BREVE HISTORIA DEL CRIMEN

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Algunos hechos aislados en la historia de la civilización nos dan evidencias que desde siempre el crimen ha interesado a la humanidad.

No se trata de un fenómeno actual, como se suele pensar, pues basta con hojear uno de los libros más antiguos conocidos por todos nosotros: la Biblia, en dónde podemos encontrar el primer crimen registrado, el fratricidio premeditado de Cain sobre su hermano Abel. Dentro del Génesis en el capítulo cuarto del Antiguo Testamento, se relata como Cain en un ataque de celos hacia su hermano se abalanza sobre él y lo asesina fríamente...

Otros testimonios también recogidos en textos antiguos, aparecen por ejemplo en el código Hahmurabi de Mesopotamia, del año 1686 antes de Cristo, en dónde para tratar de dar solución a los homicidios, se recogen las primeras normas jurídicas, antecesoras de las normas penales.

En Egipto, para identificar a los criminales, se les extraían los incisivos...

En Grecia, no sólo en la mitología griega, se recopilan una gran variedad de sangrientos crímenes cometidos por los distintos dioses, sino que además algunos filósofos hacían a su vez grandes aportaciones a lo que sería la criminología actual, como por ejemplo Arquímedes, quien descubría la estafa célebre de la corona de oro que el rey de Siracusa Ieron había ordenado confeccionar, y al que el orfebre contratado quería dar gato por liebre, habiéndole hecho una corona falsa, mezclando oro con otro metal. El ingenioso filósofo, para descubrir la falsa pureza de dicha joya, la sumergió en una cuba de agua que demostró la estafa.

Sócrates, ya por aquel entonces trató de establecer un perfil del delincuente nato, formulando algunas frases tan célebres como que "el hombre malvado no lo es por nacimiento, sino por falta de cultura".

Pero sin duda la época que más marcaría a la investigación del delincuente sería la Edad Media. Las ciencias ocultas y religiosas serían las que se ocuparían del origen y las causas del crimen. Desde la quiromancia, que trataba de conocer el carácter de una persona analizando la palma de la mano, la astrología, que elaboró numerosos estudios sobre el temperamento de las personas y su incidencia en el crimen analizando los signos del zodíaco. Los signos de fuego (aries, leo y sagitario) eran considerados como propensos a reacciones agresivas, los de aire (géminis, acuario y libra) inducían a comportamientos antisociales y a delitos de agresión sexual, los de tierra (tauro, virgo y capricornio) presentaban una conducta egoísta que tendía a la delincuencia patrimonial y al apoderamiento de bienes, y finalmente los signos de agua (cáncer, escorpio y piscis) eran considerados como desequilibradas emocionalmente, propensos a crímenes pasionales debido a celos y rencor...

También la demonología o el estudio de los demonios establecía sus relaciones con el comportamiento delictivo, basándose en que la naturaleza humana está influenciada por dos tipos de divinidades, de ahí la dualidad del ser humano.

Los seres malignos afectarían al hombre de distinta forma, según los demonólogos, fundamentalmente a través de tres instrumentos: tentando al hombre a delinquir y a cometer el mal, poseyéndolo, y pactando con él.

En el siglo XIV y XV tuvo tanta importancia la brujería y la demonología, que consideraban que la razón del delito se encontraba en el pecado. Por eso, la Inquisición tomó cartas en el asunto y se desencadenó la caza de brujas, aunque no sólo a los delincuentes, sino también los dementes y otras personas acusadas de herejía eran considerados brujos por pacto, inducción o posesión. Se les sometía por esos hechos a un proceso que pretendía la confesión del poseído con diversos métodos.

En la actualidad queda fuera de duda que no se puede explicar el delito sobre esta base.

Después de esta etapa "acientífica", llegaría la "precientífica", que se inicia en el siglo XVI con tres corrientes distintas:

La utopía: que resaltó la relación entre el crimen y los factores socioeconómicos. Analizó una serie de factores, sobre todo de tipo social, como los determinantes de la delincuencia: pobreza, guerras, déficit cultural...

Propugnó la modificación del sistema penitenciario, trató de suavizar los castigos e imponer sobre todo un derecho premial a lado del derecho penal (además de las penas que se imponían a los que cometían un delito, obsequiar con premios a los honrados).

La ilustración: que trataba de establecer un pacto sobre la unión de un consenso de todos los ciudadanos, se entiende que son por tanto éstos los que deben establecer las normas por las que se rijan sus relaciones. Surge ahí el principio de legalidad, no se puede imponer nunca ningún tipo de pena si antes la misma no se encuentra prevista en una ley, e igualmente no se puede castigar a nadie por un hecho delictivo si este con anterioridad no se encuentra tipificado en esas mismas normas. Se consideraba que para que ese principio de legislación fuese útil, debía cumplir las siguientes premisas: que sólo se castigaran comportamientos que verdaderamente perjudicasen a la sociedad, que las normas fuesen claras y precisas para que de esa forma todos los ciudadanos pudiesen conocerlas.

La corriente clásica: que parte de una serie de postulados que tienen como base el contrato social, así los denominados clásicos consideran como postulados fundamentales el considerar que el delito no es algo irracional incomprensible sino que es perfectamente explicable en una sociedad desigual y en una sociedad de clases. En segundo lugar los clásicos sostienen que el delincuente es una persona perfectamente normal y que haciendo un mal uso de su libertad, coge la senda del crimen y se apartan de la sociedad, por ello entienden que la pena sólo cumple una finalidad y el delincuente sólo debe castigársele por el mal uso de esa libertad.

Más tarde se pondrían de "moda" las corrientes multidisciplinarias, en dónde distintos profesionales tales como médicos, psicólogos, biólogos... seguirían dando caza al criminal tratando de establecer un perfil psicológico, o algún factor común que determinase su condición de delincuente.

Destacan los estudios que se llevan a cabo en el campo de la fisionomía: versa sobre la apariencia externa del individuo y la conexión que se puede establecer entre lo somático y lo psíquico. Una anécdota que da prueba, es por ejemplo un proceso que data del siglo XVII en dónde el Marqués de Montesquieu condenaba a un hombre físicamente desagraciado con la famosa frase: "vistos los testigos de cargo y descargo, y tu cara y tus orejas, yo te condeno...".

(No hay que olvidar de hecho que la palabra "malhechor", viene de ahí, aquella persona mal constituida...)

La frenología es una "ciencia" poco más científica, y puede considerarse la precursora de la neuropsiquiatría. Los frenólogos propugnan la teoría de la localización, es decir, que cada función anímica tiene un asiento orgánico en el cerebro e incluso se pueden observar determinados signos externos inspeccionando el cráneo de una persona. De esa forma se podría trazar un mapa cerebral provisto de 38 regiones en dónde se localizarían unas facultades anímicas de la persona debido a un mayor desarrollo de esas malformaciones.

Otra teoría muy curiosa fue la de Quetelet, quién formuló las leyes térmicas, algo que actualmente se sigue utilizando.

Quetelet entendía que los delitos no se distribuían de forma regular a lo largo de todo el año, pues en invierno parece que se comete un mayor nº de delitos contra el patrimonio que en verano. Los delitos contra las personas se llevan a cabo en los meses cálidos y los delitos sexuales se ejecutan sobre todo durante la primavera. El establecimiento de esta relación de forma indirecta relacionado con los distintos hábitos que se generan a lo largo del año. Él consideró que los factores de tipo social se efectuaban como rebrote de los delitos sexuales. En lo que se refiere a los delitos con la persona, el calor agobiante aumenta la presión.

Finalmente aparece la etapa científica de la criminología propiamente dicha, la cual se inicia con la aparición del positivismo.

Los positivistas consideran que una persona nace con una predisposición para el bien y el mal, es decir que existe una predisposición para el crimen. Lo justifican con la teoría de la evolución de Darwin, que permitía para estos justificar la existencia del delincuente.

El delincuente sería un ser atávico, degenerado con una serie de anomalías de base congénita, que evolucionan de distinto grado y que incluso en alguna ocasión podría darse en vez de una progresión, una regresión.

Para demostrarlo, Lombrosso, el padre del positivismo, efectúa un análisis antropológico a una serie de delincuentes ejecutados para hallar una serie de anomalías y encuentra malformaciones craneales en ellos. Tras compararlas a los seres primitivos, establece una conexión entre malformaciones craneales y determinados tipos de personalidad. Esos rasgos serían signos de la degeneración, como si los delincuentes fuesen seres inmorales, insensibles, violentos y agresivos.

Durante el siglo XIX, surgen dos escuelas en Francia que mantienen postulados similares a los positivistas:

La escuela de Lyon, formada fundamentalmente por médicos que tratan de explicar el crimen basándose en una teoría elaborada por Pasteur y trasladada al ámbito criminológico. Consideran al criminal o delincuente como algo inofensivo, como un microbio que si encuentra un campo de cultivo adecuado, es decir, un entorno favorable, hace germinar al delincuente y la predisposición se convierte en aptitud criminal.

Ya en el siglo XX nos encontramos con una serie de teorías , como las biológicas, que están encabezadas por las investigaciones antropológicas de la Escuela Positivista y que pretendían demostrar la relación entre determinados factores constitucionales y la criminalidad:

La biotipología, que pretende efectuar esas mismas conexiones y quiere establecer correlaciones entre las características físicas de los individuos y los tipos psíquicos o los rasgos psicológicos.

Los estudios más importantes realizados en EEUU han sido propiciados por Sheldom, que utiliza los datos que le suministra la embriología, y a partir de ahí elabora una serie de rasgos corporales que pretende conectar con las características psíquicas o temperamentales. Se basa en el estudio de una de las primeras células embrionarias, el blastodermo, que se presenta en tres capas, dando lugar a tres tipos de sujetos:

Endomorfos: aquellos que tienen más desarrollada la primera capa (endodermo), que evidencian una estructura somática o corporal débil y las vísceras muy desarrolladas, con tendencia a la gordura y a las formas redondeadas. Los rasgos temperamentales específicos muestran un carácter amable, extrovertido, sociable, cómodo...

Mesomorfos: aquellos que tienen más desarrollada la segunda capa (mesodermo), personas fuertes con peso específico elevado, resistentes. Su tipo psíquico es agresivo, enérgico, osado, valiente, inestable y ambicioso.

Ectomorfos: aquellos con la tercera capa (ectodermo) más desarrollada, personas de cuerpo alargado, con extremidades delgadas y afiladas, finas y poco resistentes. Su tipo psíquico es introvertido, hipersensible, intelectual, desordenado, y con tendencia a la depresión.

La conclusión de Sheldom es que en el grupo de criminales habría un predominio del tipo mesomórfico debido a su gran musculatura y temperamento agresivo. Estos personajes presentaban cierta tendencia a verse involucrados en delitos pasionales.

Posteriormente en este ámbito otras investigaciones y otras disciplinas como la endocrinología han tratado de reconducir el comportamiento humano general y el criminal en particular a procesos hormonales, de tal forma que cuando aparecen determinadas disfunciones patológicas se pueden producir cambios temperamentales debido a la conexión que existe entre el sistema hormonal y el sistema neurovegetativo, responsables de la vida instintivo-afectiva.

Se han hecho investigaciones más importantes centradas en el estudio de dos glándulas: la tiroides y las gónadas o glándulas sexuales.

La tiroides secreta la hormona tiroxina (acelerador biológico) que actúa activando o estimulando los diferentes sistemas: nervioso, circulatorio, respiratorio... de ahí cuando surgen disfunciones de esta glándula como el hipertiroidismo se produzcan cambios físicos y psíquicos: taquicardia, pérdida de peso, excitación, agresividad...

En muchos delincuentes violentos se ha notado hipertiroidismo.

Las glándulas sexuales son las responsables de la elaboración de una serie de hormonas, en concreto en el hombre los testículos producen testosterona (acelerador biológico), con efectos estimulantes, y en la mujer los ovarios producen la progesterona, de efectos tranquilizantes.

En los últimos años dentro del marco de la delincuencia agresiva y sexual se han proliferado investigaciones sobre la relación en los niveles de testosterona y la conducta criminal masculina, pues en unos estudios realizados en EEUU se ha comprobado que los reclusos violentos y los delincuentes sexuales presentan unos niveles de testosterona más elevados que el resto de los reclusos, así como del correspondiente grupo de control.

Sobre estas bases se pretendió establecer relaciones directas entre agresión violenta y testosterona en cifras elevadas. También utilizando esos estudios se quiso introducir un tratamiento específico dirigido a este tipo de delincuentes que presentaba una base biológica hormonal. Consistía en el suministro de determinadas dosis de progesterona que trataba de inhibir la secreción de la hormona sexual masculina para eliminar o disminuir los niveles de agresividad. Al principio los resultados eran positivos, pero a medio y largo plazo provocaron efectos secundarios perjudiciales de tipo físico y psíquico: desarrollo de caracteres sexuales propios del sexo femenino como senos o disminución del bello... que generó alteración psíquica en estas personas, repercutiendo en comportamientos antisociales.

Estas investigaciones sirvieron también para justificar unos datos que habían llamado la atención y eran difíciles de explicar sobre bases biológicas o antropológicas: los bajos porcentajes de criminalidad que presentaban las mujeres en relación con los hombres. Se presentó en estos estudios el diferente balance hormonal de las mujeres en las que predomina la progesterona, de efectos tranquilizantes.

Al mismo tiempo también eso servía para justificar una fluctuación llamativa en las cifras de criminalidad que se encontraban en la mujer y que se conectaban con los desajustes hormonales que se producen en el período menstrual. En ese momento disminuye la progesterona y como consecuencia se provoca una mayor inestabilidad, irritabilidad, comportamiento agresivo...

Copyright ©1997-2000 Pili Abeijón

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