LA FILOSOFÍA POLÍTICA EN EL PENSAMIENTO DE HANNAH ARENDT         página 1

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Trabajo realizado por Francisco ÁVILA Fuenmayor, Profesor Titular de la UNERMB.
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INTRODUCCIÓN

     La prolífica obra dejada a la humanidad por Hannah Arendt, se ha convertido en materia de estudio obligatoria para los investigadores, filósofos y sociólogos, por cuanto aborda temas que tienen plena vigencia en la realidad actual. Entre estos podemos resaltar:  La acción política, la historia, el poder, la violencia, el dominio, la labor, el trabajo, el espacio público, la esfera privada entre otros. Cabe destacar también el profundo análisis que realiza del totalitarismo, que lo toma como epicentro de sus reflexiones en su pensamiento filosófico; insiste en que la lucha contra el totalitarismo no puede demorarse hasta que se haya comprendido, ya que no se comprenderá hasta que no haya sido derrotado.

    Una de las principales virtudes de esta pensadora, es la denuncia permanente de las causas que llevaron a la instauración del nazismo, a fin de que la humanidad nunca olvidara lo ocurrido y evitar que se repitiera en el futuro. Fue una mujer que siempre tuvo presente que el totalitarismo era el fenómeno del siglo y que con la simple desaparición del nazismo o del stalinismo, su derrota final no había llegado. Por el contrario, continúa siendo un peligro potencial en las sociedades desarrolladas en las que se realizan experiencias de impotencia política y falta de libertad. Además, es una realidad actual la reaparición de movimientos neofascistas y neonazis que luchan por ganar espacios en algunas sociedades europeas.    

    En relación con algunos aspectos de su vida, podemos decir, que se inició estudiando filosofía en Marburg con Heidegger, e ignoraba en ese momento, la importancia de la historia así como la obra de Marx. En la elaboración de su tesis doctoral que culmina en 1928, que versa sobre el concepto del amor en la obra de San Agustín, se plasman las grandes influencias que recibió de su tutor Karl Jaspers. En pleno ascenso del Nacionalsocialismo, Arendt que forma parte de la resistencia durante los primeros meses del régimen nazi, realiza el proyecto biográfico sobre Rahel Vamhagen, que concluye antes de su obligado exilio; se trata de un estudio que se convierte en el relato del ámbito intelectual de una judía alemana en la época del romanticismo, que como paria busca asentarse en tierra propia, utilizando la comprensión de la realidad alemana y europea.

    Huye a París en el año 1940 y de allí, luego de que los alemanes invaden Francia, debe emigrar a Nueva York. Permanece en esta ciudad apátrida y paria hasta 1951, año en que logra los derechos políticos y ciudadanos del país norteño.   

     Algunos estudiosos de su pensamiento la han definido de diversas maneras. Pitkin (1981), la ubica como una pensadora elitista y conservadora; James Knauer (1985) la sitúa como demócrata, radical defensora de la participación directa, más identificada con las ideas de Rosa de Luxemburgo. Margaret Canovan (1992) sitúa su pensamiento como una complicada red de conceptos que reelabora y contrasta continuamente. El Dr Ángel Rodríguez K. (2000), profesor de Psicología Social de la Universidad Nacional de San Luis, Argentina, la califica como una de las más notables filósofas políticas del siglo XX. Quien escribe este trabajo, la define como la arqueóloga del pensamiento político, ya que en la medida en que va desarrollando sus ideas, distinciones y fronteras, va descubriendo nuevas vetas, nuevos tesoros que estaban sumergidos en la paz de la historia.        

    El siglo XX ha sido el siglo de las guerras y de la violencia. Por eso, se debe reflexionar sobre esta última como denominador común del presente siglo. La autora destaca la eficacia de las acciones no violentas y el permanente interés teórico de distinguir para comprender, como veremos más adelante. 

     Los nuevos problemas que afrontará el ser humano en la era contemporánea, impactan más allá de los asuntos exclusivamente políticos. El hambre, el SIDA, las consecuencias funestas de la drogadicción, la destrucción de la capa de ozono, constituyen temas que se han convertido en fuertes desafíos mundiales que generan expectativas en gran parte de la población del orbe.

     El legado político y filosófico de Hannah Arendt, se encuentra en su abundante obra, que tiene como objetivo primordial, rescatar la importancia de la acción política como la más grande y enaltecedora actividad humana. Sus principales ideas han quedado para la posteridad en Los Orígenes del Totalitarismo (1951); Rahel Varnhagen: la vida de una judía (1958); La Condición Humana (1958); Eichmann en Jerusalén (1963); Hombres en Tiempos de Oscuridad (1968); Entre el Pasado y el Futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión política (1968); Reflexiones sobre la Violencia (1969); Crisis de la República (1972); La Vida del Espíritu (1978).   

 

DE LA COMPRENSIÓN DEL TOTALITARISMO A LA ACCIÓN POLÍTICA

        La comprensión, término utilizado frecuentemente por Hannah Arendt,  es, según ella, una actividad diversa, mutable y sin final, que se inicia con el nacimiento y culmina con la muerte. Mediante ella el ser humano acepta la realidad y se reconcilia con ella, es decir, trata de sentirse en armonía con el mundo. El hecho de que la reconciliación tenga relación directa con la comprensión, ha dado lugar al equívoco popular de que la comprensión implica el perdón. No obstante, el perdón no es ni su condición ni su corolario.

     El perdón, es una de las grandes capacidades humanas y la más audaz de las acciones en la medida que intenta lo aparentemente imposible, deshacer lo que ha sido hecho, logrando un nuevo inicio donde todo parecía haber finalizado; es una acción única que culmina en un acto único. En virtud de que la comprensión no tiene fin, no puede dar resultados definitivos sino que es el modo específicamente humano de vivir, ya que cada individuo necesita reconciliarse con el mundo en que ha nacido y en cuyo seno permanece siempre extraño debido a su irreducible unicidad.

     A medida que surgen gobiernos totalitarios en el mundo, entenderlos no significa perdonar nada sino simplemente reconciliarnos con un mundo en que cosas como estas son posibles.

     Se cree que los libros pueden ser armas y que es posible luchar con las palabras  pero las armas y la lucha son términos imbricados e inherentes al concepto de la violencia y ésta, a diferencia del poder, es muda; da inicio en el momento en que acaba el discurso. Las palabras usadas en la violencia para combatir carecen de la cualidad del discurso, se convierten sencillamente en clichés, los cuales se utilizan en el lenguaje y en el debate rutinario. Éstos han sido tan prolíficos que hablan de la pérdida de la facultad de discurso y de la disposición de utilizar medios violentos más eficaces que los libros para dirimir nuestras diferencias.

     Hannah Arendt subraya que no se puede demorar la lucha contra el totalitarismo hasta que se haya comprendido, ya que no se comprenderá hasta tanto no haya sido derrotado. La comprensión de los asuntos políticos e históricos son tan profundamente humanos que tienen algo en común con la comprensión de los individuos, que sólo se conocerán quiénes son después de su muerte. La autora de Los Orígenes del Totalitarismo (1951) ha sentenciado que para los mortales, lo eterno y definitivo comienza después de la muerte. Luego agrega:

 “....La comprensión significa, más bien, examinar y soportar conscientemente la carga que nuestro siglo ha colocado sobre nosotros.....La comprensión, en suma, significa un atento e impremeditado enfrentamiento a la realidad, un soportamiento de ésta, sea lo que fuere” 1.   

     En la medida en que han ido apareciendo en el mundo no totalitario, los movimientos totalitarios, el proceso de su comprensión también implica un proceso de autocomprensión, ya que si se conoce sin comprender, se conoce y comprende aún menos lo que se está  adversando. Arendt realiza una análisis pormenorizado del tema de la comprensión, al establecer distinción entre conocer y comprender, así como define una secuencia condicional entre comprensión y conocimiento; para ella no son términos sinónimos a pesar de que están interrelacionados. La comprensión en su opinión, descansa en el conocimiento y éste no puede darse sin una preliminar e implícita comprensión. En otras palabras, la condición necesaria para que exista conocimiento es que haya una comprensión inicial. La comprensión preliminar denuncia el totalitarismo como tiranía y  presupone que nuestra lucha sólo busca la libertad.

     Muchas otras formas de gobierno han negado la libertad aunque no de manera tan radical como el totalitarismo. No obstante, la comprensión preliminar impedirá de  modo más eficaz que la gente se adhiera a un movimiento totalitario. Sin embargo, a pesar de lo dicho por la autora, la historia reciente de América Latina, nos ha dado múltiples ejemplos de gobiernos tiránicos que han contado con respaldo inicial de sectores de la población, principalmente sectores económicos, políticos y militares que persiguen obtener posiciones importantes en la jerarquía gubernamental para provecho propio y de los suyos.   

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      1  Cfr.  Arendt,  Hannah. Los  Orígenes  del  Totalitarismo.  Trad., cast. de  Guillermo Solana. Editorial. Madrid,1981. P. 12

 

     La imaginación es otro concepto que introduce nuestra autora y que identifica con el de comprensión. La imaginación permite al ser humano  percibir las cosas en su verdadero aspecto, verlas  y comprenderlas sin prejuicios ni parcialidades, como si fuera algo nuestro. Este tipo de imaginación, que es realmente la comprensión, es la brújula que nos permite orientarnos en el mundo. La imaginación es sólo otro nombre para entender con el corazón, para lograr la más clara de las visiones y poseer la suficiente amplitud de espíritu.  Arendt hace una drástica distinción entre la imaginación y la fantasía. La primera, se ocupa de todo lo que es tangible y real, o de lo que ella llama, la densidad que rodea todo lo que es real; la segunda, inventa algo que mientras no se plasme en la realidad, sólo tiene cabida en un mundo ficticio e irreal.    

     Al final de la II Guerra Mundial y durante los primeros años de la postguerra, el término que identificaba más apropiadamente el mal político de la época era “imperialismo”. Dicho término se utilizaba casi siempre para indicar agresividad en política exterior, por lo cual se llegaba a confundir con “totalitarismo”. Esta palabra, es utilizada hoy para denotar sed de poder, voluntad de dominio o terror y para indicar una estructura de Estado férrea y monolítica. El imperialismo continuó siendo un tópico popular aún después de la aparición del bolchevismo, el fascismo y el nazismo. La caída del imperio británico hizo que se admitiese que el nuevo fenómeno, el totalitarismo identificado con la dictadura de un partido o con la tiranía, había tomado el lugar del imperialismo como realidad política. Así que el totalitarismo ha sido  objeto de estudio desde “que la comprensión preliminar le colocó la etiqueta de problema fundamental y el peligro más significativo de nuestro tiempo” 2. 

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     2 Cfr. Arendt, Hannah. De la Historia a la Acción. Trad., cast. de Fina Birulés. Piados. Barcelona,1995. P. 34.

 

   Si tenemos pendientes los elementos totalitarios existentes en las sociedades de masas, la alienación, el chantaje nuclear, la injusticia, el consenso impuesto, la irracional utilización de las tecnologías que atentan contra el equilibrio ecológico de la Tierra y la imposición de criterios económicos de los países industrializados sobre los países subdesarrollados, se puede inferir que se vive una especie de estado de excepción permanente. Los movimientos totalitarios no aparecieron intempestivamente sino que sus estructuras de dominio fueron el resultado de la dinámica histórica producto de las circunstancias de ciertos elementos contenidos en aquella misma sociedad.

     De manera similar, las sociedades democráticas no han adquirido mágicamente sus propiedades y no son de manera alguna ajenas o inmunes al totalitarismo. En dichas sociedades lo público se entiende casi exclusivamente como lo social; dicho de otro modo, la sociedad no es sino la salida al exterior de lo privado mientras que la libertad se entiende como una liberación de la política. A pesar de que existe una tendencia mundial a coartar todo lo que huela a totalitarismo, el afán de control por parte de las potencias mundiales a través de la tecnología, constituye otra modalidad de totalitarismo en el cual se utiliza una especie de discurso que sólo sirve para esconder las verdaderas intenciones encubiertas. En efecto, el totalitarismo siempre se mantiene atento a hacer aparición en cualquier sociedad; está en estado latente o potencial, listo para irrumpir bajo cualquiera de sus modalidades contemporáneas.    

    Como aspecto importante, Arendt, resalta que en el siglo XVIII, Montesquieu estaba convencido que la vida de los pueblos está regida por leyes y costumbres, que se diferencian entre sí, en virtud de que las primeras, las leyes,  regulan los actos del ciudadano y las segundas, las costumbres, regulan los actos del hombre. Las leyes establecen o conforman la esfera de la vida política y las costumbres, la esfera de la sociedad. Las naciones se hunden en el abismo cuando el gobierno desde el poder abusa de las leyes o cuando la autoridad de sus fuentes se transforma en dudosa o cuestionable. En uno u otro caso, las leyes pierden su validez y la nación pierde su capacidad de acción política responsable; el pueblo detiene su acción como ciudadano y sólo permanecen las costumbres y las tradiciones de la sociedad, cuestión que explica la longevidad de organismos políticos cuya legitimidad está agotada.

      A pesar de que Montesquieu le tocó vivir hace más de dos siglos, su pensamiento y sus ideas se encuentran vigentes, y el devenir de la historia universal así lo confirma. Han sido múltiples los países que les ha tocado vivir y enfrentar el totalitarismo internamente mediante el uso abusivo del poder y externamente cuando se han enfrentado a las agresiones que han tenido como objetivos, fines expansionistas y colonialistas. Montesquieu se refería en sus escritos, a que una gran parte del continente europeo está aún gobernado por las costumbres y que el despotismo puede irrumpir contra todo lo que consiguiese en su camino.

     Este pensador francés, alerta sobre los peligros de un cuerpo político que se mantenga unido sólo bajo el espíritu de las costumbres y las tradiciones, es decir, por la exclusiva fuerza de la moralidad. Afortunadamente, al final del siglo XIX, la “revolución industrial”, catalogada como la mayor conmoción en un tiempo tan breve, trajo consigo una serie de cambios y transformaciones que acabó con las costumbres. La mencionada Revolución hizo eclosión en el orbe y trajo un conjunto de transformaciones en pocas décadas, tan brusco,  como no había sucedido en toda la historia del planeta. 

     El principal objetivo de Montesquieu, que siempre manifestó en sus escritos, era el bienestar presente y futuro del continente europeo, mediante el sostenimiento de la libertad política. Para quienes vivimos en esta otra parte del mundo, que conocemos nuestras debilidades, limitaciones y también nuestras capacidades, debemos luchar constantemente, siguiendo el ejemplo de Montesquieu, por tener un continente en el cual se capacite a sus ciudadanos para adquirir, producir, mejorar y distribuir de manera más eficiente el conocimiento, con la comprensión preliminar que plantea Hannah Arendt. Dicha capacitación le compete directamente a las universidades que han mostrado una tendencia creciente a la utilización de diversas tecnologías, con el propósito de facilitar el aprendizaje en la población estudiantil.  La educación de las masas es condición previa para la conservación de la libertad política.       

     Cuando se intenta bajo el manto totalitario ocultar al ser humano su naturaleza, con el objetivo de cambiarla, no sólo está en juego la pérdida de la capacidad para la acción política, condición indispensable para que surja la tiranía, sino también el aumento de la carencia de significado y la pérdida del sentido común; es decir, se está arriesgando es la pérdida de la búsqueda de sentido común y la necesidad de comprensión. Arendt entiende por sentido común, aquella parte de nuestro espíritu y aquella porción de sabiduría heredada, que todos los hombres tienen en común en cualquier civilización. Nuestra autora en De la Historia a la Acción, nos dice “Sabemos cómo, bajo la dominación totalitaria, la gente, aunque no lo experimentara como tal, fue conducida muy cerca de esta condición de ausencia de significado, gracias a la combinación del terror con el adiestramiento en el pensamiento ideológico” 3.

     La principal diferencia política entre sentido común y lógica, según Arendt, está en que el primero presupone un mundo común en el cual cada uno tiene su lugar y en el que podemos vivir juntos ya que poseemos un sentido capaz de controlar y ajustar nuestros propios datos sensibles a los de otros. En cambio, la capacidad humana del razonamiento lógico la reificamos mediante operaciones tales como deducciones de axiomas  o la inserción de casos particulares en reglas, teoremas o principios  generales o la inducción de reglas generales a partir de casos particulares (el principio de inducción completa en la matemática o la regla de Ruffini para la división abreviada de un polinomio f(x) entre un binomio de la forma x+a ó x-a). 

      Con el razonamiento lógico podemos aspirar a una seguridad independiente del mundo y de la existencia de los demás. En otras palabras, siempre que nos falle el sentido común en nuestra necesidad de comprensión, estamos siempre dispuestos a aceptar el razonamiento lógico como sustituto, en virtud de que dicha capacidad  es común a todos nosotros. Sin embargo, esta capacidad humana común y estrictamente interna, que funciona también con independencia del mundo y de la experiencia, sin ninguna relación con lo dado, es incapaz de comprender nada, y abandonada a sí misma, es fatalmente estéril.

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                   3    Ibid., p. 39.

 

    Para los que se preocupan por la búsqueda del significado y de la comprensión, lo drástico de la aparición del totalitarismo no reside en su carácter novedoso, sino en que ha arruinado nuestras categorías y criterios de juicio. La novedad es el ámbito del historiador, que a diferencia del científico natural, ocupado en eventos siempre recurrentes, estudia acontecimientos que sólo ocurren una sola vez. No obstante, el historiador puede sesgar o manipular la novedad, si insiste en la causalidad y pretende explicar los acontecimientos mediante una cadena de causas que los han provocado.

     Es tarea ineludible del historiador descubrir en cada período lo nuevo con todas sus implicaciones y obtener toda la fuerza de su significado. Y a pesar de que su narración (story) tiene un inicio y un final, ésta se realiza en un ámbito más amplio que es la historia (history) misma. La historia es una narración  (story) que tiene muchos comienzos pero ningún fin. Sólo tendría sentido, el fin de la historia, si desapareciese el hombre de la faz del planeta.

     La esfera de los asuntos humanos está formada por el conjunto de relaciones humanas que se dan en cualquier parte donde los hombres viven juntos. En efecto, Arendt, en La Condición Humana nos dice que “La revelación del “quien” mediante el discurso, y el establecimiento de un nuevo comienzo a través de la acción, cae siempre dentro de la ya existente trama donde pueden sentirse sus inmediatas consecuencias.  Juntos, inician un proceso que al final emerge como la única historia de la vida del recién llegado, que sólo afecta a las historias vitales de quienes entran en contacto con él” 4.

     En la esfera de los asuntos humanos, la acción produce historias de la misma manera que la fabricación genera cosas tangibles. Dichas historias pueden plasmarse en la realidad, en documentos u objetos de uso o en obras de arte. Creo por el contrario de lo expresado por nuestra autora, que el ser humano mediante la acción y el discurso, es actor, autor y productor de la historia de su propia vida. Arendt señala, que nadie es autor o productor, sólo actor de su propia vida.

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     4    LCH. p. 207.

 

   Ya hemos dicho que el final del mundo sólo puede ocurrir si el hombre desapareciese de  la  tierra. En  resumidas  cuentas  podemos decir y coincidimos con nuestra autora, en que el fin de una tradición o civilización sirve de comienzo para aquellos que están vivos. Arendt  manifiesta metafóricamente que “La falacia de todas las profecías del fin del mundo descansa en no atender a este simple pero fundamental hecho” 5.

     Para que hubiera un inicio fue creado el hombre antes del cual nadie existía. Cada vez que  nace un ser humano, algo nuevo entra en el mundo, en virtud de su capacidad de acción. Como cada hombre es único, cabe esperar de él, lo inesperado. El solo hecho de la continuidad memorable de estos comienzos en la sucesión de las generaciones garantiza una historia que no tiene fin, ya que es la historia de unos seres cuyo fin primordial es comenzar.

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     5       Ibid., p. 42

 

BIBLIOGRAFÍA 

 Amorós, Celia. (1994). “Igualdad e Identidad”. El Concepto de Igualdad. Madrid, España.

 Arendt, Hannah. (1968). Entre el Pasado y el Futuro. Seis Ejercicios en el Pensamiento Político. Versión en inglés. Editorial Viking Press. Nueva York. Estados Unidos

 Arendt, Hannah (1988). Sobre la Revolución. Alianza editorial. Madrid, España.

 Arendt, Hannah (1973). Crisis de la República. Editorial Taurus. Madrid, España.

 Arendt, Hannah. (1981). Los Orígenes del Totalitarismo. Alianza editorial. Madrid, España.

 Arendt, Hannah. (1993). La Condición Humana. Editorial Piados.  Barcelona, España.

 Arendt, Hannah (1995). De la Historia a la Acción. Editorial Piados. Barcelona, España.

 Comesaña S, Gloria. (1995). Consideraciones críticas en torno al concepto de Labor en Hannah Arendt. Revista de Filosofía. Volumen 21, Páginas 115-142.

 Esquirol, Josep y otros (1994). En Torno a Hannah Arendt. Editorial Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, España.

 Hobbes, Thomas (1983). Leviatán. Traducción de A. Escohotado. Madrid, Editora Nacional.

 Weber, Max. (1964). Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica. México.

 Weber, Max. (1991). El Político y el científico. Alianza editorial. Madrid, España.

 Weil, Eric. Logique de la Philosophie.  Vrin. París,1967

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