ORGANIZACIONES, PODER Y DEMOCRACIA

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Profesor Psicología Social-Laboral, Universidad. Nacional de Colombia.
Asesor Consejería de Etica Empresarial de Ecopetrol.

 

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      Las organizaciones son hoy en día un actor fundamental en el funcionamiento de la sociedad moderna. Su papel es esencial, por lo cual es preciso estar atentos a los potenciales efectos no éticos de su gestión. El siguiente artículo presenta algunos riesgos que existen, vinculados al exceso de poder que pueden llegar a acumular algunas de ellas.

      El agudo analista organizacional Gareth Morgan (1991) ha señalado que aunque solemos imaginar a las organizaciones como empresas racionales que persiguen fines que van a satisfacer los intereses de la toda la sociedad, hay demasiada evidencia que sugiere que esta visión no siempre corresponde a la realidad. Desde los grandes proyectos de construcción de la Antigüedad, hasta la moderna corporación pública o privada, pasando por los ejércitos, las iglesias, los sindicatos, las instituciones educativas, los medios masivos de comunicación, la mediana y pequeña empresa o incluso un negocio familiar, nos encontramos con unas relaciones de poder asimétricas que, si bien se consideran indispensables como alternativa a la anarquía, pueden llegar a adquirir manifestaciones disfuncionales y riesgosas para el bienestar de sus integrantes y el de la sociedad misma.

       Morgan reconoce, sin embargo, que algunas cosas han cambiado. El reclutamiento forzoso y la esclavitud que constituían la manera más frecuente de conseguir mano de obra desde la Antigüedad hasta bien entrado el Siglo XIX, han dado paso a contratos de trabajo cobijados por garantías legales, y a ningún trabajador se le obliga a permanecer en su empresa si no lo desea. El capataz con el látigo ha sido reemplazado por supervisores y jefes que no utilizan la coacción física para obligar a sus subalternos a cumplir con sus funciones. Los empleados ya no laboran para faraones, emperadores, nobles absolutistas o terratenientes abusivos, sino para accionistas, políticos y grandes y pequeños empresarios movidos por racionalidades económicas vinculadas a la urgencia de mantenerse y crecer en mercados competitivos y globalizados.

      Pese a los cambios, sin embargo, se observa en todo tipo de relación organizacional un factor constante: la presencia de procesos jerárquicos o de relaciones de autoridad formal entre actores que manejan "cantidades" diferentes de autoridad. Este hecho, "natural" en el funcionamiento de cualquier organización, adquiere connotaciones preocupantes cuando pasa a los terrenos de la concentración de poder, fenómeno que se presenta en dos variantes, una intra-organizacional y otra inter-organizacional, como veremos a continuación.

     Para el sociólogo Max Weber (1968), la sociedad moderna está amenazada por el creciente fenómeno de la concentración del poder dentro de las organizaciones. Uno de sus discípulos, el sociólogo francés Robert Michels (1949), advirtió que las modernas organizaciones tanto privadas como estatales tienden a quedar bajo el control de reducidos pero muy poderosos grupos políticos o financieros. Según la visión de Michels, aunque los líderes sean elegidos democráticamente con la mejor de las intenciones de uno y otro lado, se observa una tendencia a integrarse a élites que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y por defender sus posiciones, a toda costa.

      El otro proceso desestabilizador de la democracia, incompatible, además, con una ideología de libre mercado, es la tendencia a la concentración económica como medio de acelerar la acumulación de capital y de controlar o suprimir las "amenazas" de la competitividad, tendencia que produce estructuras oligopólicas o monopólicas en las cuales unas pocas y poderosas organizaciones dominan el mercado, impidiendo el acceso al mismo de otras más pequeñas e imponiendo condiciones políticas y económicas en las regiones y países en donde operan, convirtiéndose en no pocas ocasiones en verdaderas potencias. En el sector petrolero, por ejemplo, los ingresos de algunas multinacionales superan el Producto Interno Bruto de naciones como Austria, Argentina, Corea y Venezuela. En muchos países, los grandes conglomerados económicos controlan una porción significativa del PIB nacional. En Colombia, por ejemplo los sectores de las gaseosas, las cervezas, los medios de comunicación y la intermediación financiera, muestran una clara estructura oligopólica que dificultan la libre competencia y aceleran preocupantes procesos de concentración del ingreso.

      El poder y el uso racional de la autoridad son factores necesarios para que las organizaciones funcionen, pero su excesiva concentración puede conducir a formas de totalitarismo inimaginadas, razón por la cual es urgente hacer cada vez más énfasis en la responsabilidad social integral como imperativo ético de empresas e instituciones económicas, alejándolas de la idea de que solamente la rentabilidad financiera y la productividad material son el objetivo central. De la asimilación de esta idea dependerá que las empresas del siglo XXI contribuyan, en vez de obstaculizar, al fortalecimiento de la democracia real como sistema de organización política prevaleciente, capaz de generar bienestar, equidad y paz social.

 

Referencias

      Michels, R. Political parties. New York: Free Press, 1949

      Morgan, G. Imágenes de la organización. México: Alfaomega, 1991

      Weber, M. Economy and Society. New York: Bedminster, 1968

 

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