EL MOVIMIENTO FEMINISTA LATINOAMERICANO DEL SIGLO XX    PARTE 2 

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

Luis Vitale

enlace de origen

Parte 1

IMPRIMIR

 

El debate se estanca a veces por el rechazo de numerosas feministas al concepto de poder trasmitido por la sociedad patriarcal. Con el fin de no hacer corto circuito en el diálogo, sectores de mujeres prefieren comenzar por la definición del poder a nivel micro y macro, para luego debatir el tipo de poder que se desearía ejercer en una sociedad distinta en un pie de igualdad con los hombres. Otras dicen llanamente que “no les interesa el poder”, en una actitud conformista que no hace otra cosa que reforzar el mantenimiento del régimen de dominación patriarcal que dicen combatir. Al respecto, Julieta Kirkwood anota: “En el problema del poder y en su práctica, las mujeres somos las grandes ausentes. El discurso del poder sólo es válido en la esfera Patriarcal y se expresa con una rápida derivación del poder público —poder político—, poder del Estado y, en su dimensión social, poder de grupos, de clases, de sectores. Son los caminos permitidos. Para la esfera privada [las mujeres] se habla del ‘otro poder’, el poder de la casa, del afecto. ‘Son los más importantes’, se nos asegura. Y allí estamos: con serias dificultades para asumirlo cuando nos precipitamos en la esfera pública. Si algo anda mal entre nosotros es que alguien se está tomando el poder. Lo tachamos de malo, le asignamos una esencia ética negativa y no queremos volver a hablar del asunto. Pero ¿qué es el poder?, ¿cómo romper los cerrojos y avanzar en este nudo? En primer lugar, el poder no es, el poder se ejerce. Y se ejerce en actos, en verbo. No es una esencia.
Nadie puede tomar el poder y guardarlo en una cajita fuerte. Conservar el poder no es tenerlo a cubierto, ni preservarlo de elementos extraños, es ejercerlo continuamente; es transformarlo en actos repetidos o simultáneos de hacer y de hacer que otros hagan o piensen. Tomarse el poder es tomarse la acción —la idea y el acto—, acto frecuentemente afincado en fuerza y violencia. Tal vez de ahí nuestro rechazo y distancia. Como resultado de años y años de cultura patriarcal, en la mujer se ha obstruido totalmente el deseo de poder. No lo desea para sí, se autoexcluye de la posibilidad de tomarlo; ni discute siquiera. Lo considera algo que está fuera”.
20 La falta de una estrategia de poder ha conducido a unos grupos autónomos de mujeres a la mera lucha reivindicativa y a otros a minimizar la importancia de ciertas reformas para la movilización femenina, soslayando la íntima relación entre reforma y revolución planteada por Rosa Luxemburgo hace más de medio siglo. Esta debilidad ha sido hábilmente aprovechada por la socialdemocracia y otros partidos del centro-burgués. Conscientes del potencial revolucionario del feminismo, tratan de limar sus aristas mediante reformas puntuales y parciales e integrando a ciertas mujeres a los organismos estatales, como asimismo a través del financiamiento de pequeños talleres artesanales. La Internacional Socialista es la tendencia política que más se ha preocupado de convocar a mujeres de distintos países de América Latina, diseñando una línea de acción para cada país, ya sea bajo regímenes dictatoriales o de “democracia representativa”, con el fin de vehiculizar hacia un camino reformista el contenido revolucionario y cuestionador del feminismo. Al mismo tiempo, el Estado y la clase dominante tratan de canalizar a vastos sectores femeninos en actividades que “naturalmente” son propias de la mujer. Algunas empresas han llegado a financiar talleres de artesanía y reuniones permanentes de psicoterapia de grupos, que en apariencia favorecen a la mujer pero que en el fondo sirven para retroalimentar el sistema patriarcal y burgués. A su vez, los medios de comunicación de masas hacen audiciones de radio y TV dedicadas a la mujer con el fin de trasmitir la ideología de la clase dominante de manera más sofisticada que antaño para mediatizar el movimiento feminista. Sin embargo, esta masificación del tema femenino conduce contradictoriamente a que millones de mujeres tomen conciencia de sus fuerzas y de las posibilidades de cambio del régimen. Por su parte, los “marxistas” fosilizados y la mayoría de los partidos de izquierda no se han atrevido a dar una respuesta integral a las luchas de la mujer, aunque existen promisorios avances en Cuba y Nicaragua. Basta mirarlos programas y la praxis diaria de dichos partidos para ver que su “comprensión” del problema no va más allá de formular tímidas reformas. 21 Ni qué decir si uno se adentra en la vida interior de esos partidos, donde en las células o núcleos se reproduce la misma forma de dominación machista, autoritaria y represiva que en la sociedad global: los hombres dirigen y teorizan, mientras las mujeres sirven café y hacen de secretarias u organizadoras de fiestas para recolectar fondos. Estos partidos tratan de minimizar las luchas de la mujer manifestando que el movimiento feminista es diversionista y ¡cuando no! pequeñoburgués, por cuanto sus reivindicaciones específicas tenderían a desviar el proceso de la lucha de clases, como si el combate de las mujeres estuviese desligado del conflicto social. Prometen a las mujeres que su liberación comenzará con el socialismo; dicen luchar contra el sistema, pero parecen ignorar que el régimen de dominación se afirma también en la ideología de la opresión femenina. Se niegan a reconocer que los pioneros del marxismo no alcanzaron a formular una teoría sistemática de la explotación y opresión de la mujer. La mayoría de los militantes de izquierda sigue creyendo que la incorporación masiva de la mujer al trabajo es suficiente para lograr la igualdad entre los sexos, cuando la realidad ha probado que esto no es así. Más aun, la revolución socialista es la condición sine qua non para lograr avances significativos en el proceso de emancipación de la mujer, pero no lo garantiza definitivamente. El curso de las revoluciones socialistas ha evidenciado que hay una retroalimentación del papel de la familia nuclear y aún subsisten ciertas formas de machismo y opresión de la mujer, pues los hombres se resisten a perder sus privilegios. Este patriarcado de izquierda ha podido mantenerse porque, entre otras cosas, cuando se hizo la revolución en Europa Oriental, en el este asiático, en Cuba y en Nicaragua no existían movimientos feministas fuertes capaces de imponer desde el comienzo un programa igualitario para ambos sexos, barriendo así, desde la partida de la transición al socialismo, con las bases del patriarcado.
Es muy probable que las mujeres jueguen un papel clave en el diseño de una nueva sociedad poscapitalista, con una mayor creatividad y con un sentido más libertario y fraterno, menos competitivo y más autogestionario, dándole un contenido pleno a la relación entre democracia y socialismo. También estamos convencidos de que la participación activa de las militantes será decisiva en la estructuración de una nueva concepción de partido y en la generación del poder, retomando en un plano superior de la política la experiencia que están realizando en sus grupos autónomos. Queremos terminar esta parte poniendo de relieve el sentir latinoamericanista que va adquiriendo el feminismo. Apoderándose del pasado unitario de las luchas de nuestra América, las mujeres se están proyectando hacia el futuro a través de Congresos latinoamericanos. Al primero, realizado en Bogotá en 1981, le sucedió el segundo en Lima (1983) y el tercero en Bertioga (Sáo Paulo, 1985). Centenares de mujeres organizaron talleres de discusión sobre los temas más candentes de la lucha feminista, sin soslayar ninguno, en un ambiente de tolerancia a las ideas. La unidad en la diversidad ha presidido estos Congresos Latinoamericanos de Mujeres, único movimiento social que ha llevado adelante congresos a este nivel continental de manera permanente. Ni siquiera los sindicatos y partidos de izquierda han sido capaces de reunirse regularmente para coordinar la lucha contra los explotadores de adentro y de afuera. Los grupos feministas tienen apreciaciones diversas sobre el balance de estos tres congresos. Nosotros nos permitimos reproducir la opinión de Julieta Kirkwood respecto de los dos primeros congresos latinoamericanos: “En Bogotá percibo un sentido descubridor. Es la posibilidad de una primera vez, una primera apertura al mundo desde el feminismo latinoamericano. Es narrar la utopía revivida para nosotras y para las demás(...). En Bogotá sucedió que un gran número de mujeres parió una idea, la echó al mundo, y ya la criatura no nos pertenece. Podríamos haber craneado, pensado si la dirección, pero no podíamos fijar ni determinar mi trayectoria(...). Bogotá es el primer planteo —en grado de Continente— cuestionador y radical de las instituciones patriarcales. Es la primera revelación de aquellas que pública y socialmente se rebelan; primera apertura de conciencia en comunidad donde no importan los porqués ni los cómos. Es por ello, un primer momento(...). Bogotá marca el tiempo de la recuperación del espacio para las mujeres. De un espacio muy especial: lo internacional(...). Bogotá marca el momento de un desordenado asalto al orden; el tiempo de trabajo se hace canto y fiesta, la razón es desacralizada y puesta en su lugar(...). Bogotá plantea la recuperación de los orígenes: es un embate a la historia(...). Después Lima. El momento de la estructuración luego de la pregunta. El momento de las respuestas y por la tanto el momento de los nudos(...). Hay en Lima exigencias de respuesta y planteo de nuevas preguntas complejizadas. Se exige una teoría, una política feminista, estrategias. Exasperación de saberlo todo, exasperación de que no se nos responda todo(...). En el II Encuentro, este nudo presenta dos aspectos. Por una parte, están las organizaciones, su labor, su trabajo. Ellas asumieron el ejercicio del poder hacer, que fue en verdad una actividad exigente y compleja(...). Pero otra cosa es asumir el hacer como poder compartido. Saber y aceptar que sabemos; que este saber no puede ser ejercido si no lo es con la responsabilidad plena del sujeto que sabe que siempre se le pasará la cuenta por su acción. Pero se está poco habituada al poder si se es mujer (...) un encuentro feminista, aunque no se lo haya expresado o manifestado previamente, es en sí, casi objetivamente un espacio político de las mujeres.”
22 En el III Congreso Latinoamericano de Mujeres de América Latina y del Caribe, celebrado en Brasil del 31 de julio al 4 de agosto de 1985, al cual asistieron 840 delegadas, se planteo con firmeza la lucha antiimperialista combinada con el combate antipatriarcal: “la miseria ronda por nuestras casas y aumenta la explotación comercial de nuestro cuerpo con el crecimiento- de la prostitución. Imponen planes desarrollistas paternalistas manipulando nuestras mentes, imponiendo controles demográficos... Levantemos nuestras voces contra las medidas del Fondo Monetario Internacional, diciendo no paguemos la deuda externa porque las mujeres no la pedimos ni la gozamos. La padecemos. Apoyamos las luchas de las mujeres de Cuba y Nicaragua”. 23 Teresa Lastra —presente en ese encuentro— nos ha entregado por escrito su apreciación del significado de este evento: “lo que encontramos como más sobresaliente fue la posibilidad de aceptar, en un marco democrático, la diversidad propia del movimiento. Los espacios de discusiónreflexión estaban dados, no por una resolución previa sino que más bien obedecieron a lo que allí las mujeres veíamos como necesario. Los temas como sexualidad, afectos, trabajo, violencia, ocuparon la atención de muchas mujeres, que rotaban permanentemente de un lugar a otro, sin la preocupación de sentirse retrasadas en el tema o que estaban ‘fuera de foco’. Otro momento interesante se produjo cuando hubo que elaborar una declaración presentada por las delegadas de Nicaragua sobre la intervención yanqui y la deuda externa. Fue el momento de confrontación de las dos grandes franjas del movimiento. las feministas apartidarias y las partidarias. ¿Con qué lenguaje redactar esa declaración? Luego de un debate se optó por agregar a la definición capitalista, imperialista, el término patriarcal(...). Para aquellas que quisieron expresarse a través del cuerpo hubo mucha teatralización, juegos corporales, etc. El recrearse, brindarse placer, cómo y qué hacer en las horas libres, fue otro aspecto de fuerte concentración. ‘No está claro —decían algunas— qué significa tiempo libre, ya que la domesticación de nuestras actividades nos impide el disfrute sin culpa.’ En ese ‘mundo de mujeres’ que creamos en esos cuatro días pocas podrán decir que no se expresaron. Fueron muy emotivas las películas sobre la discriminación racial, el encuentro de las chilenas exiliadas con las de ‘adentro’, la realidad del pueblo inca, los testimonios de las ampesinas del Perú, la fraternidad de las brasileñas del nordeste y de la ciudad, el recuerdo de las desapariciones en la Argentina, la solidaridad con las mujeres cubanas a quienes el gobierno brasileño no les otorgó visa. La despedida no fue el final, justamente porque al quinto día decenas de mujeres en una gran ronda, en la plaza principal de San Pablo, cantaron y gritaron consignas a favor de nuestra liberación y la de los pueblos latinoamericanos. Dos cosas teníamos en nuestras cabezas, corazones y retinas: estamos creciendo como mujeres, como movimiento, de manera unitaria, respetando la diversidad y contentas por la convocatoria al IV Encuentro Feminista a realizarse en 1987 en México"


NOTAS

20 IBID., pp. 202 y 203.
2I LUIS VITALE: “El marxismo ante dos desafíos: feminismo y crisis ecológica”, revista
Nueva Sociedad, N0 66, Caracas, mayo-junio 1983, p. 92.
22 JULIETA KIRKWOOD: Ser política.. ., op. cit., pp. 214 a 217.
23 Resoluciones del III Congreso de Mujeres de América Latina y del Caribe, Sao Paulo, 1985.

LIBRERÍA PAIDÓS

central del libro psicológico

REGALE

LIBROS DIGITALES

GRATIS

música
DVD
libros
revistas

EL KIOSKO DE ROBERTEXTO

compra y descarga tus libros desde aquí

VOLVER

SUBIR