ORDEN, DESORDEN, COMPLEJIDAD

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Morín Edgar,
“Orden, desorden, complejidad”, ponencia en el Symposium Internacional “Disorder and Order”,

Universidad de Stanford (California), 14-156 agosto 1981, e incluída en Morín E, “Ciencia con conciencia”, Anthropos, Editorial del Hombre.

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La observación de la realidad se da en tres momentos: primero observamos desorden (una multitud de estrellas); segundo, observamos un orden tras ese desorden (cada planeta cumple una trayectoria estable); y tercero contemplamos al mismo tiempo orden y desorden (vemos un universo que se organiza y que al mismo tiempo se desintegra). Los mismos tres momentos pueden observarse en los seres vivos y en la historia humana.

Resulta imposible, tanto en el conocimiento del mundo natural como en el del mundo histórico y social, reducir nuestra visión solamente al orden o solamente al desorden.

Es preciso concebir un cuarto momento, una nueva visión sobre nuestra propia visión del mundo, o sea, tenemos que concebir la forma en que concebimos el orden o el desorden, y considerarnos a nosotros mismos considerando el mundo, o sea, incluírnos en nuesta visión del mundo. En tal sentido debe diferenciarse orden de determinismo, y desorden de azar.

Comencemos entonces considerando como concebimos el orden. Antiguamente el orden tenía el aspecto de una ley anónima, impersonal que regía el universo, y donde había determinismo y determinación (o constreñimiento). Sin embargo la idea de orden es más amplia, pues incluye también la idea de constancia, regularidad, repetición, estructura, con lo cual el orden se ha complejizado: hay diversos tipos de orden (viviente, inanimado, etc.)

Con la noción de estructura, la idea de orden requiere de otra idea: la de organización, pues se puede concebir el orden singular de un sistema como la estructura que lo organiza. Sin embargo, no se puede reducir la organización al orden, aunque la organización produzca ese orden. Ello es así porque las organizaciones producen orden pero al mismo tiempo, son coproducidas por los principios de orden. Ello vale para cualquier tipo de organización: atómica, viviente, etc.

Esta idea enriquecida de orden requiere confrontarla con la idea de desorden. En suma hasta aquí, la idea enriquecida de orden, puesto que no puede expulsar el desorden, y puesto que requiere la idea de interacción (estructura) y de organización, es más rica que idea de determinismo. Pero al enriquecerse también la idea de orden se ha relativizado y complejizado.

Respecto de la idea de desorden, vemos que también es mucho más rica, en este caso que la idea de azar, aunque siempre la comporte o incluya. Incluso la idea de desorden es más rica que la de orden porque abarca dos polos: uno objetivo (las irregularidades e inestabilidades que vemos en la realidad) y otro subjetivo (la imposibilidad de hacer predicciones exactas).

El desorden es algo más que el simple azar, porque es a partir del desorden que se va a generar el orden y la organización, y es aquello que también amenaza con desorganizarla ya sea por factores externos (accidente destructor) o por factores internos (aumento de la entropía).

Así, la idea de desorden requiere la idea de organización, e incluso la idea de un entorno con caracteres aleatorios.

Respecto de la incertidumbre, no se puede saber si ella procede de la incapacidad del hombre para predecir hechos, o si procede del hecho de que la misma realidad es impredecible por ser en buena parte azarosa. El azar abre así el problema del espíritu ante la realidad y ante su propia realidad, e introduce la relación del observador con la realidad (cuando el viejo determinismo excluía ambas cosas).

Si el determinismo tuvo tanto éxito fue porque la ciencia clásica puso la indeterminación y la contingencia en el sujeto, y lo excluyó de la ciencia: tal vez fuera una necesidad subjetiva presente en determinado momento del desarrollo científico.

Tanto un mundo determinista como uno totalmente aleatorio excluyen al espíritu humano que los observa, del cual sin embargo no podemos prescindir. Habrá entonces que mezclar ambos mundos para poder comenzar a entender la realidad. Debemos aprender a pensar juntos el orden y el desorden por cuanto ambos pueden ser dos caras de un mismo fenómeno: la explosión de estrellas está determinada físicamente (orden) pero al mismo tiempo es un accidente, una desintegración, un desorden.

Para incluír juntos el orden y el desorden necesitamos relacionarlos con otros dos conceptos, formando el siguiente tetragrama, relaciones que nos permitirán comprender el universo: 

 

Orden

 

Desorden

 

Interacción

 

Organización

 

 

El esquema nos permite concebir que el orden del universo se autoproduce al mismo tiempo que se autoproduce este universo a partir de las interacciones físicas que producen organización, pero también desorden. Nos permite concebir la  morfogénesis (surgimiento de lo ordenado a partir del desorden) pero también las transformaciones, complejizaciones, desarrollos, destrucciones, decadencias. El tetragrama no es una fórmula mágica sino un esquema que permite entender las transformaciones del universo sin renunciar a la idea de su complejidad. No aclara, por ejemplo, el misterio del orden y el desorden.

También se requiere una dialógica entre organización y entorno, objeto y sujeto, ya que es preciso reconocer que el campo real del conocimiento no es el objeto puro, el mundo, sino la comunidad nosotros-mundo. Nuestro mundo real es el de un universo que jamás podrá eliminar el desorden y del cual jamás podrá eliminarse a sí mísmo.

Por tanto: 1) de la dialógica entre orden y desorden surge que el conocimiento debe intentar negociar con la incertidumbre, 2) el trabajo con la incertidumbre es una incitación a la racionalidad: un universo con solo orden no sería racional sino racionalizado, y 3) el trabajo con la incertidumbre incita al pensamiento complejo: la incomprensibilidad del mismo tetragrama nos muestra que jamás habrá una fórmula clave mágica que rija el universo.

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