REVOLUCIONES BURGUESAS

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Fuente:Historia Europa Moderna
Alonso/Elisalde/Vazquez 

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Después de la Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, poco a poco la industria se convirtió en la actividad económica más importante no sólo en la sociedad inglesa, sino también en otras regiones de Europa. Este proceso fue la primera fase de la industrialización en el continente europeo, y se extendió hasta aproximadamente 1840, cuando se produjo la primera crisis del capitalismo.
 

LA ORGANIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Las características de la actividad industrial durante esta primera fase fueron las siguientes.

• La mayoría de las fábricas estaban dedicadas a la industria textil. Las máquinas de vapor casi no se empleaban en otras ramas de la industria. Por esto, durante la primera fase de la Revolución Industrial, los viejos sistemas de producción como el trabajo a domicilio o la actividad artesanal independiente, convivieron con las fábricas.

• Las diferentes regiones del planeta se fueron especializando en una actividad económica determinada, y se estableció una división internacional del trabajo. En el siglo XIX, algunas regiones —América del Sur, América Central, Asia y África— se especializaron como productoras de materias primas; y otras —Inglaterra y Francia— se especializaron como productoras de manufacturas.

• El desarrollo industrial europeo fue desigual: no se produjo en todos los países al mismo tiempo.

La industrializacion comenzò en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII y continuò en Francia durante las primeras dècadas del siglo XIX. La industrializacion Alemana fue màs tardìa, ocurriò recien a mediados del siglo XIX. Italia tuvo que esperar hasta los primeros años del siglo XX y solo se industrializò el norte. Otros paìses como España tuvieron escaso desarrollo industrial.
 

LA ORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD

La sociedad europea —especialmente la inglesa— también cambió notablemente como consecuencia de la Revolución Industrial.

• La población urbana superó en número a los campesinos. Sin embargo, los trabajadores rurales continuaron siendo mayoría en las regiones donde no hubo industrialización.

• La situación de la aristocracia rural también cambió: en la sociedad de esta época los hombres más ricos ya no eran sólo los grandes terratenientes, sino también los burgueses que se dedicaban a la actividad industrial. Por esto, en Inglaterra, los propietarios rurales invirtieron su capital cada vez con mayor frecuencia en la actividad comercial e industrial.

• La burguesía industrial concentró el poder económico y durante esta fase se fue consolidando como clase social. Este proceso fue más rápido sobre todo en Inglaterra, mientras que el desarrollo de la burguesía industrial fue más lento en los otros países europeos.

• El número de obreros creció al mismo tiempo que se expandió la industrialización. En comparación con la población total, su número era todavía pequeño, excepto en Inglaterra. Sin embargo, su importancia social y política fue cada vez mayor.
 

LA PRIMERA CRISIS DEL CAPITALISMO

Entre 1830 y 1840, la primera fase de la industrialización, basada en la actividad textil, llegó a sus límites porque se habían producido más artículos textiles que los que los mercados podían comprar.

Esta primera crisis de la economía capitalista se reflejó en una fuerte caída del crecimiento económico: como disminuyeron los beneficios que la burguesía industrial obtenía de la actividad textil, cerraron fábricas y se despidió a muchos obreros. Al mismo tiempo, en el campo se perdieron cuantiosas cosechas y los precios de los alimentos aumentaron. Los más perjudicados por las consecuencias de esta crisis fueron los obreros, ya que sus salarios disminuyeron y muchos de ellos quedaron sin empleo. El descontento de los más pobres se extendió por toda Europa y originó movimientos de protesta y rebeliones.
 

LA RESTAURACIÓN DEL ABSOLUTISMO

A partir de 1814, después de la derrota de Napoleón, en Europa se restablecieron las monarquías absolutas y el clero y la nobleza recuperaron algunos de sus privilegios. Para asegurar su retomo al poder, las monarquías más importantes de Europa se reunieron en el Congreso de Vierta. Allí establecieron el Tratado de la Santa Alianza con el objetivo de restaurar el antiguo orden absolutista. Pero la burguesía no aceptó perder las ventajas de los principios de libertad y de igualdad que habían surgido con la Revolución Francesa y que las campañas de Napoleón habían difundido por el continente.
 

LA REACCIÓN DE LA BURGUESÍA LIBERAL

Durante las primeras décadas del siglo XIX, la mayor parte de la burguesía fue liberal. Estaba unida en su oposición al absolutismo y en la defensa de las libertades civiles y políticas de los individuos. En el plano político, una de las ideas más importantes del liberalismo de la primera mitad del siglo XIX fue considerar necesario el establecimiento, en cada país, de una Constitución: un conjunto de leyes fundamentales que obligaban por igual a gobernantes y a gobernados, que protegían los derechos naturales de los individuos y limitaban el poder del rey. Y éste fue el principal objetivo de los movimientos revolucionarios que encabezó la burguesía en diferentes países europeos entre 1820 y 1848.

En 1830, burgueses,estudiantes,guardias nacionales y obreros tomaron la ciudad de PArìs al grito de "Libertad,Libertad,...". La burguesìa luchaba por el establecimiento de una Constituciòn que garantizaran las libertades de expresiòn, de asociaciòn, de reuniòn, separaran los poderes de gobierno, para evitar la posibilidad de una tiranìa, y el derecho al voto para aquellas personas que cumplieran ciertos requisitos.
 

LA BURGUESÍA FRENTE A LA POBREZA

En el plano económico, algunos principios del liberalismo también resultaron útiles para los intereses de la burguesía. El desarrollo de la industrialización planteé la necesidad de explicar y justificar la creciente miseria en la que vivían los trabajadores y el resto de los habitantes de las ciudades.

La teoría que proporcionó argumentos a la burguesía fue el liberalismo económico. Dos pensadores ingleses, Adam Smith y Thomas R. Malthus, sentaron sus bases. Tanto Smith como Malthus sostuvieron que los gobiernos no debían intervenir en la economía ni en los problemas sociales que originaba la actividad económica. De acuerdo con estos principios, los Estados europeos del siglo XIX se limitaron a garantizar el orden público en el interior de sus fronteras. En la sociedad de la época, la riqueza era considerada una virtud individual; y se justificó la existencia de la pobreza, que comenzó a verse como una consecuencia del vicio y del pecado.

Sin embargo, en los años que transcurrieron hasta 1848, los trabajadores fueron aliados de la burguesía en la lucha contra el absolutismo restaurado. Los obreros se sumaron a las luchas de los burgueses que reclamaban la plena vigencia de los principios del liberalismo. Por otra parte, un sector de la burguesía liberal alentaba la alianza porque creía que el capitalismo generaba un progreso que iba a mejorar las condiciones de vida de todos los integrantes de la sociedad. Por eso, llevó adelante acciones políticas radicales con el fin de destruir los obstáculos que se oponían al desarrollo del capitalismo.
 


 

Los movimientos revolucionarios de 1820. En España, Portugal y el Reino de las Dos Sícilias, los revolucionarios lograron la sanción de Constituciones liberales. Pero la intervención militar de Austria y Francia en ayuda de los monarcas absolutos afectados —de acuerdo con lo establecido en el Tratado de la Santa Alianza—, derrotó estas experiencias revolucionarias. Las luchas por el establecimiento de los principios liberales tuvo características especiales en Grecia. A partir de 1821 comenzó la guerra de liberación griega del imperio turco-otomano, en la que fue decisiva la intervención de las fuerzas de la Santa Alianza. Gran Bretaña, Francia y Rusia vencieron a los turcos, declararon la soberanía nacional de Grecia y, luego de derrotar al movimiento liberal griego, favorecieron el establecimiento de una monarquía absoluta. Como consecuencia de las diferencias entre Rusia y Austria sobre esta “cuestión de oriente “, la Santa Alianza se disolvió.

El objetivo político de los revolucionarios de 1820 fue lograr el establecimiento de monarquías constitucionales —como la inglesa—. También se propusieron asegurar el funcionamiento de los parlamentos, ya que, frente al absolutismo monárquico, el parlamento era la institución que permitía la participación de los burgueses en el gobierno, que cada vez tenían mayor poder económico.
 


 

Los movimientos revolucionarios de 1830. Las revoluciones de 1830, dividieron Europa en dos regiones. Al oeste del río Rhin, los liberales moderados derrotaron a la alianza de los absolutismos. Al este del Rhin, en cambio, todas las revoluciones fueron reprimidas y la situación se mantuvo como antes de 1830. En estos países, la mayor parte de la población estaba compuesta por campesinos que todavía vivían sometidos a una organización económica de tipo feudal.

En Europa occidental, las revoluciones de 1830 significaron la derrota definitiva del absolutismo. Desde entonces, en los distintos países, el gobierno estuvo a cargo de representantes de la alta burguesía de industriales y banqueros, que desplazaron a los miembros de la aristocracia terrateniente.

El régimen de gobierno que se consolidó en Inglaterra, Francia y Bélgica fue una monarquía constitucional que garantizaba la vigencia de las libertades individuales económicas y políticas. La participación política se abría exclusivamente a una parte de la población mediante el sufragio restringido. Sólo aquellos ciudadanos que eran propietarios, tenían determinado nivel de ingresos o determinado grado de instrucción escolar, tuvieron derecho al voto y a ser elegidos representantes parlamentarios.
 


 

La revoluciòn que estallò en Francia en julio de 1830 contra el absolutismo del rey Borbòn Carlos X, iniciò la oleada revolucionaria que se extendiò por toda Europa. En Parìs, burguesesm estudiantes, obreros asaltaron armerìas, armaron barricadas y pidieron por la abdicaciòn del rey. El ejèrcito se negò a reprimir a los revolucionarios y el rey abandonò el paìs. Se le entregò la corona aLuis Felipe de Orleans que adherìa a los principios liberales.
 

LAS REVOLUCIONES DE 1848

Desde 1830, Francia era gobernada por la alta burguesía (industriales y banqueros). Sus políticas habían producido un gran descontento entre los obreros urbanos, sobre todo los de París, y también en la pequeña y mediana burguesía (comerciantes, artesanos, profesionales). Esta situación se agravó con la crisis económica de 1846-1847, producida por malas cosechas y por una inestable situación social y política que afectaba a los sectores populares.

En febrero de 1848, los obreros parisinos junto con la burguesía liberal que quería ampliar los derechos políticos, ocuparon las calles, reclamando el fin de la Monarquía y el establecimiento de la República. Si bien esto se logró, pronto se manifestaron las diferencias entre los revolucionarios, representadas por dos banderas: la tricolor de los burgueses liberales y la roja de los obreros oprimidos por las pésimas condiciones de trabajo. El triunfo de la primera y la represión de junio contra el proletariado determinaron la victoria de las propuestas políticas liberales y la postergación de la revolución social. Éste fue el inicio de la consolidación del sistema capitalista en Francia.

La revolución de 1848 se expandió muy rápidamente (en menos de un mes) a buena parte de Europa (Alemania, Prusia, Austria, Italia, Hungría) e incluso a América (Brasil, Colombia). Pero con la misma rapidez fracasaron esos intentos de mejorar las condiciones sociales de las clases trabajadoras.

Si bien los cambios no fueron los esperados por los grupos más revolucionarios, se instalé definitivamente un nuevo sistema político, en el que, para conservar “el orden social” establecido, debieron ampliarse los derechos políticos y responder a los reclamos de todos los sectores sociales, aunque no fueran significativos.

Entre las interpretaciones posteriores a estos sucesos revolucionarios se encuentra aquella que sostiene que con tal de no perder todo, la burguesía prefirió ceder algo.
 

1848: Hacia la Democracia Liberal

El movimiento revolucionario de 1848 fue el que mas se extendiò por Europa, pero el de menos exito:con la ùnica expepciòn de Francia, en el resto de los paìses los antuguos gobiernos recuperaron el poder en muy poco tiempo, y los revolucionarios fueron encarcelados o exiliados. En Francia se proclamò la republica, que durò algo màs de 2 años.El ùnico cambio irreversible fue la aboliciòn de la servidumbre en el Imperio de los Hasburgos.
 

Las fuerzas sociales y políticas en 1848

La oleada revolucionaria de 1848 también comenzó en Francia y el nuevo estallido estuvo relacionado con los resultados de la revolución de 1830. El régimen de gobierno establecido desde entonces favorecía a la alta burguesía; pero negaba el sufragio universal a la baja burguesía y a los intelectuales, y los trabajadores no habían obtenido ningún beneficio de él. La situación se agravó cuando, a partir de 1845, se acentuó la crisis económica. Una serie de malas cosechas provocó un fuerte aumento en los precios de los alimentos básicos de los trabajadores: los cereales y las papas. El cierre de fábricas por causa de la crisis de la industria textil había aumentado el desempleo, y el hambre se generalizó. En toda Europa, casi simultáneamente, miembros de la baja burguesía y estudiantes se unieron a las protestas de los obreros. En Francia, el ejército y la policía se negaron a reprimir a los aliados revolucionarios: el rey abdicó y se proclamó la República.
 

La experiencia de la Segunda República Francesa

Lo que diferenció a la revolución que se desarrollé en París en febrero de 1848 fue que, por primera vez, tos trabajadores tuvieron demandas específicas diferentes de las de los burgueses. La baja burguesía pedía una reforma del sistema electoral y parlamentario para lograr un mayor grado de participación en el gobierno. En cambio, los obreros pedían soluciones al problema de la desocupación y del hambre: entre 1846 y 1848, el cierre de los talleres de ferrocarriles había dejado sin empleo, en París, a 500.000 obreros.

El gobierno provisional que se organizó luego de proclamada la República, conté con la participación de un obrero y de un representante de los intereses de los obreros como ministro de trabajo, el socialista Louis Blanc. Entre febrero y mayo de 1848, este gobierno provisional —con el apoyo de los pobres de las ciudades y de burgueses republicanos moderados— realizó las siguientes acciones: establecimiento del sufragio universal; abolición de la esclavitud colonial; abolición de la pena de muerte por delitos políticos; creación de los Talleres Nacionales para solucionar el problema del desempleo en la ciudad de París.
 

La derrota de los trabajadores

La primera elección que se realizó en Francia con la vigencia del sufragio universal dio por resultado una Asamblea constituyente integrada en su mayoría por partidarios de la monarquía y de reformas moderadas. La mayor parte de la población, que era todavía rural, no había tomado contacto con las nuevas ideas que impulsaban los burgueses radicales y republicanos, ni con las ideas socialistas que defendían los intereses de los obreros. Por esto, en las ciudades del interior de Francia la población masculina votó por aquellos miembros de la sociedad que conocía: los médicos, los abogados, e incluso los nobles que ocupaban un lugar destacado en su ciudad.

Esta Asamblea se enfrentó con el gobierno provisional y, reafirmando los principios del liberalismo económico, decidió el cierre de los Talleres Nacionales.
 

El balance de 1848: la burguesía conservadora

Cuando la burguesía tomó conciencia de la enorme fuerza que tenía el conjunto de los trabajadores pobres, sintió sus intereses amenazados y, desde entonces, muchos liberales moderados se fueron convirtiendo en conservadores. A medida que los burgueses moderados se retiraron de la alianza, los trabajadores y los burgueses radicales quedaron solos frente a la unión de las antiguas fuerzas aristocráticas y la burguesía conservadora. Las revoluciones de 1848 fueron derrotadas porque los partidos del orden se impusieron sobre la revolución social.

Los trabajadores habían luchado no sólo por el derecho al voto para todos los ciudadanos, sino también por reformas en la organización de la economía y la sociedad que mejoraran sus condiciones de vida. Ante las demandas de los obreros, la baja burguesía liberal y moderada consideró que la propiedad privada estaba en peligro y se alió nuevamente con la alta burguesía.

Luego de la experiencia vivida, los gobiernos conservadores que retomaron el poder se propusieron poner en práctica muchos de los principios del liberalismo económico, jurídico y cultural.

Entre 1848 y 1849, los conservadores habían comprendido que la revolución era peligrosa y que las demandas más importantes de los radicales y obreros —especialmente las económicas— podían satisfacerse a través de reformas. Las reformas económicas reemplazaron a la revolución y la burguesía dejó de ser una fuerza revolucionaria.

A pesar de que en 1848, en Francia, la revolución había terminado con la derrota de los obreros, la gran movilización de trabajadores, entre otras razones, impidió la limitación del sufragio. También en noviembre de 1848, la elección del nuevo presidente de la República Francesa se hizo por sufragio universal. Los franceses no eligieron a un moderado, pero tampoco a un radical. El ganador fue Luis Napoleón Bonaparte. Para los gobiernos europeos, la elección de Luis Napoleón hizo evidente que la democracia de sufragio universal —la institución que se identificaba con la revolución— era compatible con el mantenimiento del orden social.
 

La democracia liberal

Durante la primera mitad del siglo XIX, muchos pensadores y gobernantes de Europa occidental estaban convencidos de que, en las sociedades de su época, el desarrollo del capitalismo y el establecimiento de la democracia de sufragio universal eran objetivos incompatibles. Y en esta afirmación coincidían, por ejemplo, pensadores liberales que representaban el punto de vista de los burgueses —como el francés Alexis de Tocqueville y el inglés John Stuart Mill— y un pensador socialista que representaba el punto de vista de los trabajadores, el alemán Karl Marx.

El desarrollo del capitalismo había generado una multitud de trabajadores pobres que, paulatinamente, se iban transformando en la mayoría de las poblaciones de las sociedades europeas. Sobre la base de diferentes argumentos, tanto para Stuart Mill y para Tocqueville como para Marx, el mayor número de los trabajadores pobres era la razón que hacía incompatibles el capitalismo y la democracia. Para los liberales, la extensión del sufragio universal, al establecer un voto por persona, iba a dar lugar al gobierno de los trabajadores pobres, que no tenían ninguna educación. Desde su punto de vista, al carecer de la preparación necesaria para ejercer el gobierno, gobernarían exclusivamente en función de sus intereses, y la democracia dejaría de estar vigente. Para los socialistas, en cambio, el gobierno de los trabajadores terminaría destruyendo al capitalismo.

Sin embargo, el desarrollo del capitalismo continúa hasta nuestros días aunque desde la segunda mitad del siglo XIX, progresivamente, cada vez fueron más los individuos reconocidos como ciudadanos con derecho a voto. En la actualidad, en casi todas las sociedades capitalistas son ciudadanos todos los adultos, cualquiera que sea su nivel de riqueza y de instrucción, su ocupación, su raza y su religión.

La democracia liberal es el sistema político que hace posible —simultáneamente— la vigencia del sufragio universal, el mantenimiento del capitalismo como forma de organización de la economía y la legitimidad de los reclamos de la sociedad por el respeto por parte del Estado de los derechos sociales y humanos.

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