SUBJETIVIDAD, PSICOLOGÍA SOCIAL Y PROBLEMAS SOCIALES

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Germán Morales F.

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RESUMEN

El presente trabajo busca problematizar algunas de las definiciones claves de la psicología social y las implicancias de las mismas. Se presentan diversas definiciones de psicología social, y se plantea cómo éstas responden a dos grandes tradiciones teóricas, como son una "experimental" y/o "científica" versus otra "colectiva" y/o "de masas". Luego se describe el paralelismo, a veces conflictivo, de las teorías y la producción teórico académica universitaria, con las intervenciones psicosociales de problemas sociales. Frente a estos problemas sociales y de salud pública, se describen las categorías y modalidades de investigación/acción, indicando su pertinencia y desarrollo en nuestro contexto. Por último, se propone y apela a una psicología de sujetos en contextos como eje aglutinador, buscando evitar reduccionismos psíquicos o sociales.

 

PSICOLOGÍA SOCIAL: TEORÍAS Y DEFINICIONES

Aunque inicialmente pueda parecer un lugar común, es bastante difícil establecer una definición consensual acerca de qué es la psicología social. Por lo mismo, algunos identifican a Nicolás Maquiavelo como psicólogo social y a "El Príncipe", como el primer texto de psicología social. Otros indican, que en realidad es Gustav Le Bon, quien da inicio a la psicología social con su texto clásico acerca de la "Psicología de las masas". También hay quienes señalan que la psicología social comienza con los primeros experimentos de psicología social realizados por Tripplett (Rodríguez, 1980). Incluso se señala, que el mismo Wilhem Wundt, junto con ser fundador de la psicología experimental, es también fundante de la psicología social con su texto acerca del alma de los pueblos.

Otros psicólogos sociales (Munné, 1985; Mueller, 1963) le dan pertenencia a la psicología social a autores como Emil Durkheim, Alexis de Tocqueville, Adolfo Hitler o incluso Platón.

Con esto, podemos ver, que hacer una historia de psicología social es inseparable del concepto de psicología social que se tenga, y que la definición de la psicología no es inocua. No es inocua, no sólo desde la dimensión de la definición del objeto, sino también del rol explícito o implícito que se le asigne a la psicología social.

De allí lo relevante que es, que gran parte de los textos y manuales de psicología social, se asigna a Edward Ross en Nueva York y a William McDougali en Londres a comienzos de siglo como iniciadores de la psicología social. Se consigna así mismo a Floy Allport como el exponente más relevante y fundador de la psicología social, a través de los experimentos en psicología social, cuya influencia llega hasta hoy. En otra línea, se identifica a Sigmund Freud y su texto "Psicología de las masas y análisis del yo" como pilares de la psicología social, que apela más a lo colectivo y especulativo.

Podríamos definir estas dos posturas -la de Allport y Freud-, como tendencias polares básicas en el desarrollo de la psicología social, o dos énfasis de lectura o recorte de realidad. Estas son, por una parte la que surge de la tradición "experimental" o "científica", en el sentido positivista del término, y aquella otra que surge de una noción "colectiva" o de "masas".

Podemos identificar a muchos autores, y a etapas en el pensamiento de autores en estas dos líneas, como por ejemplo a Watson y a Wundt, y a Le Bon y Freud por otro. Quizás con estos autores resulta más fácil hacerlo, pero ya resulta más complejo cuando hacemos referencia a George Mead o a Vigostky, o más aún si hablamos de la psicología social contemporánea. La nitidez de ambas tendencias se pierden, entremezclan y surgen matices diferentes. De hecho, Schellenberg (1978), identifica como fundadores de la psicología social a S. Freud, G. Mead, K. Lewin y B. F. Skinner, señalando que, 'existen varias formas diferentes de hacer ciencia en psicología social, que reflejan las principales perspectivas teóricas" (Schellenberg, 1978).

Probablemente la definición clásica de Edwin P. Hollander, está más ligada a la tradición experimental, definición en que se hace un énfasis en el método experimental. Hollander (1968) concretamente señala "la psicología social es uno los campos científicos dedicados al estudio objetivo de la conducta humana". De este modo, Hollander indica la necesidad de un método sistemático, objetivo y la necesidad de la replicabilidad en el estudio de la influencia social, interés central de la psicología social según este autor.

Como contraparte tenemos la definición de Erich Fromm (1980), quien entendiendo a la sociedad como una suerte de suprajeto, aplica el psicoanálisis a la sociedad norteamericana, europea, mexicana, desde la perspectiva de la escuela culturalista, ligada a la psicología del yo norteamericana. Define entonces, a la sociedad como un todo como el objeto de la psicología social y cumpliendo un rol crítico desde una perspectiva humanista, en especial hacia el capitalismo moderno.

Quizás más difícil de situar, dentro de las tendencias mencionadas, tenemos a Serge Moscovici (1984), quien define a la psicología social por su enfoque, más que por su objeto. Ello, ya que señala que, es el enfoque triádico de Ego-alter ego-objeto, como una lectura terniaria de hechos y relaciones. En esta lectura el sujeto siempre es entendido en relación a otro sujeto respecto de un objeto determinado. Es de allí, de donde surge la necesidad inicial del estudio de la facilitación e influencia social, que es aquello que da identidad a la psicología social. Define más específicamente a la psicología como una ciencia que estudia "los fenómenos de la comunicación y la ideología" (Moscovici, 1984). Aún así, sigue ligado a la tradición experimental intentando superarla. No olvidemos que Moscovici nos habla desde el "laboratorio de psicología social" de la EHESC de París.

También más difícil de situar dentro de las dos tendencias mencionadas, pero nuevamente desde la psicología psicoanalítico, surge la definición de Enrique Pichon-Riviére (1985), quien define a la psicología social como una ciencia que estudia los vínculos interpersonales, destacando al individuo, al grupo y a la institución como distintas dimensiones de investigación. Indica que esta ciencia se sitúa en "la relación entre la estructura social y la configuración del mundo interno del sujeto" (Pichon-Riviére, 1985). Le adjudica a su vez, un rol de cambio social y una perspectiva crítica de la vida cotidiana. Y aunque no asume la tradición experimental su postura da énfasis al carácter operativo de la psicología social, probablemente como parte de la influencia de Kurt Lewin en su postura.

Más difícil de enmarcar en las tradiciones señaladas está la definición ético/social de Ignacio Martín-Baró (1989), quien destaca "el rigor científico, la no neutralidad, expresada en la capacidad de relacionar historia y contexto, y teoría y práctica" (Martín-Baró, 1989). Al mismo tiempo, este autor apela a la liberalización de los pueblos como horizonte, y por tanto, a un replanteo teórico y temático en función del fortalecimiento de las opciones populares.

Volviendo a la dificultad inicial, probablemente quedemos nuevamente con ella: la complejidad de definir la psicología social, su objeto, su rol y su historia. Esta complejidad que se encuentra atravesada por estas tradiciones y contradicciones, que tienen enormes implicancias a la hora no sólo de aproximarse teóricamente, sino de desarrollar estrategias de intervención, y pensar desde qué "lugares" pueden ser realizadas.

En ese sentido, es importante revisar qué ha ocurrido con la a veces llamada psicología social aplicada -¿será que exista una psicología social que no se aplica?-, que no siempre ha respondido o se ha articulado o identificado con la discusión teórica en el ámbito de lo académico.

 

PRAXIS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL: ¿CORRESPONDENCIA O PARALELISMO?

Aún dando cuenta con la mayor amplitud posible de la discusión teórica de la psicología social, muchas veces ésta queda restringida al ámbito de lo teórico y separada del desarrollo de lo que hoy se denominan intervenciones psicosociales.

Esta situación resulta más clara en Latinoamérica, donde la psicología se ve demandada por la condición de subdesarrollo de nuestro continente, más allá de los equilibrios macroeconómicos y el restablecimiento de la democracia en muchos países. Allí, mucha de la tradición de la intervención de la psicología social puede encontrarse en la práctica de la psicología comunitaria, psicología política, la atención primaria e incluso en la psicología jurídica, sin necesariamente reconocer pertenencia a la psicología social, al menos de la académica.

De hecho, por ejemplo, la psicología comunitaria chilena sienta sus bases en la década del '60, sobre la denominada salud mental poblacional, que formuló Luis Weinstein, y la psiquiatría intracomunitaria, que formuló Juan Marconi. Aunque ambos han sido académicos, han estado ligados a centros académicos de la Universidad de Chile, hicieron sus propuestas desde la comunidad y desde el estado, y más inspirados en la antropología y la salud pública que en la psicología social. Incluso en la década de los '80 también parte importante de la psicología comunitaria se enmarca dentro de acciones de educación popular y del desarrollo local; si bien ya existe una influencia mayor de los enfoques psicológicos humanista y cognitivo/conductual. En el caso del resto de latinoamerica hay una mayor ligazón de la psicología social, sobre todo en Venezuela y Centroamérica en general, donde colegas como Maritza Montero, Euclides Sánchez, Esther Wiesenfeld, y el mismo Ignacio Martín-Baró, son algunos de los exponentes más relevantes. Sin embargo, también ellos han desarrollado su trabajo, en equipos interdisciplinarios e inspirados por Fals Borda, la teoría de la dependencia, e incluso en la teología de la liberación. Ello dado que el foco de la psicología comunitaria ha estado más centrado en el desarrollo comunitario que la salud como ha sido el caso de Chile.

Como otro ejemplo, tenemos el desarrollo de la psicología política chilena, cuyo trabajo ha estado más centrado en el ámbito de los derechos humanos y la reparación desde las aproximaciones psicoterapéuticas, pero incorporando una mirada contextual, que integra en la conceptualización de lo traumático lo sociopolítico . Aquí también hay una producción que ha estado más lejana a la psicología social tradicional y a los centros académicos y/o universitarios. Mayor relación en esta área, ha tenido la psicología política orientada al ámbito de las orientaciones ideológicas, y ahora del marketing político, pero también ésta se ha desarrollado en forma importante fuera de las aulas universitarias.

Probablemente bajo el término intervención psicosocial y bajo la influencia de la teoría de eventos estresantes y del soporte social, es mayor la nitidez con que la psicología social se ha implicado, en definitiva en problemas sociales. De allí que, toda la política de atención primaria en salud, tenga un énfasis desde un enfoque psicosocial, destacando el rol de los factores psicosociales en la salud. Esta mirada se ha sustentado en autores cognitivos norteamericanos, y en los aportes de Darío Páez (1989), con la enorme influencia de su texto "Factores psicosociales y salud mental".

Como decía al inicio, también la psicología jurídica y los trabajos en tomo a riesgo social y delincuencia juvenil podemos entenderlos como parte de la práctica de la psicología social, pero también durante mucho tiempo alejados de una pertenencia explícita a la psicología social.

Actualmente, la situación es distinta, muestra de ello son los diversos seminarios y cátedras universitarias referidas a este ámbito. Es importante recalcar que estos esfuerzos académicos de hoy responden también a planteamientos pioneros en Chile sobre problemas sociales como la salud, los derechos humanos, el machismo, etc.

 

CATEGORÍAS Y MODALIDADES DE INVESTIGACIÓN/ACCIÓN EN PROBLEMAS SOCIALES

Como se plantea, progresivamente se han ido mezclando tradiciones académicas y prácticas sociales, cuyo eje aglutinador han sido los problemas sociales.

En Chile, ése es un rol relevante que han tenido las políticas sociales y de salud. Es decir, han establecido una demanda teóricoltécnica a la psicología social, en torno a los problemas sociales existentes. Y es allí desde donde ha surgido o se ha expresado el aporte de distintas categorías psicosociales.

Estas han sido y son diversas, y no necesariamente responden a una misma definición de psicología y psicología social, pero a mi juicio, son aquellas que comparten la idea de la rigurosidad teórica, su carácter colectivo y su necesidad de aplicación.

Una de ellas es la categoría soporte social, y su expresión operacional de Redes sociales, como parte de la teoría de eventos estresantes, siendo una de las más relevantes en estos momentos. Esta categoría se utiliza tanto en el análisis como en la intervención psicosocial misma. La idea básica de esta teoría, se expresa en la relación entre los eventos vitales y su impacto sobre el sujeto, y los factores de riesgo y protectores del mismo. En ese sentido, se otorga un valor relevante a los factores psicosociales en la salud mental.

Así, se establece una relación de sentido entre eventos estresantes y aumento de sintomatología ansioso/depresiva por ejemplo, entendiéndose como un factor protector y de "buffer" del stress, el soporte social y la competencia psicosocial. Esto da pie entonces a intervenciones que apunten al fortalecimiento de las redes sociales y al aumento de competencias psicosociales.

El uso de esta categoría ha sido fundamental en la implementación de políticas de atención primaria, así como en programas focales referidos a embarazo adolescente, trastornos emocionales, entre otros problemas, en su mayoría referidos a la temática de salud. No obstante también se han utilizado en potenciar organizaciones locales más referidas al desarrollo comunitario. Incluso se ha estado planteando en el último tiempo como un eje relevante de los programas de violencia intrafamiliar desde el enfoque de "terapia de red", que aunque más referido a la teoría sistémica, es una posibilidad de pensar intervenciones clínicas y psicosociales que se complementan.

En este sentido, esta categoría ha tenido un uso más técnico, o tecnológico si se quiere, en el desarrollo de la intervención psicosocial.

Otra categoría muy relevante, constituida casi en moda, es la de representaciones sociales, que responde al estudio de la ideología desde el punto de vista de Moscovici. Esta categoría definida como "imágenes que condensan conjuntos de significados, sistemas de referencia, que nos permiten interpretar lo que sucede, e, incluso dar sentido a lo inesperado" (Jodelet, 1981), nos permiten clarificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con quienes tenemos algo que ver. De algún modo, son modelos imaginarios de evaluación, categorización y explicación de la relación entre objetos sociales, especialmente entre los grupos, y dado que implican normas y acciones de los mismos (Páez, 1991).

Las representaciones sociales han superado a la categoría actitud, circunscrita a un ámbito individual, ya que se entienden estas representaciones sociales como parte del intercambio dialéctico entre el ámbito social y los procesos cognitivos y psíquicos individuales.

Dado que es una categoría eminentemente colectiva, permite acceder a esa lectura de realidad, y de ese modo observar y explorar las significaciones de objetos determinados.

De allí, que el uso de esta categoría sea diverso, pero siempre inspirado en la investigación. Se ha investigado respecto de diversos temas como el cuerpo, la política, las necesidades de atención primaria, programas sociales, etc. Algunos de estos trabajos han estado más ligados a la investigación académica, a la evaluación del impacto de determinadas políticas o a la mirada sobre las cogniciones de los interventores sobre los temas en los cuales trabajan.

Esta categoría entonces, se sitúa más bien en el rescate de la subjetividad social y las implicancias de ella.

Una categoría con una aplicación más nueva y probablemente menos extendida es la de E.C.R.O.G., desde la psicología social psicoanalítico. ECROG, que significa Esquema Conceptual Referencial Operativo Grupal, y éste obedece a la operacionalización del concepto de vínculo en la teoría de Pichon-Riviére (1985).

Esta categoría podemos pensarla desde la importancia del rescate de la subjetividad grupal, en donde se enfatiza la tendencia de los grupos a reproducir los problemas en torno a la tarea frente a la cual constituyen su grupalidad. Y en esa línea, se destacan los aspectos inconscientes implicados cuando en un grupo se conforma un ECROG entendido como una mentalidad grupal que supera al individuo, y frente a la idea del grupo como suprasujeto (Morales, 1996).

El uso de esta categoría ha estado más centrado en lo operacional que en la investigación académica. Así, bajo la idea de que las ansiedades que circulan en equipos de trabajo psicosocial adquieren un carácter disruptivo y negado, y que los sitúa en una enorme implicación. Esta categoría ha sido usada para comprender e intervenir en los riesgos y daños de equipos que trabajan temáticas de alto riesgo. Estas son violencia intrafamiliar, SIDA, delincuencia entre diversas áreas temáticas.

En este sentido, esta categoría se sitúa como una categoría de intervención de develamiento de dinámicas de equipo, y no ligado a lo investigativo, quizás por la influencia antiacademicista tradicional de Pichon-Riviére.

Otra categoría de gran importancia ha sido la de identidad psicosocial, que como concepto formulado por Erik Erikson (1968), responde a la idea central de entender a la identidad de los sujetos compuesta por distintas dimensiones, la individual y la social en un contexto histórico cultural determinado.

En esa línea, se destaca la ligazón entre una crisis normativa como es la crisis de identidad ligada no sólo a procesos intrapsíquicos en la primera infancia, sino a modelos parentales, comunitarios, como vínculos sociales desarrollados en contextos históricos. Erikson señala le necesidad del proceso evolutivo de integrar los aspectos psicosexuales y psicosociales de la identidad (Erikson, 1968).

Esta idea de integración es central en términos de que la percepción de sí mismo, de los roles que se ejercen y la pertenencia grupal, se visualiza como un todo. Y se adjudican en forma importante a dificultades de identidad, especialmente de integración de identidad, problemas sociales o parte de la explicación de la conducta de sujetos y grupos.

El uso y/o aplicación de esta categoría ha estado centrado fuertemente en el ámbito juvenil, destacando los problemas en relación a la conformación de identidad, con las denominaciones de identidad difusa e identidad negativa, y ligándolos a temáticas como el consumo de drogas, la delincuencia juvenil, el embarazo adolescente. Sin embargo, también se han realizado trabajos en torno a una suerte de perfiles de riego en términos de identidad en torno a la violencia doméstica tanto en hombres como en mujeres.

En este sentido, esta categoría ha tenido en uso exploratorio explicativo más que de intervención, no obstante, buscando intervenciones que propicien o faciliten un desarrollo adecuado de los procesos de conformación de identidad .

Por último, una categoría formulada por Ignacio Martín-Baró (1989) desde su mirada crítica sobre Latinoamérica es la de Traumapsicosocial. Esta categoría supone una crítica a la conceptualización de estrés post-traumático, y simultáneamente, una ampliación de la teoría de traumatización externa.

Martín-Baró (1989), formula indistintamente lo que denomina "trauma político", "trauma psicosocial", aludiendo a relaciones sociales perturbadas por la guerra, y especificando cómo éstas se cristalizan en los cuerpos individuales, en el sentido que allí están las manifestaciones psicosomáticas de lo social. Así, intenta mirar lo individual desde lo social enfatizando que desde su perspectiva, nunca un trauma es individual. Esta es una concepción discutida en el marco de la teoría de trauma, que intenta superar el concepto de traumatización extrema. La variación sustantivo ya de esta concepción, respecto del cuadro clínico Post-Traumatic Stress Disorder (PTSD) del DSM-IV, es que al hablar de traumatización extrema se integra lo político como en relación directa con la ocurrencia del evento traumático, y por lo tanto, se lo relaciona con la sociedad en su conjunto; y por otro lado, la referencia de lo traumático es historizada. Así no queda restringida a un evento unilateral, sino que se trata de un trauma acumulado producto de una secuencia traumática. En ese sentido el concepto de traumatización extrema es un concepto que incorpora la historia del individuo y la historia colectiva.

Esta propuesta de definición de traumatización extrema sugiere que el proceso macrosocial como tal, incide sobre la patología no sólo como causante, sino como elemento permanente de la misma patología. Sin embargo, Martín-Baró va más allá de las víctimas indicando que es la sociedad en su conjunto, la que también se ha traumatizado, en el sentido de que sus relaciones sociales se encuentran perturbadas, lo que se expresa en procesos psicosociales que tienden a la instauración de la desconfianza, la rigidez, el escepticismo y la violencia como forma de resolución de conflictos (Martín-Baró, 1989).

El uso y/o aplicación de esta categoría ha estado circunscrito al ámbito de la violencia política y las políticas de reparación colectivas, grupales e individuales en América Latina, y como marco a intervenciones grupales que no restrinjan el daño a las víctimas directas.

Podríamos decir, que esta categoría ha sido contingente y muy ligada al contexto latinoamericano, expresando un problema social de relevancia.

Todas las categorías revisadas buscan constituirse en categorías de lo colectivo, buscando también la rigurosidad entendida a veces de distinto modo, y al mismo tiempo, intentan tener un rol en la comprensión e intervención psicosocial en problemas sociales.

Es imprescindible por lo mismo y tal como lo propuso Serge Moscovici, Enrique Pichon-Riviére e Ignacio Martín-Baró, la necesidad de revisar y teorizar sobre las prácticas sociales y los problemas que se derivan de ella. Ello apela a un desafío descriptivo, comprensivo y crítico de los problemas sociales desde la psicología, donde cada vez más la subjetividad como concepto genérico se vislumbra como eje del análisis de lo que los sociólogos llaman temas "emergentes". Estos temas emergentes se ponen sobre el tapete en polémicas ya cotidianas sobre la seguridad ciudadana y la delincuencia, la violencia intrafamiliar, la sexualidad y el SIDA/ VIH, y en especial sobre la llamada "superación de la pobreza".

 

SUJETO VERSUS CONTEXTOS: SUJETOS EN CONTEXTOS, UNA MIRADA DE INTEGRACION POSIBLE

Para concluir esta reflexión sobre categorías psicosociales y problemas sociales, es necesario asumir que hay un sesgo en las categorías consideradas y destacadas, y quizás en la noción misma de utilidad y aplicación de ellas. Este sesgo tiene relación con una mirada o una apelación a mirada colectiva, entendida como una psicología de sujetos en contextos (Becker, Morales y Aguilar, 1994). Obedece al intento de sortear el peligro de construir una psicología social donde sólo hay contexto, hay contingencia y no psiquismo, y entonces no hay subjetividad. O dicho de otro modo más radical, no hay psicología, no hay sujetos sólo existe lo social. O por otro lado, una psicología social donde sólo hay sujetos, determinados por su psiquismo, pero no hay contextos y por lo mismo no hay historia social, sino sólo biografías individuales.

Esto puede llevar a pensar también en una psicología para los individuos y en otra para la sociedad. Sin embargo, la realidad parece ser que en estas categorías que siguen presentes, las tensiones y contradiciones de toda la psicología, de sus distintos enfoques, y que desde esa diversidad hay aportes a la comprensión de los problemas sociales de nuestro país.

Esta diversidad podría ser leída como un diálogo imposible, pero desde la idea de sujetos en contextos puede ser un eje aglutinador e integrador, buscando ir más allá de las legítimas diferencias teóricas, y así evitar caer en reduccionismos psíquicos o sociales.

REVISTA DE PSICOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
VOL VI, 1997
© 1998 Programa de Informática, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile

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