LOS INSTINTOS

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

Eduardo Raymundo Ramos Plaza

UNAM, FES Iztacala. Marzo, 2002

IMPRIMIR

 

El hombre se ha maravillado siempre ante el espectáculo de ciertas actividades animales, como la construcción de nidos por los pájaros, la fabricación de panales por las abejas, de diques por los castores, etc. Tradicionalmente se ha dado el nombre de instintos a las actividades de este tipo.

 

EL INSTINTO Y EL REFLEJO SEGÚN LA TEORÍA CLÁSICA

Según la escuela clásica, los rasgos que diferencian al reflejo del instinto son lo siguientes: el primero tiene un origen externo, es relativamente sencillo y rápido, y por regla general está localizado, mientras que el segundo parece originarse en el organismo del animal, es más complejo, su realización lleva más tiempo y se nos presenta como una actividad global del ser vivo.

 

Origen externo del reflejo y origen interno del instinto

El reflejo es un acto más mecánico que el instinto. La relación de causa a efecto es más rigurosa entre el estímulo externo y el reflejo, que entre el estímulo externo y el instinto.

En condiciones normales, la aplicación de una luz viva a la pupila producirá la contracción de ésta ente ese estímulo externo. En cambio, el instinto suele presentar dos fases: una de latencia y otra de actividad. Mientras el instinto está en su primera fase, los objetos externos no tienen fuerza suficiente para desencadenar la actividad instintiva; pero cuando el organismo del animal se encuentra en determinadas condiciones, ciertos objetos externos adquieren el valor de estímulos. Así la gallina no se echa sobre sus huevos más que cuando está clueca.

La etimología de la palabra instinto hace clara referencia a ese estafo de tensión orgánica. Instinto viene de instinctus, que es el participio pasado del verbo latino instinguere, cuyo significado general es picar. Así, una picada, un aguijonazo, que recibe un organismo en su interior y que lo impulsa a la acción.

Los fisiólogos y psicólogos clásicos habían distinguido el reflejo del instinto en que mientras el primero es, por regla general, un movimiento sencillo, localizado en una parte del cuerpo del animal, el instinto es mucho más complejo y pone en actividad al organismo entero, que funciona como un todo.

Esta opinión ha sido discutidísima por muchos psicólogos modernos, los cuales señalan que, si bien los reflejos suelen ser locales, es muy frecuente también que se irradien y generalicen por todo el cuerpo del animal o de la persona, como ya hemos visto. Un cohete, por ejemplo, que estalle muy cerca de alguien que no lo estaba esperando, puede traer como resultado que el individuo dé un salto; y esto será un acto reflejo, pero no será local, sino generalizado.

Por esta razón muchos psicólogos sostienen que entre los reflejos y los instintos hay una gradación continua, sin que pueda determinarse con precisión la línea divisoria entre ambos tipos de conducta, que engloban bajo el nombre común de “actividad no aprendida”. Algunos han llegado a sostener la tesis de que los instintos no son más que cadenas de reflejos.

Nosotros, aun reconociendo la parte de verdad que hay en esto, vamos a considerar al reflejo y al instinto como dos actividades distintas. Será a veces difícil precisar si una actividad determinada es refleja o instintiva, pero en la mayoría de los casos la relativa sencillez o complejidad nos suministrará un criterio bastante seguro para decidir. Compárese, por ejemplo, el sencillo reflejo de retracción de la pata como el complejísimo instinto que lleva a los pájaros a fabricar sus nidos.

Podemos añadir otro criterio que nos ayuda en los casos dudosos. El reflejo es, típicamente, una reacción rápida. Ocurre inmediatamente que se presenta el estímulo y dura un tiempo muy corto. La actividad instintiva, en cambio, en su forma típica, está integrada por una serie de pasos que da el animal uno tras otro, cosa que como se comprende, lleva algún tiempo; no puede hacerse tan rápidamente como el reflejo.

 

EL INSTINTO Y LA INTELIGENCIA SEGÚN LA TEORÍA CLÁSICA

Diferencias que existen entre el instinto y la inteligencia. Para los clásicos, entre uno y otro tipo de actividad hay un abismo. Oportunamente haremos la crítica de esta teoría y veremos lo que de ella permanece en pie y lo que hay que rechazar.

 

Carácter específico del instinto y carácter individual de la inteligencia.

Cada especie animal tiene sus instintos propios, y dentro de cada especie todos los seres que la forman proceden del mismo modo en sus actividades instintivas. Cada especie de pájaro tiene su manera peculiar y propia, especifica, de fabricar sus nidos.

Las telas que fabrican las arañas varían de una especie a otra, pero dentro de cada especie todas las arañas tejen sus telas siguiendo un mismo diseño, como si imitaran el mismo modelo.

 

La reacción instintiva es hereditaria. La reacción inteligente es adquirida por el individuo.

El animal nace con él instinto, no tiene que aprenderlo. El pájaro, aunque nunca haya visto hacer un nido, procede a fabricar el suyo llegado el momento oportuno. El castor, aun separado de sus congéneres desde su nacimiento, en cuanto se le coloque en su medio natural se entregará con habilidad pasmosa a sus complicadas labores de ingeniería.

El animal parece que hereda la tendencia a realizar esos actos de la misma manera que hereda la constitución anatómica y el funcionalismo fisiológico de su especie. El instinto, como el reflejo, pertenece al equipo de reacciones hereditarias del ser vivo, entra en juego fácilmente, de manera automática, sin necesidad de aprendizaje previo.

Compárese a este respecto la actividad instintiva de picotear en los pollitos, que éstos realizan eficazmente desde el primer día de nacidos sin haberla aprendido.

 

Perfección inmediata e invariabilidad de las respuestas instintivas. Variabilidad y progreso gradual de las respuestas inteligentes.

Según los autores clásicos, el animal no sólo lleva a cabo los actos instintivos sin necesidad de aprendizaje, sino que los realiza con perfección absoluta desde el primer momento. Los pájaros que recién salidos del nido, cazan con gran maestría las moscas de que se alimentan.

De lo anterior se deriva, según los clásicos, esta conclusión: el instinto no varía, no progresa, es fijo, es desde el principio, lo que será después, y ningún aprendizaje puede perfeccionarlo por la sencilla razón de que ya es perfecto desde el primer momento. El instinto es una actividad estereotipada que todos los ejemplares de la especie repiten siempre de la misma manera, sin variaciones, como no varían los grabado que se obtienen de una misma plancha. Este es el sentido de la frase de Cuviller que ya hemos citado: “las abejas de hoy en día construyen sus paneles exactamente como las abejas descritas por Virgilio hace 2000 años”.

Los clásicos ponían los rasgos que estamos estudiando en este número en contraste con esa característica que ya hemos considerado esencial de la inteligencia: su extraordinaria capacidad de combinación y de variación, si increíble plasticidad que le permite progresar de manera indefinida y encontrar nuevas respuestas par nuevas situaciones problemáticas.

 

Infabilidad y especialidad del instinto. Falibilidad y universalidad de la inteligencia

El instinto, según los clásicos, es infalible; no se equivoca nunca. El sphex de alas amarillas clava su aguijón una sola vez en cada uno de los tres ganglios trácicos de su víctima, sin fallar nunca en esa operación, que se realiza con seguridad y exactitud sorprendentes.

Añade Fabre lo que realiza por instinto lo hace a la perfección, pero fuera de eso muestra una torpeza absoluta.

El sphex de alas amarillas acostumbra dejar su grillo a la entrada de la cueva y entrar en ésta como para inspeccionarla, hecho lo cual sale a buscar su presa y es entonces cuando la introduce por la abertura. Fabre cuenta que aprovechó una ocasión en la que un insecto de esta clase estaba abajo, inspeccionando su domicilio, para retirar al grillo unas cuatro pulgadas del lugar donde su cazador lo había depositado. Al salir el sphex y ver que su víctima se encontraba ahora más telos de la cueva, la arrastró de nuevo hasta colocarla en un lugar preciso. Nueva visita de inspección del sphex y nueva maniobra de Fabre, quien repitió el juego más de cuarenta veces, hasta que se le agotó la paciencia. La conducta del “maravilloso cirujano” era perfectamente estúpida, y su “ciencia infusa” fallaba de manera lamentable ante esa insignificante dificultad.

Algunos naturalistas clásicos realizaron el experimento de abrir, en el fondo de la celdilla de un panal, un agujero por donde se escapaba toda la miel. Según ellos, la abeja continúa incansable su labor, tratando en vano de llenar esa especie del tonel de las Danides.

La infalibilidad y seguridad del instinto contratan con las vacilaciones y errores en que incurren a diario el hombre al poner en juego su inteligencia. De la misma manera contrasta la especialización exagerada del instinto con la universalidad de la inteligencia. Esta se aplica a muchas y muy diversas actividades. Cualquier persona de inteligencia normal puede aprender cualquier clase de trabajo. Lo hará mejor o peor, según sus aptitudes; si no ha nacido con un talento especial para la pintura, no llegará nunca a pintar como Rubens, pero podrá aprender a pintar, aunque se mediocremente, si pone en ello la constancia y aplicación necesarias.

 

Las exageraciones de las escuela clásica.

Los naturalistas y psicólogos clásicos exageraron mucho los rasgos típicos del instinto. Investigadores modernos, dotados de verdadero espíritu científico, han reducido a sus justos límites la “novela del instinto”.

Puede aceptarse sin discusión del carácter específico del instinto, no obstante existir dentro de cada especie pequeñas diferencias individuales a las que no debe darse demasiada importancia.

En cuanto a la infalibiliidad del instinto y su ciencia maravillosa, está de sobra demostrado que todo esto no es más que un puro y simple mito. Fabre había hecho del sphex un cirujano eminente, que en cada ganglio del grillo daba un aguijonazo y lo paralizaba para que sus larvas pudieran tener, llegado el momento, carne fresca, sin ser molestadas por ser molestadas por los movimientos de la víctima al ser devorada viva.

La realidad, como hemos dicho, es que el sphex, en la lucha con el grillo, clava su aguijón muchas veces en todo el cuerpo de éste, no exactamente en los tres centro letárgicos; es natural que, entre tantas picadas, algunas se claven en dichos centros y paralice a la víctima ; pero otras veces los aguijonazos son tantos que el sphex no paraliza al grillo, sino que lo mata, lo cual impide que las larvas se lo coman luego, sin que el alimento putrefacto parezca disgustarles mucho; otras veces el grillo no queda completamente paralizado, pero las larvas no encuentran la menor dificultad en comérselo, a pesar de los movimientos que hace.

El relato Fabre es una historia novelada. Hay una parte de verdad en el, pero ha sido enormemente exagerado, y la realidad, desfigurada por la fantasía novelesca del gran naturalista.

Muchos otros ejemplos podrían citarse demostrativos de que la infalibilidad del instinto dista mucho de ser absoluta. La gallina clueca se echa sobre huevos de porcelana sin darse cuenta del engaño, la abeja se obstina en entregarse a su faena sobre flores artificiales pintadas de vivos colores, etc.

Por lo que respecta a la invariabilidad de las respuestas instintivas y a ese carácter de impulso ciego que los clásicos le habían atribuido al instinto, así como a la especialización extrema del mismo, no hay duda de que también estos aspectos fueron muy exagerados. Ni siquiera al nivel de los insectos tiene el instinto la rigidez, la fijeza, la invariabilidad absoluta que los naturalistas clásicos le había atribuido. En el instinto ya hay alguna flexibilidad, alguna variabilidad, aunque muy poca. El instinto en los insectos tiene un pequeño coeficiente de elasticidad; por tanto, no tiene el carácter absolutamente estereotipado e invariable que se había creído ver en él.

No hay duda, por otra parte, de que el animal, en sus actividades instintivas, es un especialista; pero observaciones muy cuidadosas han puesto en claro que el insecto no es tan estúpido cuando se altera la rutina de sus actos instintivos como pretendieron los clásicos.

Muchos ejemplos pudieran citarse en apoyo de esto que decimos; pero en obsequio a la brevedad sólo mencionaremos estos dos: el mismo Fabre repitió algún tiempo después, con otra colonia de sphex, su experimento de colocar al grillo unas pulgadas más atrás de donde su cazador lo había dejado. En esta ocasión ocurrió algo muy distinto, y a la tercera o cuarta vez el sphex introdujo a su presa en la cueva sin renovar la inútil y estúpida inspección de ésta. Más modernamente los esposos Peckham han obtenido el mismo resultado. También se ha repetido el experimento de agujerear una celdilla de panal, comprobándose que la abeja termina por reparar el daño causado.

Se ve por todo ello que el instinto, como la inteligencia, aunque desde luego en escala mucho más reducida que ésta, es capaz de adaptarse a situaciones problemáticas, y de inventar respuestas nuevas que resuelvan las dificultades presentadas.

Los psicólogos modernos han planteado el problema del carácter innato o hereditario del instinto, así como el de la perfección inmediata del mismo, en términos mucho más precisos que lo hicieron los clásicos. El problema es éste: hay muchas actividades animales que se han tenido durante largo tiempo por puramente instintivas, pero un estudio más cuidadoso de las mismas ha demostrado que en ellas no todo es heredado o innato, sino que hay una parte debida al aprendizaje. Estas actividades son mixtas de instintivas y aprendidas o habituales. El problema consiste en determinar la parte que en ellas corresponde al instinto y la que debe atribuirse al aprendizaje.

En los animales inferiores, como los insectos, el instinto es típico y bastante puro. El sphex, por ejemplo, realiza sus complicadas operaciones sin haberlas visto ejecutar jamás, y sin haberlas aprendido. Al nivel de los vertebrados, la cosa no es tan sencilla. Aquí el instinto va perdiendo su pureza, va degenerándose y mezclándose, en proporción variables, con el aprendizaje. Ya veremos los experimentos delicadísimos que han tenido que realizarse para determinar, por ejemplo, qué se debe a lo heredado y qué a lo aprendido en el canto de los pájaros o en el picoteo de los pollitos.

Al nivel humano, sobre la base de los instintos se ha construido una enorme superestructura de hábitos y costumbres sociales que cada individuo tiene que aprender o adquirir. Comer, por ejemplo, es un instinto común a todos los hombres; pero sobre esa base instintiva se levanta todo un complicado sistema de usos y costumbres sociales que varían de un país a otro, y aun dentro de cada país, y que cada uno de los componentes del grupo aprende en el curso de su vida.

 

El problema de lo heredado y lo adquirido.

Tal vez lo que ha causado más confusiones es el hecho de que frecuentemente se ha definido al instinto como un modo de actuar innato y al hábito como un tipo de actividad adquirida, lo que lleva a pensar que toda actividad, animal o humana, es o heredada o adquirida, o innata o aprendida, es decir, que todo acto es instintivo (como el canto de los pájaros) o habitual (como escribir en máquina). Pero, ¿no será que esos actos son, a la vez instintivos y habituales? ¿No será que en esos actos hay elementos innatos y elementos adquiridos, una parte instintiva y otra habitual?

 

El problema de lo innato y lo adquirido estudiado experimentalmente.

Diversos investigadores se han dedicado a estudiar, usando el método experimental, la parte que hay de heredado o innato y la parte que hay de aprendido o adquirido, en diversas actividades animales que han sido siempre consideradas típicamente instintivas.

Así, dos psicólogos (Scott y Coradi) han estudiado el canto de las oropéndolas. Para ello cogieron pajaritos de esa especie, recién salidos del cascarón, y los criaron en completo aislamiento de sus congéneres. El resultado fue el siguiente: al llegar a cierta edad comenzaron a cantar, y en su canto se podía percibir un zumbido y una nota característicos de la especie, pero la composición musical no era la misma.

El este precioso experimento se comprueba que en las actividades instintivas es frecuente encontrar una parte innata y otra adquirida.

Los investigadores fueron aún más lejos: trajeron otros pichones de oropéndolas y los colocaron en la jaula de los anteriores, y ocurrió que dichos pichones, llegado el momento oportuno, adoptaron el nuevo canto.

De la misma manera comprobaron que los canarios criados con gorriones piaban como éstos, mientras que los gorriones criados entre canarios imitaban, aunque imperfectamente, el canto de éstos.

Dichos experimentos, repetidos con muchísimas variantes, han probado de manera concluyente que en los pájaros lo heredado o innato son elementos de vocalización, pero el canto, es decir, la composición musical, es aprendida, habitual.

 

El concepto de maduración.

Si el instinto es un impulso o actividad innata, esto no quiere decir que el animal la ejercite desde que nace. En algunos casos ocurre así; en otros, no es hasta bien tarde en la vida del individuo que aparece la actividad instintiva. Esta presupone, para su ejercicio, cierto grado de desarrollo del organismo del animal, de sus huesos, músculos y nervios, pues toda función requiere una estructura corporal que la lleve a cabo.

Un investigador (Spalding) ha estudiado el vuelo de los pájaros. Esta es una función que se desarrolla gradualmente, y existe una gran diferencia entre las primeras y vacilantes tentativas que hace el animalito para volar y el vuelo diestro y seguro del animal adulto. Este desarrollo gradual de la función llevó a muchos a creer que el pájaro aprendía a volar, y hasta que sus propios padres le enseñaban.

Spalding cogió unos pájaros recién salidos del cascarón y los encerró un una jaula muy pequeña, donde no podían ni siquiera extender sus alas ni ver volar a otros pájaro mayores, y los soltó cuando alcanzaron la edad en que sus congéneres criados en condiciones normales vuelan a la perfección; los pájaros volaron casi tan bien (aunque no exactamente con la misma destreza), que los pájaros de esa edad criados libremente.

Este experimento demostró que en el vuelo de las aves casi todo es producto de la maduración, aunque una pequeña parte se debe al aprendizaje.

Se comprende que en los seres humanos no se puede recurrir a los experimentos para precisar la influencia de lo heredado y la de lo adquirido en actividades como la de caminar, por ejemplo. Pero se conoce el caso auténtico de una niñita a la que, por prescripción facultativa, se le impidió caminar durante los cuatro meses siguientes al día en que por primera vez trató de pararse; según parece, la niña tenía los pies sumamente frágiles, y el médico de la familia abrigaba temores de que se produjera alguna lesión seria.

Cuéntase que, cuando por fin se le permitió pararse, comenzó a caminar con gran facilidad y agilidad. Este caso prueba la importancia de la maduración neuromuscular en la actividad de caminar.

 

Dificultad de precisar lo que se debe a la maduración y lo que se debe al aprendizaje.

Por el relato que hemos hecho de los anteriores experimentos, se puede comprender lo extremadamente difícil que resulta precisar y medir, en cada caso particular, la influencia de cada uno de esos dos factores: la maduración y el aprendizaje.

Tomemos como ejemplo la conducta instintiva de picotear en los pollitos. Se ha podido comprobar que éstos muestran poca habilidad en sus primeras pruebas, y alcanzan en éstas de un 15 a un 20% de triunfos, entiendo por triunfo el acto completo de picar el grano y tragarlo sin dejarlo caer, esta actividad va progresando rápidamente hasta alcanzar la precisión y destreza que se observa en el animal adulto.

Pero el problema es éste: esa perfección a que llega, ¿es el resultado de la maduración o del aprendizaje? Parece, como en seguida veremos, que se debe a ambos factores.

Dos psicólogos (Breed y Shepard) procedieron a investigar este problema experimentalmente. Para ello cogieron varios pollitos recién salidos del cascarón y los dividieron en cuatro grupos, permitiendo al primero, que era el grupo de control, picotear libremente desde el primer día; al segundo, tercero y cuarto grupos se les impidió picotear durante tres, cuatro y cinco días respectivamente. Mientras duraba esta restricción artificial, se alimentaba a los pollitos con alimentos blandos, que los experimentadores les introducían en el pico.

El resultado del experimento fue el siguiente: cuando se le permitía picotear por primera vez a un pollito que no lo había podido hacer durante sus primero cinco días de vida, el animalito mostraba prácticamente el mismo grado de habilidad (o mejor dicho, de torpeza) que un pollito de un día de nacido. Esto era la prueba concluyente de que el aprendizaje es un factor en este comportamiento.

Pero por otra parte, se vio que los pollitos más viejos hacían progresos con más rapidez que los más jóvenes, lo que constituye la prueba del factor maduración. En efecto, al décimo día, los pollitos que habían sufrido interferencias en su instinto habían alcanzado el mismo nivel de eficacia y destreza que los del grupo de control, que estaban picoteando desde el primer día.

La maduración en estos casos se debe al desarrollo de los órganos de los sentidos y de los músculos, así como al desarrollo del sistema nervioso central.

 

El instinto se hace cada vez más plástico y flexible a medida que se asciende en la escala zoológica.

Otra grave confusión en que incurrieron los psicólogos clásicos fue la de hablar del “el instinto”, en singular, abarcando bajo este rótulo una serie de comportamientos o conductas que en realidad son muy diferentes.

En sus formas típicas y más puras el instinto pertenece al plano de los automatismos. Es pues, un ejemplo de la actividad de conservación y por eso se le ha llamado “la memoria de la especie”. Como ha apuntado certeramente Cuvillier, el instinto puede comparase al mecanismo de la restitutio ad integrum. La actividad instintiva ofrece una analogía notable con los automatismos sonambúlicos como el de Irene.

Pero no es lo mismo el instinto en los organismos inferiores que el hombre. Ese carácter de fijeza, de actividad estereotipada y automática que describieron los clásicos, se encuentra, en su mayor pureza, en los tipos más bajos de la escala animal. En los insectos, por ejemplo, el comportamiento instintivo es casi fijo; pero a medida que se sube en la escala zoológica, el instinto se va deteriorando, como dice Bernard, se va haciendo cada vez más plástico y flexible, y la conducta instintiva va presentando un margen más amplio de variaciones individuales. El instinto y la inteligencia parecen encontrarse en una relación inversamente proporcional.

Según vamos del insecto al hombre, lo adquirido, lo aprendido por el individuo en el curso de su propia existencia va desempeñando un papel más importante. La natura lo es casi todo en los insectos. En el hombre civilizado, el papel principal corre a cargo de la hechura.

De todo ello se deriva que en los insectos la actividad instintiva es casi perfecta en la primera pruebas; por ejemplo, la mosca, en su primer vuelo mostrará la misma habilidad que ha de tener toda su vida; en lo vertebrados, el aprendizaje ya desempeña una función de relativa importancia: así hemos visto el papel que desempeña en el instinto de picotear de los pollitos. En el hombre civilizado, la importancia de lo adquirido, de la educación y el aprendizaje, es incalculable.

 

Resumen de la crítica moderna a la teoría clásica del instinto.

Resumiendo lo expuesto en las páginas anteriores, podemos señalar los siguientes tres puntos débiles en la teoría clásica del instinto:

I. Exageró grandemente los rasgos característicos del instinto.

II. Daba por probado que el instinto y el hábito se excluían el uno al otro y llevaba así a la creencia de que toda conducta debía se o totalmente instintiva o totalmente habitual.

III.Bajo el rótulo del “el instinto”, abarca una serie de comportamientos muy diferentes que de ninguna manera deben confundirse.

IV.No tuvo en cuenta la gradación que se observa en los instintos, es decir, el hecho de que éstos son más puro y típicos en los animales inferiores, y se van enriqueciendo cada vez más con elementos aprendidos según se sube de los insectos hacia el hombre.

 

Transitoriedad o caducidad de los instintos.

Un psicólogo (W. James) formuló la ley de caducidad o transitoriedad de los instintos en los siguientes términos: “muchos instintos maduran en un momento determinado y entonces desaparecen”.

En el cachorrito del perro casero suele encontrarse el instinto del perro salvaje, que correa a esconder los restos de su comida para hacer con ellos su reserva de alimento, pero ese instinto, absurdo en el perro doméstico cuya comida está asegurada desaparece rápidamente, caduca.

Un psicólogo (Padilla) llevó a cabo un experimento muy interesante sobre la caducidad de los instintos por la falta de ejercicio. Mantuvo una nidada de pollitos en un cuarto oscuro durante catorce días, alimentándolos artificialmente; cuando los saco a la luz, los pollitos no hicieron el menor esfuerzo por picotear los granos de avena y de maíz esparcidos por el suelo y casi todos murieron de hambre en medio de la abundancia. El instinto de picoteas había desaparecido por la falta de ejercicio. Esta es una prueba más de que el instinto no tiene la fijeza absoluta que los clásicos le habían atribuido.

 

El problema de la clasificación de los instintos.

Las clasificaciones que los psicólogos han hecho de los instintos son numerosísimas, y casi puede decirse que cada autor tiene la suya. Esto es una prueba de la falta de precisión de que adolece este concepto.

 

La clasificación de Morgan y Gilliland.

Nosotros vamos a dar la clasificación de Morgan y Gilliland por estimarla muy clara y sencilla.

1. Instinto de nutrición: A esta clase pertenecen, no sólo las actividades que tienen a la busca e ingestión de las materias alimenticias, si no también los comportamientos cuyo fin es la adquisición de la propiedad, el almacenamiento de víveres (instinto de las hormigas), etc.

2. Instintos de reproducción: Esta clase comprende todas las actividades relativas a la conservación de la especie, incluyendo el cortejo de la hembra por el macho y el cuidado de la prole por los padres.

3. Instintos de defensa: Se incluyen aquí el instinto de huir, el de esconderse, el de construir abrigos que ofrezcan protección, y las demás actividades de este tipo.

4. Instintos de agresión: Esta clase comprende todas las formas de la conducta combativa. Depende de muchas circunstancias que en una situación determinada el animal huya o luche. Los instintos de defensa y agresión pueden considerarse complementarios.

5. Instintos sociales: La presencia de sus congéneres despierta en el animal sus instintos sociales. Los sociólogos hablan de un instinto gregario que lleva a los animales y al hombre a unirse a sus semejantes, no por un cálculo de las ventajas que sea unión pueda proporcionarles, sino por el placer de estar juntos en sociedad.

 

Definición de Instinto.

Dada la enorme variedad de los comportamientos instintivos, y debido al hecho de que, salvo tal vez en los organismos inferiores, el instinto aparece inextricablemente mezclado con el aprendizaje, tratar de dar de él una definición es cosa muy riesgosa. Ya hemos visto que muchos biólogos y psicólogos contemporáneos son partidarios de desterrar de la ciencia el concepto de instinto y hasta la palabra que lo expresa.

Si, no obstante, se desea una definición puede recomendarse la siguiente:

“El instinto es un conjunto complejo de reacciones exteriores, determinadas, hereditarias, comunes a todos los individuos de una misma especie y adaptadas a una finalidad de al que el ser que actúa no tiene generalmente conciencia.”

 

TEORÍA INSTINTIVA DE FREUD

Freud creía que la personalidad se basa en impulsos biológicos, principalmente de naturaleza sexual y agresiva, enraizados en el cuerpo con su constitución hereditaria inalterable.

Aunque Freud enfatizó el papel del instinto sexual en el desarrollo de la personalidad, éste no fue el único que identificó. En Más allá del principio del placer (1920), distingue dos grupos principales de instintos: Los instintos de vida (Eros) que incluyen la libido (energía sexual) y Los instintos de muerte (Thanatos), que comprende principalmente la agresión.

 

Desarrollo Psicosexual.

La sexualidad es evidente desde el momento del nacimiento y se va desarrollando a través de etapas hasta llegar a la etapa genital.

El desarrollo para Freud es una compleja interacción entre un programa de cambio, programado de modo biológico, y el contexto social o ambiental en el que se presenta.

Etapa oral (0 a 1 año)

La etapa se divide en dos: la temprana subetapa receptiva o de incorporación (que dura los primeros meses) y la posterior subetapa agresiva o de mordedura . En la primera, el recién nacido es pasivo y casi independiente del todo y las principales actividades orales son succionar, deglutir y chupetear. En la última, las encías se endurecen y surgen los dientes y morder y masticar se vuelven las actividades más importantes.

Etapa anal (1 a 3 años)

La zona corporal más sensible y placentera es la cavidad anal. La preocupación principal reside en expulsar y retener las heces; la etapa se divide en dos subetapas: la primera, expulsión y la última de retención de heces.

Etapa fálica (3 a 5 o 6 años)

La sensibilidad ahora se concentra en los genitales y la masturbación se vuelve una nueva fuente de placer. El niño se hace consciente de las diferencias anatómicas sexuales, que ponen en movimiento el conflicto entre atracción erótica, resentimiento, rivalidad, celos y temor, que Freud denominó el Complejo de Edipo.

Complejo de Edipo

En el caso de los niños, su amor por su madre se vuelve cada vez más apasionado y esto los lleva a tener un conflicto y rivalidad con su padre. Y esto se acaba cuando el niño llega a temer que su padre le corte el pene (temor o ansiedad de castración), ya que ha observado la ausencia de pene en las niñas. Después de esto el niño se identifica con su padre (identificación con el agresor).

Complejo Electra

En la niña este complejo comienza con la creencia de que ya ha sido castrada, después toma a su madre como el primer objeto amoroso, se vinculan románticamente con su padre antes de identificarse por último con su madre. La niña se siente atraída por su padre por la envidia del pene que va a cubrir con el deseo de un hijo. La identificación con la madre surge del temor a la pérdida de amor (identificación anaclítica).

Latencia (5 o 6 años a la pubertad)

El niño cae “ víctima” de la “amnesia infantil” y reprime las preocupaciones sexuales de los años anteriores, lo que permite continuar su desarrollo social e intelectual. Gran parte de la energía del niño se canaliza en el desarrollo de nuevas habilidades y conocimientos.

 

ABRAHAM MASLOW

Opina que la naturaleza humana es esencialmente buena, pero que la tendencia innata hacia el crecimiento y autorrealización es tan frágil y débil que es vencida con facilidad por las presiones sociales. Maslow distinguía entre motivación de crecimiento que hace que las personas superen lo que han hecho y lo que han sido en el pasado.

Según Maslow, las necesidades innatas de una persona guardan un orden jerárquico. Satisfechas las necesidades de un nivel, adquieren prioridad las del siguiente. Así al quedar satisfechas las necesidades fisiológicas tales como el hambre y la sed, exigen satisfacción las necesidades de seguridad, propias del siguiente nivel. Hecho lo cual deberán satisfacerse, sucesivamente las necesidades de autorrealización. En el cúspide de la jerarquía de necesidades se halla la necesidad de “trascendencia” , que corresponde al sexto nivel. Maslow añadió este nivel supremo para representar la necesidad humana definitiva que supera la autorrealización, la búsqueda de identidad, la cual supera incluso a la esencia humana de cada cual.

 

APRENDIZAJE.

El aprendizaje se define como un cambio relativamente permanente en la conducta producido por la experiencia.

El condicionamiento clásico.

Pavlov fue el primero en identificar el proceso que llamamos condicionamiento clásico. En vez de tomar experimentos de Pavlov, daré un ejemplo más familiar: si yo soplo aire a los ojos de una persona, esta parpadeara automáticamente pues no tiene control voluntario sobre el parpadeo; es una respuesta al reflejo al soplo de aire. Esto en terminología en condicionamiento clásico, se llama respuesta incondicionada al estimulo incondicionado del soplo. Pero supongamos que vario el procedimiento ligeramente: ahora que cada vez soplo airea a los ojos lo acompaño con ruido. Repito esta combinación hasta que en una de ellas emito el zumbido pero sin soplarle a los ojos al combinar continuamente el zumbido con el soplo, el reflejo fue provocado por el solo el zumbido. El reflejo no sufrió ningún cambio pero he creado otro estimulo que lo dispara.

Durante el desarrollo de un niño existen ejemplos menos triviales de la misma naturaleza. Si uno toca un bebe en la mejilla, este se voltea a buscar lo que cree que es comida y empieza a chupar. En la experiencia normal de un niño, el contacto esta generalmente acompañado de una serie de sonidos y sensaciones. Los pasos de la madre que se acerca, la sensación de ser alzado, el contacto del pecho de madre etc. Cada uno de estos estímulos se puede convertir en un nuevo “disparador” (un estimulo condicionado) de la búsqueda y la succión y el niño empezara a buscar el pezón mucho antes de que toquen la mejilla. Con el tiempo puede empezar hacer movimientos de succión al ver una botella o el pecho, demostrando así el proceso de anticipación.

El mismo genero de proceso puede explicar el desarrollo de ciertos tipos de miedos en el niño el ejemplo típico es experimento realizado por J. Watson, quien demostró como un niño (llamado Alberto) familiarizado con objetos de piel, como conejos, perros, abrigos de piel, ratones blancos, pudo ser “enseñado” a sentir mucho miedo del proceso del condicionamiento clásico, al niño se le mostraba un ratón blanco en el momento que el que iba a coger, Watson hacia un ruido espantoso detrás de él. Naturalmente el niño saltaba (asustado) empezaba a llorar después de unas repeticiones lo único que Watson tenia que hacer era mostrar Alberto un ratón blanco se asustara y empezara a llorar. Alberto aprendió a temerle a los ratones blancos e igualmente a todo objeto peludo, lo que ilustra el proceso de generalización. Entre mas se parecía el objeto a un ratón blanco mas miedo demostraba Alberto. De esta manera Alberto había generalizado la reacción recién aprendida a toda una serie de diferentes objetos.

Conviene comprende que el condicionamiento clásico no incluye el aprendizaje de una nueva respuesta. El niño no chupa mejor que antes, sino simplemente chupa en respuesta a una pista diferente. Si queremos hallar la causa de los cambios de respuesta del niño, del progreso de sus habilidades y del desarrollo de nuevas destrezas o respuestas atendremos que examinar otro tipo de aprendizaje.

 

El condicionamiento operante.

El condicionamiento clásico es aprender a dar una respuesta previa a un estimulo nuevo. El condicionamiento operante (también llamado condicionamiento instrumental o de aprendizaje) implica generalmente aprender a dar una respuesta nueva a un estimulo conocido. Un niño sentado en una silla alta y que come con las manos posee un sistema bien desarrollado: asocia todas las señales tales como la silla alta, la mesa y la comida con comer con las manos. Como padre o como psicólogo uno querrá enseñarle un nuevo comportamiento, una nueva respuesta, ( en estos casos comer con cuchara) de tal manera que todo el conjunto de estimulo se asocie con el hecho de comer con cuchara. Este objetivo puede alcanzarse mediante un proceso de recompensa (reforzamiento) al niño a medida que se acerque al comportamiento que se desea. Se podría por ejemplo poner la cuchara en la bandeja de la silla o en su propia mano. Cuando el niño logre colocar la cuchara en la cómoda, se le recompensara de algún modo, ya sea elogiándolo (muy bien) o ya sea dándole un bocado de algo. Gradualmente se le exige al niño un mejor desempeño antes de recompensarlo. Con el tiempo el niño adquiere practica en el manejo de la cuchara hasta el punto de que comer con la cuchara predomina totalmente sobre comer con las manos.

Lo esencial del comportamiento operante es que si después de dar la respuesta hay una consecuencia agradable (un refuerzo positivo), el niño tratara de repetir la misma respuesta ante una situación semejante. Si al niño le gusta que le digan “¡muy bien!” cuando él logra comer con la cuchara, será muy factible que en la siguiente ocasión sea el mismo quien tome la cuchara, apenas lo sienten en la silla. En cambio si la respuesta del niño esta acompañada por una secuencia desagradable (un refuerzo negativo) como una palmada, palabras de enfado, quitándole la comida, será menos factible que el comportamiento que provoco esa reacción desagradable se repita en una misma circunstancia.

Los padres emplearan constantemente los principios del condicionamiento operante (sea que lo llamen así o no). Ellos elogiaran al niño cuando hace algo de su agrado y lo castigan cuando hace algo que les desagrada. Pero también hay padres involuntariamente emplean mal condicionamiento operante. Por ejemplo, muchos padres estiman que el comportamiento fascinante de los niños de año y medio para llamar la atención, es admirable pero insoportable en los niños de tres años. Por consiguiente, cuando un niño de tres años llega a la cocina donde su madre esta preparando la cena y dice “mami” repetidas veces, la madre no responde a sus primeras llamadas, pero a la tercera o la cuarta vez la madre irritada puede decirle algo como “ bueno, esta bien ¿qué quieres?” Aunque la madre haya dicho esto en un tono desagradable no por eso ha dejado de prestarle atención, lo que representa para el niño un éxito que le sirve a la vez para repetir ese comportamiento exigente.

Tal vez se debería convencer a la madre de que no esta prestando suficiente atención al niño y de que en vez de extinguir su comportamiento de exigencia de atención, esta al contrario reforzándolo.

Temo haber dado la impresión de que el comportamiento operante requiere siempre un agente exterior como los padres o los profesores para reforzar al niño ya sea positivamente o negativamente. En realidad no es indispensable. El niño provoca por si solo consecuencias positivas y negativas, las cuales tienen el mismo efecto en su comportamiento.

Sí un niño por ejemplo. Esta jugando con su hermanito y le quita un juguete, su acción se refuerza por el placer que obtiene al jugar con el nuevo juguete. Igual ocurre cuando el niño resulta lastimado como consecuencia de su acción ( como caerse de s al ver actos de violencia en la televisión o a sus padres cuando reprenden agresivamente a sus hermanos o a el mismo. Que el niño efectivamente imite o no el comportamiento observado, depende principalmente de la recompensa o el castigo que reciba. Pero el aprendizaje en si puede tener lugar y tiene lugar simplemente por medio de la observación.

 

El aprendizaje por tanteo (aciertos y errores).

Esta forma de aprendizaje ha sido minuciosamente investigada por los psicólogos norteamericanos mediante dos técnicas especiales: la de las cajas rompecabezas (puzzle-boxes de Thorrnike) y la de los laberintos.

Thorndike se valió de diversos animales, como gatos, perros, etc., para sus experimentos sobre el aprendizaje. El procedimiento es el siguiente: se coloca al gato, hambriento, en la caja; fuera de ésta a la vista del animal, pero sin que este pueda alcanzarla, se pone un poco de comida. El gato se encuentra así doblemente motivado: por el encierro y por el alimento. En esas condiciones, la actividad que desarrolla es frenética; trata de secarse por entre los barrotes de la jaula, saca las patas por las aberturas, araña la puerta y muerde los hilos y los alambres, etc. En el curso de esa actividad, el gato realiza accidentalmente, por casualidad, el movimiento preciso que abre la puerta de la caja, como pisar una palanca o hacer girar un pasador.

El experimentador toma el tiempo empleado por el animal en salir del encierro, y lo vuelve a colocar dentro de la jaula, donde se repite la misma actividad furiosa de la primera vez; pero ahora se observa que el tiempo empleado por el gato en ejecutar el movimiento preciso que abre la puerta de la prisión; llega el momento en que, puesto el gato en la caja, hace girar en seguida el pestillo liberador, sin realizar ningún movimiento inútil. Se dice entonces que el gato ha aprendido a salir de la caja.

 

La teoría mecanicista del aprendizaje.

La conducta del animal encerrado en la jaula no se detiene a reflexionar sobre la situación problemática; ni trata de resolverla mediante un proceso mental, sin que realiza una serie de movimientos impulsivos y desordenadas que, por instinto, lleva a cabo todo animal puesto en esta situación; encerrado hambriento y con la comida a la vista. Uno de esos movimientos abre la puerta; pero esto es obra del zar, sin que el gato parezca comprender como se ha abierto ni por qué.

El animal, según Thorndike, aprende haciendo, aunque sin saber lo que hace, sin comprender el problema que se le ha presentado.

¿Cómo, pues, logra aprende? Según Thorndike, por un proceso de asociación puramente mecánico.

El carácter agradable de la experiencia que sigue, una y otra vez, a la ejecución del movimiento correcto, va facilitándole paso o descarga de la corriente nerviosa por una vía, con preferencia a las otras, en el animal se va formando, poco a poco una asociación entre el conjunto de sensaciones provocadas en él por el interior de la jaula y el movimiento instintivo que conduce al triunfo. La asociación ya está consolidada y es perfecta. El aprendizaje se ha realizado.

 

Los laberintos.

Al ser colocado el gato, que está hambriento, en la entrada del laberinto, comienza a olfatear y a explorar el terreno, operaciones que son en el instintivas; cuando comete un error, es decir, cuando se introduce en cualquiera de los callejones sin salida, se le ve retroceder y tomar otra vía, hasta que en el curso de esas exploraciones llega al centro del laberinto, donde encuentra la comida. Repetido el experimento muchas veces, el gusto se va eliminando poco a poco los errores, hasta que llega el momento en que, puesto en la entrada, se dirige directamente al comedero, sin cometer un solo error.

 

Las críticas de los gestalistas.

Según los psicólogos de la gestalt, si los animales con que han experimentadlos conductistas no han comprendido ni los problemas ni sus soluciones, es por la sencilla razón de que no podían comprenderlos. En efecto, la jaula con sus distintos mecanismos n podían comprenderlos. En efecto, la jaula con sus distintos mecanismos está construida de tal manera que el gato nunca puede abarcar, con la vista y de conjunto, la talidad de los elementos que componen la situación problemática. “Un hombre - dice Koffka - que no posea ninguna experiencia técnica, en el sentido más amplió, tampoco podría comprender los mecanismos desde el interior de la jaula. Partes esenciales del mecanismo están situadas en el exterior de la caja, invisibles para el animal”. De aquí concluyen los gestalistas que la situación es necesariamente ininteligible para éste.

 

El aprendizaje por intuición: los experimentos de Kohler.

Una teoría según la cuál los animales son capaces de resolver problemas, por una actividad mental que ofrece una señalada analogía con el proceso de la invención en el hombre.

Kohler llevó a cabo sus experimentos con nueve chimpancés durante los años de 1913 a 1917 en la estación fundada por la Academia de Ciencias de Prusia, en la isla de Tenerife, para el estudio de los antropoideos, coloco a sus chimpancés en situaciones problemáticas tales que por fuerza tenían que fracasar todos los movimientos instintivos ejecutados por ellos para llegar a una solución. Se trataba de problemas de tal manera concebidos que las reacciones ientos instintivos fracasaron lamentablemente, pues la fruta estaba demasiada alta.

Sultán, el más inteligente de los seis, pronto renunció a seguir saltando, y comenzó a recorrer la tienda de un lado a otro. Súbitamente se detuvo frente al cajón, y con sus manos lo ladeó aproximándolo al objetivo, pero sin llegar a colocarlo exactamente debajo de éste. Entonces se subió sobre el cajón, e impulsándose con gran fuerza, dio un brinco y se apoderó del botín.

El otro experimento es el más difícil de todos, y sólo monos muy inteligentes son capaces de resolver el problema. Kohler lo ha descrito poco más o menos de la siguiente manera:

Nueva (uno de los chimpancés) está en una jaula y frente a ésta de encuentra un cajón, abierto por arriba, al que le falta, el lado opuesto al animal. El plátano está en el cajón, al lado de éste más próximo al mono, al alcance del cual se ha colocada un palo largo. . Nueva, valiéndose del palo, va aproximando la fruta hacia ella; pero pronto se ve impedida de continuar, por la barrera que representa el lado del cajón que ésta junto a la reja de la jaula. Nueva parece estar desesperada, se queja y suplica, pero no recibe ayuda. Coge de nuevo el palo en la mano y reanuda sus esfuerzos, en el mismo resultado negativo. Súbitamente cambia de táctica: en lugar de poner el palo detrás del plátano y tirar hacia la jaula, lo pone delante y empuja la fruta alejándola de sí, en la dirección del lado que falta de la caja. Continua así empujando la fruta hasta ponerla casi al borde del cajón; al llegar aquí vuelve a poner el palo tras la fruta y la hace retroceder unos cinco centímetros. Este cambio incorrecto en la dirección dura sólo unos instantes; en seguida Nueva continúa empujando el plátano hacia el lado que falta del cajón, y una vez fuera de éste, lo desvía, primero hacia la izquierda y de éste, lo desvía, primero hacia la izquierda, y de éste, lo desvía, primero hacía la izquierda, y luego lo va atrayendo hacia ella, en la forma en que se ve en el diagrama. Al repetir el experimento minutos después, el animal realiza el rodeo sin cometer ningún error.

No puede menos de llamar la atención la diferencia tan grande que existe entre el comportamiento de los gatos de Thorndike y la conducta de los monos de Kohler. Nótese que éstos después de ejecutar sus movimientos instintivos e inútiles, atraviesan un perdí de perplejidad y hasta de desesperación, y que, de repente dan con la solución.

Kohler ha llamad a este proceso “aprendizaje por intuición”, y otros psicólogos, al observar la gran analogía que presenta con el proceso de la invención en el hombre, la han denominado “aprendizaje inventivo”. Las soluciones a que llegaron a Sultán y Nueva constituyen verdaderos inventos. Nueva, ara dar el rodeo que hemos descrito, tuvo que ir en contra de sus movimientos instintivos, que son siempre en los animales acercarse a la comida o ésta a ellos, no alejarla. La técnica de nueva, que consistía en alejar el plato para después acercarlo, fue una conducta inteligente típica. Se comprende que sólo triunfen en esta prueba los monos más inteligentes, los genios entre los chimpancés.

 

El aprendizaje por observación e imitación.

Solamente el hombre y los monos antropoideos son capaces de aprender por imitación.

La teoría del aprendizaje social propone que los niños pueden aprender por observación de la conducta de los modelos igual que el reforzamiento directo. Una muy conocida demostración de esto la llevaron a cabo Albert Bandura y sus colaboradores 1961. 72 niños de guardería observaron dos modelos adultos: uno jugo calladamente con un grupo de juguetes e ignoro a un muñeco inflable que se encontraba en el mismo cuarto; el otro modelo reacciono con violencia hacia el muñeco, lo aventó por los aires, lo golpe con un mazo y gritaba “patéalo” y “pégale en la nariz”. Cuando se permitió a los niños jugar después con el muñeco, los que habían observad al modelo violento, imitaron su conducta agresiva. No solo hicieron las mismas conductas violentas, sino que inventaron nuevos tipos de agresión hacia el muñeco como simular que le disparaban con una pistola, etc.

 

Los seres humanos también aprenden por ensayos y errores.

Por ejemplo, el de los dos calvos doblados. Si el acertijo es desconocido ara el sujeto, éste comienza a manipularlo y darles vueltas a los clavos ensayando al azar, una combinación tras otra. Llega el momento en que, por casualidad, y con gran sorpresa suya, se encuentra con un clavo en cada mano. La satisfacción que esto le produce se ve disminuida por el disgusto de no saber cómo los clavos se han desenganchado.

Vueltos a enganchar éstos, el sujeto comienza a manipularlas de nuevo más o menos como la primera vez, pero ya ha ganado alguna experiencia. Es posible que se haya fijado en la posición en que estaban los clavos cuando se desengancharon Su trabajo consiste ahora en tratar de reproducir esa posición. Después de varios triunfos, el sujeto le coge la vuelta al acertijo, y ya entonces le es fácil eliminar los movimientos incorrectos y realizar sólo aquellos que conducen a la solución.

Una característica que poseemos los seres humanos en común con los animales es que con frecuencia ensayamos, una y otra vez, una combinación de movimientos que ya ha demostrado su ineficacia en ocasiones anteriores. Es de señalarse también el hecho de que en muchas personas la comprensión del acertijo es posterior al aprendizaje. Hay quien llega a resolverlo rápidamente sin saber cómo lo hace, de una manera mecánica, no racional. Es el caso del que aprende, pero no comprende. La semejanza de estos casos con el aprendizaje animal pro ensayos y errores es muy destacada.

La curva de este aprendizaje es así mismo muy semejante, ya se trate de animales colocados en la jaula o de personas que tratan de resolver acertijos mecánicos.

 

LAS LEYES DEL APRENDIZAJE.

Thorndike y otros psicólogos conductistas han formado un gran número de leyes del aprendizaje. Vamos a mencionar sólo las principales.

Ley del uso o del ejercicio.

La humanidad conoce, desde tiempo inmemorial, el valor de la práctica en el aprendizaje. La repetición frecuente de sus ejercicios, la práctica incesante, es lo que permite la perfección.

La ley, del uso o del ejercicio, puede formularse en los siguientes términos: la repetición de un enlace entre un estímulo y una respuesta, tiende a fortalecer dicho enlace o conexión en el sistema nervioso.

El aprendizaje es un proceso por el que se establecen o refuerzan, y en algunos casos se debilitan o anulan, las conexiones o enlaces que existen en el sistema nerviosos entre las neuronas sensitivas, excitadas por el estímulo, las neuronas motrices encargadas de llevar la corriente a los músculos que han de ejecutar la respuesta.

Crítica de la ley del uso.

La ley del uso ha sido objeto de críticas muy severas, en cuyo estudio no podemos entrar aquí. Basta decir que la repetición, por sí sola, sin el auxilio de otros factores, no producen efectos apreciables. Es necesario que a la repetición se unan el deseo de aprender, el interés, la observación, la atención, etc., para que la practica surta efecto. El ejercicio solo, sin los otros factores que contribuyen al aprendizaje, puede producir resultados positivos, pero también su influencia puede ser cero y hasta negativa. Además, la base fisiológica de la ley del uso n pasa de ser una teoría muy discutida. En resumen, dicha ley es muy endeble, y por eso, al formularla, hemos hecho hincapié en la palabra tiende.

Ley del uso.

La ley del uso puede formularse a la inversa: si la conexión neutral entre un estímulo y una respuesta deja de ejercitarse durante un tiempo, dicho enlace se debilita, y mientras más tiempo pase sin ejercicio, más difícil será que ese estímulo produzca esa respuesta.

Ley del efecto.

Esta ley que se debe a Thorndike, puede formularse en los siguientes términos: siempre que una repuesta que vaya acompañada o seguida de un efecto agradable para el sujeto, la conexión existente, entre dicha respuesta y el estímulo antecedente tiende a hacerse más fuerte. A la inversa, cuando el efecto es desagradable, la conexión tiende a debilitarse.

Curvas de aprendizaje ascendentes y descendentes.

Las curvas de aprendizaje gráficamente es la medida en que el sujeto va progresando en su labor. Tenemos una gráfica en la cual la línea de abscisas representa los ensayos sucesivos de un individuo que aprende a escribir en máquina; la línea de ordenadas representa la cantidad de trabajo realizada en cada uno de los ensayos, medida en número de palabras por minuto. Como se ve, en el primer ensayo (punto A) el sujeto escribe a razón de 20 palabras por minuto; en el segundo ensayo (punto B) logra escribir unas 25 palabras, y así sucesivamente el aprendizaje va progresando, hasta que el vigésimo ensayo ya está escribiendo a razón de 76 ó 77 palabras por minuto. La curva se aprendizaje se obtiene uniendo luego los puntos A, B, C, etc. La curva que se obtiene es una curva de adquisición o ascendente, que mide el progreso en términos de cantidad de trabajo realizado en la unidad del tiempo.

Pero la curva puede ser de eliminación o descendente. Se obtiene una curva de este tipo cuando se mide el progreso del aprendizaje atendiendo a la disminución en el tiempo empleado a la disminución en el tiempo empleado para realizar la labor, o a la disminución en el número de errores cometidos. La curva muestra la disminución del tiempo emplead en el aprendizaje de escribir en máquina. La línea de abscisas representa los ensayos sucesivos, y la de ordenadas, el tiempo (en minutos) requerido en cada uno de ellos para escribir cien palabras.

Hay un límite, más allá del cuál es imposible progresar en el aprendizaje motor. Es llamado límite fisiológico. Al llegar a este punto, las curvas de aprendizaje se aplanan, y tienden a hacerse paralelas a la línea de abscisas.

El aprendizaje como fenómeno común a todas las especies animales.

El fenómeno del aprendizaje es común a todas las especies animales, desde la ameba hasta el hombre. Desde luego, según se asciende en la escala zoológica, se van encontrando formas cada vez más complejas de aprendizaje; pero, en términos generales, todo animal es capaz de aprender, es decir, de modificar sus reacciones por medio de su propia experiencia y en el curso de ésta.

En el hombre, el aprendizaje suele adoptar formas complejísimas, que hacen difícil su estudio. Por esta razón, los psicólogos prefieren muchas veces realizar sus investigaciones en los animales, pues en éstos es posible observar los fenómenos en sus formas más simples y puras.

 

LOS HÁBITOS Y EL APRENDIZAJE

El hábito, que vamos a considerar en este trabajo, lo hemos considerado como un tipo de conducta adquirido por repetición o aprendizaje y convertido en un automatismo. También nos hemos referido a el cuando no referimos al problema de lo innato y lo adquirido, de lo instintivo y lo habitual. El hábito, como la memoria y los instintos, es una forma de conservación del pasado.

Clases de hábitos

Los hábitos pueden ser divididos en:

2. Hábitos motores.- Infinidad de hábitos motores llenan nuestra vida cotidiana: vestirnos, desvestirnos, bañarnos, tomar el desayuno, encaminarnos a nuestro trabajo, conducir un automóvil, escribir en máquina, etc.

3. Hábitos mentales.- Bajo este epígrafe comprendemos desde los hábitos de tipo intelectual, como el de calcular, hasta los de carácter moral, como el de cumplir puntual y concienzudamente sus obligaciones, o su puesto, el de incumplimiento y la pereza.

Las dos fases del hábito.

En todo hábito pueden distinguirse dos fases: una de formación y otra de estabilidad. La primera corresponde al período en que estamos adquiriendo el hábito; en la segunda, ya lo hemos adquirido, y realizamos los actos habituales con la máxima facilidad y de manera automática.

Efectos de los hábitos.

Los efectos de los hábitos pueden ser reducirse a dos:

1. el perfeccionamiento gradual del acto.

2. el carácter cada vez más maquinal del mismo.

Ventajas y peligros de los hábitos.

El carácter automático del hábito implica una ventaja y al mismo tiempo un peligro. En efecto, ese automatismo deja libre nuestra mente para enfrascarse en las tareas que exijan algún esfuerzo intelectual, que requiere atención y esfuerzo sostenido, y otra habitual , que se realiza mecánicamente y sin prestar atención.

Procuremos estar siempre dispuestos a desechar todos aquellos hábitos, motores o mentales , que hayan perdido su primitiva utilidad, y a reemplazarlos por otros nuevos que nos pongan en el camino del progreso.

 

BIBLIOGRAFÍA

VELÁSQUEZ, José M. (1993) Curso elemental de Psicología. México D.F. Selector actualidad editorial. p. 305-337.

Tus compras en

Argentina 

Brasil 

Colombia 

México 

Venezuela 

o hazte de dinero vendiendo lo que ya no usas

VOLVER

SUBIR