PRIMERA MUERTE (y homicidio de Helène)

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 9-1980 Guitton pasa nuevamente por Roma y se encuentra con Juan Pablo II: "Recibiré", me dijo, "con placer a su amigo Althusser. Lo conozco muy bien, he leído con atención sus libros: se trata de un marxista, pero de tipo ultralógico. Dígale que lo recibiré, cuando desee, con mucho gusto". Poco tiempo antes de esto, Althusser se encontró en el Vaticano en el cardenal francés Gabriel Marie Garrone, buen amigo del Papa. El coloquio duró cuatro horas y tras el encuentro, el cardenal envió un informe de 12 folios al Papa en el que se afirmaba que Althusser es "un marxista de enorme lucidez, de brillante inteligencia e intuición", y que deseaba encontrarse con él "para exponerle sus sentimientos sobre el futuro de la humanidad". Y acababa diciendo: "Santidad, le ruego que reciba a Althusser" (...).

 

Guitton: Hacer que se encontrara con el Papa hubiese sido una acción muy a favor de la izquierda en las elecciones que se avecinaban. Decidí hacer retrasar aquel encuentro histórico. Y así, cuando encontré a Althusser le dije que no era aún el momento para dicho encuentro con el Papa". Pero justamente un mes después tuvo lugar el drama: Althusser estranguló a su esposa. (48)

 

10-1980 Guitton: En 1980 me invitó a comer en sus habitaciones de la ENS. Tenía la sensación de que la humanidad iba a entrar en una crisis sin precedentes. Vi a Hélène sola y me contó su vida de obrera pobre. Me dijo que los católicos igual que los comunistas, seguían siendo "burgueses", que no llegaban jamás al don total de sí mismos. Hélène y Louis se habían unido para consagrarse al Absoluto, abandonando toda ambición de carrera, todo honor humano. Habían entrado en estrecha relación con los Hermanitos del Padre Foucault (sic), que tenían una casa junto a la ENS.

 

Uno de nuestros últimos encuentros fue dramático. Vino a mi casa con Hélène para decirme que los dos tenían la impresión de que la humanidad iba a entrar en una fase definitiva, que no veían más que un solo lugar donde tal crisis podría tener su desenlace: este lugar era Moscú; pero mas allá de Moscú era Roma. Dicho de otra forma, veían la salvación del mundo en un coloquio entre Roma y Moscú. Y Althusser me pedía que fuera a ver a Juan Pablo II para decirle: "Sea usted ese hombre que franquea las últimas barreras, porque el único que tiene en este momento autoridad moral sobre la humanidad es usted".

 

Althusser fue a Roma, donde tuvo una entrevista de varias horas con el cardenal Garrone, ante el cual le había yo recomendado. El cardenal pasó un informe a Juan Pablo II para pedir al Papa que recibiera a Althusser. Yo mismo vi al Santo Padre, quien me dijo: "Conozco a su amigo, es por encima de todo un lógico que va hasta el final de su pensamiento. Lo recibiré con gusto". El drama sobrevino al mes siguiente. (29-8)

 

11-1980 Secretario de la prestigiosa École Normale Supérieure de París, Althusser abandona misteriosamente su cátedra a principios de este mes. (67-221)

 

9-11-1980 Macciocchi: Sólo siete días antes lo había llamado por teléfono. (...) Él me reconoció con el mero "oiga", como si esperara mi telefonazo. Tenía una voz cavernosa y lejana. Le dije: "Sé que te han operado". "Sí, pero no quisiera hablarte de eso ahora". "¿Cómo te encuentras?" "Estoy muy enfermo". Una pausa. "La realidad es terrorífica. No puedo leer ni escribir, pero no tiene importancia". Percibía, al otro lado, una brizna de espera, pero yo no tenía mensajes. Me limité a decirle, como si supiera que nunca nos volveríamos a ver: "Perdóname si al escribir sobre ti, estos años, te he hecho algún daño. Sabes que te quiero mucho, Louis". Silencio. "¿Nos vemos?", pregunté aún. "No en seguida". "¿Debo llamarte yo de nuevo?". "Sí". (50-514 y 71-10)

 

16-11-1980 El despacho de Louis Althusser, en la planta baja de la Escuela Normal Superior, calle de Ulm, siempre estaba en penumbra. La luz natural entraba tímida y escasa. Y la bombilla que iluminaba sus papeles era insuficiente para una vieja estancia de techo alto, en que los libros habían comido el espacio a los muebles y a las personas. Detrás de la puerta, frente a la mesa de Althusser, colgaban las "Once tesis sobre Feuerbach" de Marx. A la derecha, una pizarra en la que el polvo había ido sustituyendo a la letra. Detrás de ella, la puerta conducía a la vivienda. Allí, un día del año 1980, el filósofo mató a su esposa. Y pasó de la penumbra a la oscuridad en la que vivió los últimos años. (25-44)

 

B.-H. Lévy: El despacho. Ese famoso despachito, en la planta baja de la Escuela Normal, que ha entrado ya en la leyenda. Había libros por todos lados. Papeles. Recortes de prensa en desorden. Manuscritos sobre el radiador. Más que un despacho, aquello era el decorado clásico del intelectual en activo. Excepto que, cuando se miraba mejor, cuando se echaba una ojeada a la fecha de los recortes, al color de las cubiertas de los manuscritos, a la página abierta de tal libro de Marx, o al folio colocado en el rollo de la pequeña Japy, uno se daba cuenta de una cosa que no tenía nada de clásica: de una visita a otra, de una semana a la siguiente, nada se había movido realmente en ese decorado en principio ajetreado (...) Althusser, cuando lo conocí, había dejado de escribir. Puede que incluso de leer. Su pensamiento continuaba siendo fuerte, por supuesto. Pero no se movía. No avanzaba ya. Cuando le venía una idea, era como una deflagración sorda, sin eco. (...) ¿Era por la palabra viva que se imponía Althusser? ¿Por el contacto directo con cada uno? ¿Una especie de Sócrates? ¿O, mejor -la comparación se ha hecho a menudo-, de Lucien Herr moderno? Tampoco estoy seguro. Ya que Lucien Herr hablaba. se quejaba. Empeñó horas para convencer a Jaurès, Blum. Péguy, de la inocencia de Dreyfus o de los méritos del socialismo. Mientras que cuando hacías una visita a Althusser, se mostraba tan parco en la palabra como en la escritura. Golpeas la puerta. Viene a abrirte. Siempre abre enseguida, como si estuviera allí, detrás de la puerta forrada de cuero y no hiciera otra cosa que esperarte. El apretón de manos es breve. La primera mirada, insistente, un poco oblicua, llena de sobreentendidos. Lleva un pantalón de pana. Una camisa de lana. Tiene el andar pesado, los labios atormentados de quien es interrumpido en su trabajo pero tiene justamente una urgente necesidad de verte. "Perdón. ¿Te molesto?" "Sí, estaba escribiendo... Pero entra... Vienes a punto..." Sin palabras, te indica el sillón de la izquierda. Él se sienta en el de la derecha. Tiene el aspecto de un viejo conspirador que se expresara por gestos breves, cabeceos, muecas. Entonces te pones a hablar. Te ves obligado a hablar, visto que, de otro modo, se impondría el silencio. Durante todo el tiempo de dura la "entrevista", él permanece ahí, encogido en su sillón, pensativo, mirándote fijamente, sin decir una palabra, con su hermosa mirada azul, terriblemente intensa (...)

 

... Farfullas un poco. te sientes intimidado, forzosamente, por esa mirada que te escruta y que es, no lo olvidemos, la del teórico marxista más puro con que cuenta el planeta (...)

 

... Recuerdo mi embarazo, los primeros años, cuando le dejaba mi dirección de vacaciones. Recuerdo las mujeres que le ocultaba y los libros que leía sin decírselo. Recuerdo en 1973, mi malestar al confesarle que abandonaba la universidad; o peor, cuatro años más tarde, al decirle que publicaba "La barbarie con rostro humano". Mi convicción, hoy, es que estaba perdonado de antemano (...) No le importaba lo más mínimo tu eventual herejía. ¿Cómo podría preocuparse de ella cuando su único pensamiento era que, dentro de una hora, cuando, temiendo importunarlo, te decidieras a retirarte, se quedaría de nuevo solo, con su desgracia y su enfermedad? (72-408)

 

La pareja Althusser residía en el edificio principal de la ENS, en uno de los pisos que se les había cedido excepcionalmente (...) fue de los pocos profesores que vivía en la sede de la institución (...) Althusser fue, además de professeur-répetiteur, secretario general de la ENS (...) cargo de procedencia directa del director del centro (...) Jean Bousquet, que fue director de la ENS hasta ser reemplazado en 1981 por Jean Poitou, recuerda que "Althusser tenía unos proyectos alucinantes...,quería construir un Instituto de Filosofía, que quería situar en un castillo...". Hoy día (1988), el ex piso de los Althusser ha sido "reestructurado" y dos de sus ventanas tapiadas. (9-12)

 

École normale sup. (ENS). 45, rue d'Ulm, 75005 París; 48, bd Jourdan, 75014 París et 1, rue Maurice-Arnoux, 92120 Montrouge. Ec. provenant de la fusion de l'ENS (Ulm), fondée 30-10-1794 par la Convention et de l'ENS des jeunes filles ("Sèvres"), crée 1881. Eff.831 (dont 15 à titre étranger). Adm.C. propre à l'école; en 1987, Lettres 96 reçus, Sciences 92 reçus. Formation de professeurs et de chercheurs en lettres, sciences et sciences éco. An. 4. Dipl. agrégation et thèse. Traitement mensuel env. 6 400F. Elèves illustres: Alain (Émile Auguste Chartier dit), Raymond Aron, Henri Bergson, Léon Blum, Henri Bonnet, Émile Borel, Célestin Bouglé, Robert Brasillach, Pierre Brossolette,... Jean Cavaillès, Aimé Césaire,... Catherine Clément, Victor Cousin, Laurent Fabius, André François-Poncet,... Jean Giraudoux,... Jean Jaurès,... Annie Kriegel,... Maurice Merleau-Ponty, Jean Mistler, Paul Nizan, Louis Pasteur, Charles Péguy, Georges Pompidou,... Romain Rolland,... Jean-Paul Sartre, Simone Weil etc. (66-1260)

 

Los allegados a la intimidad de Althusser conocían su personalidad signada por una notable inestabilidad anímica y por frecuentes caídas en profundos estados de angustia, por los cuales se había sometido varias veces a tratamiento psiquiátrico. Su esposa, una francesa de origen judío, férrea militante del mismo partido que su esposo, era su compañera desde hacía mucho tiempo, aunque se habían casado en 1968 y se los reputaba como pareja sólida y compenetrada. En la tarde del 16 de Noviembre de 1980, Louis Althusser se presentó en el domicilio de Jean Bousquet, director de la École Normale Supérieure y colega suyo y le comunicó que había estrangulado a su mujer, de setenta años de edad. El filósofo había abandonado sus clases, días antes del hecho, aquejado de una psicosis maniaco-depresiva cuyos síntomas, según algunas opiniones, se había agudizado por la imposibilidad de progresar en los trabajos teóricos que por entonces se encontraba realizando. Tras una revisión médica Althusser fue internado en el pabellón psiquiátrico del hospital Sainte-Anne de París y allí continuaba seis años después. (1-15)

 

Una vez en su vida, Althusser, que odiaba la publicidad, ocupó la primera página de los periódicos. Fue a raíz del descubrimiento, el 16 de Noviembre de 1980 del cadáver de Hélène, su esposa, en el apartamento que ambos ocupaban en la Escuela Normal Superior de París. Desde el primer instante, el filósofo confesó haber matado a Hélène. Internado en un hospital psiquiátrico parisiense Althusser recibió al día siguiente la visita de un juez de instrucción. La autopsia confirmaba que Hélène había sido estrangulada; en consecuencia, el filósofo era procesado por homicidio voluntario. El juez archivó ese mismo día las diligencias. En su entrevista con Althusser había comprendido que la mente del homicida ya no era de este mundo. Tres expertos certificaron luego que Althusser había matado a su esposa en completo estado de demencia. De hecho venía dando síntomas de desequilibrio desde su cautiverio en la Alemania nazi y en varias ocasiones había tenido que ser internado por "psicosis maniaco-depresiva". (18-30)

 

El 16 de Noviembre de 1980, a las ocho de la mañana, desencajado, Althusser salió de su apartamento de la ENS gritando: "¡Mi mujer ha muerto!". Al médico de la escuela le dijo: "Maté a mi mujer". Por la noche, cuando el juez le visitó para notificarle los cargos, deliraba. Pasó cuatro años internado en el hospital de Sainte Anne, en el servicio del profesor Pierre Daniker. (25-44)

 

El domingo 16 de Noviembre de 1980 por la mañana, Hélène Althusser esposa del filósofo fue encontrada muerta en el apartamento de funcionario que ocupaba con su marido en la ENS en París. Louis Althusser, en estado de shock, había salido al patio hacia las 8 horas gritando: "mi mujer está muerta". Después se tropezó con el médico de la escuela, el doctor Etienne, a quien confió: "Yo he matado a mi mujer". Alarmado por su estado de confusión y abatimiento, el doctor Etienne le hizo hospitalizar en el servicio del profesor Pierre Deniker, en Sainte-Anne. (3-18)

 

El domingo, Althusser se dirigió a un colega de la ENS, el doctor Etienne, declarándole a bocajarro:"Vengo de asesinar a mi esposa. La he estrangulado". Con los ojos como fresas, lívido, atildado, no sin cierta discreta elegancia, Althusser relató su crimen con todo detalle al doctor Etienne, que, ante la monstruosidad del asesinato, no pudo creer al célebre intelectual comunista, abatido e incoherente (...) El último verano, Althusser visitó un hospital psiquiátrico, para seguir algunas curas especiales. Según sus discípulos, durante los últimos meses se encontraba muy abatido, sufriendo "grandes dificultades de orden psíquico" (...) Althusser utilizó una sábana para acabar con la vida de su esposa. Los médicos forenses han constatado en su autopsia que el filósofo "intercaló" una sábana entre el cuello de su esposa y sus manos, que las córneas tiroides de la anciana fueron rotas de modo brusco y que la laringe fue fracturada con violencia, en un caso limpio de estrangulamiento. (42)

 

Durante la madrugada del domingo 16 de Noviembre, la dosis de sales de litio con que el Dr. Diatkine trataba al filósofo desde hacía años no fue suficiente...A las siete y media, Althusser, en pijama, exigía del Dr. Etienne, médico en la ENS, un castigo, amenazándole: "Si usted no llama a la policía inmediatamente, prenderé fuego a la escuela". (9-12)

 

17-11-1980 Los resultados de la autopsia confirman la muerte por estrangulación de Hélène Althusser, nacida Rytmann. Después de la apertura de una información judicial, Guy Joly, juez de instrucción en París, se persona en el hospital Sainte-Anne con intención de notificar al filósofo una inculpación de homicidio voluntario. Renuncia sin embargo a practicar esta diligencia: Louis Althusser no parece medir el sentido y el alcance de este acto judicial. El magistrado dicta tan sólo un mandato para que Louis Althusser fuera conducido a su despacho. (3-18)

 

La autopsia realizada hoy lunes del cadáver de Hélène Althusser, reveló que murió estrangulada. La autopsia ha sido realizada por el doctor Depongue, médico forense y por el profesor Dehouve, radiólogo, en el instituto médico legal, según las instrucciones recibidas de la octava sección del Tribunal de París. La autopsia ha permitido constatar una fractura de la laringe y de los huesos tiroideos. La ausencia de trazas exteriores de violencia se explica, según el médico forense, porque el presunto asesino colocó entre sus manos y el cuello de la víctima una manta u otro tejido. (43)

 

18-11-1980 El "Quotidien de París", matutino de derechas, denuncia un supuesto complot para evitar la cárcel del filósofo. (25-44 y 3-18)

 

El cadáver de Hélène, enterrado a prisa y corriendo, está bajo una lápida en el cementerio israelita. (50-473)

 

20-11-1980 La personalidad del autor del homicidio ha hecho olvidar desde el primer momento a la víctima. Sólo al cabo de tres días, algunos medios de información han anotado que "gracias a una curiosa transferencia, la víctima es Althusser y no su mujer". Sólo ayer empezaron a conocerse algunos detalles sobre la personalidad de Hélène Althusser, de setenta años de edad (Althusser tiene 62). De profesión socióloga, desde hace algunos años ya se había retirado y últimamente colaboraba con Althusser en sus trabajos teóricos. También era comunista, pero sobre todo militaba en la Confederación General de los Trabajadores (CGT), central sindical próxima al partido comunista. No se sabe mucho de sus relaciones con Althusser, pero parece ser que se conocieron después de la guerra mundial. En todo caso, su matrimonio no se consumó hasta 1968. No tenían hijos ni descendientes, excepto dos hermanos de la difunta de los que se ha sabido algo ahora, como consecuencia de la tragedia. Quienes les conocieron a los dos vivos, hablan del carácter a veces violento de la mujer. (44)

 

23-1-1981 El juez dicta el "no ha lugar": tres expertos coincidieron en el diagnóstico de "demencia momentánea en el instante de los hechos". (25-44)

 

El juez de instrucción cierra por una orden de "no ha lugar" la información abierta por homicidio contra el filósofo marxista. Tres expertos psiquiatras designados por el juez de instrucción concluyen que la muerte se produjo en estado de demencia en el momento de los hechos. Los expertos revelaron al mismo tiempo lo que los allegados al filósofo sabían desde hace mucho: Tras haber dado muestras de desequilibrio mental tras su cautividad en Alemania, Althusser había sido hospitalizado una veintena de veces a partir de 1947 en establecimientos psiquiátricos por causa de una "psicosis maniaco-depresiva que da lugar a accesos repetitivos melancólicos". Al mismo tiempo, el procurador de la República Christian Le Gunehec publica un largo comunicado dedicado al desarrollo del proceso que precedió a su conclusión por aplicación del artículo 64 del código penal. (3-18)

 

El juez de instrucción Guy Joly cerraba el sumario del caso con un "non-lieu". Ratificaba el informe médico del profesor Serge Brion y de los expertos Alain Diedrichs y Roger Ropert, que diagnosticaban el estado de crisis paranoide del filósofo francés: no era un criminal, era un enfermo mental. De hecho, ya había sido ingresado una veintena de veces en instituciones psiquiátricas, y era tratado últimamente en la clínica privada del Vésinet. Hubo períodos en que se "ausentó" de su cargo docente durante seis meses, y hasta un año. (9-12)

 

Desde el 23 de Enero de 1981 hasta 1984, fue "inquilino" del hospital psiquiátrico de Sainte-Anne -en el que ya había residido esporádicamente con anterioridad, por sus frecuentes crisis maniaco-depresivas-, a raíz del sobreseimiento de la causa por estado de demencia, en el momento de matar a su mujer. (26-21)

 

5-1981 El acceso de los socialistas al poder, acrecienta los rumores acerca del complot para evitar la cárcel a Althusser. (25-44)

 

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SILENCIO

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 5-1982 aprox. En una entrevista con Balibar y Macherey en Diacritics 12, aquél describe las últimas correcciones de Althusser como "regresiones en relación con sus primeros trabajos". "Althusser" observa, "lee sus propios textos con los ojos de ciertos críticos suyos" -poco aconsejable, desde el punto de vista de Balibar. (2-340)

 

1982 aprox. Macciocchi a Alberto Moravia: "Dime, ¿no tienes televisión?" De repente me acuerdo de Althusser, en su piso gris de la Rue d'Ulm, al que la televisión nunca tuvo derecho de acceso (...) "Althusser -le digo- odiaba la televisión; después de él tú eres el único en decirme que..." En vez de ofenderse, se excita su curiosidad: "¿De veras? ¿También él? ¿Y su mujer?" "No, creo que su mujer, en los últimos tiempos le había llevado a casa un aparato de televisión". "Háblame de Althusser, ¿lo sigues viendo?" "No, no puedo". "¿Por qué no puedes?" "Porque me temo que no conseguiría mirar las manos que han estrangulado, esas blancas manos de obispo". "¿Se da cuenta de que ha matado?" "No lo sé, parece que tiene crisis místicas, según ha contado Luporini". "Entonces está loco de verdad". "No lo sé, antes de conocer a su mujer era católico, ella era comunista y después también él se hizo comunista". (50-452)

 

1982-83 S. Breton: Todavía estaba Althusser en Eaux Vives, en Choisy. Yo me paseaba con él. Era la época en que Foucault venía a verlo. Resulta bastante chocante. Pero conocí a Foucault así. Me admiró su abnegación. A veces, cuando estaba angustiado, Louis me decía: "Llama a Foucault."

 

Una vez Foucault me dijo: "Escuche, padre, le voy a dar un número especial con el que podrá localizarme allá donde esté." Lo guardé en mi cartera para recordarlo. No sé qué fue de él. Pero lo anoté. Probablemente era un número internacional, no sé... En todo caso podía localizarlo incluso si estaba en América o en otra parte. Y darle noticias de Louis.

 

Venía a ver a Louis. Yo lo vi con otro a quien usted ha conocido: Adler... Alexander Adler... Un especialista en la Unión Soviética... ¿Sabe a quién me refiero? Venía de vez en cuando a ver a Louis... Pero el trabajo, las ocupaciones de cada uno...

 

Conozco una de las conversaciones con Foucault. Era en Choisy. Estaba Adler. Y estábamos, claro, Louis y yo. En un banco. Sobre un vasto espacio verde entre dos setos. Foucault me interrogaba sobre mis recuerdos monásticos. Yo le contaba. Y me acuerdo de que, en ese momento, me dijo: "padre. el cristianismo ha hablado mucho de amor, pero jamás ha comprendido nada de la amistad." Esa conversación duró cerca de dos horas.

 

Althusser siguió esa conversación sobre el cristianismo y la amistad. Yo le había dicho a Foucault: "¿Sabe? El hombre en los conventos es un descubrimiento muy reciente." Eso le hizo reír.

 

Hay montones de cosas de las que se acordaba. porque tenía una memoria fantástica. Se acordaba de usted (B.-H. Lévy), por ejemplo. Yo le decía: "Lévy... Bernard-Henri Lévy... Nunca le he leído..." Y él me hablaba de usted. Sentía bastante simpatía por usted... No se lo debería decir pero, en fin, es la verdad... (72-405)

 

1983 Se publica "La découverte du Dr. Freud" (1976) en Revue de Médecine Psychosomatique. (2-350)

 

2-1984 aprox. Se inician en París unas charlas entre Fernanda Navarro, profesora de filosofía mexicana y Althusser, que se extienden durante seis meses. Luego mantuvieron correspondencia hasta febrero de 1987. (17-11)

 

11-5-1984 Se hace pública una carta de Althusser en Le Monde protestando por haberse publicado el texto "La découverte du Dr.Freud" sin su autorización. (2-321)

 

1984 Se le autoriza a abandonar el psiquiátrico. (26-46)

 

Guitton: Hice gestiones, ayudado por Bernard Billaud, director del gabinete de Jacques Chirac, para que Althusser, que había sido sustraído a la justicia por considerársele irresponsable, pudiera salir del hospital Sainte-Anne y ser admitido en una clínica próxima a París. Por eso lo atendieron primero en Sainte-Anne y después en una clínica de los alrededores de París llamada Les Eaux Vives. (29-8)

 

Guitton: Cuando supe que Althusser corría el peligro de ser condenado, me dirigí a Bernard Billaud y Jacques Chirac. Y fue a través de ellos como conseguí hacer pasar a Althusser por un loco y no por un criminal. (72-396)

 

Guitton: Me decía: "... Estoy atrapado por la Trapa, en Sainte-Anne". Y después vino Les Eaux Vives, que era una especie de sanatorio para enfermos mentales, donde seguí viéndole cinco o seis años. (72-395)

 

S. Breton: En su enfermedad había momentos de exaltación. Era normal. Y en esos momentos él tenía proyectos. Me había hablado, por ejemplo, de un trabajo sobre Maquiavelo. Aquello, me parece, había de convertirse verdaderamente en un libro (...) Hablo de antes de 1985. Fueron los últimos días buenos. Luego, Michèle Loi, su sobrino, y Derrida, pensaron que había que ingresarlo en el Marcel-Rivière.

 

Derrida estuvo magnífico. Se ausentaba a menudo, pero estuvo magnífico. (72-403)

 

1985 El Figaro-Magazine publica bajo el título "Yo he reencontrado a Althusser..." un reportaje presentado como "una proeza". "Hemos logrado reencontrar al hombre mejor encubierto por el 'stablishment': Louis Althusser (...) que vive en libertad después de haber matado en 1980 a su mujer". (3-18)

 

S. Breton: Después de 1985 recuerdo todavía algunas conversaciones sobre Michaux, un poco sobre Gorbachev. Pero eran conversaciones rápidas. Se fatigaba enseguida. Hacía un poco lo que los peripatéticos, paseándose tranquilamente por las alamedas del Marcel-Rivière, pero ya no mantenía nunca las conversaciones de antaño.

 

En los últimos tiempos ya no se interesaba por quien era o por su influencia. Hubieron coloquios sobre él en Alemania, en los Estados Unidos. Pero tengo la impresión de que... aquello ya no encontraba resonancia...

 

B.-H. Lévy: Guitton dice que en ese momento fue presa de una inquietud teológica, cavilaciones religiosas...

 

S. Breton: Así es. Y es contra eso contra lo que yo protesto. Porque usted comprenderá que insinuar que había un sacerdote -en este caso yo- que era casi el único en... Es falso... Estaban Michèle Loi... Moulier-Boutang... Otros... Etienne... ¡Como mínimo! Y todavía eran más. Un poco menos que al principio, evidentemente. Porque de 1980 a 1990 transcurre un lapso de diez años. Y ya sabe lo que pasa: siempre se es menos al final que al comienzo. Pero de ahí a decir, a insinuar que ese sacerdote, viejo amigo, es prácticamente el único en visitarlo, que los dos hablábamos de cosas religiosas, conforme a la tendencia que él tuvo siempre, y luego, para terminar, que yo me remitía a Guitton... ¡no! Eso da la impresión -y es lo más lamentable de esta historia-, da la impresión de que el sacerdote está ahí como para asistir a Louis en los últimos momentos. Como si se aprovechara de su desamparo... ¡Porque estaba desamparado! Pero yo respeto demasiado la libertad de la fe, y la filosofía, para aprovechar un desamparo de ese género e insinuar no sé qué virulento retorno de un pasado caduco. Eso es lo que me hirió. Es por eso que he solicitado una rectificación.

 

Guitton es muy coherente. Estaban las monjitas de Foucauld. Y luego las cartas, las cartas que Louis le había enviado antaño, en su juventud, etc. Así que la mística era un destinos, una predestinación; aquello no podía terminar de otro modo. ¡Y lo mejor es que Hélène estaba metida en eso! (...)

 

Me hablaba de vez en cuando de Hélène. pero cada vez menos. Había algunos recuerdos... Algunos recuerdos... Y luego, de golpe, me preguntaba: "¿Conociste a Hélène?" Yo decía: "Sí, ya sabes, ahí..." Yo la conocí en la escuela... Y luego en Calmart, donde yo vivía en ese momento. Ella me preguntaba sobre las congregaciones romanas... Chismes... Creo que incluso llevaba un diario.

 

Althusser sabía que había matado a Hélène. Aquello pudo ser un momento de locura, pero él lo sabía. Sabía que la había estrangulado. Sin embargo, sentía pudor en hablar de ello (...) aunque de vez en cuando, sí, Hélène salía en las conversaciones. Era cuando yo me paseaba con él, en los primeros tiempos, en 1982-83, cuando todavía estaba en Eaux Vives, en Choisy. (72-403)

 

1986 aprox. Toni Negri narra en 1990: Hace algún tiempo, un amigo común me invitó a visitar a Louis Althusser en la casa de París donde se refugia las veces -cada vez más raras- en que sale del hospital. No le veía desde 1979 cuando, a propuesta suya, dicté un curso sobre lecturas de Marx en la ENS. En el apartamento están sus libros, alguna foto, algún objeto que le recuerda la vida de otro tiempo. Sobre las mesas, hojas y fragmentos de nuevos pensamientos proyectos retomados y nunca llevados a término.

 

Althusser habla compadeciéndose de sí mismo. Es un hombre viejo, enfermo de cuerpo y de razón. En torno suyo, discípulos y amigos atentos y cordiales que, al estilo de la camaradería de las grandes escuelas francesas, le organizan la vida en lo que pueden. Demasiadas medicinas en aquella casa para una enfermedad que ya no se sabe si se ha contraído como consecuencia de un mal psíquico o a causa del abuso de medicamentos, de drogas necesarias.

 

Althusser se expresa con vivacidad, alternando las preocupaciones de lo cotidiano -siempre sentidas con extrema irritación- y el ansia de volver a trabajar, a producir, a restablecer las relaciones intelectuales. Cuando la conversación se encauza por fin, he aquí que Althusser vuelve a las imprecaciones sobre la dificultad de la vida... Parece que controla la situación y, como solía hacer en su estudio de la rue d'Ulm, se divierte en jugar con sus interlocutores (...) Se decía de él, en tono de broma, que había descuidado la lectura porque dedicaba todo su tiempo a discutir y porque todos los autores importantes le contaban sus obras por anticipado. (28-53)

 

Padre Stanislas Breton refiriéndose a lo dicho sobre él por Guitton: Pero ¿ha visto usted [B.-H. Lévy] lo que dice? "hay un sacerdote, miembro de una congregación romana; es una congregación a la que llaman "pasionista"; ve a Althusser regularmente; viene a hablarme de él; y sé que juntos hablan de cuestiones religiosas". Ante esto yo tengo que responder. Primeramente, porque la descripción no puede aplicarse más que a un hombre. Segundo, porque yo no era el único en ocuparme de Louis; estaba, entre otros, Michel Loi. Y tercero, porque, durante todo ese período, sólo vi a Guitton una vez, en la Unesco, donde se hacía un montaje sobre Pablo VI y los artistas. Lo que prueba hasta qué punto se le puede prestar atención.

 

Es completamente peregrino que las conversaciones fueran de carácter religioso. Es cierto que en un momento dado Louis me preguntó sobre la Teología de la Liberación, pero en la medida en que aquello tenía un impacto político. Cuando Louis había defendido su tesis en Amiens, había estado ligado a madame Barthélemy-Madaule. Y un día madame Barthélemy-Madaule le envió un libro en el que se trataba de él y de la Teología de la Liberación. Como yo, en Lyon, había tenido como auditor a quien era el iniciador de esa teología, tenía una vaga idea sobre ella. Así que le preparé un texto. Y fue él, por otra parte, fíjese bien, quien lo pasó a máquina. Fue una de las últimas veces en que se sintió lo bastante en forma. Corrigió ciertos aspectos del texto al teclearlo (...) un texto evidentemente político. Era desde este punto de vista que aquello le interesaba. Jamás se trató, si usted quiere, de una cuestión religiosa en el sentido existencial del término.

 

Es cierto, si, que Louis le quería [a Guitton]. Es cierto. Y creo que ese afecto era recíproco. Pero, en fin, ¡de ahí a contar que él fue al encuentro de tal o cual y que evitó lo peor al pobre de Louis, es decir la prisión! Los psiquiatras eran una formalidad: todo aquello ocurrió en un acceso de locura y bien podía aplicarse el artículo 64. De ahí la decisión de los jueces en aquel momento y la puesta bajo tutela. ¿Sabe usted que Althusser pasó mucho tiempo bajo tutela? Guitton cuenta todo esto de cualquier manera (...) es un egocéntrico (...) monopoliza la doctrina católica. Usted mismo ha visto que la pobre Hélène también entra en el lote: todo el mundo es místico allá dentro... (72-398)

 

En su ensayo "La bataille de cent ans: histoire de la psychanalyse en France.2-1925-1985" (1986), Elisabeth Roudinesco proporciona la mas precisa información sobre la enfermedad de Althusser y su tratamiento, refutando, por ejemplo, la leyenda de que fue psicoanalizado por Jacques Lacan. (2-10)

 

7-1986 Dirige "al lector latinoamericano" la introducción "A guisa de prefacio y de advertencia" del libro FILOSOFIA Y MARXISMO, consistente en conversaciones con la profesora de filosofía mexicana Fernanda Navarro. (17-11)

 

2-1987 Mantiene correspondencia con Fernanda Navarro hasta estas fechas. (17-13)

 

1987 Se publica "Die Einsamkeit Machiavellis" -la soledad de Maquiavelo- (1977) en L.Althusser "Schriften, Band 2, Machiavelli, Montesquieu, Rousseau - Zur politischen Philosophie der Neuzeit" (Argument.Berlin). (2-350)

 

1987 En los tres últimos años de su vida, vivió en la máxima soledad en un apartamento de París. (26-21)

 

Stanislas Breton: Las últimas, realmente las últimas conversaciones interesantes que mantuvimos [fueron tres años antes de su muerte] versaban sobre esa historia de la convergencia entre la Teología de la Liberación, los levantamientos en Madagascar, en África, etc. Todo eso le parecía a él que apuntaba a una convergencia. Y era esa situación global y mundial la que, según él, el filósofo debía pensar. Porque después... Leía a Michaux, por ejemplo. Se reconocía en él, desde el punto de vista de ciertas experiencias. Pero eso es todo. Muy pocas cosas. La conversación languidecía cada vez más.

 

Iba a veces a la biblioteca. En el Marcel Rivière, en sus mejores momentos -pongamos tres años atrás desde su muerte- iba de vez en cuando a la biblioteca. Había allí una sala de lectura. Leía un poco los diarios. Libros no. Había allí unos pocos que le llevaban. El conde (Comte-)Sponville, por ejemplo. ¿Sabe quién es? Uno de los últimos... Muy joven... Le había llevado su obrita... Louis ni siquiera la hojeó... Poco a poco, sentía un progresivo desapego.

 

B.-H. Lévy: Moulier me ha mostrado esta mañana un libro de un norteamericano que se llama Elliott. Apareció hace dos años en los Estados Unidos. Es un libro sobre Althusser. Se ve que Louis leyó una tercera parte, y lleva anotaciones de su propia mano al margen. Es un libro de 1987 y se ve bien que el primer tercio del libro fue leído. Subrayado con un rotulador marrón, con anotaciones. En un momento dado, hay una "H" al margen, con una flecha hacia el exterior de la página. En otro momento, pone, siempre al margen: "nuevos filósofos". Y así sigue.

 

S. Breton: Me sorprende. Las últimas correcciones que le vi hacer fueron en su apartamento. Cuando Fernanda Navarro, ya sabe, la mexicana, le hizo una entrevista. Recuerdo que entonces Louis modificó ciertas cosas e hizo observaciones. Pero eso se remonta al menos a cinco años atrás.

 

En ese momento se sentía todavía apasionado por su propia filosofía. Pero eso es al menos cinco años atrás. Tuvimos discusiones. Incluso llegó a escribir un poco. Una reflexión sobre él mismo, sobre su vida. Un texto bastante largo. De alguna manera una autobiografía.

 

Por desgracia no sé dónde está ese texto. Lo tuve entre las manos, pero no sé dónde ha ido a parar. En fin, ya se verá... (72-400)

 

1988 Se publica una entrevista con Fernanda Navarro, resultado de las conversaciones mantenidas en París con L.Althusser desde fines del invierno de 1984 y durante los seis meses siguientes, en FILOSOFIA Y MARXISMO; contiene un "A guisa de prefacio y advertencia" del propio filósofo. (17-7)

 

12-1988 Althusser tiene setenta años, disfruta de su jubilación. Habita en un apartamento del este de París, y cuando sufre alguna crisis tiene a unos amigos que viven cerca y que se ocupan de él. Lleva una vida normal, hasta escribe a máquina. En ese caso la "normalidad" no es incompatible con la manifestación de su enfermedad crónica: "De vez en cuando le da un brote delirante: el resto del tiempo puede llevar una vida normal", dice Julia Kristeva. "En pleno delirio psicótico, llegó a cometer aquel acto horrible. Al parecer, estaba envuelto en un delirio místico". (9-12)

 

8-1990 El diario italiano "Corriere della Sera" publica una conversación entre Jean Guitton y Bernard-Henri Lévy en la que se repasa la órbita de Althusser (...) Después del asesinato de su mujer, Guitton se acercó más al filósofo. Primero le visitó en los sanatorios psiquiátricos en los que le habían recluido y, una vez libre, en su casa de París, cercana al cementerio de Père Lachaise, donde escuchaba, además de sus reflexiones sobre la muerte y el amor, la gran idea de Althusser: conciliar a Lenin con Santa Teresa de Jesús (...) Guitton reconoce que fue él quien se puso en contacto con Jacques Chirac para que el caso de Althusser se examinara desde un punto de vista psiquiátrico y no criminal (...) La pobreza, el desinterés absoluto, la santidad, eran condiciones inexcusables para el matrimonio Althusser, en opinión de Guitton. "Su comunismo era ascético, místico. Hélène y Louis eran unos místicos". Las frecuentes visitas de un sacerdote a quien Althusser confiaba sus problemas religiosos confirman esta tesis. Aún más, Althusser siempre se mostró encariñado con unas monjas cuya residencia se hallaba cerca de la Escuela Normal Superior. Guitton aventura que ellas influyeron decisivamente sobre Althusser. (24-34) Se trata de las Hermanitas de Foucauld (24-4)

 

Guitton: Había en la época, frente a la Escuela Normal, una calle que se llamaba rue Pierre [L.] Truillier. Allí había unas religiosas a las que yo conocía y que pertenecían a la orden del padre Foucauld. Althusser las estimaba mucho. Ella, Hélène, sobre todo, se sentía muy, muy cercana a ellas. La vi una vez donde esas religiosas. (72-394)

 

Guitton: Luego volvió a su casa, al lado de Pêre Lachaise, en la rue L. Leuwen, donde también lo vi a menudo. Yo iba a verlo a su casa. A la habitación donde él trabajaba, que siempre era de una enorme austeridad. Algunas veces me pedía que le llevara pastelitos. Pequeños polvorones que le encantaban, que yo compraba en una pastelería de la rue Fleurs y que le llevaba. Le encantaban los polvorones. Y luego charlábamos ante los volúmenes de la obra de Lenin y los de santa Teresa de Ávila. Su gran idea era conciliar Lenin y santa Teresa (...) Un día me dijo: "Yo también estoy escribiendo la historia de mi vida. Pero es espantoso. He gastado ya mucha tinta y papel para escribir esta historia de mi vida". Me mostró una especie de memoria. Pero no leí nada... [Sobre si trabajaba en estos años:] Cuando uno va a su casa de la rue Leuwen se ven libros por todos lados. Sobre las estanterías, por el suelo, encima de las mesas (...) así que es de suponer que trabaja. Y desde luego lee. (72-395)

 

[Sobre si lee prensa] Muy poco. Lo vi con Le Monde, una vez, en los últimos tiempos (a propósito del conflicto del Golfo). Recibía correo, pero no le prestaba gran atención. Amaba la música. Le he visto pasar horas enteras así, postrado, en Rivière.

 

Tenía verdaderas dificultades para caminar. Y ello con independencia de su estado psíquico. Además, se las pasaba moradas para digerir. Como sabe, fue operado: le quitaron el esófago. No tenía cáncer, pero fue operado. Y aunque en los últimos tiempos se las arreglaba con el poco alimento que tomaba gracias a esos compuestos ricos en vitaminas, ya sabe, que tragaba en un vaso, se sentía muy débil. Mi último recuerdo... estaba con Etienne Balibar... Había ido a verlo al mismo tiempo que yo al hospital Saint-Louis. Aquel día tenía la voz un poco más clara y la mirada muy hermosa. Es realmente mi último recuerdo... Esa voz... Esa mirada...

 

Lo vi después, pero en un estado completamente distinto. Él estaba tendido en su cama. Yo me sentaba a su lado. No hablábamos mucho. Se consumía. Ese coloso estaba agotado. ¡La de remedios y medicamentos que llegó a tomar!... Tengo la impresión de que en los últimos tiempos estaba obsesionado por su sufrimiento. Encerrado en su propio cuerpo. (72-401)

 

B.-H. Lévy: Por lo visto, se habría interesado por Gorbachev. Y por el fin del comunismo. Y por el despertar del Islam. Y por ese mundo que bascula, que cambia de base en torno suyo. Muere entonces. Exactamente entonces. Ese hombre que ha encarnado el extremo delirio de su época, desaparece en el momento preciso en que el delirio cambia de naturaleza... (72-412).

 

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