OCCIDENTE Y EL ISLAM

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Nasr-Abu Zaid

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1. OCCIDENTE Y EL ISLAM

Al finalizar el siglo XX hay en el mundo más de 1.000 millones de musulmanes. Es previsible que a lo largo del próximo siglo el Islam constituya la religión con mayor número de seguidores ya que crecen a un ritmo anual cercano al 3%, muy superior al del cristianismo, que cuenta actualmente con aproximadamente 1.900 millones de fieles.

Su ámbito territorial crece en diversas zonas del planeta, particularmente en el África Negra, y no se vislumbra que pueda entrar en retroceso en ninguna parte.

La civilización occidental se encuentra también en clara expansión. Primero fue una expansión territorial, pero hoy es sobre todo una expansión cultural. Con sorprendente rapidez está asimilando y homogeneizando a todas las culturas del planeta. Impone su sistema económico, sus estructuras políticas, su manera de vestir, sus deportes y sus esquemas mentales. Japón, China, Africa Negra parecen orientarse claramente hacia las formas de hacer de Occidente. Incluso la antigua y profunda civilización hindú pudiera ser víctima de esta tendencia homogeneizadora.

Sólo el Islam parece inmune a esta asimilación. Se perfila como la gran alternativa a Occidente en el futuro inmediato. Durante más de un milenio han sido culturas rivales profundamente enfrentadas. El Islam ha mantenido su superioridad durante muchos siglos y los musulmanes tienden a creer que esta hegemonía retornará algún día.

Pero además las diferencias son profundas. En la manera de vivir occidental la religión constituye una parte de la realidad, que coexiste con otras que tienen consistencia por sí mismas como la Ciencia, la Política o el Arte. Estas áreas se influyen y se articulan entre sí de diversos modos, pero son independientes. Domina una concepción fragmentada de la realidad. La religión se percibe como un asunto personal con cierta relevancia social. En el Islam en cambio todo gira en torno a la religión: individuo, sociedad, estructuras económicas o culturales. Los musulmanes perciben una realidad sacra, en la que la religión abarca y unifica todas las facetas de la vida. Para los occidentales en cambio la realidad es esencialmente material. Para un occidental la percepción científica de la materia es esencial y si contradice algún planteamiento religioso éste debe ser revisado y adaptado. Los musulmanes creen que la religión siempre predomina frente a lo material, y además está ya perfeccionada, no cabe adaptación alguna.

La asimilación -o el diálogo entre culturas- es aún más difícil porque los musulmanes identifican muchos aspectos de esta homogeneizadora cultura internacional con lo que su religión les presenta como signos de la proximidad de la Hora Final: pérdida de la honestidad, acceso al poder de gente indigna, degradación de las costumbres, generalización de la usura, preponderancia de las mujeres sobre los hombres, revuelta de los jóvenes, debilitamiento de la devoción, retroceso del Verdadero Conocimiento...

 

2. EVOLUCIÓN DEL ISLAM

El Islam, como todas las civilizaciones, está profundamente condicionado por su pasado. Desde finales de la Edad Media apenas se ha adaptado a los formidables cambios que el mundo ha conocido. Por ello muchos de sus conceptos son formulados igual que antaño, y muchos de los problemas quieren ser solucionados de la misma manera que en tiempos del Islam naciente.

1. Desde sus comienzos, a principios del sigo VII, el Islam conoció una fulgurante expansión. Tras el primer siglo de su existencia se extendía ya desde la Península Ibérica hasta el norte de la India. En esta época se definen las principales variantes religiosas y filosóficas de la religión islámica, que han perdurado hasta nuestros días. En época de los cuatro primeros califas -los "califas bien guiados" (632-659)- se fija el definitivo texto del Corán, poniéndose por escrito las revelaciones que Allah había transmitido a Mahoma y que hasta entonces se habían conservado fielmente en la memoria de los seguidores del Profeta. También entonces se realiza la primera redacción de la Sunna, recopilación de dichos y enseñanzas del Profeta. El Corán y la Sunna contienen la ley islámica, la Sharía. En esta época inicial se desarrolla el concepto de Yihad (esfuerzo especial en favor del Islam, mal traducido como "guerra santa"). Esfuerzo dirigido tanto contra el enemigo interior, dentro de cada musulmán, como contra el enemigo exterior si resulta necesario, cuando el Islam se ve gravemente atacado.

2. En torno a Alí, yerno de Mahoma y cuarto de los grandes califas, surgen las principales divisiones que aún perduran en la religión islámica. Depuesto por Muawiyya -de la familia Omeya- el 659, muere asesinado dos años después.

Surge entonces el partido de los seguidores de Alí -la Chía-, que considera ilegítimos a los califas Omeyas gobernantes y defiende los derechos de los hijos de Alí -Hussein y Hassan- y de sus descendientes. Estos chiíes respetan la Sunna, pero no aceptan su carácter sagrado como hacen el resto de los musulmanes, los sunníes. En su lugar atribuyen gran importancia al conocimiento que se habría transmitido oralmente entre los doce Imanes descendientes de Alí. Parte de esta sabiduría habría llegado el clero chií, los mullah. De entre ellos algunos muestran una capacidad especial para interpretar la Sharía, y se les reconoce como ayatollah. Según la tradición chií el duodécimo y último de los grandes Imanes -el Mahdi, el "bien guíado"- no ha muerto, sino que es el Imán oculto que ha de volver y restablecer la Justicia

3. Imán es el líder, aquel "que se mantiene delante". Los sunníes utilizan este nombre para referirse a ciertas autoridades religiosas que dirigen la plegaria colectiva y no le otorgan el carácter fundamental que tiene para los chiíes. Sus imanes no son descendientes de Alí ni poseen ninguna sabiduría secreta transmitida por el Profeta. Entre los sunníes -musulmanes ortodoxos- se desarrollaron pronto las cuatro grandes escuelas jurídicas de interpretación del Corán y la Sunna 1. A mediados del siglo IX estaban ya definidas estas escuelas, consideradas aún hoy las únicas ortodoxas por la mayoría sunní.

4. La cultura islámica tuvo al principio un carácter ecléctico. La propia religión musulmana deriva en gran parte del judaísmo y el cristianismo. Los territorios conquistados a los bizantinos y a los persas sasánidas pertenecían a dos de las culturas más desarrolladas de su época. Sus aportaciones se integraron con las tradiciones árabes dando lugar a lo que denominamos civilización islámica. Ésta fue -al margen de la lejana civilización china- la más desarrollada del mundo durante la Edad Media. Tanto el Califato Omeya (659-750), como el Abbasí (desde 750) conocieron un gran esplendor en una época de oscuridad cultural en Europa Occidental.

5. Cuando la fragmentación política parece debilitar la pujanza de la civilización islámica surge en Al Andalus el brillante Califato de Córdoba (929-1031), una de las cumbres culturales de toda la Edad Media. Desde el siglo XI la irrupción de los turcos -ya convertidos al Islam- proporcionará fortaleza militar y política a diversos estados islámicos. Ellos son los que frenan la embestida de las Cruzadas. Jerusalén permanecerá sólo algunos años en manos de los cristianos.

6. La emergencia de los turcos otomanos en el siglo XV abre un nuevo ciclo de expansión territorial de los musulmanes en Europa. Conquistan el imperio bizantino (Constantinopla, 1453) y continuan su avance hacia Europa Central donde en el siglo XVII están por dos veces a punto de tomar la ciudad de Viena. Es el punto culminante de su expansión territorial en Europa.

7. Durante siglos Europa se ha enriquecido con las aportaciones culturales -Literatura, Ciencia, Filosofía- que le llegaban de la civilización islámica. Sin embargo desde finales de la Edad Media en el Islam se produce un estancamiento cultural, que contrasta con la vitalidad de la cultura europea. A partir del siglo XV la Europa cristiana conoce una fuerte expansión económica y comercial que acaba otorgándole una clara superioridad política y militar frente al Islam. Las revoluciones industrial y burguesa de los siglos XVIII y XIX consolidan y profundizan este proceso. Franceses e ingleses en el Norte de África desde el siglo XVIII; rusos ocupando el Asia Central en el XIX; reparto del Imperio Turco entre ingleses y franceses en el XX: El colonialismo europeo se abate bruscamente sobre los pueblos musulmanes, generando en ellos una profunda humillación.

8. La religión islámica deja bien claro que los musulmanes (creyentes) son la punta de lanza, la Vanguardia de la Humanidad. Esto fue así durante muchos siglos. Pero cuando dejó de ser cierto, cuando se vieron atrasados y dominados por la civilización que siempre había sido su gran rival, se extendió entre ellos un terrible desconcierto, una profunda crisis religiosa derivada de la contradicción entre sus creencias y la realidad que contemplaban.

 

3. PRÓXIMO ORIENTE EN EL SIGLO XX

Los países árabes del Próximo Oriente constituyen el núcleo fundamental de la civilazación islámica, pese a encontrarse en una zona de escasa densidad de población. En su territorio tradicional se encuentran La Meca, Medina y Jerusalén, principales lugares sagrados en la religión musulmana. Los árabes eran ya un grupo étnico con lengua y cultura propia antes de la predicación de Mahoma. La expansión del Islam permitió que su lengua fuera adoptada también por pueblos de diferente orígen, particularmente en el Norte de África. Aún hoy todo musulmán debe tener nociones de árabe pues es la lengua en la que realizan sus oraciones.

En algunos momentos del siglo XX los pueblos que comparten esta lengua han desarrollado el sentimiento de pertenecer a una nación árabe, e incluso efímeros procesos integradores. En todo caso los árabes son conscientes de poseer una cultura propia y no se identifican excesivamente con pueblos, también musulmanes, que hablan otras lenguas como los turcos, iraníes, kurdos o bereberes.

3.1. DESCOMPOSICIÓN DEL IMPERIO OTOMANO Y DESCOLONIZACIÓN

1. Al comenzar el siglo XX Turquía es el "hombre enfermo" de Europa. Un Imperio extenso pero absolutamente debilitado, que sólo se mantiene en pie por los recelos mutuos entre las grandes potencias. Al estallar la Primera Guerra Mundial se alía con los Imperios Alemán y Austro-húngaro. Los pueblos árabes del Próximo Oriente padecían desde hacía siglos la dominación de los turcos otomanos. No resultó difícil a los ingleses pactar con Hussein, jerife de la Meca, y provocar una amplia rebelión de las tribus árabes frente a los turcos a cambio de promesas de independencia. Pero al mismo tiempo franceses e ingleses acordaban secretamente un reparto de zonas de influencia (pacto Sykes-Picot, 1916) con la mirada puesta en los recursos naturales de la zona.

Estas zonas de influencia se concretaron tras la guerra en un conjunto de colonias y protectorados respaldados por la Sociedad de Naciones. Siria y Líbano quedaron bajo control francés. Los reinos de Feisal -Irak- y Abdullah -Jordania- quedaron junto a Palestina y Egipto bajo la influencia británica. Hussein -padre de ambos y jerife de la Meca- no logró nunca crear el gran reino árabe que se le había prometido. Cuando en 1924 intentó proclamarse califa, Ibn Saud -emir del Nayed- invadió sus territorios y se proclama rey de toda Arabia.

2. En 1923 el Movimiento Nacional Turco dirigido por Mustafá Kemal Ataturk, tras exterminar al pueblo armenio y aplastar a los kurdos, consigue expulsar a los ocupantes extranjeros y establecer una República dictatorial. Un régimen nacionalista y autoritario que impone una occidentalización forzosa, eliminando toda presencia islámica en la política o en la cultura.

Siguiendo el modelo turco de Kemal, en 1925 el jefe cosaco Reza Khan se proclama Sha de Persia e inicia un amplio programa de reformas de corte occidental.

3. Tras la Segunda Guerra Mundial, el proceso descolonizador obliga a Francia e Inglaterra a abandonar su presencia dominante en la zona. Un socialismo nacionalista y arabizante se impone en Siria e Irak -Partido Baas- y en el Egipto de Nasser. Es el más serio intento de modernizar la sociedad árabe e impulsar el desarrollo económico sin renunciar a sus raíces culturales. El fracaso de estos proyectos deja sin alternativas a unas masas árabes cada vez más exasperadas por la pobreza y por la reiterada humillación derivada de la implantación del Estado de Israel.

Durante el siglo XX se descubren inmensas reservas de petróleo en el Próximo Oriente. Se trata de una fantástica riqueza natural que otorga una considerable influencia política a los países islámicos que la poseen. En 1973 el boicot decretado por la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo obliga a los países occidentales a cambiar de actitud respecto al conflicto árabe-israelí. Las masas musulmanas saben desde entonces que hay un instrumento poderoso que podría devolverles el protagonismo y la dignidad perdidas, pero que sus dirigentes lo utilizan básicamente en su propio provecho.

3.2. EL PROBLEMA DE PALESTINA

1. En el siglo XIX en algunos países europeos se asiste a un resurgimiento de actitudes antisemitas. La situación resulta especialmente grave en Rusia donde en 1881 y 1882 tuvieron lugar terribles progroms. Los zares obligaban a los judíos a vivir en ghettos y les impidían el acceso a la propiedad de la tierra y a la educación. Miles de judíos askenazis se vieron forzados a la emigración. Algunos de ellos se instalaron en Palestina financiados por el banquero Rostchild. La moderada inmigración judía fue inicialmente bien recibida y sólo generó algún recelo cuando se hizo algo más intensa.

2. Los judíos europeos eran en su mayoría partidarios de la plena integración y asimilación en sus respectivos países. Sin embargo el creciente antisemitismo hizo que algunos se plantearan la necesidad de formar una nación diferenciada y asentarse en un territorio donde puedieran vivir con normalidad su identidad. Nace así a finales del siglo XIX -el siglo de emergencia de los nacionalismos- el sionismo, un nacionalismo judío que aspira a convertir en realidad el viejo sueño del regreso a la Tierra Prometida. En 1897 el primer Congreso Sionista reclama el derecho del pueblo judío a tener un hogar propio en Palestina.

3. En 1917 el ministro británico de Asuntos Exteriores Lord Balfour respaldó esta aspiración, sin perjuicio de los derechos de los habitantes palestinos. Con esta declaración Lord Balfour obtiene el respaldo de la influyente comunidad judía norteamericana a la intervención de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial. Esta doctrina condiciona el reparto colonial del Imperio Turco: Palestina se segrega de Siria y Líbano y queda bajo control británico. Desde entonces se acelera la inmigración judía y la compra masiva de tierras. Surgen los primeros conflictos y se llega en ocasiones a limitar la inmigración.

4. Tras la Segunda Guerra Mundial el horror del Holocausto predispone a muchos gobiernos en favor de las aspiraciones judías. Gran Bretaña, donde se conocía mejor el problema, recomienda la creación de un único Estado interconfesional. Los sionistas radicales desatan entonces una oleada terrorista con el fin de desestabilizar y forzar una solución favorable. Ellos fueron los primeros en introducir el terrorismo en aquella parte del mundo 2. Las Naciones Unidas acuerdan finalmente la creación de dos Estados independientes y el estatuto de ciudad internacional para Jerusalén. Ninguna de las partes aceptó el reparto territorial propuesto de modo que la proclamación del Estado de Israel en 1948 dio paso a un ataque mutuo y a un conflicto bélico. Los israelíes, menos numerosos pero mejor preparados, consiguieron inclinar la balanza a su favor. Se quedaron a las puertas de Jerusalén, pero evitaron la creación del Estado Palestino. Los territorios que no lograron conquistar quedaron repartidos entre Jordania y Egipto.

5. En 1956 Israel invade la península del Sinaí como respuesta al bloqueo egipcio a su comercio con el Indico. La intervención de la ONU obliga a retornar a la situación inicial. Bajo el liderazgo del egipcio Nasser se desarrolla un creciente nacionalismo árabe que tiene como objetivo fundamental la destrucción del recién nacido Estado de Israel. En 1967 un nuevo bloqueo da paso a un fulgurante ataque israelí. La llamada "Guerra de los Seis Días" termina con la ocupación israelí de Golán, Gaza, Sinaí y Cisjordania. La totalidad de los territorios palestinos queda bajo su control. El canal de Suez quedó cerrado. La pérdida de Jerusalén -tercera ciudad sagrada de los musulmanes por ser el lugar desde donde Mahoma había subido a los cielos- supuso una terrible humillación para los musulmanes del mundo entero.

6. En 1973 son los sirios y los egipcios los que atacan con el respaldo del boicot petrolero internacional. El apoyo masivo de los EE.UU. salva a Israel de la derrota inicial, cuando buena parte de su aviación había resultado destruida. En 1979 la presión de los países árabes exportadores de petróleo fuerza a Israel a un acuerdo con Egipto que incluye la devolución del Sinaí y la reapertura del Canal de Suez. En 1982 Israel invade el Líbano para terminar con los focos de actividad guerrillera palestina. Desde entonces mantienen el control de una franja al Sur del país.

7. Desde 1964 los diferentes grupos palestinos se encuentran agrupados en la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), dirigida desde 1969 por Y. Arafat, líder de Al Fatah, el más poderoso de los grupos guerrilleros. Hasta 1974 Arafat practicó el terrorismo, pero desde esta fecha sus propuestas se han ido moderando. De la destrucción de Israel ha pasado a defender un único Estado multiconfesional y ha acabado por aceptar la existencia del Estado de Israel junto al deseado Estado Palestino.

8. Los territorios palestinos permanecían ocupados pese a las resoluciones de las Naciones Unidas que ordenan la retirada isrelí. Cuando el extremista Partido Likkud -que defiende la anexión total de estos territorios- accede al gobierno, implanta en ellos numerosos asentamientos completamente ilegales según el Derecho Internacional. Los asentamientos se pueblan con inmigrantes judíos procedentes de Europa del Este. Estos asentamientos gozan de todas las comodidades propias de un país desarrollado. En contraste los palestinos que habitan estas zonas carecen de cualquier servicio estatal, no pueden establecer una actividad económica normal y por supuesto no tienen derecho al voto 3. El resultado es la miseria y la cólera ante la injusticia.

9. En 1987 estalla la intifada, una rebelión en la que niños y adultos se enfrentan con palos y piedras a los soldados israelíes. Promovida inicialmente por la OLP, pronto quedó en manos de grupos mucho más radicales. Las masas palestinas percibieron que las propuestas moderadas de Arafat habían fracasado, de modo que grupos terroristas o islamistas obtuvieron una influencia creciente.

10. La presión de la opinión pública mundial obligó en 1992 a Shamir -primer ministro perteneciente a la coalición extremista Likkud- a iniciar unas negociaciones de paz que culminan 1993 con un acuerdo firmado por el líder palestino Yasir Arafat y por el laborista y moderado Isaac Rabin. La fórmula era "paz por territorios": los palestinos admitían la existencia del Estado de Israel a cambio de la concesión de autonomía en los territorios de Gaza y parte de Cisjordania. Jerusalén quedaba excluida de los acuerdos. La acción combinada del extremismo árabe y judío ha bloquedo este proceso. Isaac Rabin fue asesinado por un terrorista judío, sin que los eficientes servicios de seguridad israelíes fueran capaces de impedirlo. Las elecciones inmediatas dieron de nuevo el triunfo a los extremistas del Likkud. El nuevo primer ministro Netanyahu ha reanudado los ilegales asentamientos y en la práctica ha bloqueado el proceso de paz.

11. El pueblo árabe sabe que sólo el apoyo casi incondicional de los Estados Unidos ha permitido a un país tan pequeño mantener su superioridad militar sobre países incomparablemente más grandes. Israel recibe una importante ayuda anual que ha venido creciendo hasta alcanzar los 4.000 millones de dólares. Se trata de una donación, no un simple préstamo. Es mucho dinero para un país que comenzó con un millón de habitantes y ahora ronda los cinco millones. Israel tiene acceso a la mejor tecnología militar estadounidense y ni siquiera las consideraciones estratégicas permiten explicar este respaldo ilimitado. La comunidad judía americana -muy sensible a todo lo relacionado con Israel- tiene gran influencia. Con su rechazo resulta muy difícil que un candidato pueda ganar unas elecciones. El Congreso -habitualmente tan hostil a cualquier gasto- acepta anualmente esas inmensas donaciones sin apenas discusión y casi por unanimidad.

12. Los árabes conocen está situación mejor que la opinión pública de los países desarrollados. Se sienten agredidos por la cristiandad occidental, su rival histórico. Para ellos este acoso occidental es continuación de las Cruzadas, y lo relacionan también con el expolio del petróleo. Saben también que la solución militar hace tiempo que no es posible porque actualmente los israelíes poseen la bomba atómica y podrían utilizarla si se vieran en peligro. No puede extrañar que las masas empobrecidas -heridas en su dignidad y carentes de otra alternativa- escuchen con simpatía el discurso de los fundamentalistas.

 

4. EL ISLAMISMO

En los últimos siglos han proliferado movimientos que predican un retorno a la pureza original del Islam, tal como lo instituyó el Profeta y como se practicó en los primeros tiempos. Esta tendencia se ha denominado salafiya y a ella pertenecen los movimientos llamados islamistas. Veamos algunos.

4.1. ORÍGENES

1. Arabia

En Arabia en el siglo XVIII -cuando era ya evidente la decadencia musulmana- vivió un personaje llamado Wahhab (1703-1787) seguidor de la tendencia hanbalí (ver nota 2) la más rígida de las cuatro escuelas jurídicas del sunnismo. Sus estudios de teología en Medina, Irán e Irak no hicieron sino convencerle de que había que despojar al Islam de las innovaciones añadidas para volver a la pureza y simplicidad primitiva. Así rechaza cualquier conocimiento no basado en el Corán, la Sunna o deducciones necesarias de la razón. La práctica religiosa es para él una cuestión de Estado, por lo que establece penas para los que no asistan a las plegarias comunes. Establece la aplicación literal de todos los preceptos del Corán o la Sunna, con lo que se hace cumplir con exactitud la Sharía, incluidos los castigos corporales.

Este rigorismo provocó el rechazo generalizado de los teológos, pero fue adoptado por Ibn Saud, emir del Nayev. Su hijo y sucesor Abd al-Aziz trató de imponer el wahhabismo en el mundo árabe: conquista y unifica toda Arabia, pero cuando ataca al Imperio Turco resulta derrotado. Sin embargo mostró que los árabes eran capaces de grandes hazañas cuando luchaban movidos por su fe.

Un siglo después, ya en el siglo XX, otro Ibn Saud -emir de Nayev y descendiente del primer Ibn Saud- retoma su proyecto y unifica Arabia bajo el impulso del wahhabismo. Nace la Arabia Saudita 4.

2. Afganistán

Sin embargo el wahhabismo no ha arraigado fuera de Arabia y ningún otro país ha tratado de ponerlo en práctica.

Las raíces del islamismo del siglo XX hay que buscarlas en el siglo anterior en Afganistán. Allí vivió Djamal ed-Din al-Afghaní (1838-1897) un activista que encuentra en la religión musulmana los fundamentos para su lucha anticolonial. Su aversión a lo británico nace en la India, donde los ingleses están arrebatando el poder a la minoría musulmana. Vivió en Estambul y en El Cairo, donde contactó con los intelectuales de la universidad Al-Azhar, la más prestigiosa del mundo árabe. Vivió también en Londres y en París.

Para un musulmán formado intelectualmente y capaz de observar la realidad, comparar lo que el Islam fue con lo que era ahora en comparación con Occidente resultaba desolador 5. Afghaní era consciente del desafío occidental. Quería limpiar la religión musulmana de defectos acumulados durante siglos, pero estaba convencido de que el Islam es compatible con las innovaciones técnicas.

3. Egipto

La llamada de Afghaní a una lucha conjunta de los musulmanes de todas las tendencias, escuelas o países frente al desafío de Occidente tuvo una gran influencia en los medios intelectuales de numerosos países. Su discípulo y amigo el jeque egipcio Mohamed Abduh (1849-1905) extiende en Egipto lo que para él es la idea esencial de su maestro: Se puede ser moderno y ser buen musulmán. Ciencia y religión han de volver a hermanarse, como en la época dorada de la civilización musulmana. Abduh llega incluso a defender en muchos terrenos la igualdad de la mujer.

4. India y Pakistán

Paralelamente en la India se desarrolla otro movimiento reformista. Muhamed Iqbal (1873-1938) estudió filosofía en varias universidades europeas. Se rebela frente al ocaso del Islam -por entonces los musulmanes estaban perdiendo su hegemonía frente a la mayoría hindú- y predica el retorno a los valores morales de la primitiva comunidad musulmana. Defiende también la aproximación a los conocimientos modernos y a la democracia, pero afirma que hay que contemplar todo ello a la luz del Islam.

Su discípulo Mawdudi (1903-1979) compartió al principio las ideas modernizadoras de su maestro. Sin embargo tras su muerte desarrolló una doctrina más fundamentalista: según él los musulmanes debían ser fieles a la letra de la Revelación y aplicar la Sharía, la Ley islámica que aparece en los pasajes del Corán y la Sunna.

4.2. LOS HERMANOS MUSULMANES

1. El movimiento que más directamente ha influido en el actual islamismo es el de los Hermanos Musulmanes, fundado en Egipto en 1928 por el jeque Hassan al-Banná (1906-1949).

Este teórico del islamismo era hijo de un hombre instruido que había sido alumno de Abduh en la universidad Al-Azhar de El Cairo. Compartía las ideas modernizadoras de Abduh, pero también asimiló los valores del Islam más tradicional cuando formó parte de una hermandad sufí. Sus planteamientos -sencillos y moderados- han ejercido una inmensa influencia en el reciente despertar islámico: La Umma es una sóla nación. Hay que reforzar los vínculos de fraternidad. Y la base de las reformas es el retorno a las enseñanzas del Islam.

2. Más radical fue Sayyid Qutb (1906-1966) que sucedió a al-Banna como principal ideólogo del movimiento. Era un profesor universitario, bien relacionado con los occidentales, que experimenta una "conversión" personal e ingresa en los Hermanos Musulmanes. Perseguido por Nasser, pasó prácticamente el resto de su vida en la cárcel y finalmente murió ahorcado. A pesar de los malos tratos pudo escribir allí lo esencial de su obra. Qutb cree que el mundo está viviendo la jahiliya, un estado de ignorancia comparable al de la época preislámica. En el Islam hay recetas para resolver los grandes problemas sociales y políticos de nuestra época y que con él se puede lograr el ideal de la Justicia Social. Pero no basta con defenderlo con palabras, hay que defenderlo con hechos. Hay que hacer la revolución 6.

3. Paralelamente al radicalismo de Qutb hay entre los Hermanos Musulmanes una corriente más moderada cuyo representante más destacado es un imán ciego de una mezquita de El Cairo, Abd al-Hamid Kichk, nacido en 1903. Su predicación semanal de los viernes congregaba una multitud creciente. Detenido en 1966 y liberado dos años después, su prestigio no ha dejado de crecer a través de la difusión por todo el mundo islámico de cassettes con sus predicaciones. Kich renuncia a la violencia y cree que el islamismo sólo ha de progresar a través de la predicación. Sin embargo ataca con dureza a los "enemigos del Islam" -entre los que incluye al imperialismo occidental- y afirma que la nación musulmana volverá a conquistar el mundo cuando la Umma vuelva al Islam verdadero y a la práctica de la Ley. La construcción teórica del islamismo -que hoy ha sido asumida por amplios sectores de la sociedad musulmana- estaba ya realizada.

4. Los Hermanos Musulmanes fueron perseguidos por Nasser y sus sucesores con ferocidad. Sin embargo, núcleos de la Hermandad se han ido extendiendo por todo el mundo árabe extendiendo el pensamiento islamista. En Siria alcanzarnon un gran desarrollo pero allí encontraron en el partido Baas y en el dictador Assad a su más feroz enemigo. En 1982 quedaron muy debilitados tras una rebelión fallida y una represión con más de 10.000 muertos. En Arabia son tolerados por el régimen wahhabita -con el que coinciden en algunos aspectos- y cuentan con apoyo y simpatía entre la población. El movimiento islamista de Argelia está también en su origen estrechamente emparentado con los Hermanos Musulmanes.

4.3. LA REVOLUCIÓN ISLÁMICA DE IRÁN

Desde el principio la rama chiíta del Islam se caracterizó por cierta desconfianza -que en ocasiones se convertía en hostilidad- hacia el poder político establecido. Por eso tuvo gran éxito entre la población musulmana que no era árabe, arraigando especialmente en la población iraní. Desde 1501 el chiísmo es la religión oficial en el territorio iraní.

La creencia en el retorno del Imán oculto -el Mahdi- ha mantenido siempre en el mundo islámico una esperanza mesiánica similar a la judía. Es una creencia esencial en el chiísmo donde se identifica el Mahdi como el Señor del Tiempo cuya venida se producirá en las proximidades de la Hora Final.

El sociólogo iraní Alí Shariati (1933-1977) asoció esta idea con planteamientos marxistas y presentó al Mahdi como un salvador que ha de venir a liberar a los oprimidos de la tierra 7. Presenta así al Islam como una fuerza revolucionaria y progresista. Su pensamiento ejerció gran influencia entre la juventud iraní y predispuso a la población en favor de una revolución que fue vista como el inicio de una serie de cambios relacionados con la posible venida del Mahdi.

Ya se ha visto cómo tras la I Guerra Mundial en Irán se instala en el poder la dinastía de los Phalevi, que implantan una occidentalización forzosa. El régimen se convierte desde 1953 en una de las dictaduras más feroces del mundo. Como resistencia frente a este orden surgen los fedayin (combatientes del Islam) que aparecen como el equivalente chiíta de los Hermanos Musulmanes. Reciben inicialmente el respaldo de algunos ulemas (teólogos) que acaban imponiendo sus planteamientos entre el clero iraní.

Entre ellos destaca Ruholláh Jomeini (1902-1989) quien desde la ciudad santa de Qom lanzó furibundos ataques contra las impopulares reformas del Sha. Perseguido por la policía iraní se refugia primero en Irak y más tarde en París. Jomeini y Shariati fueron las figuras más destacadas de la oposición al régimen del Sha y los principales inspiradores de la revolución que le derribó en 1979. Pero la temprana muerte del sociológo marxista poco antes de la revolución permitió a Jomeini imponer en el nuevo régimen sus planteamietos conservadores.

Tras la revolución, el poder quedó teóricamente en manos de Jomeini pero en la práctica en manos de los Comités Revolucionarios, los Tribunales Revolucionarios y los Guardianes de la Revolución, todos ellos islamistas radicales.

Pronto se desató una dura represión sobre los sectores marxistas que habían contribuido decisivamente al triunfo de la revolución. Fedayines, mujaidines y miembros del partido comunista Tudeh fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados. Se implantó la Sharía, la ley islámica, aunque recogida a través de una Constitución. Ésta aprobó la instauración de una República islámica cuya proclamación había sido previamente respaldada por un referéndum. Se implantó un sistema relativamente democrático, pero se reservó a Jomeini -su "guía espiritual"- un poder vitalicio por encima de todas las instituciones del Estado.

El líder chiíta utilizó su poder tratando de moderar los excesos de los islamistas radicales que seguían sus ideas. Trató de frenar los excesos de los Tribunales Revolucionarios, aunque no los disolvió. Promulgó varias amnistías que apenas fueron obedecidas. Llegó a exigir que cualquier ejecución contase con su firma, pero esto tampoco se cumplió. Los presidentes de la República que escogió -Bani-Sadr y Rafsandjani- fueron relativamente moderados.

Designó como "guía espiritual" sucesor a Montazeri, un prestigioso ayatollah de planteamientos bastante menos radicales que los suyos. Era una designación secreta que alguien neutralizó haciéndola pública poco antes de la muerte de Jomeini. Éste optó entonces por designar sucesor como a Jamenei, un dirigente religioso radical pero de muy escaso relieve, de modo que el presidente de la República, el moderado Rafsandjani, pudiera disponer del verdadero poder.

La revolución iraní ha tenido un enorme impacto. Ha supuesto el primer triunfo de los islamistas y ha evidenciado que sus ideas se podían llevar a la práctica. A comienzos de la década de los 80 parecía que la revolución islámica podía extenderse como un reguero de pólvora por todo el Próximo Oriente, pues la población musulmana era receptiva a esta reivindicación de su identidad y al enfrentamiento con Occidente. El respaldo occidental a los excesos del Estado de Israel parecía evidenciar que el enfrentamiento histórico entre ambas culturas aún continuaba y que se habían de adoptar planteamientos radicales para defender al Islam.

Sin embargo algunos factores han frenado -o ralentizado- este proceso. La revolución iraní era de carácter chiíta, de modo que sus dirigentes religiosos nunca podrían serlo del resto de los países islámicos, de mayoría sunnita. De hecho la minoría chiíta de diferentes países ha sido el sector de población que más activamente ha trabajado en favor de la revolución islámica.

Por otro lado las monarquías petroleras del Golfo han visto una amenaza en los planteamientos republicanos de los chiítas iraníes y han trabajado activamente por impedir su difusión. En general los gobiernos del Próximo Oriente han tratado de prevenir el contagio revolucionario islamizando muchas leyes y costumbres y realizando reformas que les alejan del modelo occidental. De este modo la revolución islámica -sin haber triunfado todavía- ya ha conseguido transformar radicalmente la política y la sociedad musulmana.

La experiencia iraní ha tenido escaso éxito desde una perspectiva económica -padece una elevada inflación- aunque ha generado una sociedad muy igualitaria sin las trabas de la planificación central. Este relativo fracaso económico ha contribuido también a disuadir a otros pueblos de imitar esta revolución 8.

5. ACTITUDES POLÍTICAS

El desafío de la sociedad moderna y occidental ha generado en el mundo islámico diversas actitudes políticas a lo largo del último siglo. La mayor parte de ellas aún tienen vigencia y configuran los principales sectores que protagonizan la política en los países musulmanes, particularmente en los países árabes.

1. Inicialmente un claro sentimiento de inferioridad llevó a algunos dirigentes a defender una occidentalización radical. Querían modernizarse y esto exigía imitar a Occidente. Es el camino escogido en Turquía por Kemal Ataturk y seguido en Irán por los Palhevi. Su modelo es el de un Estado laico que garantiza una neutralidad confesional y combate cualquier manifestación externa de religiosidad. Se trata de una verdadera capitulación cultural, con una religión reducida al ámbito de los privado, lo que chocaba con planteamientos muy profundos de la religión musulmana. Ataturk reprimió con fiereza tradiciones y costumbres islámicas -como el uso del velo por las mujeres- que pudieran afectar a esta neutralidad pública.

2. Otra tendencia optó por una modernización más moderada para responder al desafío de Occidente, y tratar de superarlo. Se trataba de aprovechar aquellos aspectos más válidos de la sociedad occidental y adaptarlos a la realidad y la mentalidad de las sociedades islámicas. Es la tendencia que ha contado con mayor respaldo popular hasta hace pocas décadas. Dentro de este grupo destaca sobre todo el llamado socialismo arabista, de carácter nacionalista y de izquierdas, que llevó el protagonismo en el proceso descolonizador. En esta línea de nacionalismo panárabe y progresista encontramos al Partido Baas, gobernante en Siria e Irak, al régimen de Nasser en Egipto y al FLN argelino de Boumedien.

El fracaso de estas experiencias ha tenido consecuencias de gran alcance para la civilización islámica. Casi siempre han derivado en dictaduras -a veces de perfil muy cruel como la de Sadam Hussein en Irak- y en ningún caso han conseguido sacar a sus poblaciones de la pobreza. Con la descolonización se habían abierto grandes esperanzas que no se han visto cumplidas. Ni siquiera la posesión del petróleo les ha traído el desarrollo económico. Las reiteradas y humillantes derrotas frente a Israel demuestran que su civilización continúa en estado de prostración.

Se ha pagado un alto precio cultural al incorporar de Occidente elementos modernizadores y el resultado es sólo la desigualdad, la opresión y la pobreza 9.

3. Ya hemos analizado anteriormente la tendencia islamista. Dentro de ella cabe identificar dos variantes.

¾ Los integristas -como los wahhabitas o los Hermanos Musulmanes- valoran la tradición. Pretenden volver a los Textos sagrados pero respetando todo lo positivo que ha ido añadiendo la Tradición.

¾ Los fundamentalistas -como Jomeini o los talibanes afganos- son más literalistas, y confían en organizar la sociedad aplicando con exactitud los preceptos religiosos, al margen de lo diferente de nuestra sociedad y de lo añadido por siglos de piedad religiosa.

También habría que destacar la diferencia ya estudiada entre los sectores más radicales que defienden la Umma mediante la violencia y los más moderados que creen que basta con la religiosidad y la predicación. En la práctica ambos sectores se complementan: Los planteamientos moderados se extienden con facilidad entre una población predispuesta a escucharlos. Más tarde algunos abandonan esta actitud moderada y adoptan planteamientos radicales. Con sus acciones violentas otorgan entonces al islamismo un claro protagonismo político.

Estas tendencias islamistas comparten una relativa deslegitimación del Estado. Creen que, como en los primeros tiempos, la Umma debería estar políticamente unida en un sólo Estado, gobernado por una autoridad simultáneamente civil y religiosa. Como esto no sucede, todos los Estados son escasamente legítimos. Este planteamiento les proporciona un gran potencial revolucionario, pero les perjudica cuando tiene que enfrentarse a la responsabilidad de gobernar un país.

Comparten también estas tendencias la amargura por el hecho de que Occidente se haya "adelantado". Creen que la civilización islámica se hará compatible con la modernidad y sobrepasará de nuevo a Occidente, si los musulmanes vuelven a una observancia fiel de sus preceptos.

4. Las hermandades sufíes no constituyen estrictamente una tendencia política, pero sí una actitud ante la política mucho más coherente con las raíces islámicas. No hacen concesiones de ningún tipo a la modernidad. Cultivan un Islam muy espiritualista y tradicional, con un intenso fervor religioso. Ya en la Edad Media los sufíes promovían la experiencia espiritual personal, relativizando las formas religiosas concretas. Se habla en ocasiones de un "misticismo" sufí. Hoy constituyen hermandades muy variadas. Pero la mayoría conserva con gran autenticidad la espiritualidad islámica.

Estas hermandades se han adaptado a la clandestinidad cuando ha sido necesario, y han mantenido su identidad incluso en situaciones de gran represión. Son ellas las que han mantenido la llama del Islam en la Turquía de Ataturk o en la Unión Soviética. Tras varias generaciones de persecución emergen con gran vitalidad y contribuyen a difundir el Islam entre el resto de la población.

Desde el punto de vista político el sufismo es genéricamente conservador, pero no propugna acciones políticas concretas. Las corrientes modernistas se muestran hostiles al sufismo, pues reprueban su distanciamiento de los valores del mundo moderno. Se ha visto al sufismo colaborar con el poder colonial, simplemente porque se consideraban al margen de los valores políticos. Hoy el sufismo conoce una gran difusión y ejerce una notable influencia sobre el resto de los musulmanes. Se encuentra muy difundido en ambientes intelectuales, particularmente en la prestigiosa universidad de Al-Azhar de El Cairo.

 

6. SOCIEDAD

Los países musulmanes del Próximo Oriente y Norte de África presentan en general un grado medio de desarrollo. Prácticamente todos estos países se encuentran situados en la zona intermedia de la clasificación del Índice de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas 10.

Sorprende este dato dada la pobreza de algunos países. La religión islámica promueve la ayuda a los más desfavorecidos y así atenúa algunos de los peores perfiles de la miseria.

Sólo se advierte gran desigualdad cuando intervienen con fuerza otros elementos culturales o económicos, como sucede en los países musulmanes de África Negra, del Sudeste Asiático o en las monarquías del petróleo.

En una comunidad islámica existen mecanismos de solidaridad que evitan la exclusión social de los más pobres. Todos, pero sobre todo los más ricos, deben atender con la limosna obligatoria -zakat- a aquellos que menos tienen en su comunidad. La riqueza de unos pocos sólo es legítima si revierte en parte en beneficio de los musulmanes menos afortunados.

En el Próximo Oriente la sociedad no suele estar dominada por una minoría exageradamente enriquecida. La excepción la encontramos en las monarquías del Golfo donde -como consecuencia del efecto distorsionante del petróleo- sí hay una élite muy enriquecida, próxima a la familia que detenta el poder.

Sólo en los países con mayor tradición intelectual -como Egipto, Irak, o Siria- se identifica claramente la presencia de unas clases medias cuya existencia se remonta a bastantes siglos atrás. Estas clases acogieron con entusiasmo las tendencias modernizadoras y la influencia occidental. Llegado el momento se identificaron también con el socialismo arabista, protagonizaron el movimiento nacionalista y anticolonial, y se convirtieron en los sectores dirigentes de los nuevos Estados.

Sin embargo la mayor parte de la población de estos países suele estar formada por masas campesinas que se han visto duramente perjudicadas por las transformaciones y convulsiones del siglo XX. Las expectativas de mejora de la calidad de vida abiertas con la descolonización no se cumplieron. La población viene creciendo vertiginosamente y la producción agraria -con una tecnología muy tradicional- no se adapta al ritmo necesario.

Muchos emigran a las grandes ciudades donde, ante la escasez de industria, suelen integrarse en la llamada economía informal. Culturalmente han sido golpeados por una civilización que les es extraña y que no entienden. Además, como se ha señalado, se sienten profundamente humillados por Occidente, por su superioridad militar y económica, y por el trato injusto evidenciado en el conflicto de Palestina.

Decepcionadas, estas masas campesinas están volviendose hacia el islamismo, particularmente los jóvenes, que -debido al vertiginoso crecimiento demográfico- constituyen el 65% de la población. Encuentran que este movimiento les devuelve su dignidad y les aporta una nueva esperanza.

Estas masas populares odian a las monarquías del Golfo, pues reprueban que su riqueza no revierta en beneficio de la Umma y de los pobres. Puesto que estas monarquías están respaldadas por Occidente, las masas musulmanas sospechan que en realidad defienden intereses ajenos a la comunidad islámica.

En unos pocos países -Túnez, Marruecos- hay unas clases medias en expansión debido al crecimiento económico y a una moderada modernización de sus estructuras productivas. Estas clases se encuentran particularmente desconcertadas: Conocen los aspectos positivos de la vida occidental -a través del comercio, el turismo, la universidad o la emigración- pero temen perder su identidad. Y aún temen más el rechazo de las masas desposeídas. Por ello buscan algún tipo de compatibilidad entre el Islam y la modernidad, y constituyen la gran esperanza de evitar una confrontación aún más dura entre Occidente y el Islam

 

7. LA MUJER EN LA SOCIEDAD ISLÁMICA

Junto a un proceso profundo, amplio y silencioso, de promoción de la mujer musulmana, se advierten duras reacciones que aparentemente hacen retroceder en poco tiempo el avance de varias décadas. La situación de la mujer en los países islámicos -especialmente en los países del Próximo Oriente y Norte de África- constituye quizás el aspecto más polémico de la civilización musulmana.

Las costumbres islámicas relativas a la mujer se fundamentan el Corán, la Sunna y también en tradiciones, algunas de la cuales provienen de época preislámica. La sociedad árabe a la que Mahoma dirigió su predicación era una sociedad patriarcal, propia de pueblos tradicionalmente pastores. Las mujeres estaban consideradas como bienes familiares, sometidas a la tutela masculina, con la misión de procrear hijos varones para garantizar la continuidad de la familia patriarcal.

El texto coránico protege a la mujer frente a los excesos de este modelo prohibiendo matar las hijas al nacer, limitando la poligamia y el repudio, reconociendo el derecho de la mujer a la propiedad y a la educación, y exigiendo el consentimiento de la mujer para el matrimonio. Estas disposiciones se encuentran en suras -revelaciones de Dios a Mahoma recogidas en el Corán- pertenecientes a la primera época, cuando Mahoma vive en la Meca con su mujer Jadicha y tiene escasos seguidores.

Tras la muerte de Jadicha y la huida a Medina las nuevas suras recogen más bien las ideas patriarcales de preeminecia del hombre sobre la mujer. El interés por no dañar la estructura social establecida favoreció que la aparente contradicción se resolviera decidiendo que las suras posteriores prevalecían sobre las primeras. Los sectores musulmanes tradicionalistas siguen defendiendo esta interpretación, pero los reformistas reclaman la preeminencia de las primeras suras, más favorables a la mujer 11.

Los regímenes laicos surgidos de la descolonización se mostraron preocupados por mantener la personalidad cultural. Temiendo que cualquier evolución de la situación legal de la mujer fuera interpretada como pérdida de identidad, legitimaron la tradicional autoridad del hombre sobre la mujer.

El reciente desarrollo de los movimientos islamistas ha situado la cuestión de la mujer en el centro del debate social. Algunos propugnan incluso apartar a la mujer del trabajo y dejar sus puestos para los varones parados. Cabe hablar de una retradicionalización impulsada desde el Estado como prevención frente a la expansión islamista.

Sorprende ver a tantas mujeres adoptar con entusiasmo este islamismo. Ahora bien, la separación de sexos podría dar lugar a situaciones en las que la subordinación de la mujer tuviera carácter excepcional.

Son muchas las mujeres que apoyan tradiciones que les discriminan. A veces son tradiciones preislámicas que carecen de cualquier base religiosa. Un ejemplo terrible es la ablación del clítoris que en algunas zonas -musulmanas y no musulmanas- de África mantiene su plena vigencia y afecta a decenas de millones de mujeres.

Sin embargo la realidad social está cambiando, especialmente en las ciudades que acogen a una proporción creciente de la población. La explosión demogáfica, la emigración masculina y la necesidad de aportar dinero a la familia están cambiando el comportamiento social de aquellas mujeres que han podido acceder ya a la formación profesional o universitaria.

El uso del velo o hidjab tiene a veces un sentido contrario al que interpretamos los occidentales. No sólo es una prenda tradicional cómoda y barata, sino que además permite a la mujer que lo lleva moverse libremente y acceder a la universidad y al trabajo.

La poligamia está poco extendida y en franca regresión. En algunos países está prohibida y en los demás se tiende a pactar en el contrato matrimonial la nulidad automática si hay un segundo matrimonio. Las bodas se conciben como un pacto entre dos familias, aunque en las grandes ciudades los jóvenes tienen más libertad de elección. Una vez casada la mujer debe obedecer a su marido. Asimismo la herencia de la mujer es siempre inferior a la de sus hermanos varones. Además la tradición coránica permite al hombre repudiar a su mujer, mientras que ella para divorciarse precisa de la autorización de un juez islámico.

La mujer está ampliamente integrada en un sistema educativo generalmente de carácter mixto. Su presencia está generalizada en la enseñanza primaria y es bastante amplia en la enseñanza secundaria. Sin embargo las diferencias entre países son notables y hay zonas donde se resisten a enviar a las niñas a los centros de enseñanza secundaria. En la universidad hay menos mujeres que hombres pero las diferencias se han atenuado. En algunos círculos intelectuales se defiende la creación de universidades exclusivamente femeninas como único medio de garantizar a las mujeres una amplia presencia en los niveles educativos superiores.

La participación de la mujer en el trabajo es normal en medios campesinos, pero encuentra grandes dificultades en las profesiones modernas. Muchos hombres creen que las mujeres les arrebatan ilegítimamente los escasos puestos de trabajo.

La convivencia laboral entre personas de diferente sexo provoca recelos en la sociedad. Algunos países han establecido espacios separados en locales y transportes públicos. Sólo en algunas profesiones -como maestra o enfermera, donde la presencia femenina es masiva- se disipan estos recelos. Sin embargo nuevos hábitos de consumo obligan a las familias a procurarse un segundo sueldo y -pese a las resistencias- incorporar a la mujer al trabajo 12.

Cuando los islamistas alcanzan el poder, la implantación de la Sharía convierte su situación en insoportable. En Afganistán los talibanes han impuesto una absoluta separación de hombres y mujeres, llegando incluso a expulsar a las mujeres enfermas de los hospitales.

En el área musulmana abundan las situaciones extrañas a la sensibilidad moderna y radicalmente contrarias a los derechos humanos. Sin embargo el Islam no es igual en todas partes: en Europa, en Asia Central, en Asia Meridional y en el Sudeste Asiático la presencia de otros componentes culturales concede a la mujer musulmana una mejor condición, comparable a la de otras mujeres de las mismas zonas.

Paradójicamente nunca en la historia del Islam había tenido la mujer un papel tan relevante. En 1995 había tres primeras ministras en grandes países musulmanes: Tansu Ciller en Turquía, Benazir Bhuto en Pakistán y Jaleda Zia en Bangladesh. Hay más mujeres poetas y novelistas que en ninguna otra época y sorprende la energía y el valor con que muchas mujeres denuncian los problemas que conlleva su situación en la sociedad islámica 13.

 

8. CONFLICTOS RECIENTES

El avance -en ocasiones violento- del islamismo está generando conflictos en numerosos países. Los intereses del petróleo, la proliferación de dictaduras y el malestar generado por el conflicto de Palestina han convertido al Próximo Oriente y Norte de África en una de las áreas más inestables del planeta.

8.1. LA GUERRA ENTRE IRÁN E IRAK

El conflicto entre Irán e Irak es una herencia de las disputas entre los imperios persa y turco. Las disputas se centraban en el canal de Shatt-al-Arab -que había quedado bajo control de Irak- y la región de Khuzestán, rica en yacimientos petrolíferos, que quedó en poder de Irán pese a que su población no era iraní sino árabe de religión chiíta.

Cuando en 1978 triunfa en Irán la revolución islámica parecía que iba a extenderse por el golfo Pérsico, donde se encuentran dos tercios de las reservas mundiales de petróleo. En Irak los abundantes recursos procedentes del petróleo habían permitido construir un poderoso ejército con el que el dictador Sadam Hussein creía poder enfrentarse a Israel, y convirtirse así en el líder de todo el mundo árabe.

Sadam Hussein venía reprimiendo ferozmente a los chiítas del Sur, favorables a la revolución islámica iraní. En 1980 creyendo debilitado al ejército iraní a causa de las purgas revolucionarias ataca a Irán. Quería así prevenir el contagio islámico y apoderarse del petróleo de Khuzestán. Sin embargo, la inesperada resistencia de los revolucionarios iraníes dio paso a un larga guerra que duró ocho años y desangró a los dos países.

Las potencias occidentales vieron en este conflicto la oportunidad de exportar armas -que ambos países podían comprar con sus grandes recursos petrolíferos- y de debilitar de paso a dos peligrosas potencias. En 1988 se llega a un armisticio ante la evidencia de que ninguno de los contendientes podía ganar esta guerra.

8.2. LA GUERRA DEL GOLFO: "SANGRE POR PETRÓLEO"

En 1990 Sadam Hussein conserva un poderoso ejército, que quiere utilizar para convertirse en líder del mundo árabe. Convencido de que tanto Occidente como las monarquías del Golfo le ven como el escudo que impide la expansión de la temida revolución islamista de Irán, se decide a invadir Kuwait. Este pequeño país, escasamente habitado y con inmensas reservas de petróleo, formaba parte históricamente del territorio iraquí. Al llegar la descolonización los británicos prefirieron segregarlo para poder explotar con mayor facilidad sus riquezas. Irak jamás aceptó una independencia que consideraba una simple expoliación.

La revolución del Este de 1989 había quebrado el orden internacional establecido en Yalta. La ambición de Sadam Hussein proporcionó al presidente Bush una excelente oportunidad de definir el marco de un nuevo orden internacional. A la vez conseguía al fin poner bajo control militar occidental la zona del Golfo, de la que depende el suministro energético de los países desarrollados. La embajadora americana garantizó a Sadam Hussein la neutralidad americana en un posible conflicto días antes de la invasión de Kuwait.

El Consejo de Seguridad -con Rusia y China neutralizados por sus problemas internos- dirigió aparentemente el conflicto, enmascarando el carácter claramente occidental de la intervención. La opinión pública de los países musulmanes percibió desde el principio esta guerra como una agresión a la Umma. Ciertamente Sadam Hussein era un feroz dictador, pero en el mundo islámico apenas hay democracias. La perspectiva de que su poderoso ejército se hiciera con el control del Golfo y sus inmensas reservas de petróleo gozaba de grandes simpatías. La población era hostil a unas monarquías que vivían en la opulencia mientras el Islam era reiteradamente humillado. Un líder poderoso y decidido, capaz de enfrentarse a Occidente y unificar el territorio del Golfo, podría crear una potencia mundial capaz de enfrentarse a Israel y devolver a los musulmanes su dignidad.

La exhibición de poderío militar y la victoria de las potencias occidentales -aliadas de las impopulares monarquías del Golfo- fue percibida por la población árabe como una nueva derrota y agravó su resentimiento hacia Occidente. Toda la propaganda realizada sobre las innegables crueldades de Sadam Hussein no impidió que, en el momento decisivo, Estados Unidos evitara su completa derrota. Su feroz dictadura no fue nunca el motivo de la intervención y Estados Unidos seguía necesitando su escudo frente a la revolución iraní.

8.3. LA GUERRA CIVIL DE ARGELIA

Durante la colonización francesa se trató de eliminar de raíz la cultura argelina: el francés fue la única lengua oficial y se eliminó el Islam de los programas escolares. Cuando Argelia se independiza en 1962 se constata la fuerza que el Islam conserva entre la población a pesar de las décadas de hostilidad de los colonizadores. La lucha revolucionaria contra la colonización fue interpretada por unos en términos marxistas, y por otros como la Yihad frente a los enemigos de la Ummma.

Esta confusión generó un larvado conflicto en el nuevo Estado. Se instaura un régimen socialista y dictatorial, próximo al modelo soviético. La proclamación del Islam como religión oficial y la construcción de más de 10.000 mezquitas resultó insuficiente para un sector de la población que habría visto con agrado la implantación de algunas normas de la Sharía. El Islam era, para unas autoridades argelinas, claramente laicas, más un signo de identidad que un modo de vida.

La colonización legó una sociedad escindida, con una minoría muy occidentalizada controlando el ejército y la política, y una mayoría de la población muy tradicional, con muy escasa presencia de la mujer en el mundo laboral.

En los años 70 aparece un movimiento, próximo a los Hermanos Musulmanes, apoyado indirectamente por Arabia Saudí. El ejemplo de la revolución iraní y la predicación del egipcio Kichk -conocida a través de sus populares cassettes- multiplicaron la influencia de este núcleo. La relativa tolerancia de sus actividades permitió que canalizaran el descontento popular con el régimen dictatorial. La guerra de Afganistán atrajo a numerosos voluntarios islámicos que regresaban dispuestos a seguir luchando en la Yihad.

Las primeras elecciones democráticas dieron el triunfo a los islamistas moderados del Frente Islámico de Salvación, tanto en las elecciones municipales de 1990 como en las legislativas de 1992. Su voluntad de implantar inmediatamente la Sharía causaba terror entre los sectores urbanos, fuertemente occidentalizados, especialmente entre las escasas mujeres que trabajaban. La victoria de Frente Islámico de Salvación en las elecciones legislativas fue anulada -con el poco democrático apoyo de los países europeos-, sus dirigentes encarceladaos y la actividad de sus mezquitas severamente restringida. La respuesta fue la aparición del terrorismo islámico. De una violencia selectiva -dirigida primero contra los extranjeros y luego contra las mujeres trabajadoras- se ha pasado a una violencia masiva, con atroces matanzas de barrios y pueblos enteros.

La acción de las fuerzas de seguridad -con frecuentes torturas, ejecuciones sin juicio, campos de concentración y numerosos desaparecidos- no ha hecho sino aumentar la espiral de la violencia. Algunos desconfían de la incomprensible inoperancia de la policía y el ejército durante las masacres islamistas, y sospechan que permiten estas matanzas para justificar la represión y restaurar a medio plazo el régimen dictatorial. Se trata de una auténtica guerra civil que ha dejado ya decenas de miles de muertos. Esta guerra se libra a las puertas de Europa y sus consecuencias son aún imprevisibles.

8.4. LA GUERRA DE AFGANISTÁN

Afganistán fue un "Estado-tapón" entre las colonias inglesas del Próximo Oriente y el Imperio de los zares. Sus fronteras integran a pueblos muy diversos y separan artificialmente su territorio tradicional. Durante muchos años el nomadismo ha hecho que estas fronteras no tuvieran apenas efectividad práctica.

Cuando en 1978 estalla la revolución islámica iraní la Unión Soviética teme que se contagie a Afganistán -donde había un régimen prosoviético- e incluso que pudiera influir sobre la población soviética del Asia Central, mayoritariamente musulmana. En 1979 las tropas soviéticas invaden Afganistán e imponen un gobernante aún más fiel que el anterior. La acción se interpretó en el contexto de la guerra fría y los Estados Unidos financiaron una guerrilla anticomunista, con base en Pakistán donde llegaron a acogerse cuatro millones de refugiados. Los islamistas vieron en el conflicto un ataque de la Unión Soviética a la Umma y enviaron numerosos voluntarios financiados por Arabia Saudí. En 1988 los soviéticos abandonaban Afganistán, dejando la situación aparentemente estabilizada. En 1991 el pacto entre la URSS y Estados Unidos para suspender el suministro de armas, cedió todo el protagonismo a Arabia Saudí e Irán, países que financiaban diferentes guerrillas islamistas. En el Norte la guerrilla de tadjikos y uzbekos -Tadjikistán y Uzbekistán son ya países independientes- presentaba un claro perfil étnico. En el Sur la guerrilla tenía sus bases en el Pakistán islamista. Pese a pertenecer en su mayoría al pueblo pashtú -etnia compartida con Pakistán- esta guerrilla de mujaidines presentaba mayor acento religioso.

La creciente debilidad del régimen -Afganistán es uno de los países más pobres del mundo- otorgó finalmente el poder a una coalición de varios grupos guerrilleros. Las desavenencias convirtieron pronto a la capital Kabul en escenario de sangrientos combates provocando el éxodo de buena parte de su población.

Surge entonces el movimiento de los talibanes, jóvenes estudiantes de teología formados en los campos de refugiados de Pakistán que defienden la aplicación de la Sharía con un rigor rayano en la crueldad. Su rígida disciplina les otorgó primero el control sobre los mujaidines del Sur y posteriormente, en 1996, la victoria sobre los grupos que luchaban en Kabul. Su llamamiento a la Yihad islámica contra los gobernantes respaldados por extranjeros fue bien recibido por la población, como también la paz que impusieron en sus territorios tras décadas de enfrentamientos étnicos. Sin embargo su intransigencia puede acabar por enajenarles el apoyo popular incluso entre la población pashtú que les da el principal soporte.

Los talibanes tienen el completo respaldo de Pakistán y en algún momento han gozado de la "comprensión" de los Estados Unidos. Contra ellos se han posicionado tanto Rusia -que teme su posible influencia en las repúblicas musulmanas del Asia Central- como Irán, que recela ante el carácter expansivo de este movimiento sunnita situado junto a sus fronteras.

 

9. LOS PAÍSES ISLÁMICOS EN LA ACTUALIDAD

Algunos países musulmanes de Asia oriental conocen un crecimiento económico acelerado mientras los del África Negra parecen sumidos en el subdesarrollo. En el Próximo Oriente la explosión demográfica y la crisis de identidad cultural son los problemas más graves de unos países generalmente gobernados por dictadores.

9.1. ASIA ORIENTAL Y MERIDIONAL

En el Sudeste Asiático países musulmanes como Indonesia o Malasia se encuentran entre los países emergentes que comparten el acelerado crecimiento del área del Pacífico. La población musulmana convive sin excesivos problemas con ciudadanos de otras religiones. Sin embargo los grupos islamistas son cada vez más activos entre la juventud y los gobiernos tienen entre sus prioridades impedir el desarrollo de estos movimientos. Indonesia -el mayor país musulmán con sus 200 millones de habitantes- ha evitado hasta ahora imponer leyes islámicas a su población.

En Filipinas una guerrilla musulmana lleva décadas tratando de forzar la independencia de la isla de Mindanao donde la población islámica es el grupo mayoritario.

En la India la minoría musulmana fue hegemónica antes de la independencia, pero al llegar ésta muchos de ellos se vieron obligados a emigrar a Pakistán víctimas de la violencia interreligiosa. Sin embargo permanecen en el país alrededor de 100 millones de musulmanes que padecen con frecuencia la violencia del fundamentalismo hindú.

En Bangla Desh el Islam ha sido declarado religión de Estado para combatir la creciente influencia fundamentalista.

En Pakistán el conflicto latente con la India acentúa su identidad religiosa. Durante la década de los 80 el dictador Zia trató de imponer una islamización a ultranza, implantando algunas leyes pertenecientes a la Sharía. Actualmente el ejército pakistaní viene prestando un amplio apoyo al extremismo fundamentalista de los talibanes afganos.

9.2. ÁFRICA NEGRA

En África Negra el Islam crece espectacularmente, especialmente en aquellas zonas que -como el Sur del Sáhara o el África Oriental- tenían contactos comerciales antiguos con el área musulmana. En esta zona la conversión al Islam conlleva una promoción social. Arabia Saudí financia las mezquitas que actúan como centros culturales y educativos. Aquí el Islam se adapta a las tradiciones y costumbres locales al tiempo que elimina las fronteras tribales y étnicas, integrando a todos los fieles en una sola comunidad 14. En este sentido no hay que olvidar que el Islam ha sido radicalmente antirracista desde sus orígenes 15.

A diferencia de los misioneros cristianos, la acción de los enviados musulmanes es exclusivamente religiosa evitando participar en proyectos de desarrollo económico. Nigeria, el mayor país de África con sus 115 millones de habitantes, es de población mayoritariamente musulmana.

9.3. PRÓXIMO ORIENTE Y NORTE DE ÁFRICA

Aunque son sólo una pequeña parte de la población musulmana, los países árabes del Próximo Oriente constituyen el corazón del mundo islámico. Incluso los iraníes quedan al margen de este núcleo privilegiado por su carácter chíita e indoeuropeo. Egipto, Siria e Irak son países en los que desde hace muchos siglos ha florecido una rica intelectualidad musulmana.

En Egipto se encuentra la universidad de Al-Azhar de El Cairo, la más antigua e influyente institución de estudios islámicos del mundo. Allí se ha desarrollado el pensamiento islamista y ha nacido el movimiento de los Hermanos Musulmanes. El régimen de Hosni Mubarak combina una dura represión de los movimientos más radicales con el diálogo con los islamistas moderados. El creciente radicalismo ha generado los primeros conflictos serios con la minoría cristiana copta, hecho insólito en un país caracterizado por una milenaria tolerancia.

Siria e Irak son sedes de viejas civilizaciones. Están económicamente más desarrollados que los países de su entorno, y en ellos se advierte el protagonismo de unas clases medias de larga tradición. Prácticamente desde su independencia han sido gobernados por ramas rivales del partido Baas, laico, socialista y panarabista. En Siria la férrea dictadura de Hafed el-Assad -tras dos guerras con Israel y una dura represión de los islamistas- presenta cierta estabilidad y un apreciable crecimiento económico. Irak padece una terrible recesión como consecuencia del bloqueo decretado por la ONU tras la guerra del Golfo, mientras se mantienen latentes las rebeliones de los árabes chiítas y los kurdos, oprimidos por la minoría de árabes sunnitas.

En esta zona se asiste al drama de los kurdos, un pueblo de orígen indoeuropeo con más de 25 millones de habitantes que con el reparto colonial quedó dividido entre Turquía, Irak e Irán, y que en los tres países padece una feroz represión. Sólo las mutuas rivalidades entre estos países les proporciona algún apoyo esporádico.

En Turquía el ascenso de los partidos islamistas moderados no ha modificado el carácter radicalmente laico del régimen, garantizado por un ejército que se siente guardián de la herencia de Kemal Ataturk. Alejada culturalmente de sus vecinos árabes, Turquía tiene una clara vocación europea y ha solicitado su adhesión a la Unión Europea. Pero la constante violación de los derechos humanos de la minoría kurda hace inviable por ahora esta incorporación. Por otro lado la independencia de los países turcos del Asia Central han renovado su identidad musulmana y su vocación de proyectar su liderazgo sobre esa área asiática.

Desde la revolución iraní la monarquía wahhabita de Arabia Saudí aplica aún con mayor dureza la Sharía, que contiene preceptos como la pena de azotes o la amputación de la mano para los ladrones. Las autoridades religiosas de La Meca, a través del Consejo de Ulemas de Arabia Saudí mantiene una incuestionable autoridad religiosa en todo el mundo musulmán. Los abundantes ingresos del petróleo permiten a Arabia Saudí financiar la peregrinación de millones de musulmanes a La Meca y la construcción y mantenimiento de mezquitas en numerosos países, especialmente los del África Negra. Además con su dinero mantienen a los refugiados palestinos y fomentan discretamente la expansión de los movimientos integristas por todo el mundo islámico.

En Sudán el gobierno integrista islámico ha implantado la Sharía y mantiene con los cristianos del Sur una larga y agotadora guerra que en algún momento ha presentado cierto aspecto de genocidio.

En Marruecos el rey Hassan II es al tiempo jefe político y religioso. El suyo es un régimen autoritario que tolera el funcionamiento limitado de algunas instituciones democráticas. Descendiente directo de Mahoma, Hassan es reconocido como Comandante de los creyentes por los fieles marroquíes. Su carácter de jefe religioso ha reforzado siempre su poder político y le ha conferido autoridad para frenar el desarrollo del islamismo en Marruecos. Cuando lo ha creído necesario ha reprimido con dureza a los integristas islámicos y actualmente mantiene sobre ellos una estrecha vigilancia ante el temor de que los sucesos de Argelia terminen por contagiar a su país. El sentimiento de identidad islámica está muy arraigado en Marruecos, como se evidenció en la actitud popular favorable a Sadam Hussein durante la Guerra del Golfo. Sin embargo es difícil prever cuál será su evolución, ya que es también un país estrechamente vinculado a Europa a través de la emigración y se encuentra en plena transformación social como consecuencia de su acelerado crecimiento económico e industrialización.

 

10. EL ISLAM EN EL ORDEN INTERNACIONAL

El colonialismo de los últimos siglos y el problema de Palestina en las últimas décadas han situado a la civilización musulmana en un estado de postración.

Sin embargo -como se ha visto- se asiste recientemente a un cierto despertar de la identidad islámica. Su vertiginoso crecimiento demográfico constituye un grave obstáculo para el desarrollo de los países musulmanes, pero les confiere unas perspectivas de creciente protagonismo en la esfera internacional. La radicalidad de su antirracismo permite extender el Islam entre las numerosas minorías discriminadas por su raza.

El auge de los movimientos islamistas está generando una seria conflictividad interna y una grave inestabilidad en estos países, pero al tiempo está reforzando sus signos de identidad colectiva y devolviéndoles la confianza en el valor de su cultura.

Occidente percibe al Islam como un rival de consideración y tiene la tentación de satanizarlo.

Tras la revolución del Este de 1989 el mundo capitalista se había quedado sin "enemigo". Pero su estructura ideológica y militar necesita del miedo a un enemigo exterior para imponer cierta disciplina social y justificar muchas decisiones políticas y económicas. La inmensa y emergente China podía haber desempeñado este papel. Pero su clara orientación hacia la cultura occidental y el capitalismo hace que -pese a sus innumerables violaciones de los derechos humanos- se le vea más como un magnífico mercado potencial que como un peligroso rival.

La resistencia de la población musulmana a asimilar la influencia occidental hace que el Islam resulte el candidato ideal para este papel de "enemigo". La proliferación de regímenes dictatoriales en los países musulmanes y su escaso respeto a los derechos humanos favorece su demonización.

Sin embargo, más de dos tercios de las reservas mundiales de petróleo se encuentran en países musulmanes. Se prevé que durante mucho tiempo el petróleo seguirá siendo la principal fuente de energía. Occidente se ha visto obligado a pactar -a veces sin ninguna ética- con las oligarquías dirigentes de estos regímenes autoritarios para seguir garantizando el suministro de petróleo. Por otro lado Estados Unidos apoya masivamente a Israel, a pesar de sus sistemáticas violaciones del Derecho Internacional y de los derechos humanos en los territorios ocupados de Palestina.

Cabe entender, aunque no se justifique, que buena parte de la población musulmana -sobre todo los más desfavorecidos- haya desarrollado un sentimiento de odio a Occidente. La Umma está siendo agredida en todos los terrenos -la reciente tragedia de Bosnia parece confirmarlo- y el deber de los creyentes es defenderla. Muchos musulmanes se creen obligados a lanzarse a la Yihad, interpretada ahora como una lucha armada contra la agresión occidental. Cuando un dictador impresentable como Sadam Hussein se atreve enfrentarse a Occidente y a las impopulares oligarquías del petróleo, este sector de la población tiende a olvidar sus crueldades y lo ve más bien como un héroe que defiende el orgullo islámico.

El distanciamiento entre la población de los países occidentales y la de los países musulmanes es cada vez más profundo. A medio plazo quizá no sea un problema grave para Estados Unidos o para Japón, pero sí para Europa. Son nuestros vecinos, con una población que crece espectacularmente. Están en clara expansión en África Negra y en los propios países europeos a través de una creciente y necesaria inmigración. Poseen las reservas energéticas que precisará nuestra economía en el próximo siglo.

Nuestra prosperidad económica y nuestra estabilidad social dependen en gran parte de que seamos capaces de establecer una buena relación con nuestros amigos musulmanes. Urge abrir una vía de diálogo que nos encamine por la senda de la convivencia y de la comprensión. Sin duda las comunidades de musulmanes que se han establecido en territorio europeo realizarán una aportación decisiva a este diálogo.


NOTAS

1. La escuela hanafí (fundada por Abu Hanifa en 767) es la más liberal; la maliquí (Malik, 767) es hoy muy minoritaria; la shafeí (Chafii, 820), extendida sobre todo en Egipto y Arabia; y la hanbalí (Ibn Hanbal, 855) la más rígida se origino en Bagadad y domina actualmente en Arabia Saudí.

2. El grupo Irgun -al que pertenecían el futuro primer ministro y premio Nobel de la Paz Menahem Begin y el también primer ministro Isaac Shamir- asesinó al representante de las Naciones Unidas conde Bernardotte y voló el hotel Rey David provocando una masacre. También atacó Deir Yassin, un poblado árabe que se había convertido en símbolo de concordia por haber establecido buenas relaciones con las autoridades sionistas. Mataron a todos sus habitantes -más de doscientos cincuenta- hombres, mujeres y niños. De este modo lograron que muchos árabes atemorizados abandonaran la zona que había correspondido al Estado judío. Inicialmente esta zona tenía 498.000 habitantes judíos y 497.000 habitantes árabes. Se trató pues de una "limpieza étnica" similar a la que recientemente ha padecido la antigua Yugoslavia.

3. Especialmente dramático es el robo del agua, recurso vital en esta zona. En 1990 de los 807 millones de m3 de agua que se originaron en la Cisjordania ocupada, 510 millones fueron desviados a Israel, 160 millones fueron para los colonos judíos (unos 100.000) y sólo 137 millones de m3 fueron para los 1'2 millones de palestinos. Mientras tanto entre el 34 % y el 55 % -según las zonas- de los niños palestinos padecen desnutrición.

4. Pasquier, Roger du: El despertar del Islam. Desclée de Bouver. Bilbao, 1992. Pág. 53

5. Jauregui Adell, Juan: Y en el centro, el Islam. Ediciones 29. Barcelona, 1996. Pág. 167

6. Pasquier, Roger du: El despertar del Islam. Desclée de Bouver. Bilbao, 1992. Pág. 75

7. Pasquier, Roger du: El despertar del Islam. Desclée de Bouver. Bilbao, 1992. Pág. 31

8. Santoni, Erik: El Islam. Acento Editorial. Madrid 1994. Pág. 63

9. Ayubi, Nazih: El Islam político. Teorías, tradición y rupturas. Biblioteca del Islam Contemporáneo. Edicions Bellaterra. Barcelona 1996. Pág. 83

10. El PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) publica anualmente un informe adjudicando un IDH (Indice de Desarrollo Humano) a cada país. Los que presentan un índice entre 0,5 y 0,8 se considera que tienen un grado intermedio de desarrollo. En el informe de 1994 se encuentran ahí todos los países musulmanes del Próximo Oriente y Norte de Africa, salvo Aganistán, que es uno de los países más atrasados del mundo.

11. Martin Muñoz, Gema: Mujeres musulmanas: Del Corán a los Códigos de Familia. "África-América Latina. Cuadernos" n. 9. Madrid 1992. Pág. 40.

12. Jauregui Adell, Juan: Y en el centro, el Islam. Ediciones 29. Barcelona, 1996. Pág. 49.

13. Balta, Paul: El Islam. Ed. Salvat. Barcelona 1996. Pág. 145.

14. Santoni, Erik: El Islam. Acento Editorial. Madrid 1994. Pág. 52

15. Este antirracismo es uno de los rasgos más notables de la religión musulmana desde época de Mahoma, como muestra el hecho de que Bilal, el primer imán que llamó a la oración desde una mezquita, fuera un esclavo negro liberado. 

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