EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN Y SUS RELACIONES CON EL LENGUAJE

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Liliana Máculus
Chapman University

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"La palabra—el habla—es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensantes y los poetas son los vigilantes de esta morada".—"Carta sobre el humanismo" M. Heidegger (1)

"Las palabras son de todos" Eugenio Montale (2)
 

RESUMEN: Adviértase que no es caprichosa la elección de los acápites que guiarán el presente trabajo. Ambos, expresan un sentido de verdad respecto de sus propias disciplinas: la filosofía y la poesía, materias singularmente destacadas por M. Heidegger en cuanto a la custodia del instrumento más valioso en poder el hombre. Instrumento, herramienta, morada, condensados en la palabra humana que, a su vez, es propiedad de todos según Montale. La brevedad de las páginas que seguirán intentarán enforcar los problemas de la comunicación desde el lenguaje, la filosofía y la literatura, no sólo como hilo conductor para desarrollar el tema, sino como tributo que se rinde a quienes pasaron su vida inmersos en tales problemas, dedicados a resolverlos y a ahorrar al resto de la humanidad las consecuencias íntimas y externas de ese debatirse.

 

Paul Valery nos advirtió que dos abismos no cesan de amenazar al hombre: el orden y el desorden. En la prolongada lucha por alcanzar un digno medio entre ambas catástrofes, la comunicación—como vehículo universal de intercambio entre los habitantes de nuestro planeta— juega un papel de fundamental importancia: la de poner la casa en orden, por lo menos relativo, para que esa morada sea habitada, Vivida, con decoro.

Lamentablemente, prolongados períodos históricos, se caracterizan por ignorar la sabia advertencia de Heidegger en cuanto a los custodios del habla (poetas y pensadores) quienes no sólo son ignorados sino sencilla y fatalmente barridos de la faz de la tierra o silenciados de modo drástico para que la comunicación humana no adquiera sino una babélica confusión proclive a envolver en ella a los hombres y sus conductas.

Ordenar la morada heideggeriana sin descuidar su calidez, sin abandonar una ética que partiendo de la palabra misma se continúe en los actos, implica un ciclópeo trabajo que deberá asumirse hasta el fin de los tiempos, pues el hombre finito aspira a la infinitud de cierta perfección diacrónica.

Si el hombre mora en el habla y las palabras son de todos, ello requerirá no una selección, no una pléyade de pensadores y poetas, sino toda una humanidad capaz de superar sus propios peligros y de comunicarse en códigos limpios y fácilmente interpretables.

El lenguaje es la forma más amplia que el hombre utiliza para expresarse. Tal aserción no resta méritos a otras formas parcializadas de expresión y comunicación. Por contrario imperio, les abre un amplio horizonte que, en definitiva, siempre estará emparentado con la palabra, ya en la crítica como en la hermenéutica.

Prescindiremos desde ahora de las gramáticas clásicas y observaremos que las más modernas: estructurales, generativas, transformacionales y comparativas, han avanzado a favor de estudiosos permanentemente atentos a los problemas que se plantean en torno al lenguaje y cuya solución se proponen creando sistemas lógicos, matemáticos para asirlo, detectarlo en su doble faz sincrónica y diacrónica; apresarlo en relaciones coherentes de singnicantes y significados, con el loable propósito final de otorgarle formas universales obedientes a ciertas normas que, si bien parecerían constreñirlo, limitarlo, tenderían a lograr la paz, el respecto humano e intersubjetivo de las personas con que suelen aparecer los hechos del habla.

El espectro amplísimo de la materia que se extiende desde el medioevo (nacimiento de las gramáticas) hasta Chomsky, Todorov, pasando por el resucitador de una estructura del lenguaje que fuera Ferdinand de Saussure, partió de una limitada aspiración de orden y ha llegado en nuestros días a formulaciones que permitirían a una computadora crear poesía, eliminando de su factura a la mente y al espíritu del poeta.

Como siempre, los extremos "tocan" al hombre que no cesa de debatirse entre ellos, pues ya es obvio destacar que ese ensayo electrónico de lenguaje poético—intento de la comunicación para liberar al hombre—prescinde de él y de su discurso.

Pese a tantos errores y aciertos, tantas coincidencias y contradicciones como se descubren, surge un factor rescatable e indiscutible de cuya bondad no nos atreveríamos a dudar: los lingüistas, gramáticos, filósofos y poetas, han intentado descifrar el misterio del lenguaje.

Según Jakobson, el lingüista que se da cuenta de los hechos del lenguaje, por la extensión de su saber, no podrá por menos de afirmar su conciencia de sujeto hablante que era antes de la ciencia y que sigue siendo; es que, finalmente, su saber estará fundado en datos intuitivos que hacen posible la objetivación pero que son inasibles para ésta … "el lingüista lo es gracias al hecho de que es un sujeto hablante y no a pesar de este hecho". (3)

Tales profundas citas apuntan las aproximaciones sucesivas a una verdad del lenguaje; se orientan hacia una univocidad deseable y revelan esfuerzos dignos de nuestra admiración y de nuestra activa participación en la elaboración de este ideal caro a filósofos, literatos, lingüistas y cultores de otras disciplinas del conocimiento humano, ya que la comunicación, en el análisis de su problemática, ofrece tantas vertientes como actividades ejerce el hombre. La trama de este tejido histórico, de este material casi divino que es la palabra, seguirá urdiéndose infinitamente pese a la finitud y mortalidad del hombre que la usa, abusa de ella, la desprecia y la ignora, sin poder prescindir de ella: es una fuente de belleza, el producto de su pensamiento, su maná material y espiritual.

Al penetrar en él, habremos de preguntarnos sobre la génesis de la obra literaria, su sentido iniciático, su difunsión entre los hombres. Las respuestas son múltiples pero existe una que responde a la naturaleza intrínseca de las presentes reflexiones y que se constituye en fundante desde nuestro punto de vista.

En definitiva, escribir es comunicarse y se erige en una forma tan especial de comunicación, que significa hacerlo fuera de uno mismo. Pareciera que se escribe en la medida en que otro tipo de comunicación se niega, se torna difícil o, tal vez, íntimamente imposible.

Esta línea de pensamiento nos remite a la paradojal existencia de una comunicación que suele nacer de una incomunicación personal con el otro, con el mundo, con el entorno.

Esta inferencia se definiría como que el oficio de escribir nace de un dramático problema de adaptación.

Así, la literatura oficiaría como "una incomunicación protestada". Ante una sociedad que no nos satisface ni cambia, ante la soledad a que esta impotencia nos condena, el escritor, en su lúcida mente elige el camino de la literatura a través de la cual muchas soledades sin eco, mucho dolor universal han hallado respuesta y, por fin, una comunicación enriquecida por experiencias comunes con las que los lectores se identifican y hallan el mensaje como consuelo y paliativo para su propia—valga la tautología—e incomunicable incomunicación.

La literatura también se nos muestra como síntoma de rebeldía ante la incomunicación humana, a la que intenta destruir mediante su ejercicio.

Pero en definitiva, no resuelve el diálogo con el otro; casi podríamos decir que lo elude desde su dificultad ontológica.

Estaríamos en condiciones de decir que sólo algunos aspectos formales de la incomunicación, son superados mediante la literatura.

Nuestro discurso revela que subyace, no del todo oculto, el poderoso rechazo del entorno, la rebeldía contra sistemas inexplicables, la depresión frente a la incapacidad de resolverlos que a lo largo del tiempo se traducen en placeres que nos depara la literatura universal (y quienes paciente y dolorosamente la han formado).

El hombre común puede sentirse interpretado, redimido a veces por quien exprese con sensibilidad sus mismos padecimientos, su misma rebeldía, su angustia existencial.

Castilla del Pino en reflexiones sobre la literatura y la psicología, destaca que cada estructura social permite implícitamente hablar de determinadas cosas, lo cual supone su reverso la no permisión de hablar de otras muchas cosas. Con ello se consigue, por una parte, la habituación a un uso determinado de lenguaje y la subsiguiente deshabitución de hablar de aquello de lo que también se debería, se podría, se desearía hablar.

De esta forma se da, en cada estructura social precisa, comunicación a cierto nivel, con la consecuente incomunicación de lo que radica a distintos niveles. En este sentido podría afirmarse la contradicción que se formularía de la siguiente manera: puede haber entendimiento sin que exista comunicación. A su vez, el criterio lógico asumido, nos permite deducir que el escritor verbaliza sus agresiones, liberando la energía de la importancia acumulada que lo constriñe y acongoja.

En "Auto de fe", Eugenio Montale en su artículo "Las bocas amordazadas" expresa lo que puede leerse con legítima pena: "Parece extraño que semejante fenómeno mundial de incomunicación acontezca en un tiempo en que las relaciones humanas, el trato, son facilitados por todos los medios posibles; en un tiempo en que no existen vetos ni tabúes. Quizá nunca haya sido más fuerte la tentativa del hombre de proponerse como fin a sí mismo. Y el nudo del problema está todo aquí. Millones de seres humanos aspiran al amor pero la palabra nunca es pronunciada, también porque ha asumido significados extremadamente restrictivos. (4) Los casos citados bastan a nuestro propósito de enunciar la problemática de la comunicación, de plantearla en los terminos de la realidad en que vivimos y de extraerla de un contexto de ficción, tal como normalmente se trata de involucrarla para eludir su grave sintomatología. No olvidemos en tal sentido, que las novelas de Kafka, pese a las cargas simbólicas atribuídas e inventadas por sus comentaristas, son profundamente realistas. Todo lo que se nos narra en ellas es profunda y trágicamente cotidiando y, admitamos que la creación de Kafka se basa, precisamente en el drama de la incomunicación.
 

Citas Bibliograficas

(1) Heidegger, Martín. Carta sobre el humanismo, Ed.del 80, Bs. As, 1982.

(2) Montale, Eugenio. Auto de Fe, Argos Vergara 1977.

(3) Jakobson, Román. Nuevos Ensayos de Lingüística, Siglo XXI, 1976.

(4) Montale, Eugenio, Op. Cit.

Bibliografia General

Chomsky, Noam. Aspectos de la teoría de la sintaxis, Ed.Aguilar, 1976.

De Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general, Losada, 1945.

Kafka, Franz. Obras inmortales, EDAF, 1976. 

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