HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL VALOR III

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

Adela Garzón Pérez
Jorge Garcés Ferrer
Universidad de Valencia

IMPRIMIR

LOS VALORES COMO MARCOS DE CONOCIMIENTO

No siempre se ha recurrido al concepto de valor para explicar el pensamiento y el comportamiento humanos.  La actitud positivista y experimentalista de la Psicología Social prefirió utilizar otros términos que eran más asequibles a la medición y su manipulación en el laboratorio.
La obsesión por el rigor experimental llevó a los primeros psicólogos sociales a creer que los valores no eran susceptibles de cambio e investigación experimental, y, por consiguiente, su medida no era posible.  Todo ello posibilitó el desarrollo en la Psicología Social de investigaciones interesadas en el estudio de las estructuras cognitivas más simples para ofrecer explicaciones sobre el comportamiento humano.  Las actitudes serían las encargadas de ofrecer dicha competencia explicativa, A esto contribuyó enormemente el ¡mpacto que tuvo a principios de siglo el estudio sobre las actitudes de los emigrantes polacos que llevaron a cabo Thomas y Znaniecki y el apoyo que recibió dicho término por parte de figuras como Allport.  A esto hay que añadir la rápida proliferación de estudios empíricos sobre actitudes que implicaron una operacionalización de las mismas a partir de la construcción de escalas de medida.
A principios de la década de los setenta, autores como Smith (1969) y Rokeach (1973, 1979, 1980) han empezado a cuestionarse el que las actitudes sean el concepto psicológico central y básico en la explicación y comprensión de las acciones humanas.  Las polémicas en torno al concepto de actitud, el fracaso, en parte, de las predicciones conductuales por medio del estudio de las actitudes, y su dimensión ahistórica y vacía de cualquier contenido específico del contexto social (Fishbein y Azjen, 1975) han llevado, por un lado, a investigar a fondo cuáles son las similitudes y diferencias entre actitudes, valores y otras estructuras cognitivas con el fin de delimitarlos adecuadamente y encontrar un modelo integrador de los mismos; por otro, un interés renovado y creciente sobre las investigaciones y estudios sobre valores que han llevado consigo su ulterior operacionalización.

 

La interrelación del valor con otras estructuras cognitivas

Actualmente, algunos psicólogos sociales han llegado a la conclusión de que el término valor es un concepto mucho más amplio y dinámico, y, a su vez, conlleva atributos cognitivos, efectivos y motivacionales mucho más fuertes que el de actitud.  Pero esto no quiere decir, sin embargo, que el primero sea más importante que el segundo.
Aunque algunos autores han restado importancia a la diferenciación entre distintas estructuras de conocimiento, como es el caso de Harvey y Smith (1977) o Schwartz (1978), dando a los valores un carácter de actitud generalizada, la mayoría de los psicólogos sociales están de acuerdo en afirmar que los valores tienen un carácter más abstracto que cualquier otra estructura cognitiva, es decir, van más allá del objeto o la situación concreta y, por tanto, forman parte del sistema de creencias más arraigadas en la personalidad del sujeto.  La difícil modificación de los valores y su carácter trascendente respecto a objetos y situaciones, así como el múltiple repertorio de funciones que se le atribuyen serían, de algún modo, características definitorias de los valores en comparación con otras estructuras cognitivas del individuo.
En ocasiones los mismos psicólogos sociales han incorporado el significado de los valores al marco del estudio de los intereses, utilizando, a veces, ambos términos de modo indiscriminado.  Esto ha ocurrido tanto a nivel teórico como empírico, y, así, un test clásico de <@medida de valores» como el de Allport-VernonLindsay ha recibido muchas críticas porque, según algunos autores, puede equipararse a un test de intereses vocacionales.  En los intereses, el sujeto procesa la información y toma una decisión de preferencia respecto a un objeto determinado.  Actualmente, los psicólogos sociales plantean la necesidad de diferenciar entre valores e intereses, en cuanto que los primeros son marcos preferenciales de actuación que no tienen un referente específico como es el caso de los intereses.
Algo similar ha ocurrido con la problemática implícita en el concepto de norma. En las primeras interpretaciones psicológicas se planteaba la equivalencia entre normas y valores, en cuanto que ambos términos tenían una dimensión prescriptiva de comportamiento.  Es en este sentí ido en el que algunos mantuvieron la tesis de que normas y valores tenían el mismo significado.  El intento de diferenciarlos llevó a muchos autores a plantear que los valores son más internos y las normas de carácter más externo, es decir, que obedecen a un consenso social; si bien esto último es cierto, también hay que decir que los valores se consensúan socialmente por los miembros de una comunidad cultural.
Lo cierto es que las normas, va sean sociales, morales, etc., no son fines en sí mismos, sino que más bien hacen el papel de medios o instrumentos para la consecución de determinadas metas.  Teniendo en cuenta esto y en un intento de perfilar una concepción de los valores, pensamos que la diferenciación fundamental entre ambos términos está relacionada con el carácter más o menos institucional de las normas, mientras que los valores, a niveles generales, serían modos interpretativos y de atribución de significado a dichas normas sociales y culturales.

Del mismo modo, Maslow (1964), en su conocida teoría de las necesidades, supuso características similares para los valores y necesidades.  Ocurre aquí que en este punto las cosas se complican porque no sólo hay necesidades primarias que se satisfacen a un nivel puramente reactivo, sino que hay otras necesidades de tipo secundario situacional, etc., y éstas son realmente las que se prestan a confusión respecto a los valores.  Los valores tienen distintas funciones, entre ellas, la de transformar esas necesidades secundarias a un lenguaje cognitivo que sea socialmente aceptable.
Pero aparte de estas características, los expertos atribuyen a los valores otras, realmente importantes, que a su vez los diferencian de otras estructuras del ser humano.  Por ejemplo, actualmente se destaca el carácter contextual de los valores, lo cual le da al término una flexibilidad situacional, diferenciándolo así de conceptos que han venido utilizando psicólogos de la personalidad y que significan características personales muy establecidas de la personalidad humana y de difícil modificación por cambios contextuales: las primeras interpretaciones psicológicas de los valores estaban relacionadas con Psicología de la Motivación y Psicología de la Personalidad.
Por otro lado, se ha producido un cambio en la concepción de los valores: de entenderse como fenómeno subjetivo (los valores como motivos, intereses, necesidades, preferencias, etc.), actualmente se hace resaltar su dimensión cognitiva: los valores se entienden como una estructura compleja de conocimiento que conlleva dimensiones tanto evacuativas como conductuales, pero que ante todo son un sistema de interpretación y de atribución de significado a los hechos, tanto físicos como sociales.
Por consiguiente, es posible destacar ciertas características diferenciales importantes de los valores que los distinguen.
Como ya hemos dicho anteriormente, la definición de los valores como un elemento estructural del conocimiento humano que el individuo utiliza cotidianamente como marco de referencia en su interacción con los demás no se lleva a cabo de una manera sistemática y coherente hasta bien entrada la década de los sesenta.  Autores como Millón Rokeach té al. han avanzado significativamente en este terreno.
Rokeach (1973, 1976) ha acentuado el hecho de que los valores sirven para que el sujeto se conozca a sí mismo y a los demás, si bien no hay que olvidar el carácter altamente motivacional de su misma teoría.  En este sentido, ha afirmado que los valores son un tipo de creencias que llevan al sujeto a actuar de una manera determinada; son creencias que prescriben el comportamiento humano.  Ese mismo carácter de «deber ser» que Rokeach ha asignado a los valores es lo que ha hecho que su definición de valores se confunda con los llamados «principios morales».
De algún modo, la originalidad de la teoría sobre valores de este autor se sitúa en el hecho de atribuir a los valores un cariz autorreflexivo; los valores en tanto que autoconcepciones que un sujeto tiene de sí mismo, de los demás v del mundo social adquieren el carácter de sistema de creencias personal mediatizado por el contexto social que ayudan al sujeto a tener un sentido de identidad, ya no sólo a nivel individual, sino también de su propia comunidad social (Garcés, 1985).
Es a partir de esas concepciones que el sujeto tiene de sí mismo, cuando elige una u otra forma, bien de comportamiento concreto, bien preferencias o modelos ideales de existencia.  Por tanto, los valores son utilizados por el sujetoi humano como meros instrumentos o medios (valores instrumentales relacionados con conductas ideales) para la realización de ciertos fines o como metas en sí mismas (valores finales o modos ideales de existencia).  Así pues, los valores, ya sean de carácter estético, moral, intelectual, etc., o de cualquier otro tipo, se encuadrarían en dos clases fundamentales de valores los instrumentales y los terminales; distinción que ya anticiparon algunos filósofos y antropólogos.
Dentro de esta distinción entre valores instrumentales y finales, y en la medida en que unos y otros suponen patrones de conocimiento e interacción con el medio social, Rokeach plantea que los valores instrumentales, en tanto en cuanto son medios que utilizamos para conseguir determinados fines, pueden tener un significado de competencia para el sujeto, Por otra parte, el sujeto intentará conseguir metas que irán encaminadas hacia sí mismo o hacia los demás; es decir, tendrán un carácter intra o interpersonal.  Los valores suponen modos de orientarse en el mundo social y tales modos parecen relacionarse con autorientaciones (logros personales) o bien con orientaciones centradas en la dimensión de interacción con otras personas.
Ambos sistemas de valores (instrumentales y finales) conforman un subsistema dentro del sistema general de creencias u organización cognitiva humana.  Subsistema que también está jerarquizado en sí mismo, ya que los valores finales serán más importantes que los instrumentales; serían autoconcepciones más significativas para el propio sujeto, por lo que ocuparían posiciones más centrales en el sistema cognitivo y serían más persistentes a través del tiempo.  Ambos subsistemas de valores tendrán una interconexión funcional, ya que se supone que comportándonos de una manera determinada alcanzaremos la meta deseada.
En resumen, los valores se organizan formando sistemas (organización jerárquica v preferencial de un conjunto determinado de valores tanto instrumentales como finales) a nivel individual y grupal de otras estructuras cognitivas y de personalidad del individuo, aunque todas ellas pueden estar funcionalmente interconectadas formando la organización general del conocimiento humano.
En los primeros apartados de esta problemática de los valores se plantearon las distintas dimensiones en la conceptualización del valor, y de un modo u otro se analizó el tema de los valores en tanto en cuanto son deseados y preferidos por el individuo.  Son quizá estas dos características, que planteó la Axiología del XIX como inherentes a los valores, las que siguen definiéndolos actualmente.  Al margen de que se conceptúen como fenómenos subjetivos de índole motivacional, o como estructuras individuales de conocimiento, lo que es cierto es que se relacionan con dos aspectos de la actuación humana: su capacidad de trascender lo existente (concepción de lo ideal y su elección o preferencia por unos modos de actuación frente a otros).
Un tema relacionado con la organización cognitiva y con los valores, que ha preocupado no sólo a los psicólogos sociales, sino también a los psicólogos de la personalidad, es el cambio y estabilidad tanto del sistema cognitivo como conductual del ser humano.  La mayoría de los teóricos en Psicología Social que se han ocupado del problema del cambio cognitivo, e intentado dar explicaciones del mismo, han partido de un supuesto fundamental: la existencia de incongruencias o desequilibrios en el sistema cognitivo.  Por tanto, la explicación del cambio ha estado casi siempre en función de una teoría homeostática y motivacional que de un modo u otro resuelva las posibles contradicciones cognitivas y comportamentales del sujeto.
En todas estas teorías, la organización del sistema cognitivo está compuesta por distintos subsistemas, y las diferentes teorías que intentan explicar el sistema cognitivo y su cambio diferirán unas de otras en función del modelo de organización cognitiva del que parten.

Por ejemplo, para Rokeach (1973), las creencias, actitudes, valores finales y valores instrumentales, etc., forman un sistema de creencias conectadas entre sí.  Este sistema de creencias tiene una estructura jerárquica; habrá creencias más centrales que el sujeto considera más importantes que otras periféricas.  Las creencias más centrales serán, pues, más resistentes al cambio.  Para este autor, las autoconcepciones que tiene el sujeto acerca de su propia moralidad o competencia son las creencias más importantes.  El cambio en la organización cognitiva vendrá cuando el sujeto se considere insatisfecho consigo mismo por haberse comportado de modo inmoral o incompetente ante ciertas situaciones.  Un modo que tiene el individuo de reducir la tensión que subyace en su sistema cognitivo consiste en reprimir las contradicciones; otro, propuesto por Rokeach, sería cambiar o modificar aquellas cogniciones que son menos importantes para el sujeto, es decir, son menos centrales, por lo que el equilibrio vuelve de nuevo al sistema cognitivo.


Organización cognitiva y sistema de valores

El tema de la estructuración y organización del conocimiento ha preocupado desde siempre a la Psicología Cognitiva y la Psicología Social Cognitiva (Garzón, 1984).  La jerarquización del sistema cognitivo, la delimitación y definición de los diferentes subsistemas, o, lo que es lo mismo, el intentar descubrir cuál es la estructura concéntrico o central-periférica del sistema cognitivo ha llevado a los teóricos de este campo a una amplia preocupación y consiguiente estudio, introduciendo una y otra vez variables de tipo social que en un primer momento no se habían tenido en cuenta.

De este modo es posible hablar de un sistema peculiar de valores pertenecientes a una comunidad cultural determinada.  Será la propia historia y la cultura de cada comunidad social la encargada de configurar esos sistemas de valores que darán a entender lo que los individuos particulares y los colectivos valoran o infravaloran en un momento histórico dado.
Del mismo modo que la similitud del sistema de creencias de dos personas conduce a una mayor comprensión y a posibles reducciones de discrepancias cognitivas entre ambos, así las comunidades culturales con unos sistemas de valores parecidos, se sentirán más atraídos entre sí, ya que se percibirá una consistencia respecto a las respuestas y los patrones comportamentales de los miembros que las componen ante distintos problemas planteados.
Con todo ello, la teoría de Rokeach parece ser una interpretación de los valores desde una perspectiva psicosocial bastante integradora; no sólo ha realizado una clasificación de valores que simplifica mucho las ofrecidas por la Psicología y otras disciplinas que se han preocupado por problemas axiológicos, sino que tiene presente, aparte de las características de personalidad del sujeto, todos aquellos aspectos que tienen que ver con la cultura de una sociedad y sus instituciones a la hora de interpretar la formación y adquisición de valores por parte del individuo humano; y, además, que las actitudes que mantenemos ante ciertos objetos o en determinadas situaciones, así como nuestra conducta final, estará en función del sistema de valores que tengamos, de la prioridad que les hayamos atribuido a unos u otros.


Valores e ideología

Dentro del tratamiento de los valores en el contexto de las Ciencias Sociales, y, sobre todo, desde la Sociología y Psicología Social, el término de ideología ha estado siempre vinculado al sistema de valores preservado por un sistema social.  La relación entre valores e ideología ha sido puesta de relieve en determinadas ocasiones; las ideologías están formadas o suponen implícitamente un conjunto de valores por medio de los cuales justifican sus concepciones.  No es nuestra intención resumir aquí todos los estudios teóricos o empíricos que se han realizado en esta área.  Simplemente trataremos de explicar esta relación por medio de algunas investigaciones que se han llevado a cabo en este contexto.
Uno de los problemas más debatidos en el tema de las ideologías políticas han sido las generalizaciones habidas acerca de la existencia de un continuo único a lo largo del cual pudiese ubicarse las distintas orientaciones ideológicas.  No han sido pocos los autores que, con más o menos fuerza, han defendido la existencia del continuo liberalismo-conservadurismo, hasta bien entrada la década de los sesenta. No obstante, las investigaciones que se hicieron a partir de entonces proponen que no es viable ni posible pensar que todo el abanico de ideologías se encuadren a lo largo de un continuo unidimensional.  Y no es posible, entre otras cosas, por la inherente dificultad que implica definir dichas ideologías políticas sin ningún sesgo de contenido.  Así, autores como McCIosky (1958) o Tompkins (1963) describen el término de conservadurismo por medio de conceptos que son típicos para definir la personalidad autoritaria.
A estos inconvenientes algunos autores, como Rokeach (1973), añaden otros al plantear que la mayor dificultad del continuo único liberalismo-conservadurismo, donde ubicar las distintas orientaciones ideológicas, está en la imposibilidad de hacer estudios comparativos sin tener en cuenta el momento y contexto políticosocial en el que se desarrollan.  Las dimensiones ideológicas de liberalismo y conservadurismo son términos que implican referencia necesaria al momento histórico y al espacio cultural donde se emplean.
Con este planteamiento, Milton Rokeach incide de nuevo en el problema del método ahistórico y transcultural.  Esto va a ser una constante en toda su obra, ya que en su teoría general de valores se centra también sobre este mismo punto al decir que todas las personas, indiferentemente de la cultura a la que pertenecen, poseerán los mismos valores; la diferencia estribará en el grado de importancia que una cultura asigne a algunos de ellos.
De cualquier forma, las principales críticas a su teoría incidirán, sobre todo, en el problema de la transculturación; esto es, la validez y generalización de sus resultados para todas las culturas, y ello en un campo tan escurridizo como el de los valores, donde la problemática de la formación de éstos a través del i<sentir y pensar común» a lo largo de la historia genuina de un pueblo es un aspecto difícilmente transferible.
Como alternativa al modelo unidimensional de ideología política, Rokeach (1973) plantea «el modelo bivalórico de ideología política».  Es un modelo ortogonal, similar al de Eysenck (1954), donde propone que en la base de cualquier ideología política subyace la valoración diferencial de un conjunto de valores; y son justamente éstos, y no cualquier otra estructura cognitiva, la clave reveladora de la ideología política de un sujeto o grupo.  La base de esta afirmación es que, por medio de los valores, el individuo o grupo puede Justificar racionalmente sus intereses, ya sean en beneficio propio o ajeno.  Los valores, insertos en ideologías, permiten racionalizar los verdaderos intereses y servir de cauce para conseguir poder.
Para Rokeach, cualquier conflicto social tiene sus causas en la existencia de una distribución desigual de poder entre los miembros de una sociedad.  Las personas intentarán mantener el poder si es que lo tienen o conseguirlo si es que carecen del mismo.  El mantenimiento del poder por parte de unos o la consecución de poder por otros que carecen de él, se llevará a cabo teniendo un mayor margen de libertad y asegurando el estatus social para los primeros y atenuando las diferencias de clase social y aumentando la libertad por parte de los otros.  Esto es, los valores de libertad e igualdad son los que están en la base de cualquier ideología política.  En función de la importancia que un sujeto otorgue a ambos valores, se podrá saber dónde se enmarca ideológicamente ese sujeto o grupo particular.  El mismo Rokeach hace alusión a algunos autores, como Tocqueville, que ya se habían hecho eco de la importancia de ambos valores (igualdad y libertad).
Analizando los valores que contenían los escritos o discursos de líderes de distintas ideologías, tales como comunismo, fascismo, socialismo y capitalismo, pudo comprobar la importancia diferencial que dichos ideólogos otorgaban a los valores igualdad y libertad, que por lo demás eran los que se mencionaban con mayor frecuencia.  Así, Rokeach comprobó cómo la ideología socialista valoraba tanto la libertad como la igualdad, mientras que la ideología fascista valoraba a ambas muy poco.  Por otra parte, el comunismo primaría más la igualdad que la libertad, y viceversa por lo que toca a la ideología capitalista.
Este modelo también es válido, según el autor, para analizar el mayor o menor grado de participación política; así, aquellos sujetos con una mayor implicación política, que tienen un acusado activismo político, darán más importancia a uno u otro valor según la ideología que mantengan.  Pero no sólo será válido para analizar el activismo político, sino cualquier actividad social donde el sujeto tenga implicación personal.
En resumen, los valores se conceptúan a partir de los años setenta, v, sobre todo, con las formulaciones realizadas por M. Rokeach, como marcos de conocimiento que están relacionados no sólo con otras estructuras más básicas (creencias, actitudes), o con otras dimensiones de personalidad (intereses, motivaciones, estilos de orientación, etc.), sino también con el sistema ideológico y político que orienta las actitudes interpersonales y sociales de los sujetos.  Son, pues, marcos individuales de referencia, tanto para elegir aquellas conductas más adecuadas para los fines últimos o centrales como para las valoraciones preferenciales de estados ideales de existencia tanto personales como sociales.

 

LOS VALORES COMO CONSTRUCCIÓN CULTURAL

Como acabamos de mencionar, desde los años cincuenta se está produciendo una nueva interpretación de los valores desde el marco de la Psicología Social.  Esta conceptualización se inició con M. Rokeach, quien logró no sólo la operacionalización de la problemática psicológica subyacente al concepto del valor, sino que además situó el tema de los valores dentro de lo que se podría denominar estructuras de conocimiento al definirlos como una creencia básica de carácter prescriptiva.
Se pueden señalar dos características importantes en la teoría de los valores de Rokeach que nos sirven para perfilar la conceptualización actual de los valores en la Psicología: por un lado, el haber situado el concepto de valor en el nivel de representaciones simbólicas, en el terreno de los procesos de elaboración de conocimiento; los valores aparecen como estructuras representativas cognitivas que permiten al sujeto no sólo ordenar, interpretar los fenómenos de la realidad física y social, sino que a la vez guían su modo de orientarse en ella.  En contraposición a las primeras interpretaciones psicológicas que identificaron los valores con fuerzas motivacionales, con una Psicología de la Motivación, Rokeach intenta situarlos en el contexto de representación cognitiva, son elementos estructurales de los sistemas representativos-cognitivos del sujeto humano.
Por otro lado, la segunda característica se deriva de la anterior: al situar los valores dentro del marco del sistema representativo, tienen entonces inevitablemente relación con otros sistemas o estructuras de conocimiento.  El aislamiento, respecto a otras dimensiones psicológicas, que los valores han tenido a través de la Axiología y las primeras interpretaciones psicológicas, desaparece con la concepción cognitiva de los valores que Rokeach intenta desarrollar.
En este sentido, se inicia una línea de investigación que intenta relacionar y delimitar las diferentes estructuras de conocimiento: categorización, creencias, actitudes, valores, etc.  Autores como Wyer (1984) o Eiser (1980) son un exponente de este intento de sistematizar un modelo teórico de las interrelaciones entre las diferentes estructuras de conocimiento, construyendo un sistema que nosotros denominamos de «pirámide cognitiva», en la que su base son los procesos básicos de representación (categorización) y su cima los procesos más abstractos y complejos (los valores).
Los mecanismos básicos de interpretación de la realidad son los llamados procesos de categorización que fundamentan la formulación de proposiciones sobre el entorno y que se denominan creencias; constelaciones diferenciales de creencias producen ciertas tendencias o estilos de relación con el ambiente social: son las llamadas actitudes.  En esta pirámide, y desde una concepción racionalista, y de procesamiento de arriba-abajo, existe una estructura abstracta que controla y fundamenta los procesos inferiores: son los valores (Garzón, 1984).
Esta transformación de los valores en estructura cognitiva ha provocado la proliferación de investigaciones centradas en analizar la relación entre los procesos más básicos de construcción del conocimiento (categorías, esquemas, prototipos, etc.) y los procesos complejos de representación cognitiva (creencias, actitudes, valores, etc.). El mismo Tajfel (1978) señala que los determinantes de la categonización cognitiva son los valores sociales y el consenso social.  Este intento de encontrar relación entre valores y otras estructuras de conocimiento ha llevado a algunos autores (Eiser, Fraser, Tajfel, etc.) a reinterpretar los llamados sesgos en la elaboración de información por la Psicología Cognitiva Experimental como un fenómeno producido por la función que los valores poseen en cuanto sistemas que orientan los procesos de asignación e incorporación de estímulos sociales a determinadas categorías.  Los sesgos en los procesos de categorización no se interpretan como errores formales, lógicos, sino como el resultado de la preservación y mantenimiento de un modo determinado de interpretar y orientarse en la realidad social.
En definitiva, los procesos básicos de organización cognitiva están orientados por las estructuras superiores de dicha pirámide cognitiva.  Así, estudios como los de Eiser y Stroebe (1972) ponen de manifiesto la direccionalidad de los valores, tanto a la hora de incorporar un hecho social a una categoría determinada o la no inclusión de un estímulo en otra, as, como la preservación de ciertas categorías para mantener intacto un sistema de valores establecidos.
Esta línea de conceptualización iniciada o propiciada fundamentalmente por Rokeach, y que ha proliferado dentro de orientaciones cercanas a la Psicología Social, viendo, no obstante, los valores como un constructo individual que permite al sujeto organizar, sistematizar y orientarse en su mundo social: los valores siguen entendiéndose como estructuras de conocimiento individual.
Existen intentos de superar esta concepción individualista de los valores que ha estado presente en los planteamientos tanto axiológicos como psicológicos.  El intento de superación se encamina a desarrollar una concepción social de los valores; es decir, los valores serían elementos de representaciones colectivas.  Ahora bien, dentro de este enfoque cabe diferenciar dos tendencias o posturas: una visión blanda de la concepción social de los valores, que estaría representada por aquellos psicólogos que intentan fundamentar la conducta humana en las condiciones estructurales de los sistemas sociales, y una versión dura, que plantea abiertamente el origen colectivo de los valores que tienen manifestación en las conductas individuales.  La primera versión está más cercana a una psicología de tradición anglosajona con ciertas contaminaciones de determinadas orientaciones europeas, mientras que la segunda se fundamenta en una concepción psicológica muy diferente: la tradición europea del estudio de las representaciones sociales.
La primera tendencia sigue conceptuando los valores como un producto individual que está modulado por el contexto social y cultural en que se desenvuelve el sujeto.  Se puede decir que fundamentalmente se centra en analizar las dimensiones sociales de la conducta orientativa de los sujetos, y sólo en este sentido conceptúa el carácter social de los valores.
En esta línea o versión blanda puede situarse las mismas formulaciones de Tajifel, que, aun partiendo de una tradición europea, señala que la internalización de los valores y representaciones sociales se fundamenta en la interacción entre individuos y grupos sociales: la interacción social aparece, en Tajfel, como un requisito o componente básico en el desarrollo y mantenimiento de las principales formas de representación y cognición.  Como es característico de esta versión blanda, Tajifel mantiene un dualismo entre sociedad y cognición al formular que «el funcionamiento cognitivo de los sujetos tiene su origen en dos fuentes fundamentales: la información sensorial, o la evidencia de los sentidos, y la información social o información proporcionada por otra persona» (Tajifel, 1978, p. 303).  De hecho, en algún momento llega a afirmar que la cognición humana es parcialmente originada por la interacción social.
Un exponente claro de esta concepción blanda de Tajifel son sus reflexiones en torno a The structure of our views about society, donde formula las relaciones existentes entre categorización social, consenso y valores sociales, planteando la función de estos últimos en el mantenimiento y preservación de las categorías sociales (Tajfel, 1978).
Los valores se entienden, dentro de esta concepción, como ideologías implícitas de una sociedad o grupo social que determina la forma en que un individuo se orienta en sus relaciones sociales, en el establecimiento de unos proyectos y objetivos, así como en su visión y comprensión del entorno social: los trabajos de Tajfel sobre estereotipos sociales y valores individuales son otro exponente de las características de esta concepción social blanda de los valores: estos últimos son elementos estructurales del contexto social que influyen en la representación cognitiva y preferencial que los sujetos construyen.
La diferencia entre la concepción individualista de los valores y la concepción social estriba en que mientras en la primera la cuestión central es la integración y relación de los valores con otras estructuras de conocimiento, en la segunda, además de tal interrelación, los valores están relacionados con los aspectos de identidad social, comparación y categorización grupal, relaciones y percepción del endogrupo y el exogrupo, etc.; es decir, con dimensiones que surgen del contexto social en el que el sujeto se mueve.  Se abandona el nivel formalista y lógico de los planteamientos cognitivos clásicos para incorporar las dimensiones sociales en que la organización cognitiva tiene lugar: Estas dimensiones se manifiestan a través de los fenómenos de identidad y comparación social (Garzón, 1984).
El texto editado por Howe et al. (1980) sobre Beliefs, actitudes and values es otro ejemplo de la tendencia en Psicología Social a proporcionar un contenido social a los conceptos psicológicos que intentan explicar la conducta social.  Las limitaciones de la interpretación individual de las actitudes han llevado a muchos psicólogos sociales a dudar de la posición central de las actitudes en el campo de la Psicología Social, y han intentado incorporar otros conceptos que cumplan también funciones de regulación conductual: la problemática de los valores ha sido uno de ellos (Sheriff, 1980; Kelman, 1980).  Los valores son un elemento, entre otros, que configura la denominada cultura subjetiva (es decir, la forma que un grupo tiene de ver y comprender la realidad física y social) y que incluye estilos de categorización, creencias, actitudes, normas y valores.  Así pues, los valores guardan relación con la estructura de la realidad y las formas características de interpretarla (Rokeach, 1980).

Dentro de esta concepción social de los valores cabe interpretar las formulaciones planteadas por Pinillos (1982) en una Reunión Internacional sobre Psicología de los Valores.  Establece una distinción entre la estructura superficial y la estructura profunda de los sistemas de valores para poner de manifiesto que aun cuando la formulación explícita de tales sistemas pueda tener una uniformidad trascultural, su estructura profunda puede ser diferente en cuanto que la conducta axiológica de las sociedades está determinada por el contexto social y las condiciones culturales de cada una.  De otro modo, que los sistemas de valores varían según el desarrollo social y político de las sociedades.
De hecho, al analizar el sistema de valores de las civilizaciones más desarrolladas, Pinillos plantea la necesidad de diferenciar entre el desarrollo moral (axiológico) y el desarrollo o progreso político-económico en la medida en que este último puede llegar, si es que no lo ha hecho ya, a circunscribir el desarrollo o sistema axiológico en el tecnicismo, la eficacia y el bienestar.
Un fundamento teórico más radical surge de la tradición iniciada en la Psicología de los Pueblos, de Wundt, y recogida, en parte, por Durkheim bajo el término de representaciones sociales.  Esta tradición ha sido potenciada fundamentalmente por psicólogos europeos y en concreto por la tradición francesa de la Psicología Social, bajo el término, más suave, de representaciones sociales.
Con el término de representaciones sociales se hace referencia a sistemas cognitivos impersonales (no son producto de la lógica y el formalismo de los sistemas cognitivos individuales) que configuran un modelo o teoría que describe e interpreta las condiciones sociales v las implicaciones del sistema social, para el entramado de las interacciones sociales en el que un colectivo se desenvuelve.  Tales representaciones son preservadas v transmitidas a través de la cultura, ritos sociales, tradiciones, mitos, lenguaje, etc.  Son sistemas o procesos simbólicos generados por un colectivo que experimenta v vivencia de un modo su¡ generas las condiciones y contexto social que delimita los modos de interacción social adecuados.  Moscovici definía, en 1973, las representaciones sociales como teorías o modelos de conocimiento que incluyen valores, ideas y prácticas que cumplen dos funciones fundamentales:

a)      Por un lado, permiten que los individuos y colectivos se orienten en su mundo social proporcionándoles un marco de conocimiento e interpretación del mismo.
b)      Por otro, las representaciones sociales posibilitan un lenguaje de comunicación e intercambio en cuanto que proporcionan unas claves comunes para interpretar las condiciones y la estructura social.

En este sentido se puede perfilar una nueva conceptualización de los valores en la medida en que serían elementos objetivos de ese modelo o teoría, generado -v compartido por un colectivo.  Elementos que son manifestación de las formas preferenciales y orientativas de un colectivo dentro del entramado social generado por la estructura y sistema social en el que se desenvuelve.  Es decir, los valores serían la dimensión prescriptiva que toda representación cognitiva lleva implícita.
La diferencia entre lo que hemos denominado concepción blanda y dura de los valores como productos colectivos está precisamente en una concepción diferencial del sujeto como realidad social.  En la concepción blanda se mantiene un conductismo social en el sentido de que se entiende que el sujeto es una caja negra, una tábula rasa, que reacciona ante la estimulación externa: la estructura y condiciones de un sistema social determinado.  Los valores aparecen como una estructura representativa y preferencial individual (es la respuesta o variable dependiente) que incorpora los avatares producidos por las condiciones sociales, económicas y políticas.
Por el contrario, en la concepción dura no se parte de entender los valores como la interiorización individual de un estilo de vida provocado por las condiciones sociales, sino que son sistemas representativos de interpretación y valoración (estímulo o variable independiente) de tales condiciones sociales (respuesta o variable dependiente), y son tales sistemas los que modulan y controlan tales contextos y condiciones sociales.  Es en este sentido en el que puede interpretarse la afirmación de Moscovici (1984) de que las representaciones sociales son una realidad social objetiva que puede modelar la conducta individual.
En cuanto que tales representaciones sociales tienen un carácter convencional, en el sentido de que son marcos referenciales para interpretar los hechos sociales, y en cuanto que tales marcos poseen una dimensión prescriptiva que posibilita una conducta orientativa de los sujetos y colectivos hacia dichos hechos sociales, es evidente su relación con una nueva concepción de los valores.  Concepción que compartirá, lógicamente, los dos grandes supuestos o fundamentos de la noción de las representaciones sociales:

Como señalan Farr (1984) y Seoane (1985), la tradición europea del estudio de las representaciones sociales supone una superación del lenguaje lógico, formal, vacío de cualquier contenido, que ha dominado la Psicología Cognitiva más tradicional y posibilita la incorporación de un lenguaje social: los procesos representativos sociales tienen su fundamento en el desarrollo histórico, social y cultural de las sociedades.
Las representaciones sociales son cognitivas en el sentido de que implican la construcción e interpretación del mundo social, pero su contenido específico, así como su lógica, es necesario buscarlos en las raíces sociales que han generado tales sistemas representativos: si la organización cognitiva tiene un origen y un contenido social, entonces sus principios y leyes estarán mediatizados por ese contenido específico.  En esta misma línea, el sistema de valores implícito en las representaciones sociales no puede tener un carácter universal, sino todo lo contrario: debe ser el reflejo de los modos idiosincráticos de cada comunidad cultural.  En este sentido parecen moverse los intentos de Seoane (1982) cuando, al perfilar las bases de una concepción europea de los valores, critica el pretendido universalismo de la teoría de valores formulada por Rokeach.
b)      En la medida en que las representaciones sociales tienen un origen social, llegan a formar parte de la realidad social (son elementos culturales objetivos) y sirven de catalizadores de la experiencia y la conducta orientativa individual.  Los valores aparecen como variables independientes que están a su vez producidas por los propios colectivos y sujetos individuales.  En este sentido, se rompe con la clásica polémica de si los valores son una realidad objetiva o una dimensión subjetiva del sujeto que valora.  Son productos de la experiencia colectiva y a la vez generan dicha experiencia colectiva: son causa y efecto (Ibáñez, 1985).
En este sentido puede entenderse que los valores forman parte de ese contenido específico de las representaciones sociales, y guardarían relación con el espacio heterotélico, señalado por Seoane (1982), que media entre los proyectos y las realizaciones: los valores son marcos orientativos de comunidades culturales por los que se transforman los proyectos en realizaciones.  En resumen, desde esta concepción dura del carácter social, los sistemas de valores mantenidos y transmitidos colectivamente configuran los proyectos, los modos ideales de desenvolverse en las condiciones especificas de la realidad social generadas en parte por las estructuras sociales, políticas y económicas.
Frente a las concepciones estáticas de los valores, esta nueva conceptualización destaca la dimensión dinámica y de continua transformación de tales proyectos o modelos ideales de relacionarse con las condiciones y el contexto social.  La continua transformación de tales ideales es producto tanto de las variaciones de la estructura social y política como de los cambios en la vivencia que los colectivos tienen de dicho sistema social.
Proyectos y realizaciones están, pues, estrechamente relacionados con la consecución de nuevos órdenes sociales en los que los proyectos ya son realizaciones y éstas introducen nuevas dimensiones en las representaciones colectivas generando así otras concepciones ideales.  Los valores, en este sentido, son un proceso dinámico por el que los proyectos van convirtiéndose en realidades que a la vez producen nuevas concepciones ideales de existencia.  Ahora bien, y siguiendo las formulaciones de Seoane (1982, 1985), esas nuevas concepciones de ordenamiento social se producen en el contexto de una identidad social v en el marco de las representaciones sociales de las comunidades culturales.

 

COMENTARIOS FINALES

Iniciamos la problemática de la conceptualización de los valores señalando un conjunto de dimensiones (objetividad, universalismo, emocional, etc.) a partir de las cuales las diferentes orientaciones axiológicas y disciplinas científicas han construido su propio modo de concebir e interpretar la temática de los valores.  La conceptualización de los valores se ha desarrollado a partir de dos grandes categorías definitorias: objetividad vs. subjetividad y universalidad vs. relatividad.  Estas dos dimensiones se han ido elaborando y matizando con la incorporación de los valores a las ciencias sociales (vid. fig. l).
Tales dimensiones las hemos entendido como rasgos o características que se han utilizado para interpretar y construir una concepción, un modo de ver y entender la problemática de los valores.  Aun cuando tazas dimensiones estaban ya planteadas en lo3 mismos inicios de la Axiología, sin embargo, la complejidad de la temática de los valores ha ido creciendo a medida que han ido ganando nitidez algunos matices y diferenciaciones en tales dimensiones iniciales.
Así, para las primeras interpretaciones axiológicas las dos características o dimensiones prototípicas de los valores fueron la de objetividad vs. subjetividad y la de universalismo vs. relativismo; es claro que estas dos grandes dimensiones guardan una covariación entre los distintos polos que las definen: mientras que el objetivismo se relaciona con la universalidad, el subjetivismo se une al relativismo.

Por otro lado, se empezó a matizar entre el carácter de potencialidad o sustantividad de los valores: la distinción entre lo deseable y lo deseado es una tercera dimensión que surge de la polémica entre la Axiología objetiva y la subjetiva.  Así, mientras que para la primera es necesario distinguir entre lo deseable y lo deseado, para la segunda en un principio solamente lo deseado constituía una fuente de valor.  Con posterioridad, estas matizaciones van decantándose por el polo de la potencialidad:       la gran mayoría de las conceptualizaciones actuales de los valores entienden que éstos pertenecen al mundo de lo que es deseable, al margen de su existencia concreta en un momento determinado.
Las formulaciones iniciales dentro de la dimensión de universalismo-relativismo se fueron haciendo más complejas, y se empieza a hablar del relativismo psicológico y del relativismo histórico o cultural.
Dentro de la Axiología subjetiva, la característica prototípica del concepto de los valores es su dimensión subjetiva: ahora bien, el desarrollo del subjetivismo y su incorporación a las ciencias sociales llevó a plantearse e¡ tipo de actividad psicológica que caracteriza al subjetivismo.  Aparece así una nueva problemática con la denominación de la dimensión de emocional vs. racional.  Dentro del desarrollo de las interpretaciones psicológicas de los valores existen orientaciones que conceptúan como prototípico de los mismos su carácter afectivo-motivacional, mientras que otras entienden que lo prototípico es su dimensión cognitiva o racional.  Del mismo modo, algunas teorías sociológicas y antropológicas (Kluckhohn) destacan el carácter cognitivo de los valores (Serrano, 1984).
Otra dimensión es la de individual vs. colectiva.  Se puede decir que de las orientaciones axiológicas (subjetivas y objetivas) las primeras interpretaciones psicológicas y las concepciones cognitivas de los valores han hecho hincapié en el carácter individual de los valores- las interpretaciones sociales (antropológicas, sociológicas y algunas orientaciones de la Psicología Social) entienden que la característica central de los valores es precisamente el ser una construcción cultural.
Podemos decir que las diferenciaciones introducidas en las dos coordenadas o dimensiones centrales con las que la Axiología inició sus primeras interpretaciones de los valores han dado lugar a la aparición de diferentes interpretaciones científicas del concepto de valor, de tal modo que se puede plantear que sus diferencias vienen determinadas no sólo por el con~ unto de atributos que según cada una define la temática de los valores, sino tambíén por los atributos que consideran más prototípicos en su concepción de los valores.
Mientras que para la Axiología subjetiva los rasgos prototípicos son el subjetivismo y el relativismo, para la Axiología objetiva lo son el objetivismo y el universalismo.  En contraposición, y ya dentro del marco de las ciencias sociales, mi ientras que para la Psicología Humanista lo característico son el carácter subjetivo y afectivo-emocional, para las orientaciones cognitivistas lo característico de los valores es su dimensión individual y su carácter cognitivo (los valores son marcos de conocimiento).  Por último, para algunas orientaciones de la Psicología Social (la de las representaciones sociales) y de la Antropología y la Sociología, lo prototípico de los valores es precisamente su dimensión de ser ante todo conocimiento colectivo.
Al margen del análisis de las dimensiones Y características definitorias que diferencian las distintas conceptualizaciones que se han desarrollado, es necesario señalar que el estudio de los valores ha tenido una problemática inicial en su incorporación al campo o dominio del conocimiento científico.  Dicha problemática no es distinta de la de otras temáticas que se iniciaron, como la de los valores, en el contexto del pensamiento filosófico v qtie eran difíciles de interpretar, tal como estaban formuladas, dentro de las coordenadas del contexto de la justificación qlie en las primeras décadas del siglo xx definía Y delimitaba lo que podía considerarse como conocimiento científico.
En este sentido, las distintas dimensiones diferenciaciones que se han ido desarrollando para delimitar la conceptualizac lón de los valores pueden verse como el intento de las ciencias sociales por encontrar un modo de incorporar el tema de los valores al campo de la Ciencia, que fuera coherente con las exigencias de los presupuestos del llamado conocimiento científico.  La rein.terpretación de las ciencias sociales de la problemática de la Teoría de los valores iniciada en la Axiología ha supuesto una nueva conceptualización de los valores al menos en dos sentidos: por un lado, los valores sólo pueden entenderse dentro del contexto de la acción social.  En este sentido los valores aparecen definidos como marcos preferenciales cle orientarse en el mundo.  Otro problema diferente es que tales marcos preferenciales, de orientarse, se conceptúen como afectivo-emocionales o como coonitivos, o bien que se entiendan como un producto individual o colectivo.  Por otro lado, v en la medida en que los valores son un constructo que explica tanto el comportamiento individual como el colectivo, se relacionan con otras estructuras (psicológicas y sociales) que también están orientando la acción social.  


BIBLIOGRAFÍA

ALLPORT, G.: Personality: A Psychological Interpretation, N. York, H. Holt and Co., 1937.  ALLPORT, G., y VERNON, P.: A sttíd - v of valzíes.  Boston, Houghton, 1931.

ALLPORT, G.; VERNON, P., y LINDZEY, G.: A Siudv of Values, Boston, Houghton, 1961.  AYER, A.: Language, Truth and Logic, London, G-ollaez, 1950.

BELLOCH, A. Y BAGUENA, M. J.: Dimensiones cognitivas, actitudinales y sociales de la personalidad, Valencia, Promolibro, 1985.

DURKHEim, E.: «Jugements de valeur et jugements de realité».  Revue de métaphysique et de morale, Vol. 19, pp. 438 y ss., 191 1.

EISER, J. R.: Cognitive Social Psychology, London, McGraw-Hill, 1980.
EISER, J. R., y STROEBE, W.: Categorization and Social Judgement, London, Academic Press, 1972.  EYSENCK, H. J.: The Psychology of Politics, London, Routiedge and Kegan Paul, 1954.

«The genetic Basis of Human Values», Reunión Internacional sobre Psicología de los Valores (inimeo), 1982.

EYSENCK, H. J., y WILSON, G. D.: The Ps-vchological Basis of Ideology, Baltimore, University Park Press, 1978.

FARR, R. M., y Moscovici, S.: Social Representations, Cambridge University Press, 1984.  FisHBEIN, M., y AZJEN, l.: Belief, Attitude, Intention and Behavior, Reading, Mass., Addison-Wesley,
1975.
FROMM, E.: «Values, Psychology and Human Existence», en A. H. MASLOW y D. A. SOROKIN (eds.),
New Knowledge in Human Values, N. York, Harper and Brothers Publ., 1959.
FRONDizi, R.: ¿Qué son los Valores?, México, Fondo de Cultura, 1968.

GARCÉS, J.: «Sistema de valores en la política autonómica: perfil ideológico de discursos políticos», Tesis Doctoral, Univ.  Valencia, 1985.

GARZ_N, A.: Dimensiones del conocimiento social, Valencia, Promolibro, 1985. «La Psicología Social Cognitiva», Boletín de Psicología, 3, pp. 67-88, 1984.

HARTMAN, R.: La estructura del Valor.  Fundamentos de la Axiología Científica, México, Fondo de Cultura, 1959.

HARVEY, J., y SMITH, W.: Social Psychology: an atiributional analysis, St. Louis, Mosby, 1977.  HARVEY, 0. J., et aL: Conceptual and Personality Organization, N. York, Wiley and Sons, 1961.  IB SÍMBOLO 181 \f "MS Linedraw"  _ ÑEZ, E.: «Los procesos de adaptación cognitiva», en J. MAYOR (ed.), Actividad humana y procesos cognitivos, Madrid, Alhambra, 1985.

JIMÉNEZ BURILLO, F.: «Sobre la perspectiva sociopsicológica de la alienación», Rev. de Psicología Social, 0, pp. 13-24, 1985.

KELMAN, H. C.: «The role of Action in Attitude Change», en J. HOVE et al. (ed.), Beliefs, Attitudes and Values, London, University of Nebraska Press, 1980.

KLUCKHOHN, C.: Mirrorfor man, N. Y., McGraw-Hill, 1949.

KLUCKHOHN, C., Y STRODTBECK, F.: Variations in Value Orientation, Row Peterson and Co., Evanston, 1949.

LEE, D.: «Culture and the Experience of Value», en A. MASLOW, y D. A. SOROKIN (eds.), New Knowledge in Human Values, N. York, Harper and Brothers Publ., 1959.

LURIA, W. A.: «A study of Sprangeris value-types by the method of factor analysis», J. of Social Psychology, 8, pp. 17-37, 1937.

MASLOW, A.: «Psychological data and values theory», en A. MASLOW, y D. A. SOROKIN (eds.), New Knowledge in human Values, N. York, Harper and Brothers Publ., 1959.
Toward a Psychology of Being, Princeton, N. J., Van Nostrand, 1962.
Religions, values and Peak experiences, Columbus, Ohio, Plate Univ.  Press., 1964.
MCCLOSKY, H.: «Conservation and Personality», American Political Science Review, 52, pp. 27-45,

1958.

MOLES, A.: «Dimensions axiologiques de la "qualité de vie"», Reunión Internacional sobre Psicología de los Valores (mimeo), 1982.

Moscovici, S.: «Foreword», en C. HERLICH (ed.), Health and Illness: a social psychological analysis, London, Academic Press, 1973.

NADJER, Z.: Values and Evaluations, Oxford, Ciarendon Press, 1975.
ORESTANO, F.: Los valores humanos, Buenos Aires, Orgos, 1947.
PARSON, T., et aL: Toward a General lheory of Action, Cambridge, Mass., Harvard Univ.  Press, 195 1.
406
 PEI-ECHANO, V.: i<Reflexiones en torno a "Valor" y "Refuerzo"», Reunión Internacional sobre Psicología cle los Valores (mimeo), 1982.

PERRY, R. B.: General Tlieory of Value, Cambridge, Harvard University Press, 1950.

PINILLOS, J. L.: «El cambio de los sistemas de valores en las sociedades desarrolladas y en las sociedades en desarrollo».  Reunión Internacional sobre PYicología de los Valores (mimeo), 1982.
ROKEACH, M.: The natiíre of Hunian Values, N. York, Free Press, 1973.

Beliefs, Attitlídes antí Values: A theory ofo@ganization and cliange, Washington, Josey-Bass Pub]., 1976.

Understanding Human Vali¿es: individual and societal, New York, Free Press, 1979.

«Some unresolved issues in theories of beliefs, actitudes and values».  En JR., HOWE y M. M.. PAGE (eds.), Beliefs, Atritucies, and Values, London, University of Nebraska Press, 1980.
RUSELL, B.: Religion and Science, N. York, Henry Holt (1951), 1935.
SCHELER, M.: «Etica», Revista de Occidente, p. 45, 1941.

SCHWART, S.: «Temporal instability as a moderator of the attitude-behavior relationship», Jr. ofpersonaiity and Social Ps i vchology,, 36, pp. 715-724, 1978.

SEOANE, J.: <ICambio de Valores en Europa», Reunión Internacional sobre Psicología de los Valores (mimeo), 1982.

«Conocimiento y Representación Social», en J. MAYOR, (ed.), Actividad Humana y Procesos Cognitivos,
Madrid, Alhambra, 1985.

SERRANO, G.: «Problemática psicosocial de los valores humanos», Boletín de Psicología, 3, pp. 3-37 (Univ.  Valencia), 1984.

SHERIF, C. W.: «Social Values, Attitudes, and the Involvement of the Self», en J. HOWE et al. (eds.),
Beliefs, Attittides and Valiies, London, Univ. of Nebraska Press, 1980.
SMITH, M.: Social Psychology and human values, Chicago, Aldine, 1969.

SPERRY, R. W.: «Bridging science and values: a unifying view of main and brain», AmericaniPsychology, 32, pp. 237-45, 1977.

-: «Changing priorities», Reunión Internacional sobre Psicología de los Valores (mimeo), 1982.
SPRANGER, E.: Tipes ojiivfen, Halle, Niemeyer (1978), 1922.

TAJFEL, H., y FRASER, C. (eds.): Introducing Social Psychologj,, N. York, Penguin Books, 1978.

THURSTONE, L. L.: «A multiple factor study of vocational interests», Personal Journal, 10, pp. 198-205, 1932.

TOMPKINS, S.: «Left and right: a basic dimension of ideology and personality», en R. WHITE (ed.): The Study oflives, New York, Atherton, 1963.

WEISKOPF, W. A.: «Existence and Values», en A. H., MASLOW, y P. A. SOROKIN (eds.), New Knowledge in Human Values, N. York, Harper and Brothers Pub¡., 1959.

WILLIAms, R. M.: «The concept of Values», International Encyclopedia ofthe Social Sciences, vol. 16, New York, Macmillan and The Free Press, 1968.

WYER, R. S., et aL (eds.): Handbook ofsocial Cognition, N. York, Erlbaum (LEA), 1984.

LIBRERÍA PAIDÓS

central del libro psicológico

REGALE

LIBROS DIGITALES

GRATIS

música
DVD
libros
revistas

EL KIOSKO DE ROBERTEXTO

compra y descarga tus libros desde aquí

VOLVER

SUBIR