PRIMERO, LOS BLANCOS

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Mex Urtizberea
Para LA NACION

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Todos los seres humanos somos iguales, pero algunos son negros y africanos: por eso para ingresar en un país de seres humanos iguales, pero blancos, deben dejar pedazos de ropa y piel enganchados en el alambrado de la frontera.

Todos los seres humanos somos iguales, pero algunos son mujeres: por eso sus sueldos son menores que los de los seres humanos iguales, pero varones. Son un treinta y dos por ciento menores, en la Capital Federal.

Todos los seres humanos somos iguales, pero algunos son homosexuales: por eso deben iniciar largas batallas legales para que se les permita hacer las cosas que hacen los seres humanos iguales, pero heterosexuales, como incorporar a sus parejas a la obra social a la que pertenecen o adoptar hijos.

Todos los seres humanos somos iguales, pero algunos son viejos: por eso les resulta casi imposible conseguir que los demás seres humanos iguales, pero jóvenes, les otorguen un puesto de trabajo.

Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros, dice George Orwell en su libro
Rebelión en la granja .

Todos los seres humanos somos iguales, pero si somos varones, blancos, jóvenes y heterosexuales somos más iguales que otros.

Otra vez: ningún ser humano vale más que otro ser humano, pero en los empleos privados de la Capital Federal una mujer cobra, en promedio, 1097 pesos contra 1623 pesos que cobra un varón.

Ningún ser humano vale más que otro, pero algunos tienen que vivir rodeados de malaria, sida y hambre, sin posibilidades de revertir la situación en sus países, ni revertirla emigrando a otros, pues se les impide la entrada.

Ningún ser humano vale más que otro ser humano, pero si se es viejo, lo que vale es 390 pesos por mes.

Ningún ser humano vale más que otro, pero si se es homosexual se gana en discriminación.

Ningún ser humano tiene más valor que otro, pero ser varón, blanco, joven, heterosexual y de buena posición económica no tiene precio.

Vaya a saber uno por qué misteriosa diferencia ése es el ser humano que se ha erigido como el centro del universo, el ser humano normal, el referente, el que hace las leyes para sus iguales, el que gobierna para sus semejantes, el que opera los mercados y el que decide si otorgarles o no a los otros, a los que no son varones, ni blancos, ni heterosexuales, ni de buena posición económica, sino que son justamente "los otros", el permiso para ser un poco más iguales.

Todos los seres humanos somos iguales, pero lo disimulamos demasiado bien. Ningún ser humano vale más que otro ser humano, pero cuánto cuesta entenderlo. Todos los seres humanos tenemos igual derecho a ser seres humanos.

Algún día van a dejar de alcanzar los ejércitos para persuadir a los desiguales de que no intenten ser iguales. Entonces, se podrá ver cuánto hubiera convenido no hacer tantas diferencias.

Viernes 7 de Octubre de 2005

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