LA FOBIA

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Introducción

En 1909 las histerias de angustia son las más frecuentes entre las psiconeurosis y, sobre todo, son las que aparecen más temprano en la vida. "Son, directamente, las neurosis de la época infantil".

Así, la fobia es la piedra angular de la neurosis: "es aquella contracción de neurosis que menos títulos reclama a una constitución particular y, en consonancia con ello, puede ser adquirida en la mencionada época de la vida con la mayor facilidad".

Constituye, como ocurre con el complejo de castración para el pequeño Hans, una "afección" muy extendida; nadie prácticamente está exento. Cada niño pues, cada adulto, pasa por un período fóbico.

Ante esa falta de pene de la madre, donde se revela la naturaleza del falo, el sujeto puede amurallarse con una fobia. "Momento de la experiencia sin el cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid), que se refiera al complejo de castración, tiene efecto".


¿Cuál es su carácter esencial?

En 1959 se presenta pues como la forma más simple de la neurosis: "aquella donde podemos captar el carácter de la solución". Ese momento fecundo de la neurosis donde entra en juego un objeto, el objeto fobígeno, vale decir, un significante.

¿De qué protege al sujeto? Del acercamiento del deseo. Vale decir, ante la prueba del deseo del Otro el significante comodín cumple una función de defensa.


¿Cuál es entonces la función de la fobia?

"La verdadera función de esta neurosis está en sustituir al objeto de la angustia por un significante que provoca temor".

Así, en 1969, la fobia no sería enteramente una entidad clínica sino "una encrucijada". Vale decir, "una placa giratoria".

Sin embargo, las fobias a los espacios (abiertos, cerrados, etc.) y a ciertas situaciones (multitudes, calles, plazas, etc.) no terminan de ligar la angustia. "Lo que extraña en 1916 no es tanto su contenido sino su intensidad". A diferencia de las comunes, allí donde la angustia no es sin objeto, interrogan la función del objeto fobígeno en relación con la falta y con lo que la sobrepasa. Se resisten, en consecuencia, a funcionar como placa giratoria hacia los dos grandes ordenes de la neurosis.

Las modificaciones al procedimiento analítico que Freud propone tienen como referente justamente "el ejemplo de un agorafóbico".

En 1910 esos pacientes no pueden aportar el material decisivo para la resolución de la neurosis mientras se sientan protegidos por la observancia de la condición fóbica. Vale decir, hace falta que renuncien al dispositivo protector y trabajen bajo las condiciones de la angustia.

En 1919 no "dominará una fobia quien aguarde hasta que el enfermo se deje mover por el análisis a resignarla: él nunca aportará al análisis el material indispensable para la solución convincente de la fobia". Hay dos clases de fobias: una más leve y otra más grave. Los de la primera clase desde luego sufrirán angustia cada vez que anden solos por la calle pero no por ello dejan de hacerlo. Los de la segunda clase "se protegen de la angustia renunciando a andar solos". Hace falta, vía análisis, llevarlos a comportarse, a su vez, como fóbicos del primer grado, vale decir, "a que anden por la calle y luchen con la angustia en ese intento".

Caída de la condición fóbica: momento de indefensión (Hilflosigkeit). Pero no sólo se trata de la "angustia de castración". También interesa el lugar de la angustia. Vale decir, esa operación fundante de desamparo del Otro, de cesión del objeto y de división del sujeto.

Desde ese lugar las fobias de la locomoción separan estructura y fantasma. En éstas, a diferencia de la histeria y de la neurosis obsesiva, no se termina de constituir el fantasma y el objeto fobígeno, diferente del de las fobias comunes, lo sustituye como puede.

Nos topamos, cuando interrogamos estas fobias graves, con el enigmático problema de saber, más acá de lo fantasmático, de dónde viene la neurosis -fóbica, histérica u obsesiva-, cuál es su motivo último, particular, allí donde el sujeto, determinado por la estructura, se diferencia del fantasma.

Las fobias amplían pues los límites del campo analítico y, por lo mismo, las operaciones posibles en el marco de la transferencia.


El exceso económico freudiano

En 1894 la clínica que Freud inventa se ordena entre las neuropsicosis de defensa y las neurosis actuales. Para esta primera ordenación construye una representación auxiliar. En la función psíquica hace falta distinguir algo (etwas) con las propiedades de una cantidad no medible, que se desplaza como monto de afecto o suma de excitación por las huellas mnémicas de las representaciones.

La psicosis de defensa, cuya modalidad defensiva consiste en rechazar (verwerfen) la representación insoportable junto con su suma de excitación, nos indica que la hipótesis auxiliar se sostiene conceptualmente en la separación representación-monto-de-afecto.

Producida la separación, el mecanismo de las neurosis de defensa es "el reino de la sustitución" y dicha sustitución constituye un acto de defensa inconsciente contra la representación inconciliable.

Pero el hecho mismo de la sustitución vuelve imposible para Freud la desaparición del monto de afecto asociado, en la neurosis homónima, a la idea obsesiva. Ese exceso de placer, resto de la división del sujeto, retorna en el "curso psíquico compulsivo" (Zwangskurs) de los laberintos del ceremonial como en el más allá pulsional de la obsesión. En ese retorno se recorta, muy inicialmente, la posición del sujeto ante el goce, vale decir, "a causa de ese goce sexual anticipado", la manera en que se particulariza, para cada uno, la estructura.

Ese trauma de la experiencia primaria con das Ding, también retorna en la neurosis histérica. Vinculado a un objeto-resto, producto de la defensa, le provoca insatisfacción y la lleva a escabullirse.

R.i (representación inconciliable) R.s (representación sustitutiva)

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

S.E (suma de excitación) >> M.A (monto de afecto)


Bejahung y goce

El divorcio representación-suma-de-excitación anticipa esa operación fundante de la estructura: la afirmación del goce de la Cosa como exterior, vale decir, esa disyunción que divide al sujeto entre el lenguaje y el cuerpo. Esa Bejahung, marca de un goce excluido, a su vez, deja un resto no medible, testimonio de esa división del sujeto y de esa privación de goce.

¿Cómo se inscribe este sujeto dividido? El divorcio entre la representación y la suma de excitación se redefine. Producida la separación, en "el reino de la sustitución" el sujeto se representa como falta en el campo del Otro. Con la inscripción del sujeto y con la pérdida del objeto como falta fálica se logra la coordinación del significante con el objeto a. Tanto en la histeria como en la neurosis obsesiva dicha operación de inscripción, coordina el goce con el falo y, en tanto redefine ese punto de pérdida, modera la exigencia pulsional.

¿Qué ocurre con la fobia en 1894? "El mecanismo de la fobia es totalmente diferente del de las obsesiones". No vale el mecanismo de la sustitución. Sólo se encuentra angustia, que "no proviene de una representación reprimida". El enlace del afecto liberado aprovecha cualquier representación, pero es secundario.

Una vez establecido, el despertar de ese representante psíquico "es la condición capital para que aflore la angustia".

Con lo cual, "el grupo de las fobias típicas (u ocasionales), de las cuales la agorafobia es el prototipo, no se deja reconducir al mecanismo psíquico" de la histeria y de la neurosis obsesiva; "al contrario, el mecanismo de la agorafobia diverge en un punto decisivo del mecanismo de las representaciones obsesivas genuinas y de las fobias reducibles a éstas: aquí no se encuentra ninguna representación reprimida de la que se hubiera divorciado el afecto de la angustia".

¿Qué ha ocurrido entre la operación de fundación que sólo determina al sujeto y la inscripción de dicho sujeto?

? R (representación sustitutiva)

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

EE/A (exceso económico/angustia) >> M (miedo)


El agorafóbico, allí donde no hallamos ninguna representación inconciliable de la que se hubiere separado la angustia, no tiene aún los medios de situarse como sujeto dividido en el campo del Otro. ¿Qué lo divide?

En la agorafobia se puede hallar el recuerdo de un ataque de angustia, y en verdad lo que el enfermo teme es su retorno.

¿Cómo operar con este exceso económico, es decir, con este retorno de goce con angustia?

Ambas fobias en 1894, las comunes y las ocasionales, introducen una novedad: el objeto y el miedo. Las fobias pues se presentan con un estatuto muy particular con respecto a la angustia, con la emergencia de un objeto que provoca miedo, como un medio de canalizarla. Vale decir, "el estado emotivo no aparece (...) sino en esas condiciones especiales que el enfermo evita cuidadosamente".

Se anticipa muy tempranamente, la función de la fobia: vela el exceso económico y, al mismo tiempo, suple la falla del mecanismo de sustitución. Vale decir, el enlace secundario permite pasar del exceso, anudado a la angustia, a un significante que provoca miedo.

¿Cómo se sostiene el exceso económico? ¿Cuál es el modo de regulación de la satisfacción en la agorafobia?


Estructura y fantasma

La pregunta del Manuscrito E decide el rumbo. Como la angustia de esta fobia no se ha divorciado de ninguna representación reprimida, "tiene otro origen". De nuevo, como en la neurosis obsesiva, "es preciso preguntarse cuál puede ser la fuente" de la angustia .

El afecto de la angustia aparece cuando alguien es incapaz de tramitar un peligro que se avecina de afuera; la neurosis de angustia cuando no es posible reequilibrar la excitación (sexual) endógenamente producida.

Pero con su funcionamiento, el aparato psíquico, en la neurosis de angustia, produce un desplazamiento: "se comporta entonces como si proyectara al exterior (hacia afuera) esa excitación".

Con el exterior recuperamos la operación estructurante y con ella la exclusión radical, la exterioridad del goce. Pero en las fobias de la neurosis de angustia -habrá que volver- se trata de un momento posterior en que irrumpe el exceso económico con angustia.

¿Por qué pues la función de la fobia? Con la fobia reaparece el exterior, el objeto del miedo y, con él, se anticipa el giro que retroactivamente introduce en 1926. Ese auténtico doble peligro exterior: el de la castración-perturbación económica.

A su vez, afecto y neurosis se sitúan en un estrecho vínculo recíproco: la excitación exógena actúa como un golpe único, y la endógena como una fuerza constante.

Y este interior-exterior anticipa una diferencia que veinte años más tarde, en Pulsiones y destinos de pulsión, alojará, como una fuerza constante, y no como una fuerza de choque momentánea, a la pulsión.

Este otro vínculo excitación endógena-pulsión reorienta la pregunta del Manuscrito E: ¿de dónde nace la angustia?

Freud se atiene, en el Manuscrito K, al modelo de la neurosis de angustia donde, de igual modo que en la neurosis compulsiva (Zwang), "una cantidad proveniente de la vida sexual causa una perturbación dentro de lo psíquico", a pesar del principio regulador, el de constancia.

La intuición de la participación, dentro de la vida psíquica, de una fuente independiente del principio de constancia de desprendimiento de displacer ilumina, luego de la separación fobias-obsesiones, sin borrar su especificidad, la actual confluencia en un punto distinto.

Pero hará falta, para ubicar ese punto distinto de encuentro, la entrada conceptual de la exigencia pulsional. En 1920 no es un peligro en sí misma; lo es sólo porque conlleva un auténtico peligro exterior. Habrá lugar, entonces, para que, en ciertas circunstancias, irrumpa fuera-de-representación la perturbación económica: como núcleo genuino del peligro y como uno de los nombres freudianos del goce.

La exigencia pulsional está presente en 1896: las obsesiones tienen curso psíquico compulsivo (Zwangskurs) a causa "de la fuente que ha contribuido a su vigencia" determinando, así, su particular relación con la satisfacción pulsional.

De nuevo, entre ese exterior excluido que lo divide, separando estructura y fantasma, y esa cantidad que lo embaraza ("esa angustia frente al objeto, alimentada desde la fuente pulsional inconsciente"), el fóbico, a diferencia del histérico y del obsesivo, no puede asumir lo que ha perdido al producirse como sujeto.

La misma angustia que vela parcialmente el exceso económico, deja ver que ese exceso económico nombra cierto modo que el fóbico tiene de mantener su relación con el goce, determinado por la estructura. Operado el enlace secundario, el objeto es el modo de regulación del goce en esta neurosis pues, no es posible hablar de sustitución en ella. Está en cuestión el desplazamiento de un significante a otro significante, como ocurre en la histeria y en la neurosis obsesiva.

La antigua hipótesis auxiliar freudiana se sostiene en la separación representación-monto de afecto. Introduce un sujeto representado en la sustitución que se constituye fantasmáticamente como ocurre en esas dos neurosis. En la fobia, en cambio, la angustia no se ha separado de ninguna representación, divide al sujeto pero no lo inscribe en el campo del Otro. Y, de ahí, la problemática del objeto, el objeto fobígeno, con todas las variantes que asume dicho objeto en relación con la falta, el intervalo significante y lo que lo excede.


El falo: razón del deseo

Dos fórmulas definen al falo en los textos lacanianos. Hasta 1961 es el significante del deseo. Después será definido como el significante del goce.

La represión primaria como operación fundante marca al sujeto pero no lo representa. El falo, en ese primer momento, se ubica como la barra que divide al sujeto y deviene significante de la pérdida. Primero de la necesidad, después del goce.

El sujeto dividido es el elemento ilegítimo del encuentro entre el cuerpo y el lenguaje. Deviene de la unión de dos órdenes diferentes: lo real del cuerpo y lo simbólico del lenguaje.

Los dos efectos de la marca que instituye la represión primaria son el deseo y el goce. Los suplementos de lo radicalmente perdido.

En 1957 Lacan revisa el historial del pequeño Hans. Introduce el falo como significante del deseo y con él la lógica atributiva.

El niño no se identifica al significante f. Se identifica, en el ser o en el tener, con el falo imaginario (j) positivizado o negativizado, vale decir, con efectos de significación en el nivel de la significación fálica.

El niño quiere ser el falo para satisfacer el deseo de la madre. Se trata de un falo imaginario positivizado (+j), regido por el significante f como significante del deseo de la madre.

En la prueba del deseo del Otro lo decisivo es que la madre no tiene el falo. Como lo anticipamos, es ese momento de la experiencia a falta del cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid) que apunte al complejo de castración tiene alcance. Con dicha prueba se sella la conjunción del deseo, pues el significante fálico es su marca, con la amenaza o nostalgia de la carencia de tener. Por supuesto, es la ley introducida por la función del padre.

En Hans se produce la división del deseo entre el falo que quisiera ser y lo que tiene para ofrecerle al Otro.

Una vez que se estable la separación -como falta y como fracaso del sueño de angustia-, no hay retorno posible: Hans ya no es más el objeto de placer. Con la adquisición retroactiva del complejo de castración, esa nueva separación de la madre, cae el juego de las escondidas: hijo-madre-falo. La comparación, en 1957, introduce, para Lacan, con "la carencia del padre" ante la falta del Otro, la angustia como angustia de la insuficiencia: la diferencia entre aquello por lo que es amado (cuerpo=falo) y su pene "como algo miserable".

En la diferencia entre la emergencia de la angustia y la constitución de la fobia se ubica el momento traumático: su primera excitación sexual como exceso económico.

Pero para Lacan la intervención, velada por la fobia, de la realidad sexual aún no determina la modalidad de goce del sujeto, ni dicha posición subjetiva la relación al Otro y a la verdad.

Cuando introduce las fórmulas que muestran la función de suplencia que el síntoma aporta, le queda un resto que no puede ser sustituido, de "difícil integración": el pene real del pequeño.

En la fórmula de la angustia (I) que escribe en 1957 falta la barra: "no hay padre (...) para metaforizar las relaciones con su madre".

La fórmula del establecimiento de la fobia (II) introduce la mediación del significante caballo, pero aún persisten la mordedura materna (m) y el pene real (P).

Con la fórmula que marca el punto de llegada de la transformación de Hans (III) se modera la oralidad materna en el desmontaje de la bañera. Pero mientras P imaginario es sustituido por ", tanto cuando se constituye la fobia, vía el significante caballo, como en este momento de llegada, el elemento A persiste sin sustitución.

I. (M +j + A) M ~ m + P

II. ['I / (M + j + A)] M ~ m + P

III. p (M) (M') ~ ( a / j ) P

En 1958 el falo brinda una común medida. Así, es la razón -la proporción matemática, el denominador común- de las neurosis y de las perversiones. El falo como razón del deseo -no como su causa- produce la ilusión de una división subjetiva sin resto. Entonces, las neurosis -histeria, neurosis obsesiva, fobia- tienen una razón común.

Pero el eco de esa situación no resuelta, retorna. Pues, para Lacan, adelantándose, una fobia no es tan simple: incluye elementos casi irreductibles, a pesar del mismo significante caballo y de la sensible diferencia entre la angustia y la fobia. "Lo borroso, la mancha negra, la marca de la angustia, como si los caballos recubrieran algo que aparece por debajo y cuya luz se ve por detrás, esa negrura que empieza a flotar".

Muy pronto pues la fobia introduce una cantidad inconmensurable, el exceso económico, y un objeto solidario del número irracional, el a. Pero los números irracionales carecen de común medida y su división deja un resto irreductible.

Volvamos, como señalamos, a la represión primaria. Como operación fundante marca al sujeto. El falo, a su vez, se ubica como la barra que divide al sujeto. Pero ahora no se trata sólo de esa marca o de esa pérdida. Hace falta agregar simultáneamente el resto, testimonio del goce excluido, que deja la operación de la represión primaria: el objeto insostenible.

Estos objetos, marcas de la angustia, no permiten ninguna comparación, carecen de toda proporción matemáticamente hablando.

De ahí que en 1957 la fobia del pequeño Hans, con la división que deja entre j sustituible y P no asimilable simbólicamente, introduce la existencia ineludible del resto.

El falo dejará de brindar esa común medida. El perturbador será el objeto en lo que tiene de irreductible. La alteración provendrá del resto, de lo que no posee común medida, de lo que opera como causa y no como razón.

El objeto introducirá el orden de lo real no permitiendo hablar ni de represión ni de retorno de lo reprimido. La fobia anticipa, para la neurosis, otras formas de retorno.

Otra vez el desencuentro. Antes, entre el representante y la suma de excitación como exceso económico. Ahora, entre el falo y el resto que son heterogéneos entre sí.


La presencia real del falo

En 1961 el falo se sostiene como significante del deseo y al mismo tiempo, anticipando al objeto a, amenaza en los intervalos como presencia real.

Esta presencia Lacan la ubica en otra parte, en otro registro diferente del registro de lo imaginario. En el sujeto que habla "el deseo viene a habitar el lugar de esta presencia real y la puebla con sus fantasmas".

"¿En los intervalos -se interroga- la presencia real amenaza todo el sistema significante?" El significante F como presencia real sólo puede aparecer en esos intervalos que cubre el significante. ¿Pero, cómo puede manifestarse?

En la neurosis obsesiva aparece, por ejemplo, en los momentos de la conjuración. Cuando el Hombre de las Ratas se obliga a contar hasta determinado número entre el resplandor del trueno y su ruido. La manera que tiene de colmar todo lo que puede presentarse entre-dos en el significante, inscripto como falta en el campo del Otro, aquí se representa en su verdadera estructura. Cuando surge como inquietante el intervalo, la conjuración, vale decir, esa misma obligación de contar vela dicha presencia.

R.r (representante reprimido) R.s (representante sustitutivo)

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

MA (monto de afecto) >>> MA (monto de afecto)


¿Por qué, de todas formas, colmar el intervalo? Pues ahí puede introducirse "lo que disolvería toda la fantasmagoría". Ese retorno de lo real que anticipamos, "un peligro pulsional", consecuencia en la neurosis "de una imperfección del aparato psíquico".

F (significante universal)

- - -

S1* S2

¿Qué ocurre en la fobia? Por una parte, F funciona como significante universal. Es la operación que realiza el objeto fóbico. La fobia - indicamos - no pertenece al reino de la sustitución, el enlace es secundario, y así el objeto, como significante fálico (F), tiene la posibilidad infinita de sostener la función que falta.

¿Cómo? En el campo de la angustia el objeto de la fobia vela la abertura realizada en el intervalo donde amenaza la presencia real.

Por otra parte, F se presentifica como angustia; se hace presencia real en el agujero realizado en el intervalo y amenaza al sistema simbólico.

F (restituye la función deficiente)

ßà

? O (objeto fobígeno)

- - - - - - - - - - - - - - - - - -

F (presencia real inquietante) >> F (presencia real inquietante)

¿Por qué indica ese lugar de caída del orden simbólico? Pues "falta el apoyo de la falta". En la fobia se trata de una separación, anterior a la alienación, que solo cuenta con la "carencia paterna" como dirección. Vale decir, la Bejahung afirma el objeto indecible. Pero lo que queda excluido en el tiempo primero, como testimonio del goce perdido, no se mediatiza en la fórmula del fantasma.

De allí que el peligro que amenaza en el campo de la angustia y en el parapeto de la fobia no es la angustia de castración. ¿Qué es? Es el derrumbe del conjunto del sistema simbólico. En Inhibición, síntoma y angustia: ese doble peligro exterior. La exigencia pulsional no es un peligro en sí misma, lo es porque conlleva un auténtico peligro exterior. ¿Cuál? En el fondo se sustituye un peligro exterior, el de la castración, por otro peligro también exterior, el de la perturbación económica.

Freud nos lleva en Inhibición más allá de su insistencia en la pérdida de objeto. La secreta significatividad de las fobias a la altura se aproxima al masoquismo. Aquí la angustia no se presenta como una reacción frente a la ausencia del objeto. Aparece enlazada con la satisfacción masoquista de la exigencia pulsional, en el instante que atrapa la caída al vacío (ventana, torre, abismo). Vale decir, cuando interviene, con un yo que retrocede aterrado, "la pulsión de destrucción vuelta hacia la propia persona".

¿La función del objeto fóbico? Es la forma más simple -señala Lacan- de colmar "el lugar previsto para la falta", pero se ubica más acá del nivel escópico, vale decir, más acá del cuadro del fantasma.

En el puesto de combate, bastante adelante del agujero, un signo único impide al sujeto acercarse.

Pues, "lo que el sujeto teme encontrar es una cierta suerte de deseo que volvería a hacer entrar en la nada de antes de toda creación, todo el sistema significante" . Entre el antes (fundante) y la falla de la inscripción y de la coordinación a / - j.

Concebir la función de la falta en su estructura original significa un sendero de abordaje esencial para nuestra experiencia. "Habrá que volver muchas veces a ella para no faltarle".

Así la fobia, la forma más radical de la neurosis, esta hecha para sostener la relación con el deseo bajo la forma de la angustia, allí donde está en juego el carácter insostenible del objeto.

Vale decir, se trata del mantenimiento de la relación con el deseo en la angustia con un suplemento más preciso: el lugar del objeto fóbico en tanto que dirigido por la angustia es sostenido por f, gran Phi.

En dicho objeto "se trata del falo, pero es un falo que asume el valor de todos los significantes, el del padre llegado el caso".

Entonces, como "significante excluido del significante" le pone un límite a la hiancia que habita en el intervalo. Y así el objeto es un suplemento que tiene la posibilidad infinita de sostener una cierta función faltante o deficiente. Pero, cuando surge la angustia en ese lugar, con la carencia de la falta, el sujeto, sin el recurso de la significación fálica, sucumbe.

¿Qué afirma la angustia en la fobia? ¿Por qué soportar la angustia? Cuando falta la falta lo que consolida la angustia es la satisfacción pulsional, como exceso económico, anudado a la misma.


El lugar de la reserva libidinal

En 1916 el tercer grupo de fobias, para Freud "fuera de nuestra comprensión", acentúa la dificultad para establecer el nexo con el peligro. ¿Cómo establecer el nexo con el peligro que evidentemente existe? En esta dificultad -la agorafobia, las fobias a los animales- está en juego el cambio de estatuto del objeto libidinal.

Pero, previamente, el problema radica en otro lugar: ¿cómo es que la angustia, que significa una huida del yo frente a su libido, es, sin embargo, engendrada por esa libido misma?

¿Cómo contraponer la libido que en el fondo le pertenece al sujeto, "como algo exterior al mismo"? ¿Se trata de la modificación de la naturaleza del objeto?.

El niño "se aterroriza frente al rostro extraño porque espera ver a la persona familiar: en el fondo a la madre".

En ese relámpago tiene lugar "el entrelazamiento de libido y angustia, y la sustitución final de la primera (libido) por la segunda (angustia)". La libido como algo exterior se contrapone al sujeto. Ya no le pertenece, "falta libido y en su lugar se observa angustia". Interviene, en ese breve lapso, la amenazadora proximidad del objeto-resto. "La angustia ha resistido la prueba": participa la pulsión.

Pero en las fobias, tanto en los niños como en los adultos, ocurre lo mismo que en la angustia infantil; una libido inaplicada "se transmuda en una aparente angustia realista y, así, un minúsculo peligro externo se erige como sustitución de los reclamos libidinales".

En ese punto la libido ha cambiado de signo: es un cuerpo fuera-de-cuerpo y fuera-de-representación.

De allí que la fobia puede compararse a un atrincheramiento contra el peligro externo que sustituye ahora a la libido temida. Sin embargo, "nunca puede conseguirse del todo la proyección del peligro libidinal hacia afuera". En el pequeño Hans ese resto que deja el significante caballo: el pánico auditivo y la mancha negra.

Está en juego el lugar de la reserva libidinal. "La investidura última del falo propio -para Lacan- es defendida por el fóbico de una cierta manera".

¿Qué ocurre en el desencadenamiento del síntoma, en el ejemplo que nos aporta Helen Deutsch: la fobia a las gallinas?

Momento de angustia: el desencadenamiento se presenta como ese lapso de conjunción de i(a) con lo que la sostiene, a. "Es en el momento en que el deseado se encuentra sin defensa para con el deseo del Otro cuando éste amenaza la orilla, el límite, i(a); es entonces cuando el artificio perpetuo se reproduce y el sujeto constituye el hecho de aparecer como encerrado en la piel del oso antes de haberlo matado". Pero, es una piel dada vuelta y en su interior el fóbico defiende el otro lado de la imagen especular.

En el pasaje de la angustia a la fobia, al igual que en Hans con el caballo, nace lo que la gallina va a representar para el sujeto: "una función perfectamente significante y totalmente imaginaria", un significante que provoca temor. Para parecer algo, que no puede resolverse al nivel del sujeto ni de la angustia insoportable, "el sujeto no tiene otro recurso que fomentarse un tigre de papel".

En ese punto donde hay que incluir la carencia (paterna) y los efectos de la privación estructural de goce, en una fobia surge como suplencia "la positivización del sujeto".

Dicha positivización -la gallina o el caballo- hace posible la sustitución de la angustia por el temor, pero no termina de resolver el problema del intervalo en la fobia, vale decir, la inscripción del sujeto.

En 1969 el falo designa un goce sexual radicalmente forcluído. ¿Qué ha ocurrido entre el momento fundante que lo divide y esa cantidad que el fóbico no puede asumir?

Más acá de la positivización del sujeto la marca de la angustia reaparece en el embarazo del falo que atañe al pequeño Hans. En 1977 se trata de un goce fálico extraño asociado al cuerpo de esa inicial disyunción, es decir, a un cuerpo fuera-de-representación.

Ese embarazo del falo arrastra algo del objeto, es decir, con la angustia "un objeto a puede estar allí implicado", mirada o voz, sin la coordinación con el (-j) que lo inscribiría como falta. El significante comodín viene a ese lugar para clavar al sujeto a la imagen, cercando y, a la vez, separándolo del objeto a.

¿Qué es la angustia? En 1975 "es aquello que del interior del cuerpo existe cuando algo lo despierta, lo atormenta". El pequeño Hans "si se precipita en la fobia, es para dar cuerpo al embarazo que tiene del falo, de ese goce fálico -anómalo- venido a asociarse a su cuerpo". Pues, a partir del momento de angustia considera siempre el pene como traumático. "Piensa que pertenece al exterior del cuerpo. Es por ello que lo mira como una cosa separada, como un caballo que comienza a levantarse y dar coces".

"Mostré, nos dice Lacan en Televisión, lo que era la fobia del pequeño Hans, donde él paseaba a Freud y a su padre, pero donde desde entonces los analistas tienen miedo". ¿Por qué? La fobia, como anticipamos, amplia los bordes del campo del psicoanálisis: aquí, las operaciones transferenciales no coinciden, se separan de la dimensión del fantasma.

De entrada, en una fobia hace falta, tal como señala Freud en 1910, el dispositivo protector. El dispositivo analítico tendrá que tenerlo en cuenta. Así, en una agorafobia grave, si se procede con el trabajo de interpretación, no responde la significación fálica, al contrario, allí se revela la satisfacción pulsional anudada a la angustia. Desventaja pues del dispositivo analítico en la neurosis fóbica: ¿cómo poner en cuestión la certeza respecto del objeto? Sin embargo, cuando es posible abordar, vía construcción, la marca de la angustia se puede introducir, junto a la perdida o rechazo de goce, el problema de la falta y reinscribir el intervalo significante.

Un agorafóbico, durante el análisis, se vuelve un claustrofóbico. En cierto lapso, al escapar del temor de permanecer en un lugar cerrado, se desplaza a una fobia cardiaca. El momento de mayor agravamiento de su angustia, el terror de un ataque al corazón con una muerte terminante -esa angustia frente a lo inminente-, introduce, como construcción simbólica y como perdida de goce, la perentoriedad de un llamado del más allá que no ceja en reclamarlo.

¿Qué es lo que hace obstáculo a la disolución de la neurosis de transferencia? En 1919, la cura misma como satisfacción sustitutiva. Vale decir, el goce del fantasma. Ese lugar que lo protege al sujeto de la castración del Otro como real. El histérico y el obsesivo encuentran en la estructura misma del deseo como deseo del Otro lo que los salvaguarda de la castración del Otro.

La cura como satisfacción sustitutiva sostenida en el fantasma, por esa falta de coordinación con el - j de la castración, no es posible en la fobia. Ventaja pues en el tiempo de la neurosis de transferencia. Con angustia, un poco más allá del dispositivo protector, no es el deseo quien preside el saber en esta neurosis sino, tal como lo introduce la inminencia del objeto insostenible, el horror.

Abordada la marca de su angustia, con la vía de la construcción que recortó lo real de esa "voz del más allá", fue posible reinscribir el intervalo significante. Mucho después, en otro tiempo de la transferencia, a partir del "alarido" de una vecina, pero anónimo, que le recrimina en relación a una acción previa del analizante en el patio del edificio, el horror de aquel llamado se ha negativizado. No sin marco, pues interviene una ventana tanto para lo que ha arrojado, que "complicó la moral" de la vecina, como para el retorno de la frase reprobatoria. Recordemos, en su diferencia, la fobia a la altura en el instante en que, desde una ventana, "la pulsión masoquista vuelta hacia la propia persona" empuja a atravesar el marco y caer al vacío.

La conexión de la teoría analítica con su objeto no es obvia. Dicho objeto, como lo muestra en el retorno de la angustia esta neurosis, es el campo mismo de esta práctica. Los momentos de aparición de la marca de la angustia, que irrumpen en esa dimensión del tiempo que es la discontinuidad, de ninguna manera pueden dejarse aprehender por un sujeto transparente en su conocimiento allí donde la radicalidad de una fobia hace confluir, en los límites del saber, goce y objeto. 

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