ESTADO Y SOCIEDAD CIVIL

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Dr. Gerardo Mejía
México D.F.

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Hablar de Estado y Sociedad Civil, significa no solamente tratar de dos de los temas de mayor actualidad en el debate contemporáneo, sino que, más aún, implica referirse a dos ejes temáticos que, debido a múltiples circunstancias, se encuentran hoy en un estado de acelerada y constante transformación. La complejidad se vuelve aún mayor cuando el enfoque debemos enmarcarlo en el tema de Derechos Humanos, Adolescentes y Políticas Sociales.

Sin embargo, creo que las brillantes exposiciones que escuchamos ayer y hoy por parte de los diferentes expositores, incluyendo a los que me antecedieron, servirán para que algunas de las cosas que pienso expresar aquí sean mejor comprendidas.

Es importante iniciar mencionando que ambos términos (Estado y Sociedad Civil), guardan estrecha relación con los contenidos expresados en la "Declaración de Managua", tal y como ayer fueron claramente analizados. Corresponderá a cada uno de los aquí presentes calificarlo de acuerdo a la realidad particular en la que le corresponde desenvolverse. Tanto la práxis del Estado como la de la Sociedad Civil resultarán determinantes en cuanto se refiere a la conquista de los Derechos que son patrimonio de la persona con discapacidad, al igual que lo serán respecto a los derechos de todos y cada uno de los diferentes grupos o sectores que conforman la compleja trama social.

Aunque sea de manera breve, creo necesario el referirme a algunos elementos claves de ese proceso de cambio que está en marcha, porque ello permitirá percibir un rumbo, una intencionalidad, la cual, a su vez, debe de ser tomada muy en cuenta por Ustedes al momento de determinar las estrategias de lucha más adecuadas en pro de las políticas sociales que les interesan de cara a la defensa de los derechos humanos de los adolescentes discapacitados.

El concepto de "Estado" que a lo largo de los últimos siglos ha servido de base a nuestros países para el desarrollo del modelo democrático, en las últimas décadas ha sido cuestionado, no tanto a partir del análisis académico sino, sobre todo, a partir de los hechos políticos en medio de los que se desenvuelve y que, a su vez, lo determinan.

Por ejemplo, la división de poderes, que ha sido un componente de suma importancia en el modelo clásico de Estado predominante en este lado del mundo, hoy es cada vez menos clara: son muchos los Poderes Ejecutivos que se quejan un día sí y otro también de la traba en que se constituyen las Asambleas Legislativas para el cumplimiento de sus planes y programas. Incluso ha surgido una nueva moda en el mundo del ejercicio del poder político: los golpes de estado técnicos. Consisten en momentos en los que el Poder Ejecutivo, incómodo por el rol que juegan los Parlamentos, simple y llanamente los abolen y convocan a nuevas elecciones parlamentarias. Fujimori en Perú y Serrano en Guatemala son dos ejemplos claros de esta nueva costumbre.

Por su parte, cada vez son más frecuentes las denuncias de las Cámaras Parlamentarias referentes a posiciones injerencistas del Ejecutivo en asuntos que son del resorte exclusivo del Legislativo. El conflicto entre estos dos poderes de las Repúblicas ha pasado a ser cuestión cada vez más frecuente y preocupante.

Otro cambio de importancia se evidencia en el rol cada vez más reducido que en la práctica política hoy se le asigna al Estado. Las actuales corrientes dominantes en este campo del pensamiento parten del criterio de que entre menos asuntos correspondan al Estado, tanto mejor. De ahí que lo que durante mucho tiempo fue conocido como la "cosa pública" tiende a transformarse cada vez más en una "cosa privada". Y no se trata de un juego de palabras. Es un hecho que la privatización es una corriente absolutamente en boga, cuyos efectos, entre otros, se manifiestan en una reducción sensible del aparato estatal y de su papel dentro de la sociedad.

En esa misma línea de intenciones hay que ubicar los recortes presupuestarios en campos vitales para amplios sectores sociales. Los costos reales de las debilidades financieras por las que atraviesan los sistemas educativos y los de salud, por ejemplo, terminan por ser pagados con analfabetismo creciente y con pérdida de la salud por parte de los grupos sociales más pobres, grupos que, por su parte, tienen la tendencia a ser cada vez más numerosos, en buena medida gracias precisamente a esos cambios que se introducen en la concepción y la práctica moderna del Estado.

Podemos afirmar que el Estado de hoy es muy distinto al que prevalecía hasta hace no muchos años. El proceso de cambio se ha desarrollado a un ritmo que incluso puede desbordar la capacidad de asimilación de todos los que somos ciudadanos sencillos, comunes y corrientes, quienes terminamos por no entender qué es lo que está pasando. Incluyo dentro de los afectados a las Asociaciones de Personas con Discapacidad o de Padres de Familia, las cuales - estoy convencido porque así lo he podido ver - muestran enorme desconcierto ante un terreno que se mueve constantemente bajo sus pies y que no les permite asentarlos con firmeza para determinar sus rumbos.

Es importante notar que, cuando se habla de reducción del Estado, se está hablando, a su vez, de reducción de los espacios de poder que habitualmente estaban dentro de las esferas del Estado. Este aspecto, que poco se aborda, no debe pasar inadvertido. Porque como producto de este proceso de cambio al que me he referido, se están creando vacíos de poder, se están dejando al descubierto espacios desicionales que tendrán que ser cubiertos, y ello abre extraordinarias posibilidades a los sectores organizados de la Sociedad Civil.

Y, como un elemento de no poca importancia en esa transformación de la que todo y todos somos parte, hay que destacar la ética. La ética sí que se ha modificado. Con todo respeto y sin alusiones personales de ninguna especie, a ningún país ni a ninguna figura del mundo de la política, me siento en el deber de señalar que el actual modelo de Estado da pávulo a toda suerte de maledicencia. El sólo hecho de que una buena cantidad de ex-gobernantes, de ex-legisladores y de otros servidores públicos de distintos rangos hoy sean llevados a juicio ante los Tribunales de numerosos países por haber incurrido en distintos actos de corrupción se basta para mostrar que la ética de la función pública también se ha modificado. Ayer por la mañana escuchaba en las noticias que se ha extendido una orden de captura contra Betino Craxi, ex-primer ministro italiano acusado por corrupción. Y por que no hablar de la falta de ética profesional evidente en muchos de nuestros países y de la falta de ética individual que evidenciamos en la comunidad en general.

Ante este panorama, cabe formularse algunas preguntas cuya respuesta quizás resulte sencilla:

¿Será este nuevo tipo de Estado que está emergiendo el caldero del que podrán salir políticas sociales en las que se reflejen los derechos humanos de los adolescentes con discapacidad?.

¿Será de la privatización, de la reducción del gasto público en los servicios sociales, de la compactación del Estado, de donde podrá salir ese perfil de sociedad que se detalla en la "Declaración de Managua"?.

¿Será del desconcierto y de la anomia provocados por este proceso de cambio que podrán emerger Asociaciones sólidas y beligerantes, capaces de hacer valederos sus más queridos sueños?.

Cabe, también, plantearse otra pregunta, la cual creo que no se responde tan simplemente como las anteriores:

¿Cuál será, entonces, el tipo de Estado que habría que construir?.

Esta es quizás una pregunta muy difícil de responder en forma categórica, a lo más que podríamos llegar es a algunas aproximaciones. Sin embargo, esta ponencia no versa solamente acerca del Estado. Está supuesta a abarcar, también, algunas ideas sobre la Sociedad Civil.

El concepto de "Sociedad Civil", a diferencia del de "Estado", es relativamente reciente. Y, como todas las ideas nuevas, todavía se encuentra en ese proceso de tire y afloje necesario para definirlo cada vez con mayor rigor y precisión. Si quisiéramos sintetizarlo, podríamos decir que se suele entender por "sociedad civil" al sector conformado por una inmensa masa de ciudadanos que no tienen acceso al poder político formal, pero que son parte integral y muy importante del quehacer social en su conjunto.

Es decir, el término se establece a partir de la idea de que en la sociedad, además de todas las otras divisiones que pre-existen ya sea de manera natural o artificial, se presenta una división adicional, esta vez dada entre dos sectores claramente diferenciados entre sí: la sociedad política, en la que se incorporan las estructuras de poder formal, y la sociedad civil, dentro de la que caben, por simple exclusión, todos los demás.

Las Asociaciones de Personas con Discapacidad o de Padres de Familia, por ejemplo, son parte de esta recién llamada "sociedad civil". Y lo son también las organizaciones no-gubernamentales que trabajan en favor de la persona con discapacidad. Por el contrario, las instituciones estatales vinculadas al tema son, más bien, componentes de la sociedad política.

Ahora bien, ¿cuál es el rol que es competencia de la sociedad civil?. ¿Cuál es el espacio decisional con el que la misma cuenta?. ¿Cuál es la política de alianzas que se genera al interior de las disímiles fuerzas que integran esa sociedad civil?. Estas y otras muchas preguntas que giran alrededor del tema se encuentran aún en búsqueda de su correspondiente respuesta. Hay que considerar, además, que cada realidad concreta, que cada país en particular, puede dar con la suya, y que, por lo tanto, sobre el concepto y la práctica de la sociedad civil se puede generar un desarrollo desigual, heterogéneo, que al final, si se sabe aprovechar, puede resultar sumamente enriquecedor.

No existen, en consecuencia, recetas de aplicación uniforme ni, mucho menos, de seguimiento obligatorio. No existen organismos internacionales que impongan pautas en cuanto al desarrollo de la sociedad civil. Lo que con la misma ocurre depende, en muy buena medida, de los niveles de conciencia y de compromiso que cada uno de quienes la impulsan pongan de manifiesto en su práctica.

La sociedad civil, por lo tanto, está en proceso de construcción. Habrá que edificarla y ello significa, a su vez, pensamiento y acción. Porque será necesario el irse aproximando cada vez más a sus elementos conceptuales básicos y, paralelamente, ir trabajando cada vez con mayor ahínco para hacerlos realidad en el conjunto de la práctica social.

Quizás se estén creando condiciones para que esos sectores organizados, entre los cuales hay que contemplar al conformado por las Asociaciones de Personas con Discapacidad, asuman una voz cada vez más beligerante, se apropien progresivamente de los vacíos que se van generando ante el repliegue del Estado, y encuentren los mecanismos adecuados para aprovechar esas cuotas de poder recién adquiridas para hacer valederos sus derechos.

No es, naturalmente, una tarea fácil ni desprovista de obstáculos. Porque, hasta la fecha, aunque el Estado se ha reducido, aunque tiene que ver cada vez con menos cosas, lo cierto es que continúa siendo el principal usufructuario del poder político. No ha habido una cesión del poder político del Estado hacia sectores de la sociedad civil, o, cuando menos, no la ha habido en la misma medida en que se ha contraído el papel asignado a los Estados.

Queda, por ahí, una relación que debe resolverse, respecto a la cual todavía resta mucho por discutir y, obviamente, mucho por hacer.

La forma en que se vayan reacomodando las fuerzas, la forma en la que se vayan llenando esos vacíos a los que me he referido dependerá, en gran medida, de la capacidad de organización de las asociaciones que aspiren a tener una voz propia. Quién llegue a ocupar esos peldaños dependerá de la voluntad de acción y de la tenacidad de quienes se los disputen. No será, de ninguna manera, una pelea fácil, porque en estas épocas nada lo es, y menos aún en cuanto se refiere al ejercicio de cuotas de poder, es decir, en cuanto al disfrute de espacios decisionales.

Hay que saber que no basta con tener la razón ni con ser poseedores de las mejores intenciones. Hay, también, que saber trabajar, que comprometerse en el trabajo y que dedicarse con entrega a la edificación de esa sociedad con la que todos soñamos.

Julio de 1995

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