EL APEGO

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JOHN BOWLBY (1907-1990)

Médico psicoanalista inglés que propuso su teoría sobre el apego a partir de su trabajo clínico, inicialmente, y antes de graduarse, como voluntario en una escuela a la que asistían niños con desajustes emocionales agudos, observaciones que en principio le convencieron acerca de la importancia de los vínculos familiares y de la necesidad de involucrar a los miembros de la familia en el abordaje terapéutico de esos niños, y posteriormente – tras la Segunda Guerra Mundial (1945) - ya como Jefe del Departamento de Niños de la Clínica Tavistock, en Londres, donde pudo crear su propia unidad de investigación centrada en el estudio de las relaciones familiares y las consecuencias de las disrupciones en los vínculos madre-hijo (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

Alejándose de los planteamientos teóricos psicoanalíticos que habían hasta entonces (se consideraba que el estrecho vínculo afectivo que se establecía entre la madre y el bebé se fundamentaba básicamente en el amor interesado o teoría del impulso secundario), Bowlby elaboró una elegante teoría desde el marco de la etología. Debido a que sus ideas no fueron inicialmente bien recibidas, especialmente por sus supervisores psicoanalíticos Melanie Klein y Joan Riviere, decidió acercarse a colegas que realizaban investigaciones en otras ramas de la ciencia, especialmente en etología (su teoría muestra una indudable orientación etológica al considerar el apego entre madre e hijo como una conducta instintiva con un claro valor adaptativo), biología, el procesamiento de la información, la psicología evolutiva, cognitiva y social, la neurobiología, la teoría sistémica y el mismo psicoanálisis. Sin embargo, su concepción de la conducta instintiva iba más allá de las explicaciones que habían ofrecido etólogos como Lorenz, con un modelo energético-hidraúlico muy en consonancia con los antiguos postulados de la física mecánica. Basándose en la teoría de los sistemas de control, Bolwlby (1969) planteó que la conducta instintiva no es una pauta fija de comportamiento que se reproduce siempre de la misma forma ante una determinada estimulación, sino un plan programado con corrección de objetivos en función de la retroalimentación, que se adapta, modificándose, a las condiciones ambientales (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81)

En los orígenes de la teoría del apego, Bowlby, tomó los estudios de Harlow, Spitz sobre el hospitalismo y de Lorenz sobre la impronta (García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS, 2005; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969), y colaboró con su colega John Robertson en la recolección de datos sobre los efectos de la hospitalización en el desarrollo psíquico de los niños, trabajo que daría paso a sus hallazgos más significativos (Bowlby y Robertson describieron una secuencia de tres fases en la conducta de los niños de entre 15 y 30 meses de edad, criados por sus madres en forma exclusiva y que por primera vez debían temporalmente separarse de ellas y pasar un período en una institución).

Estas “separaciones temporarias” que sufren algunos niños, generalmente por causa de fuerza mayor, fueron tomadas por Bowlby como el paradigma del estudio de campo para la observación de los efectos de éstas sobre los niños en su primera infancia (García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS. 2005; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

En 1944 reporta sus primeros estudios relacionados con el apego (Díaz Atienza, J.: Apego y Psicopatología en la infancia. Facultad de Medicina de Granada. Diciembre, 2003); inicialmente lo hace en jóvenes delincuentes, quienes presentaban como antecedente -hasta en un 40% de los casos- alteraciones en los cuidados maternos (falta de oportunidad para formar el lazo materno-infantil en los tres primeros años de vida, carencia emocional o falta de amor de la madre durante un período limitado de 3 a 6 meses en los dos primeros años de vida y cambios de figura materna durante el mismo período) entre los 6 meses y 5 años de edad. Estos hallazgos confirman sus sospechas respecto a que estas dificultades en los cuidados podrían generar una alteración de la personalidad, personalidad que describe como “exenta de ternura”, y que se caracteriza por:

1. Relaciones humanas superficiales.

2. Carencia de sentimientos e imposibilidad para formar nuevas amistades.

3. Inaccesibilidad.

4. Falta de respuesta emocional apropiada acompañada de despreocupación.

5. Engaño, mentira y evasión, frecuentemente sin sentido.

6. Frecuentemente presencia de conductas agresivas que se presentan desde la formas más ligeras de negativismo o burla, hasta las más severas de delincuencia.

7. Con frecuencia presencia de un amplio círculo de pseudoamigos.

8. Con frecuencia despiertan agresividad en quienes los cuidan.

9. La actividad en grupo está limitada por la imposibilidad de soportar frustración de estos niños.

10. Marcada distraibilidad.

11. Posibles actos de tipo antisocial como resultado de las características antes mencionadas.

En 1946 describe tres fases en la separación del niño de su cuidador primario: fase de protesta (se asusta, grita y llora), con conductas innatas y lucha por restablecer la proximidad; fase de separación o indefensión aprendida, con pérdida de interés por el medio, problemas psicosomáticos y anorexia, y fase de desapego, en donde el niño abandona las conductas de búsqueda y parece olvidarse al precio de la indiferencia afectiva. Para 1946 ya diferencia “función del apego” (adaptativa y de protección) de “conducta de apego” (integrada en un sistema más general que escapa a la leyes generales del aprendizaje; existe un periodo sensible para que se de, no necesita del refuerzo y hay resistencia a la extinción en ausencia del refuerzo); también es durante este período en que describe las etapas del desarrollo del apego: a) fase de pre-apego (antes de los dos meses, presencia de conductas diferenciadas); b) fase de apego en construcción (de los 2 a los 7 meses, existe diferencia de fines y medios, diferencia a las personas y es posible sustituir la figura de apego); c) fase de apego (se da a partir de los 7 meses y ya la separación no es posible; se empiezan a producir síntomas de ansiedad ante la separación. La figura de apego se representa como figura total; aparte de la figura total, pueden existir figuras secundarias); el niño puede intentar influir sobre la figura de apego (pertenencia ajustada).

En 1954, Bowlby, a partir del resultado de sus investigaciones y en su informe para la OMS, recomienda: “Es esencial para la salud mental que el bebé y el niño pequeño tengan una relación íntima, cálida y continuada con su madre en la que los dos encuentren alegría y satisfacción” (Garelli, J.C. Montuori, E.: Vínculo afectivo materno-filial en la primera infancia y teoría del attachment. Arch. Arg. Pediatr, 1997, vol. 95:122-126; Cano de Escoriaza, J.: El apego, factor clave en las relaciones interpersonales, INTERPSIQUIS. 2001; García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS. 2005). Sin embargo, es en 1958 (su primera formulación sobre la teoría del apego la realizó en su trabajo “La naturaleza del vínculo que el niño tiene con su figura de apego”, de 1958) cuando Bowlby plantea una hipótesis que difiere por completo de las anteriores teorías (teoría del impulso secundario,  teoría de succión del objeto primario, teoría del aferramiento a un objeto primario y teoría del anhelo primario de regreso al vientre materno) que en la literatura psicoanalítica y en las obras de psicología en general se venían defendiendo: postula que el vínculo que une al niño con su madre es producto de una serie de sistemas de conducta, cuya consecuencia previsible es aproximarse a la madre.

Bowlby señala que los lazos afectivos entre los niños y quienes les cuidan y protegen tienen una base biológica que debe ser analizada en el marco de un contexto evolucionista. Los recién nacidos se comportan de una manera que asegura el acercamiento a adultos protectores; las condiciones que amenazan las posibilidades de salud y sobrevivencia ponen en juego los comportamientos de apego. La teoría sobre el apego se focaliza entonces en el estudio de los procesos a través de los cuales niños desarrollan sentimientos de confianza en la protección paterna y/o adulta (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969). En su trabajo, Bowlby sustituye la noción de energía libidinal y la necesidad de descarga –propuesta por Freud sobre la base de una neurofisiología del siglo XIX- por un nuevo sistema que pone énfasis en los vínculos tempranos, en la ansiedad de separación, en el duelo y en el trauma infantil (Cano de Escoriaza, J.: El apego, factor clave en las relaciones interpersonales, INTERPSIQUIS. 2001).

Más tarde, en 1968, Bowlby define la conducta de apego como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. Plantea que como resultado de la interacción del niño con el entorno y, en especial con la principal figura de ese ambiente (la madre), se crean determinados sistemas de conducta que son activados en la conducta de apego (Rosas Mundaca, M., Gallardo Rayo, I. y Angulo Díaz, P.: Factores que influyen en el apego y la adaptación de los niños adoptados. http://www.ucrania.galeon.com/apego_adopcion.pdf). Para Bowlby, estos sistemas de comportamiento son característicos de cada especie, se organizan en torno al cuidador primario y le sirven al niño para unirse a él; esta conducta tiene como objetivo asegurar su protección y supervivencia (Zan, F.: Avances de la investigación “Relación entre vínculo temprano y trastornos psiquiátricos. http://www.enduc.org.ar/comisfin/ponencia/106-11.doc); además, considera que los sistemas de apego infantiles son similares, en su naturaleza, a los que más tarde se ponen en juego en las relaciones amorosas y, en realidad, señala pocas diferencias entre las relaciones cercanas, sean éstas entre padres e hijos o entre pares (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001). Así, el apego es una conducta instintiva, activada y modulada en la interacción con otros significativos a lo largo del tiempo (Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L.M.: Apego en adultos y percepción de los otros. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Anales de psicología 2001, vol. 17, n°2, diciembre, 159-170; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

El surgimiento de la teoría del apego puede considerarse sin ninguna duda uno de los hitos fundamentales de la psicología y la tanatología contemporánea.

 

El modelo de Bowlby

“El apego se mantiene en el individuo de la cuna a la tumba”

Bowlby parte del supuesto de que la conducta de apego se organiza utilizando para ello sistemas de control propios del sistema nervioso central, al que se le ha atribuido la función de protección y supervivencia; se trata pues de una conducta instintiva. Existe la tendencia a responder conductual y emocionalmente con el fin de permanecer cerca de la persona que cuida y protege de toda clase de peligros (si bien, el apego, a medida que se crece, no se queda solo en esto); y aquellos que poseen estas tendencias tienen más probabilidades de sobrevivir y de poder traspasar dichas tendencias a generaciones posteriores (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Valdés Sánchez, N. (2002): Consideraciones acerca de los estilos de apego y su repercusión en la práctica clínica. V Congreso Sudamericano de Investigación en Psicoterapia Empírica y III Encuentro Psicoterapéutico, organizado por la Society for Psychotherapy Research, el Comité de Psicoterapia de la Sociedad Chilena de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, y la Sociedad Chilena de Psicología Clínica. Realizado del 8 al 11 de agosto de 2002: Reñaca, Viña del Mar). De acuerdo con Bowlby, “la teoría del apego es una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una separación o pérdida”. El apego es el vínculo afectivo que se infiere de una tendencia estable a buscar la proximidad, el contacto, etc., activada y modulada en la interacción con otros significativos a lo largo del tiempo. Subyace a las conductas que se manifiestan, no de una forma mecánica sino en relación con otros sistemas de conducta y circunstancias ambientales (Cano de Escoriaza, J.: El apego, factor clave en las relaciones interpersonales, INTERPSIQUIS. 2001; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

Bowlby definió la conducta del apego o “attachement” como cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo y vínculo de apego con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo. El apego que tiene un individuo hacia otro significa que está dispuesto a buscar proximidad y contacto con ese individuo, y lo hace especialmente en circunstancias específicas (especialmente cuando la persona está enferma o asustada): “la conducta de apego es una forma fundamental de conducta con una motivación distinta de la alimentación y el sexo”. Dicha conducta puede manifestarse de diferentes maneras, en diferentes circunstancias y con diferentes individuos; como núcleo de la teoría se encuentra la reciprocidad de las tempranas relaciones, la que es una pre-condición del desarrollo normal probablemente en todos los mamíferos, incluyendo a los humanos (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS. 2005; Cano de Escoriaza, J., Gutiérrez Nieto, B.: La sensibilidad o accesibilidad materna, factor clave para el desarrollo de un apego seguro. INTERPSIQUIS. 2002).

La teoría del apego postula que las personas tienen una tendencia innata a buscar vínculos de apego, y cuyas funciones principales son tres:

1. La supervivencia de la especie

2. La protección

3. La satisfacción individual

Las conductas de apego del infante humano (p.ej., búsqueda de la proximidad, sonrisa, agarrarse y colgarse) son correspondidas con las conductas de apego del adulto (tocar, sostener, calmar) y refuerzan la conducta de apego del niño hacia ese adulto en particular.

Bowlby define el apego como un sistema de control, es decir, un mecanismo que adapta la conducta a la consecución de fines determinados por las necesidades del momento. Así, el deseo del niño de proximidad o contacto con la figura de apego no es constante, sino que depende de factores tanto endógenos como exógenos (p. ej., miedo del niño, enfrentar situaciones potencialmente peligrosas). Si el niño se siente amenazado, buscará la seguridad que le brinda la proximidad de su figura de apego; si no, se dedicará a explorar el ambiente (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L. M. (2001): Apego en adultos y percepción de los otros. vol. 17, nº 2, diciembre, 159-170). Así, la teoría del apego es una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una separación o pérdida (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

Cuando las personas nacen se apegan generalmente a las personas cercanas que cuidan de él (sus cuidadores primarios), normalmente la madre, aunque no necesariamente la madre biológica: “si no se desarrolla un vínculo de apego tempranamente los individuos son vulnerables a sufrir diferentes padecimientos”. Bowlby dirigió la atención hacia la ansiedad excesiva ante las separaciones como relacionada generalmente con experiencias adversas en la familia, tales como amenazas repetidas de abandono, o los rechazos de los padres, o la madre, o las enfermedades, o la muerte de los hermanos, de lo cual el niño se siente responsable. Además, relacionó las dificultades de apego al principio de la vida, así como el experimentar sucesivos desapegos, con dificultades en la vida adulta para formar nuevos vínculos de apego o la incapacidad de ser empático. Aunque no lo consideró como depresión infantil sino como una forma universal de duelo secundaria a la separación, otros autores lo postularon como un factor de riesgo para la depresión en niños, especialmente relacionada con el modo en como se establecen dichos vínculos (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS. 2005).

Las principales ideas de Bowlby sobre la influencia de la experiencia anterior vivida por el individuo en su adaptación a las circunstancias actuales se reflejan en el concepto de “developmental pathways” o recorridos evolutivos. Bowlby y otros investigadores como Sroufe, Main y Rutter (citados por Yárnoz Yaben, S.: Normalidad y patología: aportaciones de las teorías del apego. INTERPSIQUIS. 2003) expresan sus ideas sobre la normalidad y la patología, basándose en los siguientes puntos:

• No hay una forma única de normalidad, sino que hay diversas conductas que pueden ser consideradas como tales.

• Comenzar un camino desviado de la normalidad no determina el resultado final (la patología). Siempre existe la posibilidad de volver a la normalidad, o de desviarse aún más de ella, dependiendo de las circunstancias que rodean al individuo.

• Cuanto más tiempo se ha seguido por un camino desviado, más difícil resulta volver a la centralidad (normalidad).

Bowlby sugiere que la etiología de muchas de las neurosis infantiles está relacionada con la manera en que los niños son tratados por sus madres: “lo crucial es que la patología es siempre el resultado de una falla de cuidados maternos: separación y abandono en familias rotas; inestabilidad, hostilidad, abusos y comunicaciones ansiógenas en la familia intacta” (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Cano de Escoriaza, J.: El apego, factor clave en las relaciones interpersonales, INTERPSIQUIS. 2001). Dicha patología es vista como una desviación en el desarrollo evolutivo del niño que refleja disturbios de su relación real con las personas significativas de su ambiente.

El modelo propuesto por Bowlby se basaba en la existencia de cuatro sistemas de conductas relacionados entre sí (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81):

1. El sistema de conductas de apego: hace referencia a todas aquellas conductas que están al servicio del mantenimiento de la proximidad y el contacto con las figuras de apego (sonrisas, lloros, contactos táctiles, etc.). Se trata de conductas que se activan cuando aumenta la distancia con la figura de apego o cuando se perciben señales de amenazas, poniéndose en marcha para restablecer la proximidad.

2. El sistema de exploración: está en estrecha relación con el anterior aunque muestra una cierta incompatibilidad con él pues cuando se activan las conductas de apego disminuyen las de  exploración del entorno.

3. El sistema de miedo a los extraños: este sistema también muestra su relación con los anteriores, ya que su aparición supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de las conductas de apego.

4. El sistema afiliativo: aunque entra en cierta contradicción con el miedo a los extraños, se refiere al interés que muestran los individuos, no sólo de la especie humana, por mantener proximidad e interactuar con otros sujetos, incluso con aquellos con quienes no se han establecido vínculos afectivos.

Por lo tanto, lejos de encontrarnos ante una simple conducta instintiva, que aparece siempre ante la presencia de un determinado estímulo o señal, el apego hace referencia a una serie de conductas diversas (en plural), cuya activación y desactivación, así como su intensidad y la morfología de sus manifestaciones, va a depender de diversos factores contextuales e individuales (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81). Así, el sistema de apego se mantiene activo durante todo el tiempo y está continuamente monitorizando el ambiente y la disponibilidad de figuras de apego.

 

Modelos Internos de Trabajo (Internal Working Model)

El Sistema Comportamental de Apego es un sistema de control motivacional-conductual, evolucionista y adaptativo. Tiene como objetivo la promoción de la seguridad en la infancia y la niñez a través de la relación del niño con una figura de apego, su cuidador primario. El concepto “apego” adquiere entonces componentes sociales, emocionales, cognitivos y conductuales. El apego pasa a ser una propiedad de las relaciones psicosociales donde un sujeto más débil y menos capaz confía en la protección que le brinda otro sujeto, más competente y poderoso. Ambos sujetos desarrollan vínculos emocionales recíprocos “y construyen una representación interna de la relación vincular”. Esta representación mental interna que construyen los infantes es denominada por Bowlby “internal working model” (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A. (2001): Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Cátedra M.M. Casullo; http://www.enduc.org.ar/comisfin/ponencia/106-11.doc; Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L.M.: Apego en adultos y percepción de los otros. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Anales de psicología 2001, vol. 17, n°2 (diciembre), 159-170). Así, a través de contactos sucesivos con el mundo exterior y de la consecuente capacidad de respuesta o disponibilidad de las figuras de apego, el niño construye estos “modelos internos activos” del mundo y de las personas significativas dentro de él, incluido él mismo, cada vez más complejos (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969). Una vez organizados, tienen tendencia a operar de forma automática, es decir, fuera de la conciencia. Además, toda nueva información recibida es asimilada a estos modelos preexistentes. Por estas dos razones, estos modelos tienen tendencia a la estabilidad, aunque pueden ser modificados en determinadas circunstancias (Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L.M.: Apego en adultos y percepción de los otros. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Anales de psicología 2001, vol. 17, n°2 (diciembre), 159-170).

Los modelos internos de trabajo propuestos por Bowlby constituyen un esquema mental donde se depositan las expectativas acerca de los comportamientos de otros hacia el sí mismo, basados en la representación internalizadas de las experiencias de apego pasadas. Este modelo es también un patrón sobre el que se basará la auto-percepción, servirá al sujeto para percibir e interpretar las acciones e intenciones de los demás y para dirigir su conducta, y nos ayudará a entender la estabilidad o inestabilidad del apego romántico en adultos. Cada modelo referido a una relación particular incluye siempre no sólo conceptos o representaciones acerca del si mismo (self) y del otro, sino también expectativas acerca de la relación; así, el niño que recibe respuestas adecuadas a lo largo del tiempo, se ve a sí mismo como seguro, valioso y merecedor de atenciones y de cuidados (en este sentido constituyen una de las bases de la propia identidad y de la autoestima). Estos modelos de vinculación suele mantenerse constante durante toda la vida y trasmitirse de generación en generación (Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L.M.: Apego en adultos y percepción de los otros. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Anales de psicología 2001, vol. 17, n°2 (diciembre), 159-170; Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81).

Un aspecto clave de estos modelos, que incluyen componentes afectivos y cognitivos, es la noción de quiénes son las figuras de apego, qué se espera de ellas y dónde han de encontrarse. El hecho de que estos modelos deriven de las experiencias de interacción con los cuidadores primarios supone que distintas experiencias llevarán a distintas representaciones mentales. Desde este punto de vista sería posible la existencia de múltiples modelos, si bien lo determinante de la relación con el cuidador es su reacción ante los intentos del niño de buscar su proximidad (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969). Las posibles respuestas del cuidador pueden clasificarse en tres tipos:

1. Mostrarse sensible a las llamadas del niño y permitir su acceso, que llevaría a un modelo de apego seguro;

2. Mostrarse insensible e impedir el acceso del niño, lo que supondría un modelo de apego inseguro-evitativo;

3. Atender y permitir el acceso del niño de forma imprevisible, sólo en algunas ocasiones, lo que generaría un modelo inseguro-ambivalente.

Los modelos representacionales pueden construirse también en ausencia de interacción con la figura de apego, ya que si el niño llora y pide la proximidad del adulto y éste no está presente, lo importante será la falta de respuesta del cuidador (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81).

Aunque Bowlby (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969) admitió que el niño puede llegar a establecer vínculos afectivos con distintas personas, consideraba que los niños estaban predispuestos a vincularse especialmente con una figura principal, y que el apego con esta figura sería diferente cualitativamente del establecido con otras figuras secundarias. Esta monotropía o monotropismo (entendido como la tendencia a tener una jerarquía de preferencias en la que existe un figura central principal de apego) le llevó a considerar que la situación más favorable para el niño era la de establecer un vínculo afectivo principal con la madre, por lo que las situaciones en las que los niños eran criados y atendidos por varias personas no eran las más convenientes (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969). Como bien recuerda Oliva Delgado  (Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81), esta primera postura no fue sostenida por Bowlby en escritos posteriores, incluso afirmó haber sido mal interpretado. Tampoco resulta extraño que Bowlby planteará la existencia de la monotropía, ya que la tradición psicoanalítica en la que se había formado Bowlby daba una especial importancia a la relación con la madre; además, las observaciones de los etólogos, en quien basó muchos de sus estudios, parecían confirmarlo.

Si hablamos de “situación más favorable”, no hay duda de que “la situación más favorable para un niño es establecer un vínculo afectivo principal con la madre”, aunque “esta madre” no sea su madre biológica, y aunque se den otros cuidadores cercanos: la existencia de una figura central principal de apego es esencial para el niño. Sabemos que a lo largo de la infancia existe una organización piramidal de las figuras de apego, en la cúspide de las cuales normalmente está la madre; si bien, los niños se apegan también al padre, a los hermanos o a otras figuras, tales como abuelos o profesores. A medida que el niño va creciendo, van tomando importancia figuras externas al grupo familiar, tales como los amigos, compañeros de colegio, hasta que en la edad madura se cierra el círculo, y son los propios hijos los que pasan a ser figuras de apego para el sujeto (Yárnoz, S., Alonso-Arbiol, I., Plazaola, M. y Sainz de Murieta, L. M. (2001): Apego en adultos y percepción de los otros. vol. 17, nº 2 (diciembre), 159-170).

Estos “internal working model” van a tener una profunda influencia sobre las relaciones sociales del sujeto (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969). Si una persona, durante su infancia, tuvo un apego seguro con sus padres u otras personas significativas que se mostraron sensibles, responsivos y consistentes, en su vida posterior tendrá una actitud básica de confianza en las personas con las que establezca sus relaciones. Por el contrario, si el sujeto tuvo experiencias negativas con sus figuras de apego, tenderá a no esperar nada positivo, estable o gratificante de las relaciones que pueda establecer en su vida adulta. Como siempre, esperará rechazos o falta de respuesta empática.

No obstante, el apego evoluciona, se adapta, cambia, y la persona puede aprender a distribuir su mundo de forma diferente; y si las condiciones son favorables, puede llegar a ser una persona normal: “los internal working model pueden cambiar cuando un individuo logra o construye una interpretación nueva de sus experiencias pasadas, particularmente de aquellas relacionadas con el apego. Para Bowlby algunos aspectos de esos modelos internos, en especial los que no son accesibles a la conciencia, son especialmente resistentes al cambio” (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001).

Aunque se reconoce la influencia de las ideas psicoanalíticas en el modelo de representaciones objetales, Bowlby también se vio influenciado en el desarrollo de su teoría por los trabajos del neurobiolólogo Young (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001) quien, a su vez, había adoptado algunas propuestas de Kenneth Clark, pionero en estudios de lo que con el tiempo se denominaría “inteligencia artificial”. Clark, dicen  Brenlla y colaboradores (2001), sostuvo que los individuos capaces de desarrollar “modelos activadores internos” de sus entornos, aumentan de manera considerable sus probabilidades de sobrevivencia: “la capacidad de construir y usar tales modelos para valorar las diversas consecuencias posibles de acciones alternativas que podemos realizar, permite que nuestros comportamientos sean más flexibles y adaptativos” (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001). Debido a que Clark no se dedicaba al estudio de comportamientos infantiles (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001), Bowlby se interesó de manera especial en las ideas de Piaget sobre el período sensorio-motriz, para quien las concepciones infantiles sobre los objetos son las resultantes de acciones concretas que los niños realizan al manipularlos. En el mismo sentido, las relaciones reiteradas que los niños tienen con figuras cuidadoras y protectoras constituyen la base de representaciones sobre tales relaciones (internal working model), representaciones que al ser evocadas operan frente a nuevas situaciones de apego. Los modelos activadores internalizados se resisten al cambio gracias a la acción de procesos de asimilación, en el sentido piagetiano del término (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001; Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

Las investigaciones realizadas sobre la estructura y función de los “internal working model” (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001) permiten apreciar cuatro componentes interrelacionados: (1) memorias de las experiencias de apego, (2) creencias, (3) actitudes y (4) expectativas. Los “internal working model” afectan también las reacciones emocionales inmediatas frente a una determinada situación; así, en un momento posterior, el procesamiento cognitivo de la situación puede mantener, ampliar o minimizar la respuesta emocional inicial, dependiendo de cómo el individuo interprete la experiencia.

Por otra parte, varios factores determinan la estabilidad de estos modelos (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001):

1. Los individuos tienden a seleccionar los ambientes en los cuales las creencias acerca del si mismo y de los demás son compartidas.

2. Los propios sujetos mantienen los modelos que han construido.

3. Las personas procesan la información de modo tal que sea posible sostener la existencia de sus modelos internos.

La estabilidad de los modelos puede cambiar, o se pone en riesgo, cuando las circunstancias en el entorno son contrarias a los modelos ya existentes. El impacto de cada experiencia negativa dependerá de su duración y del compromiso emocional que signifique para cada uno (Brenlla, M.E., Carreras, M.A. y Brizzio, A.: Evaluación de los estilos de apego en adultos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2001).

 

Separaciones temporarias

Como habíamos visto, Bowlby y Robertson describieron una secuencia de tres fases en la conducta de los niños de entre 15 y 30 meses de edad, criados por sus madres en forma exclusiva y que por primera vez debían temporalmente separarse de ellas y pasar un período en una institución. Estas tres fases son (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Garelli, J.C. Montuori, E.: Vínculo afectivo materno-filial en la primera infancia y teoría del attachment. Arch. Arg. Pediatr, 1997, vol. 95:122-126; García Losa, E.: Vínculo, ruptura y depresión infantil: de los modelos clásicos al constructo de afectividad negativa. INTERPSIQUIS. 2005):

 

Fase de protesta

La fase inicial de protesta se inicia poco después de partir la madre y dura desde unas pocas horas hasta una semana, aproximadamente. Durante esta fase, el niño está ansioso, nervioso, excitado, llora intensa, larga y fuertemente, golpea y sacude su cuna, busca a su madre, tiene expectativas de que vuelva pronto, pregunta por ella y se niega a recibir ayuda o consuelo de otras mujeres que se le acerquen, rechazándolas. Cuando mejor es la relación con la madre, mayor es el grado de ansiedad que el niño muestra en esta etapa. La ausencia de la etapa de protesta es indicadora de una relación insatisfactoria previa con la madre.

 

Fase de desesperación

Durante esta fase su excitación psicomotriz empieza a disminuir, llora con menos intensidad, en forma más monótona, está distante e inactivo y su conducta sugiere desesperanza, empieza a dudar de que su madre vaya a volver. Nada le interesa, no se conecta con el medio que lo rodea y se pasea de acá para allá sin objetivos, como sintiéndose profundamente deprimido.

 

Fase de desapego

En esta fase desaparece la excitación psicomotriz, el chico deja de llorar y empieza nuevamente a interesarse por el medio que lo rodea; parece como si se estuviera recuperando. Ya no rechaza a las enfermeras u otras personas desconocidas a su cargo: acepta sus cuidados, la comida, y los juguetes que le ofrecen y a veces hasta sonríe y está más sociable. Pero cuando la madre viene a visitarlo se encuentra con un niño cambiado, que parece no reconocerla, se mantiene indiferente, apático y distante. Sin embargo, periódicamente se observan sollozos, ataques de agresividad, no desea compartir sus juguetes con los otros niños y los esconde para que no se los quiten. Si su estadía es suficientemente prolongada, poco a poco puede llegar a perder interés en las personas e interesarse cada vez más en los objetos materiales, juguetes, caramelos y comida. Ya no se ve ansioso frente al cambio de enfermeras, idas y venidas de los padres, ya no le tiene miedo a nadie, ni le importa nadie. Las reacciones de los niños muestran la influencia que la separación de la madre tiene sobre ellos y los mecanismos psicológicos defensivos que se movilizan para sobreponerse a la pérdida.

Se debe tener en cuenta que aunque estas tres fases se observan en todos los casos, su duración e intensidad individual variará según el entono en el que el niño transcurre su período de separación de la madre. Para el niño es muy diferente si queda al cuidado de un pariente conocido, y en su propia casa, que si es trasladado a una institución o un hogar para niños, y lo mismo ocurre con la persona o personas destinadas a su cuidado: resulta mucho más traumático para el niño no contar con una figura estable que lo cuide, tal como sucede en las guarderías y asilos para niños (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81).

Es de notar que el reencuentro posterior con la madre también muestra a un niño alterado emocionalmente y afectado psicológicamente en su relación con la mamá. Reconciliarse con la mamá después de la separación le llevará un tiempo que dependerá de la duración de la separación y de las características del vínculo que previamente tenía con su madre (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969).

La activación de conductas de apego depende de la evaluación por parte del niño de un conjunto de señales del entorno que dan como resultado la experiencia subjetiva de seguridad o inseguridad; el experimentar seguridad es el objetivo del sistema de apego, que es, por tanto, primero y por encima de todo, un regulador de la experiencia emocional (Bowlby, J.: Attachment and Loss. Vol 1: Attachment. London, Basic Books, 1969; Oliva Delgado, A. (2004): Estado actual de la teoría del apego. Revista de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81).

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