EL TRABAJO SOCIAL: DE LAS PREMISAS HISTÓRICAS A LOS RETOS DEL SIGLO XXI

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Lic. Damiana Perera Calzadilla


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Desde los primeros siglos de esta era han aparecido preocupaciones e iniciativas dirigidas al mejoramiento de las condiciones de vida del ser humano. La pobreza, la enfermedad, el sufrimiento y la desorganización social han existido a través de toda la historia de la humanidad y en ese sentido los intentos por suprimir tales dificultades se han visto marcados por expresiones de caridad, generosidad y clemencia. 
Estas prácticas estuvieron protagonizadas en un inicio por las instituciones humanas más antiguas: la familia, el vecindario, la iglesia y la comunidad local. Pero la sociedad industrial de los siglos XIX y XX tuvo que hacer frente a numerosos problemas sociales y tales acciones resultaban insignificantes para colmar la ayuda que recababan los males de los diversos grupos humanos. El transito hacia la modernidad determinó el desarrollo de las relaciones capitalistas, que realzaron el desarrollo de las fuerzas productivas, evolucionando hacia su forma de explotación capitalista. De esta manera, la pobreza comenzó a cambiar su carácter, de una inspiración religiosa caritativa a una de carácter sociopolítico. 
Además, en estas prácticas nunca se atacaban las causas reales que daban origen a los disímiles problemas que se presentaban, de manera que la caridad y la ayuda fueron evolucionando hacia formas más complejas de hacer el bien.
El origen del Trabajo Social como una acción organizada, regulada e institucionalizada con participación del Estado y desarrollada por personas que reciben una preparación determinada, se sitúa hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX en los países europeos y Norteamérica. En su origen influyeron:
- La situación de la clase obrera y de otros sectores marginados por la sociedad y con ello la aparición de manifestaciones en contra del poder burgués.
- El desarrollo de las teorías sociales, en particular el marxismo, que explica la situación existente y propone vías de emancipación social.
- El surgimiento de iniciativas organizadas para encauzar la asistencia, como es el caso de la celebración del 1er Congreso Beneficencia, Corrección y Filantropía en Estados Unidos en el año 1894. 
Aparece entonces como propuesta que destaca la importancia de las investigaciones sociales para la comprensión de las necesidades, los recursos y las reacciones de los individuos, la Escuela de Filantropía de Nueva York en 1903. Más adelante, en 1918 se incorpora a la Universidad de la ciudad de Nueva York bajo el nombre de Escuela de Trabajo Social. 
El empleo de métodos científicos de investigación posibilitó el enriquecimiento paulatino del Trabajo Social.
En sus inicios, fue considerado como un arte en el que los conocimientos de la ciencia de las relaciones humanas y su aplicación práctica posibilitó la movilización de actitudes en el individuo y los recursos de la comunidad.
Más tarde, se define como tecnología social, al aplicar las teorías de las ciencias sociales en el campo del bienestar social.
Existen criterios acerca de que el Trabajo Social ha dejado de ser arte y tecnología para devenir en disciplina científica, por cuanto da cumplimiento a las leyes del desarrollo social, a través del método científico que propicia bienestar a los colectivos humanos.
En la historia del Trabajo Social se definen tres momentos esenciales: Asistencia Social, Servicio Social y Trabajo Social; definiendo este último sobre la base de una concepción operativa, orientada hacia la concientización, movilización y organización de los pueblos, para que en un proceso de formación del autodesarrollo, individuos, grupos y comunidades hagan suyos proyectos de trabajo social, desde un análisis crítico de la vida cotidiana que signifique el tránsito de una situación de dominación y marginalidad a otra plena de participación del pueblo en la vida política, económica y social de la nación.
Es válido destacar que la intervención del Estado en el enfrentamiento a las penurias y desventajas sociales constituyó un factor importante que influyó en la evolución del Trabajo Social. El momento cimero en que el Estado opera como promulgador de políticas sociales se sitúa en los años posteriores a la ll Guerra Mundial con el objetivo de contrarrestar las intensas transformaciones sociales que se realizaban en los países socialistas y para consolidar la estabilidad del capitalismo, desde el control de la pobreza. Las políticas sociales como formas concretas de hacer Trabajo Social son el conjunto de acciones que realizadas por el Estado actúan como mediadoras entre los recursos y las demandas sociales. 
El Trabajo Social como disciplina científica en construcción, privilegia el componente práctico en detrimento de lo teórico y centra su atención en las distintas formas de la acción social vinculada al necesitado y a la implementación de políticas generadas por los diferentes estados, en diferentes momentos históricos. También el Trabajo Social colabora en el diseño de las acciones, promoviendo la participación de los individuos y los grupos, y dirigiendo su atención profesional al servicio de la comunidad, ayudándola a incrementar sus servicios y capacidades. 
Podemos decir entonces que el Trabajo Social es una disciplina científica y una profesión que opera a nivel de individuos, grupos y comunidades, es concebido como un modo superior de Asistencia y de Servicio Social, caracterizado por la intervención comunitaria como acción profesional por excelencia, que centra su atención en la preparación y educación del individuo para la autogestión de su desarrollo, en vínculo estrecho con la sociedad. 
Cualquier acción profesional encaminada a la búsqueda de alternativas que faciliten el crecimiento personal y el desarrollo humano se encuentra atravesada necesariamente por la intervención, que si bien está dirigida a un proceso de autoconocimiento y descubrimiento de potencialidades, no deja de ser una ingerencia externa que de una forma u otra provoca malestares en los sujetos de dicha intervención.
La intervención comunitaria ha sido definida por muchos autores, que coinciden en la idea de introducir un agente externo que desde una postura de autoridad, promueva el bienestar de la comunidad, a través de espacios de reflexión que potencien el papel activo de sus miembros.
Se ha precisado, además que las acciones encaminadas a la solución de problemáticas deben ir más allá de la situación en sí, es decir, que debe promoverse la modificación de estilos de vida, que posibiliten el surgimiento de aprendizajes en el camino hacia la autogestión.
Según lo planteado por Alipio Sánchez (1991) es ¨…la introducción, interposición o intermediación desde una postura de autoridad, de un elemento externo con la intención de modificar o interferir con el funcionamiento de un proceso o sistema en una dirección dada (cambio direccional, cesación, desarrollo, etc.)¨ 
A pesar de la variedad de definiciones, muchas veces, se ha desconocido en la práctica a la comunidad como sujeto activo, capaz de transformar su entorno, y se ha visto condenada, desde su incapacidad y limitaciones para la autogestión, a la espera de instituciones y/o profesionales, con una autoridad teórico-práctica y de recursos, que puedan satisfacer las necesidades que más la afectan. 
Resulta evidente, cierta contradicción, que nos ubica ante un dilema ético, por un lado el respeto que desde fuera merece cualquier proceso, fenómeno, situación y/o persona, por otro el desarrollo de las habilidades que las diferentes profesiones han formado, para la detección de problemáticas no detectables por otras personas o grupos, sobre todo si no han alcanzado cierto nivel de autonomía. Resultaría indispensable mantener el justo equilibrio entre estos dos factores al resultar visible y necesario, el accionar en función de alcanzar niveles de desarrollo grupal comunitario que faciliten la autogestión.
Evidentemente, la comunidad debe ser entendida como sujeto activo de su desarrollo capaz de enfrentarse ante las diferentes contradicciones y situaciones cambiantes de la vida cotidiana, ahora bien, ya es sabido que lo determinante en el proceso de intervención no puede ser la eliminación o solución de la problemática sino la concientización y el descubrimiento de potencialidades que propicien un proceso de autoconocimiento que les permita tomar decisiones ante nuevas contradicciones y configurar proyectos de crecimiento comunitario. 
El equilibrio pudiera sustentarse en una de las categorías propuestas por L. S. Vigotsky (psicólogo soviético) en su enfoque histórico-cultural: la zona de desarrollo próximo, definida como ¨ la distancia que existe entre lo que el niño hace solo y lo que puede hacer con la ayuda de un adulto o un compañero más capaz, insiste en dos puntos: la necesidad de una relación con el otro como origen de los procesos psicológicos superiores y la creación de una potencialidad como emergente de la relación con ese otro.¨ 
Esta definición utilizada en términos del proceso enseñanza aprendizaje y para abordar la subjetividad individual, puede convertirse en un elemento teórico importante para reconceptualizar el proceso de intervención comunitaria desde una perspectiva menos asistencialista que promueva el protagonismo. La comunidad como grupo y uno de los niveles en los que funciona la subjetividad, posee determinadas cualidades que son inherentes a su desarrollo, pero que por determinadas razones culturales y de contexto, abordadas anteriormente, no permiten el descubrimiento de potencialidades hacia la autogestión. Entendamos entonces a la comunidad como un grupo social, que presenta la posibilidad de crecimiento y emancipación, que puede, con la ayuda de otras personas, instituciones y/o profesionales, alcanzar el descubrimiento de las mismas.
La idea esencial radica, en la creación y descubrimiento de potencialidades con la ayuda de otros, como mecanismos sociales de aceleración en la evolución del desarrollo de la participación. Este desarrollo natural puede ser influenciado, primero desde fuera (profesionales) y luego desde dentro (comunidad). 
Nos enfrentamos entonces ante un gran reto, la necesidad de sistematizar indicadores teóricos que guíen la consolidación de un conocimiento auténtico en relación al trabajo comunitario y la creación o validación de herramientas o tecnologías que ajustadas a nuestra realidad propicien una práctica saludable y coherente.
Algunos de los principios que pudieran facilitar y legitimar el proceso de intervención comunitaria estarían dirigidos en la siguiente dirección:
Toda intervención comunitaria debe desarrollarse sobre la base de concepciones teórico metodológicas bien definidas y asumidas con claridad por el profesional, responsable de la intervención y en cualquier caso, tales concepciones deben atravesar un proceso de triangulación en tanto supuestos teóricos, haceres profesionales y realidad social comunitaria, siempre en función de estimular la participación.
Debe atenderse además el hecho de que la comunidad debe ser concebida desde un doble carácter en la intervención: como escenario de las acciones que resultan de la investigación y como protagonista de este proceso, asumiendo el rol de sujeto activo capaz de concientizar realidades, desde un cuestionamiento y una valoración para poder desarrollar mecanismos que la trasformen. No pueden perderse de vista las características sociopsicológicas de cada comunidad, resultante de un proceso de formación y desarrollo con una historia única e irrepetible, que matizan las interacciones al interior de la misma y sus vínculos con el afuera.
Las instituciones y organizaciones sociales demandan generalmente una intervención comunitaria que garantice desde sus intereses un desarrollo social en beneficio de los miembros de la comunidad, pero en muchas ocasiones se aleja de la esencia que caracteriza las necesidades más reales y sentidas por la comunidad. De la misma forma suele ocurrir que la comunidad, al no estar lo suficientemente capacitada para identificar problemáticas y transformar la realidad que la afecta, no logra identificar qué procesos o fenómenos la sitúan en más desventaja ante el desarrollo.
Resultaría vital entonces ubicar el problema desde los dos referentes y enfrentar a la comunidad desde un proceso individualizado a la identificación de puntos de encuentro y desencuentro entre la realidad social (macromedio) y la comunitaria (micromedio).
Los profesionales del trabajo comunitario estamos llamados a convertirnos en verdaderos agentes de cambio, a fin de garantizar el surgimiento de un proceso de concientización y autoconocimiento, que permitan la autogestión de la comunidad. Sin embargo, considero que sería más beneficiosa la identificación y formación de figuras claves de la comunidad que por sus características personales y sentido de pertenencia protagonicen un proceso de cambio más auténtico y desarrollador y que a su vez sean capaces de identificar y formar otros nuevos agentes de cambio, de esta forma estaríamos creando las bases para la autonomía de la comunidad en la identificación y solución transformadora de problemáticas. 
Por esta vía el proceso de intervención debe lograr entonces, que la comunidad asuma una posición activa de compromiso y responsabilidad con la realidad social en la que se encuentra insertada y el desarrollo autónomo individual y grupal de cada uno de sus miembros.
Por último sería medular el hecho de asumir la necesidad de resolver algunas contradicciones internas desde lo profesional, incluso desde lo personal, que propicien la participación legítima en el proceso de intervención comunitaria y desde donde se comprenda el autodesarrollo como una capacidad humana para la transformación. 

Bibliografía
Corral Ruso, R. (1999) Las lecturas de la zona de desarrollo próximo, en Revista Cubana de Psicología, Vol. 16, No.3.
Rebellato I. (1998) La dimensión ética de los procesos educativos, en Cruzando Umbrales. Aportes uruguayos a la Psicología comunitaria. Luis Jumenes (compilador), Roca Viva. Montevideo 
Villasante, T. (1998) De las redes sociales a las programaciones integrales. Lumen/ Humanistas, Bs. As.
Westergaard, C; Nelly, J. (1998) Una epistemología contextualista para la investigación ecológica, en Psicología comunitaria. El enfoque ecológico contextualista de James Nelly. Enrique Saforcada. (Comp). Proa, Bs. As, 
Vigotsky, L.S. (1987): Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores, Ed. Cietífico Técnica, La Habana. 

Código ISPN de la Publicación: EEyFZlpAAVxpuzcsvN
Publicado Friday 17 de November de 2006  

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