extraña forma cuadrangular. Las estatuas están construidas con toba y pesan varias toneladas. Las extrañas cabezas están coronadas por una especie de moño hecho de otro material.

Qué representan estas estatuas continúa siendo un enigma, pero lo que está claro es el gran valor que tenían para los indígenas, que hacían tremendos esfuerzos para transportarlas a los ahu, tratando de que no se cayeran y rompiesen por el camino, lo cual, sin embargo, ocurría a menudo. Parece ser que las diversas tribus habían empezado a competir respecto a quién veneraba a la estatua mayor, de modo parecido a lo que hacen los abelames melanesios de Nueva Guinea con el culto al ñame -recordemos cómo estos últimos competían entre sí por ver quién tenía el tubérculo de mayor tamaño-, aunque la situación debió de llegar a tales extremos de obsesiva competitividad que provocó varias disputas bélicas. Estas guerras internas acabaron, casi con toda probabilidad, con el culto a las estatuas gigantes, por lo cual, cuando Roggeveen llegó a la isla, la mayor parte habían sido destruidas o abandonadas. Por ello, nadie puede asegurar si se trataba de dioses, héroes u otro motivo artístico-religioso. Esto nos recuerda a las quince cabezas gigantes pertenecientes a la cultura olmeca encontradas en La Venta (México).

 

El culto al dios pájaro

 

Los habitantes de la isla de Pascua compartían dioses con otras culturas polinesias: veneraban a Tangaroa (señor del mar) y a Rongo (dios de la agricultura), pero, al contrario que los maoríes, tahitianos o hawaianos, no reconocían a Tane como deidad principal. Este papel lo desempeña un dios bastante interesante: Makemake, también conocido como el hombre-pájaro.

Makemake era un dios primordial: se le consideraba el creador del universo, el fecundador por excelencia y paradigma de la masculinidad; recordemos lo habitual que es entre las culturas de Oceanía el culto al falo, como podemos comprobar si observamos cualquier estatuilla polinesia o melanesia de las que se hallan en los museos etnológicos de todo el mundo.

Los nativos imaginaban a Makemake como un hombre-pájaro y las representaciones artísticas que nos han llegado de su figura lo retratan como un híbrido con cabeza de ave y cuerpo de hombre, al estilo de las divinidades egipcias. La fiesta anual en honor de esta deidad se celebra en la isla de Moto Nui, muy cercana a la isla principal. El rito era poco menos que curioso y consistía en lo siguiente: los jóvenes nadaban por el estrecho entre las dos islas -que además estaba plagado de peligrosas rocas y escollos- hasta llegar a los nidos de las golondrinas que había en el desfiladero, para robar los huevos de estas aves. Cada nadador representaba a una de las tribus. El primero que conseguía llevar el huevo a su jefe, adquiría gran prestigio, pero además convertía, por efecto de esta extraña competición deportivo-ritual, a su caudillo en la reencarnación de Makemake durante todo el año siguiente.

El culto al dios pájaro ha llegado hasta nosotros a través de la información de los observadores extranjeros y también por el testimonio de los propios nativos, pero hay más: los indígenas polinesios conocían la escritura y se han descubierto textos nativos que se sabe que hablan de este dios y de otros que se veneraban en la zona, aunque todavía no se han podido descifrar por completo. Tal vez las próximas generaciones puedan acceder, gracias a la labor de los paleógrafos, lingüistas y antropólogos, a los secretos de la isla de Pascua. Entonces, los enormes megalitos que tan bien representan el enigma de este enclave oceánico cobrarán nuevo sentido.

 

Elementos religiosos de los Mares del Sur

 

Concepto de los espíritus

 

Melanesia: Culto a los antepasados y existencia de espíritus maléficos en los dramas cultuales

Polinesia: Espíritus de los antepasados (tiki)

Micronesia: Existencia de espíritus (anite) en las islas Marianas

 

Fascinación por lo foráneo

 

Melanesia: Cultos. Cargo

Polinesia: Identificación de James Cook con la deidad Lono

Micronesia: Pronta conversión en masa al cristianismo

 

Gran lugar sagrado

 

Polinesia: Isla de Pascua

Micronesia: Nan Matol (islas Carolinas)

 

Héroe cultural

 

Polinesia: Maui

Micronesia: Olifat (islas Carolinas)

 

Cultos a la fertilidad

 

Melanesia: Culto al ñame (Nueva Guinea)

Polinesia: Diosa Hina

Micronesia: Estatuas Dilukai (islas Palaos)

 

Ser supremo

 

Melanesia: Balum/Geb

Polinesia: Makemake/Tane/Tangaroa

Micronesia: Latmikaik (Diosa Madre de los dioses y seres humanos)

 

Lugar de culto

 

Melanesia: La aldea

Polinesia: Altares. Ej.: Heiau (Hawai)

Micronesia: Chozas; altares (islas Marquesas)

 

Fuerza sobrenatural

 

Melanesia: Mana/dema

Polinesia: Mana/dioses

Micronesia: Mana/dioses

 

Manifestaciones cultuales

 

Melanesia: Dramas cultuales, ritos de pasaje

Polinesia: Danzas músico-teatrales

Micronesia: Ritos de pasaje 

CONTINÚA CON Las formas de religión en la América precolombina

 

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