IMRE LAKATOS, LA VERSIÓN SOFISTICADA DEL FALSACIONISMO METODOLÓGICO

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Diego Fernando Jaramillo Patiño

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« ...el ofrecer una interpretación severamente refutable
de una versión en crecimiento de un programa constituye
una peligrosa crueldad metodológica.»

Imre Lakatos, MPIC, p. 88

 

La filosofía de la ciencia en el siglo XX se ha constituido en una actividad profesional cuya principal preocupación ha sido el problema del cambio científico. Inherente a este problema se encuentra el no menos importante problema de la evaluación de teorías científicas. ¿Hay algo así como un cambio científico? ¿existe progreso en la ciencia? En caso tal, ¿es susceptible de una teoría de la racionalidad científica?

Tres tradiciones de pensamiento pueden identificarse dentro de la actual filosofía de la ciencia las cuales ofrecen diversas respuestas a estas preguntas. El Escepticismo, que concibe las teorías científicas como una más de las muchas creencias, tradiciones e ideologías que conforman el ámbito de la cultura. Para este escepticismo, manifiesto en la forma de un «relativismo cultural», la ciencia no posée una preminencia epistemológica sobre las otras creencias culturales; si lo hace, es sólo por la fuerza de su influjo ideológico. De todas maneras, aunque es factible reconocer cambios al interior de los distintos sistemas de creencias, no hay nada como un progreso. El escepticismo rechaza, no sólo la posibilidad de dar solución al problema de la evaluación de las teorías científicas, sino que, ante todo, lo considera un problema inútil, al menos en tanto que problema central para una sociedad libre. El más sobresaliente defensor de esta tesis es, hoy en día, Paul K. Feyerabend.

Otra tradición de pensamiento filosófico-científico la constituyen aquellos filósofos de corte racionalista que se resisten a concebir la ciencia como una actividad corriente y cuya preocupación fundamental consiste en elaborar un criterio de carácter universal, y con ello racional y necesario, con base en el cual sea factible, en efecto, una evaluación racional de las teorías científicas tal que nos permita reconstruír así mismo la historia de la ciencia mostrándonos su naturaleza progresiva. A tal tradición, cuya confianza en la racionalidad de la dinámica científica ha impulsado a formular desde el colapso del pensamiento justificacionista, una después de otra, las diversas teorías de la racionalidad científica, podemos denominarla como "Demarcacionismo". En esta tradición podemos ubicar los pensamientos de Popper y de Lakatos.

Por último, la tercera tradición de pensamiento filosófico-científico es el llamado ‘Elitismo’. A la luz de esta doctrina, es evidente que la ciencia es una actividad susceptible de progreso. En consecuencia, no niega el que sea posible distinguir entre lo científico y lo no-científico. No obstante la admisión de la índole progresiva de la ciencia, los elitistas -Kuhn, en especial- niegan la existencia de cualquier normatividad  (legalidad) que pudiese servir al propósito de evaluar bien el progreso, bien el retroceso de alguna teoría científica, de algún paradigma. Los elitistas lo son, precisamente, porque someten todo juicio acerca de la ciencia al arbitrio de cerradas comunidades científicas y académicas, rechazando la jurisprudencia de la lógica de la investigación y sofocando todo conato de interferencia que pudiese provenir de los legos, esdecir, en términos del mencionado escepticismo, de una sociedad que aspira a extender sus estándares democráticos a la investigación, y mejor, al «descubrimiento». (*)

 

Este trabajo se limita al ‘demarcacionismo’. Por tanto, hace sólo referencia a Popper y a Lakatos. No obstante, y sin entrar en detalles, es preciso anotar que éste supone el debate entre Popper y Kuhn en torno a la racionalidad o la irracionalidad del cambio científico. Lakatos afirma la voluntad popperiana de vencer el irracionalismo y se ocupa en mostrar que una lectura más cuidada de la obra de Popper, conduce inexorablemente a avanzar respecto del falsacionismo en una dirección que, por ningún motivo, arriba al más mínimo irracionalismo, sino que, todo lo contrario, permite elaborar criterios más sofisticados para aceptar y rechazar racionalmente aquello que hemos decidido considerar como «científico».

En primer lugar, haremos referencia al falsacionismo metodológico, el cual, luego de ubicarlo problemáticamente con respecto al ‘naturalismo’, trataremos en sus dos vertientes principales, a saber: el falsacionismo ingenuo y el sofisticado.

 

El falsacionismo metodológico:

El derrumbamiento del «justificacionismo» significó, para la filosofía de la ciencia, una vuelta al escepticismo. Si la ciencia teórica era «indefinible a base de términos observacionales y no susceptible de prueba a base de enunciados observacionales» (1), entonces, la ciencia teórica no era más que «sofistería e ilusión» y, por ende, el conocimiento científico era una empresa imposible e inútil. No obstante, tan severa conclusión fue de inmediato rechazada por los así llamados neojustificacionistas, quienes respondieron a los escépticos elaborando la teoría probabilista de la ciencia. Si bien era verdad que ninguna teoría científica podía ser probada, era igualmente verdad que las teorías tenían un grado de probabilidad. Pero muy pronto resultó que, dado el número infinito de casos posibles respecto del número en extremo limitado de casos reales, la probabilidad de toda teoría era cero.

En este estado de cosas, hace aparición el llamado «falsacionismo dogmático  (o naturalista)».

«El falsacionismo dogmático admite la falibilidad de todas las teorías científicas sin cualificaciones, pero retiene una clase de base empírica infalible. Es estrictamente empirista sin ser inductivista; niega que la certeza de la base empírica pueda se transmitida a las teorias» (2).

 

Así, el falsacionismo dogmático aceptando que ninguna teoría científica es justificable, pues todas son por igual indemostrables e improbables, afirma que todas ellas son ‘conjeturales’ y que si bien no se puede demostrar su verdad, si se puede demostrar su falsedad mediante una base empírica infalible. No obstante, los supuestos sobre los que se asienta y su criterio de demarcación, hacen del falsacionismo dogmático una respuesta insostenible. En primer lugar, porque, como lo vió Popper, toda observación involucra expectativas; en segundo lugar, porque de ninguna proposición fáctica es posible establecer su valor de verdad de manera concluyente, pues si toda observación involucra una cierta «teoría observacional» no es difícil ver el que toda proposición científica es teórica y por tanto irremediablemente falible; por último, el criterio de demarcación del falsacionismo dogmático, según el cual: «sólo son «científicas» las teorías que excluyen ciertos acontecimientos observables y que, por ello, pueden ser refutadas por los hechos.» (3), parece no tener en cuenta que precisamente las teorías tenidas por científicas no prohíben, en verdad, ningún hecho, ningún acontecimiento observable. Aquellas teorías que prohíben un determinado fenómeno observable, lo hacen sólo a condición de que sobre él no influya ningún factor desconocido. Pero estas teorías no son sino teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus, siendo su forma lógica la de una conjunción entre un enunciado fáctico y un enunciado universal de no-existencia: «en tales casos lo que puede ser refutado es una teoría científica con esta cláusula» (4). De esta manera, el falsacionismo dogmático que sólo aceptaba teorías refutables mediante un número finito de observaciones, tendría que eliminar de la ciencia toda teoría probabilista así como toda teoría que incluyera una cláusula ceteris-paribus. Así pues, el resultado del falsacionismo dogmático no es el menos desalentador:

"No sólo son las teorías científicas igualmente incapaces de ser probadas e igualmente improbables, sino que también son igualmente irrefutables".  (5)

 

En esta situación, en la cual no sólo se ha derrumbado el «justificacionismo» sino también el «falsacionismo dogmático», el falibilismo parece entronizarse y la vía del escepticismo  (el irracionalismo o el «relativismo cultural») parece ser la única posible.

Pero, entonces, ¿es posible elaborar una teoría alternativa de la racionalidad científica? o, ¿concederemos al irracionalismo su triunfo?. El falsacionismo metodológico habrá de constituirse en una teoría alternativa de la racionalidad científica. Veremos las dos variantes del falsacionismo metodológico, cada una a su vez.

 

1. El Falsacionismo Metodológico Ingenuo

El falsacionismo dogmático se hunde precisamente por su carácter «naturalista», el cual no le permite, en realidad, superar el empirismo psicologista heredado de Hume puesto que, en el fondo, no representa una nueva y atrevida concepción de la «observación». Al igual que el «justificacionismo», el falsacionismo dogmático presume la objetividad intachable de la experiencia: sabemos de manera fiable el valor de verdad de un enunciado fáctico por la experiencia. En este sentido, el falsacionismo dogmático no es sino una especie de «justificacionismo negativo»: no se puede probar la verdad de una teoría, pero si se puede probar su falsedad.

El verdadero avance sobre el «justificacionismo», es decir, la teoría de la racionalidad científica que, en efecto, se opone significativamente al escepticismo es el falsacionismo metodológico.

Basta una consideración menos extrema y, por ende, menos estrecha de la observación para mostrar la inconveniencia de cifrar la base empírica (6) en un conjunto de enunciados observacionales, verdaderos por experiencia, «a partir [del] cual la falsedad probada puede transmitirse, por medio de la lógica deductiva, a la teoría objeto de contrastación.» (7)

El verdadero avance sobre el «justificacionismo», es decir, la teoría de la racionalidad científica que, en efecto, se opone significativamente al escepticismo es el falsacionismo metodológico.

El falsacionismo metodológico renuncia a toda pretensión naturalista del carácter empírico de la ciencia natural. En su lugar, intenta resolver los problemas de una teoría de la racionalidad científica desde la arena metodológica. Según lo que precede, no es en primera instancia la confirmación experimental ni la refutación experimental -en el sentido en el cual lo experimental significa una suerte de confesión pulcra de la naturaleza ante nuestras preguntas-, aquello que decide en una evaluación cualquiera de una teoría científica. En realidad, postula el falsacionista metodológico, la evaluación de las teorías depende, no del carácter empírico de lo natural, sino de su ineludible carácter convencional. En realidad, la base empírica así como el criterio de demarcación, no son más que el producto de nuestras «decisiones metodológicas».

El falsacionismo metodológico ingenuo supera las falencias del falsacionismo dogmático, mediante una serie de decisiones de orden metodológico y no ontológico, que permiten construír una «base empírica» intersubjetiva y adoptar un criterio de demarcación que sea capaz de incluir en el rango de la cientificidad teorías que para el dogmatismo falsacionista eran inaceptables -en verdad, no asimilables- por carecer de base empírica, tales como las teorías probabilísticas y las teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus.

El falsacionismo metodológico ingenuo construye su «base empírica» por medio de dos decisiones metodológicas. En primer lugar, considerando que un enunciado básico no es nunca una proposición fáctica psicologísticamente decidible, selecciona metodológicamente los enunciados básicos aceptados. El criterio de selección y aceptabilidad viene dado por la existencia de una técnica experimental que garantiza la replica. En segundo lugar, a sabiendas de que no hay observación sin expectativas, el falsacionista metodológico debe adoptar una segunda decisión que le permita separar la teoría que está siendo sometida a contrastación del conocimiento fundamental no problemático, constituido por el conjunto de enunciados básicos aceptados y por la «teoría observacional» en uso. Estas dos primeras decisiones metodológicas superan los impedimentos que para una teoría de la racionalidad científica comportan los dos supuestos del falsacionismo dogmático a la hora de instaurar una «base empírica» como referencia para la demarcación. En principio, no basta para decretar la falsedad rechazable de una teoría su conflicto con algún enunciado básico experimentalmente establecido: «un enunciado básico no tiene poder para refutar nada sin el apoyo de una hipótesis falsadora bien corroborada.» (8). Aquí, el falsacionismo metodológico ingenuo representa un cambio progresivo en la medida en que la falsabilidad no depende ya de un enunciado desnudamente observacional, sino de un enunciado observacional «reforzado».

El falsacionismo metodológico supera el falsacionismo naturalista puesto que, la base empírica es reemplazada por una «base empírica»; es decir, el conjunto de los falsadores potenciales de una teoría no lo aporta la experiencia, como si ésta fuese fiable de manera inmediata, sino que tal conjunto es sólo posible por medio de alguna decisión metodológica sobre la cual están de acuerdo los científicos. Por referencia a tal «base empírica» queda establecido el alcance de la falsación, así como la «teoría de partida», el «conocimiento básico» con base en el cual se llevan a cabo las contrastaciones, es decir, se evalúan las teorías pretendidamente científicas.

La construcción de la base empírica mediante decisiones metodológicas muestra que el falsacionismo ingenuo «propone un nuevo criterio de demarcación: sólo son científicas aquellas teorías  (...) que prohíben ciertos acontecimientos observables y que por ello pueden ser «falsadas» y rechazadas; o dicho de forma más breve, una teoría es «científica»  (o «aceptable») si tiene una «base empírica» (9)

El falsacionismo dogmático no logra justificar el carácter científico ni de las teorías probabilísticas, ni de las teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus. A la luz de esta modalidad del falsacionismo, «las teorías probabilísticas, como las que tienen una cláusula ceteris-paribus, carecen de base empírica. (10). No obstante, desde el falsacionismo metodológico es posible convertir una teoría probabilística en una teoría falsable mediante una tercera decisión metodológica:

«propongo que adoptemos la decisión metodológica de no explicar nunca efectos físicos -esto es, regularidades reproducibles- como acumulaciones accidentales« (11).

 

De esta manera el falsacionismo metodológico mediante una decisión asimila las teorías probabilísticas a teorías refutables.

Queda todavía el problema de « falsar » - mejor, de «hacer falsables»- teorías que incluyen cláusulas ceteris-paribus. El falsacionista dogmático fracasa aquí pues no puede asumir que una teoría semejante contradiga un enunciado básico. Por su forma lógica, una teoría tal es una conjunción de un enunciado básico y un enunciado universal de no-existencia -la cláusula ceteris-paribus - que, en manera alguna, puede hacer parte de la base empírica -ya que es el enunciado de un factor oculto- y, por tanto, no puede ser observado ni probado experimentalmente. El falsacionismo metodológico resuelve este problema relegando la cláusula ceteris-paribus al conocimiento fundamental no problemático.

Lakatos se refiere todavía a una quinta clase de decisión metodológica mediante la cual el falsacionista ingenuo puede falsar o eliminar teorías «sintácticamente metafísicas» del estilo: «todos los metales tienen un disolvente», o «existe una sustancia que puede convertir a todos los metales en oro» (12), las cuales por su forma lógica carecen de falsadores potenciales espacio-temporalmente singulares.

Finalmente, una consideración crítica del falsacionismo ingenuo puede mostrar que una teoría tal de la racionalidad científica está en contradicción con la historia real de la ciencia.

No obstante, las decisiones metodológicas involucran riesgos. El falsacionista metodológico está consciente de estos riesgos pero los asume, precisamente porque rechaza tajantemente la vía del irracionalismo. Para él, la tensión entre racionalismo e irracionalismo se resuelve optando por alguna clase de falsacionismo metodológico pues, la posibilidad de progresar en ciencia depende -casi exclusivamente- del hecho de disponer de una guía racional, de un método, para la confrontación de la teoría con los hechos.

Finalmente, una consideración crítica del falsacionismo ingenuo puede mostrar que una teoría tal de la racionalidad científica está en contradicción con la historia real de la ciencia. El presupuesto ingenuo de que una contrastación es una confrontación bilateral entre teoría y experimento contradice la sugerencia histórica de que una contrastación es una confrontación, por lo menos, trilateral entre teorías rivales y experimentos. Igualmente, el presupuesto de que de la confrontación entre teoría y experimento el único resultado de interés es la falsación ignora el hecho, sugerido por la historia, de que el resultado de muchos experimentos interesantes es una confirmación en vez de una falsación. Lakatos, que se resiste ante esta situación a abandonar la empresa de una teoría racional del progreso científico, se propone sustituir la versión ingenua del falsacionismo metodológico por una versión sofisticada.

 

2. El Falsacionismo Metodológico Sofisticado

El convencionalismo descubrió que cualquier teoría científica, supuestamente falsada, puede salvarse del peso de los contraejemplos mediante ajustes teóricos, con la mera inclusión de hipótesis auxiliares. Es el caso, por ejemplo, de teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus como hipótesis auxiliar. Estos ajustes teóricos son posibles sólo en virtud de una decisión metodológica: relegar las hipótesis auxilia res a la esfera del conocimiento fundamental no problemático -o, conocimiento de partida (13)-. Sin embargo, aun aceptando el papel de las hipótesis auxiliares en el ajuste de teoría y enunciados fácticos, el problema consiste en elaborar criterios racionales que permitan diferenciar entre ajustes científicos y, por ende, cambios teóricos racionales; y ajustes pseudo-científicos, o sea, cambios teóricos irracionales. En el primer caso, puede decirse que el cambio constituye un progreso científico; las hipótesis auxiliares cumplen ciertas condiciones. En el segundo caso, en el cual las hipótesis auxiliares se introducen ad hoc, el cambio no constituye un progreso sino un retroceso. Lakatos extrae de aquí la siguiente conclusión:

"Pero entonces cualquier teoría científica debe ser evaluada en conjunción con sus hipótesis auxiliares, condiciones iniciales, etc., y, especialmente, en unión de sus predecesoras, de forma que se pueda apreciar la clase de cambio que la originó. Por lo tanto lo que evaluamos es una serie de teorías y no las teorías aisladas". (14)

 

Es, precisamente, la consideración de que la evaluación del cambio o progreso científico no debe restringirse al campo de las meras teorías -como sucedía en la evaluación llevada a cabo por el falsacionismo ingenuo-, sino, antes bien, extenderse al ámbito de series de teorías -como sucede en el falsacionismo sofisticado. «El falsacionismo sofisticado transforma así el problema de cómo evaluar las teorías en el problema de cómo evaluar las series de teorías» (15)

Lakatos muestra que las diferencias entre el falsacionismo ingenuo y el falsacionismo sofisticado son esencialmente metodológicas. Y, considera que éste representa un progreso frente a aquél. Ambos difieren en sus reglas de «aceptación» -razón por la cual el falsacionismo sofisticado deberá elaborar un nuevo criterio de demarcación-; y, difieren también en sus reglas de falsación o eliminación -razón por la cual deberá su perar la idea de ‘refutaciones concluyentes’, es decir, superar la racionalidad instantánea formulando el problema del rechazo en términos de cambios progresivos y regresivos de problemáticas para series de teorías.

El falsacionismo ingenuo tenía una única regla de «aceptabilidad»: una teoría era ‘científica’ o ‘aceptable’ si era susceptible de interpretarse como experimentalmente falsable. Por el contrario, el criterio de demarcación del falsacionismo sofisticado considera que: «una teoría es «aceptable» o «científica» sólo si tiene un exceso de contenido empírico corroborado con relación a su predecesora  (o rival); esto es, sólo si conduce al descubrimiento de hechos nuevos.» (16). Este criterio implica una doble «aceptabilidad». Por una parte, la teoría en evaluación debe tener un exceso de contenido empírico: «aceptabilidad1». De otra parte, algo de ese exceso de contenido debe resultar verificado (17): «aceptabilidad2». Lakatos refina el criterio de «aceptabilidad» aplicándolo, como se dijo, no a teorías sino a series de teorías, lo cual le permite evaluar el progreso científico en términos de ‘cambios de problemáticas’. No son ya las teorías las que «aceptamos» como «científicas», por el contrario, «aceptamos» como «científicos» los cambios de problemáticas, es decir, los programas de investigación científica.

"Tomemos una serie de teorías T1, T2, T3... en la que cada teoría se obtiene añadiendo cláusulas auxiliares, o mediante reinterpretaciones semánticas de la teoría previa con objeto de acomodar alguna anomalía, y de forma que cada teoría tenga, al menos, tanto contenido como el contenido no refutado de sus predecesoras. Digamos que una serie tal de teorías es teóricamente progresiva  (o que «constituye un cambio de la problemática teóricamente progresivo») si cada nueva teoría tiene algún exceso de contenido empírico con respecto a su predecesora; esto es, si produce algún hecho nuevo e inesperado hasta entonces. Digamos que una serie de teorías teóricamente progresiva es también empíricamente progresiva  (o que «constituye un cambio de la problemática empíricamente progresivo») si ese exceso de contenido empírico resulta, además, corroborado; esto es, si cada nueva teoría induce el descubrimiento real de algún hecho nuevo. Por fin llamaremos progresivo a un cambio de la problemática si es progresivo teórica y empíricamente, y regresivo si no lo es. «Aceptamos» los cambios de problemáticas como científicos, sólo si, por lo menos, son teóricamente progresivos; si no lo son, los rechazamos como pseudocientíficos. El progreso se mide por el grado en que un cambio de problemática es progresivo, por la medida en que la serie de teorías origina descubrimientos de hechos nuevos. Consideramos «falsada» a una teoría de la serie cuando ha sido superada por una teoría con mayor contenido corroborado"  (18).

 

Esta extensa cita, resume muy bien el proceder del falsacionista sofisticado al evaluar el progreso científico a la luz de los cambios progresivos y regresivos de problemáticas para series de teorías científicas.

Uno de los aspectos más interesantes que ofrece el falsacionismo sofisticado frente al ingenuo es el reconocimiento del carácter histórico de la falsación, el cual convierte a la crítica en crítica positiva, superando de esta manera el rasgo eminentemente negativo que tenía en el falsacionismo ingenuo para el cual el resultado de la contrastación debía ser la falsación concluyente dado su convencimiento de que « (los únicos) descubrimientos  (auténticos) son refutaciones de hipótesis científicas» (19).

A la luz de esta versión sofisticada del falsacionismo metodológico, desaparece también la racionalidad instantánea implicada en la noción de «experimento crucial». Es nuevamente la historia, y más precisamente, la reconstrucción racional de la historia de la ciencia la que derrumba tal noción. Es sólo la emergencia de teorías mejores la que propicia la falsación -ya hemos dicho que una contrastación es una confrontación multilateral entre teorías y experi mentos- y no un experimento o enunciado observacional. Es por ello que un «experimento crucial» sólo puede ser reconocido como tal posteriormente y a la luz de la teoría superadora ya que, corrientemente es la nueva teoría la que predice el hecho que se habrá de constituir en contraevidencia crucial para la teoría precedente. El que esto sea así, deja muy mal parado al criterio de honestidad intelectual del falsacionismo ingenuo, según el cual, «...la honestidad científica consiste en especificar, por adelantado, un experimento tal que, si el resultado contradice a la teoría, ésta ha de ser abandonada» (20). La falsación no constituye para el falsacionismo sofisticado un estándar metodológico para la toma de decisiones racionales respecto de las teorías y su aceptación tentativa o su rechazo concluyente, tal que garantice instantáneamente la racionalidad de las decisiones. La falsación en sentido ingenuo es puramente negativa. Aprender de los errores no es más que aprender prohibiciones. El falsacionismo ingenuo sólo permite elaborar una heurística negativa. La falsación en sentido sofisticado no es una regla metodológica para decidir instantáneamente la eliminación. No hay refutación sin corroboración. El que la refutación de una teoría sea la corroboración de otra de mayor contenido, muestra que «...la falsación no puede preceder a la teoría mejor.» (21) que tiene una utilidad metodológica positiva en la corroboración del exceso de contenido y, por tanto, en el progreso científico, a condición de que se entienda para series de teorías. En realidad, lo verdaderamente importante, lo decisivo para la falsación en sentido sofisticado «...son los pocos y cruciales casos de verificación del exceso« (22); es útil para la reconstrucción racional en series de teorías, pero el criterio de evaluación lo constituyen ahora los cambios de problemáticas, y especialmente, los cambios progresivos de problemáticas. La utilidad metodológica de la falsación para la construcción de una heurística positiva constituye un progreso, un cambio progresivo en la explicación racional del cambio científico. Para Lakatos, la ciencia no progresa «meramente a través de conjeturas y refutaciones, sino a través de conjeturas  (audaces), verificaciones y refutaciones(23)

 

Las reconstrucciones racionales de la ciencia:

Lakatos llama la atención sobre la mutua dependencia entre la filosofía de la ciencia y la historia de la ciencia. La filosofía de la ciencia aporta metodologías que permiten las reconstrucciones racionales de la historia. Por tanto, cada metodología suministra una particular reconstrucción racional según sea su criterio de demarcación entre la historia interna y la externa.

En sentido moderno, las metodologías antes que ser reglas para encontrar soluciones son conjuntos de reglas para evaluar teorías, es decir, soluciones ya existentes (24). No obstante, a los ojos de Lakatos, las evaluaciones metodológicas de teorías, tienen un carácter histórico: "La metodología es inseparable de la historia, puesto que la metodología no es otra cosa que la reconstrucción racional de la historia, del desarrollo del conocimiento" (25).

En la filosofía de la ciencia contemporánea pueden identificarse al menos cuatro metodologías rivales, a saber: el inductivismo, el convencionalismo, el falsacionismo metodológico y la metodología de los programas de investigación científica. Lakatos considera que su propuesta metodológica ofrece no sólo una nueva reconstrucción racional sino, ante todo, ella constituye un avance frente a las otras tres reconstrucciones coexistentes en la actual filosofía de la ciencia. La razón de ello la constituye, según Lakatos, el hecho de que "la metodología de los programas de investigación convierte en internos a muchos problemas que habían sido externos para otras historiografías" (26), entre ellos el de relegar al externalismo las influencias sociales, intelectuales o metafísicas; el de la simultaneidad de los descubrimientos y las disputas en torno a prioridades; y, finalmente, el problema de la así llamada "falsa consciencia".

La reconstrucción racional ofrecida por la metodología de los programas de investigación científica, concibe el "progreso científico como una proliferación de programas de investigación rivales, y de cambios progresivos y regresivos de problemáticas" (27). Ahora bien, como es la intención del autor en el primer capítulo de su MPIC, el mostrar la racionalidad de las revoluciones científicas, entonces su reconstrucción racional, las entiende como la superación progresiva o el reemplazo de un programa de investigación por otro:

"Si un programa de investigación explica de forma progresiva más hechos que un programa rival, "supera" a este último, que puede ser eliminado  (o archivado, si se prefiere)" (28).

 

Finalmente, me gustaría llamar la atención sobre la definición que da Lakatos de una reconstrucción racional:

"Todos los historiadores de la ciencia que distinguen entre progreso y regresión, ciencia y pseudociencia, tienen que usar una premisa perteneciente al "tercer mundo" para explicar el cambio científico. Lo que yo he llamado reconstrucción racional de la historia de la ciencia, es el uso de tal premisa en los esquemas explicativos que describen el cambio científico. Hay distintas reconstrucciones racionales rivales para cualquier cambio histórico y una reconstrucción es mejor que otra si explica más de la historia real de la ciencia; esto es, las reconstrucciones racionales de la historia son programas de investigación cuyo centro firme es una evaluación normativa y que poseen hipótesis psicológicas  (y condiciones iniciales) en el cinturón protector"  (29).

 

Contra los externalistas Lakatos dice que la psicología de la ciencia, aunque útil, no es autónoma -frente a la autonomía de la historia interna, la historia externa es completamente secundaria: a causa de que la reconstrucción racional de la historia de la ciencia debe ser completada con una historia externa  (empírico externa). Lakatos quiere mostrar que con sólo un criterio de evaluación no se puede explicar la historia real de la ciencia. El esquema deductivo para la explicación del cambio científico, en la metodología de los programas de investigación, consiste en premisas pertenecientes al tercer mundo y premisas psicológicas, es por esto que también su historiografía debe ser complementada con teorías empírico-externas:

"Pero la psicología de la ciencia no es autónoma, el crecimiento  (reconstruido racionalmente) de la ciencia esencialmente tiene lugar en el mundo de las ideas, en el "tercer mundo" de Platón y de Popper, en el mundo del conocimiento articuado que es independiente de los sujetos que conocen  (...) No es posible comprender la historia de la ciencia sin tener en cuenta la interacción de los tres mundos"  (30).

 

Lakatos señala como el principal problema epistemológico de la metodología de los programas de investigación:

"Es necesario postular un algún principio inductivo extrametodológico para poner en relación el juego científico de aceptaciones y rechazos [las reglas de evaluación] pragmáticos con la verosimilitud. Solo con tal "principio inductivo" podemos convertir el mero juego de la ciencia en un ejercicio racional desde un punto de vista epistemológico" (31).

Tal principio sería:

"Mi metodología de los programas de investigación científica ...: permite que la gente haga su propia cosa, pero sólo mientras admita públicamente cuál es el saldo de cuentas entre ellos y sus rivales. Hay libertad de creación y de elección de programa en el que trabajar, pero los productos han de ser juzgados. Evaluar no implica dar consejos  (32).

 

Lakatos concluye afirmando que la premisa crucial sobre el "tercer mundo", que es una premisa de índole "interna", resuelve racionalmente el problema epistemológico de dar una explicación racional "interna" de la selección de problemas, que las anteriores -historiografías relegaban al externalismo. Ahora son criterios internos los que definen el problema para la historiografía externa. "El esqueleto interno de la historia racional de hecho define los problemas externos", y esta demarcación entre historia externa e historia interna, me parece que representa ya un cambio progresivo en la problemática de una metodología historiográfica.

 

NOTAS

 (*) Para ésta taxonomía me he basado en: LAKATOS, I. Matemáticas, Ciencia y Epistemología. Alianza Universidad, 294. Cap. 6: El problema de la evaluación de teorías científicas: tres planteamientos. § 1: Las tres principales escuelas de pensamiento sobre el problema normativo de evaluar teorías científicas. p. 147-153

 (1) LAKATOS, Imre. Matemáticas, Ciencia y Epistemología. Alianza Universidad, 294. Alianza Editorial. Madrid, 1981. Cap. 8, § 2, p. 179.

En adelante, las referencias a este texto se harán como: LAKATOS, I., M.C.E.

 (2) LAKATOS, Imre. La Metodología de los Programas de Investigación Científica. Alianza Universidad, 349. Alianza Editorial. Madrid, 1983. Cap. 1. § 2, a), p. 22.

En adelante, las referencias a este texto se harán como: LAKATOS, I., M.P.I.C.

 (3) LAKATOS, I., MPIC. p. 25.

 (4) Idem. p. 29.

 (5) Idem. p. 31.

 (6) «La base empírica de una teoría es el conjunto de sus falsadores potenciales: el conjunto de aquellas proposiciones observacionales que pueden refutarla.» Lakatos, I., M.P.I.C., p. 25, n18.

 (7) Idem. p. 25.

 (8) Lakatos, I., M.P.I.C., p. 36, n53.

 (9) Idem. p. 38.

 (10) Idem. p. 30.

 (11) POPPER, K.R., La Lógica de la Investigación Científica. Ed. Tecnos. Madrid, 1971. p. 186.

 (12) Cfr. MPIC, p. 41, n79.

 (13) Popper se refiere al conocimiento de partida como ‘conocimiento básico’, el cual define como: «todo lo que aceptamos  (tentativamente) como indudable mientras testamos la teoría.» [C&R, pág. 465] . LAKATOS, en M.C.E, Cap. 8, § 6, a), pág. 229, discutiendo las nociones de «aceptabilidad», usa la expresión «conocimiento de partida», la cual distingue de manera radical de la de Popper en la nota 149, en términos de consistencia e inconsistencia.

 (14) LAKATOS, I., M.P.I.C., p. 48.

 (15) Idem. p. 50.

 (16) Idem. p. 46.

 (17) LAKATOS usa el término «verificación» en el sentido de «corroboración adicional». Cfr. M.C.E, p. 243, n186.

 (18) LAKATOS, I., M.P.I.C., p. 48-49

 (19) Idem. p. 45. Cfr., la n92 en donde Lakatos apunta la denominación de Agassi de la idea de la ciencia en Popper como «scientia negativa».

 (20) Idem. p. 42.  (el subrayado es mío).

 (21) Idem. p. 53.

 (22) Idem. p. 52.

 (23) LAKATOS, I., MCE, p. 243.

 (24) Cfr. LAKATOS, I., MPIC, p. 135, n.2.

 (25) LAKATOS, Y., MCE, p. 239-240, n.177. El texto continúa: "Debido a la imperfección de los científicos, parte de la historia real es una caricatura de su reconstrucción racional; debido a la de los metodólogos, algunas metodologías son caricaturas de la historia real.  (Y, podría añadirse, debido a la imperfección de los historiadores, ciertas historias de la ciencia son caricaturas, tanto de la historia real como de su reconstrucción racional.) Lakatos, repite lo que él llama su broma favorita en otras partes, p.ej., en este mismo texto, pág. 16, y en MPIC, p. 178-9

 (26) LAKATOS, Y., MPIC, p. 152.

 (27) Ibid. p. 121-122. En MCE, cáp. 8. p. 175, n.2 y n.3, Lakatos nos ofrece ejemplos de cambios progresivos y regresivos: "Un ejemplo sencillo de "cambio de problemas progresivo" se dá cuando explicamos algo más que, o incluso algo inconsistente con, aquello que nos habíamos propuesto explicar.", y, "También podemos ilustrar qué es un "cambio de problemas degenerativo" con el ejemplo de los problemas explicativos. Una explicación da lugar a un cambio de problemas degenerativo si se consigue por medio de "estratagemas convencionalista"

 (28) LAKATOS, I. MPIC., p. 146-147.

 (29) Ibid. p. 245.

 (30) Ibid. p. 122-23

 (31) Ibid. p. 148.

 (32) LAKATOS, I., MCE, p. 152-53 

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