GENEALOGÍA DEL ENSAYO

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José Reyes González Flores

Departamento de Letras Hispánicas
Universidad de Guadalajara 

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1.1 Situación del ensayo

La Historiografía literaria ha nombrado al ensayo de muchas maneras, desde prosa didáctica, género didáctico-ensayístico, género ensayístico, género crítico-teórico y género de argumentación. Textos de civilización, le llaman algunos, prosa de ideas, literatura del pensamiento o reflexión le nombran otros. Lo conocemos como esa clase de textos (Dimter, 1985) en los que confluyen dos o más textos de características semejantes o simplemente como clase de textos básicamente iguales. En palabras de Genette (1979) diremos que se trata de un archigénero, es decir, forma genérica abierta a múltiples géneros cuyas características textuales implican una acción pragmática ya que el ensayista instituye en su escritura el discurso reflexivo-persuasivo, sin olvidar la posibilidad argumentativa-meditativa o epistemológica que se vierte en la literariedad, además de la actitud crítica y exegemática, monológica y enunciativa de la que habla Arenas Cruz (1997). También es distintivo del ensayo el inminente carácter referencial, puramente expresivo, apelativo y dialogal que suele desplazar la referencialidad por medio de la disposición del lenguaje y sus minucias estilístico-literarias.

Es precisamente sobre el ensayo que más teorías y especulaciones se han escrito en cuanto a su origen y hacer genérico. Elaboraciones teóricas como las de William Maddux Tanner (1918), Mariano Picón-Salas (1954), Juan Marichal (1957), Theodor W. Adorno (1968), José Luis Martínez (1958), Georg Lukács (1970) y Peter Earle (1970), son teorías clásicas donde se reflexiona sobre la naturaleza y orígenes del ensayo. En este capítulo hablaremos sobre el origen del ensayo. Primero ubicaremos su comienzo histórico, después situaremos su inicio y desarrollo en la literatura de habla española, en España y, por supuesto, en Hispanoamérica.

  

1.2 Origen histórico del ensayo

Siempre que el investigador busca el origen del ensayo enfrenta una especie de frustración porque las fechas no son claras y los límites son vastos. Es frecuente (y recurrente) que los pensadores sitúen sus antecedentes en el "Libro de Proverbios" de la Biblia, en los Diálogos de Platón o en la Poética de Aristóteles. En contraste con la cultura griega el ensayo latino nace con Horacio, Jenofonte y Plutarco en los libros Arte Poética, Memoralia y Vidas paralelas, respectivamente. Sin embargo consideran a Séneca como el precursor del ensayo moderno porque sus escritos (Epístolas morales a Lucilo) manifiestan la reflexión y la polémica.

Fue Montaigne quien empleó por primera vez la palabra ensayo para nombrar aquellas breves composiciones publicadas en 1580, se trata, dice el escritor francés, de "… el ensayo de mis facultades". Si bien el término essais no representa género literario en sus inicios, muestra "una noción de método" y "de desarrollo de un proceso intelectual" (García Berrio, 1992: 225), ya que el concepto ensayo como género literario en la actualidad corresponde a la forma literaria de la reflexión, la polémica y la argumentación donde se busca un proceder didáctico, un probar y comprobar un asunto, una puesta en escena de nuevas formas de meditación sobre el conocimiento y la cultura del hombre.

La palabra essais para algunos críticos de la época de Montaigne era tan modesta que no reflejaba el prodigio del libro recién publicado, por lo que requería de un título más ostentoso y elegante que abarcara el alcance estilístico, la libertad de pensamiento, el tono coloquial y la diversidad de temas. Desde entonces la palabra ensayo irrumpe en la literatura y es bien aceptada debido a los cambios sociales e intelectuales acaecidos en Europa que obligaron a los escritores y pensadores a reflexionar sobre temas como la muerte, las relaciones sociales, la amistad, los asuntos políticos y económicos.

En el año de 1603 se traducen al inglés los dos primeros textos (ensayos) de los Essais e inmediatamente el término se vuelve popular entre los escritores ingleses. Maline y Mallon (1949) mencionan que Francis Bacon es un admirador de la nueva forma en prosa surgida en Francia y se convierte en el principal representante del nuevo género literario, por tal razón diremos que el otro camino fundacional del ensayo tiene su origen en la literatura inglesa; aunque seis años antes (1597) de la traducción de los textos de Montaigne, Bacon publicó sus Essays. Religious Meditations. Places of Persuasion and Disuasion. Seene and allowed (El ensayo). Meditaciones religiosas. El lugar para la disuasión y la persuasión, de forma lineal), donde propone la primera clasificación para este tipo de textos. Sean el ensayo formal y el ensayo informal (o forma familiar).

El ensayo formal refleja indirectamente la personalidad del escritor, quien explica y educa, en consecuencia es crítico y didáctico. Lo didáctico porque ofrece datos históricos, científicos, políticos y filosóficos, desde el punto de vista, a veces biográfico, del ensayista (Maline y Mallon, 1949). Crítico porque se refuta el conocimiento imperante. En tal corriente se ubican a Francis Bacon, Samuel Jonson y John Dryden. Por otra parte, el ensayo informal o familiar expresa directamente la personalidad del autor como en los poemas líricos. Las impresiones del ensayista, es decir, lo subjetivo y el deseo de entretenimiento son la marca distintiva. En esta tendencia se halla Alexander Pope.

La palabra Essais nombra al ensayo francés, sin embargo para los ingleses será essays, palabra que Bacon emplea para Essays or Counseles Civil and Moral (Ensayos o consejos civiles y morales), obra de 1597. El libro se imprime mucho después en la ciudad de Londres (1912) y en él la célebre frase "The word is late, but the thing is ancient", esa palabra reciente pero de significado antiguo. En "Letter and Live" se menciona que las "Epístolas de Séneca a Lucilo son ensayos, vale decir, meditaciones dispersas, aunque en forma de epístolas" (citado por Bioy Casares, 2000: XI), razón por la cual diremos que Bacon es el fundador del ensayo en lengua inglesa.

 

1.3 El origen del ensayo en la lengua y literatura española

En la literatura de lengua española el ensayo sigue dos rutas inaugurales, la española y la hispanoamericana. En la literatura española el ensayo se desarrolla lentamente, más lenta que en la literatura francesa e inglesa. Nace en España durante el periodo de esplendor político, literario y científico llamado Siglo de Oro, aunque el término ensayo se emplea en España hasta el siglo XIX los investigadores indican que el origen del ensayo español data del nacimiento de la prosa castellana (Zum Felde, 1954), es decir, en El código de las siete Partidas escrito en el siglo XII por don Alfonso X, El sabio. La actitud investigativa-académica y lo estético-literario son singularidades no sólo del libro en mención, sino también de Tablas astronómicas alfonsíes y Grande e general estoria escrito de 1272; sin embargo el término ensayo aparece en el medioevo español, siglo XI, en los manuscritos del Cantar del mío Cid o Poema de mío Cid. El vocablo también está presente en aquel libro que narra y ensaya las aventuras de Alejandro Magno, el Libro de Alexandre, cuya fecha de escritura es confusa y de autoría anónima. Otra obra de la literatura española que registra la expresión ensayo es el Libro de buen amor del poeta Juan Ruiz o Arcipreste de Hita. También se consideran como precursores del ensayo español a don Juan Manuel con el Libro de los enxiemplos de Conde Lucanor et de Patronio dado a la luz pública en 1335, y al Arcipreste de Talavera con El Corbacho o reprobación del amor mundano publicado en 1438, aunque la palabra ensayo, con el significado de probar o usar una cosa, se incluye hasta 1583 en el libro De los nombres de Cristo donde Fray Luis de León realiza una profunda reflexión e investigación de las sagradas escrituras.

Si a Montaigne en Francia y a Bacon en Inglaterra se les considera los "padres" del ensayo, en España el honor corresponde a Antonio de Guevara con el libro El menosprecio de la corte y alabanza de la aldea publicado en 1539. Guevara reflexiona los problemas nacionales y especula acerca de la esencia e identidad de la cultura. Pilar San Juan (1954) anotó que la práctica ensayística de Guevara lleva imbíbito la polémica de lo que debe ser el estado y como apartarse de la religión. San Juan asegura que la meditación sobre la religión y el estado son dos de las vertientes del ensayo español, por lo menos en los inicios del género en la península.

En la tradición ensayística española encontramos prólogos memorables como el ensayo introductorio a la Gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija publicada en 1492, donde señala que la lengua es compañera del imperio, con ella se domina y controla al pueblo, por tanto la gramática de Nebrija es una obra que debe acompañar al nuevo imperio y a sus colonias en el Nuevo Mundo. Ensayo donde la subjetividad de Nebrija, digamos la postura con respecto al valor de la lengua, queda manifiesta y, con ello una de las características primordiales del ensayo, establecer una propuesta y sostenerla. La respuesta a Nebrija la da el erasmista Juan de Valdés con Diálogo de la lengua, un extenso ensayo de refutación al "Prólogo" del gramatista español.

Durante el siglo XVI encontramos a Francisco de Quevedo quien habría de reflexionar sobre Europa y el atraso de España, lo que lo conduce a escribir textos ensayísticos morales y políticos donde asume posiciones intelectuales radicales. Después de que circulara el texto Los sueños de manera manuscrita exige a Quevedo a preparar en 1631 la edición con un prólogo, diré ensayo, donde denuncia a los editores piratas que mediante engaños, abusos y vicios publican sin autorización de los autores. Fenómeno que se produce, según se da cuenta Quevedo, en todo el mundo. Otra figura precursora del ensayo español es Juan Luis Vives considerado como uno de los ensayista más representativos del siglo XVI por sus reflexiones controversiales sobre la guerra, la paz, la desigualdad social, la educación, la literatura y la filosofía, temas que trata en sus libros Introductio ad sapiente (1524), De disciplinis (1531) y en Exercitatio linguae latinae (1538).

Si a Antonio de Guevara se le distingue como el fundador del ensayo español, es Benito Jerónimo Feijó el iniciador del ensayo moderno con sus libros Teatro crítico universal y Cartas eruditas y curiosas, la primera obra contiene 118 ensayos agrupados y publicados en nueve libros entre los años que van de 1726 a 1740, en cuanto a Cartas eruditas y curiosas fue publicado en cinco libros durante los años de 1742 a 1760, pero la obra que lo sitúa como el iniciador del ensayo moderno español es Teatro crítico universal donde incluye temas como la "Simpatía y la antipatía", "Paradojas políticas y morales", "Voz de pueblo", "Artes adivinatorias", "Resurrección de las artes y Apología de los antiguos", ensayos de prodigiosa factura donde la polémica y la apelación están presentes.

En el siglo XVIII inicia el pre-romanticismo en España, desde allí el filósofo jesuita Ignacio Lazán especula y teoriza acerca de la poesía. Sus cavilaciones ensayísticas sobre la literatura, la estética, la interpretación histórica y filosófica, hacen del jesuita un ensayista representativo de la España en esta época. Lazán influye en la crítica literaria y la preceptiva, por tanto se le considera un ensayista fundamental en la cultura española. Lazan inicia una nueva tradición que continuarán José Cadalso y Gaspar Melchor de Jovellanos en cuyos ensayos muestran polifacetismo temático, ya que escriben sobre las causas de la decadencia de la cultura española, sobre los problemas económicos, sociales, pedagógicos, religiosos y políticos de su tiempo, pero es hasta el siglo XVIII que en España la palabra ensayo se emplea para titular libros como Ensayos y revistas (1892) de Leopoldo Alas, donde la palabra tiene intención estrictamente literaria.

Mariano José de Larra será el ensayista de más influencia en el siglo XIX. El madrilense describe en sus ensayos la corrupción y la vacuidad de la sociedad española pre-romántica. Textos que difunde en los periódicos El duende satírico y El pobrecito hablador de los cuales era propietario. Años después de su muerte (1837) la Generación del 98 lo toma como figura intelectual ejemplarizante. Con la Generación del desastre o del 98 el ensayo rompe las fronteras nacionales y se difunde por Europa e Hispanoamérica. Del Modernismo literario español, como algunos críticos llaman a esta generación, surge José Ortega y Gasset, quien sin renegar de los actos clasificatorios se llama a sí mismo ensayista. Es con Ortega y Gasset que la palabra ensayo adquiere su verdadera dimensión como género literario en las letras españolas del siglo XX al decir que "El ensayo es la ciencia sin la prueba explícita" donde podemos apreciar que la práctica discursiva ensayística es teoría, es capacidad explicativa, es sugestión pero sin dejar plasmada la aridez del aparato crítico de los tratados literarios, aunque sí tiene la función de probar y comprobar un propósito, como podemos apreciar en las siguientes expresiones: "En este ensayo se ha querido dibujar un cierto tipo de europeo" (Ortega y Gasset, 1962:161). En España Invertebrada (1967, 11) menciona que "Este libro, llamémosle así, (…) no se trata más que de un ensayo de ensayo." Es notable que la palabra ensayo es de uso frecuente en la Generación del 98 aunque se siga negando su valor literario y genérico, pues consideran que la palabra bosquejo tiene más importancia que la palabra ensayo.

 

1.4 El origen del ensayo en Hispanoamérica

De manera semejante a la tradición europea y la española, los orígenes del ensayo hispanoamericano son inciertos, aunque muchos estudiosos acuerdan que el ensayo data de las guerras de independencia. Luchas no sólo en el campo de batalla, sino también en el plano ideológico, por tanto, el género inicia como tal en las obras de Simón Bolívar y José Joaquín Fernández de Lizardi, cuya constante temática es la búsqueda de la identidad nacional y la soberanía de los pueblos de América.

Desde la época de Bolívar y Fernández de Lizardi hasta el siglo XXI la producción ensayística ha sido constante, no obstante Germán Arciniegas (citado por Skirius, 1997:19) propone que busquemos el origen del ensayo hispanoamericano en la época de la colonia, por lo que podemos pensar en De Orbe Novo de Pedro Mártir de Angleria o en Historia de las Indias de Francisco de Gomara. También mencionaremos la Historia de los hechos en las islas y tierra firme del mar Océano de Antonio de Herrera y Tordesillas o el mismo Hernán Cortés y sus Cartas de relación que escribió y envió a Carlos V durantes los años de 1519 a 1526; sin dejar a un lado a Gonzalo Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Toribio de Benavente y Fray Bernardino de Sahagún. La temática abordada en el ensayo hispanoamericano de la colonia refiere a la identidad nacional apenas en proceso de formación. Existe en tales ensayistas dos vertientes. Por un lado el conflicto de la otredad, sea lo español más lo indígena y, por otro lado, el asombro y lo maravilloso del nuevo mundo.

Si la mayoría de los investigadores sitúan el origen del ensayo en los Proverbios, en la obra de Platón, de Aristóteles y Alfonso X, porqué no pensar que el ensayo en Hispanoamérica se escribió mucho antes de la llegada de los europeos al continente Americano. Pensemos en los textos producidos en la cultura náhuatl, maya y quechua, cuyos textos guardan en embrión características del ensayo. Es suficiente con revisar las Exhortaciones morales (Huehuetlatolli o pláticas de los ancianos) de los antiguos mexicanos dedicados a inculcar ideas y principios morales a los ciudadanos de la cultura nahoa. Son textos ensayísticos embrionarios que se ofrecían en situaciones especiales como el nacimiento, el matrimonio, la guerra o en ceremonias de entronización o muerte de gobernantes, en tales textos está presente la apelación, la reflexión y la polémica, por ejemplo en el texto "Educación sexual al hijo" (Martínez, 1976:100):

Óyeme, por favor, hijo mío, varoncito mío, estas mis palabras; guárdalas en lo más íntimo de tu corazón, escríbelas allí. Palabras son y sentencias que nos dejaron nuestros mayores, los viejos y viejas que antes que nosotros vieron y vivieron, admiraron y consideraron las cosas de esta vida humana. Es lo que nos transmiten los Discursos de los ancianos, tradición y tesoro y reserva de su saber.

Dicen pues:

Una vida pura, un corazón que no está lacrado, ni tiene tilde ni mota, es similar a una esmeralda y a un zafiro perfectamente labrados.

La apelación directa, la invitación a la reflexión, el carácter conversacional, incluso, la referencia textual (Discursos de los ancianos) se encuentran presentes como en los ensayos de Montaigne o Bacon. Y los ejemplos son extensos, sólo por mencionar otros dos: "De la madre a la Hijas" y "A los gobernantes". Es notable que en las obras en prosa de las culturas primigenias de América el ensayo está presente y lo encontramos en el Popol Vuh o en el Chilam Balam de Chumayel de los mayas.

Si Bacon le refutó a Montaingne la autoría del término ensayo al argumentar que "La palabra es nueva, pero el contenido es antiguo" y le explicó que las Epístolas a Lucilo de Séneca son ensayos cuya fundamental característica es la meditación, si entendemos el concepto de meditar tal y como lo define el DRAE (1992), es decir, "aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo", entonces se puede indicar que el origen del ensayo hispanoamericano se encuentra en las culturas precolombinas, pero, como ulteriormente señalé, es común que los investigadores sitúen el origen del ensayo hispanoamericano en el periodo colonial.

¿Qué sucedió en esta etapa en los países hispánicos para que se diga que es el lapso de inicio del ensayo? Durante los siglos XVI y XVII la prensa alcanza su auge. Comienza la proliferación de los periódicos y la publicación de la prosa de ideas. Las posturas "personales" con respecto a los problemas filosóficos, culturales, científicos y literarios del viejo mundo son de uso común en los textos de la época, sobre todo, con esa visión de supremacía sobre los colonizados.

Es absolutamente necesario señalar que durante el siglo XVI se establecen las diferencias entre el tratado y el ensayo. El distingo es fundamental. Si en España, todavía en el siglo XIX y principios del XX, el ensayo no era más que un subgénero de la prosa, sin más importancia de destino que ese casillero polvoriento y olvidado donde se arrojan los textos inclasificables; sin embargo la diferencia es grande, en el tratado caben aquellos textos de naturaleza didáctica y científica, puramente intelectual, cuya finalidad es obtener una verdad absoluta y doctrinal, por ende el ensayo deja el vasallaje del subgénero y adquiere autonomía, pues en un principio se le confundió con el tratado porque ambos géneros incidían en lo dialógico, confusión que se prolonga hasta los siglos XVII y XVIII.

Hacia el año de 1690, en la Nueva España, las rebeliones indígenas, las enfermedades y el hambre son el tenor cotidiano, en este ambiente se publica la Carta Athenagórica de Sor Juana Inés de la Cruz, un fino alegato (polémica) donde se discuten las doctrinas de Cristo y se refuta al jesuita Antonio Vieira. Después de que su confesor le recomendara más santidad y que se dedicase a la escritura de textos religiosos Sor Juana responde con una carta, diré ensayo, donde entabla una defensa inteligente y apasionada sobre la libertad y derecho de las mujeres a expresarse.

En el siglo XVIII la producción y publicación de ensayos es abundante. Las causas de tal eclosión son la llegada de la imprenta a Hispanoamérica, en específico a México donde fue fundada por Juan Pablos en el año de 1539. Los libros impresos en México llevaban la firma editorial "En casa de Juan Cromberger", impresor español para quien trabajaba Pablos, pero a partir del 17 de enero de 1548 se funda la "Casa de Juan Pablos". El primer libro publicado en México fue La Doctrina cristina en lengua española y mexicana del Fray Pedro de Gante.

Otra de las causas de la abundante publicación de ensayos en la América Hispánica fue la difusión de las ideas libertarias francesas e inglesas. La situación histórico-social imperante es germen para los movimientos de independencia y el inicio de una nueva etapa; la desintegración e integración de nuevos países y nuevas economías, el encuentro y descubrimiento de la realidad hispanoamericana, así pues los deseos libertarios dan forma a la vida intelectual, cuyos temas frecuentes en los ensayos son la libertad y la reflexión acerca de la identidad nacional. José de Miranda (1962, 207-208) señala que "Desde la consumación de la independencia, el Ensayo se convertirá en una de las obras extranjeras más leídas, comentadas y citadas…" Podremos decir que el ensayo es el medio adecuado para la divulgación de las ideas independentistas y que la imprenta propicia su rápida difusión, sin embargo hay que indicar que no sólo se publican ensayos escritos en estas tierras, sino que también se difunden textos de Montesquieu, Richard Steele, Joseph Adisson y Benito Jerónimo Feijoo.

Si en la Colonia podemos ubicar a Fray Bartolomé de las Casas o a Sor Juana, en la Independencia los ensayistas se multiplican y la lista se vuelve enorme con autores como Juan Montalvo, José María de Hostos y José Enrique Rodó, sin dejar a un lado al pensador mexicano José Vasconcelos y su polémico texto La raza cósmica publicado en 1925. Otro ensayista importante de la transición de la Independencia al Siglo XX es José Carlos Mariátegui quien habría de publicar en la revista Colónida aquella serie de ensayos que posteriormente configurarían el libro Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana publicado en 1928.

El ensayismo del siglo XIX se transforma en el vehículo de propagación de las ideas y los ensayistas ganan una enorme cantidad de lectores. Se trata de pensadores que se distinguen de aquellos intelectuales formados en la academia, cuya actividad filosófica o literaria la desarrollan en la cátedra universitaria, en cambio estos ensayistas elaboran ideas surgidas de amplios campos de la cultura, la sociedad, el arte, la literatura, la educación, la moral, incluso la política y la economía. Es notable que durante el siglo XIX existe una confrontación ideológica entre el romanticismo e idealismo en relación con el academicismo de la ilustración, de esta oposición surgen debates constantes y, el género iniciado por Montaigne es el medio eficaz para la difusión de las nuevas ideas.

En el ocaso del siglo XIX, en pleno neoclasicismo, el ensayo designa a una gran diversidad (y heterogeneidad) de obras literarias, incluso, no literarias, por tanto representa lo mismo a textos médicos, políticos, mercantiles, científicos, estadísticos, geográficos y, por supuesto, literarios. El escritor hace suya la nueva forma y produce textos cuya actividad intelectual lo relaciona con la nueva sociedad, la nueva cultura y la nueva política, por lo que el ensayo se consagra por completo a la transmisión de ideas, en consecuencia, señala García Monsiváis (1995, 26), "el vocablo ensayo más que una designación o noción específica, circula como un intento de sugerir, de la manera como ha expuesto Umberto Eco, <<una imagen posible de [un] nuevo mundo>>." Es, mencionaremos, el modo insólito de enjuiciar las ideas anteriores y ensayar sobre lo hispanoamericano, su cultura y su pensamiento, sus ideales, su arte y filosofía, en fin, todo aquello que amolde las nuevas aspiraciones nacionales.

La actividad intelectual de la transición del siglo XIX al siglo XX provoca que el ensayo fije algunas de las características que lo distinguen como tal dentro de los géneros literarios. Si bien es cierto que desde el origen la palabra ensayo significa "poner a prueba" o "poner en práctica", durante este periodo la concepción no cambia, pero las actitudes intelectuales y de escritura sí, puesto que el hombre influido por las ideas del iluminismo y el neoclásico busca la reconstrucción de la realidad hispanoamericana, entonces los intelectuales, escritores y ensayistas sugieren que el ensayo es un género literario por lo que la antigua concepción de nominarlo subproducto de la prosa o subgénero queda en la historia.

José Corominas (citado por Souto, 1973:18) sugiere que el ensayo es un verdadero género literario cuando dice "En los tiempos modernos se aplica el vocablo a un verdadero género que comprende aquellos trabajos considerados como literarios y científicos." Las observaciones que efectúa Corominas institucionalizan al ensayo con la singular dicotomía ciencia y literatura, o diremos ciencia más literatura o literatura más ciencia, de allí que durante mucho tiempo se haya considerado al ensayo como género híbrido. Hoy, diré, se trata de una transgeneralidad (architexto, dirá Genette), en oposición a Corominas, la Retórica del siglo XIX, apunta que el ensayo no se puede clasificar ni entre los estudios de carácter didáctico ni como obra de imaginación, por lo que el género es reducido a esa subespecie de textos de divagación.

En la primera mitad del siglo XX las discusiones sobre la naturaleza literaria del género son copiosas. En 1918 José Vasconcelos habla del ensayo como una práctica constante de escritura pero denuncia que tal práctica es vista como un acto emotivo y de improvisación. El mismo fenómeno ocurrió con el ensayo europeo durante el siglo XVI y se difundió no sólo en el viejo continente sino llegó a América con iguales prejuicios, es decir, no fue visto como un género sino como un texto de vaguedad y con ausencia de sistema (García Monsiváis, 1995), lo que va en detrimento de esa expresión completa y suficiente que es el ensayo; por ende es tomado como un escrito breve donde todo cabe: el tratado, el poema filosófico, la expresión emocional de fin de semana, la prosa breve, la crónica escolar y muchas otras producciones textuales. Dos obras significativas de la primera mitad del siglo XX donde se teoriza sobre el ensayo son, por un lado Del ensayo americano de José Gaos (1945) y, la otra, Antología del pensamiento en lengua española de Medardo Vitier (1945). Vitier acota que la palabra ensayo es de uso reciente en las culturas hispánicas, mucho más reciente que en el habla inglesa o francesa y la palabra no fue empleada sino hasta el siglo XIX cuando la crítica literaria hispanoamericana la hizo suya.

El ensayismo hispanoamericano ha ido por varios caminos. Podemos establecer dos líneas diacrónicas. La primera representa al ensayo unido a lo estrictamente social. Los temas refieren a ese rencor que produjeron los actos barbáricos de España y la necesidad de la independencia. La segunda es la suma de actos de poder ideológico-religioso igualmente barbáricos de la Iglesia. De tales confrontaciones surge el concepto de la "americanidad" con ensayistas como José Martí, José Enrique Rodó o Juan Montalvo.

Si el padre del ensayo (Montaigne) delimita los temas en relación con la emoción o sentimientos del ensayista, con la opinión sobre los hechos, con la franqueza y honestidad del que escribe sin más pretensiones que ensayar las facultades intelectuales, alejadas del dogmatismo, será el ensayo hispanoamericano, de acuerdo con Carlos A. Loprete (2000), no sólo una asimilación de temas, sino una ampliación de los mismos. Ahora, según observo, en el ensayo caben el humor y la erudición, la poética y el análisis estético, la crítica literaria y el psicologismo nacional, la política y la evocación histórica, la filosofía y la crítica social.

Ya se ha señalado que el siglo XX es un siglo donde las teorías, especulaciones y ubicaciones del ensayo como género literario han surgido de manera profusa, no sólo en Hispanoamérica, sino en todas las literaturas del mundo. Antes de pasar al siguiente apartado cerraré éste con palabras de Graciela Scheines (1995, 194):

…el ensayo es como un mapa que sirve para orientar los pasos, para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos, para ver simultáneamente presente, pasado y futuro y las líneas de fuerza de la historia, los obstáculos y las encrucijadas.

Lo cierto es que el ensayo siempre ha acompañado el hacer literario del hombre, desde el Antiguo Testamento hasta las Confesiones de San Agustín. Sin olvidar a Erasmo de Rótterdam y El elogio de la locura, Descartes y el Tratado de las pasiones, a E. A. Poe y el famoso ensayo Filosofía de la composición y muchos otros nombres en la historia del género ensayístico. En Hispanoamérica los ensayistas en el siglo XX merecen un estudio por separado, sólo nombremos a José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Leopoldo Zea, Samuel Ramos, Emir Rodríguez Monegal, Octavio Paz, José Revueltas, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, José Lezama Lima y una lista interminable de ensayistas que vinieron a consolidar y a establecer las características y funciones del ensayo actual.

 

Bibliografía

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