LA FILOSOFIA NARRATIVA

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Domingo Cía Lamana

Licenciado en Filosofía  1969 en la Universidad de Barcelona 

Doctorado en Filosofía   1996 en la Universidad de Barcelona  

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De una forma muy sintética quiero hacer públicas algunas de las conclusiones e intenciones de la tesis doctoral que con el título "EL CONCEPTO FORMACIÓN de HEGEL COMO PROPUESTA NARRATIVA" y dirigida por Eugenio Trías, leí el 29 de mayo de 1996 en la Universidad de Barcelona.

 

Partía de la pregunta sobre lo qué signifique para un sujeto "estar formado". Esta pregunta que se puede juzgar como pretenciosa y sustancialista, se va corrigiendo en la misma investigación, situando la respuesta en lo que se califica como categoría narración. Coincidía en la tesis con la afirmación de P. Ricoeur de que "todo narrar es un narrar algo, que no es narración sino proceso de vida". Desde aquí trabajaba la analogía entre narración y formación, ayudado por lo que es el descubrimiento de la tesis en el Prólogo de la Fenomenología de Espíritu de Hegel: "el concepto se narra". Así la categoría narración se convertía en una categoría epistemológica, antropológica, conceptual.

El objetivo de la tesis no es literario, ni intenta vaciar lo que podría tener la filosofía de necesidad epistemológica o conceptual, aunque critico el reduccionismo que a veces se ha hecho de la filosofía, intentando reducirla sólo a ciencia.

El verdadero objetivo es antropológico: señalar la identidad del sujeto en lo narrativo.

El tema de la ficción que aparece en los textos filosóficos de Hegel a la hora de narrar la formación de un sujeto, se compara con el tema de la ficción trabajada dentro del mundo de la teoría literaria, sobre todo referido a la narración de las novelas de formación (Bildungsroman).

En las novelas de formación se narra y describe cómo un sujeto está construyendo eso que solemos llamar su propia identidad, su formación o cultura (Bildung). Gracias a la sola experiencia, el protagonista madura, se educa, comprende lo inesencial de la realidad y la fragilidad de su propio mundo interior. En estas novelas el protagonista se está construyendo sin proyecto, sin modelo previo. La única forma de poder exponer este tipo de educación anárquica es narrándola. La identidad de este sujeto formado, difícilmente se puede expresar de otras formas más conceptuales o definitivas.

Había comenzado los cursos de doctorado en 1986, después de la lectura de unas novelas de formación (Bildungsroman) de la Generación del 98.

Curiosamente las tres publicadas en España en 1902: Amor y pedagogía de Unamuno, La Voluntad de Azorín, y Camino de perfección de Pío Baroja que trataba de relacionarlas con la de Goethe publicada en 1795: Años de aprendizaje de Wilhem Meister. Mientras comenzaba los cursos que sobre narración impartía el profesor Manuel Cruz bajo el sugestivo título La propuesta narrativa en la filosofía de la historia. En la lectura de las novelas de la Generación del 98 descubría que los protagonistas de las novelas tenían un concepto de formación anárquica si se comparaba con los proyectos formativos de educación cristiano-burguesa del siglo XIX.

Frente a una educación como mímesis y prevención de "sistemas preventivos" de buena educación, las novelas que estaba leyendo narraban que el sujeto se hacía desde la experiencia, por más que esta pudiera tildarse de negativa.

Por otra parte en el curso de doctorado al que me he referido, cuestionábamos la posibilidad de pensar la identidad de un sujeto, la experiencia, el tiempo, la historia, a no ser que se describiera de forma narrativa, según estudiaba P. Ricoeur en su obra Tiempo y Narración.

En las novelas a las que me estoy refiriendo, como ya he indicado, la formación de un sujeto no estaba escrito en ningún lugar, (no había "proyecto formativo") ni se adquiría por imitación (mímesis) ¿Qué hacer entonces? El sujeto -cada sujeto- lo único que podía hacer era narrar su propia experiencia Porque sólo había formación cuando el protagonista era capaz de narrar su propia decisión. Una vez aceptado el riesgo de romper con su vida anterior monótona y segura, emprende el viaje que lo iba a convertir, viviendo diferentes etapas, en protagonista, muchas veces héroe trágico de su propia vida. El protagonista, así, acepta su autonomía y fuerzas humanas olvidándose de otras dependencias ultraterrenas. Luego tratará de narrarnos (dirá Hegel) o de confesarnos (dirá M. Zambrano) su experiencia de ese límite, (como estudia E. Trías.)

 

Quiero indicar, que entendida la identidad del sujeto como narración de la propia experiencia, se dan estos logros:

(1) La categoría narración es una categoría epistemológica.

(2) La categoría narración sirve para identificar la existencia del sujeto: identidad narrativa del sujeto.

(3) La identidad narrativa del sujeto trata de unificar la escisión cartesiana sujeto-objeto.

(4) El sujeto narrativo se puede estudiar y entender como sujeto fronterizo.

 

1º Volviendo a los logros que se alcanzan con la categoría narración, seguimos aclarando que desde una perspectiva epistemológica, la categoría narración está indicando los elementos necesarios para poder conocer mejor.

Con ella también se puede hacer ciencia: los postulados son científicos cuando se pueden narrar.

Aunque la propuesta narrativa encierra una cierta complejidad, por lo que tiene de cambio de paradigma epistemológico, "podría ser el espacio de la reconciliación entre los diversos saberes y discursos acerca de lo humano".

Lo narrativo aporta claridad, análisis, conocimiento. Es una categoría epistemológica..

Hasta el punto que podamos indicar que la realidad se presenta ante la mente humana sólo en la forma de narración. Cuando estamos secuenciando el mundo y su historia de forma narrativa estamos aprendiendo a percibir el mundo empírico que nos rodea de una manera distinta, bajo una unidad simbólica superior. Así aunque a veces el modo de exposición parezca descriptivo, el artista, al igual que el pintor, no nos dice: "El mundo es así" sino que nos exhorta: "¡Ved el mundo así! Lo cual no supone que se pueda establecer el principio de que "todo vale".

El pluralismo axiológico no tiene por qué equivaler al relativismo axiológico. Se trata, sencillamente, de reconocer que unas formas de ver el mundo son más adecuadas que otras. Aunque un reportaje periodístico sobre la vida de los campesinos de Mexico sea más coincidente con los hechos que una narración de Juan Rulfo, no por esto le damos mayor valor al primero que a la segunda. Es más, tenemos la sospecha de que la narración de Juan Rulfo representa mucho mejor y más profundamente la realidad rural mexicana.

Carnap ya en los años veinte, en el prólogo a su celebérrima obra La construcción lógica del mundo trata de hacer una analogía entre la ciencia y el arte:

" Sentimos que existe un parentesco interno entre la actitud que sostiene nuestro trabajo filosófico y la actitud espiritual que se manifiesta actualmente en otros dominios muy distintos de la vida; notamos esta actitud en ciertas corrientes artísticas, especialmente en la arquitectura.... En todos estos ámbitos notamos la misma actitud básica, el mismo estilo de pensar y de crear. Es la tendencia a buscar en todos lados claridad".

Es una lástima que este prólogo escrito en el 1928 no hubiera estado más presente a la hora de configurar lo que debiera haber sido la filosofía en relación con la narración. La injusta dicotomía entre arte y conocimiento o ficción artística y verdad científica es una de tantas burdas dicotomías.

Ningúna auténtica obra de arte es un juego de niños, ni se construye por pasar un buen rato. Adorno y Goodman, pertenecientes a escuelas y tradiciones diferentes, coinciden en este punto: el arte no tiene nada que ver con el placer o con el divertimento. Adorno es lapidario: "Ante la obra de arte goza sólo el ignorante"

El arte nos proporciona conocimientos, nos hace conocer verdades pero no de orden informativo. Es un conocimiento cuyas vías de acceso son distintas a las del lenguaje descriptivo: son vías estéticas, pero no habrá que olvidar que la función primordial es este tipo de conocimiento es estético y que su función es fundamentalmente epistémica.

 

2.º La categoría narración identifica la existencia del sujeto tan problematizada desde la época cartesiana, como sujeto narrativo.

Estudiando la categoría narración en Hegel, ésta tiene que ver con una cierta descripción del individuo, hasta lograr lo que se viene llamando identidad narrativa del sujeto. La narración realiza una descripción del hombre que quiere experimentar, salir de la seguridad de lo doméstico, y confrontar, en diferentes secuencias, su propia narración. Así el sujeto -ignorado en el mundo estructuralista del positivismo- vuelve a recobrar su identidad. Una identidad que no coincide con las categorías metafísicas o trascendentales a priori. Sencillamente su identidad coincide con la posibilidad de poder narrar el propio viaje o experiencia a través de las cosas.... No es el sujeto por definición, más que las otras cosas o acontecimientos, pero narra, que cuando está junto a las cosas, es capaz de nombrarlas. Cuenta todas las peripecias divertidas, trágicas e intrigantes que contempla en su misma vida y en la vida con las cosas.

Sobre todo, cuando o su misma vida o las mismas cosas se llevan al límite.

La categoría narración circunscribe la identidad de un sujeto como identidad narrativa, porque abarca eso que la filosofía había encontrado en él de complejidad, inabarcabilidad, misterio. Los sujetos que emprenden ese tipo de experiencias, son los únicos que podrían narrar una película como Casablanca o novelas como El hombre sin atributos de Musil y el Wilhem Meister de Gothe.

Los protagonistas se van formando sin un proyecto ilustrado previo. No mandan los principios ni siquiera la fuerza de la voluntad o inteligencia.

Delante de los imperativos temporales (salto a la salvación, a lo equívoco y próximo, a la corrupción, a la muerte...) están viviendo en soledad desde su conciencia. La comprensión de la realidad se certifica en experiencias atravesadas. La formación (eso que llama Hegel la formación de la autoconciencia) se va dando en las dificultades, la negación y el peligro.

Este tipo de narración, naturalmente, sólo le gustarán a los que prefieran las novelas de "misterio" y se harán incompresibles para los que buscan narraciones psicológistas, de bricolage, o recetarios de cocina. Quiero decir que la categoría narración sólo puede emplearse y entenderse en el espacio de una determinada comprensión, donde los límites de la realidad no tienen por qué ser los límites de la posibilidad de lo humano. La necesidad que va pidiendo el estatuto de la razón no suele abrirse a ninguna construcción de ficción, elemento característico de toda narración.

Va siendo urgente ir recogiendo en filosofía una comprensión más técnica del término ficción, (ya se ha hecho en la teoría literaria), como capacidad de construcción gnoseológica, según había indicado Nietzsche en su: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

 

3º La identidad narrativa del sujeto trata de unificar la escisión cartesiana sujeto-objeto. Las consecuencias de la ficción. Pero además la categoría narración salva la realización del sujeto en la historia, en el mundo, en la naturaleza, escindida durante toda la modernidad. El sujeto puede narrar que ha ejercido su libertad para configurar (formar) la historia de una vida que es la suya. Pero además el mundo enfrentado al sujeto queda unido al sujeto y la escisión que sigue siendo trágica, por lo menos se puede narrar bajo la ficción de que las cosas están cargadas de una teoría que sólo se adivina si se experimentan.

Todas las secuencias de esta formación sólo las podemos narrar. Difícilmente las podrían describir un conjunto de conceptos e ideas por mejor sistematizadas y estructuradas que estuvieran: cualquier tipo de formación guarda mucho de desajuste y desarmonía, que poco tiene que ver con lo que llamamos proyecto racional.

El principio que funda o busca la razón no puede estar fundamentado racionalmente, porque si así fuera aún podríamos seguir buscando algún otro principio racional que fundara la racionalidad de éste: ganada la razón, al tiempo la perdemos...

Hegel entendió bien esto cuando reconoce lo fértil de la negatividad en su dialéctica. Uno de los integrantes más significativos de la narración, incluso estudiada en el ámbito no filosófico de la teoría literaria, es la ficción.

El concepto de naturaleza para Hegel se diferencia de la inmediatez romántica y del empirismo de la ciencia y se convierte en el espíritu del concepto que se ha de ir formando para poder después narrar esta experiencia. Y es que "Hegel considera que la naturaleza no tiene historia, mientras que la conciencia humana sí". Todo este reconocimiento de que según Hegel la naturaleza se exprese así tiene conexión con el tema de la ilusión (Täuschung) que él también trata y que es de tanta actualidad en el mundo de la narrativa por lo que tiene la ficción de capacidad de creación, construcción o formación. Si entendemos la novela como el arte de narrar diversas posibilidades de habérnosla con la vida, las citas de Hegel dan qué pensar cuando se refieren a la Täuschung, es decir a la ilusión de que el fin, absolutamente llevado a término como Bien no esté cumplido aún. Y sin embargo, indica Hegel, el Bien está ya cumplido en y para sí, sin necesitar aguardarnos primero a nosotros. En esta ilusión vivimos y a la vez ella es únicamente lo que pone en acción aquello sobre lo que basa el interés del mundo...La verdad está en la mediación, nos viene a decir Hegel, no en la cosa resuelta. Vivir, en definitiva, es desarrollar una historia que viene de lejos... a través de los hombres con un entorno que ellos hacen y que los hace a ellos. Sólo así cabe la cumplimentación absoluta del bien. Éste no se halla en ninguna parte, no es un programa que haya de realizarse en el futuro ni un futuro siempre pospuesto.

De aquí concluye Hegel que el bien absoluto ha de ser la renovada asunción de una ilusión (Täuschung) que resurge constantemente, siempre con nuevas y proteicas formas. Sobre esa ilusión "descansa el interés del mundo": La creencia de que el bien espera nuestra actividad para ser cumplido. Mas el bien se cumple a sí mismo a través de nuestro trabajo. Tal es el Dios hegeliano. El hombre sólo puede realizarse activando en comunidad su conciencia finita. A este propósito vuelve a recordar Félix Duque que Hegel en un momento de sinceridad escalofriante justamente en el paso de la Objetividad a la Idea indica que "la idea se hace a sí misma, en su proceso, esa ilusión se contrapone a un otro, y su hacer consiste luego en asumir esta ilusión".

Todo esto hace referencia al verdadero sentido que señala el texto al que nos estamos refiriendo: "El concepto se narra". Es lo único que podemos hacer. Coger el momento o el instante del concepto, necesitado siempre del tiempo, mientras pensamos que la Idea tiene que darse al menos como ilusión de continuidad, para que pueda haber una historia que contar y no el mutismo de muerte de la propia autodestrucción.

 

4º El sujeto narrativo como sujeto fronterizo. Me parecería que estas secuencias por las que ha de transitar la narración hablan de tiempo y de una experiencia atravesada por un sujeto que se está formando junto al misterio o enigma de las cosas. Siempre estará la conciencia de este sujeto, como ha estudiado E. Trías: en el cerco del fronterizo, buscando el enigma de la otra parte que siempre le falta: el cerco hermético.

Pero teniendo que reconocer que su tragedia es poder confundir la realidad, situado como está en el cerco del aparecer, sólo con lo que puede comprobarse con la fuerza de la razón, intentando cerrar el gozne de la puerta que pueda abrir otros mundos o cosmosvisiones.

Hegel parecería contestar a este potente análisis, que el estatuto ontológico que se quiere dar al limite, él lo encuentra en el mismo trabajo de experiencia de la autocociencia del sujeto. Hegel sostiene que el sujeto puede formar (Bilden) el concepto o construir toda otra forma de pensar las cosas (autoconciencia) y que esto es lo que es capaz de narrar con autoconvencimiento.

Así el sujeto se va convirtiendo en creador de la realidad, y por tanto en administrador de algo propio de lo Infinito: la creación. Todo funciona como si en las diferentes secuencias de la vida, se hiciera presencia algo que sólo puede brotar del absoluto.

La puerta que se abre, es la que Hegel aclara en textos impresionantes sobre el escepticismo y la ficción: detrás del telón no hay nada más que la propia autoconciencia La grandeza de la autoconciencia radicaría aquí: que pese a este trágico enigma, se comporta y existe como si todo existiera, porque lo está formando: "Pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera", ha narrado el místico anónimo del siglo XVI.

Y de forma más narrativa Sherezade en Las mil y una noche, salvará la vida, si la historia que cuenta dura hasta que el sol se levante...

Lo más grande de las narraciones es que el protagonista de ellas se las cree porque las ha formado, y los lectores de novelas, mitos o confesiones.... tenemos el convencimiento de que el ámbito de lo posible es mucho más amplio que el ámbito de la necesidad. La opción por la categoría narración es una opción por la llamada filosofía idealista de Hegel que no opone el saber fenoménico y el saber absoluto. No puede ser que el saber narrativo esté dislocado de lo absoluto. "Sólo lo absoluto es verdadero y sólo lo verdadero es absoluto". Aparece así que el idealismo hegeliano no es una filosofía de la finitud sino que intenta redimir a ambas en el seno de una Totalidad. Con la categoría narración lo Absoluto se temporaliza y a su vez el tiempo se absolutiza.

Hegel así logra una aproximación de lo Absoluto al hombre: si el ser divino no fuera la creencia del hombre y de la naturaleza, entonces sería precisamente un ser que no sería nada. En la categoría narración lo infinito y absoluto tienen persistencia laica y temporal en esta historia y en este mundo.

Es decir, siempre estará la conciencia de este sujeto en el cerco del fronterizo buscando la otra parte que le falta del símbolo. Le han narrado que esta otra parte se oculta en el cerco hermético. Pero en las diferentes experiencias, que le cuentan o novelan, nunca le señalan la clave para poder llegar hasta el lugar. Todos cuentan que es deseo imposible. Esta imposibilidad de que la naturaleza o realidad hable nos lleva al misterio del cerco del enigma del que habla E. Trías y al que nos hemos referido.

Yo por mi parte siguiendo esa reflexión que él hizo, quiero añadir que el hombre fronterizo lo único que puede hacer con todo el aluvión de información que le viene desde el cerco del aparecer, es experimentarlo -hacer autoconciencia, diría Hegel- y narrarlo. El sujeto no se puede quedar paralizado y mudo, ni siquiera en permanente trance místico, porque dejaría de ser humano: se ve obligado a narrarlo.

Y esto es lo que empalma sorprendentemente con el actual análisis de la narrativa. La novela es el gran laboratorio para las posibles elaboraciones con el tiempo: es el laboratorio de lo imaginario. Así los grandes relatos - metarelatos- se convierten, en la actualidad, en multitud de pequeños relatos que hacen que la narración sea el vehículo más cercano de la experiencia particular.

Nietzsche con su propuesta de un nuevo tipo de razón que penetre las zonas de irracionalidad del ser humano, intenta aniquilar la metafísica tradicional y ensayar otra nueva hermeneutica. Un mismo texto permite innumerables interpretaciones, no hay interpretación justa: es la voluntad de poder la que interpreta, dirá Deleuze. Así como, más tarde nos invitará Wittgenstein no a dogmatizar la interpretación sino sólo a describirla.

Nietzsche, sin pretenderlo expresamente, desarrolla alguna de las características de la categoría narración, como la ficción que él llama perspectivismo. Se cambia la dirección del lenguaje: no proviene dictado desde las cosas sino desde la creación ficcional del hombre. Nosotros no podemos entender más mundos que el que hemos construido. Y en tono kantiano, Nietzsche se refiere a la abundancia de errores ópticos que inevitablemente fluyen de ahí y que debemos mantener conscientemente.

Esta es la gran paradoja, el engaño y la falsificación son necesarios para la vida: somos los únicos seres de la naturaleza que tenemos la capacidad de crear, esto es, de inventar. Parece como si hicieramos vivir a los organismos de la naturaleza nominándolos con nombres equívocos: sustancia, atributos, causa, efectos.

Todos los cuales parecen responder a una forma ingenua de ordenar las cosas. Pero hay más. Normalmente la realidad se resiste al entendimiento y sin embargo hay que atreverse a nombrar lo irracional.

Y Nietzsche ha advertido que la verdad literal puede convertirse en una falacia y que se acude a la metáfora porque no se puede dar otra visión más auténtica de la realidad. Ver algo como otra cosa parece inevitable: hay tantos modos de ser del mundo como modos hay de expresarlo, verlo, describirlo. Y ninguno de estos modos de ser es el modo único del ser del mundo.

 

En resumen:

a) La categoría narración integra: el reconocimiento del tiempo en diferentes secuencias que experimentadas por un sujeto logran que éste tome conciencia de algún tipo de formación o cambio. Cuando reivindicamos la necesidad de la narración subrayamos la realidad temporal de lo humano en contra de todo intento de quererlo eternizar. La categoría narración vuelve así, a reconquistar categorías que habían cuestionado el estatuto de la razón, como: historia, experiencia, cambio.

b) El hallazgo que hace la categoría narración es el reconocimiento del sujeto como una identidad narrativa. Sólo si atendemos a la narración que haga un sujeto, se pueden poner de manifiesto aquellas dimensiones del ser humano que de otra forma permanecerían inexploradas y por lo mismo ineptas para expresarse. Sin narración no hay identificación posible del individuo.

Sin el recurso de la narración, el problema de la identidad personal está condenado a una antinomia sin solución.

O bien se piensa un sujeto idéntico a sí mismo en la diversidad de sus estados, o bien se sostiene que no es sino una ilusión sustancialista. La pregunta por el ser del yo se contesta narrando una historia, contando una vida. Podemos saber lo qué es el hombre atendiendo las secuencias narrativas de su vida.

c) La categoría narración es el convencimiento de que la realidad no es manipulable, porque su misterio siempre desborda la posibilidad de captación. Difícilmente podemos enfrentarnos a expresar el principio o el fin a no ser de forma narrativa.

Ciertos matices de la existencia sólo los captamos, atravesando diferentes niveles de experiencia: aprendiendo del padecer. Ciertas experiencias humanas (mancha, carga, servidumbre, esclavitud...) son expresiones que sólo son accesibles simbólica y metafóricamente.

d) Pero es que además para el hombre siempre el mundo de lo posible es más inmenso que el mundo de lo comprobable. Y así la categoría narración puede servir para ver la realidad desde otra perspectiva o mirada y así aprender. La narración está indicando: Ved el mundo así, no: el mundo es así.

La narración al no hacer depender en exclusiva la inteligibilidad de las causas, se halla en condiciones de aceptar un volumen mayor de realidad.

La categoría narración apunta hacia lo que el humano tiene de histórico que quiere decir: no agotarse nunca en el saberse. El hombre, así, se reconoce siempre en una historia, nunca a través de la introspección.

e) La categoría narración corrige los criterios de evaluación de la verdad entendida como: adequatio rei et intellectus. No necesitamos esa noción de verdad para postular la existencia de criterios de evaluación objetivos y aplicables a las interpretaciones estéticas, la recreación literaria o la reconstrucción formal de las teorías científicas.

En mi tesis he tratado de fundamentar filosóficamente la categoría narración. La definición que hago de ella recoge características de espacios culturales diferentes. Por esta razón pueden ser diferentes los niveles de referencia y se ha de huir de una aplicación unívoca de esta categoría. Los logros de la categoría narración no son tan evidentes ni inmediatos. Hacen referencia a un nuevo estilo dentro del quehacer filosófico, recogiendo muchas de las preocupaciones que en este momento están en revisión o búsqueda: sujeto, experiencia, historia.

El talante narrativo invita a que se puedan emplear estas categorías sin complejos vergonzantes o sin intenciones sustancialistas. Si las empleamos dentro de una narración cobran una dimensión insospechada. Si nos preguntamos cómo se logra eso habremos de referirnos a Hegel: hemos visto cómo narra la definición de una autocociencia o del mismo concepto ( "el concepto se narra" ).

f) El hecho de que en mi trabajo haya puesto en relación la ficción con la categoría narración, oferta la sospecha de un fuerte subjetivismo y una confabulación con la lógica del todo vale o todo es igual. Ciertamente la categoría narración es una invitación a huir de las formas herméticas, es una invitación a la decisión, a la acción, a hablar. Es decir la categoría narración, por definición no es represora ni correctiva. Pero esto no consagra los principios de escepticismo, ni del cinismo.

 

Primero: No vale todo. La categoría narración es un pronunciamiento ante un destinatario racional que ha de descodificar el mensaje narrativo ejercitando su capacidad de crítica. La narración es todo un paquete de información que ha de ser calificado públicamente.

Desde el punto de vista de teoría de conocimiento se puede narrar todo: toda la capacidad racional humana es narrativa incluida las fantasías más torpes, horribles, inhumanas. Si los dioses o los dictadores suprimen esta posibilidad, el hombre vive en situación de falta de derechos, necesarios para poder vivir la responsabilidad humana desde la libertad. Pero esto no quiere decir que las narraciones no se puedan calificar, incluso con consecuencias legales, como injustas, terroristas, inhumanas, calumniosas...

La categoría narración sólo sabe decir que son construcciones, no puede hacer advertencias morales, pero puede servir para analizar las diferentes secuencias injustas, inhumanas, mentirosas.

Segundo: No todo es igual. Ya la hemos estudiado filosóficamente en los capítulos dedicados a Hegel. Por lo que se refiere a la perspectiva literaria en cuanto nos aproximamos, descubrimos que ninguna de las categorías narrativas (histórica, literaria, de ciencia ficción...) corresponde a una forma de existencia (referencia real) sino que cada una de ellas se constituye en el plano del discurso y sólo a partir de él. Así el narrador (en la mayoría de las novelas) es una ausencia, a lo sumo una voz, una abstracción hecha a partir del texto. Las personas gramaticales no tienen más realidad que la del discuro: yo no puede ser definido más que en términos de locución, no en términos de objeto, como lo es un signo nominal. Otro tanto ocurre con el tiempo, lo que sucede en el relato, no es desde el punto referencial, literalmente, nada: lo que pasa es sólo el lenguaje, la aventura del lenguaje. Y de los personajes, finalmente, nunca, ni aún cuando dialogan, escuchamos propiamente su voz: por mucho que diferencie las voces, el narrador permanecerá siempre en el primer plano de la audición y de la conciencia.

Las dos perspectivas, la filosófica y ahora la literaria, coinciden. Desde la perspectiva literaria tenemos que construir alguna ficción, es decir un algo nada objetivo ni comprobable. Pero la perspectiva filosófica nos avisa que cuando tratamos de expresar un algo de la realidad, esta queda en el enigma y el misterio; y si nos acercamos con intenciones inquisitoriales nos encontramos según nos advirtió Hegel con que "detrás del telón no hay nada".

¿Escepticismo puro y duro? La categoría narración se apunta precisamente y toma partido en este momento por el reconocimiento de lo humano que maneja de forma finita y con lenguaje humano el absoluto. Paradójicamente lo infinito se hace finito, es decir se hace posibilidad humana, es decir, se hace categoría narración.

Por esto la categoría narración comprende al hombre como fronterizo entre lo que aparece realmente y lo que sospecha es el misterio encerrado en el enigma de un más allá de las cosas. El misterio de ese más allá sólo lo podemos avizorar en forma simbólica, con lenguaje, con la categoría narración.

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