CLONES Y ÉTICA

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Dr. Patrick Wagner Grau

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La clonación o reproducción clonal ofrece, a no dudarlo, muchas ventajas en horticultura y en la cría de animales. Por ejemplo en el caso de las especies en extinción. Las copias de los individuos de dicha especie alejaría el peligro de la extinción.

Los defensores de la clonación en el hombre argumentan diciendo que también seria susceptible de aportar grandes beneficios al ser humano. El genotipo de hombres de talento, científicos, músicos, literatos, humanistas, personalidades superiores colmadas de éxitos, podrían ser copiadas e inmortalizadas. Su genotipo exacto se transmitiría de generación en generación, con lo que la raza humana se enriquecería. Actores, actrices, eximios deportistas, personas de gran belleza e individuos físicamente muy fuertes, podrían ser duplicados o reproducidos en un indefinido número de copias. Los padres que hubieran perdido a un hijo en un accidente, por ejemplo tendrían así un duplicado de su querido muchacho.

De modo semejante, una persona exitosa en los negocios o en otros campos de la actividad humana, podría conseguir una copia exacta de sí mismo y transmitir esas habilidades admiradas a su propio duplicado.

Otra posibilidad consistiría en producir un número de seres humanos idénticos, aptos para un determinado tipo de trabajo en el que fueran fundamentales el mutuo entendimiento y la cooperación.

Por medio de la clonación, se afirma, podría controlarse la selección del sexo en una familia. El trasplante de órganos estaría exento de riesgos, al no existir ningún peligro de rechazo. Podríamos seguir enumerando toda clase de fantasías y de leyendas, sin acabar.

El aspecto ético de la clonación de seres humanos es, creemos, lo más importante a ser considerado.

Todas las razones a favor de la clonación implican, de algún modo, que el hombre es reducido a simple medio para la consecución de fines sociales o para satisfacer anhelos de padres de familia (muy comprensibles) o caprichos de personas particulares. Los clones serian simples productos de laboratorio, en manos de hombres egoístas. Se convertirían así ellos en una especie de nuevos esclavos, producidos para la realización de ciertas tareas. Aun admitiendo que estos trabajos fueran de alta calidad intelectual o artística, no dejarían de presentar las características de trabajos forzados. Además de que no se ha demostrado que el talento y las habilidades sean hereditarias, se espera que los clones han de actuar del mismo modo como lo hacen los donantes de los núcleos (o del ADN). La libertad de elección, en lo referente a la actividad profesional, se vería recortada, ya que ellos estarían obligados a imitar al genio científico o al gran artista del cual son clones. Sea que los clones se consideren como genios o como esclavos, se crearía una nueva clase de seres humanos, que introduciría nuevas formas de división y de discriminación en nuestra sociedad, y ya sabemos el daño que han causado a la humanidad todas las formas de discriminación.

Los experimentos de clonación implicarían, asimismo, la destrucción de un numero importante de embriones y harían correr también el riesgo de producir niños deformes y aun monstruosos. Pensamos que este tipo de experimentos con seres humanos constituye una actividad deshumanizante y degradante: el hombre es tratado, en todos los casos, como objeto y no como sujeto personal.

Aun más: la reproducción clonal amenazaría los valores de la paternidad, el amor conyugal y la misma familia. La exclusión de la procreación del matrimonio y de la unión amorosa entre esposos, debilitaría el vinculo de amor en la pareja de casados. Ello causaría daño a la paternidad, como organización fundamental de la humanidad, con consecuencias deshumanizantes para todos.


 
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