LA DEMOCRACIA Y LA VIOLENCIA

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John King

Traducción: Marianela Santoveña
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A diez años del fallecimiento del escritor mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990, anticipamos un capítulo del nuevo libro del investigador norteamericano John King sobre el papel que la revista Plural tuvo en la política cultural de América latina. Paz abrió las páginas de esa publicación, con ejemplar amplitud, a intelectuales de la jerarquía de Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis para que debatieran temas candentes de los años setenta


El 30 de noviembre de 1971 Octavio Paz le escribió una carta a Tomás Segovia en la que comenta un artículo que recién había leído en
The New York Times sobre el enfrentamiento entre el gobierno y los grupos guerrilleros en México. Durante los primeros meses del gobierno de Echeverría, la así llamada "apertura democrática" fue puesta a prueba por grupos que consideraban la resistencia armada como la respuesta más adecuada a la represión gubernamental tras 1968. En este mismo período grupos parecidos comenzaron a surgir en toda América latina, sobre todo en la Argentina, en Uruguay y en los sectores radicales del gobierno de la Unidad Popular en Chile. La carta de Paz a Segovia nos ayuda a entender su pensamiento político en aquel tiempo.

Después de preguntarse quién sería la persona idónea para escribir un artículo en torno a esa violencia -y sin que se le ocurra aún nombre alguno-, Paz esbozaba las líneas generales de dicho texto. Vale la pena analizar con detalle ese párrafo revelador. Paz escribía que, en aquel momento, la situación política en México no estaba centrada en la democratización sino en la confrontación física. Los diversos grupos no hablaban entre sí; intercambiaban golpes. Paz sentía que la "ideología" de los grupos guerrilleros era una de las causas de la intensificación de la violencia. Para él, tal como lo sostuvo en
Posdata , las ideas que sostenían la guerra de guerrillas eran falsas e inoperantes, como lo había demostrado con cruel minuciosidad la historia reciente de América latina. En términos de táctica, le sorprendía que los grupos guerrilleros en México aún se aferraran a una ideología que rechazaba la acción política legal al tiempo que la tendencia en el resto del subcontinente era trabajar por el cambio a través de instituciones democráticas, como podía verse en Uruguay y Chile. Incluso Fidel Castro, en su reciente visita a Chile, parecía admitir que el camino chileno al socialismo era viable. Sin embargo, en México, según Paz, era el gobierno el que debía asumir la mayor responsabilidad por la violencia: era el gobierno el que apresaba gente por razones políticas y negaba la existencia de prisioneros políticos, mientras que simultáneamente trataba de apaciguar la actividad guerrillera recurriendo a la violencia. Paz lamentaba el uso exclusivo de la acción violenta, ya que -aun cuando pudiera tener cierto éxito aparente en el corto plazo- nunca sería efectivo a menos que contara con el apoyo popular, o a menos que el orden predominante estuviese a punto de colapsar internamente, como fue el caso en la Cuba de Batista. Para Paz, ninguna de estas opciones se vislumbraba en el horizonte mexicano. Así las cosas, temía que la "primavera política mexicana", que se había iniciado un año antes, estuviera a punto de terminar. Las puertas podrían estar abiertas para un golpe militar o, al menos, para una mayor influencia militar sobre el gobierno. La alternativa, para él, estaba clara: o la "violencia" o la "democratización". ¿Y entonces, pregunta a Segovia, quién podría escribir este artículo? La respuesta era, por supuesto, Paz mismo.

Paz abordó el tema de la violencia política en una serie de artículos publicada en
Plural a lo largo de junio y julio de 1973 y agosto de 1974. Sin duda, después de Tlatelolco y Posdata , escribió cada vez más sobre asuntos políticos contemporáneos, y Plural le ofreció un foro para esas deliberaciones. Más adelante, Paz reuniría la mayor parte de esos ensayos en El ogro filantrópico , publicado en 1978. Podemos dividir los intereses de Paz en cuatro temas principales: la relación entre el escritor y el Estado -ese "ogro filantrópico", como definiría al Estado en un célebre artículo publicado en Vuelta en agosto de 1978-; una preocupación más amplia sobre el desarrollo y el legado de la Revolución mexicana; comentarios sobre los acontecimientos internacionales más relevantes de la época, como el golpe de Estado en Chile; y un interés permanente por exponer la naturaleza de las violaciones a los derechos humanos en la Unión Soviética, en particular en el gulag.

La nueva presidencia de Echeverría, al parecer, presentaba rasgos del ogro y también del filántropo. El ogro podía aparecer bajo distintas formas, entre las cuales la más brutal y también la más simbólica fue la matanza de Jueves de Corpus (1971); había allí una repetición de Tlatelolco, y se trataba del mismo ogro, aunque vestido esta vez con guayaberas y hablando de alianzas en el Tercer Mundo. Y la filantropía también estaba ahí, en exceso: Echeverría se mostró generoso al dotar de dinero a diferentes proyectos culturales y educativos; se rodeó de jóvenes universitarios tecnócratas -que llegaron a ser conocidos como la "efebocracia"- y se ocupó en la promoción de diversas iniciativas en las esferas intelectual y cultural. Durante su régimen se liberó a varios prisioneros políticos que estaban todavía encarcelados tras la represión de Tlatelolco. Echeverría abarcó también la escena internacional pretendiendo que México se convirtiera en líder de los debates en el Tercer Mundo y reestableció relaciones diplomáticas con Cuba pese a la fuerte oposición de Estados Unidos. [...]

El debate sobre el nuevo presidente y sobre la responsabilidad de los escritores se convirtió en un tema central desde los primeros ejemplares de
Plural . Hacia mediados de 1972, dos de las figuras intelectuales más respetadas de México, Fernando Benítez y Carlos Fuentes, dieron su apoyo incondicional a Echeverría. En un libro de comentario político, Tiempo mexicano , publicado en 1971, Fuentes afirmó que Echeverría estaba adoptando, en apariencia, políticas más progresistas que las de su predecesor y expresó su temor de que México pudiera ser sometido a una dictadura "fascista". Poco después Fuentes declararía que dejar a Echeverría aislado sería un "crimen histórico". Esta frase, pronunciada ante un periodista neoyorquino en el momento en que Echeverría visitaba Estados Unidos (y sorprendía a varios liberales estadounidenses en una reunión que sostuvo con intelectuales durante su viaje), ocasionó un gran alboroto, como lo señaló una breve nota en Plural (núm. 10, julio de 1972). La nota, evidentemente escrita por Paz, sostenía que el tema era demasiado importante como para tratarlo de forma apresurada y señalaba que Fuentes pronto aclararía su posición en uno o más artículos que se publicarían en Plural . El columnista sostenía que a Plural le enorgullecía dar cabida a un foro abierto de intercambio de ideas.

Efectivamente, un mes más tarde Fuentes justificó su posición en un artículo extenso y de primer orden en
Plural , bajo el título "Opciones críticas en el verano de nuestro descontento". Allí intentó aclarar su postura: "Dejar aislado al actual Presidente de la República significa, para mí, abstenerse de una participación crítica en nuestra vida pública". Fuentes comienza esbozando una imagen panorámica de la crisis del desarrollo capitalista en México y del costo social inaceptable que es la pobreza y la ausencia de redistribución de ingresos. Sostiene que debe hallarse una suerte de solución socialista a medio camino entre el complejo industrial-militar de Estados Unidos y la autocracia burocrática de la Unión Soviética, o bien, una solución ajena a esos términos, aunque en ambos países Fuentes ve indicios de cambio en términos del impulso democrático de sus pobladores, como sucede con los "nuevos estilos de vida" en Estados Unidos, por ejemplo, donde la gente está "amando, escribiendo, pintando, cantando, filmando, reclamando el derecho del negro, de la mujer, del chicano, y organizándose políticamente para lograr sus objetivos." [...]

En el siguiente número de la revista, Gabriel Zaid escribió, en su típico estilo clínico y mordaz, una "carta abierta" a Fuentes, una refutación directa de sus argumentos. Zaid afirmaba que lo más importante en el México de ese momento era que la vida pública fuera realmente pública. Para dar una imagen de la política mexicana, recurría a la imagen de la
tenebra , un turbio espacio privado en penumbras donde se lleva a cabo la mayor parte de la vida pública. El papel del escritor era luchar contra la tenebra para alcanzar la claridad. Zaid sostenía que Fuentes se equivocaba en esta tarea, pues utilizaba su prestigio internacional para reforzar el Poder Ejecutivo y no la independencia respecto del Ejecutivo. [...]

Un mes más tarde
Plural dio cabida a una discusión titulada "México 1972: los escritores y la política" (núm. 13, octubre de 1972). En su intervención, el escritor José Emilio Pacheco escribió que la actitud de apoyo al presidente por parte de Benítez y Fuentes había consternado a escritores e intelectuales. Para Pacheco, "el apoyo, todo lo condicionado y crítico que se quiera, de algunos de nuestros mejores amigos y compañeros al régimen de Echeverría ha provocado una crisis en las relaciones de todos los escritores mexicanos con un sector muy importante de su público", en particular con los estudiantes, quienes habían sufrido las agresiones de 1968 y 1971. Mucha gente -continúa Pacheco- había pensado que la postura moral de Paz ante la masacre se convertiría en un proyecto político, y cuando esto no sucedió, se preparó la escena para la crisis actual, exacerbada por los escritores que entraron en diálogo con el presidente creyendo que finalmente habían logrado acceder al poder y que serían escuchados, en lugar de escribir en el vacío. El resultado, según Pacheco, era que los lectores se habían vuelto contra los escritores: "Las consecuencias prácticas de este diálogo se traducen en una ofensiva contra el grupo que dominó las letras mexicanas en la pasada década, una ofensiva que no proviene del poder sino de una porción significativa de los lectores que han hecho su prestigio". [...]

El grupo conformado por Paz para discutir la cuestión del escritor y la política -Paz mismo, Gabriel Zaid, Jaime García Terrés, Luis Villoro, Tomás Segovia, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Juan García Ponce y Carlos Fuentes- tenía puntos en común, pero también zonas de divergencia. La mayoría concordaba explícitamente con la frase inicial de Paz, que parafraseaba a Marx: "Por los aires de México corre un secreto a voces: el sistema político que desde hace más de cuarenta años nos rige está en quiebra". Casi todos expresaban el mismo deseo de Paz, impreso en cursivas, de una solución a la crisis:
"La solución consiste en el nacimiento de un movimiento popular independiente y democrático que agrupe a todos los oprimidos y disidentes de México en un programa mínimo común" , una forma de socialismo democrático. Paz no abundaba, sin embargo, en cómo podía emerger dicho movimiento; se concentraba en el papel del escritor en el campo de la política.

Paz afirmaba, de nuevo en cursivas, que existía una diferencia entre ser un ciudadano y un escritor. Como escritor,
"mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. Contra el poder y sus abusos, contra la seducción de la autoridad, contra la fascinación de la ortodoxia. Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias" . Esta postura, sostenida en cada caso con sutileza, fue compartida en buena medida por Zaid, García Terrés, Segovia y García Ponce: para ellos la principal responsabilidad del escritor era mantener la independencia de pensamiento. En palabras de Zaid, "se diría que Cosío Villegas fue más sabio que ´los siete sabios al concentrarse en empresas culturales. Todas demuestran fe en los medios propios de la vida intelectual: la imaginación, la investigación, la fundamentación, la crítica, la comunicación pública". En este sentido, según Zaid, el Fondo de Cultura Económica había hecho más para democratizar el país que el Partido Popular Socialista y el pan, y por el momento Excélsior era una fuerza democratizadora más contundente que todos los partidos políticos juntos. [...]

Aunque Pacheco y Monsiváis coincidían con la afirmación de Paz según la cual el escritor no debía comprometerse directamente con el Estado y debía trabajar dentro del terreno de las ideas y el intelecto, ambos pensaban que esas mismas ideas podían ser "transformadoras" dentro de la arena pública. Como escribió Pacheco: "A pesar de sus terribles limitaciones, nuestro oficio tiene una dignidad y una importancia social porque se maneja con las palabras y solo mediante el empleo exacto de las palabras podemos aspirar a entendernos y a entender el mundo. Y entender el mundo engendra de inmediato la voluntad de transformarlo". Monsiváis también sostenía que su trabajo como escritor y periodista consistía en respaldar el "impulso democrático" de movimientos como el estudiantil y el de los grupos campesinos independientes. Veía aquel gobierno como la "sucursal más reciente de la primera Gran Tienda de Auge del Capitalismo Nacional", esto es, la revolución mexicana institucionalizada, en la que la "apertura democrática" era la promoción más novedosa del otoño.

De esta manera, los límites del debate quedaron claramente establecidos y, como señala Jaime Sánchez Susarrey en
El debate político e intelectual en México , Monsiváis ya había comenzado a fijar una postura más explícita en contra de los intelectuales "liberales" en las páginas de La Cultura en México. Un número especial de dicho suplemento incluyó artículos escritos por Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Héctor Manjarrez y Carlos Pereyra, todos los cuales articulaban la perspectiva gramsciana del intelectual "orgánico" con miras a respaldar la lucha popular contra la dependencia y el subdesarrollo. Paz sentía que había cierto desdén hacia su persona en este conjunto de artículos y recurrió al espacio de "Letras, letrillas, letrones" en Plural para burlarse de sus críticos, a quienes acusó de producir una mezcolanza de ideas caducas digna de Zhdánov o del movimiento falangista. En una chanza memorable, Paz dice de Aguilar Camín y Enrique Krauze -que más tarde sería un colega cercano-, quienes escribieron en conjunto un artículo en La Cultura en México, que eran "siameses intelectuales" y tenían "un medio cerebro en dos cuerpos". Para Paz (aun cuando el artículo no esté firmado) estos columnistas no eran trabajadores ni campesinos ni guerrilleros: "son jóvenes burgueses que escriben en un semanario cultural -con muchas citas y poca sintaxis, es verdad, pero con cierta libertad". Paz volvería a atacar en el siguiente número ("Otro coscorrón", Plural , núm. 12, septiembre de 1972). Este intercambio mostraba una clara falla dentro de la esfera intelectual, una fisura que crecería a medida que la revista hiciera más explícitos sus objetivos.

Plural demostró ser relativamente "pluralista" en el debate sobre la política y el poder y evitó abogar por cualquier punto de vista particular, aunque conforme pasaron los meses y la revista adquirió una forma más estable, asumió una postura que cuestionaba la política del gobierno y del presidente mismo. Durante algún tiempo Carlos Fuentes continuó siendo una figura central de la revista, independientemente de su postura a favor del gobierno.

De hecho, Paz defendió abiertamente a Fuentes cuando fue admitido en el Colegio Nacional: el discurso inaugural de Fuentes fue publicado en el número 14 de
Plural , un mes después del debate sobre los escritores y la política. En su introducción a este texto, Paz ampliaba una metáfora desarrollada en Posdata , la "crítica de la pirámide", y describía a México como un país de caníbales que ansían carne humana y en donde los críticos están siempre afilando y hundiendo sus cuchillos: "Salvo unas cuantas excepciones, no tenemos críticos sino sacrificadores. [...] Las bandas literarias celebran periódicamente festines rituales durante los cuales devoran metafóricamente a sus enemigos. Generalmente esos enemigos son los amigos y los ídolos de ayer". Sin duda, Paz se incluía a sí mismo como uno de esos "ídolos" profanados en dichas ceremonias cuasi religiosas de destrucción. [...]

Los ensayos de Paz abarcaban lo mismo temas históricos generales que asuntos políticos específicos. En el número de febrero de 1972 publicó una carta a Adolfo Gilly, activista político encarcelado (había sido apresado en 1966 por su participación en los movimientos guerrilleros de Guatemala): una extensa crítica a
La Revolución interrumpida , su libro recién publicado. En la carta, Paz expresaba sus ideas generales sobre el futuro de México: la necesidad de volver a la tradición de Cárdenas y la de consolidar las "tres grandes conquistas -todavía vivas, aunque desfiguradas- de la Revolución mexicana: el ejido, las empresas públicas descentralizadas y los sindicatos obreros".

Paz concordaba con Gilly en que una "gran alianza popular" era necesaria y aún "posible". La cuestión era cerrar el abismo entre los dos Méxicos, el desarrollado y el subdesarrollado, a través de medios políticos pacíficos, no violentos: "la violencia terrorista no es un lenguaje sino un grito". Era necesario, según Paz, analizar y reformar el poder del "Partido" y de la burocracia política. La disyuntiva era: una "alianza popular independiente o la violencia autoritaria". Paz esgrimiría los mismos argumentos en una mesa redonda celebrada en Harvard el 15 de noviembre de 1971, intervención traducida y publicada en el siguiente número de
Plural , en marzo de 1972. Una vez más sostenía que "la meta inmediata sigue siendo la democratización". La forma de alcanzarla era, de acuerdo con él, un movimiento popular independiente, antes que la transformación desde el interior del gobierno y el partido. No queda claro en estos textos cómo podría consolidarse ese movimiento popular en la situación política del momento, aunque Paz a veces mencionaba con aprobación la coalición política que Demetrio Vallejo y Heberto Castillo estaban intentando formar.

Paz, como se dijo antes, vigiló de cerca las manifestaciones de la violencia política. En el primero de sus artículos sobre el tema ("Entre Viriato y Fantomas", publicado en la sección "Letras, letrillas, letrones"), Paz abordó tres de sus preocupaciones más constantes: la inutilidad y el peligro de la injustificable violencia guerrillera; la necesidad de que el Estado dejara de intervenir con mano dura en las universidades y la pobreza general del sistema universitario. Los tres eran problemas interrelacionados para Paz: dada la ausencia general de "imaginación política", las universidades habían perdido de vista los principios democráticos de 1968 y coqueteaban con el "blanquismo guevarista". Las universidades proporcionaban una justificación intelectual a los estudiantes e intelectuales de la clase media para organizar secuestros y otros actos de violencia guerrillera que los conducirían, finalmente, al aislamiento y la derrota. Tales acciones también provocarían que el Estado estuviera predispuesto a actuar con violencia represiva y se alejara del sendero deseado de "autocrítica y liberación: la crítica de la violencia antigubernamental es la mitad de la historia. La otra mitad es una crítica de la violencia gubernamental".
 

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