EL DESARROLLO Y LA CULTURA EN EL MUNDO GLOBALIZADO

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Roberto Verrier Castro
Fuente: El Economista, Cuba

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Las ideas que traigo a este panel, no son ni personales ni nacionales. Para la organización no gubernamental que represento es un honor traer a este foro universal, la suma de muchas y diversas voces de todo el mundo, respaldadas por el talento y largos años de trabajo consagrados a la investigación de los problemas cardinales de nuestra época, en particular el desarrollo.

La Asociación Nacional de Economistas de Cuba, que presido, y la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe (AEALC), viene organizando desde hace dos años, en La Habana, encuentros internacionales de economistas sobre Globalización y problemas del desarrollo. El primero se efectuó en Enero del año 1999 y el segundo, entre el 24 y el 28 de Enero del año 2000.

En ambos foros se han reunido más de 1000 economistas y otros cientistas sociales, de más de 50 países y funcionarios y expertos de 16 organismos internacionales, principalmente de la Organización de las Naciones Unidas. Traemos, igualmente, el consenso resultante del Primer Forum Internacional de Organizaciones No Gubernamentales del Sur, referido a los retos de la globalización para la región más dolida de nuestro planeta, un evento que coauspiciamos, junto a otras tres ONGs cubanas, en los primeros días de marzo de este año como antecedente de la Cumbre del llamado Grupo de los 77en La Habana.

Las preocupaciones de los expertos participantes en todas estas reuniones se expresan en intensas jornadas de debate en plenario de lo que ya muchos reconocen como el único escenario donde confrontan sus teorías, sin fundamentalismos excluyentes, los representantes de todas las escuelas de pensamiento de nuestra época.

Lo primero que pudiera decirles es que en todas esas citas ha concitado profundo interés la interrelación cultura-desarrollo en el contexto de la globalización, reconocida esta última como un proceso objetivo, complejo y contradictorio, que transcurre al margen de nuestra voluntad y que suele identificarse con la forma de funcionamiento del mecanismo económico capitalista en las condiciones contemporáneas, de fuerte acumulación del capital transnacional.

Analizado este fenómeno desde diferentes concepciones de la teoría económica, especialmente la neoclásica, neokeynesiana, estructuralista, marxista y neoliberal, la polémica ha encontrado su punto coincidente en la conveniencia de que las alternativas propuestas para encauzar el desarrollo no sólo analicen el plano fenoménico de los hechos económicos, sino que también encuentren las relaciones causales del subdesarrollo y de las desigualdades imperantes en la economía mundial.

Se coincide igualmente en la necesidad de llevar a cabo transformaciones estructurales diseñadas endógenamente, que propicien a las economías más atrasadas su inserción en estadíos superiores de las cadenas productivas y de servicios internacionales y dinamizar las exportaciones, especialmente las de alto valor agregado.

Naturalmente se resalta la dimensión económica de la globalización, pero crece el número de quienes ponen énfasis en la cultural, y en general prevalece el criterio de su multidimensionalidad.

La dimensión cultural del desarrollo es la que permite integrar el mayor número de factores (económicos, sociales, éticos, jurídicos, estéticos) al desarrollo, concebido éste como un proceso multidimensional e integral, y la cultura como la síntesis depurada y al mismo tiempo el medidor supremo de la calidad del desarrollo.

Este enfoque permite distinguir mejor la relación entre crecimiento económico y desarrollo humano. Los más recientes informes de los organismos especializados de Naciones Unidas sobre este particular nos permiten confirmar una paradoja percibida por analistas de nuestra región: puede crecer el PIB y reducirse el desarrollo humano, allí donde la polarización social se hace más aguda. Pero el fenómeno inverso también es posible: puede reducirse el PIB y elevarse el desarrollo, cuando prevalece una política de equidad y de justicia social. Por supuesto, lo ideal es que ambos procesos crezcan armónicamente.

Sin el protagonismo de los pueblos, con toda la diversidad de sus culturas, no es posible avanzar en el desarrollo. La globalización o interdependencia entre sociedades de distinto grado de desarrollo, si bien fortalece los valores comunes de la humanidad, minimiza las tradiciones, lenguas e identidades de las naciones no hegemónicas, las cuales ven ahogado su desarrollo cultural específico en una ola de homogeneización o estandarización que anula la principal riqueza del desarrollo humano: la diversidad.

Nuestra época se caracteriza por el entrelazamiento de los hechos y luchas económicas con una superestructura que en modo alguno es pasiva, y en la cual la cultura, en tanto expresión de conciencia social, desempeña un papel progresivamente superior. Cuando los pueblos son movidos por una cultura de justicia social, se amplifica su participación y protagonismo en las transformaciones sociales y no permanecen indiferentes o pasivos ante la invasión de la otra cultura, aquella que hoy, como norma, trasmite el mensaje de una única y posible globalización, en la que, a tenor con el rumbo que actualmente ostenta, cabe solamente el éxito premiado por la riqueza o el fracaso castigado con la pobreza, e incluso más allá, con la exclusión.

Al propio tiempo, en las redes de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información global los derechos económicos, sociales y culturales son desconocidos en nombre de la libertad, la misma que se niega al dar prioridad absoluta a los derechos civiles y políticos. Con el sesgo que esa visión dominante impone, el Norte del mundo ha politizado escandalosamente el tratamiento de los derechos humanos y manipulándolos arbitrariamente ha convertido el tema en su modo más falaz de manejar los destinos del Sur. No sobra insistir en que todos los derechos humanos tienen el mismo valor y que la violación de cualquiera de ellos es igualmente condenable, pero lo son doblemente las violaciones masivas de los humanos derechos de sociedades enteras a las que hoy se les está dejando incluso sin derecho a la esperanza.

Sin acceso a la cultura no es posible conquistar la libertad, porque sin cultura no hay libertad posible. La expansión a la escala global de las transnacionales de la información de un pensamiento único destinado a mover a los hombres y mujeres como objetos del omnipotente mercado nos están arrebatando cotidianamente la libertad de pensar con cabeza propia. Nos construyen gustos y necesidades y sobre la base de patrones homogéneos, nos obligan a comprar, a gastar, a consumir... a olvidar que solo con lo que se gasta en publicidad, se podrían construir todos los hospitales, escuelas, universidades, instituciones culturales, que demandan con urgencia nuestros pueblos para superar el primer obstáculo a su desarrollo: la falta del conocimiento.

No puede desestimarse la importancia de que las telecomunicaciones y las tecnologías de punta de información y comunicación, están estrechamente vinculadas a las empresas globales y su altísima competitividad. Gracias a su capacidad para aplicar con eficiencia la información basada en el conocimiento, existen propiamente las empresas globales, pues pueden organizar la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes a escala global: capital, fuerza de trabajo, materias primas, gestión, información, tecnologías, mercados.

Las tecnologías de información y comunicación han potenciado también a niveles impredecibles el movimiento del capital ficticio, en cuanto a espacio y velocidad. Por primera vez en la historia, ha surgido un mercado unificado y global de capitales, que funciona en tiempo real. Los analistas financieros, magos de la informática, sentados en los nodos globales de una red de telecomunicaciones selectiva, apuestan con miles de millones de dólares.

Este nuevo poder del capital financiero que tiene en su estructura global sus propias contradicciones, no puede desplegarse en una onda larga expansiva, porque sólo puede operar, o principalmente puede operar, en el seno de la Tríada, en los grandes centros industrializados; y porque propicia un desempleo estructural creciente, el cual presiona a la contracción de la demanda global.

La masa de ganancias, sin posibilidades de inversión directamente productivas, se dirige hacia el sector financiero, donde su acumulación tiende a generar una burbuja financiera, integrada por múltiples y variadas formas de capital ficticio (los llamados derivados).

Surge la tendencia a privatizarlo todo en forma de capital- propiedad; activos públicos en la esfera de la salud, educación, seguridad social, sistemas penitenciarios, infraestructura energética, telecomunicaciones, todo se cotiza como valores mercantiles en la bolsa. La educación, la salud, la seguridad social, al privatizarse, han dejado así de ser derechos, para convertirse en privilegios, como lo han denunciado repetidamente nuestros analistas, quienes entienden que el camino al desarrollo pasa efectivamente por la conquista del conocimiento, pero no pueden sustraerse a la verdad de que no es posible acceder a ese conocimiento mientras se sigan llevando la riqueza de nuestros pueblos la deuda y sus intereses, a pesar de lo cual no desaparecen sino que cada vez más se convierten en factor de presión sobre las políticas internas a las que se les imponen cortes de fondos sociales en nombre de una competitividad inalcanzable.

En ese contexto se ha ido profundizando el papel de los estados como simples sirvientes de ese mercado financiero, manipulando la tasa de interés, la tasa de cambio monetaria, como garante de deuda y como desregulador del mercado de capitales.

Ante la recesión de la economía productiva y las dificultades para reactivar la producción, mediante la aplicación intensiva de las tecnologías de información y comunicación, la economía también se ha orientado a la industria del entretenimiento.

Una sociedad culta es una sociedad preparada para realizar un trabajo libre y de alta complejidad, para incorporar la ciencia y el arte al proceso productivo y de servicios. El tiempo libre, cuando es ocio creador, potencia la capacidad productiva. Hoy día, el proceso de acumulación sobrepasa el tiempo de trabajo y se extiende al tiempo libre, que es penetrado por la industria de "contenidos", colonizando el espacio privado en función del consumo, convirtiendo el tiempo de descanso y ocio en tiempo de entretenimiento, y éste en una esfera de acumulación que se despliega a través de la manipulación sociocultural. No sólo se enajena al hombre como trabajador, sino en su propia conciencia cultural: todo se mercantiliza.

En el mundo globalizado, donde el conocimiento es la clave del desarrollo, la brecha tecnológica entre el Norte y el Sur se ahonda más en condiciones de creciente privatización de la investigación científica y de sus resultados.

Los países desarrollados, con el 15% de los habitantes del planeta, concentran el 88% de los usuarios de Internet. Sólo en Estados Unidos hay más computadoras que la suma de las existentes en el resto del mundo. Las grandes potencias económicas controlan el 97% de las patentes a nivel global y reciben más del 90% de los derechos de licencias internacionales, mientras las naciones del Sur en general están excluidas de las posibilidades de utilizar los derechos de propiedad intelectual, y la legislación de patentes no reconoce los conocimientos ni los sistemas tradicionales de propiedad, que son tan importantes en el Sur.

La investigación privada se concentra en las necesidades de los consumidores ricos. Las vacunas, que son las tecnologías más eficientes en relación con los gastos en la atención de salud, pues son capaces de prevenir la enfermedad con una dosis que se administra por una sola vez, producen pocas ganancias y son relegadas respecto a medicamentos que requieren aplicaciones reiteradas y generan ganancias mayores. Los nuevos medicamentos, las mejores semillas y en general las mejores tecnologías, convertidas en mercancías, tienen un precio sólo al alcance de los países ricos. El bloque de países desarrollados, al imponer a los países en desarrollo su escala de valores, su sistema económico y sus formas de gobierno, expande también por el mundo sus hábitos depredadores de consumo. EUA llegó a proponer la descabellada idea de que los países pudieran comprar el derecho de emitir gases tóxicos a la atmósfera. Y esa es apenas una de las infinitas formas de decirnos de qué modo se comporta el poder unipolar, el mayor exportador de ideas de la Historia, que hoy tiene a su servicio todas las ventajas de un proceso que nos envuelve a todos y cuyo alcance perspectivo aun no llegamos a ver: la globalización.

La homogenización cultural es parte de la batalla por imponer y mantener un modelo de dominación que hoy resulta insostenible para el 80% de la humanidad, pero que a la postre terminará por serlo también para el 20% restante.

Por supuesto que no estamos contra la globalización. Sería como estar en contra de la Ley de Gravedad. Pero el signo regresivo que el dominio del modelo neoliberal le ha impuesto, puede y debe corregirse. Como se dijera en la reciente Cumbre del Sur, comparando al profundamente desigual mundo actual con el desafortunado trasatlántico Titanic: "este barco carga demasiada injusticia para mantenerse a flote".

 

Conclusiones:

· El papel preponderante asignado al mercado, amenaza con transformar todos los bienes, servicios, factores y valores de nuestros países en mercancías. Esto es particularmente preocupante por sus afectaciones al patrimonio y las identidades culturales de nuestros pueblos.

· No llegan a los países del Sur las oportunidades de creación de nuevas riquezas, derivadas de los grandes avances en las comunicaciones y de la impetuosa Revolución Científico Técnica, debido al atraso de su infraestructura, a la aplicación de estrictos derechos de propiedad intelectual y la asimetría prevaleciente en el acceso al progreso científico técnico a escala mundial.

· Los medios transnacionales de comunicación tratan de imponer hábitos y valores ajenos a nuestras realidades y propenden al consumo irracional en aras de incrementar las ganancias, desconociendo las reales necesidades de los pueblos del Sur.

· En la esfera social es destacable el incremento de las desigualdades entre los países ricos y pobres, así como al interior de cada nación. La globalización va acompañada de la exclusión social y su consiguiente impacto negativo, especialmente sobre la niñez, los ancianos, la juventud, la mujer, los pueblos indígenas y diversas minorías nacionales.

· Hoy más que nunca, la lucha contra la pobreza plantea la necesidad imperiosa de que se cumpla la Resolución de Naciones Unidas sobre el Derecho al Desarrollo y que los Estados de la OCDE, no sólo cumplan con el compromiso de aportar el 0.7% del PIB como ayuda al desarrollo, sino que transfieran una parte de los grandes recursos técnicos, humanos y de "know-how" de que dispone, incluyendo la transferencia de tecnología.

 

Colegas:

Demasiado tiempo hemos perdido buscando el desarrollo con los estilos acuñados del Norte, asumiendo como verdades las que se fabrican en esa parte del mundo, sin tener en cuenta que su riqueza está amasada con la que fue nuestra. Y agobiados por las deudas que no nos dejan crecer, tampoco nos hemos detenido a contar todo lo que nos deben.

Tenemos que exigir justicia social, en términos de protección al capital humano, no al capital financiero.

La fuerza de nuestras lenguas, de nuestras identidades puede regular los excesos de la actual liberalización.

A los países del Sur les corresponde situar sus demandas al nivel de la inmensa mayoría de los pueblos que representan para acceder a las ventajas de la globalización en condiciones de una igualdad que sólo es posible si se consideran los desniveles de desarrollo. Como parte de ese esfuerzo que sólo será exitoso si lo acompaña la unidad, las ONGs estamos en capacidad de trabajar por rescatar la idea del desarrollo, promover acciones que contribuyan a ese desarrollo integral que asume la cultura como una palanca para mover al mundo; y coadyuvar al diseño de políticas y estrategias de desarrollo alternativas, acordes con las particularidades de nuestros países y regiones, con respeto por la riqueza y diversidad de su más inagotable patrimonio: La cultura.

El más grande pensador cubano, José Martí, lo dijo en una sencilla frase que los escolares de mi país aprenden a interpretar desde los primeros grados de la escuela: Ser cultos es en realidad el único modo de ser libres.

Muchas gracias

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