EL ISLAM Y ESPAÑA: PUENTE PARA EL TRASVASE DE LA CULTURA

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Universidad de Murcia

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Abstract

Esta época, en la que las relaciones con el Oriente árabe son próximas y evidentes, resulta necesario conocer cuáles fueron los entresijos de la historia del al-Andalus en la península Ibérica, para poder llegar a interpretar y valorar adecuadamente cuáles son nuestras raíces, y cuán próximos estamos, en muchos de nuestros conocimientos, a aquellos que se constituyeron como el legado andalusí. Así, en este texto, una visión del al-Andalus a partir de la historia del islam en aquella época, y una visión de esa cultura como el puente que permitía la transmisión de la cultura del Oriente musulmán, al Occidente europeo.

 

1. Introducción

El islam en España. Cuando la cuestión es ponerse al frente de considerar cuáles fueron las causas, las consecuencias y cómo fue el transcurrir histórico del al-Andalus en la península Ibérica, se puede observar que han sido diversas las teorías históricas que la interpretan. Fundamentalmente, se ha seguido la línea de dos interpretaciones que se han constituido como los dos troncos principales de postura frente a la cuestión del islam en España. Dos maneras de mirar intrínsecamente contrapuestas, que definen tras de sí una ideología muy marcada, la del intérprete.

En primer lugar podemos aludir a la expuesta por Claudio Sánchez Albornoz en España: ese enigma histórico. Él propone, de forma general, una interpretación de la historia desde la parte de los vencedores. Así, la historia quedaría definida por aquellas batallas de aquellos reyes, por la forma de vida de la clase dominante en cada época (sean la nobleza y el clero, sea la burguesía), etc. Con ello, y al fin, el islam en España podría considerarse, mediante la progresiva expansión de la cristiandad en su Reconquista, el punto de inflexión de la batalla de las Navas de Tolosa y la definitiva expulsión del reino nazarí de Granada, como de aquella parte de los vencidos, por lo que el peso del al-Andalus en la historia española no sería tan decisivo como el de la cristiandad.

En segundo lugar cabe destacar la figura de Américo Castro, quien considera que las tres religiones-civilizaciones-culturas relevantes en la historia de la península fueron la islámica, la hebrea y la cristiano-castellana. Él se centra en sus estudios principalmente en la hebrea, con figuras importantes como Maimónides o Dom Sem Tob, dejando abierta la línea de investigación histórica sobre la cristiano-castellana, que ha ido siendo bastante documentada con el paso del tiempo, y sobre la islámica. En esta línea se ha centrado la investigación de Juan Goytisolo sobre la historia del islam en España, y de Juan Vernet sobre la cultura oriental-islámica en el al-Andalus.

Aquí, en la medida en que éste es un discurrir de un sujeto con su punto de vista, se va a optar por la proposición de investigación realizada por Américo Castro, en la medida en que es una propuesta más englobadora, más globalizada, que tiene que ver con la realidad objetiva de lo que ocurre, ya que la realidad es un sistema complejo. Y, en la medida en que el discurso marxista sobre la historia ha marcado un hito en la concepción de la misma, se va a considerar el dejar a un lado la historia vista tan sólo desde el punto de vista de los vencedores. Teniendo en cuenta que este discurso va a tratar fundamentalmente de la cultura islámica, como fuente de inspiración y de conocimiento científico, tanto oriental como de la Antigüedad griega, en la España cristiana, desde las primeras traducciones de textos en árabe que se realizaron hasta la Escuela de Traductores de Toledo, vamos a tratar de dibujar ese al-Andalus no como una fuerza militar potente, a pesar de que lo fuera en la Córdoba de Abd al-Rahman III y Almanzor, sino como un puente que sirvió como trasvase de la cultura oriental y griega al Occidente latino, a través de esas traducciones que ya se han apuntado, y que se irán detallando en páginas sucesivas. Para ello hemos hecho uso fundamentalmente de las tesis de Juan Vernet en sus impactantes estudios, que minuciosamente han dibujado cómo fue aquel ambiente de sabiduría.

 

2. Breve historia de la España musulmana

Resulta necesario dar una pinceladas sobre qué fue la historia islámica en España, a nivel general, para poder llegar a entender el porqué de ese trasvase de ideas desde Oriente a Occidente a través de la península.

Sencillo es plantear la historia del islam en España comenzando por la llegada de Abd al-Rahman a la península en el 756, y la fundación de la Córdoba islámica en el 757, pero las cosas en la historia no fueron tan sencillas. Antes de que Abd al-Rahman I llegara a España, y se nombrara como califa de los territorios de la península que se irían instituyendo como árabes, ya había habido varios desembarcos de musulmanes en tierras españolas. Es necesario tener en cuenta que, antes de que llegara Abd al-Rahman I a la península, el imperio islámico que dominaba los territorios de Siria, Palestina, Iraq, Bujara, Samarcanda, la península de Arabia, el norte de África (desde Egipto hasta, más tarde, Marruecos)... era el imperio omeya, formado a raíz de la muerte de Mahoma, y durante el reinado del segundo califa, Umar b. al-Jattab, cuando resultó necesaria la conquista de nuevos territorios ante la paz pactada entre los propios musulmanes, una vez muerto el profeta y desatadas las divergencias de opiniones sobre los futuros mandatos, paz que llevaba a no romper el precepto de no atacarse entre los islámicos. Resultó que una de las formas de subsistencia fundamentales dentro de las costumbres de las tribus que habitaban la península de Arabia era la de las ghazu o incursiones. En la medida en que el pacto de paz obligaba a no atacar a los propios musulmanes, se hizo necesaria la conquista de otros territorios en los que poder llevar a cabo las ghazu. Territorios que, ante la ventaja de la forma musulmana de apropiarse de territorios, se hicieron fácilmente musulmanes. Después del reinado de los cuatro califas, y con la polémica desatada con el cuarto, Alí, el cual no fue aceptado por todos los miembros de la comunidad musulmana, Muawiya, encabezando a la oposición, se hizo con el poder en Siria y se proclamó califa de la familia de los omeyas, creando un imperio unificado.

Por lo que a la península respecta, todavía no se había llegado a ella. Primero fue necesario acabar de conquistar los territorios del Magreb, tarea que se completó en el año 710 aproximadamente, consiguiendo reunir en el seno omeya a los bereberes habitantes de las tierras magrebíes. La península ibérica resultó ser una tierra objetivo de las conquistas del imperio islámico en dos sentidos:

1. En primer lugar, resultaba una tarea relativamente sencilla para las formas de conquista de los musulmanes, en la medida en que, hablando ya de la heterogeneidad hispana, los habitantes de la península no eran ni mucho menos un todo organizado, sino que se trataba de pequeñas civilizaciones reunidas en un espacio geográfico común. Así, es posible que conveniese económicamente a los habitantes el estar bajo el gobierno de algún imperio centralizado.

2. En segundo lugar, el hecho de adentrarse en territorios de la península podría permitir, en un futuro, acceder al Occidente europeo, tarea que resultó descartada con el intento fracasado de incursión en el imperio Bizantino por su parte más oriental.

Así, se realizó un primer desembarco en la península de cuatrocientos hombres a cargo de Tarif. Dado que esta misión tuvo éxito, y dado que para poder avanzar en tierras de la península era necesario, en primer lugar, un número de habitantes musulmanes mínimo, se realizó un segundo desembarco en Calpe con siete mil hombres al cargo de Tariq, que fueron estableciéndose, junto a los nuevos que llegaban desde la parte más oriental del imperio Omeya, en Córdoba, Toledo, Sevilla, Mérida, Zaragoza, el valle del Ebro, Pamplona, Tarragona, Barcelona, Gerona, Narvona, Murcia...

A causa de las formas de conquista de los musulmanes, ya apuntadas anteriormente, se iban consiguiendo habitantes no sólo de esos islámicos que llegaban desde las partes orientales del imperio, sino dentro de los antiguos habitantes de las regiones a las que se llegaba. Unos se convertían al islam completamente, quedando exentos de los impuestos extras por no ser musulmanes, y tan sólo teniendo que pagar los que establecía el Corán, y otros decidían continuar con la religión cristiana, pagando esos impuestos extra. Estos últimos eran los mozárabes.

Estas conquistas se iban realizando durante los últimos años del imperio Omeya. Éste siempre basó su política de gobierno a base de privilegios. Esto es, los habitantes pertenecientes a las castas de los árabes originarios de las tribus recopiladas por Mahoma, o los habitantes descendientes directamente de ellas, disfrutaban de unos privilegios que ningún otro habitante, ni aunque se convirtiese al islam, conseguía. Privilegios no sólo ya del tipo económico, de pago de impuestos, cosa que se hace evidente al hablar de privilegios en la historia, sino de oportunidad de acceso a los cargos de poder de la administración tan compleja que llevaron a cabo los omeyas, y que aquí no va a desarrollarse. A esta situación de privilegios se unió el hecho de que una nueva clase social, los mawali, que no tenían ascendencia de una tribu árabe, y que se componía de obreros, artesanos, tenderos, mercaderes..., había crecido en número y en riqueza, sobrepasando el número de aquellas clases privilegiadas, descendientes de tribus árabes, y que, como ya se ha señalado, sí podían optar a un poder político relativo. Los componentes de esta nueva clase social fueron hallando la expresión de sus pasiones de cambio y revolución en las facciones del islam más radicales, sean los chiíes, pero, sobre todo, los jariyíes. Esta situación fue aprovechada por los hasimíes para dar el golpe de Estado, proclamándose, entonces, el impero islámico como Abbasí.

Es en esta coyuntura en la que Abd al-Rahman I, joven príncipe omeya, escapó de la matanza abbasí, huyendo hacia la península Ibérica, desembarcando en Almuñécar el el 755, y proclamándose emir de las tierras del al-Andalus ya adquiridas por sus predecesores, en el 756, estableciendo la capital en Córdoba.

El emirato omeya de Córdoba se encontró con problemas desde su principio, problemas heredados ya de las conquistas realizadas por los musulmanes antes de la fundación del emirato. Por un lado, la España que no había sido conquistada por el islam, que hasta ese momento no había tenido identidad única, debido a la citada heterogeneidad hispana de la época, comienza a sufrir una metamorfosis. Es el momento en el que se empieza a establecer la definición de una identidad, identidad establecida "en contra", la de la cristiandad. Así, la finalidad de esa nueva identidad común comienza a ser la de recuperar las tierras de la península perdidas en manos de los musulmanes, y se empieza a llevar a cabo, poco a poco, la Reconquista. Por ello, el emirato omeya de Córdoba encontró las llamadas "Marcas", que eran las zonas geográficas de circunscripción fronteriza del emirato omeya, como lugar de conflicto constante con aquellos recién definidos cristianos. Para la conservación de esa circunscripción fronteriza, era necesario un sistema de defensa complejo, que pudiera frenar los ataques de la cristiandad. En este sentido, la época del emirato omeya de Córdoba fue una de las que más cultivó el ámbito militar dentro de la España musulmana. Se construían castillos sobre lugares de difícil acceso, los llamados qal‘a, dentro de los cuales se instituía un pueblo con sus habitantes. Además, se cultivó un sistema militar complejo, sobre todo en la época de Abd al-Rahman III, época en la que se conquistaron nuevos territorios, y en la que se fue incluso ganando terreno a los cristianos que ya tenían su propia identidad. Dentro de este sistema militar estaban los súbditos, que debían prestar el servicio militar obligatorio, los voluntarios, que eran reclutados de las expediciones y el ejército de los mercenarios. El segundo problema al que se enfrentó el emirato omeya de Córdoba fue el de los bereberes. Es necesario recordar que fueron éstos, que habitaban las tierras del Magreb, los que realizaron la primera expedición a la península. Ahora, instaurado el emirato omeya, habían perdido su importancia en España, pasando a ser dinastías fundamentalmente del norte de África, y con el deseo y la necesidad de ampliar sus miras, sus territorios, sobre todo hacia los lugares que habían sido conquistados por ellos. Estas dinastías serían la almorávide y la almohade, que más tarde pasarían a hacerse al cargo de la España musulmana.

Estos dos problemas a los que se enfrentó el emirato omeya de Córdoba dieron lugar al decaimiento del mismo. Por un lado, se necesitaba un sistema militar numeroso, para aplacar los constantes ataques en las "Marcas". Por otro lado, no había suficientes militares. Esto llevó a una situación en la que se tuvo que recurrir a mercenarios reclutados de entre los bereberes, los cuales, como ya se ha dicho, seguían pensando que en cierta medida las tierras de la península eran suyas. Estos bereberes que pasaron a Andalucía acabaron por convertirse en un partido activo, que terminó por enfrentar a los propios andaluces. Así, se produjo una sublevación popular, y el emirato omeya de Córdoba cayó. Esto dio lugar a una fragmentación dentro de la España musulmana, convirtiéndose en un conjunto de reinos de taifas, constituidos por zonas de proximidad geográfica, gobierno que duró hasta principios del siglo XI. Esta fragmentación, que por fuerza conlleva una debilitación de la unidad del imperio musulmán, resultó muy favorable a dos fuerzas políticas que habían estado dejando su huella durante el emirato: por un lado, los cristianos, que comenzaron a avanzar en su Reconquista; por otro lado, la dinastía almorávide de entre los bereberes, que aprovechó la fragmentación para, a principios del siglo XI, desembarcar en España, al mando de Yusuf b. Tasfin, y volver a unificar la España musulmana bajo la dinastía almorávide.

El principio de la decadencia del islam en España como fuerza militar estaba ya andado. Después del primer reinado de taifas, de la pérdida de algunas tierras de manos de los cristianos, que iban adquiriendo una fuerza cada vez mayor, y de la falta de atención de la dinastía almorávide al ámbito militar, se podía intuir lo que ocurriría después.

Con todo, resulta curioso cómo la España musulmana tardaría trescientos años más, aproximadamente, en terminarse definitivamente. Siguiendo la interpretación de José Luis Villacañas, resulta evidente que, a ciertas alturas de la Reconquista de los cristianos, una vez ya ganada la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, la conquista definitiva del último reino musulmán, el de Granada, no se llevó a cabo por cuestiones no de falta de fuerza política, sino de falta de población para habitar todas las tierras conquistadas. Pero también existe otro punto de inflexión en estos aspectos, y aquí se sigue la interpretación de Juan Vernet: uno de los focos de permanencia del islam en España fue la riqueza cultural que se poseía, riqueza que servía de tránsito de conocimientos desde Oriente al Occidente latino. Éste es el punto que va a tratarse en sucesivas líneas.

 

3. La cultura hispano-árabe: puente entre Oriente y Occidente

Con el comienzo del emirato omeya de Córdoba, se empiezan a introducir en la península, tanto a través de los sabios que llegaban, como a través de los sabios que quedaban en Oriente, ideas y conocimientos que hasta el momento resultaban desconocidos en la tierras de la península. En esta época llegó a Córdoba Ziryab, el que introdujo el juego del ajedrez, al-Hawani, dedicado a la medicina, se introdujeron, como bien nos hace ver Juan Vernet, nuevos cultivos, los que necesitaban nuevos tipos de técnicas de riego y aprovechamiento del agua, nuevas técnicas, como la de la pesca de la ballena, el gusano de seda, el papel... Con la llegada de los abbasíes al poder del imperio musulmán de Oriente se comienzan a conocer las ciencias de la Antigüedad, realizándose de esos libros traducciones al árabe, que luego darían lugar, a través de la península, a traducciones al latín de las mismas. Ciencias de la Antigüedad que ponen la semilla del nacimiento de los comentarios árabes a aquellos conocimientos, como los de Averroes, Avicena...

Un caso muy notable y curioso de cómo la España musulmana sirvió de trasvase cultural a Occidente fue el del reloj de sol. Este instrumento, que ha sido uno de los más antiguos conocidos en la historia, y que los árabes, desde principios del siglo IX, iban construyendo tanto en Oriente como en la península Ibérica, había dejado de construirse en el Occidente cristiano. Fue con la llegada de los musulmanes a la península cuando se reintrodujo en el mundo cristiano la técnica de construcción del instrumento, técnica consistente en un círculo en cuyo centro hay un clavo perpendicular, que da sombra una sombra u otra en el círculo, dependiendo del momento del día en que uno se encuentre.

3.1. La traducción como posibilidad del trasvase cultural

La labor de traducción en la península ha sido, en esta época histórica que se trata, la condición que ha posibilitado el trasvase cultural de la ideas de Oriente al Occidente europeo. No sólo la labor de traducción de los musulmanes, los que, a través del conocimiento de las obras de la Antigüedad, vertieron al árabe versiones de las mismas, sino la labor de traducción de los cristiano-castellanos, que daría lugar, en su período de madurez y lucidez, a la Escuela de Traductores de Toledo. Traductores que se encargaban de elaborar en latín los libros o bien de la Antigüedad traducidos al árabe, o bien de los nuevos conocimientos árabes, sobre todo en las materias de astronomía y matemática. Y es esta traducción uno de los puntos de inflexión de la heterogeneidad hispana.

Refiriéndose a la España musulmana, desde el comienzo del emirato omeya de Córdoba la labor de traducción comenzó a requerir una serie de libros que eran necesarios al traductor para poder vertir su traducción de manera lo más correcta y docta posible. De esta forma comienzan a surgir las primeras bibliotecas árabes en la península, bibliotecas que almacenaban todas aquellas versiones requeridas para la traducción, y los nuevos libros que se iban traduciendo. Bibliotecas que, como todas las de aquella época, o bien tenían una financiación privada, o bien procedían pertenecían al emirato, situadas generalmente, y siguiendo la costumbre de los imperios y la cultura musulmanes, en las madrasas donde se cultivaban los conocimientos, tanto de la religión islámica, como de las ciencias y la literatura. De este modo, la cultura de la España musulmana se fue ampliando.

En el caso de las traducciones al latín, antes del siglo XII y del surgimiento de la Escuela de Traductores de Toledo, eran fundamentalmente anónimas. A raíz del surgimiento de esta Escuela fueron muchos y variados los traductores que llegaron a la península, y que se instalaron en diferentes ciudades de la misma. Tenemos a Platón de Tívoli en Barcelona, a Hugo de Santallana en Tarazona, a Gerardo de Cremona en Toledo... Veamos, pues, en los puntos sucesivos, ciertos aspectos de las ciencias que adquirieron especial importancia en la época musulmana de la península.

3.2. La matemática

El caso de la matemática, en el cual puede incluirse, por ende, la astronomía de la época es en el que más desarrollo y aportaciones puede observarse de la cultura musulmana.

Adelardo de Bath realizó la primera traducción al latín de los Elementos de Euclides, basada en la realizada por al-Hayyay Yusuf b. Matar. La segunda fue hecha por Hermann de Carintia, y la tercera por Gerardo de Cremona, basada en la de Ishaq b. Hunayn y Tabit b. Qurra. En Occidente se venían utilizando los Elementos de Euclides como algo subordinado a la filosofía, mientras que en el mundo islámico se estudiaron y trataron minuciosamente para avanzar en el campo de las ciencias. Tal es así, que los sabios musulmanes llevaban planteándose el problema en torno a la demostración del V postulado de los Elementos, antes de que en el Occidente cristiano comenzara a plantearse ese problema. Ibn al-Haytam y Tabit b. Qurra realizaron unos comentarios a los Elementos, sacando conclusiones que fueron posteriormente utilizadas por Levi ben Gerson en sus comentarios a la obra.

Una de las mayores originalidades que los musulmanes introdujeron en la cultura occidental fue el álgebra, insertada a raíz de la traducción del libro al-Mujtasar fi hisab al-yabr wa-l-muqabala de Juwanzmi realizada por Gerardo de Cremona con el título De jebra et almucabala. Es sabido que los musulmanes ya utilizaban el álgebra desde los comienzos de su historia. Como bien nos hace ver Juan Vernet, Mahoma, intentando favorecer la situación social, con respecto a la herencia, de las mujeres cercanas en parentesco al núcleo familiar. Así se introdujo la ilm al-faraid o ciencia de partición de herencias, que obligaba a desarrollar y utilizar el álgebra egipcio.

Otro punto importante a tratar dentro de la matemática es la cuestión de las llamadas Tablas. Las Tablas estaban constituidas por escritos fundamentalmente astronómicos y matemáticos, en los que se desarrolló principalmente el ámbito de la trigonometría. Dentro de las Tablas, unas de importancia y relevancia fueron las Tablas Toledanas escritas por Azarquiel por mandato del rey al-Ma’mun, y que fueron traducidas al latín por Gerardo de Cremona, debido a que fueron las que dieron comienzo a las futuras escrituras en forma de Tablas.

En las Tabulae Probatae de Abnavimunzor se llegó a deducir que Venus y Mercurio giraban alrededor del sol a raíz de la anomalía media de los planetas. Cuestión que no se va a tratar aquí por falta de conocimientos astronómicos.

En las Tablas de Battani se introdujo la fórmula básica de la trigonometría esférica:

cos a = cos b cos c + sen b sen c cos A

cos b = cos a cos c + sen a sen b cos B

cos c = cos a cos b + sen a sen b cos C, siendo A, B y C los ángulos de un triángulo (no siendo ninguno un ángulo recto) y a, b, c los lados del mismo. Con esta fórmula, que ahora resulta tan básica en cuestiones trigonométricas, se conseguía establecer la relación entre los tres lados del triángulo y un ángulo.

3.3. Óptica

En cuestiones de óptica cabe resaltar el descubrimiento revolucionario de Ibn al-Haytam, que posibilitó la aparición, varios siglos después, de la llamada ley de Snell en refracción.

Hasta ese momento resultaba evidente a la vista que, cuando un rayo de luz se refracta, pasando de un medio a otro distinto, la trayectoria de ese rayo cambia, no siguiendo lo que sería la trayectoria que venía llevando a cabo antes de incidir en el otro medio. Ibn al-Haytam se dio cuenta de que la relación entre el ángulo de incidencia y el ángulo de refracción (establecidos con respecto a la llamada "Normal", recta imaginaria trazada perpendicular a ambos medios pasando justo por el punto en el que el ángulo de incidencia llega al otro medio) no es constante. Esto dio lugar, quinientos años después, a la ley de Snell, que explica cómo no es constante esa relación en todas las refracciones, dado que depende también de lo que se ha llamado índice de refracción de cada medio (n). Así, la ley de Snell quedaría n1/sen¡ = n2/sen ¡’

3.4. Geología

Con respecto a la geología, y utilizando este término anacrónicamente, resulta decisiva la aportación de Avicena, el que apuntó a que la emersión de las tierras daba lugar a la formación de las montañas, y explicando, así, la existencia de fósiles marinos:

Las montañas pueden formarse de dos modos: mediante una elevación del suelo, tal y como la producen los terremotos, o bien como consecuencia de la erosión de las aguas y del viento que abren valles en las rocas de escasa consistencia y dejan a la intemperie las más duras.

Conclusión

Ante todo lo tratado, siguiendo los hechos de la historia, y afrontando la polémica apuntada al comienzo del texto, aludiendo a las teorías de Claudio Sánchez-Albornoz y Américo Castro, resulta necesario, desde mi punto de vista, optar por la visión comenzada por Américo, dado que no es posible hablar de la historia de España sin hacer una gran referencia a la época musulmana, sobre todo a los conocimientos y cultura que aportaron, y que fueron condición de posibilidad histórica del trasvase de la sabiduría a Occidente.

 

Bibliografía

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* Vernet, J., El islam en España, Madrid, Editorial MAPFRE, 1993.

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