EL LUGAR QUE VIENE DE LEJOS

CARTOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS DE LA CULTURA LATINOAMERICANA

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Presencias y silencios en los mapas culturales sobre América Latina

Durante los últimos años, el debate sobre la ubicación temporal y espacial de la cultura latinoamericana, sobre sus complejas relaciones con otras regiones del mundo, ha sumado nuevos huéspedes que intentan realizar el añejo sueño de trazar una geografía de sus pulsiones creativas, de sus modelos de vida y de sus contradicciones. 

Estas jóvenes corrientes de pensamiento han propuesto una serie de trayectorias que aspiran a desentrañar las claves que le dan movimiento y sentido a la cultura latinoamericana, empuñando diversas maneras de navegar por los conflictos culturales, económicos y políticos, al tiempo que postulan estrategias concretas para romper con algunas versiones sobre nuestra condición cultural emanadas del pensamiento latinoamericano.

 Estudios culturales, poscolonialismo, posmodernidad, posoccidentalismo, y en general un marco de interpretación denominado poslatinoamericanismo, son algunas de las tendencias que intentan acomodarse en este debate.

Nuevos cartógrafos de la cultura que paulatinamente han impulsado una renovación en los enfoques sobre América Latina y que convocan incluso a una ardua discusión sobre la razón misma del concepto.

En el caso de los estudios culturales y del poscolonialismo, su aterrizaje en América Latina y su recepción crítica impulsan la revisión de temas y tópicos que cuentan con una larga historia: las posibilidades y realidades de la identidad en América Latina, los desiguales y traumáticos procesos modernizadores, las dimensiones culturales del capitalismo y su impacto en el subcontinente, la reorganización de las ciencias sociales y de los estudios de área (los estudios latinoamericanos), el papel de la crítica cultural y el proceso de revisión de las tradiciones de pensamiento latinoamericano.

Santiago Castro-Gómez ha elaborado un diagnóstico sobre la presencia de estos navegantes de América Latina, un “informe sobre el saber” en el que localiza tres momentos de la discusión alrededor de los estudios culturales y el poscolonialismo, identificados con la publicación de tres libros que “marcan fases cualitativamente diferentes del debate, en tanto que documentan la emergencia y desarrollo de las líneas centrales de discusión”1. Castro-Gómez  caracteriza a estos tres momentos en función de los enfoques generales que manejan los textos: el primero de ellos, Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural, se distingue por dirigirse a un “público alemán especializado”, y por difundir la teorización latinoamericana sobre la modernidad “en un medio académico tradicionalmente ciego frente a cualquier tipo de producción teórica que vaya más allá de las fronteras europeas”2 ; el segundo momento, marcado por la edición del libro The Postmodernism Debate in Latin America, “busca intervenir en un debate político al interior de la academia y de la sociedad norteamericana”3 ;  finalmente, el último tiempo es ubicado a partir de la publicación del libro Teorías sin disciplina. Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate, “el énfasis del volumen no es ya el debate sobre la posmodernidad sino el debate sobre la globalización, tal como se presenta en el marco de las geopolíticas del conocimiento”. Modernidad periférica, posmodernidad en América Latina y globalización son los temas que los estudios culturales y el poscolonialismo pondrán en juego para caracterizar a la condición actual de la cultura latinoamericana. Sin embargo, los nuevos modos de acercamiento a la cultura en América Latina también estarían construyendo una serie de silencios que pudieran ser englobados en las siguientes preguntas: ¿De qué manera los estudios culturales, el poscolonialismo y el posoccidentalismo han modificado la relación con el pasado latinoamericano, con la producción de conocimiento en la región? ¿Cómo abordan el papel que juega la reconstrucción de nuestra “historia conceptual” en la interpretación de la cultura latinoamericana? ¿En dónde colocan a los modelos de interpretación –entendidos como tradiciones y rupturas– de la cultura que han sido empuñados por el pensamiento latinoamericano? 

Uno de estos silencios se puede localizar puntualmente en el débil diálogo que los estudios culturales, el poscolonialismo y el posoccidentalismo han sostenido con algunas tradiciones de escritura y pensamiento crítico elaborados durante el siglo XX en América Latina; dicho silencio se ha transformado en lecturas de la historia latinoamericana envueltas en “tentaciones perspectivistas” o “trascendentalistas”, que pocas veces profundizan sobre la peculiaridad y contradicciones de cada etapa o “era imaginaria”4 latinoamericana. Además, la lectura poslatinoamericanista de la historia de la cultura se rinde rápidamente ante las categorías de las distintas versiones del pensamiento posmoderno y muchas veces reduce la complejidad de conceptos, metáforas y categorizaciones anteriores en nombre de la crítica a los llamados “metarrelatos” latinoamericanos.

Concluimos, Nelly Richard ha señalado también algunas de las contribuciones de los estudios culturales realizadas por teóricos latinoamericanos, así como sus principales ejes en la constitución misma del conocimiento en América Latina:

... nuestra época exige una razón crítica para enfrentar el supuesto pluralismo del mercado, además de que los medios audiovisuales han modificado notablemente la relación con los símbolos. Enfrentamos eso que Pierre Bordieu ha llamado violencia simbólica, la industrialización del mercado simbólico, que es un fenómeno dominante. Es necesario rastrear las voces contrahegemónicas, minoritarias, y que en mi opinión le dan a los estudios culturales su dimensión emancipatoria... (los estudios culturales han emprendido) La revisión de un orden conservador en las disciplinas, en las ciencias sociales latinoamericanas... La pregunta es ¿cuál es ahora el lugar para ejercer lo transdisciplinario? Sin embargo, en esta cuestión también hay que introducir límites... Esto sin renunciar a los usos heterodoxos del saber y a revisar con ese mismo espíritu a nuestros autores latinoamericanos, navegando siempre en distintas latitudes del discurso. 5  

Richard enuncia algunas dificultades que los estudios culturales deberán enfrentar en su teorización sobre la cultura latinoamericana, por ejemplo en su manera de abordar la literatura, ante la crítica a estos estudios sobre un posible efecto sociologicista en la lectura de textos literarios: “¿se ha vuelto irrelevante la pregunta por el valor literario del texto? Yo diría que no... Lo que creo que hay que hacer  es reintroducir la problemática del valor literario, reintroducir la discusión sobre la densidad formal del texto y el plus de lo literario...” 6 .

Así, este diálogo pendiente entre las nuevas corrientes de pensamiento sobre y desde América Latina, y las tradiciones de escritura y pensamiento crítico podría iluminar zonas poco transitadas por el debate actual. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, el problema de las fronteras culturales escenificado en la globalización tuviera un poderoso pasado en nuestras literaturas? ¿De qué manera ha sido representada la heterogeneidad cultural de América Latina en las distintas narrativas de los siglos XIX y XX? ¿No es la modernidad, o las modernidades, un añejo problema en América Latina, que tiene que ver con la historia y constitución de su cultura, al tiempo que impide olvidarse fácilmente de su pasado conceptual? ¿Es posible que otros modelos de conocimiento en América Latina hayan ensayado respuestas también heterogéneas y “descentradas”, sólo que con perfiles diametralmente diferentes y que están ahí, silenciados por el “boom poslatinoamericanista”? ¿Acaso no han sido planteadas con anterioridad lecturas de la cultura latinoamericana enmarcadas en cruces de saberes, de poéticas y de disciplinas?

 

Los pasados de la heterogeneidad latinoamericana

Uno de los principales objetivos de las teorías poslatinoamericanistas ha sido el de “trascender” las lecturas colonialistas y occidentalistas de la historia latinoamericana. Walter Mignolo nos dice que “conviene recordar una larga trayectoria en la cual las <Indias Occidentales>, el <Nuevo Mundo> y, finalmente, <América>, son las sucesivas palabras claves de macrorrelatos del Occidentalismo para expandirse” 7 . Mignolo transforma estas maneras de nombrar a la condición cultural y económica de lo que hoy sería América Latina en una visión perspectivista de la historia, que estaría exigiendo una respuesta crítica que únicamente podría darse en el terreno de una racionalidad posoccidental, que trascendería las ataduras de nuestra cultura periférica al configurarse más allá de su condición occidental, para moverse en un plano fronterizo, con “categorías geoculturales no imperialistas”, que indicarían “una dirección posible para la superación del occidentalismo” 8.

Para Mignolo, la “reorganización de la producción del conocimiento, desde una perspectiva posoccidentalista, tendría que formularse en una epistemología fronteriza en la cual la reflexión (filosófica, literaria, ensayística), incorporada a las historias locales, encuentra su lugar en el conocimiento desincorporado de los diseños globales en ciencias sociales” 9 .

Pero ¿qué pasaría si este saber fronterizo ya hubiera ocurrido en alguna zona de nuestras literaturas, y su “desincorporación” más bien fuera entendida como un cruce conflictivo de saberes y experiencias alrededor de la identidad y de los traumáticos procesos de modernización en América Latina? Martin Lienhard percibe a la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas, como el ejemplo de una escritura enmarcada en una crisis de identidad, generada por el enfrentamiento entre las formas de penetración de la cultura capitalista y su articulación conflictiva a una “mirada inocultablemente andina”, “encarnada en sus voces, discursos y leguajes disonantes”10 . Al recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega, Arguedas intenta caracterizar su obra literaria como una lucha constante, estética y política, contra la imposibilidad de enlazar dos mundos:

Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores... El cerco podía y debía ser destruido 11.

Para Arguedas, el problema de la condición periférica de la cultura latinoamericana, la marginación de la cultura indígena en el Perú, y su relación conflictiva con la modernización occidental es enfrentado a través de la integración de formas artísticas aparentemente excluyentes: la escritura, como parte de la cultura letrada practicada por Europa y por las elites latinoamericanas, y la oralidad, de origen popular y que trae al texto el torrente de mitos y símbolos de la cultura indígena. En este espacio de entrecruzamiento de formas artísticas se representan también las interacciones de una frontera cultural que pervive hasta nuestros días, simbolizada en el relato mítico andino de los zorros: la letra y la oralidad como lenguajes de mundos en permanente estado de frontera, de violencia, de exclusión y de acercamientos que configuran su heterogeneidad en conflicto; la ciudad y lo rural como lugares de producción de cultura y de diálogos interrumpidos y vueltos a escenificar siempre en condiciones distintas. La obra de Arguedas es una entrada sugerente al problema planteado por Nelly Richard: el valor literario del texto, la especificidad de sus procedimientos literarios, sirve como mediación para articular la lectura estética a los problemas socioculturales de la identidad en el contexto latinoamericano; sin profundizar en los procedimientos artísticos es imposible realizar una lectura política y cultural de las obras literarias.

Otra de los reducciones que las corrientes poslatinoamericanistas han impulsado, respecto al heterogéneo pasado de América Latina, ha sido mediante su esquemática interpretación de la dicotomía Civilización-Barbarie. Escenificada en el siglo XIX, dicha dicotomía es entendida por el discurso posoccidentalista como la solución a un largo proceso anticolonialista que es necesario trascender o superar. Al respecto, Mignolo afirma: “...<civilzación> sirvió como una categoría que negó poder de conocimiento a la <barbarie>”, y plantea una estrategia para superarla: 

la incorporación de la barbarie en los términos negados por la civilización es lo que permite trascenderla, no reivindicando su opuesto (de la civilización, es decir, la barbarie) sino reivindicando la fuerza de la frontera que crea la posibilidad de la barbarie de negarse a sí misma como barbarie-en-la-otredad; de revelar la barbarie-en-la-mismidad que la categoría de civilización ocultó 12.  

No obstante, la dicotomía se puede entender también como el mirador de una compleja red de discursos, en el que se fijan los múltiples sentidos e interpretaciones de los conflictos políticos y culturales de gran parte del siglo XIX, al menos los pertenecientes a la etapa de consolidación del romanticismo latinoamericano. 

Santiago Castro-Gómez proyecta esta dicotomía, entendida también como lugar de inicio de los diferentes discursos latinoamericanistas, sobre gran parte del pensamiento latinoamericano y ve en la obra de Leopoldo Zea y Arturo Andrés Roig un ejemplo de las “construcciones discursivas de la barbarie en la filosofía latinoamericana de la historia”13 . Estas representaciones de la cultura latinoamericana, según Castro-Gómez, estarían todavía articuladas sobre la base de una narrativa anticolonialista y enmarcadas en el “veredicto de Hegel sobre América”, encontrando en los personajes de La tempestad, de Shakespeare, los símbolos de su sistema de representación e identificando a América Latina con la figura de Calibán, anagrama de caníbal y símbolo de la barbarie interiorizada por la cultura latinoamericana. 

En el caso de la obra de Zea, Castro-Gómez parece contar con elementos suficientes para colocarla en el marco de interpretación de una filosofía de la historia centrada en una “dialéctica del <sujeto latinoamericano>” de pretensiones trascendentales

La obra de Roig se resiste a ser encuadrada en esta pretensión y a través de la problematización de las nociones Civilización-Barbarie escapa del veredicto de Castro-Gómez sobre la filosofía latinoamericana. Al analizar el Facundo de Sarmiento, obra que fija en toda su extensión la disputa entre civilización y barbarie, Roig despliega una lectura sobre la cultura latinoamericana que difícilmente se sujeta a la visión reductora de la dicotomía como solución del conflicto cultural latinoamericano, y lejos de centrar su análisis en las imposibilidades que plantea el contrapunteo entre ambas nociones, deja que la dicotomía abra “las puertas para una visión conflictiva” 14  de la cultura en América Latina. 

Roig ve en el texto sarmientino un importante instrumento para localizar y ubicar la “densidad discursiva” del romanticismo latinoamericano, además de entenderlo como una escritura cuya voluntad se concentra en la creación permanente de símbolos. Esta “voluntad de símbolos” hace posible rastrear el universo discursivo de la época, su heterogeneidad textual, a través de las categorías de alusión, elusión e ilusión 15 .  

Roig despoja de cualquier tipo de escencialismo a los sujetos latinoamericanos que suben al escenario del romanticismo decimonónico, al desplazar su análisis de la cultura latinoamericana al ámbito del discurso y de la escritura, al tiempo que detecta en las obras de Andrés Bello, de Simón Rodríguez y del mismo Sarmiento los “atisbos y anticipaciones de lo que en nuestros días se ha dado en llamar –retomando un término que ya manejaron nuestros viejos ilustrados–  semiótica” 16.

¿Qué pueden aportar el pensamiento y las literaturas latinoamericanas a las problemáticas que postulan los discursos poslatinoamericanistas? ¿Qué silencios son susceptibles de transformarse en diálogos, y enriquecer así la ubicación crítica de América Latina en el ámbito de la globalización? ¿Qué tipo de modernidades y qué pensamiento crítico han sido eludidos en las lecturas de los poscolonialistas y de los posoccidentalistas? 

Francoise Perus, a través de su comentario al libro Hacia una crítica cultural latinoamericana, de Patricia D´Allemand, ha puntualizado sobre este desencuentro contemporáneo entre las distintas cartografías de la cultura latinoamericana:

(El libro) tiene el indudable mérito de recordar, incluso desde la elección del título..., que eso a lo que actualmente se denomina como “estudios culturales”  tiene en América Latina una ya larga y vigorosa tradición, que merecería ser tenida en cuenta en los debates actuales en torno a dichos estudios, al poscolonialismo o al posoccidentalismo... Sin duda, el supuesto, bastante difundido en ámbitos académicos, de una ausencia de tradición crítica en América Latina es una cuestión de óptica; pero también es cierto que, ni el largo predominio de concepciones inmanentistas que proyectaban sobre los textos modelos supuestamente universales, ni las pugnas por el poder institucional han contribuido a destacarla 17 .

¿Cómo hacer frente a estos silencios y generar cruces fecundos entre el pensamiento y las literaturas latinoamericanas, y los planteamientos poslatinoamericanistas? ¿De qué manera evitar las interpretaciones perspectivistas y trascendentalistas, a la manera de Mignolo y Castro-Gómez, las cuales afirman que sólo tienen derecho a existir genuinas críticas poscoloniales o posoccidentales hasta nuestros días, que todo lo anterior se encontraba en el marco de críticas anticolonialistas basadas en las mismas “gramáticas” eurocéntricas? ¿Cómo recuperar críticamente los renovadores planteamientos de los estudios culturales, el poscolonialismo y el posoccidentalismo sobre los lugares y tiempos en los que se mueve América Latina en el contexto de la globalización, y ponerlos a dialogar con lo mejor de nuestro pasado intelectual? 

Ahora más que nunca es necesario ejercer desde América Latina un cruce estratégico de saberes, de poéticas, de historias puntuales sobre procesos culturales marginados de las lecturas perspectivistas o trascendentales, y así crear las herramientas necesarias para construir cartografías con mayor profundidad sobre nuestra condición cultural, estética y política, sobre nuestras tradiciones y rupturas, que nos coloquen en posición de detectar otras formas de racionalidad hasta ahora silenciadas y muchas veces portadoras de lecturas creativas sobre las contradicciones de América Latina. 

Si las representaciones de nuestra heterogeneidad son siempre evasivas, y muchas veces ocultadas por la supuestas armonías de la cultura dominante, por la adoración al capital y a las modernizaciones frenéticas, será necesario empuñar en toda su magnitud el desafío metafórico que el poeta cubano Lezama Lima arroja sobre la fugacidad personificada de lo vivo: 

Ah, que tú escapes en el instante en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.

 

FFyL. CCyDEL.  Email:

1 Santiago Castro-Gómez, “Los tres tiempos del debate en torno a los estudios culturales y la poscolonialidad en América Latina”, en Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos, no. 35, CCyDEL-UNAM, México, 2003.

2 Santiago Castro-Gómez, “Los tres tiempos....”, p- 56.

3 Santiago Castro-Gómez, “Los tres tiempos...”, p- 61.

4 El concepto de “era imaginaria” lo utiliza José Lezama Lima como una alternativa de periodización abierta en su poética de la historia.  Véase La expresión americana, FCE, México, 2001.

5 Gustavo Ogarrio, “Teorizar en los márgenes. Entrevista con Nelly Richard”, en Archipiélago. Revista cultural de Nuestra América, no. 39, enero-marzo 2003, México, p- 32- 33.

6 Gustavo Ogarrio “Teorizar...”, p- 32- 33.

7 Walter Mignolo, “Posoccidentalismo: el argumento desde América Latina”, en Teorías sin disciplina. Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate, Santiago Castro-Gómez y Eduardo

8  Walter Mignolo, “Posoccidentalismo: el argumento...”, p- 55.

9  Walter Mignolo, “Posoccidentalismo: el argumento...”, p- 54.

10  Martin Lienhard, “La <andinización> del vanguardismo urbano”, en José María Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, edición crítica, Eve-Merie Fell (coordinadora), CONACULTA, colección Archivos, México, 1992, p- 323.

11 José María Arguedas, El zorro de arriba..., p- 257.

12  Walter Mignolo, “Posoccidentalismo: el argumento...”, p- 48.

13  Santiago Castro-Gómez, La filosofía de los calibanes. Construcciones discursivas de la barbarie en la filosofía latinoamericana de la historia. Tesis de maestría, Universidad de Tubinga.

14  Arturo Andrés Roig, “El Facundo como anticipo de una teoría del discurso”, en El pensamiento latinoamericano en el siglo XIX, IPGH, México, 1986, p- 168.

15  Arturo Andrés Roig, “El Facundo como...”, p 165.

16  Arturo Andrés Roig, “El Facundo como...”, p- 168.

17  Francoise Perus, “Aportes de la crítica literaria al estudio de la cultura latinoamericana”, en Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos. no. 35, CCyDEL-UNAM, México, 2003, p- 84.

 Año I, número 5 y 6, Octubre2003-Enero 2004

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