ASPECTO SOCIAL DEL ENVEJECIMIENTO

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Modelos sociales del envejecimiento.

Sociólogos, psicólogos y gerontólogos han elaborado diversos modelos de envejecimiento con objeto de explicvar la influencia de los factores culturales y sociales sobre el mismo.

· La teoría del retraimiento.

El envejecimiento está acompañado del retraimiento recíproco de la sociedad y del individuo; el individuo deja poco a poco de mezclarse en la vida de la sociedad y ésta le ofrece cada vez menos posibilidades de todo género. Algunos creen que son las personas de edad las que inician por sí mismas el proceso de retraimiento; otras por el contrario mantienen que es la sociedad la que gradualmente obliga a los ancianos a retirarse de la vida activa.

· La teoría de la actividad.

Trata de explicar unos problemas sociales y las causas exactas que contribuyen a la inadaptación de las personas de edad. El individuo carece ya de propósito y de identidad.
Una vejez lograda supone el descubrimiento de nuevos papeles o de nuevos medios de conservar los antiguos. Para que se realice este ideal, será preciso en el futuro reconocer el valor de la edad y atribuir a las personas ancianas nuevos papeles, valorados por la sociedad. Mantenerlos en un papel de trabajo normal.

· La teoría del medio social.

El comportamiento durante la vejez depende de ciertas condiciones biológicas y sociales. Sobre él influyen tres factores valiosos: la salud, el dinero y los apoyos sociales. La salud es un factor importante ya que muchas personas de edad se encuentran taradas por la acumulación de enfermedades crónicas. La situación económica es otro factor limitador, ya que una quinta parte de las personas de edad están considerablemente limitadas por la falta de recursos económicos. La existencia de apoyos sociales contribuye al nivel de actividad.
En conjunto, los factores procedentes del medio social que son susceptibles de influir en el grado de actividad resultan desfavorables a la vejez.

La teoría de la continuidad.

El estilo de vida se halla principalmente determinado por los estilos, hábitos y gustos adquiridos a lo largo de toda la vida.
Los hábitos, gustos y estilos personales adquiridos y elaborados durante la vida, persisten en la vejez.

 

Los ancianos como subcultura.

Los grupos de ancianos se estudian utilizando una estratificación elaborada según la edad, en vez de una estratificación según la clase. La organización para ciudadanos de edad a la que pertenezca un individuo, ejercerá una influencia sobre su comportamiento.

 

Los ancianos como grupo minoritario.

En nuestra sociedad las personas de edad se sienten, por así decirlo, forzadas a formar una minoría. El grupo minoritario de los viejos ve además cómo se le atribuyen unos defectos que es preciso evitar a cualquier precio.
Las personas de edad que no representan la que tienen o que poseen conductas jóvenes son, por lo general, consideradas un tanto superiores a las demás.
La falta de movilidad, la pobreza, la segregación y la impotencia, trazos todos comunes a los grupos minoritarios, son también característicos de los viejos en América del Norte. El alcoholismo, la toxicomanía, la pobreza y la escasa autoestima se encuentran tanto en la subcultura de las personas de edad como en las demás minorías. Estos rasgos pueden influir en la forma en que son tratados los ancianos, así como en sus sentimientos hacia ellos mismos.

 

La estratificación social.

La noción misma de la estratificación supone una superposición de las capas sociales, aunque existan clases o grupos cuya posición en la jerarquía es relativamente libre o poco definida.
Parece ventajoso abandonar la infancia para ingresar en la edad adulta, siendo en efecto considerados los adultos como dueños de un poder y de una libertad superiores. Pueden parecer menos deseables otras capas de edad como la vejez, la cuarentena o la cincuentena.

 

La condición social de las personas de edad y los cambios sociales.

La posibilidad de jubilar a los trabajadores comporta aspectos a la vez positivos y negativos. Es positivo que una parte pueda abandonar el mercado de trabajo y ser mantenida por las productividad incrementada de quienes continúan trabajando.
Abandonar el medio laboral, con la inevitable reducción de los ingresos y el prestigio del individuo, constituye un aspecto negativo.
En una sociedad aún aferrada a la ética del trabajo, el hecho de realizar una tarea productiva ocupa un lugar importante en la jerarquía de los valores y algunos consideran el paro o el hecho de no tener actividad productiva como el más grave de todos los pecados, el que es preciso evitar a cualquier precio.
El contraste entre el aumento de la productividad y de la eficacia en nuestra sociedad, por un lado, y nuestro aferramiento a la ética del trabajo por el otro, comportan una cierta ironía y constituyen el origen de un conflicto.
Las investigaciones sobre la productividad de los trabajadores ancianos son muy numerosas.
La selección de una profesión constituye una de las tareas más importantes del adulto joven. Esta elección posee, en efecto, tres importantes consecuencias. Primeramente será la que determine, en gran parte, el futuro del o de la joven, puesto que la vida activa ocupa al menos la mitad de nuestra existencia. En segundo lugar, la duración de la vida aumenta paralelamente a la esperanza de vida. La esperanza de vida activa, es decir de los años consagrados al trabajo, pasó de 44,5 en 1940, a 45,2 en 1960.
Finalmente, el número de mujeres casadas que trabajan ha aumentado en un 10% desde 1940 y supone ahora seis millones en los Estados Unidos.
El número de trabajadores ancianos continuará aumentando en un futuro que cabe prever; en segundo lugar, el comportamiento de estos trabajadores no es necesariamente inferior al de los jóvenes y en tercer lugar, los trabajadores ancianos son capaces de incrementar su producción y de reciclarse a condición de que la transformación de las tareas y los programas de reciclaje se adecuen a sus necesidades más que a la de los jóvenes.

 

La jubilación.

El trabajo nos fuerza pues, a estructurar el tiempo; nos impone igualmente, al menos en una cierta medida, la elección de nuestra indumentaria, del lugar en que habitamos, así como de la clase socioeconómica a la que pertenecemos. Es evidente que la jubilación  que pone fin al trabajo, posee una connotaciones que van mucho más allá del cese del empleo.
A menudo, la jubilación tiene lugar tan rápidamente que el proceso adquiere el carácter de un simple suceso.
Algunos son honrados con una ceremonia más o menos formal, que marca el hecho de que se trata de un acontecimiento más que de un proceso. Constituye un momento crítico de la vida y, por ello, viene acompañado de una determinada inquietud y de un cierto desequilibrio.
Tras la jubilación ya no hay obligación de hacer “lo que quieren los demás” sino que puede hacerse “lo que se quiera”. Aunque esta situación puede hacer que se halle desorientado y se sienta angustiado y deprimido más que liberado.
La transición de la jubilación provoca cambios en la relación conyugal.
Un autor de orientación psicoanalítica, Frank (1977), aplica a la jubilación la noción tomada de Ferenczi (1952) de la “neurosis del domingo”, que pretende que uno se sienta angustiado y deprimido el domingo cuando no tiene nada que hacer.
Algunos autores estiman que la jubilación obligatoria provoca a menudo dificultades, mientras que otros consideran que toda jubilación, incluso voluntaria, requiere un período de preparación y de orientación.

 

El ocio.

Se ha definido a las actividades que ocupan el ocio como “actividades personales y discrecionales en las que la expresividad se impone a la instrumentalidad”. Esas actividades hallan un fin en sí mismas.

 

La sexualidad.

El rechazo a la sexualidad geriátrica parece formar parte de un estereotipo cultural muy difundido y que pretende que las personas de edad son consideradas feas, débiles, desgraciadas e impotentes. Los medios de comunicación de masas presentan los objetos sexuales más deseables como individuos jóvenes, bellos y perfectos. La publicidad nos dice que para atraer y seducir a los miembros más deseables del sexo opuesto es preciso comprar productos que nos rejuvenezcan y nos hagan “bellos”.Nuestra sociedad se halla adoctrinada desde la infancia por la ideología de la juventud y de la belleza.

 

El envejecimiento y la respuesta sexual.

El envejecimiento no significa necesariamente el final de la actividad sexual. La sexualidad femenina no conoce límite de edad; en cuanto al hombre, éste conserva, con bastante frecuencia su capacidad sexual hasta los 80 años e incluso más allá.

 

La menopausia y la sexualidad femenina.

La menopausia es el período durante el cual se produce el climaterio femenino, es decir en que la mujer deja de poder procrear.
Buena parte de los efectos de la menopausia sobre la sexualidad dependen de la actitud de la mujer.
Las mujeres cuya vida sexual es regular y activa, experimentan escasas dificultades de lubricación vaginal.
Ningún factor fisiológico ligado al proceso natural de envejecimiento permite creer en una disminución del impulso sexual o libido, tanto en las mujeres como en los hombres de edad porque los componentes fisiológicos del impulso sexual se hallan ligados a la secreción de andrógeno procedente de las glándulas suprarrenales en las mujeres y no son en absoluto susceptibles de influencia por la menopausia y la histerectomía.

 

La fisiología de la sexualidad en el anciano.

En el comportamiento sexual del hombre se producen cambios más numerosos que en el de la mujer.
Se estima que los hombres de edad que a) mantengan una actividad sexual regular, b) tengan una buena salud y c) conserven una orientación psicológica “sana”, pueden proseguir en numerosos casos su actividad sexual hasta los 80 y más años.
Se puede explicar el debilitamiento de la respuesta sexual con la edad por seis factores:
1.-  La monotonía de las relaciones sexuales repetitivas.
2.-  Las preocupaciones de orden profesional o económico.
3.-  La fatiga psicológica y física.
4.-  El abuso de la comida y el alcohol.
5.-  Las enfermedades físicas y psicológicas agravadas por los malos consejos de los médicos.
6.-  El temor al fracaso sexual asociado a uno u otro de los cinco factores precedentes o a su efectos.
La mayoría de los investigadores coinciden en afirmar que la regularidad de las relaciones sexuales constituye el mejor medio de conservar la potencia sexual hasta una edad avanzada. Se recomienda a los hombres y a las mujeres que prosigan regularmente su actividad sexual, sea cual fuere su naturaleza, porque es una de las mejores maneras de asegurarse una vida sexual prolongada.

 

La homosexualidad y el envejecimiento.

Es cierto que los ancianos y los homosexuales son víctimas de una imagen estereotipada.
El envejecimiento sobre los individuos “gays” es aproximadamente parecido al que tiene en los demás hombres. Con la edad, parece atenuarse el temor a ser descubiertos pues este miedo se halla con frecuencia ligado a la seguridad en el empleo y el progreso en la carrera; desaparece, pues, con la jubilación.

 

La vida en una institución y la sexualidad.

La institución puede adoptar una política de no intromisión conforme al principio de que las relaciones sexuales conciernen exclusivamente a la vida privada.
La institución puede adoptar una política permisiva, dando libertad para que los internados “hagan lo que se debe”, según la filosofía y los orígenes étnicos y sociales de la dirección, respetando .los deseos expresados por los hijos de los internados.
La satisfacción sexual de los internados puede ser considerado como un importante medio de comunicación y como una actividad adecuada para humanizar la vida en la residencia.
La institución puede tratar de reglamentar la vida sexual de los internados, so pretexto de que las relaciones sexuales entre las personas de edad no resultan naturales y que lo que se sale de lo natural no está bien.
Según estudios realizados, los ancianos son considerados más deseables desde el punto de vista sexual que las ancianas, pero en realidad la capacidad sexual masculina está más disminuida que la femenina.

 

La sexualidad y los problemas médicos en los ancianos.

La cirugía prostática: no significa siempre el fin de la vida sexual del hombre. Son numerosos los que después conservan intactas su funciones sexuales. No obstante, algunos la toman como pretexto para poner fin a su vida sexual.
La diabetes: los diabéticos tienen una tasa de impotencia superior a los demás hombres.
La vaginitis de senilidad: la mejor terapéutica es una vida sexual regular.
Las afecciones cardíacas: las crisis cardíacas no necesariamente impide la actividad sexual.
La impotencia: la mayoría es de naturaleza psicológica. Habría que instruir más a los ancianos sobre su capacidad sexual y los cambios que la edad puede aportar al respecto.
Es preciso saber también que se puede reanimar un deseo debilitado, recurriendo sencillamente a una técnica apropiada.

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