EL LARGO ÉXODO DE LOS REFUGIADOS Y DESPLAZADOS

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Josep Ricart i Oller

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Sumario

1. ¿Quiénes son y por qué huyen?
        1.1. La población mundial y las migraciones
        1.2. La lista de los refugiados
        1.3. ¿Por qué huyen?
        1.4. Refugiado ¿quién eres?

2. La vida en los campamentos
        2.1. Extranjeros en tierra extraña
        2.2. Sin trabajo y sin rumbo
        2.3. El tedio de cada día
        2.4. La mujer-família
        2.5. Los niños-hombre
        2.6. Refugiados, desplazados y medio ambiente
        2.7. Una organización creciente
        2.8. La espera del retorno

3. El derecho de asilo

Anexo 1. Las minas antipersonales

Anexo 2. Testimonios

Notas

 

1. ¿QUIÉNES SON Y POR QUÉ HUYEN?

1.1. La población mundial y las migraciones

        La Tierra ha llegado en 1994, a una población de 5.700 millones de habitantes. A lo largo de la historia humana el reparto de la población en los cinco continentes se ha realizado, de forma turbulenta. Desde el principio de la corta historia de nuestra especie (apenas 150 ó 200 mil años), el homo-sapiens se ha distinguido más por sus migraciones que por sus asentamientos. Culturas nómadas de cazadores-recolectores dieron paso a culturas sedentarias-agrícolas, no sin grandes pugnas entre ellos. Los primeros asentamientos datan apenas de unos 30 mil años a.C.
        Hoy en día, a las puertas de una humanidad urbanizada
(1), los flu­jos migratorios se han agigantado. El éxodo poblacional del siglo XIX en Europa, en la primera re­vo­lu­ción industrial, se ha visto incrementado en este siglo, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, cuando el mundo se ha convertido en una aldea global, gracias sobre todo a las telecomunicaciones y al neolibe­ralismo imperante, la complejidad de los movimientos migratorios nos viene dada principalmente por motivos:
        a) Socio-económicos: con la libre circulación del capital, las empresas transnacionales y las Bolsas financieras han configurado un nuevo mercado mundial -consagrado con el Acta Final de la Ronda Uruguay (1994)- donde las inversiones van al Sur, pero en busca de mano de obra barata y de paraísos fisca­les, mientras los pobres van hacia las ciudades y hacia el Norte, como siempre en busca de trabajo y de unas condiciones de vida más dignas. La migración económica es el resultado.
        b) Políticos: con la desco­lonización, la caída del muro de Ber­lín y la venta de armas para alimentar las más de 30 guerras activas hoy en el planeta -todas ellas, a ex­cepción del con­flic­to de la ex-Yugoslavia, en los países del Sur-, se han creado las trágicas condiciones que originan el flujo de desplazados, refugiados y demandantes de asilo.
        En el origen de todo movimiento migratorio, sin distinción de causas, está el fenómeno llamado en sociología  push-pull, es decir, la concurrencia de dos fuerzas, una que empuja (push) a salir del propio país por las condiciones inhumanas en que se vive, y otra que atrae (pull) a ir hacia otro lugar mejor con la esperanza de rehacer la vida. Aunque el factor determinante varie según los casos y dé lugar a diversos tipos de migraciones (económicas o políticas), la decisión de emigrar viene siempre dada -como muy bien señala el demógrafo Fergany
(2) - por la diferencia de bienestar, concepto operativo que incluye aspectos culturales, sociopolíticos y económicos. Al comparar entre dos estados de bienestar, la persona o el grupo se inclinan hacia donde perciben una mayor ganancia y se desencadena el flujo migratorio. En el caso de los refugiados, sin embargo, los factores push (conflicto armado, persecución política, hambrunas,...) son sin duda los determinantes.

1.2. La lista de los refugiados va en aumento

        Nadie puede hacer un recuento preciso del número de refugiados pues se ve continuamente afectado por "entradas" y "salidas" conforme estallan nuevos conflictos o se solucionan otros. Todas las listas tienen una validez limitada. En los últimos años, sin embargo, la lista de refugiados no ha dejado de incrementarse pues, las causas que los generan permanecen.


Principales lugares de origen de refugiados

Palestina               3.136.800               

Angola                  344.000
Afganistán              2.835.300*              

Burundi         330.000*
Ruanda                  1.715.000*              

Mozambique              325.000*
Bosnia-Herzeg.            863.300*              

Vietnam         294.900
Liberia                   784.000*              

Sierra Leona            260.000*
Irak                      635.900*             

Armenia         229.000*
Sudán                     510.000               

Burma                   203.300*
Somalia           457.400*              

Etiopía                 190.750*
Eritrea                   384.500*              

Tajikistán              165.000*
Azerbaiyán                374.000*              

Togo                    140.000

* Los datos con asterisco varian mucho según las fuentes
Fuente: World Refugee Survey, 1995


        Se calcula que hay actualmente 100 millones de personas desarraigadas, casi el 2% de la población mundial.
(3) De éstos, 19,7 millones  se consideran refugiados por haber tenido que cruzar la frontera de su país para escapar de la persecucion, la violencia o la muerte. Otros 24 millones viven desplazadas en el interior de sus propios países. El resto son víctimas de la pobreza o de la destrucción del medio ambiente y son llamados emigrantes, principalmente aquellos que abandonan zonas rurales para vivir en la ciudad.


Principales países con poblaciones internas desplazadas

Sudan           4.000.000               

Afganistán      1.000.000
Sudáfrica       4.000.000              

 Irak            1.000.000
Angola          2.000.000               

Sierra Leona      700.000
Turquía 2.000.000               

Ghana             174.400
Bosnia-Herzeg.  1.300.000               

Azerbaiyán        630.000
Ruanda          1.200.000              

 Colombia          600.000
Liberia         1.100.000              

 Líbano            600.000


Fuente: World Refugee Survey, 1995.

        Las cifras de l cuadro anteriors, no pueden transmi­tirnos la angus­tia de cada rostro hu­mano que sufre esta tragedia. Pero quizás nos ayude a comprender­lo mejor si pensamos que, cada día, unas 10.000 personas pasan a aumentar la lista de refugia­dos; o que uno de cada cinco afri­canos está refugiado; o que uno de cada 130 habitantes del plane­ta se ve forzado a vivir en el exilio... ¿Sabíamos, por ejemplo, que Irán cuenta con el mayor número de refu­giados de todo el mundo, más de cuatro millo­nes, el 70% de los cuales provienen de la guerra de Afganistán? ¿O que hay refugiados en 28 países de Africa? ¿O que la superpoblada Bangladesh tiene 250 mil refugiados de la vecina Myanmar? ¿O que Malaui, con 10,3 millones de habitantes, acoge a más de un millón de refugia­dos mozambique­ños?

1.3. ¿Por qué huyen?

        La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Refugiados, Sra. Sada­ko Ogata, en el discurso inaugural de la Conferencia Interna­cio­nal para la protección de las víctimas de la guerra, celebrada en Ginebra (31.8.93) decía:
        
        "Desde sus comienzos en 1951, los esfuerzos de mi Oficina han tenido el trasfondo siniestro de las convulsio­nes huma­nas como consecuencia de la guerra: en primer lu­gar, la lucha por la libe­ración del dominio colonialista; más tar­de, los conflictos inter­nacionales e internos basa­dos en las diferencias ideológi­cas de la Guerra Fría, y más re­cientemente, el brote de despia­dadas guerras ultranacio­na­listas"
        
        Con este "trasfondo siniestro" de la guerra, origen de buena parte de las tur­bulencias migratorias, podemos señalar tres cau­sas princi­pa­les de las migraciones.

        1. Por razones políticas: el siglo XX, escenario de dos guerras mundiales, ha llegado a extremos de destrucción sin pre­cedentes en la historia de la humanidad. La producción de armamento convencional y nuclear, la división ideológica entre dos bloques este-oeste, las zonas de in­fluencia geo-políti­ca con sus respectivas alianzas milita­res OTAN-Pacto de Varsovia han mostrado al mundo -que creíamos "civilizado"- imáge­nes de crimi­nalidad e inhumani­dad donde "hemos superado el límite de lo tole­rable en la guerra moderna" (del discurso antes citado, de Sadako Ogata). El holocausto judío, la gue­rra de Viet­nam, los genoci­dios de Pol Pot en Camboya o del pue­blo Kur­do, la gue­rra del Golfo Pérsico, las guerras de baja in­ten­sidad, las tor­tu­ras, los desapareci­dos, las poblaciones arra­sa­das,... mues­tran el más absoluto desprecio por los derechos huma­nos de los que tanto nos enorgullecemos junto con la amarga ver­dad de que hoy las víctimas principales de las guerras son la pobla­ción ci­vil. (4)
         2. Por razones económicas: el neo-liberalismo de este final de siglo, anunciado como "el fin de la historia", mantiene el sobredesarrollo hegemónico de los países ricos a costa del subdesarrollo del resto de la humanidad. La deuda externa (¿o eterna?), los megaproyectos que alteran los frágiles ecosistemas (grandes embalses hidroeléctricos), la explotación de los pulmones verdes de la Amazonia,... unido a los desastres naturales y la desertización creciente de extensas zonas, ensanchan cada vez más el abismo entre el Norte y el Sur y hunden a sus pueblos en la miseria.
        3. Por razones étnico-religiosas: Los brotes de "despiadadas guerras ultra nacionalistas" (como muestran los casos más recientes de Bosnia-Herzegovina o de Ruanda y Burundi) han adquirido esta década un relieve inesperado, donde lo étnico-religioso aparece como la punta del iceberg que oculta el sustrato político omnipresente.

1.4. Refugiado ¿quién eres?

        1. En 1951 se firmó la Convención de las N.U. so­bre el Estatuto de los Refugiados y Apátridas (116 paí­ses adhe­ri­dos; 66 no se adhirieron). En 1967 se com­pletó con el Protocolo de Nueva York (117 paí­ses adheri­dos). Su ar­tículo 1 define como re­fugia­do:

        "Toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a deter­minado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no pue­de o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de su país; o bien que, sin tener nacionalidad o encontrándose fuera de su país de residencia, no puede o no quiere regresar" (Art.1,A.2)

        La persecución y el temor fundado marcan las coor­dena­das del refu­giado. La lectura atenta de la Convención mue­stra que: a) se trata de garanti­zar los derechos civiles y políticos, no los socio-económicos (en plena Gue­rra Fría, convenía visibilizar las razones de los disiden­tes del blo­que soviéti­co); b) se trata de un docu­mento euro­peo (en la postgu­erra había que repartir la carga de refu­giados); c) se trata de situacionesindividuales, no colectivas, con exclusión de aquéllos que huyen hoy por causa de una "vi­olen­cia gene­rali­za­da". El Protocolo adicional de 1967 suprimió la limitación a los "estados euro­peos".
        2. En 1969, el creciente número de refu­giados llevó a la Orga­nización para la Unidad Africana (OUA) a la Con­vención que tra­ta los aspec­tos especí­ficos del pro­blema de los refugiados en África. donde se dice:

        "El término refugiado se aplicará a toda persona que, de­bi­do a una agresión externa, ocupación, dominación extran­jera o sucesos que alteran gravemente el orden públi­co en una parte o en todo el país de origen o nacionalidad, se ve obligada a dejar su lugar habitual de residencia para bus­car refugio en otro lugar fuera de su país de orígen o na­cionali­dad" (Art. 1,2).

        Se adapta el marco jurídico del Pri­mer Mundo a la realidad del Tercero. Se amplía la defini­ción: a las personas desprotegidas por las autoridades debido a una agresión externa, ocupación, domina­c­ión, etc.; se reconoce la legitimidad de la huí­da en circunstan­cias de peligro gene­raliza­do; se enfatiza más la gravedad del de­sorden público que los moti­vos persona­les de la huída; se incorpora a los "desplazados".
        3. La Declaración de Cartage­na (1984), aprobada por la OEA al año si­guiente, contempla sobre todo la realidad de Cen­troamé­rica y dice:

        "Todas las personas que han tenido que abandonar su país por­que sus vidas, su se­guridad o su liber­tad están amenaza­das por una violencia genera­lizada, la agr­esión ex­terna, los conflic­tos internos, la masi­va violación de los dere­chos huma­nos u otras circuns­tancias que alteran grave­mente el orden público" (Co­ncl. 3).

Tres categorías y una nueva definición de refugiado

        A partir de estos documentos, de valor jurídico diverso, podemos dis­tinguir tres categorías de refugiados.
        El refugiado legal que se ajusta a la Convención de Gi­nebra de 1951 y al Proto­colo de Nueva York de 1967. El refugiado "de facto", víctima de: conflictos armados, polí­ticas económicas erróneas o calamidades naturales. En todos estos casos, la emigración es involun­taria y deben ser tratados, en la práctica, como refugiados tanto en Eu­ropa como en los paí­ses de primer asilo. Los desplazados dentro del propio país. En realidad, deberían ser asimilados a los refugiados ya que su despla­zamiento reponde a las mismas causas.
        A los motivos de violencia racial, religiosa o política que pone en riesgo la vida de una persona, parece hoy necesario aña­dir otro tipo de violencia como la extrema pobreza y así lo ha desta­cado el Consejo Mundial de las Iglesias en su nueva defini­ción de refugiado:
        
        "Todas las personas forzadas a abandonar sus hogares sin poder o sin querer regresar por causa de la persecución o del temor bien fundado de persecución por motivos de ra­za, étnicos, nacio­nalidad, pertenencia a un grupo social parti­cular o por sus opi­niones políticas y también por la siste­mática privación económi­ca u otras circunstancias re­lacio­nadas con la guerra".
        
        Esta definición ampliada no tiene aún el consenso de los organis­mos in­ter­nacionales, pero abarca mejor a los grupos que comparten el ries­go común de la propia vida, por cualquier tipo de violen­cia, sin pretender asimilar al resto de migraciones que van a otro país en busca de unas mejores condiciones de vida, (caso de los emigrantes econó­micos).
        La separación entre refugiado político y emigrante económi­co no es fácil de esta­blecer puesto que las razones polí­ticas y econó­mi­cas son a menudo interdependientes. El refugiado no es la persona que emigra simplemente para mejorar su nivel de vida. Y en consecuencia, "los que huyen de condiciones económicas que ponen en peligro su vida e inte­gridad física deben ser trata­dos de una manera distinta a la que se emplea con aquéllos que emi­gran para mejorar su propia situa­ción".
(5)

 

2. LA VIDA EN LOS CAMPAMENTOS

        Los refugiados, -"quizás la mayor tragedia de todas las tragedias huma­nas de nuestro tiem­po" (Juan Pablo II)- amenazan en convertir­se en uno de los proble­mas más explosivos de las próxi­mas déca­das. Un mundo donde se violan impunemente los derechos humanos, seguirá engen­drando refugia­dos de todas clases.
        El número total de desarraigados -refugiados o desplaza­dos internos- supera, como vimos, los cuarenta mi­llones (equiva­lente a la po­blación de Tokio, Nueva York y Sâo Paulo). Para intentar compren­der el drama humano hemos de mirar los rostros de estos ancianos que fijan sus ojos semi­cerrados en un hori­zonte que ya no existe, en estas madres que prote­gen con su regazo exánime a sus hijos dor­midos en un gesto de infi­nita tristeza, en esos hom­bres cargados con cuatro ca­chivaches resca­tados de una huída hacia ninguna parte, en estos adolescentes que han visto trunca­do su futuro, en estos niños-hombre de ojos asustados y abier­tos... El drama humano inabarcable, profundo, desga­rra­dor...
        El reportaje de televisión, con el impacto de las imáge­nes, nos per­mite captar el desolador paisaje de un campo de refugiados en tiendas de campaña o protegidos con plá­sticos o hacina­dos en galero­nes o vi­viendo en cha­bolas sin agua pota­ble, sin luz, sin letrinas, casi sin comi­da... Pero el paisaje inte­rior de las personas es toda­vía más desolador. Sólo pode­mos acercar­nos a él, con tem­blor y respeto, de la mano de quienes lo sufren. Oigamos algu­nos testi­monios de cómo transcu­rre su vida.

2.1. Extranjeros en tierra extraña

        "No hay mayor tristeza que perder el lugar donde uno ha naci­do", es­cribía Eurí­pides en el siglo V antes de Cris­to. Y la tradición bíbli­ca de Israel, pueblo que conoció tantas deporta­cio­nes y exi­lios, se hace eco de esta triste­za en el salmo 137: "Sentados a las orillas de los ríos de Babilonia, llorá­bamos al acordarnos de Sión, las cíta­ras col­gadas de los álamos. Nos decían nuestros deportadores: 'Can­tadnos un cántico de Sión!' ¿Cómo podíamos cantar un canto de Yahvéh en una tierra extraña?". La llegada a los campos es en total desamparo:
        
        "Sólo podíamos llevar lo que alcanzaba en una peque­ña bol­sa. Nos avisaron, ade­más, que no cargáramos muchas cosas. Durante varios días fui quemando docu­mentos, papeles y es­critos, sin pensar en otra cosa que deshacerme de todo cua­nto pudiera comprometerme... A medida que las cenizas vola­ban con el viento, yo sentía que había quemado mi vida" (Tran Thi Nga, Vietnam).
                "Mi padre era un soldado del ejército de Lon Nol. Después del triunfo de Pol Pot, se marchó lejos para escon­derse de los Khmer Rojos. Antes de dejarnos, le dijo a mi madre: 'Vende todas las joyas y los vestidos. Cuando llegue la paz, nos veremos de nue­vo'. Fue la última vez que vi a mi padre. Yo tenía entonces cinco años (...) Después de espe­rar en vano su regreso durante cuatro años, deci­di­mos esca­par a Tailandia y aunque era muy peligroso y mucha gen­te había sido asesinada, llega­mos por fin al cam­pamen­to de Khao I Dang. Los primeros seis meses fueron muy duros por­que estábamos sin pape­les, no nos daban la ración de comida y había que te­ner mucho cuidado con los guar­dias" (Amrong Chia, Cam­boya).
        
        Los refugiados em­piezan su nueva vida con un pasado a cues­tas, un pasado del que jamás podrán liberarse: el miedo y la incerti­dumbre antes de partir, el recuerdo de la violencia, las huellas de la muer­te en su pro­pia familia, las circunstancias de la huí­da,... junto con la falta de noticias de los familiares que que­daron allá y la in­quie­tud de no saber si estarán vivos, es el trauma que reflejan en sus miradas an­siosas y recelosas al visi­tante de los campos de refu­gia­dos, en sus largos silencios y en sus respuestas evasi­vas.

2.2. Sin trabajo y sin rumbo

        Los campos son zonas de protección especial y los refugia­dos nece­sitan una autorización para salir. Dentro de los campa­mentos, tienen plena libertad de movimiento, pero ¿dónde van a ir?
        ACNUR y las ONG intentan paliar esta situación, mediante acuerdos con los gobiernos locales. México, por ejemplo, ha ofrecido tierras de cultivo a los refugiados guatemaltecos de los Estados de Chiapas, Cam­peche y Quin­ta­na Roo, repartidos en campamentos de 3 a 5 mil personas. Pero en los inmensos campos de Africa central o del Su­d­este Asiático donde malvi­ven 50 ó 100 mil refugia­dos apenas se puede organizar la subsis­tencia.
        Esta falta de ocupación y de trabajo acentúa más aún el dra­ma de estas vidas en deten­ción que les impide desarrollarse normalmente y hacer ningún pro­yecto de cara al futu­ro. No hay más que un pre­sente lleno de ansie­dad y vacío de senti­do. Un ghetto sin holo­caus­to.

2.3. El tedio de cada día

        Los días de un campa­mento no son co­mo los del calen­dario. Todos son igua­les, la vida se hace monótona y aburrida.
        
         "En Tailandia, vivía­mos misera­ble y monó­tona­mente en un cam­po vallado con alambre de espi­no y pa­tru­lla­do por los Thai Ran­gers de la Brigada especial 80, con uni­forme negro, sin ha­cer nada porque no te­nía­mos ningún dere­cho. Era­mos un pueblo sin pa­tria, sin re­presen­tación, como pri­sione­ros olvidados detrás de unas re­jas. Pero los refu­gia­dos tam­bién somos seres hu­manos y te­nemos derecho a hacer las cosas que hacen los demás, la li­bertad de ir a donde van los demás. En­tonces, por des­gracia, sólo po­día­mos tener esta libertad en sue­ños".­
(6)
        
        Pasan los años y un día es igual al si­guiente. Y se va per­diendo has­ta la capa­ci­dad de asombro por lo que pue­da ocu­rrir. Esa monotonía se refuerza porque los refugiados no tienen ninguna capacidad de decisión sobre su presente ni su futuro. Su vida está en manos ajenas -organismos internacionales, países de acogida, ONG- que son quienes se responsabilizan de ellos y quienes deciden sobre ellos. Atendidos minimamente en sus necesidades básicas (alimentación, salud, educación), aunque no siempre, según los campamentos, apenas les queda la posibilidad de responsabilizarse de su esfera privada.
        
        "Aquí no pasamos hambre y sabemos que hay mucha gente solidaria que nos ayuda desde el exterior y les estamos muy agradecidos. Sin embargo, no es normal depender de los demás, pues uno quiere decidir por sí mismo y hacerse cargo de su familia, como lo ha hecho siempre. Esto es algo en lo que continuamente pienso" (Saineng, Laos).
        
        En estas condiciones, no es extraño que prolifere entre los refugiados el alcoholismo, el juego, las reyertas o cualquier otro síntoma de deterioro humano
(7) . La libertad de movimiento limitada, la falta de ocupación, el círculo social cerrado, la provisionalidad, el miedo, la incertidumbre, el aburrimiento desembocan en una creciente angustia. "La mayoría de los refugia­dos -nos co­mentaba el Delegado de ACNUR para Centroamérica- exigen más de lo que permite la vida en un campamento. Y es lógi­co, porque vivir en un campamento es verte obli­gado a aceptar lo que te dan y cuando te lo dan; es ir a donde te mandan, sin poder ir a donde quieres. El simple hecho de llegar a un campo de refu­giados anula la vo­luntad de superación de la perso­na que se ex­presa, a menudo, en el rechazo a toda colaboración. Y a pesar de todo, es impre­sio­nante el nivel de cooperación de la gente".
        Los efectos de estas condiciones inhumanas se manifiestan también a nivel de salud. El personal médico que atiende los campamentos están convencidos que la mayoría de síntomas diagnosticados -vértigos, mi­grañas, insomnios, dolores gástricos, transtornos mentales,... -son de origen psicosomático.

2.4. La mujer-familia

        En los campamentos, la familia es la mujer -madre y padre a la vez- como es habitual en las culturas de muchos pueblos del Ter­cer Mundo. Al fenómeno cultural, se sobrepone aquí un elemento nuevo: en la familia, faltan personas importantes (espo­so, hijos varones mayores) asesinadas o desapa­recidas. Fami­lias que han quedado truncadas y desestructuradas.
        "Tengan en consideración no sólo cómo somos ahora, sino cómo éramos antes", nos comentaba, casi nos suplicaba, una mujer de un campamento. Sentirse arrancada de su propia cultura es quizás una herida que nunca cicatrizará.
        
        "¿Por qué nos han rodeado con alambradas? Yo soy una mujer libre. Ahora, en cam­bio, se estremece mi cora­zón y lloran mis ojos cuando las montañas nos devuelven el eco de nues­tros can­tos como una llamada a la libertad. Somos un pueblo con miles de años de existen­cia, tenemos nuestra pro­pia historia, nuestro idio­ma, nues­tra cultura, nuestra música... ¿Por qué ahora así? ¿Por qué? ¿Por qué?" (mujer refugiada del Kurdis­tán, 1988).
        
        Una mujer sola, en muchas culturas del Sur, no tiene capa­cidad para desenvolverse ante la administración de los campamen­tos si no va acom­pañada del esposo o de un varón. Sólo la necesi­dad le obliga a sobre­ponerse con valor a esta situación: "Al llegar, experimentas un gran trauma y te resulta difí­cil seguir adelante. Te sientes impotente y sola. Una mu­jer en el exi­lio ha de sacar adelante a su familia y tie­ne que ser fuer­te, más fuerte que un hombre. Hay que dejar a un lado la tristeza y la nostalgia de estar lejos de tu patria y mirar siempre ade­lante y hacer lo que convenga. Sólo tienes dos opciones: o te superas o te quiebras" (Marta, Chile, 1987).

2.5. Los niños-hombre

        "¿Sabían ustedes -nos pre­gunta Sadako Oga­ta, Alta Comisio­nada de las Naciones Uni­das para Refugiados- que centenares de miles de ni­ños refu­giados se van a la cama hambrientos cada no­che? ¿O qué sólo un niño refugiado de cada ocho va al cole­gio? La mayoría de estos niños nunca han ido al ci­ne, ni al parque, ni mucho menos a un museo. Mu­chos de ellos crecen de­trás de una alam­brada, o en campos aisla­dos. Nunca han visto una vaca o un perro. Creen que la hierba es para comer y no para ju­gar o correr. Los niños refu­gia­dos son la parte más triste de mi trabajo, pero es a lo que le doy cada vez más priori­dad".
        Los niños refugiados son, junto con las mujeres, el sector más vulne­rable. Niños sin infancia, sin país, sin hogar. Todos los días, en algún lugar del mundo, hay niños que se convierten en refugiados. Escapan sin que haya tiempo para coger ni un juguete, sólo con sus sueños. Más de la mitad de la población refugiada en el mundo son niñas y niños. En el camino hacia el refugio, han conocido el terror, el hambre, la separación o la pérdida de las personas más queridas, de todo lo que amaban y les daba seguridad. La mirada perdida de los niños refu­giados que han sido aban­dona­dos o cuyos padres han muerto es una de las cosas más tristes del mundo.
        En los campa­men­tos, en­con­trarán lo indis­pensa­ble para sus nece­si­da­des más inme­dia­tas: refu­gio, segu­ridad, agua limpia, comida, cuidados médicos y educa­ción. Pero esto no debe engañar­nos. La mayo­ría de estos niños y ni­ñas tienen cica­tri­ces escondi­das y miran el mundo a través de una alam­brada. No nos tiene que extra­ñar que es­tos ni­ños crezcan sintien­do que el mundo no ha sido bue­no con ellos. A menu­do, pre­sen­tan graves pro­blemas emo­cio­na­les (re­traimiento, depre­siones, pesadi­llas). Su creci­miento físi­co y emo­cional es anor­mal.

2.6. Refugiados, despla­za­dos y medio ambiente

        La degradación medioambien­tal puede ser causa y con­se­cuen­cia de los flujos de refugiados y des­plazados. Como causa (refugiados me­dioam­bientales) el de­terio­ro eco­lógico -se­qu­ía, pla­gas, desastres natura­les, accidentes indus­triales y nuclea­res (8) -­ acompaña a menudo a otras ya men­ciona­das con ante­rioridad como las hambrunas y los con­flictos arma­dos. Es impor­tante resaltar que estos últimos per se tienen unas repercu­siones medioambien­tales de enorme gravedad (bom­bardeos, destruc­ción de cosechas, utili­zación de armas químicas, etc.).
        Así mismo, grandes números de desplazados y refugiados, especial­mente cuando se concentran en zonas ecológicamente frági­les, pueden tener un impacto muy negativo sobre el ecosistema local vía deforestación (utilización de madera como material de cons­trucción, leña para coci­nar, etc.), erosión, utilización excesiva de agua y su contaminación. Refugiados mozambiqueños en Zimbabue o liberianos en los alrededores de Accra (Ghana) desfo­restaron cientos de hectáreas. No obstante, como argumentaba una refugiada ruandesa: "No tenemos más remedio que conseguir madera allí donde podamos. Somos conscientes de los estragos que causa­mos pero poder coci­nar es nuestra necesidad inmediata".
        En algunos campos de refugiados las organizaciones interna­ciona­les proveen de leña y carbón vegetal traído de zonas sin riesgo de deforestación.

2.7. Una organización cre­ciente

        Por último describamos el nivel organizativo que con esfuerzo se va consiguiendo. "Mi pueblo es como un bambú -decía una anciana vietna­mi­ta. Una planta sola, por fuerte que sea, puede quebrarse; mu­chas plantas juntas pueden resisitir cualquier embate". Y así es. Sólo unos ejemplos:
        
        - El pueblo Saharaui, abandonado por todos, lleva 17 años en medio del desierto y allí ha creado un mini-estado con su Parlamento, sus Tribunales de Justicia, su policía, su red de salud, edu­ca­ción, servicios so­ciales,etc., en es­pera del retorno a su pa­tria.
        - Las Comisiones Perma­nentes (CC.PP­.) son la red or­ga­nizativa que funciona entre los distintos campa­mentos de refugiados guatemal­tecos del sur de México. Los organismos oficiales re­co­nocen su fun­ción de interlocutor en todo lo relacionado con la vida de los campos y el retorno. Las CC.PP. han hecho po­sible la trama social, la educación de adultos, las es­cuelas, las cooperativas artesanales, la animación de jóve­nes y niños, la atención de salud, etc. y la planificación del regre­so a Guatema­la.
        - El MOLU (Mozambique Open Learning Unit) es un pro­grama in­nova­dor, una especie de enseñanza a distancia, que prepara a estu­diantes -desde los 15 a los 45 años- para que puedan pasar sus exámenes hasta obtener el título de bachi­ller. ACNUR sólo tiene un progra­ma de educa­ción primaria entre los refugiados mozambi­queños de Malaui. La idea del "open learning" consiste en que los estudian­tes disponen de mate­riales adaptados para estu­diar por sí mismos y cuentan con el apoyo de tutores repar­tidos en varios centros de educación. A ve­ces, padres e hijos van a la misma clase. La ausencia de mujeres es un reflejo de la organización social en los cam­pamen­tos. La su­pervivencia es lo primero y la mujer juega ahí un pa­pel fundamen­tal.

2.8. La espera del retorno

        "La gente vive con la esperanza de po­der regresar a sus casas. Aunque es cierto que los refugiados mo­zam­biqueños que co­nozco están despla­zados,  no se sienten perdidos! Cada quien cono­ce muy bien el pueblo y la casa de sus pa­dres y esperan poder regresar. La gente se pre­ocupa con cariño por los huérfanos e investigan el lugar donde vi­vían sus pa­dres para que también estos niños pue­dan un día re­gresar a sus casas. Los refu­giados están muy orgu­llo­sos de ser mozambique­ños, a pesar de que algu­nos hace más de diez años que no han vuel­to y muchos otros han naci­do en Malaui. Pero les une el mismo senti­miento pa­trio" (M. Chilinda, del SJR en Malaui).
        Ni la dureza de vida en los campamentos, ni los años pasa­dos en ellos apagarán esa llamita de esperanza con la que lle­garon.
        
        "Llegamos sin nada, sólo con la esperan­za de que pronto po­dría­mos volver a nuestro país. Y to­dos habíamos traído la llave de la casa" (Nuha Nafal, Pales­tina).
                "Mis dos pequeños nacieron en el cam­pamento y los otros dos ha­bían venido conmigo en 1987. Mi sueño es regre­sar a mi patria. Allá cul­tivábamos mandioca y anacardo y nunca nos había faltado comida hasta que nos vimos obliga­dos a partir a causa de la vio­len­cia. Aquí no tenemos tie­rras ni nada que hacer. No podemos sembrar, ni tejer, ni coser. Pero esta­mos muy agradecidos con la ayuda que reci­bimos. Sin em­bargo, nuestro mayor deseo es volver a casa y empezar de nuevo, mirando por nuestros hijos como siem­pre he hecho" (mujer mozam­biqueña).
        
        Por el tronco del deseo y la esperanza va trepando también la madre­selva del miedo y la inseguridad ante el futuro.
        
        "Llegamos a Zimbabue en 1984, cuando se abrió este campa­men­to. Ahora nos dicen que ya podremos re­gresar a ca­sa. Pero los cami­nos allá es­tán sembrados de mi­nas. ¿Cómo po­dremos andar por lugares minados? ¿Cómo podré conducir un camión si en cualquier momento puedo saltar por los aires?. Mucha gente en Mozambique ha per­dido una pierna al tropezar con una mina anti-personal. Quere­mos re­gresar, a con­dición de que haya paz. Yo quiero reha­cer mi vida, necesito dine­ro, comida, pero sobre todo seguridad y paz durade­ras" (Si­mo­ne y Zacarías, Mozambique).
        
        No les será fácil volver a empezar. Cuando Tev Soeun llegue a su pue­blo, en Camboya, recibirá de ACNUR la alimentación du­rante un año, el armazón de su casa y herramientas para sembrar una manzana de tie­rra. Y como ella, miles y miles de retornados. Los primeros guatemal­tecos, que en enero de 1993, llegaron a la selva de Ixcán, dejando los campamentos del sur de México, se encontra­ron aislados en medio de trochas intransitables, bajo unos gale­rones sin muros, techados de zinc y rodeados por el ejército. ACNUR y los demás organismos oficiales se desentienden de ellos porque ya regresaron a su país. Sólo las ONG y grupos interna­cionales solidarios continúan a su lado para compar­tir la dureza del retorno.

 

3. EL DERECHO DE ASILO

        Desde hace 3.500 años, la civilización occidental ha reco­nocido el derecho de asilo. El huído que llegaba a refugiarse a ciertas ciuda­des o al altar de las iglesias era intocable mien­tras per­maneciera allí. "Cuando fallan todas las demás proteccio­nes, el asilo en un país ex­tranjero es el último derecho huma­no" (9) .
        Hasta aquí, hemos seguido un poco y desde lejos la situa­ción de esos más de 40 millones de refugiados y desplazados in­ternos que hay en el mundo. Pero esos rostros morenos o negros o asiáticos que nos cruzamos cada día por las calles de nuestro pequeño mundo ¿quiénes son? ¿Refu­giados? ¿Emigrantes? De los 20 millones de refugiados, menos del 5% se encuen­tran en los países de Europa occidental. El 95% restante viven en países del Sur, es decir, en el propio Tercer Mundo donde se generan los refu­giados. Este 5% ¿cómo ha conseguido llegar a un país del Norte para hacer valer su derecho?
        La Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refu­gia­dos (1954) y el Protocolo posterior (1967) son el marco general que salvaguarda los derechos de los refugiados en diver­sos aspectos:
        
        - no discriminación (raza, religión o país de origen)
        - igualdad ante la ley
        - bienestar (vivienda, educación, trabajo, seguridad so­cial)
        - derechos de reunión y libre circulación
        - no ser devuelto a su país, en caso de expulsión, sino a un ter­cer país
        
        Pero desde 1967 hasta hoy, el rostro geopolítico del mundo ha cambia­do y los 117 países que firmaron ambos docu­mentos han adap­tado sus polí­ticas a las nuevas circunstancias. Los acontecimientos decisivos que más han influído en las nuevas polí­ticas hacia los refugiados son:
        - la caída del muro de Berlín, en l989, y la consi­guiente ava­lan­cha de ciudadanos del antiguo blo­que soviéti­co hacia la Ale­mania reunificada
        - el Acuerdo de Shengen (10.6.90) y la Convención com­ple­mentaria que establecen la armo­ni­zación y endureci­miento de las políticas migra­torias en Europa (condiciones de ac­ceso al territorio para los no-europeos: exigencias de visados; determinación del país responsable del examen de una demanda de asilo; crea­ción de un Sistema Informático (SIS) de "personas non gratas­")
        - la Convención de Dublín (15.6.90) que ratifica los a­cuer­dos de Shengen
        - el Tratado de Maastricht (7.2.93) que sella la Unión Eu­ropea (UE)

        El final de la Guerra fría y el aumento del armamentis­mo, traen nuevas situaciones a la tragedia, al tiempo que permanecen los problemas antiguos. Mrs. Sadako Ogata (ACNUR) lo denunciaba: "Después del hundimiento del mundo comunista, los occidentales no tienen ya inte­rés ideológico en acoger a los refugiados". Así lo reconoce también G. da Cunha, representante de ACNUR en España: "Europa occidental aplica rigurosamente y de manera cada vez más restrictiva la definición del refugiado que figura en el artícu­lo 1.A de la Convención de Ginebra (...) Así nos enfrentamos a una situación algo paradójica, según la cual el número de refu­giados aumenta globalmente en el mun­do, mientras disminuye el número de personas reconocidas como refugiados bajo la Conven­ción en el mundo occiden­tal". (10)
        La solución, según el mismo autor, no pasa por el aumento del control o de la represión arbitraria, sino por una voluntad polí­tica a nivel europeo: "El problema de los inmigrantes en general, y de los refu­giados en particular, no es tanto una cuestión de ga­rantías legales, sino sobre todo una cuestión de política guberna­mental que debe ser resuelta en un marco regional, si nos referimos a los países de la Unión Europea y del Norte de Europa. En este sentido, di­chos Estados deben ha­cer frente al problema de los desplazamien­tos de la población, mediante políticas migratorias definidas y leyes re­guladoras del derecho de Asilo, de acuerdo con la esencia del Estado de Derecho".

3.1. El derecho de asilo en la Unión Europea

        "Francia no puede acoger toda la miseria del mundo" (Mr. Pasqua, en una rueda de prensa). Francia iniciaba, en 1989, la reforma de su política de asilo destinada a salvaguardar el derecho para los refu­giados "verda­deros" y evitar así manipulaciones de procedi­miento. En realidad, todos los Estados europeos participan en la misma ca­rrera.
        En 1992, y por orden de importancia numérica, los solicitantes de asilo en países de la UE procedieron de: Europa (64,1%), Africa (18,6%), Asia (11,5%), Oriente medio (4,6%) y América (1,2%).

Peticiones de asilo en los países de la U.E.  (1994)

Austria*                No disponible                   Italia            1.755
Bélgica                   14.353                        Luxemburgo           165
Dinamarca                   6.654                       Holanda 52.576
Finlandia                      836                      Portugal             614
Francia                   26.044                        España          11.992
Alemania                127.210                 Suecia          18.640
Grecia                      1.277                       Reino Unido     32.830
Irlanda                        355

* En Austria,, 4.474 personas solicitaron asilo en 1993.
Fuente:ECRE, mayo 1995,


        Es evidente el aumento de demandantes de asilo que se ha producido en Europa a partir de 1990. En el período 1991 y 1992 se registró un aumento muy significativo en Alemania (de 256 a 438 mil demandas) y disminuciones importantes en Francia (de 46,5 a 28,9 mil), Italia (de 26,5 a 2,6 mil) y el Reino Unido (de 44,7 a 24,6 mil).
(11) Aunque al­gu­nos flujos sean co­yunturales (de la ex-Yugos­lavia o de Albania, prin­ci­palmente), la tendencia es clara­mente alcista. En con­secuencia, las nuevas disposi­ciones o revi­siones del derecho de asilo apuntan a un doble objetivo:
        
        - disuadir por medio de procedimientos expeditivos, por la sup­re­sión de beneficios sociales, por una interpre­tación restricti­va o eli­tista de la Convención de Ginebra y por la expulsión de los rechazados
        - impedir el acceso al territorio por medio de la política de visa­dos, las sanciones contra las compañías de transpor­te aéreo, marítimo o terrestre, la selección en la propia frontera o el reenvío al país de primera acogida
        
        Las adaptaciones que la mayoría de países comunitarios están haciendo en su legislación sobre el derecho de asilo giran alre­dedor de:
        
        - condiciones de entrada y circulación de extranjeros (acuerdos de Schengen sobre visados)
        - creación de una "zona internacional" en puertos y aeropuertos, verdadero filtro de selección
        - razones "bien fundadas"
        - procedimiento de urgencia (48 ó 72 horas)
        - control judicial
        - repatriación voluntaria
        - concepto de "tercer país seguro"
        No se puede medir bien el alcance de todo este andamiaje jurídi­co sin percibir el trasfondo que intenta proteger: una opinión pú­blica cada día más adversa a la aceptación de extranje­ros en su seno, con un discurso civilizadamente correcto ("no podemos cargar con toda la miseria del mundo", "el derecho de asilo se ha desvirtuado", "falsos refugiados", "por aquí cuela todo"...). Sin embargo el impacto de estas medidas restrictivas sobre el número de solicitantes ya se dejó sentir en 1993, año en que no sólo disminuye el número total de soli­citu­des, sino que sólo en tres países se dan aumentos significativos (Bél­gica y Holanda, y fuera de la UE, en Noruega) para mantenerse o dismi­nuir signi­ficativa­mente en los restantes países de la UE.
        Aunque no podemos hablar propiamente de un olvido de la Conven­ción de Ginebra, es fácil constatar que su aplicación se hace cada vez más marginal o, de hecho, resulta imposible. Una muestra es el descenso drástico de la concesión del estatuto de refugiado cuyo promedio osci­la hoy, en Europa, entre el 5% y el 10% de los demandantes.
(12) Diversos factores explican esta nueva situación:
        1. El hundimiento del imperio soviético y el fin de la gue­rra fría, como ya señalamos antes. Con estas nuevas co­orde­nadas, la Convención de Ginebra (1951) pertenece a un pe­ríodo histórico de confrontación Este-Oeste superado y, por consiguiente, ha caído en desuso su función de amparar a las vícti­mas del comu­nismo.
        2. La distancia cada vez menor entre las nociones de "re­fu­giado" y "emigrante". La diversificación actual de las cau­sas del exi­lio y del origen geográfico de los exi­liados hace irrelevante el etiquetar como "refugiado" o "emigran­te" a personas que huyen de situaciones de desorden o de violencia generalizada (políti­ca, económica o social). Ade­más, al cerrarse los países del norte a la inmigración, muchos emigrantes utilizan los procedi­mientos de asilo como único medio para regu­larizar su situación.
        3. El aumento alarmante del racismo y los sentimientos de xe­nofo­bia. Esta obsesión por la seguridad del estado endu­rece las polí­ticas de control y está subyacente en la ac­tual harmoniza­ción de las políticas europeas en materia de asilo que llevan a cabo los Ministros del Interior de los Estados asociados (gru­po de Schen­gen, grupo Ad Hoc im­migra­tion)
        Las verdaderas soluciones deben ser claramente alternati­vas, fundadas en razones humanitarias más que en distinciones legales, con el obje­tivo de avanzar hacia una respetuosa integra­ción so­cial o preparar un retorno y/o repatriación voluntarias cuando hayan cesado las cau­sas del exilio. Por eso, hoy se van abriendo camino dos nuevos con­ceptos: el de asilo humanita­rio que va de la mano con el de protec­ción tempo­ral.

3.2. EL derecho de asilo en España

        La Ley Reguladora del Derecho de Asilo y Condición de Refugiado fue promulgada el 26/3/84, pero sólo desde 1988 se nota un mayor movimiento. En este año, y según datos del Ministerio del Interior, los solicitantes de asilo fueron 4.504, para aumentar a 8.647 en 1990, 11.708 en 1992 y 11.942 en 1994. España -con el 5% de concesión del Estatuto de Refugiado- se sitúa muy por debajo del promedio de la UE -alrededor del 10%- y con el agravante de que la ley española no contempla ni el asilo por razones humanitarias, ni el recurso judicial suspensivo.
        De acuerdo con la política de la UE de armonizar a la baja las leyes sobre refugiados, el Congreso ha aprobado una nueva ley más restrictiva en diversos conceptos, especialmente en lo que afecta a los trámites de la petición.
        El principal problema que debe enfrentar hoy una persona demandante de asilo en nuestro país es presentar pruebas (motivos por los cuales tuvo que abandonar su país y no puede volver). La minoría de solicitantes a quienes se concede asilo, viven situaciones de extrema carencia los primeros meses de su llegada pues se han reducido las prestaciones económicas de seis a tres meses y, en sustitución, son enviados a centros de acogida temporales hasta que van consiguiendo las condiciones mínimas de vivienda y trabajo.

 

ANEXO 1
LAS MINAS ANTIPERSONALES: UNA GUERRA QUE NO TIENE FIN

        "La semilla del diablo": Así anunciaba el semanario Time en su porta­da del n. 50 (13.12.93), un reportaje sobre las minas anti-per­sona­les, la secuela más horrenda de las guerras que asolan los países del Sur. Para completar esta introducción al problema de los refugiados el tema es de gran impor­tancia si tomamos en consideración que, tanto entre las pobla­ciones desplazadas como entre retornados y refugiados, las consecuen­cias del minado son trágicas.
        Desde que en 1992 fue lanzada la Campaña interna­cional para la prohi­bición de las minas (International Campaign to Ban Lan­dmi­nes), doce­nas de organizaciones no gubernamental de todo el mundo la han secun­da­do.( )La necesidad de dicha prohibición queda de mani­fies­to por los datos que faci­litamos a continuación.

Datos sobre un negocio infame (13)

Producción mundial
        - se fabrican cada año entre 15 y 50 millones de minas.
        - se calcula que hay un stock almacenado de unos 100 millones.
        - los principales países productores son, por orden de importan­cia: China, Italia (la empresa Fiat es uno de los primeros fabri­cantes mundiales), la ex-URSS y los EE.UU. Otros pro­ductores importantes son: Francia, Reino Unido, Alemania, Austria, Suecia, Suiza y la ex-Yugos­lavia. Algunos países del Tercer Mundo también juegan un impor­tante papel: Suráfri­ca, India, Chile, Pakistán, Corea del Norte y Vietnam.
        - las más modernas son de plástico, con detonador químico, indetectables y se pueden lanzar desde un helicóptero o me­dian­te un cañón de artillería.
        - el coste de la mayoría de las minas oscila entre los 10 y los 20 dólares por unidad, pero algunas tiene un precio inferior a los tres dólares (no en balde ha sido llamada "el arma de los pobres").
        - su tamaño y forma es parecido al de una lata de conservas o de bebi­da. Las tristemente célebres "mina mariposas" son más pe­que­ñas y fue­ron utili­za­das masivamente por el ejército soviético en Afganis­tán; por su as­pecto, con alitas coloreadas, los niños se sienten atraídos al creer que son jugue­tes.

Minas sembradas
        -Unos 100 millones en 62 países. Los países más castigados son: Afganistán (10 millones), Cambo­ya (10 millones), Angola (10 millones), Irak (territorio kurdo, 5-10 millones). Permanecen activas de 25 a 50 años.

El negocio de las minas
        - El negocio no es la venta de las minas, sino, por una parte, la adquisición de los modernos siste­mas de colo­cación de las minas (siembra-minas aéreos y terres­tres) y, por otra, las millona­rias concesiones que las empresas obtienen de la ONU para el des­minado de los campos ya que, además de las minas, fabrican tam­bién las so­fis­ticadas máquinas y componentes para desmi­nar. Se estima que el coste de desminado, por uni­dad, es de 300 a 1000 dóla­res.
        - En ocasiones la misma empresa productora de minas, mediante filiales diferentes, vende los sistemas de colocación y el mate­rial necesario para el desminado, cerrándose así un auténtico ciclo de la igno­minia.
        - Para desminar una superficie equivalente a un campo de fútbol se tarda tres meses, y casi siempre hay algún accidente de muerte o heri­do (según una estimación, una víctima por cada cinco mil minas desac­tivadas).
        - La investigación sobre este tipo de armas continua. En el Reino Unido, por ejemplo, existe un programa para el desarrollo de minas ultrasofisticadas, conocido por las siglas MINX ("Mi­nes Into the Next Century").

Consecuencias humanas y económicas
        - Las víctimas anuales: 800 muertes men­suales y un gran número de heridos. Son civiles, no milita­res, y espe­cialmente mujeres y niños, mutilados de por vida o muertos al volver a sus quehaceres cotidianos: buscar agua, labrar sus cam­pos, ir a la escue­la, jugar, ...
        - 35.000 refugiados afganos no pudieron abastecerse de agua por haber sido minado el recorrido de canalización.
        - En Camboya, hay un promedio de 300 heridos/mes por explosión de minas, sin contar los que no llegan al centro de salud y mueren por el camino.
        - En todos los países minados aumenta el número de discapacitados y mutilados, jóvenes en su mayoría, con el consiguiente gasto de aten­ción hospitalaria, prótesis, rehabilitación y programas de inte­gra­ción laboral y social.
        - La inseguridad y el terror incide en la psicología de la gente ya muy golpeada por los años pasados de guerra o de permanencia en los campamentos.
        - Los campos minados impiden las labores agrícolas y retrasan o comprometen el desa­rrollo de la economía en estos paí­ses que han que­dado arruinados después de largas guerras.

La fabricación y comercio de minas en España

        Gran parte de la fabricación de minas y submuniciones en España corre a cargo de EXPAL (Explosivos Alaveses S.A.), empresa vinculada a Unión Española de explosivos del grupo ERCROS y por tanto a la multinacional kuwaití KIO (tras la crisis de KIO en España, EXPAL está sondeando otras multinacionales). Como sucede con las restantes industrias armamentísticas, el acceso a la información sobre producción, venta y destino final de la misma es prácticamente imposible. Diversas fuentes informan de la utilización de minas españolas en el conflicto entre el frente Saharaui y el ejército de Marruecos, así como en la guerra Irán/Irak. El gobierno español debe hacer suyos los objetivos de la Campaña internacional y defenderlos en la revisión de la Convención de N.U. (Tomado de Greenpace: EXPAL: La fabricación y el comercio de minas en España, 1994)


Conclusión: hacia la completa prohibición de las minas

        En 1980, las N.U. aprobaron la Convención internacional para la prohibición o la limitación de ciertas armas clásicas (minas, trampas explosivas y otros sistemas), que en 1994 había sido ratificada por sólo 41 países -entre ellos se encuentra España- y algunos de los signatarios ya la han inclumplido. Dicha Convención, entre otras restricciones sobre armamento, en su Protocolo II prohibía el uso de minas contra la población civil.
        Sin embargo, este documento no contempla ni la producción ni la venta de minas, dejando así mismo de lado su utilización en conflictos internos (no internacionales). Francia y los EE.UU. han aplicado una moratoria provisional sobre la exportación de minas desde sus países.
        A petición de varios gobiernos, la revisión del texto de la Convención debe aprobarse en septiembre 1995. Por este motivo, está en marcha la Campaña mundial de apoyo a la prohibición total de minas en el mundo. Según declara uno de los portavoces
(14) : "El Protocolo sobre minas de tierra es un completo fracaso y ha sido rutinariamente ignorado por casi todos los que utilizan minas. No es posible fortale­cerlo. Debe ser reemplazado por una prohibición".
        La Campaña debe conseguir que la Convención contemple la completa prohibición de la producción, la venta y el uso de todo tipo de minas.

 

ANEXO 2
TESTIMONIOS DE CAMPOS DE REFUGIADOS

LA HISTORIA DE CHREUK

        Soy Chreuk, un camboyano de 35 años, con las dos piernas amputadas. Fuí soldado en la provincia de Battambarg. Un día, durante un enfrentamiento militar, caminaba con cautela por un bosque hacia nuestro objetivo. Por desgracia, no me di cuenta de la mina sembrada cuidadosamente sobre el suelo. Ya la había pisado cuando de repente mis dos piernas volaron antes de que pudiera retroceder. Sólo me quedan los dos muñones. No puedo moverme sin una silla de ruedas.
        Provengo de una familia de siete hermanos. A mi padre lo mataron durante el régimen de Pol Pot. Durante aquella época, trabajé en los campos comunales de Mongul Boreiy. Más tarde me convertí en soldado, hasta que perdí las dos piernas. Me recuperé y estudié en la escuela técnica COERR del Campamento de Refugiados Site 2, en la frontera con Tailandia.
        Estoy casado. En el año 1992 conocí a mi mujer en el campamento, justo antes de ser repatriados hacia Camboya. Ahora tenemos un precioso bebé de dos meses. Trabajo en el taller de Producción de Sillas de Ruedas Bantey Prieb, dirigido bajo los auspicios del Servicio Jesuíta para los Refugiados de Camboya. Doblo las barras de hierro que harán de frenos en las sillas que construimos. Hacer este trabajo destinado a compañeros camboyanos minusválidos me hace feliz. Si ellos tuvieran una silla de ruedas, también podrían ir a todas partes y serían felices.
        Por otra parte, ya no puedo soportar ver cada día más gente perdiendo la vida o algún miembro. Es por eso que le quiero decir al mundo: basta de fabricar minas, basta de sembrarlas. Por favor, ayudadnos a sacar las minas de nuestros campos. La vida de los minusválidos es muy difícil. Mientras haya minas, habrá quien pierda las piernas como yo... si es que no acaban muriendo.


LA
VISIÓN DE UN COOPERANTE EN ÁFRICA

        Apreciados amigos: Muchas gracias por vuestras noticias. Ciertamente  alegra recibir noticias de los compañeros, sobretodo cuando uno se encuentra un poco lejos. Debo confesaros que estos inicios han sido difíciles.
        Lo que puedo asegurar es que en medio de esta noche oscura he experimentado la fuerza de la oración y de la eucaristía. Ambas han dado sentido a los momentos oscuros por los que he ido pasando.
        Hace 10 días que dejé de trabajar en el campo XX. Ha sido una decisión difícil para mi, puesto que me encontraba bien con aquellos refugiados y empezaba a tener amistades. Me di cuenta de que si no podía funcionar con un mínimo de libertad y de claridad en las relaciones con el equipo directivo no podía trabajar a gusto, cosa que acabarían pagando los refugiados. He querido huir de toda clase de protagonismos personales o institucionales, dejándome llevar por el único objetivo que me ha traído hasta aquí: el servicio a los refugiados, intentando andar junto a ellos, acompañándoles en estos difíciles momentos de exilio.
        También me duele especialmente tener que deciros que he quedado algo decepcionado por el papel que hacen algunas ONGs, su estilo de trabajar, su manera de estar. De la experiencia vivida hasta la fecha pienso que lo que más cuenta son las personas concretas y no las ONGs. ¡Pensad que en los primeros meses de la tragedia se movían por la zona más de 120 ONGs diferentes! Cada una plantando su bandera. Realmente se han gastado muchos millones en infraestructuras innecesarias. Millones quitados a los refugiados.
        Pero prefiero olvidar el tema y volver a hablaros del campo que ahora dejo y de sus personas. Aunque me marche no podré borrar de mi corazón nombres y rostros concretos: Jean Claude, un joven minusválido de 20 años que vive con su hermano pequeño de 10. El resto de su familia está en Ruanda, aunque él me decía que estaba seguro de que el FPR ya habría matado a sus hermanos. Pensad que en el interior de Ruanda desaparecen muchos hutus, una gran mayoría en las cárceles. Los tutsis son más discretos que los hutus y matan sin hacer ruido, para que la opinión internacional no se entere de lo que está pasando y continue su ayuda. Tampoco quiero olvidar a Jean Baptiste, un joven de 19 años que ha quedado solo, sin noticias de su familia. Me decía un día que quería huir andando de África hasta Europa. Me comentaba que África no tenía futuro. ¡África, el continente más joven! Destrás de sus palabras se escondía la desesperación de un joven, siempre con la mirada triste. Desánimo que también se reflejaba en Janvier, otro de los jóvenes del campo. Tampoco puedo olvidarme de Laurent, agrónomo, que trabajaba en la mini-biblioteca del campo. Este aún tenía suerte, me decía, por haber podido reunir a toda su familia. Rose es una de las personas que más me ha impresionado por su coraje. Tiene cuatro hijos pequeños y el 28 de diciembre murió su cuñada dejando otros cuatro pequeños. Ella los ha adoptado, y ahora está sola con ocho hijos, y sin noticias de su marido que parece estar en Ruanda. Ella tiene difícil la entrada en el país puesto que trabajaba en la Presidencia del Gobierno de Habyarimana. Rose es una mujer que nunca me ha negado la sonrisa. ¡Cuánto he aprendido de esta mujer! Y de tantas otras como ella.
        La vida en los "sheetings" es muy dura. Bajo estos plásticos que sirven de vivienda, durante el día el calor se hace asfixiante, y por la noche se siente mucho el frío. Por este motivo muchos niños padecen problemas respiratorios y llevan la cara llena de mocos. El otro día estuve 10 minutos bajo un "sheeting" a la una de la tarde, y al salir estaba empapado de sudor. Otro problema grave es la falta de alimentos en los campos. Un problema de cantidad y cualidad que afecta de manera especial a la población infantil y a los ancianos. Ciertamente es inhumano vivir en estas condiciones, y lo más grave es que habrá refugiados durante años.
        En el transcurso de este tiempo me he podido dar cuenta de que lo más apreciado por los jóvenes es la amistad, la confianza, la comprensión. Tode ello les da esperanza para luchar contra todas las dificultades que deben afrontar día tras día. En la relación personal es donde podemos hacer un mejor servicio.
        Estos inicios difíciles me muestran cómo es el Señor quien me da fuerzas para seguir haciendo camino.
        José, a pesar de estos difíciles inicios, te aconsejo firmemente que vengas a África. Ciertamente y a pesar de los momentos difíciles que he vivido, de oscuridad, de no ver luz por ningún lado, si tuviera que volver a empezar repetiría todo lo vivido hasta ahora. Creo que es una gracia de Dios pasar una parte de nuestra juventud en este continente. Aquí la vida, la muerte, el tiempo, las relaciones... tienen unos valores completamente diferentes a los nuestros. Para que no pases las dificultades con que yo me he encontrado, sí que te aconsejo que vayas al Chad con un proyecto definido, con una "composición de lugar" de lo que harás tan clara como te sea posible. Después ya tendrás que improvisar y adaptarte sobre la marcha, pero pienso que es muy importante disponer de un norte. También me parece importante tener claros los motivos de la venida a África. Pienso que te puede ser de gran ayuda en los inicios. Me parece muy importante lo que dice el artículo 15 de la Constitución Zaireña: "Debrouillez-vous", opino que sierve para toda África.
        P.D.: Por estas tierras nos falta material y ropa de deporte. Es de gran importancia que los jóvenes hagan deporte, puesto que pasan todo el día encerrados en el "sheeting". Si podéis hacer alguna campaña por las escuelas o conocéis algún empresario del sector que disponga de restos de serie o quiera colaborar en la ayuda a los refugiados, será siempre bienvenida. Especialmente nos hacen falta camisetas, pantalones, balones de futbol, baloncesto,... ¡Gracias!

 

RELATO DE UNA NIÑA CAMBOYANA

        Hola, me llamo Nai. Tengo trece años y estudio tercero de EGB en la escuela del campo de refugiados "Site 8". Somos una familia numerosa, aunque muchos de mis hermanos han muerto o desaparecido. Yo soy la penúltima y detrás tengo otra hermana. Algunos de mis hermanos mayores ya están casados y con hijos. Todos vivimos en la misma zona del campo y a mí muchas veces me toca cuidar a mis queridos sobrinitos.
        Mi familia huyó de Camboya a Thailandia cuando yo tenía tres años. Primero estuvimos en un campo de refugiados que se llamaba "Sakeo" y luego nos trasladaron a otro que se llama "Khao-i-Dang".
        Un día, gente recién llegada al campo desde Camboya, le contaron a mi padre que habían visto a algunos de mis hermanos mayores y a mis abuelos con vida en nuestro país; mi padre se asombró mucho, porque creía que estaban muertos. Entonces mi padre decidió que volveríamos a Camboya para buscarlos y reunirnos con ellos, pues ya hacía muchos años que no los veíamos. Pero en nuestro camino de vuelta a Camboya, en los bosques de la frontera, nos encontramos con guerrilleros de Khmer Rojo, que nos hicieron prisioneros, (los guerrilleros del Khmer Rojo son peligrosos, tan peligrosos como su jefe, que se llama Pol Pot. Cuando se hicieron con el poder en Camboya, establecieron un régimen comunista pro-chino, que se dedicó a masacrar a miles de camboyanos, solamente porque no pensaban como ellos. Eso pasó el año 1975, y fue horrible. Todas las personas tenían miedo y los que podían huían aterrorizados. Eso es lo que hicieron mis padres, aunque yo no me acuerdo). Cuando nos cogieron prisioneros los del Khmer Rojo, estaban en guerra con Vietnam; pero somos nosotros los que sufrimos los bombardeos de las tropas vietnamitas. Nos fueron cambiando por diversos campos, hasta que llegamos a este campo de refugiados "Site 8", donde estamos desde hace más de dos años.
        "Site 8" es un lugar en Thailandia a dos kilómetros de la frontera con Camboya. Todas las casitas del campo son cabañas de bambú y paja y en muchas de ellas viven dos o más familias. Los alimentos los recibimos gratis de la ONU: arroz y pescado enlatado fundamentalmente. También nos dan mantas y mosquiteros. Algunas personas plantan maíz o papaya y eso ayuda a variar un poco la comida, porque comer siempre lo mismo se hace muy aburrido.
        Tenemos un pequeño hospital donde trabajan muchos médicos extranjeros. Siempre está lleno de gente. Pero, cuando los vietnamitas bombardean el campo, a los heridos hay que sacarlos de aquí.
        Cuando lo paso peor es durante los ataques de los vietnamitas, que son los que mandan ahora en Camboya y están en guerra con Thailandia, porque todo retumba y parece que el mundo se va a terminar. Nos metemos en los agujeros que todas las casas tienen a la puerta, cavados en la tierra para protegernos, y hasta que los ruidos no se terminan no podemos levantar la mirada y salir a ver los destrozos. Nadie se acostumbra a los bombardeos, siempre se produce una gran confusión, porque hay muchos heridos y muertos. Al día siguiente de la batalla tenemos funerales en la pagoda del campo para incinerar a las personas fallecidas y rezar por ellas.
        Mi padre es "achha" (maestro) en la pagoda del campo. Un hermano mío es monje desde el año pasado. Mi madre tiene una pequeña tienda en el mercado. Otro hermano mío trabaja en el centro de rehabilitación con unos extranjeros haciendo piernas ortopédicas para los mutilados. De mis otros hermanos y de mis abuelos no sabemos nada.
        Todas las mañanas voy cuatro horas a la escuela. No podemos estar más tiempo, porque no hay profesores suficientes en el campo y somos muchos niños. Sólo en mi clase somos más de sesenta, hay muchísimos niños que no han ido nunca a la escuela. Yo ya sé leer y escribir, aunque quiero mejorar, porque tengo muchas faltas de ortografía.
        Después de almorzar un poco de arroz hervido, salgo otra vez con mis compañeros y compañeras de clase a vender objetos de artesanía, hechos por gente del campo, a los extranjeros que vienen a trabajar y a ayudarnos o a los que vienen a visitar "Site 8" y tienen mucho dinero.
        Hace unos días un extranjero me preguntó de dónde era mi familia y en qué pueblo había nacido. Le tuve que contestar que no lo sabía. Esa misma noche le pregunté a mi madre y me dijo de qué pueblo procedíamos y me contó muchas historias de mi familia y de lo bonito que es nuestro país. Me gustaría volver a vivir allí; pero primero tiene que haber paz. ¿Será posible vivir en paz en Camboya algún día?

 

TESTIMONIO DE UN COOPERANTE EN CAMBOYA

        A finales de enero de 1991 me incorporé al Servicio Jesuita a los Refugiados (SJR) en Camboya. Tres meses antes se había firmado el acuerdo de paz que permitía poner fín a más de 20 años de guerra. Uno de los objetivos del acuerdo era la repatriación de los casi 400.000 camboyanos que en los anteriores 12 años habían conseguido escapar a Tailandia y ocupaban los ocho campos de refugiados establecidos en su frontera.
        Durante la escala obligada en Tailandia tuve la oportunidad de visitar tres de aquellos campos. Fue mi "aterrizaje" en Asia. (...) A la mañana siguiente temprano, me trasladé con mi compañero Felipe a "Site Two", el mayor de los campos, con una población de 190.000 habitantes. Al llegar, las alambradas que lo rodeaban y los sucesivos controles policiales transformaron la emoción acumulada el día anterior en un silencio cada vez más denso. Me azotó la sensación de que el mundo real se había quedado fuera y que me encontraba en una situación humana llevada al límite de la supervivencia. Tenía ante mí a miles de personas apiñadas en pequeñas casas de bambú, prácticamente sin nada, y sin poder salir de aquel recinto cuadrado de 4 kilómetros de lado. Más de la mitad eran niños menores de 12 años, que no habían conocido otra realidad y que sólo conocían de su país lo que les habían contado sus mayores.
        Con Felipe visité muchas familias y él me iba introduciendo en la historia de cada una de ellas. Muy pronto aquel silencio se fue llenando de vida. Lo primero que te da el camboyano es la sonrisa más amplia que uno se pueda imaginar y una acogida de corazón que traspasa las barreras del idioma. En cada casa que visitamos me sentía recibido como el amigo que llega. A menudo me daban las gracias por algo que yo aún no podía entender pero que se me quedaba grabado. Felipe me traducía: "te dan las gracias porque vas a trabajar a Camboya. Tu trabajo les ayudará a volver a su país".
        Uno de los encuentros me impresionó especialmente. Jugábamos con unos niños. Uno de ellos intentaba enseñarme a contar del 1 al 5, organizando un gran alboroto con sus risas ante mi torpeza al pronunciar lo que para mí eran sonidos totalmente nuevos. Se acercó su madre para decirme que su hijo estaba contento conmigo y que me lo regalaba para que me lo llevase. Tras varios titubeos por mi duda sobre el humor de la anécdota, le dije que su hija de 2 años era más guapa y por lo tanto me llevaría a la niña. Ella no aceptaba el cambio y tras un tira y afloja le pregunté el por qué de su insistencia en quedarme con su hijo pero no con la niña. Su respuesta disipó toda duda sobre la seriedad de la conversación: "Mi hija estará bien aquí conmigo, sin embargo cuando mi hijo tenga 12 ó 13 años, un día desaparecerá porque se lo llevarán para que sea soldado y probablemente nunca más lo volveré a ver. Tal vez con suerte me lo devolverán sin un brazo o una pierna. Mi corazón no puede vivir con esta angustia. Seré mucho más feliz si tú te lo llevas porque sabré que mi hijo tendrá una educación y podrá vivir lejos de la guerra".
        Un día pude visitar el hospital, si es que a aquel amasijo de personas yaciendo en camastros se le puede llamar así. Uno de los pacientes era un niño de 12 años que hacía tres meses había tenido noticias sobre el paradero de su padre en Camboya y se escapó del campo para encontrarse con él. En el camino pisó una mina y en la explosión perdió las dos piernas por encima de la rodilla. Nunca se me olvidará su sonrisa y su expresión de dulzura cuando me pidió que compartiese con él su comida: un plato de arroz y un trozo de pescado. Estando allí llegó la ambulancia con tres heridos de unos 20 años. Tenían sus piernas destrozadas por haber pisado unas minas. Nos dijo una de las enfermeras que en las últimas tres semanas habían llegado 25 casos en las mismas condiciones. En los campos había unos 4.000 amputados, y se decía que en Camboya pasaban de los 30.000, la mayoría de ellos ex-soldados. Aquello no era más que una parte de una realidad muy compleja.
        Aparentemente, la monotonía era la nota dominante de los campos. Un día igual a otro día. El abastecimiento diario de la ración de agua y la distribución semanal del arroz y las latas de pescado, fijaban el calendario. Las calles estaban concurridas de gente moviéndose silenciosamente, andando hacia ninguna parte. Pero era una monotonía rota a menudo por un incendio o una inundación que arrasaba a su paso cientos de casas; rota por la violencia que su misma situación generaba: robos, peleas, venganzas y muertes.
        Vivir en un campo de refugiados significa únicamente intentar sobrevivir. La palabra futuro tiene un contenido que no alcanza más allá de unas horas, o a lo sumo unos días. No puedo olvidar el relato de un estudiante birmano que, perseguido a muerte, estuvo semanas perdido en la selva intentando llegar al campo. Cuando al final le pregunté sobre sus planes sobre el futuro, me contestó: "Yo no puedo pensar en lo que haré en el futuro porque yo no tengo un mañana. Lo único que me preocupa es si cenaré esta noche".
        La mañana del domingo asistí a la Eucaristía que celebraba una comunidad de católicos. Le dije al celebrante que había sido ordenado diácono hacía un mes y me invitó a acompañarle y a leer el evangelio. Ese día tocaba el relato de Lucas en el que Jesús lee en la sinagoga el libro de Isaías: "El Espíritu del Señor me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos..." Leído entre aquella gente, adquirió una nueva dimensión y fue tal la emoción que se apoderó de mí que no pude contener las lágrimas. Al darles la paz y la comunión sentí a Dios amando a cada uno de ellos con especial ternura.
        Dejé los campos llevando dentro de mí esas caras sonrientes, esas historias y situaciones que gritaban en silencio el horror de la guerra y el derecho a la vida. Esta vez, el viaje de vuelta fue muy diferente al de ida. Había sido testigo de las consecuencias a que puede llevar la falta de amor entre los hombres. El silencio de la llegada se había llenado de unas vidas que transformaron mi corazón en una actitud contemplativa que no se separó de mí en los dos años siguientes en Camboya. Me había encontrado con un nuevo rostro de Jesús, clavado en la cruz de bambú de los campos de refugiados.


NOTAS

 1. Según estimaciones de NN.UU., en el año 2000 aproximada­mente un 50 % de la población mundial residirá en ciudades. En los países occidentales y en gran parte de Latinoamérica el porcenta­je actual supera el 70 %. En 1960, siete de las diez ciudades más pobladas estaban en los países desarro­llados; en el 2000, ocho de las diez estarán en países del Sur.
 2. Nader: The international migration process as a dynamic system, pp. 149-150, en Actas del Congreso Internacional sobre la Pobla­ción, New Delhi, del 20 al 27 de Sep.1989.
 3. FNUAP: Estado de la Población Mundial 1993. Sin embargo, el PNUD, en su "Informe especial sobre los desarraigados", Opcio­nes, 8/92, calcula la pobla­ción migratoria en 75 millones.
 4. Así lo destaca también con valentía Sadako Ogata, en el dis­curso antes mencionado: "Los conflictos internos, ya sea en Bos­nia-Herzegovi­na, Asia Central, Cáucaso, Somalia u otras partes de Africa, traen consigo imágenes coti­dianas de criminali­dad e inhumanidad. Los civiles se ven privados del acceso a comi­da, agua y asistencia médica. Los niños se convierten en el blan­co deliberado de los francotiradores. Actos horrorosos de viola­cio­nes, asesinatos y expulsiones masivas de minorías -la muy censu­rable práctica de la "limpieza étnica"- conti­núan. Hemos superado el límite de lo tolerable en la guerra moderna y, en espe­cial, en lo que respecta a la población civil".
 5. Los Refugiados, un desafío a la Solidaridad, nº 4. Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
 6. Refugee voices from Indochina, Refugee Participation Net­work, Ox­ford, 1990.
 7. Este deterioro alcanza, en algunos casos, todos los niveles y con­vierte el lugar en un campo-prisión, en manos de bandas de mafiosos y crimina­les. Tal es el caso de "Whitehead Vietnammese Detention Centre", en Hong Kong: "Es un lugar horrible -explica un líder budista- donde se prescinde de las mínimas normas de justicia.El campamento está controlado por gansters y mafio­sos. La corrupción es total. Hay confidentes pagados, espías, ladro­nes, vio­lencia (...) Para cualquier cosa que necesiten, los in­ternos tienen que recu­rrir a las organi­zaciones del hampa".
8. Como consecuencia de esta explosión del reactor n. 4 de la Central nuclear de Chernobil (Ucrania) en abril de 1986, que contaminó una zona de 131.000 Km2 (equivalente a la cuarta parte del territorio español) en Ucrania, Bielorrusia y la región rusa de Bryansk, habitada por unos cuatro millones de habitantes, 160.000 personas han sido reasentadas. Esta es una cifra insignificante si consideramos que el desplazamiento sólo afectó a los asentamientos más contaminados (como la ciudad de Pripyat abandonada por sus 45.000 habitantes). Sin embargo sólo en la región rusa de Bryansk se calcula que unos 2,6 millones de personas viven en 7.608 poblaciones contaminadas.
 9. Atle Grahl-Madsen. Territorial Asylum (1980), vii. cit. en U.S. Commit­tee for refugies: World Refugee Survey, 1993, p.5.
10. "El Derecho de Asilo. Un problema de política guber­namental", EL PAIS, 4.3.94.
11. ECRE (European Consulta­tion on Refugees and Exiles): datos de la Asam­blea General bianual.
12. La política restrictiva del derecho de asilo se muestra efi­caz. En Francia, por ejemplo, va descendiendo el número de deman­dantes, desde 1989: 61 mil en el 89, 54 mil en el 90, 46,5 mil en el 91, 28,9 mil en el 92 y 27,6 mil en 1993; así como la tasa de concesión del estatuto de refugiado: de casi el 80 % en 1981, a apenas el 30 % en 1992. Sólo Dinamarca destaca del resto de países europeos con un 50 % de concesiones. En tercer lugar, estaría Holan­da con un 14 %, más un 22% "de facto" y Suecia, con un 5 %, más una 49 % por razones humanita­rias y un 19 % por espe­cial necesidad. España va a la cola, con apenas un 5 % de conce­sión del estatuto de refugiado.
13. Datos extraídos de diversos documentos, entre los que desta­camos: Claire Brisset, "Meurtrière ingéniosité", Le Monde Diplo­matique, mars 1994; Claire Brisset, "Les enfants victimes des mines", La Lettre, No 41, mai 1994; Guardian Weekly, 22/5/94; International Campaign to Ban Landmines, Press release, 11/5/94.
14. Rae McGrath, Mines Advisory Group (EE.UU.)

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