LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, EN EL PARADIGMA DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Y LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

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Doctor en Periodismo
Universidad de Málaga, UM
Pérez Ariza, C. (2006). La libertad de expresión, en el paradigma de las nuevas tecnologías y la sociedad de la información. Revista Latina de Comunicación Social, 61. La Laguna (Tenerife) 

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[Revisor/ra: El autor del presente artículo ha asumido el desafío de problematizar un tema que, por sus implicaciones en el campo de lo político y la política, debido a los vínculos de continuidad/ruptura que mantiene con el sentido de la democracia y otros derechos humanos, podría tornarse resbaladizo: la libertad de expresión en el contexto de la sociedad de la información.
El autor ha elegido como primer camino, hacer hablar a los expertos que desde el campo de la comunicación, la sociología, la filosofía, la economía han debatido sobre estas cuestiones. Nos ha planteado inteligentes interrogantes, a la manera de mojones a lo largo de su sólida y extensa argumentación, para arribar a una serie de afirmaciones fruto de su trabajo de indagación que proponen una agenda para seguir reflexionando. A nuestro juicio, la más audaz y medulosa de ellas, y por eso la destacamos, es que “La libertad, ya lo hemos dicho, es total o no es. Se está a favor de la libertad de expresión o en contra, no hay en esto término medio. (sin embargo) Podría ser que se esté engendrando un ser humano cuya necesidad de estabilidad, aunque sea precaria, confusa, pasajera, sea más preciada que el ejercicio de poder decir/escribir/emitir lo que piensa”.]


Resumen: Este trabajo analiza los usos y las perspectivas del ejercicio de la libertad de expresión, en la nueva realidad de la utilización creciente de las tecnologías de la comunicación, fundamentalmente aplicadas a los procesos informativos y cómo se articulan en la denominada sociedad de la información, con la intención de comprobar la calidad de tal libertad.

Abstract: This paper is an approach to uses and perspectives of freedom of expression, in the growth of communication tecnologies, mainly applied to information processes and the way they are linked to the society of information, with the object to prove the quality of such a freedom.

 

Sumario:

1. Los antecedentes.

2. ¿Existe hoy la libertad de expresión?

3. Algunas interpretaciones contemporáneas.

4. La sociedad de la información.

5. Una sociedad del conocimiento y de la información instantánea.

6.Globalización, medios y nuevas tecnologías.

7.La sociedad de la información.

8. Libertad de expresión en la sociedad de la información.

9. La libertad virtual: Ciberespacio e Internet.

10. Periodismo y libertad.

11. Reflexiones finales a modo de conclusión.

12. Notas.


1. Los antecedentes
Durante el siglo XVIII dieron comienzo dos revoluciones burguesas, cuyos postulados eran la libertad: la de las colonias americanas de Gran Bretaña y la de Francia. La primera creó la Constitución más brillante para la época, y que con sus enmiendas y avatares sociales, como las luchas por la igualdad racial, sigue vigente como guía democrática del mundo, más de doscientos años después de su promulgación. La segunda, la francesa de la guillotina, del terror, creó a sus monstruos, que terminaron devorándola y escamoteando la libertad de los ciudadanos, que la inspiraron. Ambas sentaron bases sólidas sobre la forma de entender las libertades en los Estados modernos. Unos de sus cimientos fue y sigue siendo la libertad de información.

El siglo XIX perpetró la revolución de la América española, que hizo libre a un continente de los tres siglos largos de dominación de España.

Al comienzo del siglo XX, dos revoluciones más ejercieron su hechizo sobre las mentes libertarias, la de los campesinos mexicanos, a quienes una vez más les fue burlada su libertad, a las pocos años de haber sucedido, por un partido omnímodo, el PRI, que se adjudicó la herencia de la revolución, “en México ya hicimos la revolución”, solían declarar sus dirigentes, como si fuera una asignatura que se aprueba y ya no hay que dar cuenta nunca más de ella. Inauguraron una forma de democracia mono partidista y sin recursos en las urnas, hasta hace unos pocos años, cuando fueron desalojados del poder, tras setenta años en el gobierno. Y, la más famosa y duradera, la soviética, donde campesinos, obreros y soldados tomaron el Palacio de Invierno para instaurar la dictadura del proletariado, hasta que el muro de Berlín y la presión mundial, desde el Vaticano, Washington y Europa, hicieron caer el sistema a finales de la década de los ochenta. No es necesario extendernos en explicar que esta otra revolución instauró el más férreo régimen policial de la historia, sin contar el erigido por los nazis alemanes, donde el partido único tomó la forma de una verdadera dictadura, que irradió su poder en todas direcciones y mantuvo en jaque al mundo durante más de cuatro décadas en el pulso político con los Estados Unidos, llamada la guerra fría.

Finalmente, o casi, tenemos a medidos del siglo XX la victoriosa revolución de Fidel Castro, que instaura en la isla caribeña, desde 1959, una dictadura comunista inspirada en la Unión Soviética y que ha sobrevivido hasta esta hora. Paradigma de un nuevo camino al socialismo, que preconizaba la nueva libertad de América por la vía armada, entusiasmó a la inteligencia latinoamericana, hasta que se fue comprobando que, al igual que todas sus antecesoras, la revolución cubana había acabado con la libertad de expresión, y el desarrollo económico era y es todavía, un lejano horizonte por alcanzar.

Los paraísos de la libertad que ofrecen las revoluciones acaban con su principal oferta: la libertad. La primera que cae es la de expresión. Sin libertad la justicia se tambalea y sin ésta la democracia está destinada al fracaso. Esa es una lección que nos enseña la historia, por eso el primer deber de un periodista es conocer de lo que escribe. No se puede escribir bien de un asunto si desconocemos los antecedentes. Y en este que nos ocupa, la libertad de expresión, tiene que ver con la historia misma de los pueblos.

 

2. ¿Existe hoy la libertad de expresión?

A partir de aquí vamos a hacer referencias a nuestro libro Libertad de expresión en España. Nuevas Tecnologías y Sociedad de la Información, que recoge nuestra tesis doctoral [1], y de donde vamos a extractar las hipótesis fundamentales, así como a los autores que nos han guiado en esta tarea de averiguar hasta dónde es posible decir que hay una verdadera libertad de expresión en el paradigma que imponen las nuevas tecnologías en la nueva sociedad de la información.

Parece vislumbrarse una paradoja en la comunicación de este comienzo de siglo. Si, por una parte, podemos presumir de que las nuevas tecnologías de la comunicación proporcionan una calidad, volumen y precisión al mensaje, como nunca antes habíamos conocido, con la puesta en servicio hacia el receptor final de canales nuevos y la adecuación de los ya existentes, así como la participación directa de ese mismo usuario en una posibilidad de feedback, hasta ahora inédita; no hay señales inequívocas de que la libertad de expresión esté más autentificada que antes ni que tal tecnología, en permanente expansión, pueda garantizar una más amplia, desarrollada y segura calidad de dicha libertad; y esto, por varios motivos, que vamos a intentar explicar.

El concepto de libertad individual es, probablemente, uno de los más sufridos y maltrechos derechos que ha logrado conseguir el ser humano a lo largo de toda su historia. Ha tenido, una vez conseguido, que vigilar estrechamente para que no le sea escamoteado, y, aun así, lo ha perdido más de una vez.

Para controlar[nos] están las leyes que, amplias en los Estados de derecho, regulan y dictan hasta dónde se puede llegar en el ejercicio de las libertades (la de prensa, expresión, opinión, etc.). La norma habitual es, por lo general, que mientras no se agreda a otra persona o institución, de palabra escrita o hablada, el ejercicio de la libertad es total.

Los autores que han tratado el tema, desde San Agustín en adelante, tienen diversas opiniones al respecto, vamos a repasar las principales brevemente.

No podemos dejar de tomar en consideración los postulados de santo Tomás de Aquino, que en el siglo XIII se convirtió en doctor y padre de la Iglesia, al defender a la religión católica contra los nuevas ideas que aparecían en el horizonte de la mano de Averroes y las referencias aristotélicas, y cuyos escritos habían sido traducidos al latín por los frailes copistas de Toledo.

Tomás de Aquino se enfrentó al racionalismo que buscaba respuestas en las ciencias y, apoyándose en el mismo maestro que los averroístas, en Aristóteles, antepone su escolástica [2].

Es gracias a Santo Tomás de Aquino que se establece el criterio del libre albedrío, cuyo precursor fue san Agustín, como uno de los pilares fundamentales para justificar la esencia libre del ser humano. Él lo explica así: “Nosotros llamamos libre lo que es causa de sí; luego, la inteligencia, en su acción y en sus apetitos, procede con libertad de juicio, lo cual es tener libertad de arbitrio; luego, las sustancias supremas tienen libre albedrío” [3]. Lo que distingue al hombre es su capacidad (que no tienen otras especies) de discernir, de tomar decisiones, aquellas que le convengan y pueda hacerlo en libertad, sin coacción, pero Tomás de Aquino no olvida que el hombre se mueve en un reino de libertad que está condicionado por la culpa, el pecado y la voluntad para obrar bien o mal. De allí que la libertad se ve constreñida por unos mecanismos internos que suprimen en el sujeto, en ocasiones, el ejercicio de su propia libertad. Tema que es tratado, en las voces de Freud, Nietzsche y también en Sartre, que veremos más adelante (ibíd., E.B. CD ROM. 1994) [4].

Probablemente, la mayor contribución a la libertad de prensa y a la eliminación de la censura previa en el ámbito angloamericano haya sido dada por la Areopagítica (1644), de John Milton, quien sostuvo una posición intransigente en la defensa del hombre contra la absorbente presión de las instituciones de la sociedad y de los gobiernos autoritarios.

Su tesis, un alegato dirigido al Parlamento de Inglaterra, podría resumirse en que de la discusión emana la luz y que el Estado no debe temer a la palabra expresada libremente. La defensa que hizo Milton en su opúsculo sigue siendo considerada como un texto clásico de argumentación contra la censura previa y base fundamental de la libertad de prensa. Se atrevió a publicarla sin licencia de impresión y sin previo registro, que era lo que defendía, precisamente. Su obra dio como resultado que Inglaterra abandonara la práctica de la censura previa en 1695, que es una fecha histórica en el desarrollo constitucional angloamericano [5]. Hasta esa fecha, la Compañía de Libreros de Londres, constituida en 1557, tenía el monopolio de la impresión y publicación de libros, previa autorización del Parlamento (Cámara de los Lores y los Comunes).

Se debe al filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), el haber introducido el término en inglés rights (derechos), que usó al interpretar la locución latina ius naturae como right of nature, el cual introdujo en su obra denominada ‘Leviatán o la esencia, forma y poder de una comunidad eclesiástica y civil’ (1651). Hobbes anteponía el derecho divino del rey y la naturaleza del Estado por encima del derecho natural de los hombres a usar su propia libertad, que sólo podrían utilizar para preservar sus vidas.

Más adelante, John Locke (1632-1704) dio una noción más sustantiva al derecho natural en sus dos ‘Tratados sobre el gobierno civil’ (1690), en los que sentó las bases de la soberanía popular, al decir que ésta no residía en el Estado, sino en las personas y que éste es soberano sólo en la medida en que respeta la ley civil o ley natural [6].

Esto significa, entonces, que Dios da al hombre un derecho natural por el cual guiarse en el mundo. Esta visión del derecho natural inspiró a los padres fundadores de los Estados Unidos en el siglo XVIII para redactar su Declaración de Independencia,

John Stuart Mill, quien escribió su libro titulado, ‘Sobre la libertad’ en 1845, dice: “Ninguna sociedad es libre, cualquiera que sea su forma de gobierno, si estas libertades no son en todo caso respetadas, y ninguna es completamente libre si estas libertades no están garantizadas de una manera absoluta y sin reserva.” Esta máxima, que Mill defendió sin tregua tiene hoy, en la era de la cibernética, máxima vigencia.

La influencia de Locke es evidente, también, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que inspiró a la Revolución Francesa en 1789 [7].

 

3. Algunas interpretaciones contemporáneas

Sin embargo, algunas corrientes del pensamiento, tales como las que defienden posiciones sociales, desde una visión actualizada del marxismo y aun del psicoanálisis, en autores tales como el psiquiatra Carlos Castilla del Pino, la libertad del individuo no le viene dada u otorgada como un don inmutable, sino que el ser, situado en un contexto social determinado y sufriendo una alienación más o menos aguda, toma conciencia de su no-libertad y es entonces cuando empieza a asumir su necesidad de ser en libertad y no en alienación.

Tal liberación viene necesariamente seguida de una mayor necesidad de libertad. Por tanto, Castilla del Pino nos da una interpretación dialéctica del problema [8]. Esto plantea, como bien señala este autor, el dilema de la interpretación del Derecho natural a niveles profundos y esto, desde luego, escapa a los modestos límites de nuestra investigación. Lo que sí nos gustaría matizar, pues probablemente nos lleve a uno de los puntos nucleares del problema de la libertad de expresión en nuestro mundo actual, es lo que Castilla del Pino llama “realismo crítico de la situación”, que no es otra cosa que la conciencia previa que debe tener el individuo de falta de libertad para sentir la necesidad de buscarla.

En el lenguaje marxista debemos recordar, como el mismo Castilla del Pino hace, que a esto se le denomina las “condiciones objetivas”, es decir, no sólo debemos poseer la conciencia, sino también explorar si es factible obtenerla a partir de nuestra situación. En esto el autor enfoca el tema desde la metodología del análisis dialéctico.

Pero tenemos que alertar acerca de un proceso que no nos parece sencillo, ya que si para vernos libres tenemos primero que sentirnos no-libres y la necesidad de serlo, ¿cómo es el mecanismo interior, personal y el externo para que tal proceso se inicie y se desarrolle? Castilla del Pino se lo pregunta también y expone el siguiente temor, que podemos hacer nuestro, más aún en los actuales momentos (recordamos que su texto se publicó por primera vez en mayo de 1968): “El hecho de que para una extensa mayoría de nuestra población los requerimientos de libertad, como dependientes de necesidades no cubiertas, no parece existir. (...) en nuestro mundo (...) buena parte de los que en él habitan no sienten la necesidad de libertad” (Castilla del Pino, ibíd., p. 84). ¿Cómo es esto posible? ¿Podemos afirmar que esto se ha acentuado hoy, a comienzos del siglo XXI?

Esta es una cuestión básica a la que vamos a intentar responder en el transcurso de nuestro análisis. Pensamos que es uno de los puntos fundamentales de nuestro tema, ya que el aparente estado de las libertades, al menos en el llamado primer mundo, parece estar garantizado y en ejercicio pleno. Se abren nuevas puertas para la expresión, para que la interacción comunicativa sea plena y, prácticamente, instantánea. ¿Pero hemos ganado ya la libertad total o, como dice Castilla del Pino, cuando llegamos a un nivel de libertad es exigible más aún?

Otros autores, como Paul Virilio, sobre cuyas tesis volveremos más adelante, piensan que los individuos socializados en sociedades donde la libertad está consagrada en las leyes fundamentales, no se preguntan por la calidad o cantidad de la misma, sino que asumen la existente como buena y suficiente sin preocuparse por el nivel alcanzado y que podría estar bajando, tanto por la calidad de los contenidos como por los intereses a los que sirve. Y aquí sí estamos con Virilio en plena actualidad con nuestro presente.


4. La sociedad de la información

Según las obras de Marx, Durkheim y Weber, pero especialmente debido a la influencia del primero de éstos, “la fuerza transformadora que configura el mundo moderno es el capitalismo” [9]. No sólo los bienes, productos y servicios, sino también la mano de obra, especializada o no, se han transformado en mercancía.

Durkheim explicó que las instituciones básicas de la modernidad se deben al impacto de la revolución industrial, a lo que otros autores, como Parsons, agregan las revoluciones democrática y educativa. Al contrario de Marx, quien vinculaba el crecimiento industrial fundamentalmente a la competencia capitalista. [10].

Partiendo del concepto de Parsons, cuya preocupación se centra en que la sociedad moderna debe estructurarse bajo un “orden” que propugne la cohesión de los sistemas sociales, pareciera que la modernidad ha evolucionado hacia un nuevo concepto de orden, donde lo que importa es “cómo es que los sistemas sociales ‘cohesionan’ el tiempo con el espacio”. Si observamos las nuevas formas de organización social de esta modernidad, que algunos llaman ya postmodernidad, vemos cómo el tiempo y el espacio se acercan y hasta se difuminan en redes y ciberespacio, y aun en las acciones reales en las que la ubicuidad ya no define un espacio (lugar) predeterminado y el tiempo se ha vuelto continuo, permanente.

Manuel Castells, en su obra ‘La era de la información’, plantea la interesante hipótesis de que en la nueva sociedad organizada en red, es el espacio quien domina al tiempo organizándolo, lo cual acabaría con la concepción clásica de la sociología que siempre ha dado prioridad al tiempo como organizador del espacio social (Castells, 1997. Tomo I, pp. 411-ss). Esto se concreta, según Castells, en una interacción de la tecnología (sobre todo la de la comunicación), la sociedad y el espacio, dando lugar a una nueva lógica de entender el espacio, que él denomina “el espacio de los flujos”. Castells piensa que esta característica organizacional de la sociedad-red nos sitúa ya en la postmodernidad [11].

El concepto de modernidad, sobre el cual estamos apoyando el desarrollo de la sociedad de la información globalizada, ha sido constreñido entre las dos puntas de una pinza sociológica. Por un lado, Weber, quien nos recuerda que no hemos perdido los vínculos con la racionalidad, que nos ha colocado en manos de una poderosa burocracia cuyas rutinas nos esclavizan. Aunque, podríamos agregar, con una marcada ilusión de libertad dada por una sociedad cuya base de sustentación está en la posibilidad ad infinitum de consumir. Y esto, pese a que estamos viviendo un tipo de organización macroempresarial, cuya expansión se debe a su descentralización, donde la burocracia vertical ha sido sustituida con enorme éxito por una intrincada red de centros de decisiones diversos e independientes, aunque con la obligatoriedad para cualquier periferia de responder a unos objetivos determinados desde el centro. Esta visión organizacional ha sido estudiada por Durkheim y Adorno, quienes siguen a Weber.

El otro extremo de la pinza se lo debemos a Marx y sus seguidores, cuya visión podríamos denominar apocalíptica: la modernidad como una fiera insaciable. “Marx, quizá más nítidamente (...), percibió lo destructor e irreversible que sería el impacto de la modernidad” (op. cit., p. 132). Habermas ha coincidido con Marx en este punto, aunque en su obra ‘Teoría de la acción comunicativa’, [12], desarrolla la tesis del fracaso de la modernidad, no porque su racionalidad no haya servido para interpretar e impulsar el mundo, sino por su incapacidad para desarrollar e institucionalizar equilibradamente todas las dimensiones de la razón. Si la modernidad es una creación del hombre, ¿por qué no podría domesticarla? [13].

La otra faceta dinámica de la modernidad estaría fijada, según Giddens, por la separación entre tiempo y espacio. El dominio del espacio-tiempo, significativamente facilitado por el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, y sus nuevas relaciones, permiten que lo local se impregne de lo global y viceversa, fijando nuevas pautas de comportamiento y ordenación de las sociedades vinculadas. Este concepto se entiende claramente cuando Giddens pone el ejemplo del dinero, que es un actuante en el proceso de desanclaje de los tiempos premodernos a los modernos avanzados actuales [14]. Lo material deviene inmaterial; lo virtual, intangible, pero real como sustituto del uso habitual del dinero (moneda o billete, cheque o tarjeta -plastic money-) en las transacciones económicas. Produciéndose la gran expansión de los mercados monetarios mundiales, así como una actividad bursátil a escala planetaria, interconectada sin descanso de horas durante casi todos los días del año.

El avance sistémico en la modernidad de los últimos años del siglo XX ha sido posible, en gran medida, al diseño y aplicación de los sistemas de las tecnologías de la comunicación. Su influencia en el mundo de la economía ha sido decisivo. Ha supuesto un reordenamiento de los procesos de producción, distribución y ventas. La información no sólo no ha sido ajena a tal proceso, sino que lo ha facilitado, propiciado; pero un sistema que se ha operativizado teniendo como guía el incremento de la productividad y la eficiencia ha convertido a la información en una mercancía con el consiguiente peligro de posponer la veracidad informativa en función de la atracción hacia el producto. El Estado Social de Derecho garantiza ampliamente el derecho a estar bien informado, pero “la política social del Estado ha poseído desde el principio el carácter ambivalente de una garantía de libertad y de una privación de libertad”. (Habermas. op. cit., tomo II p. 511). ¿Intervendrán en esa ambivalencia del Estado las presiones que recibe desde el mundo de la economía liberal? Esta pregunta parece ser contestada afirmativamente por casi todos los estudiosos de las características de la modernidad y su expresión más contingente: la globalización.

Por el contrario, un defensor del concepto de posmodernidad y de que estamos ya en plena vivencia del mismo, es Gianni Vattimo. Propone que estamos en la posmodernidad debido al hecho de que hemos entrado de lleno en la sociedad de la comunicación, una situación que subraya el carácter diferente de la etapa anterior, en la que la sociedad estuvo marcada, pero no regida por el fenómeno de los mass media [15].

Vattimo expresa un optimismo esperanzador cuando se refiere a los mass media diferenciándolos del tenebroso tejido controlador de las sociedades y propiciador de totalitarismos varios, que habían preconizado Theodor Adorno y Max Horkheimer en sus obras ‘Dialéctica de la Ilustración’ y ‘Minima Moralia’, y que daban a los medios de comunicación el papel de soportes de Estados controladores al estilo del ‘Gran Hermano’ de la obra, ‘1984’, de George Orwell.

Ha sucedido lo contrario, sostiene Vattimo: éstos han permitido una cosmovisión del mundo como nunca antes. Esto es cierto en el sentido que tienen los medios desarrollados a nivel local, donde la comunicación puede establecerse de manera más directa con el receptor ya que conoce el medio y puede efectuar un feedback más o menos efectivo. Sin embargo, no creemos que la utopía de Vattimo tenga un asiento realista en torno a las grandes cadenas de comunicación que emiten worlwide desde distintos soportes y canales. Porque desde ahí se transmiten mensajes cifrados para una mayoría planetaria, cuya capacidad de respuesta es escasa mientras que su probabilidad de absorción es inmensa. Claro que la aportación de Vattimo es sumamente aguda, ya que no tendría sentido disfrutar de libertad de información si no existieran múltiples medios de comunicación con visiones diferentes de la realidad.

Pero, no obstante, por saturación, sobre todo de los medios planetarios, la realidad misma se está convirtiendo cada día más en la realidad que transmiten los mass media. Si a esto agregamos que solamente tres o cuatro cadenas u otras tantas agencias de prensa son las que controlan el flujo informativo mundial, podríamos decir que la representación de la realidad que nos llega es la que estos medios construyen. Es conocida entre los periodistas la frase de un político de Washington: “Si no ha salido en la CNN, no ha sucedido”.

Pero Vattimo ve también el fin de la modernidad como una liberación de la dictadura de la historia. El sentido emancipador de múltiples voces es, según Vattimo, la primera característica de una posmodernidad que nos acerca a una nueva forma de libertad de expresión, a pesar de todos los controles que ejercen los grandes medios de comunicación mundiales.

Una inmensa torre de Babel, donde tener conciencia de cada dialecto (de cada realidad) puede significar multiplicar la capacidad del ser humano para entender-se y entender-nos. “Vivir en este mundo múltiple significa experimentar la libertad como oscilación continua entre la pertenencia y el extrañamiento.” [16].

Heidegger ya se refirió a la época de las imágenes del mundo para definir a la modernidad. Pero alertaba, como bien recuerda Vattimo en su obra, que una sociedad basada en la posibilidad estrictamente técnica de la comunicación “se revela, por un lado, como ideal de dominio y no de emancipación (...), mientras que por otro se desarrollan, en el interior mismo del sistema de la comunicación, mecanismos (...) que terminan, en definitiva, por volver imposible la realización de la autotransparencia” (Vattimo, op. cit., p. 105). O lo que Vattimo llama, basándose en Nietzsche, la “fabulación del mundo”, a lo que parece estar dedicada esta sociedad de la información en lugar de una nítida transparencia, si tomamos en cuenta la cantidad y calidad de medios técnicos a su disposición. A fuerza de superponer imágenes diversas, los mass media están objetivando el mundo más allá de su interpretación. Y Vattimo, finalmente, se pregunta: “¿Se trata sólo (...) de que el desarrollo tecnológico tenga una intrínseca tendencia a servir de sostén al poder fáctico, estando abocado casi fatalmente a convertirse en esclavo de la propaganda, de la publicidad y de la conservación e intensificación de la ideología?” (Vattimo, op. cit., p. 104).

Como espectadores del mundo real, al menos del que podemos percibir a través de los medios de comunicación, puede resultar más inteligente, dice Vattimo, “dejarse engañar que querer ser de los que engañan” [17]. Refugiarse en los beneficios de la modernidad aportados por la ciencia y la técnica aplicada y desarrollada como tecnología, puede conducir a una existencia desprovista de significados, cargándola de una objetivación diversa a la realidad, donde se construya un imaginario mundo de libertad aunque en el fondo se tenga la certeza de que vivimos condicionados, ya que la libertad ha sido hipotecada por intereses espurios.

Estamos, pues, en una sociedad que depende de las tecnologías de la comunicación, mucho más de lo que cada uno de nosotros puede percatarse. Vattimo, dentro de un tesitura optimista, cree que “nuestra sociedad, sin embargo, es tecnológicamente capaz de libertad” [18]. Tal aserto se vincula a la idea sartreana de un hombre con posibilidad de emancipación al apropiarse para sí la historia como sujeto activo de ésta. También se apoya Vattimo una vez más en Heidegger para recordar que “la esencia de la técnica no es algo técnico” (Vattimo, op. cit., pág. 32). Lo que da un atisbo de posibilidad de liberación utilizando a favor la imposición de la técnica, cuya fabulación de la realidad la caracteriza [19].

Si estamos de acuerdo en que la modernidad se caracteriza [20] por una temporalidad continua, que tiene su expresión en la instantaneidad de la expresión del mundo a través de los medios de comunicación, podríamos decir que estamos, como mínimo, en un estado avanzado de la misma. Llamarla posmodernidad puede ser incluso conveniente, aunque creemos que no hay signos definitivos que hagan pensar en una radical modificación de los orígenes de la misma. Pueden haber cambiado la calidad y rapidez de los intercambios mediáticos, pero no creemos que la esencia misma de la modernidad haya sido modificada por tales aplicaciones tecnológicas. Muy al contrario, como plantea Giddens, los procesos del capitalismo han avanzado, se han hecho más eficientes y no parece haber signos de que sus “crisis recurrentes” no vayan siendo superadas y que salga fortalecido de cada una de ellas. Probablemente, la superación de la modernidad esté vinculada a una etapa superior del capitalismo, que como quiere Giddens en su “realismo utópico”, y que ya preconizó Marx, tome en cuenta las variables sociológicas que la modernidad le ha enseñado, y no sólo las que maneja la economía del liberalismo capitalista basadas sólo en la productividad y en los resultados de las estadísticas de las cuotas de mercado.

Pero si alguien quiere calificar a esta etapa como posmoderna y, por consiguiente, el fin de la modernidad ya ha sido decretado, pensamos que no altera mayormente el análisis que venimos haciendo acerca de la influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación aplicadas en el discurso de la libertad de expresión.

Ya sea que la modernidad haya creado un marco más amplio de libertades (Parsons, Habermas, Vattimo) o que, al contrario, estemos inmersos en un proceso social de alta restricción de la libertad (Weber, Heidegger, Giddens), y que tal proceso esté desembocando en una nueva etapa heredera de la modernidad, que se diferencia en todo caso tan poco, que no podemos llamar más que “posmodernidad”, lo cierto es que hay indicios suficientes, aportados por estos autores, sobre el nuevo paradigma que se nos presenta: el mercado capitalista organiza las relaciones societales a través de los medios de comunicación de una manera tal que crea una ilusión de libertad, que impregna todo el tejido social; permitiendo, sobre todo, la libre elección de parcelas de realidad previamente abonadas, programadas y cuantificadas. El receptor puede, entonces, elegir el producto de su preferencia, sea éste tangible o no. Su derecho a estar informado ha sido moldeado por una modernidad, cuyos últimos signos de control son su capacidad de convertir la relación espacio-tiempo en un continuo instantáneo, organizando así a una sociedad hipersaturada de imágenes que sobreinterpreta el mundo vaciándolo de significado o proponiendo un significado homogéneo, una objetivación diversa de la realidad.

En tal caso, estaríamos de acuerdo con Heidegger en cuanto a que esta sociedad de la imagen está más cerca del dominio del ser que de su liberación. Esto, sin olvidar que el Estado social nacional, creado y fortalecido en la primera modernidad, ha devenido un ente debilitado ante la expansión y sujeción del receptor-consumidor a las leyes del mercado. Esta pérdida de la esfera de libertad por parte del Estado nacional no es un signo patológico, como se cree, sino que, como recuerda Habermas, es una consecuencia del crecimiento de la modernidad e intrínseca a ésta.

Si para el ignorante no era posible alcanzar un grado de libertad aceptable, según creían los enciclopedistas, pues no se nacía individuo, sino que se llegaba a serlo mediante el ejercicio de la razón en todos sus órdenes; ahora, en esta etapa posmodernista de las sociedades avanzadas, pareciera que la libertad viene dada, que no se necesita hacer nada para alcanzarla. Tan sólo consumir lo que sea: ideas o productos, juegos de ordenador o deportes; televisión o cine, da igual. Todo está a su alcance en este reino de la libertad cool, de la ciber-libertad. Ya no sólo se nace individuo, sino que nuestra vida comienza en un territorio libre, sin preguntas, sin respuestas, sin razonamientos molestos; en medio de una libertad hecha a medida del neo-ser-consumista [21].

Llegados a este punto, creemos oportuno centrar el concepto “globalización”, por el cual se definen y determinan las relaciones sociales con la economía de mercado que domina el escenario mundial, no sólo desde su perspectiva economicista, sino también sociológica.

El sociólogo alemán Ulrich Beck diferencia entre globalismo, globalidad y globalización. “Por globalismo entiendo la concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político” [22]. Se pretende que el Estado social nacional sea manejado como una empresa. La globalidad parte del concepto de que “vivimos en una sociedad mundial” y, por tanto, no existen espacios cerrados [23]. Finalmente, “la globalización significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios” (Beck, op. cit., p. 29).

Datar el comienzo de la globalización como proceso integrador de una nueva economía mundializada no ha sido fácil y los autores dan sus versiones. Esto también contribuye a la imprecisión del término y su uso como comodín, según las diferentes visiones autorales.

En una de las esferas donde el Estado nacional ha cedido terreno es en las comunicaciones. La red de información globalizada, vía satélites, permite trascender el control de los gobiernos sobre lo que ocurre dentro de sus fronteras. Ejemplos recientes hay muchos: la retransmisión desde Bagdad por la CNN sin control del aparato militar americano, es uno. La aplicación de estas tecnologías supone el final del distanciamiento espacial y temporal (comunicación enlínea multimedia); “ha reforzado las interdependencias entre comunidades locales, nacionales e internacionales como no se había visto en ninguna época histórica anterior” (Rosenau, citado por Beck) [24].

La organización en red de las comunicaciones y su entramado tecnológico que reúne en un solo medio (Internet) a la informática, las telecomunicaciones (satélites, cable, teléfono) y la televisión (imagen y sonido) y esto como soporte a todos los medios de comunicación social y mensajes tradicionales (prensa escrita, radio, cine, publicidad, música y TV), hace que los contenidos respondan a los intereses industriales (cuotas de mercado, niveles de audiencia), más que al interés social de la formación de una opinión pública amplia y diversa. Las cifras citadas por Beck dan para 1995 un “volumen de negocios de la industria de la comunicación... de un billón de dólares...” (Beck, op. cit., p. 73). Esto, se piensa, podría duplicarse para el año 2000, lo que sería el 10% de la economía mundial; una proporción muy significativa [25].

Pero la dinámica, al parecer inédita e imparable, de la globalización engendra una dialéctica que no podemos dejar de tomar en cuenta. Ya la hemos mencionado someramente antes: las características y la fuerza de lo local frente a lo global. No creemos que la cultural globalizante sea total, homogénea ni paralizante en cuanto a las formas de lo cercano, de lo local. Por el contrario, la globalización aprovecha para sí tales sinergias locales e intenta apropiárselas. “Pensar global, actuar local” parece ser la frase guía de las grandes empresas transnacionales. Aunque la expansión de las industrias mundiales se ha podido realizar debido a las condiciones locales (a veces, inmensamente provechosas, como la mano de obra barata del sudeste asiático, ver Manuel Castells, 1997), no podemos olvidar tampoco, como señala Beck, que “la globalización fragmentariza”. Esto, no sólo en el sentido de apropiarse de las sinergias locales, sino en el socavamiento del Estado nacional, del que ya hemos hablado, tanto en materia de información, como en el terreno de la fiscalidad, cuyas normas se pueden saltar al no haber fronteras definidas (Beck, 1998).

Una interesante tesis que se desprende del discurso de lo glocal es la que ha desarrollado Zygmunt Bauman, citado por Beck, y que apunta a las desigualdades que establece tal intercambio. Y aquí podemos ver la fragilidad en la que se encuentran las libertades. Al establecer Bauman la globalización y la localización como dos caras de la misma moneda, se establece un reparto desigual, ya que los globalizados pueden entrar en la otra cara, mientras que los localizados están sujetos a su espacio y no pueden prácticamente moverse de su sitio.

Los globalizados manejan el espacio, viven en un tiempo continuo sin importarles el espacio que pueden controlar en cada momento. Esto produce la pérdida del “nexo entre pobreza y riqueza (...), a causa de la globalización que divide a la población mundial en ricos globalizados, que dominan el espacio y no tienen tiempo, y pobres localizados, que están pegados al espacio y tienen que matar su tiempo, con el que no tienen nada que hacer” (Beck, op. cit., pp. 90-91). De ser así, y hay signos que lo evidencian, estaríamos ante un final de las relaciones siervo-amo, para emprender una nueva forma de estratificación que tiene más que ver con la capacidad de producir productos, bienes y servicios de todo tipo e información, como un producto en sí, pero también como potenciadora de todo el proceso productivo [26].

Una de las contribuciones a la expansión del mercado global es dada por la capacidad tecnológica de los medios de comunicación de informar en tiempo real de las acciones de los individuos. Aquí juega una doble significación semiológica. Sin imágenes, no hay noticia. Este axioma parece haberse convertido en ley para las cadenas de televisión. Una protesta de Greenpeace, por ejemplo, no significaría mayor cosa si no estuviera preparada para ser escenificada ante las cámaras de vídeo. Al contrario, un genocidio con un millón de cadáveres en la profundidad de África (Ruanda) no saldrá por CNN hasta que haya imágenes. Así, la información corre el riesgo de ser trucada, fabricada o sobredimensionada, según convenga a las cadenas en su lucha diaria por obtener audiencias planetarias [27].

Esta situación hace que nos planteemos la necesidad de redefinir el concepto de libertad de expresión, ya que el análisis de la sociedad global de la comunicación evidencia una mayor capacidad de comunicación, pero una menor calidad de los contenidos y de la respuesta real del receptor (un espejismo de feed back).

Ahora, “el modo de producción capitalista determina la relación social en todo el mundo” (Castell, 1997). Esto es así por primera vez en la historia del capitalismo. Sus características funcionales son: es global y se apoya en los flujos financieros. “El capital funciona a escala global como una unidad en tiempo real” (Castells, op. cit., p. 508, Vol. 1). Pero esta organización global, que no duerme, basa su capacidad de funcionamiento en la información, que se ha hecho, igualmente, global e insomne.

 

5. Una sociedad del conocimiento y de la información instantánea

No obstante, esto no es nuevo. Las empresas norteamericanas han tenido como norte, desde los años treinta, la expansión global, pero les faltaba la capacidad de interconexión al instante que ahora es posible. Así que los riesgos eran mayores y la capacidad de ubicarse localmente comportaba un costoso traslado de culturas empresariales y el reacomodo a las locales. Esto ahora se puede hacer sin mayores riesgos. El concepto de competitividad está, asimismo, cambiando. El objetivo no es ya ganar cuotas de mercado a las marcas competidoras, sino eliminarlas fusionándose [28], y así el mercado se les da por añadidura.

Otra de las características importantes de este nuevo paradigma es que “aunque las relaciones de producción capitalistas siguen persistiendo” -y no podemos olvidar que el capitalismo tanto en sociedades de economía desarrollada, como en los ahora llamados ‘países emergentes’, como en aquellos donde el emerger sólo es una lucha por salir del subdesarrollo endémico y profundo-, tales relaciones se han hecho más capitalistas que nunca en lo que la prensa mundial ha bautizado como “capitalismo salvaje”, “el capital y el trabajo tienden a existir cada vez más en espacios y tiempos diferentes: el espacio de los flujos [un lugar virtual] y el espacio de los lugares, el tiempo inmediato de las redes informáticas frente al tiempo de reloj de la vida cotidiana” (Castells, op. cit., p. 511, Vol. 1). Y aunque la vida laboral continúa, el capital depende cada vez menos de esa fuerza. Mientras el capital se coordina globalmente, el trabajo se individualiza.

Pero hemos dicho, al comienzo de este apartado, que las nuevas tecnologías aplicadas a los medios de comunicación han sido una especie de acelerador de todo el proceso de globalización. Por lo tanto, nos queda preguntarnos cómo ha sido y qué significa que estemos ante una sociedad global de la comunicación. Los puntos de vista son múltiples. Vamos a tratar de establecer, de forma abreviada, en qué hay coincidencias y cuáles y cuántas son divergencias.


6. Globalización, medios y nuevas tecnologías

Cada vez más en este nuevo panorama los medios de comunicación no se pertenecen. Forman parte de grandes estructuras empresariales, casi siempre encabezadas por corporaciones de bancos. Los medios han dejado de ser sólo canales de comunicación para adquirir un valor de uso y de cambio mayor. “De los antiguos medios editoriales hemos pasado a la industria multimedia” [29]. Podemos estar de acuerdo ya que, tanto los actuales medios masivos, como los receptores utilizan la combinación multimedia que reúne los sistemas de telecomunicaciones (satélites, teléfonos), las computadoras personales (con módem para fax e Internet) y los propios medios que alternan múltiples vías para comunicar con el receptor y éste con ellos. Este proceso, “es el que ha cambiado el orden político en el mundo (y no al revés)”. (Sarasqueta, 1996).

Bernardo Díaz Nosty, en su proyecto docente titulado ‘Tecnologías de los medios impresos’, sintetiza en nueve puntos los parámetros para alcanzar una definición de la evolución tecnológica y sus efectos en el futuro de los medios impresos. Recuerda cómo ya en los sesenta se presentó la primera gran crisis de la prensa escrita debido a la expansión de los medios audiovisuales, que se incrementó en los años 70, sobre todo por la pérdida de espacio publicitario que significó una merma considerable para los periódicos, amén del incremento de los costes de insumos y salarios.

Ha sido, justamente, la aplicación de nuevas tecnologías (el proceso de preimpresión) lo que ha sacado a la prensa escrita del atolladero. También ha adaptado el lenguaje a los tiempos eminentemente visuales en que vivimos; en esto ha jugado un gran papel la diagramación, el color, la gráfica, la infografía. La descentralización de las ediciones con múltiples tiradas para las regiones o zonas respectivas es otra forma de innovar que han adoptado los periódicos, sin olvidar la posibilidad de expansión de los diarios locales, que en sus ámbitos suelen ser fuertes e influyentes, al menos en el caso español.

El soporte papel no parece que desaparecerá por ahora si vemos cómo los grandes periódicos otorgan protagonismo a las nuevas rotativas, las de ‘tercera generación’. Desde una redacción se hacen ahora no una sino muchas versiones, incluida la enlínea para Internet, de un mismo periódico [30]. Asimismo, las ediciones de la prensa diaria gratuita se expande por toda Europa. Siendo el caso español un mercado en rápido crecimiento.

El periodista español Juan Luis Cebrián, en su libro ‘La red, un informe al Club de Roma’, toca algunos puntos que merecen discernimiento, aunque en algunas matizaciones podamos estar completamente en desacuerdo.

Señala que “lo fascinante de Internet es su capacidad autónoma de crecimiento” [31]. Creemos que tal crecimiento, si es fascinante, no es en absoluto autónomo, ya que los intereses comerciales privan sobre cualesquiera otros, y son éstos los que mayormente impulsan tal crecimiento vertiginoso. Nos recuerda, y es importante, que el clásico esquema de la comunicación emisor-canal-receptor ya no seguirá ese orden inalterado hasta ahora, porque vamos a conseguir, por fin, que el feedback sea un hecho cotidiano, la interactividad del sistema será la base de una real revolución en las comunicaciones diarias del usuario común y corriente.

Cebrián da un gran protagonismo a la teoría del caos que puede ser capaz, según él, de “ordenar” un universo que se rige por las reglas de la horizontalidad suprema. Esto, creemos que es discutible, aunque a primera vista la Red pueda ser un “fenómeno caótico”, tal como lo define Anthony M. Rutkowski, (Cebrián, op. cit., p. 68). Esto nos lleva directamente a la primera parte de nuestra tesis: cual es el problema de la libertad a la luz de la Red. Si bien a todas luces Internet nos hace idealizar un mundo de libertad absoluta, en el terreno de las comunicaciones humanas directas, sin intermediarios, por fin un espacio donde la libertad de expresión no tiene cortapisa alguna, y ése es su gran atractivo incluso hasta para los que acceden a ella a diario sin pensar en eso, resulta que ya hay muchas autoridades que desean poner frenos al “caos” y “muchos verán levantarse de nuevo el fantasma de la censura, y una abdicación en la defensa de la libertad absoluta de los cibernautas” (Cebrián, op. cit., p. 70).

Esta convergencia inusitada de las tele-comunicaciones y la capacidad multimedia necesita de una producción igualmente desmedida, donde mucho nos tememos va a privar la cantidad sobre la calidad y la espectacularidad de las imágenes sobre su probada veracidad. Y aquí está, pensamos, el punto nuclear de la calidad de la libertad de expresión: en los contenidos. Un volumen de contenidos de escasa credibilidad, pero aparentemente inocuos; unos contenidos de extensa libertad, pero de escasa profundidad. La información y la comunicación toda se vuelven una mercancía, un producto que debe venderse al factor publicitario, que se convierte él mismo en una variable de la publicidad, que la comprará de acuerdo con su posibilidad comprobada de audiencia, y que el mismo receptor elegirá siguiendo los mismos patrones de calidad que se le ofrece.

El caudal de información se hace inabarcable, el receptor no capta, recibe; no escucha, oye; no interpreta, traga. ¿Pero es tan inerme el espectador como parece? Ramonet cree que hay decepción y reproche. “La decepción de los ciudadanos respecto a los media se incrementa” [32]. Y podemos preguntarnos con este periodista, “¿cómo podemos estar seguros de que la información aportada por un medio no estará orientada a defender, directa o indirectamente, los intereses de su grupo, antes que los del ciudadano?” y, más aún, “¿cómo podrá sobrevivir una prensa independiente?” (Ramonet, op. cit., pp. 221-222). Creemos que ya no lo es. Si es que aún queda alguna prensa absolutamente independiente.

Supongo que ustedes estarán suficientemente familiarizados con la nuevos términos, con el vocabulario, que designa a los artilugios de esta nueva era de la comunicación, y no vamos a extendernos en eso. Pero sí les recomiendo pasearse por las páginas de ‘Being Digital’, de Nicholas Negroponte. Vamos a ver sus principales puntos de vista.

Si todo antes eran átomos, ¿cómo ahora todo puede ser (serán) bits? ¿Cómo todo se ha convertido en haz, en rayo luminoso que puede descomponer lo sólido y proyectarlo en el ciberespacio? Nicholas Negroponte cree que ese “milagro” es la evidencia de que ya estamos siendo seres digitales [33].

Este autor es uno de los más conspicuos representantes del paradigma de la revolución de las comunicaciones. Su modelo de mundo es igual al norteamericano, tecnológica y económicamente fuerte y libre. Un “mundo feliz” que puede contener, no obstante, muchas contradicciones.

Según Negroponte, la era digital ya no puede ser interrumpida. “Posee cuatro cualidades muy poderosas que la harán triunfar: es descentralizadora, globalizadora, armonizadora y permisiva” (Negroponte, op. cit., p. 271).

En realidad, la revolución de las comunicaciones ha sido posible por una serie de tecnologías que han ido coincidiendo, acoplándose y interactuando entre sí. Los analistas italianos de la comunicación Gianfranco Bettetini y Fausto Colomo han coordinado un estudio sobre el tema que es altamente significativo [34].

Tras establecer que la posibilidad de iniciar esta era cibernética “ha sido sin duda la de la transformación de la forma de la señal de su tradicional modelo analógico al numérico, (...) se han añadido también las invenciones de las fibras ópticas y de los satélites”. Todo esto tan rápidamente, tan interconectados en el uso mismo, que posee “los tonos de la invasión y, por lo tanto, de la intromisión” (Bettetini y Colomo, op. cit., pp. 15-16).

Estos autores, igualmente optimistas, pero desde una posición más crítica que Negroponte, hacen una diferencia, a nuestro modo de ver, fundamental entre interacción e interactividad, siendo la primera una forma de “acción social de los sujetos en sus relaciones con otros sujetos” (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 16), y, por lo tanto, una manera de expresar la interacción (sujeto/sujeto, sujeto/sujetos, sujeto-s/máquina). La interactividad es vista por ellos como una “imitación de la interacción por parte de un sistema mecánico o electrónico(...)” (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 17). Entonces, de acuerdo a la intensidad, dirección, el papel más o menos activo del interviniente y sus ritmos, la interactividad comunicativa, es posible hablar hoy en día de “interacción en los media, y también de media propiamente interactivos” (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 17).

Esto, creemos, replantea el concepto tradicional de mass media: un canal que emite unidireccionalmente hacia una masa inerme; hacia una nueva forma de actuar, ya que el nuevo media tiene ahora flamantes capacidades tecnológicas que le permiten interacciones e interactividad (la masa se individualiza, se perfila y actúa, responde), que antes no eran más que un sueño. El reino del feedback ha sido encontrado. Esta situación nos parece que vigoriza el concepto de global village macluhaniana, aunque va más allá, pues la masa no permanecería sólida, sino que, al adquirir también la capacidad de interactuar, se individualizaría en algún grado. Claro, esto está en proceso aún y la mencionamos como una variable probable y a ponderar.

Estos analistas italianos nos recuerdan, igualmente, que no hay que “confundir el medio con sus posibles resultados”, y se preguntan, asimismo, “si los media interactivos permiten verdaderamente una mayor libertad” [35]. Sin necesidad de sobre-valorar o infravalorar a los medios de comunicación per se, no podemos olvidar la contextualización y el papel de cada sujeto interviniente en el proceso comunicacional, ya que “cada nuevo instrumento que utiliza el hombre, por un lado, responde a exigencias ya presentes y, por el otro, transforma el contexto y el entorno” (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 19).

Ellos ubican en la década de los sesenta el cambio de concepto que permite el salto cualitativo hacia la era de la comunicación. Se empieza a concebir la computadora no sólo como una máquina capaz de realizar cálculos matemáticos de manera más rápida y precisa, sino como un instrumento capaz de “transformar cualquier tipo de informaciones codificadas” (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 20). Se lanza el primer satélite destinado específicamente a las comunicaciones, el Telstar, en 1962. Se comienza a utilizar la idea de hipertexto y las comunicaciones de informes y correo entre departamentos universitarios de EE.UU. La aplicación al arte de la expresión plástica de la imagen de televisión con video-instalaciones. Aparece, a fines de esa década, la idea de que el mundo virtual puede existir más allá de las pantallas.

En la siguiente década, los setenta, toman forma algunos de estos adelantos tecnológicos: primeros videodiscos, ciertas exploraciones del Computer Graphics, primeras noticias de la imagen de televisión de alta definición (HDTV) y el inicio de la utilización del ordenador a nivel de red en grandes empresas, así como el uso de la red telefónica para conectar a varias terminales con un ordenador central.

En los años ochentas, el desarrollo de la miniaturización permite dar el salto más largo. Más velocidad, menos espacio para contener a la computadora y aparece el personal computer, que empieza a invadir hogares, escuelas e interconectar centros de producción con oficinas distantes incluso offshore. El paso es, desde ese momento, decisivo e irreversible, pues “los instrumentos informáticos ya no son concebidos sólo como instrumentos de transformación y tratamiento de la información, sino como instrumentos de soporte de la comunicación” (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 21).

Por el tremendo impacto social, estos autores piensan que los nuevos media “caracterizan a la sociedad” y que, por lo tanto, hay que hacer un análisis descriptivo de los mismos de tipo estructural. Recomendamos para ello consultar el “mapa de la industria de la información” trazado por John McLaughlin en su obra de 1980 ‘Mapping the information business’ (del programa de investigación de la Universidad de Harvard), donde el criterio de ordenación está dado por “la aproximación de cada nuevo medio de comunicación a la dimensión de producto o servicio; y por la relevancia del soporte respecto del contenido” (Bettetini y Colombo, op. cit., pp. 24-25).

Esta concepción de los medios de comunicación nos parece medular, ya que evidencia cómo las nuevas tecnologías inciden en los contenidos, en la organización del propio medio y éstos “se sitúan en una posición central, de intersección entre las diferentes industrias que producen instrumentos de soporte a la comunicación”. (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 25). Ya no es posible aplicar a los medios las tradicionales subdivisiones de prensa, cine, radio, televisión, etc., porque ahora están ubicados entre producto (cosa que no eran antes) y servicio, con lo cual ha cambiado su dimensión social [36] Si bien los nuevos media han incorporado antiguas tecnologías (teléfono) y se han apropiado de otras nuevas (fax) y han cambiado el concepto de los antiguos medios clásicos como canales de only one way communication, éstos no han dejado de existir.

En resumen: la coincidencia de la tecnología informática, la digitalización de las señales, la miniaturización, la red de satélites en órbitas (elípticas o geoestacionarias), la fibra óptica y la utilización de la red telefónica mundial han hecho posible que los medios de comunicación se hayan extendido en cantidad y calidad por el planeta. Esto ha llevado, como ya hemos comentado, a un reacomodo o redefinición de los conceptos tradicionales de espacio y tiempo.

Sobre lo que estos dos comunicólogos italianos llaman la atención es sobre el proceso comunicacional que está construyendo un nuevo espacio, que puede suponer un enlace de conversación a múltiples voces, pero que debería no olvidar poner el acento en la calidad de los contenidos de la comunicación. Un problema que a nuestra manera de ver se sitúa en el centro del debate sobre los nuevos medios y las tecnologías de la comunicación que éstos utilizan.

Tal vez estemos asistiendo al nacimiento, de un hecho sociológico complejo, de una nueva teoría de la comunicación tecnológica. Pero esta reflexión corresponde a otro campo de trabajo, que no podemos abordar hoy en profundidad. Sin embargo, es interesante repasar la Teoría Cognitiva Sistémica de la Comunicación recientemente planteada por el profesor doctor, Raymod Colle de Scheemaecker de la Facultad de CC de la Comunicación e Información de la Universidad ‘Diego Portales’ de Santiago de Chile, que considera tanto el exterior como el interior de los procesos intervinientes y abarca el estudio de todas las áreas del conocimiento para establecer los sistemas de comunicación como base de la evolución. Un resumen está en google, tecleando el título de la teoría.

Sería conveniente repasar la historia del desarrollo de las tecnologías de la comunicación, desde sus inicios hasta hoy, pero tal pretensión excede el el espacio de nuestro ensayo. Pero les voy a recomendar detenerse en los siguientes autores y obras: Armand Mattelart, con su ‘Historia de la utopía planetaria’ [37], y cuya tesis podríamos resumir como el afán, que ha tenido el hombre moderno, por unificar en un todo coherente el planeta donde vive. Tal intento utópico ha sido marcado, viene a decir Mattelart, por los avances técnicos de los sistemas de comunicaciones.

Y también es fundamental el libro ‘Las nuevas tecnologías de la comunicación’, de Michael M. A. Mirabito [38]. Creemos que la metodología usada por este autor, el enfoque de sistemas, se acerca al concepto de observar el fenómeno de las nuevas tecnologías como un proceso que, aunque individualizado, puede y tiene relaciones con otros factores significativos de las sociedades donde actúan, moldeando comportamientos. Sus consecuencias, aunque tangencialmente, son analizadas en este trabajo. Cuestiones como la convergencia de tecnologías, la propiedad intelectual, la democratización de la información, lo concerniente a la Primera Enmienda (Constitución estado-unidense), el derecho a la intimidad, las implicaciones económicas, entre otras, que dan forma a la nueva sociedad informatizada [39].

Y también recomendamos consultar, en el ámbito de los autores españoles, a José B. Terceiro en su obra Sociedad digital [40].

 

7. La sociedad de la información

La sociedad de la información parece concentrar y resumir los dos grandes postulados del ideario universal que parten de la Ilustración con su posibilidad de “repúblicas democráticas”, que por todo el mundo puedan entenderse y prosperar en paz; y, por otra, del liberalismo, cuyo principio es la “república mercantil universal”. El desarrollo y aplicación de las tecnologías de la comunicación, desde el telégrafo al bit digital, lo han hecho posible [41]. Entre estos parámetros se organiza y funciona hoy la sociedad de la información. Algunos analistas, como Norbert Wiener, citado por Mattelart, vaticinaban ya en 1948 “que el próximo advenimiento de la ‘sociedad de la información’ representaría una garantía de no retorno a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial”. (Mattelart, op. cit. p. 58). En esto, aunque el espanto de la guerra no está ni mucho menos erradicado del planeta, parece evidente que si, ciertamente, conseguimos una sociedad informada, no sólo enlínea, sino con profundidad y verazmente, tal espectro bélico se alejará cada vez más. Pero creemos que para ello sería necesario un régimen mundial de la información, tal como ya preconizó en su día el polémico Informe McBride a finales de los setenta.

Los Estados Unidos de América defendieron en aquella ocasión el free flow of information, mientras el bloque soviético propugnaba la liberación informativa de los países del Sur, pero reafirmando su preciso sistema controlador de sus propios medios de comunicación social [42]. En la misma década, el sociólogo norteamericano Daniel Bell, autor de la obra canóniga ‘El advenimiento de la sociedad post-industria’ [43], planteaba, en las Jornadas Informática y Sociedad, en otoño de 1979, en París, que las redes de la información construirán una sociedad capaz de solucionar el doble dilema que cerca al Estado-nación: “Demasiado grande para los pequeños problemas de la existencia, (...) demasiado pequeño para los grandes problemas” (Mattelart, op. cit., p. 80).

El principio parece estar fijado por las empresas norteamericanas del entertainment: “Todo producto, una vez digitalizado, puede circular por diferentes canales” (Mattelart, op. cit., p. 89). Mattelart piensa que lo que en realidad tenemos es una global democratic marketplace en lugar de una sociedad de la información. Y que, por consiguiente, la idea de libertad de expresión se ha desplazado hacia el terreno más cómodo de “libertad de expresión comercial”, que calificándola constreñimos, aunque nos sea presentada, como un “nuevo derecho humano” [44].

Para cerrar este parte de nuestro trabajo, creemos que no debemos olvidar la dimensión ética que nos plantea esta nueva forma de organización social. La sociedad de la información es una sociedad bajo el impacto directo, desde miles de puntos, de las aplicaciones cotidianas de las tecnologías de la comunicación, pero sobre todo a través de los medios de masas a los que hay que sumar el nuevo fenómeno en el mundo que es Internet como medio extensivo de comunicarse [45].

Ante tantas opiniones diversas y encontradas en relación al futuro de esta sociedad de la información, que obliga incluso a los países menos desarrollados y obliga a éstos, so pena de quedar aislados, a mantenerse en la carrera aunque sea en los puestos más atrasados de la retaguardia, hay quienes son optimistas sobre las sinergias que se están creando y que, al final, la humanidad saldrá fortalecida con una sociedad más justa, madura y equilibrada.

 

8. Libertad de expresión en la sociedad de la información

La sociedad de la información, al internalizar las grandes líneas del cambio de los sesenta y setenta, se organiza en un escenario de caos, donde al parecer se ha alcanzado la utopía anarquista del autogobierno y donde parece reinar la libertad total, pero donde, al mismo tiempo, los controles son más refinados y absolutos que nunca antes. Esto se basa en la idea de Durkheim: “Todo hecho social debe tener como antecedente causal otro hecho social” [46]. El “quién” del paradigma laswelliano de la ecuación de la comunicación de masas, deviene en un narrador omnisciente, una voz del amo desconocido que emite en el reino de la libertad. Los canales (Internet) convertidos, reciclados en estimuladores gigantescos de toda una sociedad consumista. Su causa, servir a la integración social, tal como la escuela o el hogar familiar, sigue vigente, pero el medio pretende que sobre tal sociedad se tenga un efecto de respuesta principalmente consumidora en una aplicación de las teorías funcionalistas, que han desarrollado a partir de Durkheim sociólogos como Merton, Pye, Wright o Parsons [47].

Estamos ya en lo que llamó Daniel Bell una “sociedad profesionalizada”, característica de la sociedad post-industrial. Contra tal uniformidad, Bell preconizaba ya en los setenta nuevas formas de organización social horizontal, que fueran reemplazando a los cauces burocráticos de la antigua sociedad. Si la sociedad de la información pueda ser definida no solamente bajo los parámetros del consumo, sino de una comunicación integral, como planteó Bell, está por verse, ya que él mismo recordaba: “Los sistemas sociales tardan mucho en morir [48].

Pero si Bell creía que “el control de la sociedad ya no es primariamente económico, sino político” (Bell, op. cit., p. 425) y que la autonomía del orden económico tocaba a su fin, los análisis de fin de siglo apuntan más bien a lo contrario: un fortalecimiento del orden económico frente al político, favorecido por la existencia de mecanismos tecnológicos que han creado una economía planetaria enlínea, para una sociedad basada en la teoría de los flujos de información incesantes y permanentes.

En este sentido general de nueva sociedad de la información, podemos pensar como Bell, quien contrariamente a Marx dice: “Un nuevo sistema social no siempre surge necesariamente dentro del caparazón de otro antiguo” (Bell, op. cit., p. 431). En nuestro caso, como otras veces antes en la historia, la sociedad post-industrial de Bell se apoya en el desarrollo que ha tenido y está teniendo el crecimiento de las ciencias y su influencia sobre los métodos de producción. Bell cree que la ciencia en sí misma contiene el germen del desarrollo continuo [49], aunque duda de su orientación eminentemente social al aliarse -y, por consiguiente, su burocratización- con la economía mercantil y el poder político como un factor de cambio social [50].

El otro gran concepto que participa en la concepción de esta nueva sociedad y que Bell apunta en su obra es el de “igualdad”. Sin una verdadera igualdad no hay libertad, creemos, y podríamos preguntarnos hasta dónde somos iguales en la sociedad de la información.

En una sociedad organizada en torno al principio del consumo se plantea el problema de la escasez. Pensamos que, además de las tesis del desarrollo sostenible que mantienen los sectores más coherentes y sensatos, y más allá de la dialéctica entre escasez y abundancia que ya a su vez plantearon Marx, primero, y más tarde Sartre (necesidades humanas primarias y el conflicto social se plantean al producirse la escasez), hay que detenerse en lo que ya en su momento planteó Bell y que llamó “las nuevas escaseces”, y que tiene que ver con la obtención de status.

Cree Bell que no existe ningún recurso libre de costos, por lo tanto “la eliminación de la escasez supone una situación de coste cero, y esto es imposible(...). El concepto de la abolición de la escasez es un absurdo empírico” (Bell, op. cit., p. 537). En el seno de la sociedad post-industrial aparece “un conjunto completamente nuevo de escaseces: los costos de información, los costos de coordinación y los costos de tiempo” (ibíd.). Aquí queremos señalar que la libertad de expresión, dentro de los “costos de información”, puede estar convirtiéndose en un bien escaso, por lo tanto, caro, costoso, raro; difícil de mantener [51]. En cuanto a la información,, al aumentar considerablemente su cantidad, debido a su especialización y número de medios, tenemos, “más información [que] no significa información completa; en todo caso, hace la información cada vez más incompleta. (...) Y el coste de reunir una información relevante asciende por necesidad” (Bell, op. cit., p. 538).

Además, tales costos suben porque la información se hace cada día más técnica. “La información llega a ser, entonces, más misteriosa, y uno debe estudiar un tema con más intensidad que en cualquier periodo anterior” (ibíd.). Desde los sesenta, la noticia no se relata, se interpreta. Aquí nos topamos con el problema de la selección (de la preagenda y de la agenda), de la traducción técnica a un lenguaje asequible, que tiende a la especialización periodística. “La diferenciación del periodismo se convierte sin remedio en un coste creciente para la sociedad” (ibíd., p. 539).

El otro punto que aumenta los costos de la información es los límites que posee el ser humano para procesar tal cúmulo de mensajes. Esto es ostensible en el desorbitado mundo informativo que “viaja” por la Red. “Cada vez nosotros conocemos cada vez menos” (ibíd.). Debido al crecimiento exponencial del conocimiento y la diversidad de temas e intereses (especialización), casi nadie es capaz de retener tanta información, y “su conocimiento disminuye inevitablemente” (ibíd.).

Por otra parte, y paradójicamente, en una sociedad que ha incrementado el ocio, el tiempo es cada vez más costoso, ya que “el crecimiento económico ocasiona un aumento general de la escasez del tiempo” (ibíd., p. 545). Esto, evidentemente, incide también en el usufructo de la libertad individual en todos sus sentidos. Como decía Bell al comienzo de este capítulo, las sociedades no cambian de la noche a la mañana, pero ¿podría ser que tuviéramos un verdadero cambio estructural a la vuelta de la esquina? “Es posible que en el sentido político tengamos una sociedad comunal llamando a las puertas; pero, ¿existe una ética comunal? ¿Hay alguna posible?” (ibíd., p. 556). Tal vez, como sociedad de la información con todas sus particularidades, la Unión Europea sea una matriz posible de desarrollo de todo esto; al menos podríamos estar de acuerdo en que es un gran intento.

Estamos con Bell cuando dice que “la sociedad post-industrial no ‘sucede’ al capitalismo ni al socialismo, sino que, como la burocratización, atraviesa a ambos” (ibíd., p. 557). Y no se nos puede escapar ahora un condicionante, que ya hemos señalado, y que también llamó la atención de Bell en su día, ya que “a finales del siglo XX habrá hecho intervención un nuevo factor trascendente que cambiará el carácter de las respuestas: el aumento de la interdependencia de la economía mundial y el crecimiento, con los nuevos sistemas de telecomunicación y transporte aéreo, de las corporaciones mundiales de negocios. El contexto de todas las decisiones es hoy en día verdaderamente internacional” (ibíd., p. 557). Global es el término que usamos hoy en día [52].

Aunque Bell subraya que la sociedad post-industrial “significa ante todo un cambio del carácter de la estructura social en una dimensión”, hay tres componentes básicos presentes: el económico, que gira hacia los servicios; lo tecnológico, que centraliza a las industrias en los procesos creados ad hoc por la investigación científica; el ámbito sociológico, la aparición de nuevas elites técnicas que establecen un nuevo principio de estratificación (meritocracia de resultados, igualatoria). Se pasa de una sociedad productora de bienes a una sociedad de la información, que Bell también llama con propiedad del “conocimiento”. La utopía replanteada.

 

9. La libertad virtual: Ciberespacio e Internet

Este nuevo espacio virtual tiene detractores acérrimos y defensores a ultranza. En nuestro objetivo, cual es establecer el grado de libertad que las nuevas tecnologías permiten y/o están dispuestas a mantener dentro de la Red, vamos a intentar establecer un diagnóstico objetivo sobre este nuevo medio de medios que es Internet.

Paul Virilio habla de que ya estamos viviendo en una “realidad estéreo”, que estaría conformada por la “realidad actual”, la que vemos y nos rodea y que miramos como real y por la “realidad virtual”, que percibimos como mediática [53]. Con esta visión estereofónica podremos tener una percepción preventiva del mundo, “como ocurre con la meteorología”. Según esta concepción de la realidad, el computador personal sería una “máquina de visión”, que no sólo sirve para recoger información, sino que además nos proporciona un contacto con la “realidad geográfica integralmente virtualizada”. Los mundos posibles se virtualizan y existen realmente en el ciberespacio. La visita virtual detiene el tiempo real extendiéndolo por paisajes virtuales a imagen y semejanza de la “realidad actual”. El espejo de Lewis Carroll hecho realidad [54]. ¿Pero es de verdad este mundo de maravillas?

Virilio piensa que la globalización de las comunicaciones, cuya prueba más palpable es Internet, significa la imposibilidad de discernir entre verdad y libertad de expresión por el incontrolable manejo de las fuentes: “Tantos signos precursores que prueban que la revolución de la información real es, a la vez, la de la desinformación virtual y, así, la de la historia que se está escribiendo” (ibíd., p. 122).

En cuanto a eso que Virilio denomina la “tercera dimensión de la materia”, que es la información, introduce un sesgo a nuestro parecer nada despreciable que es la relación de ésta con el tiempo en el mundo cibernético. Si por un lado se ha constreñido el espacio y ya se puede abarcar a través de la pantalla todo el mundo virtual, no es menos importante la relación nueva, cambiante, con el concepto temporal. Virilio llama nuestra atención sobre este fenómeno, porque ahora “la información es inseparable de su aceleración energética”. Ya no podemos “escuchar” una información ralentizada, es “ruido”, y la rapidez la convierte en información independientemente del contenido [55]. Esto empieza a darnos la clave de la importancia creciente del feedback en el proceso comunicativo, sobre todo en el correspondiente al discurso publicitario, que a gran velocidad se ha incorporado masivamente a la Red, y desde donde intenta obtener tal retroalimentación por medio del “juego” interactivo, que compite ya con ventajas sobre la publicidad tradicional. Y aquí la velocidad de respuesta es lo importante, pues, reitera Virilio, “...la información es menos el contenido explícito que la velocidad de su feedback. La interactividad, la inmediatez, la ubicuidad, he aquí el verdadero mensaje de la emisión y de la recepción en tiempo real” (ibíd., p. 157).

Esto puede traer como consecuencia lo que Virilio llama un “atentado contra la realidad”, porque una vez instalada y en progreso la globalización, “se prepara algo que Foucault analizó para el siglo XVIII: el gran confinamiento. Este gran confinamiento está ante nosotros: en la ausencia de espacio geográfico y en la ausencia de demora para comunicar quiénes conforman la libertad misma del hombre” [56]. Y nos recuerda que una de las primeras libertades es la de movimiento, que en esta sociedad de la información tiende a ser el mínimo indispensable. Ahora ya no estamos amenazados por la inamovilidad perentoria de la cárcel, ahora “se la encierra en la rapidez y en la inanidad de todo desplazamiento” (ibíd.).

Virilio atribuye a Norbert Wiener, Alan Turing y Claude Shannon la invención de la cibernética. Ellos creían que podía ser una amenaza para la democracia. El vocablo viene del griego kubernana (dirigir) y trata de los procesos de mando y comunicación entre los seres humanos y las máquinas [57]. Y en este proceso priva la imagen. “Los medios de comunicación ya no trabajan con discursos sino con flashes e imágenes. Se da, por lo tanto, una reducción de la historia a la imagen” (ibíd., p. 59).

Una sociedad de la información, por consiguiente, reduccionista, que crea una libertad virtual desde la imagen y a partir sólo de la imagen. El proceso de interactividad y, por lo tanto, de incremento real de la posibilidad de feedback juega un papel de primera fila. “Estamos ante un fenómeno de interactividad que puede tender a privar al hombre de su libre albedrío para encadenarlo a un sistema de preguntas-respuestas que no tiene parangón” (ibíd., p. 79).

Un mundo donde el hombre estaría entregando una parcela importante de su capacidad de libertad por la posibilidad de responder, de manera fácil y sencilla, acerca de los temas más cotidiano e inmediatos [58]. La informática y el cibermundo como soluciones seguras, un deus ex machina solucionador de toda situación que estaría, según Virilio, sustituyendo a la idea tradicional de Dios. “No podemos hacer como si fuéramos no creyentes (...). O bien creemos en la tecnociencia (...) o bien creemos en el dios de la trascendencia” (ibíd., p. 83).

Virilio cree que la “tiranía del tiempo real”, esta necesidad de estar enlínea, de recibir live, en directo, toda la información (televisión, radio, teléfono móvil, Internet), conduce a la desaparición de la democracia tal como la conocemos, y, por consiguiente, a la [59] languidez, como mínimo, de las libertades.

En cuanto a Internet, Virilio piensa que, como la radiactividad, que puede ser beneficiosa, pero puede también destruir al ser humano, la interactividad en que se basa la Red es igualmente ambivalente. “Puede provocar la unión de la sociedad, pero encierra, en potencia, la posibilidad de disolverla y desintegrarla, esto a escala mundial” (ibíd., p. 89).

El uso de esta Red de redes que es Internet está circunscrita desde luego a una elite instruida, que crece en todo el mundo de manera exponencial. Se calcula que, potencialmente, unos 600 millones de redes de usuarios podrían estar interconectados en todo el mundo a comienzos del siglo XXI [60].

Internet es un nuevo paradigma de la comunicación, ya que cumple con el principio de la transmisión de información como conocimiento (Bell, 1976), en el sentido que son datos organizados para ser comunicados. Tendríamos que apuntar, tal como ya hemos comentado, que al entrar en Internet, tal información produce no sólo el hecho de la consulta, sino también la posibilidad de establecer vínculos (links) en una cadena que, en algún punto, puede y debe producir un feedback del usuario hacia la fuente.

Pero, entonces, ¿quién gobierna la Red? Nadie y todos, quienes de alguna manera la utilizan cada día. Pero ¿cómo puede ser esto posible? Intentemos llegar a establecer esto. Como se sabe, explicar los fenómenos por medio de la teoría del caos tiene muchos adeptos entre la comunidad científica mundial. Internet y el mundo cibernético parece que necesitan una alta densidad de caos para garantizar su funcionamiento [61]. “Lo fascinante de Internet (...) no son tanto sus prestaciones tecnológicas, todavía muy pobres en el terreno de la práctica común, como su capacidad autónoma de crecimiento” (Cebrián, ibíd., p. 47). Es decir, de crecer en medio de su propio caldo de cultivo: el caos.

Como todas las revoluciones, que son procesos sociales que desembocan en cambios profundos, los costos no se dejan de pagar. El atractivo de Internet y la era digital, considerado por los sociólogos como una revolución equiparable o incluso más importante que la revolución industrial del siglo XIX (Cebrián, ibíd.), está posiblemente en que se accede a ella de manera voluntaria y esa relación da una sensación de plena libertad, “entendida como capacidad de opción, es también el gran señuelo de las modernas redes” (Cebrián, ibíd.). Es un tema delicado y que de ninguna manera está cerrado. Al contrario, produce gran resquemor cualquier directiva que intente poner normas en la Red, porque parece invocar el fantasma de la censura previa; aunque el caos total no sienta muy bien a la necesaria organización mercantil de las redes [62].

El código binario o dígito binario (bit) es la forma básica del lenguaje de la computación. Este vocabulario, formado por los números 1 o 0 y sus infinitas combinaciones, se ha ido extendiendo y forma parte esencial del proceso de digitalización, cuya principal ventaja reside en la compresión de datos y en la calidad del sonido y la imagen que pueden ser reproducidos a nivel de una grabación original de estudio [63].

El uso del bit como compresor de información nos hace pensar en una sociedad del resumen, del paquete en clave, cuyo significado total sería sólo desentrañado por los poseedores de los códigos correspondientes o por quienes puedan pagar por ello. Y esto nos lleva a la conclusión de que el bit tiene un valor. Negroponte afirma que unos valen más que otros y dependiendo del uso que le dé quien lo use y en el momento en que lo haga. Va en relación con la economía del canal de transmisión y de las necesidades del usuario final [64]. También la era digital inaugura la de la copia perfecta, que nos indica, según este autor, el fin de la ley de propiedad intelectual. Pero, como otros analistas, Negroponte cree que Internet es el “agente de cambio” por excelencia y de conexión entre el mundo real y el ciberespacio [65].

El otro aspecto fundamental de las relaciones en Internet es el idioma, en las que el inglés reina casi totalmente. Aunque España se ha preocupado por el tema y está impulsando la presencia del español en la Red a través de portales propios, como Terra y algunos en América Latina (hay ya más de 400 ediciones de diarios en español en la Red, según el Informe de la Comunicación, y puede ustedes consultar el portal www.infoamerica.org, desarrollado en la Facultad de CC. de la Comunicación de la Universidad de Málaga, desde donde se puede acceder a todos los diarios que se editan en español en el mundo).

Ahora se piensa que ya “el medio (no) es el mensaje” y que McLuhan no es que estuviera equivocado, sino que las nuevas capacidades de los medios, que dan las aplicaciones de las nuevas tecnologías, cambian sus funciones y, ahora, el medio es un multiplicador de mensajes en las nuevas dimensiones de la virtualidad y la globalidad -tiempo y espacio redimensionados-, que trazan unos nuevos parámetros a la cultura planetaria.


10. Periodismo y libertad

No decir nunca lo que no se ha visto y comprobado, no dar nunca por comprobado lo que no ha sido posible establecer a través de, por lo menos, dos fuentes independientes.
(Reglas culturales del periodismo americano.)

Con respecto a los medios audiovisuales tradicionales, que han devenido pantallas del espectáculo y en los que la información se construye a partir del imaginario publicitario, con la presión de las mediciones de audiencia por encima de la objetividad y que dan una sospechosa uniformidad a los informativos, podríamos pensar en que, aunque los cauces siguen abiertos, la libertad de expresión, sobre todo en la televisión, ha sufrido una merma considerable. “Nace así –apunta el periodista italiano, Furio Columbo– una Disneylandia de las noticias en la que ritmo, vivacidad, sentido del suspense, golpes de efecto, acento dramático, conmoción e indignación y cambio continuo de los personajes pertenece cada vez más al mundo del espectáculo” [66].

Según Colombo, la libertad de información transita por un cauce restringido, ya que sobre ciertos temas se puede informar a secas, pero no interpretar. Se produce una restricción en la práctica “de la libertad de información, más como presión psicológica que como hecho técnico o jurídico” (Colombo, ibíd., p. 25). La libertad de expresión se mueve entre las dos aguas de la “libertad económica y la civil”. Como garantía para que, en los nuevos cauces de la información signados por la instantaneidad y la dura competencia entre medios, sea preservado el derecho a una información diáfana, Colombo recomienda conjugar en todos los tiempos el verbo verificar: “la del hecho, cuando es posible. O bien aquella, hasta ahora demasiado descuidada, de la fuente. ¿Quién habla?, ¿por qué?, ¿por qué ahora? No es el final del periodismo, sino el comienzo de una nueva manera de hacerlo” (Colombo, ibíd., p. 73).

Este analista nos recuerda una división práctica de las noticias que él organiza en dos grandes grupos: las noticias objetivas, que son relativamente fáciles de verificar y no suelen estar envueltas por el secretismo. Las noticias subjetivas, “basadas en una decisión, una idea, una inclinación moral o cultural” (Colombo, ibíd., p. 168), que podrían ser previsibles y no causan sensación. Y las noticias basadas en acuerdos, que están directamente vinculadas a la reserva y al secreto.

Para superar a estos “escudos” hay que practicar un periodismo de investigación [67], que en España se hace poco o con mucha dificultad, y que ha explicado en extenso, José Luis Dader, en su obra Periodismo de precisión. El valor de la noticia como mercancía de intercambio mediático hace que la organización de la agenda (e incluso de la preagenda en el concepto introducido por Díaz Nosty), deje fuera temas posibles de ser investigados [68]. Esto conspira, desde dentro mismo del periodismo de los medios que practican tales métodos, contra la libertad de expresión y la objetividad debida al receptor, restringiendo así el espacio para dedicarlo a otros fines que no son los de la prensa y la libertad de informar, y produciendo el efecto de la pérdida de credibilidad.

Debido a la rápida expansión de las nuevas tecnologías de la comunicación, Colombo visualiza una organización de los nuevos medios de masas en “terrazas”. Desde las más bajas, donde todo el mundo puede acceder a una información general básica; en una gradación, vinculada a intereses de mercado, donde la información adquiriría verdaderas características de producto, pay for view. En tal caso el concepto del periodismo tal como lo conocemos y hemos ejercido habrá cambiado radicalmente [69].

Colombo afirma que el mundo de la comunicación y, especialmente, el de la información, presenta tres aspectos claros que marcan su transformación: “El crecimiento enorme y rapidísimo de la información, el cambio de calidad de la información y de su función, y la mutación, a lo largo del recorrido, de los protagonistas, del periodista a la empresa” (Colombo, ibíd., p. 210). Este concepto de información “pagada” podría conectar con el de “enlace”, de manera que al acceder a determinada “terraza” informativa se podría alcanzar otro nivel inédito de información super clasificada, sólo apta para personas codificadas.

Habermas no duda en señalar la participación de los medios en tal “ambivalencia”, ya que “son los propios medios con que se garantiza la libertad los que ponen en peligro la libertad de lo beneficiarios” (Habermas, op. cit. tomo II p. 514). Es un proceso sutil, pero continuo, en el que la seguridad jurídica de libertad opera como pérdida de la misma; esto tiene que ver, sobre todo, como señala Habermas, con el “modo burocrático en que tales derechos son traducidos a la práctica” (Habermas, ibíd., tomo II p. 515).

En efecto, los propios medios no están exentos de responsabilidad. Como ejemplo tenemos que la CNN, paradigma inaugural de la televisión informativa independiente y permanente, ya ha superado los 20 años en el aire. Instantaneidad y emisión ininterrumpida. 175.000 horas de transmisión transparente, según su mentor, Ted Turner, o perversas al transformar las noticias públicas en espectáculo, según sus detractores.

En cuanto a la devaluación de las noticias, al ser de acceso gratuito, aunque ya la mayoría de los diarios del mundo exigen pagar para leerlos enlínea, es obvio que la Red proporciona el territorio idóneo para que el receptor sea atraído, en su “navegación” noticiosa, por algún reclamo publicitario. Este panorama puede ir cambiando la naturaleza de la información dejando, por lo tanto, cauces más estrechos a la libertad de información y canalizándola hacia un tono espectacular o proporcionando conclusiones o sesgos que poco tendrán que ver con la veracidad de los hechos que se cuentan.

Desde que la información a través de los medios tradicionales ha existido de forma masiva, los montajes han sido habituales (desde William Randolph Hearst y ‘su’ guerra particular de Cuba a finales del siglo XIX, hasta los más recientes perpetrados por reporteros estadounidenses sobre relatos imaginarios de la guerra de Vietnam, Camboya o del Golfo), pero con las nuevas tecnologías digitales y sus capacidades para manipular la imagen tales mentiras informativas palidecen. Entramos, pues, en un universo de la seducción y dejamos atrás el de la reflexión, el raciocinio y la seriedad.

En el proceso de globalización de las comunicaciones, CNN ha sido un factor determinante, “un imperio que emplea a más de 4.000 personas y llega a 150 millones de hogares en 212 países, a través de 21 satélites. CNN, cuyos ingresos anuales superan los 1.000 millones de dólares, ha sido un elemento clave en la globalización del planeta” [70].

Uno de los aportes de CNN es que ha aplicado al pie de la letra el precepto macluhaniano de que “el medio es el mensaje”, en el sentido de que la comunicación instantánea proporciona la interrelación entre el medio ambiente y las experiencias humanas convirtiendo el planeta en una “aldea global”, pero tal instantaneidad obliga a dramatizar los hechos noticiosos y volcarse en aquellos sucesos que estén aconteciendo por nimios que sean, necesariamente dramatizados. No es fácil llenar 24 por 24 horas la pantalla de noticias atractivas visualmente. No obstante, CNN es una referencia obligada para los demás medios, impresos o audiovisuales, que se ven arrastrados a su vez a la espectacularidad y a luchar por la primicia. Pero esta práctica del periodismo no informa mejor porque sea enlínea and live; recibir más y constantes noticias no significa necesariamente una mejor calidad de éstas en cuanto a su elaboración, precisión y veracidad.

 

11. Reflexiones finales a modo de conclusión

En el actual contexto histórico, heredado de los acuerdos que establecieron los mapas geopolíticos hasta la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética y la Europa del Este a finales de los ochenta, ha surgido la denominada sociedad de la información. Soportada por un rápido y masivo desarrollo de las tecnologías de la comunicación, han confluido, aprovechando sus sinergias, en pro de una economía capitalista privada, que opera en el ámbito planetario. La finalización de la Guerra Fría ha sido una consecuencia y, a la vez, un aliciente para que tal sociedad informacional se haya desarrollado a plenitud.

Aquella especie de tercera guerra mundial, nunca declarada oficialmente, ha dado paso a un mundo en el que los sistemas democráticos han ido implantándose en contra del paradigma comunista del Estado controlador y patrón. Se ha impuesto una forma de democracia basada, fundamentalmente, en una matriz ideológica dirigida por los objetivos del capitalismo liberal en su expresión más avanzada: un mercado mundial en tiempo real.

Entre el pesimismo de quienes como Paul Virilio o Ignacio Ramonet creen y alertan en sus obras contra una sociedad informatizada que ya controla nuestras vidas, y el optimismo de otros, como Nicholas Negroponte o Bill Gates, que ven en esta nueva sociedad una Arcadia de paz y progreso definitivo para el ser humano, la información ocupa el centro del escenario mundial.

Los medios de comunicación de masas no sólo han desarrollado una matriz universal en la que la comunicación ha ganado en velocidad y extensión –pero que ha perdido en profundidad e independencia para informar–, sino que al unirse en el espacio cibernético poseen una fuerza e influencia sobre las audiencias, ahora planetarias, nunca antes conseguida, aunque sí concebidas por autores de la prospección y el vaticinio, como Jules Verne, George Orwell, Isaac Asimov, Aldous Huxley y otros.

Los mass media -nunca antes habían respondido tan completamente a la denominación anglosajona-, medios de masas, se han globalizado a la misma velocidad del mercado planetario y digital. No obstante, seguimos viviendo a dos velocidades. El mundo analógico pervive con el digital que se va imponiendo. El teléfono, tan antiguo como el siglo XX, al convertirse en móvil ha transformado el concepto del espacio, la ubicuidad, y es la principal vía de conexión al posibilitar la entrada en la virtualidad del ciberespacio, donde el tiempo, igualmente, es constante y diverso del que hemos estado acostumbrados a seguir.

Hemos ido comprobando que, en medio de esta revolución de la comunicación, la libertad de expresión está, como mínimo, en peligro. Nos preguntamos qué pasará con su ejercicio. ¿Se convertirá en otra forma de libertad? Pero ¿cómo o cuál?

La libertad, ya lo hemos dicho, es total o no es. Se está a favor de la libertad de expresión o en contra, no hay en esto término medio. Podría ser que se esté engendrando un ser humano cuya necesidad de estabilidad, aunque sea precaria, confusa, pasajera, sea más preciada que el ejercicio de poder decir/escribir/emitir lo que piensa. Si eso es así, debemos continuar buscando las claves, aunque sabemos que la distancia que nos separa del fenómeno es todavía muy escasa; por lo tanto, estas conclusiones son tan sólo indicativas y de ninguna manera definitivas, aunque sí definitorias.

 

La libertad virtual
Una de las conclusiones a la que hemos podido llegar, a través del estudio de la realidad mediática, tiene que ver con la libertad de expresión que es posible ejercer mediante el uso de los nuevos medios y tecnologías de la información. Hemos podido establecer que existe: una libertad de expresión virtual, donde hay límites (tales son los intentos sobre Internet) o donde la expansión de la libertad es extralimitada en algunos terrenos (el comercio, por ejemplo) y controlada o restringida en otros.

La posibilidad real de que la libertad de expresión esté marginada, arrinconada, en los grandes medios de comunicación es un hecho, tal como hemos podido comprobar a lo largo de nuestro análisis.

Los intereses mercantiles de las corporaciones privan sobre lo que se informa, y sobre todo los contenidos que se emiten, no sólo en los referidos a la información.

Creemos que hemos llegado a comprobar que todo este nuevo entramado de redes de comunicación parecen tender hacia una mejor calidad de vida para todos, pero cuyo precio podría ser alto: pérdida de libertad o sólo libertad para decidir sobre contenidos preconcebidos.


Un fin no tan cercano

Pensamos haber delimitado el área de estudio: el concepto de libertad, sus principios fundamentales y la libertad de poder pensar y expresar debidamente lo que sea, dónde y cuando sea, como punto de partida para poder sentirnos en un mundo civilizado y en expansión, como herederos de los principios trazados por los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Pero el globo está en ebullición, los poderes políticos vienen cediendo terreno a las multinacionales, los “votos” se juegan en las Bolsas de Nueva York, Tokio, Londres, Francfort, París o Madrid.

En esta nueva situación de ordenamiento global, los medios de comunicación de masas y las tecnologías propias de la información, aplicadas en todos los órdenes de tales procesos, están al servicio de tamaña expansión económica y posibilitan tal revolución. Es decir, pensamos que una cosa va unida a la otra. Estos procesos no vienen dándose por separado sino apoyándose, en la más refinada aplicación de la teoría sistémica.

Para profundizar sobre el tema –que de ninguna manera nuestro trabajo agota, sino, muy por el contrario, inicia, propone, como vía de investigación más permanente y a desarrollar–, necesitamos seguir explorando las relaciones de los medios y sus tecnologías con el reordenamiento de la economía, así como el basamento técnico que las soportan y sus relaciones con los usuarios/receptores. Dando, sugerimos, especial atención a los procesos de feedback, que establece consciente o automáticamente el receptor, ya que, como hemos comprobado en el transcurso de nuestra exposición, es uno de los objetivos comunicacionales más deseados y buscados por las megacorporaciones de la información publicitaria e incluso de la información a secas.

De esta manera, pensamos que llegaremos a establecer con claridad hacia dónde nos llevará este camino cibernético. Sin olvidar que la profesión del comunicador, como periodista, como informador, como reportero, se verá afectada directamente por todos estos cambios. De hecho, podemos observar ya cómo un profesional, sobre todo de los medios audiovisuales, necesita utilizar herramientas, que tan sólo hace diez años le eran ajenas.

En manos de los medios y de los periodistas está buena parte de esta lucha por conservar vivo el derecho a informar con la mayor transparencia y objetividad que sea posible. La independencia necesaria para esta tarea, tanto del poder político como del económico, no será nada fácil.

 

Una agenda escurridiza

Igualmente, hemos comprobado que los medios, sobre todo los de gran cobertura e influencia mundial, responden a una agenda cuyos márgenes están casi siempre predeterminados por los intereses empresariales a los que sirven.

No podemos olvidar que tal responsabilidad puede ser un peso excesivo para quienes, como los periodistas, son asalariados sin ninguna participación en la línea editorial de los medios en los que ejercen. Sin embargo, esto no es óbice para que los periodistas sean quienes presionen para que los márgenes de la libertad de información y de expresión se mantengan y desarrollen aún más y velar por que no sean constreñidos.

En este sentido, puede que ayuden los indicadores que nos muestra a un sector en expansión dentro de la Unión Europea, tal como se observa en los datos que da la Agrupación General de Periodistas (AGP) en su Informe sobre Concentración y Nuevas Tecnologías de la Comunicación, publicado en la Red en abril de 2000. El sector produce ya más del 5% del PIB de la UE. Es el principal creador de empleo de la Unión Europea, trabajan 4 millones de personas, un crecimiento estimulado por los servicios de comunicación, programas informáticos y audiovisuales. Sólo en el sector audiovisual había 950.000 profesionales en 1995, con una proyección de crecimiento del 70% entre 1995 y 2005. En el informático, había un déficit estimado en 1,2 millones de expertos para el 2002.


La brecha informativa

Otra de las conclusiones claras a la que hemos podido llegar es que la brecha, tan controvertida y debatida, entre el Norte y el Sur, entre desarrollados y subdesarrollados, entre ricos y pobres, no sólo sigue existiendo, sino que la sociedad de la información la agrava, la estira y hace muy difícil de salvar.

Un editorial de El País lo ha llamado la “brecha digital”, a raíz de la reunión del G-8 en Okinawa en julio de 2000. Los grandes países ricos del mundo publicaron la llamada “Carta de Okinawa”, cuyo propósito es evitar que la Sociedad Global de la Información agrande la brecha entre ricos y pobres. Inmediatamente, las ONGs señalaron que el G-8 no aporta medios económicos para que tal cosa suceda. Recordaba el editorial que hay 900 millones de analfabetos totales en el mundo frente a los 300 millones de internautas.
Ante tal realidad, de poco sirve Internet, y la libertad de expresión, desde luego, está vetada para quienes ni siquiera pueden leer o escribir. El problema de la “brecha digital” no parece, pues, que sea tan fácil de salvar.

Así las cosas, las diferencias parecen agrandarse y, por consiguiente, la libertad de expresión ser un lejano horizonte casi inalcanzable para los países del otro lado de la brecha. Esto es extensible a las bolsas de subdesarrollo que subsisten dentro de los países llamados desarrollados, entre ellos España, cuyas diferencias con los países del entorno europeo son aún hoy ostensiblemente grandes. El equilibrio mundial y el progreso de la sociedad de la información, sobre todo desde el punto de vista económico, podrían verse seriamente ralentizados.


El deterioro del Estado

Otra conclusión determinante a la que hemos llegado es que el poder político, el Estado-nación, se redefine como una entidad-soporte del proceso económico. Su significación histórica está ahora penetrada por los objetivos del global-market, como lo llama Mattelart, y sus gobernados se vuelven ciudadanos de un espacio que ya no está definido por las fronteras precisas del mapa político del Estado, sino por los márgenes cada vez más indefinidos de la sociedad global del comercio y del empleo sin fronteras, del mundo planetario y del ciberespacio sin tiempo ni espacio definido.

Esto introduce la conexión entre lengua e identidad nacional, que ha estudiado Noam Chomsky, y que podría volverse relativa al identificarse el usuario nacional de Internet con un espacio cibernético, en el que predominan los contenidos en un idioma diferente del suyo, y que puede no dominar, como es el inglés.


Nuestro idioma como esperanza

Otro signo preocupante, para los intelectuales españoles e hispanoamericanos, es el excesivo dominio cultural que ejerce el ámbito anglosajón en Internet a través del idioma.

A pesar de ser la segunda lengua en la Red, el español sólo ocupa un 2 por ciento. Uno de los directores del Centro Virtual Cervantes, José Antonio Millán, ha dicho que no debemos olvidar el “aspecto ideológico y político” que contiene la lingüística, y pone como ejemplo el diccionario de sinónimos de Word de Microsoft, donde indígena es igual a salvaje y mestizo a bastardo, así como el aspecto de “activo económico” que posee la unidad de nuestra lengua en el campo editorial o en el de contenidos para la televisión o el cine, cuyos costos de subtitulación o doblaje son prescindibles.


Nuestra libertad de expresión

La libertad de expresión no ha sido tocada, es decir, nadie desde posiciones rectoras de un medio ha dicho que no exista, que no se acate; pero soterradamente sentimos que disminuye, que pierde terreno, que su función parece estar siendo sustituida por otras libertades más cómodas.

Las escasas voces que se levantan alertando sobre este tema parecen arar en el mar, pues sus levísimos surcos desaparecen en el vocerío mediático incesante de la mediocridad y del “dejar pasar”.

La redefinición del sentido de la libertad de expresión y, sobre todo, de su ejercicio cotidiano en los medios de comunicación, no puede olvidar que ésta existe en función del ciudadano, para su uso y formación. Ahora parece estar al servicio de las estadísticas de la audición, de la venta publicitaria y de la deformación. ¿Será posible que perviva tal como fue pensada por los primeros demócratas modernos?

No debemos, y no hemos entrado en el terreno de la especulación prospectiva, ya que no es ni puede ser el método de un análisis académico. Sí creemos, y así respetuosamente lo sugerimos, que este tema, que aquí modestamente hemos abordado, debería ser asunto de estudio permanente en nuestras Facultades de Ciencias de la Comunicación, no sólo para establecer su seguimiento de una manera más precisa, exacta y científica, sino también para profundizar en sus aspectos, sin duda extensos, y medir, por ejemplo, su actualidad y perspectivas en cada uno de nuestros países, como territorios más cercano y tomando en cuenta sus particularidades.

Creemos que nuestras hipótesis de partida se pueden confirmar con base en los elementos desarrollados a lo largo de nuestra exposición y en los aspectos puntuales que acabamos de resumir. En tal sentido, creemos poder afirmar que la libertad de expresión, como ejercicio a través de los medios de comunicación, en especial de los audiovisuales, ha perdido en seguridad y disminuido sensiblemente.

 

12. Notas
[1] Pérez Ariza, Carlos. Libertad de expresión en España. Nuevas Tecnologías y Sociedad de la Información. Edita Sociedad General de Autores y Editores/Fundación Autor. Madrid, 2003. Premio SGAE 2002 a la mejor tesis doctoral.
[2] Encyclopaedia Brittanica. Thomas Aquina, CD ROM 1994. “La estructura de la filosofía de Aristóteles enfatizaba la primacía de la inteligencia. La tecnología misma comenzó a significar un acceso a la verdad; las artes mecánicas fueron poderes para humanizar el cosmos.” (Traducción nuestra).
[3] Tomás de Aquino. Compendio de teología. Brevis summa de fide (título original). Orbis, Barcelona 1985.
[4] “Tomás sostenía que la libertad humana puede ser defendida como una tesis racional siempre que se admita que la determinación está fundada en la naturaleza. En su teología de la Providencia, él enseñaba una continua creación, en la cual la dependencia de lo creado en la sabiduría creativa, garantiza la realidad del orden de la naturaleza.” (Traducción nuestra).
[5] Encyclopaedia Brittanica. Concerns relevant to censorship: The 17th and 18th Centuries. CD ROM 1994.
[6] Internet Encyclopedia of Philosophy. Rights. Comentando la obra de John Locke, Tratados sobre el gobierno civil: “Locke argumentó que Dios creó a las personas libres e iguales en su estado natural, y en tal condición, nadie es naturalmente soberano sobre nadie. En vista de esta igualdad natural, Locke mantenía que esa es una ley natural por lo que nadie podría dañar la vida, salud, libertad o propiedades de otra persona.” (Traducción nuestra).
[7] (Op. Cit.) “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales ante el derecho…[y el] el propósito de toda asociación política es la conservación del natural e imprescriptible derecho del hombre [incluyendo] libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión.” (Traducción nuestra) en comentario a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
[8] Castilla del Pino, Carlos. Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación. Ediciones Península, Barcelona 1975. (pp.81/82). “(...) la alienación sume al sujeto en la necesidad de la libertad de que se le priva, y contiene en sí misma, pues, el germen de la posibilidad de la negación de esa necesidad, que es su liberación. (...) Por eso, todo planteamiento abstracto de la libertad, como una entidad o cualidad dada de una vez para siempre al ser humano por alguien o algo situado fuera de él, es un burdo sofisma. No existe ‘la’ libertad; existe ‘las’ libertades concretas, que paso a paso han de conseguirse, en pugna con la necesidad que su previa coartación suscita. Sólo allí donde no hay libertad de expresión se siente la necesidad de la misma.”
[9] Giddens, Anthony. Consecuencias de la modernidad. Alianza Editorial, Madrid, 1999 (p.23).
[10] Giddens, Anthony (op. cit. p. 24) “El carácter rápidamente cambiante de la vida social moderna, no deriva esencialmente del capitalismo sino del impulso propulsor de la compleja división del trabajo que engarza la producción a las necesidades humanas a través de la explotación industrial de la naturaleza. No vivimos en un orden capitalista, sino en uno industrial.”
[11] Castells, Manuel. La era de la información. Vol. 1 La sociedad red. Alianza Editorial, Madrid 1997. Para ampliar este concepto, ver el capítulo 6 de ese volumen.
[12] Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa (tomos I, II y III). Las citas corresponden al tomo II. Editorial Cátedra. Madrid, 1989.
[13]Giddens, A. (op. cit. p. 132) “(...)para Marx la modernidad fue lo que Habermas ha llamado correctamente ‘un proyecto inconcluso’.
[14] Giddens, A. (op. cit. p. 35). “El dinero no se relaciona con el tiempo (o más exactamente con el tiempo-espacio) como un ‘flujo’, sino precisamente como un medio de aunar al tiempo con el espacio al enlazar la instantaneidad y aplazamiento, presencia y ausencia.”
[15] Vattimo, Gianni. La sociedad transparente. Paidós, Barcelona 1996
[16] Vattimo, G. (op. cit. pp. 86/87). “Es una libertad problemática ésta, no sólo porque tal efecto de los media no está garantizado; es sólo una posibilidad que hay que apreciar y cultivar (los media siempre pueden ser también la voz del ‘Gran Hermano’; o de la banalidad estereotipada del vacío de significado...); sino porque, además, nosotros mismos no sabemos todavía demasiado bien qué fisonomía tiene, nos fatiga concebir esa oscilación como libertad: la nostalgia de los horizontes cerrados, intimidantes y sosegados a la vez, sigue aún afincada en nosotros, como individuos y como sociedad.”
[17] Vattimo, Gianni. Ética de la interpretación. Paidós Studio, Barcelona 1991. (p. 30).
[18] Vattimo, Giannni. El fin de la modernidad. Gedisa, Barcelona sexta reimpresión 1997 (p. 30/31).
[19] Vattimo, G. (op. cit. p. 32) “El nihilismo acabado, como el Ab-grund (salto al abismo) heideggeriano, nos llama a vivir una experiencia fabulizada de la realidad, experiencia que es también nuestra única posibilidad de libertad.”
[20] Vattimo, Gianni. (op. cit. p. 146). “Si la modernidad se define como la época de la superación, de la novedad que envejece y es sustituida inmediatamente por una novedad más nueva, en un movimiento incesante que desalienta toda creatividad al mismo tiempo que la exige y la impone como única forma de vida...si ello es así, entonces no se podrá salir de la modernidad pensando en superarla.
[21] Finkielkraut, Alain. La derrota del pensamiento. Anagrama, Barcelona quinta edición 1994. “En la lógica del consumo, por el contrario, la libertad y la cultura se definen por la satisfacción de las necesidades y, por lo tanto, no pueden proceder de una ascesis.” (p. 130).
[22] Beck, Ulrich. ¿Qué es la globalización? Paidós, Barcelona 1998 (pp27/32).
[23] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 28). “No hay ningún país ni grupo que pueda vivir al margen de los demás.”
[24] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 62/63).
[25] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 73). “Se prevé que para el año 2001 haya más abonados a Internet que al teléfono; la red de usuarios de Internet ascenderá a una cifra que oscilará entre los 600 millones y los 1.000 millones, y la World Wide Web poseerá más de cien mil agencias comerciales.”
[26] Beck, Ulrich. (op. cit. p.88). “La glocalización es, fundamentalmente, un nuevo reparto de, a la vez, privilegios y ausencia de derechos, riqueza y pobreza, posibilidades de triunfo y falta de perspectivas, poder e impotencia, libertad y falta de libertad.”
[27] Kapuscinski, Ryszard. Los cinco sentidos del periodista. Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2003.
[28] Castells, M. (op. cit. vol. 1 p. 509). “(...) el capital es global o se hace global para entrar en el proceso de acumulación en la economía de interconexiones electrónicas.”
[29] Sarasqueta, Antxón. Impacto global de los nuevos medios de comunicación. (conferencia) en El futuro actual. Primeras Jornadas sobre la Sociedad Digital. La Coruña 12-15/03/1996. Edit. Fundación Caixa Galicia, José Terceiro (edit. p.443 ).
[30] Díaz Nosty, Bernardo. Tecnología de los medios impresos. Proyecto Docente. Universidad de Málaga 1994 edición del autor. (pp. 119/124).
[31] Cebrián, Juan Luis. La red. Taurus, Madrid, segunda edición mayo 1998 (p.47).
[32] Ramonet, Ignacio. La tiranía de la comunicación. Debate, Madrid 1998 (p. 219). “En Estados Unidos el 55 por 100 de los ciudadanos estima que los medios de comunicación escritos publican informaciones ‘con frecuencia inexactas’ [En1985 no eran más del 34 por 100. Le Monde, 23 de marzo de 1997], distanciándose asimismo de los telediarios que ya sólo son seguidos con regularidad por un 42 por 100 de los norteamericanos (frente al 60 por 100 en 1993).”
[33] Negroponte, Nicholas. El mundo digital. Ediciones B, Barcelona segunda reimpresión 1997 (p. 25). Título original: Being Digital. 1995.
[34] Bettetini, Giancarlo y Colomo, Fausto. (et. alt.) Las nuevas tecnologías de la comunicación. Paidós, Barcelona 1995. Título original: Le nuove tecnologie della comunicazione. Fabbri-Bompiani, Sonzogno, Etas, Milan 1993.
[35] Bettetini, G y Colombo, F. (op. cit. p. 18). “Si la libertad es, por un lado, una propiedad del ser humano (…) y, por el otro, una condición que implica también una determinación social, por la que la libertad del individuo se encuentra en contacto con una serie de ataduras objetivas que construyen el estatuto mismo de las vivencias sociales, se puede decir que los media no bastan para realizar una mayor o menor libertad en su forma de interactividad.”
[36] Bettetini y Colombo (op. cit. p. 25). “El mapa de McLaughlin permite, además, comprender cómo el análisis de las nuevas tecnologías no puede limitarse a los nuevos media entendidos como nuevos instrumentos de comunicación, distintos de los tradicionales, sino que debe incluir también la incidencia que la introducción de las nuevas tecnologías tiene sobre los instrumentos tradicionales de comunicación...”
[37] Mattelart, Armand. Historia de la utopía planetaria. De la ciudad profética a la sociedad global. Paidós Transiciones 22. Barcelona, 2000.
[38] Mirabito, M. A., Michael. Las nuevas tecnologías de la comunicación. Gedisa, Barcelona 1998.
[39] Mirabito, M. (op. cit. p. 33) “Sociedad informatizada (Information society): Una sociedad que pasó de una fuerte base industrial a una impulsada por la producción, manipulación e intercambio de información. En este marco, la información puede ser considerada como una fuerza social, económica y política.” Del glosario de esta obra.
[40] Terceiro, José B. Sociedad digital. Del homo sapiens al homo digitalis. Alianza Editorial. Madrid, 1996.
[41] Para ampliar estos conceptos ver el libro ya citado de Armand Mattelart y La mundialización de la comunicación. Paidós Comunicación 99. Barcelona, 1998. Las citas a continuación de este autor corresponde a este título.
[42] Mattelart, A. (op. cit. p. 75). “Las críticas a los esquemas verticales de la comunicación dictados por el difusionismo planteaban la cuestión de la relación entre democracia y desarrollo, y la de comunicación y la participación de los interesados en sus propio desarrollo.”
[43] Bell, Daniel. El advenimiento de la sociedad post-industrial. Alianza Editorial, Madrid 1991. Edición original, The coming of the Post-Industrial Society. Basic Books, New York 1973.
[44] Mattelart, A. (op. cit. p. 94). “La libertad de expresión de los ciudadanos se halla directamente en competencia con la ‘libertad de expresión comercial’, presentada como un nuevo ‘derecho humano’.”
[45] Dormido Bencomo, Sebastián; Morales Navarro, Julián y Abad Márquez, Luis Vicente. Sociedad y nuevas tecnologías. Perspectivas del desarrollo industrial. Editorial Trotta, Madrid primera reimpresión 1992. (p.182). “Tal impacto del procesamiento de la información no significará una era llena de satisfacción y felicidad. Pero al menos el hombre será capaz de decidir utilizando los medios que las nuevas tecnologías de la información pone a su alcance.”
[46] Piñuel Raigada, José Luis y Gaitán Moya, Juan Antonio. Metodología general. Conocimiento científico e investigación en la comunicación social. Editorial Síntesis, Madrid, 1995. Citando a Durkheim: “(...)las tendencias colectivas... son fuerzas tan reales como las fuerzas cósmicas, aún cuando sean de otra naturaleza.” (p. 419).
[47] Piñuel y Gaitán, J. L. y Gaitán Moya, J. A. (op. cit. p. 421). “Los medios de comunicación de masas sirven... para asegurar la reproducción de los valores por los que se mantiene el sistema de Acción social o de integración.”
[48] Bell, Daniel. (op. cit. p. 423).
[49] Bell, D. (op. cit. p. 432). “(...)la ciencia, como un fuerza casi autónoma, se prolongará más allá del capitalismo.(...) puede afirmarse que el estamento científico -su ethos y su organización- es la mónada que contiene dentro de sí la imagen de la sociedad del futuro.” Esta idea la toma Bell de Robert Heilbroner, quien en su obra The Limits of American Capitalism (Nueva York, 1966), afirmaba que la Ciencia’ tiene poder de cambio, pero que unida a los intereses políticos y económicos empresariales posee poco poder en sí misma para impulsar cambios verdaderamente profundos en una sociedad.
[50] Bell, D. (op. cit. p. 444/445). “La ciencia ha pasado a estar intrincadamente unida al poder a causa de la naturaleza del nuevo armamento. La ciencia se ha convertido en un factor integral para el crecimiento económico.”
[51] Bell, D. (op. cit. p. 537/538). “La sociedad post-industrial es una sociedad de información, igual que la sociedad industrial es una sociedad productora de bienes. Pero la centralidad de la información crea algunos problemas nuevos y distintos que la sociedad tendrá que dar solución.”
[52] Bell, D. (op. cit. p.557/558). “En la actualidad [se refiere a 1973] existen unas 300 corporaciones multinacionales colosales cuya producción de bienes suma unos 300.000 millones de dólares, cifra más elevada que el producto nacional bruto de cualquier país, salvo los Estados Unidos. Tomando las 100 unidades económicas más poderosas del mundo, únicamente el 50 por 100 de ellas son estados nacionales; las otras 50 son las más grandes de las 300 compañías multinacionales. De las 300 corporaciones multinacionales, 187 son americanas; la mitad del tercio restante son británicas y holandesas, y la otra mitad europea y japonesa. La mayoría de estos gigantes americanos tienen más de 500 millones de dólares de ventas anuales; y el más grande, la General Motors, tiene unas ventas anuales totales de 25.000 millones de dólares, cifra que supera la renta nacional neta de todos los países salvo un docena de ellos.” Ya para 1971, según Raymond Vernon, citado por Bell, 4.000 empresas estadounidenses tenían 17.000 filiales extranjeras. Con lo cual podemos decir que el proceso de globalización estaba ya en plena expansión.
[53] Virilio, Paul. La bomba informática. Ediciones Cátedra, Madrid 1999 (p. 25).
[54] Virilio, P. (op. cit. p. 27). “Nada acontece, todo ocurre. La óptica electrónica se convierte en el ‘motor de búsqueda de una previsión, hoy en día, mundializada.”
[55] Virilio, P. (op. cit. p. 155). “(...) la velocidad límite de las ondas que transportan mensajes e imágenes, es la propia información, independientemente de su contenido, hasta el punto de que la célebre fórmula de Marshall Mac Luhan debe ser corregida: ‘El mensaje no es el medium, sólo su velocidad’.”
[56] Virilio, Paul. Cibermundo, la política de lo peor. Ediciones Cátedra, Madrid 11997 (p.58).
[57] Virilio, P. (op. cit. p. 34).
[58] Virilio, P. (op. cit. p. 80/81). “(...)el ser está situado, es hic et nunc [aquí y ahora]. El hombre está inscrito en las tres dimensiones del tiempo cronológico: el pasado, el presente y el futuro. Es evidente que con la emancipación del presente -el tiempo real o el tiempo mundial- corremos el riesgo de perder el pasado y el futuro al convertirlo todo en presente, lo cual es una amputación del volumen del tiempo. El tiempo es volumen. No es solamente espacio-tiempo en el sentido de la relatividad. Es volumen y profundidad de sentido, y el advenimiento de un tiempo mundial único que va a eliminar la multiplicidad de los tiempos locales es una pérdida considerable de la geografía y de la historia. Nosotros podemos asistir al accidente de accidentes, el accidente del tiempo..”
[59] Virilio, P. (op. cit. p. 85/86). “La tiranía del tiempo real no anda muy alejada de la tiranía clásica porque tiende a eliminar la reflexión del ciudadano a favor de una actividad refleja. La democracia es solidaria, no solitaria, y el hombre tiene necesidad de reflexionar antes de actuar.(...)el tiempo real y el presente global exigen del telespectador un reflejo que es ya del orden de la manipulación.(...). La democracia es la espera de una decisión tomada colectivamente.(...)la democracia automática, elimina esta reflexión en beneficio de un reflejo.”
[60] Castells, M. (op. cit. vol. 1 p. 378). “A mediados de esta década [noventa], conectaba 44.000 redes informáticas y unos 3,2 millones de ordenadores receptores en todo el mundo, con una estimación de 25 millones de usuarios, y seguía expandiéndose con rapidez. Según una encuesta de los Estados Unidos realizada en agosto de 1995 por Nielsen Media Research, 24 millones de personas eran usuarias de Internet y 36 millones tenían acceso a ella.”
[61] Cebrián, Juan Luis. La red. Taurus, Madrid (segunda edición) 1998. “En matemáticas, el principio básico de la teoría del caos radica en la identificación de un elemento, llamado fractal, que mantiene su identidad a cualquier escala, y puede reproducirse hasta el infinito formando nuevas combinaciones, en las que el componente inicial es siempre el mismo y el conjunto siempre diferente. De la repetición continuada del proceso básico se deriva una realidad siempre distinta, siempre en crecimiento, y cuya característica principal es, en muchos casos, lo imprevisible de su configuración futura.” (p. 67).
[62] Cebrián. J. L. (op. cit. p. 74/75) “Interactividad, caos y globalidad constituyen, en definitiva, caracteres paradigmáticos de la moderna sociedad de la información.”
[63] Negroponte, N. (op. cit. p. 31). “El número de bits que se transmite por segundo a través de un canal determinado (como hilo de cobre, espectro de radio o fibra óptica) es el ancho de banda de este canal. Es la medida del número de bits que pueden desplazarse por una tubería. Ese número o capacidad tiene que igualarse cuidadosamente con el número de bits que se necesitan para reproducir un tipo determinado de datos (voz, música, vídeo): 64.000 bits por segundo es más que suficiente para reproducir una voz de alta calidad; 1,2 millones de bits por segundo es óptimo para escuchar música de alta fidelidad, y 45 millones de bits por segundo es ideal para reproducir imágenes.”
[64] Negroponte, N. (op. cit. p.49). “La mayoría de personas, incluso las del National Geographic, estaría de acuerdo en que un niño de seis años que deseara utilizar su archivo de fotos para hacer sus deberes debería tener acceso gratuito, o casi, e esos bits.” Pero no sería igual, dice Negroponte, si el uso fuera comercial.
[65] Negroponte, N. (op. cit. p. 215). “Internet es interesante no sólo en tanto red global masiva y omnipresente, sino también como algo que parece haber evolucionado sin un diseño previo y que representa un aspecto parecido a la formación de una bandada de patos. No existe un jefe, pero todas las piezas encajan admirablemente.”
[66] Colombo, Furio. Últimas noticias sobre el periodismo. Editorial Anagrama, Barcelona 1997 (pp. 22/23). “Como cualquier otra forma de entertainment, el periodismo se convierte en un mundo paralelo al real y diferente de él(...) La alternativa, para los profesionales del periodismo, es volver a recuperar el elevado espacio de notario-avalador de acontecimientos comprobados, de fuentes identificadas, de razones conocidas, de reconstrucciones independientes.”
[67] Colombo, F. (op. cit. p. 169). “(...)la concesión de mucho tiempo y de muchos medios a uno o varios periodistas para que puedan remontarse a lo largo de recorridos laterales o marginales hasta encontrar una entrada para la noticia no revelada y presumiblemente oculta..”
[68] Colombo, F. (op. cit. p. 171). “El primer precepto profesional del periodismo americano, muchas veces considerado como modélico, dice que nunca se puede dejar de publicar lo que se sabe, sea cual sea el modo de saberlo.(...). Así pues, el segundo precepto es que la fuente debe ser siempre manifiesta mostrando a los ojos del público la noticia entrecomillada en las manos de quien la está ofreciendo.(...). Quienquiera que tenga poder, incluso democrático y temporal, tiende a temer al periodismo y la fuerza autónoma de la información.”
[69] Colombo, F. (op. cit. p. 205/206). “Si el sistema de la circulación de las ‘terrazas’ a diferentes niveles funciona, cabe imaginar un segundo nivel, más especializado, un tercer nivel más costoso y deseable, y un cuarto nivel limitado a los poseedores de un determinado código. E infinitas ‘terrazas’ inaccesibles al público, que conectan entre sí centros de información exclusivos. La batalla por la libertad de las informaciones y por el control de su fiabilidad tendrá que recomenzar de cero.”
[70] Valenzuela, Javier. ‘CNN cumple 20 años de noticias televisivas continuas mientras se vuelca en Internet’. El País Digital/Sociedad 01/06/2000.
 

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