PIERRE BOURDIEU Y EL COMPLEJO COMBATE DE LA SOCIOLOGÍA 

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María Emilia Tijoux

 

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El 23 de enero de 2002 Pierre Bourdieu muere en París provocando distintas reacciones. El sociólogo del habitus dejaba los escenarios que con megáfono en mano había comenzado a recorrer en los últimos años. Al respecto, Jurgen Habermas escribía el 26 de enero para Le Monde que: "Tal como Foucault, pertenecía a esos espíritus de gran ambición académica que hacen imposible a todos y a cada uno de nosotros colocar una barrera entre el compromiso político y el compromiso intelectual".

 

El considerable trabajo de este sociólogo reviste distintas apariencias. En los más de sus veinte volúmenes publicados nos encontramos tanto con investigaciones de terreno como con análisis conceptuales, con furiosas intervenciones y con largas reflexiones. Podemos recorrer ejes de interés como los rituales en Kabilia, el sistema escolar, las instituciones matrimoniales y los gustos culturales, la televisión, los funcionarios de alto rango, Heidegger, y un despliegue analítico literario de Flaubert en su Educación Sentimental. Todos ellos objetos de investigación dispares que sin embargo contienen la profunda unidad de toda una obra inscrita en la vieja reflexión sobre de la identidad. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos?, preguntas que centran la búsqueda en conocer cómo opera la construcción de una sociedad. Basta con que tengamos que dar nuestro nombre, nuestro apellido, o que debamos entregar el recorrido escolar, o los nombres de los amigos para saber que conocer al individuo en su interior no es más que la exterioridad de una sociedad.

Pienso que un sociólogo no puede pasar con las manos embolsilladas y silbando indiferente por el lado de los conflictos, debe luchar contra los profesionales de la política, contra los profesionales de los análisis políticos y contra los discursos semi- sabios que opinan de cualquier problema que la sociedad enfrenta, luchando continuamente contra los doxósofos como Bourdieu los llamaba. De ahí que el obstinado intento por romper con estos discursos -develándolos- deba considerar simultáneamente los errores científicos que contienen y que acarrean, y las mistificaciones que provocan en los debates públicos. No podemos seguir evitando los acontecimientos que experimenta nuestra sociedad cuando inmediatamente son expuestos y desarrollados con rapidez por diversos expertos de la palabra pública que con explicaciones simplistas y funcionales muestran repetidamente el sufrimiento de la gente hasta conseguir instalar el olvido y la despreocupación por las condiciones que lo hacen posible.

Pierre Bourdieu ha recorrido un camino que en los últimos años muestra que la sociología y el compromiso militante por lo social no tienen porque oponerse, pudiendo concebirse como dos caras de un mismo trabajo de análisis, de búsqueda y de crítica de la realidad social dirigido a la transformación del mundo vivido "tal cual es" y muchas veces aceptado tal como es. Más todavía, la sociología puede enriquecerse con el compromiso político y la reflexión que puede producir sobre ese mismo compromiso.

Pero hay que tener claro que los resultados de esta decisión no pueden dejar indiferentes a los que son objeto de crítica. En 1998 se desató una inmensa campaña contra Pierre Bourdieu. La principal crítica denunciaba que Bourdieu había pasado de una sociología de la denuncia a un discurso populista de la revuelta. Es cierto - como lo afirma Bensaid-, lo que molestaba a sus detractores era que Bourdieu ayudaba a quebrar la capa de plomo liberal y rompía las cómodas reuniones entre una derecha de centro y una izquierda de centro, entre una centro derecha y una centro izquierda, entre un social liberalismo hegemónico y un nacional republicanismo reactivo. (1)

Los textos de Bourdieu sobre lo político muestran la existencia de una socialización propiamente política, entendida como la adquisición de un saber político, al mismo tiempo que la constitución de una competencia política. Vista así, la política quedaría definida como actividad simbólica y como discurso, o como "lo que se dice en el lenguaje de la ciencia política y únicamente en ese lenguaje". En su Contra-fuego, se refiere al neo-liberalismo como la utopía de una explotación sin límites que lo diferencia del discurso neo-liberal. Tal como el discurso psiquiátrico del asilo, (Goffman) es un "discurso fuerte", construido en nombre de un programa científico que se convierte en "un programa político de acción, y en donde se cumple un inmenso trabajo político que apunta a crear las condiciones de realización y funcionamiento de la "teoría"; un programa de destrucción metódica de los colectivos, de una economía neo-clásica que solo quiere conocer individuos, ya sea en empresas, sindicatos o familias". (2)
Sin intención de sacralizarlo, y más bien de acuerdo con Daniel Bensaid en ser una más de los que hace parte de los anti-anti -Bourdieu, invito a conocer este autor que nos lleva hasta una sociología que como un "deporte de combate", tal como lo advierte el título de la película que lo muestra en sus recorridos últimos, deja plantada con mucha fuerza a un pensador que generalmente decía que "No".

 

1.- Bensaid, Daniel: "L'intellectuel et le politique", en Contre temps, Textuel, París, Junio 2002.
2.- Bourdieu, Pierre: Contre-feux, Ed. Liber raisons d´agir, París, 1998. Pag. 109.

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