LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL NUEVO ORDEN

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Aimée Vega

Maestra en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México

y aspirante al grado de doctorado en Periodismo y Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona

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Introducción

En la actualidad somos testigos de un cambio radical en la dinámica de la organización tradicional de los Estados nación y sus instituciones: no se les pide disolverse en la globalización, sino que reorganicen su administración de acuerdo a las demandas del nuevo orden.

Frente a ello, las sociedades del mundo protagonizamos transformaciones que tienen que ver con nuestra realidad inmediata: una nueva división del trabajo que, de cierta forma, está determinando la existencia de ganadores y perdedores –o, como diría Manuel Castells, de globalizadores y globalizados–. Problemas tales como la explosión demográfica, la devastación del medio ambiente en favor del desarrollo de nuevas tecnologías como la agricultura biotecnológica, y la revolución económica, todo en auge en la sociedad multinacional, están creando cada vez una diferencia más abismal entre aquellos países que están en posibilidades de beneficiarse con el novedoso sistema y aquellos que no cuentan con las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales para entrar en una dinámica de mercado tan drástica.

En este reordenamiento, los medios de comunicación han sufrido diversas transformaciones de forma y fondo que los han llevado de ser "redes de comunicación centrípetas a redes de comunicación centrífugas"1, es decir, que han dejado de operar localmente para convertirse en redes globales. Con la aparición de las nuevas tecnologías, los medios de comunicación han sido objeto de un avance trascendente y a su vez están influyendo sobre la política y la sociedad mundial.

Ante dichos cambios, surgen a la luz diversas preocupaciones personales, referidas al papel de los medios de comunicación en la dinámica de la globalización. De tal forma que en el desarrollo del ensayo intento hacer un esbozo del estado de la cuestión y explicar, en primer lugar, el contexto de dicho fenómeno y los actores que en ella convergen: el Estado nación, las empresas multinacionales y la sociedad; y en segundo lugar me interesa reflexionar sobre el papel que desempeñan los medios de comunicación –incluidas las nuevas tecnologías– en este orden: el fenómeno de su concentración, su vinculación con las empresas multinacionales, y los contenidos que difunden, principalmente.

 

1. La globalización, el nuevo orden

La globalización como proceso económico, político, social y cultural nace como producto de la modernidad, experiencia que, según Marshall Berman, nos ubica en un ambiente que "nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos... es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire"2

Como proceso histórico, la modernidad es situada por algunos teóricos en 1492, año del "descubrimiento" de América, porque marcó la "destrucción-refuncionalización de lo autóctono en beneficio de los dueños del sistema mundial"3 y señalan tres periodos determinantes en su historia: la Revolución Industrial; la posterior a la Primera Guerra Mundial, con la creación del automóvil, la radio y la televisión; y la correspondiente a la posguerra de 1945, propia de la globalización, que comprende la revolución de las comunicaciones y los transportes que han dado una nueva dinámica a la economía mundial a través de la expansión del capital, tomando un impulso trascendente en la década de los ’70 con la aparición de nuevas tecnologías de comunicación y transporte que dieron movilidad y flexibilidad geográfica a los procesos de producción. Se puede considerar entonces a este proceso como producto de la necesidad expansionista de la sociedad burguesa, caracterizada en los siglos XVIII y XIX por el colonialismo, y en los inicios del XX por el imperialismo.

En el terreno de la teoría, diversos autores han propuesto su concepto de globalización. Tal es el caso, por ejemplo, de Renato Ortiz, quien se refiere a ella como un proceso puramente económico, designando todo lo que este fenómeno significa en el campo de la cultura y la sociedad como mundialización. 4 Barker, por su parte, la considera como la comprensión e intensificación del mundo como un todo (aunque el desarrollo y crecimiento de las economías nacionales sea desigual), entendido en términos de la economía capitalista y que está representada en dos estadios: por un lado, en las naciones como unidades económicas, y por el otro en las corporaciones transnacionales.5 Finalmente, Boyd-Barret nos dice que la globalización no sólo se ciñe al terreno económico, sino también al cultural e incluso al social.

A pesar de las diferencias en la designación del concepto, en lo que sí coincide la mayoría de los investigadores es que este fenómeno tiene en las comunicaciones al motor para su operación.

 

1.1. La sociedad multinacional

Como se adelantaba ya en líneas anteriores, uno de los cambios más importantes que ha traído dicho fenómeno en materia económica es la aparición de las compañías multinacionales, las que nacieron a la par del nuevo modelo, a causa de la reducción del proteccionismo y el fomento de la recuperación del comercio mundial que hubo en aquel periodo, lo que les dio la posibilidad de invertir fuera de sus países sin limitaciones impuestas por bancos centrales, más aún con el derrumbe de las barreras comerciales impuestas por la Guerra Fría. Este proceso ha generado tres acontecimientos claves: 1) la creciente separación de los flujos financieros del comercio en manufacturas y servicios; 2)la desregulación de los mercados monetarios mundiales; y 3) la revolución de las comunicaciones.

Sobre el poder económico de las multinacionales, La sociedad global arroja datos muy interesantes: hoy en día, existen 37 mil empresas que han generado la concentración del 40 por ciento del comercio mundial en sus manos. En 1994, 500 eran las multinacionales más importantes, mismas que alcanzaron en ingresos la cantidad de 10 mil 245.3 billones de dólares (cifra 50 por ciento mayor al Producto Interno Bruto estadounidense); 435 de esas compañías pertenecían a los países miembros del G8: 151 a Estados Unidos; 149 a Japón, 44 a Alemania, 40 a Francia, 33 a Inglaterra, 11 a Italia y 5 a Canadá6. Por su parte, Barker apunta en su artículo "Global Television: An Introduction" que de las 200 corporaciones más grandes, 89 estadounidenses y 25 japonesas producen en total entre un tercio y la mitad de la producción mundial.7 Estas cifras nos dan una idea del poder que tienen dichas empresas, pero el problema es que estos beneficios van en detrimento de los países que no poseen las herramientas de producción, porque ven atravesadas sus fronteras para convertirse en meros licitadores, lo que no es una garantía de que no vean resentidas sus economías porque aquellas se mueven en un sistema activo las 24 horas, cazador de beneficios, en el que se manejan capitales muy fuertes que, como hemos visto con los recientes colapsos, afectan drásticamente economías locales (aunque estén muy lejos una de la otra).

Por otro lado, el poder de las multinacionales rebasa la autoridad aun de los Estados nación porque merma la posibilidad de controlar sus propios asuntos –un ejemplo muy claro es lo que está sucediendo en México a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá– y beneficia a las naciones poseedoras de las tecnologías de producción más avanzadas. Pareciera hoy que las grandes ganancias y los grandes salarios sólo pueden ser el resultados de los productos materiales de esta nueva Revolución Industrial: informática, biotecnología, tecnología espacial, nuevas tecnologías, y ¿quién crea esos productos?, los países que cuentan con las herramientas necesarias para determinar las nuevas condiciones de producción.

 

1.2. ¿En dónde queda el individuo en la dinámica de la globalización?

Diversos autores como Barnet y Cavanagh en Global Dreams, Kennedy en Hacia el siglo XXI y Dieterich en La sociedad global, coinciden en la idea de que se polarizan los grupos sociales: por un lado, están los solicitados por las necesidades de los servicios de la globalización, que tienen un valor añadido y que obedecen al funcionamiento de las transnacionales; y por el otro están los miles de obreros a los que se les ofrecen garantías mínimas de empleo. En este sentido, Ortiz considera que una de las consecuencias más drásticas de dicho proceso se ve reflejada en las transformaciones que se dan en las relaciones de trabajo por la integración de éste en un modelo flexible que resulta en la explotación del trabajador a escala mundial, a través de procesos como la subcontratación, el debilitamiento de los sindicatos, etcétera.8

 

1.3. El Estado nación

¿Cuál es el papel del Estado nación como impulsor de las políticas de la mundialización? Como se señalaba líneas arriba, aun cuando se habla de un mundo globalizado, ello no significa que los beneficios para los Estados nación sea también global e igualitario; por lo tanto, es pertinente diferenciar entre los Estados nación de los países del Primer mundo de los del Tercer mundo: en el caso de los primeros, existe un vínculo claro entre ellos y las transnacionales, es decir, lo que es bueno para la empresa, es bueno para el país que las posee: de 1989 a 1991, el 90 por ciento del crecimiento económico de Estados Unidos se originó de las exportaciones, de las que el 66 por ciento fue generado por las multinacionales.9 Adicionalmente, los Estados del Primer mundo juegan un papel fundamental en la creación de la sociedad política mundial porque desarrollan estructuras regionales y mundiales de poder estatal –tal es el caso de la Comunidad Económica Europea–, y cumplen con funciones jurídicas y políticas que les garantizan beneficios. Por el contrario, la realidad de los Estado nación del Tercer mundo es diferente porque sus funciones están supeditadas a los intereses de los grandes organismos y su gobernabilidad ha sido depositada en los centros de poder internacionales, generado ello en gran parte por las deudas impagables que han adquirido con dichos organismos.

Al respecto, Florence Toussaint afirma en Televisión sin fronteras que:

[...] consideramos aquí que la globalización es mucho más un fenómeno impositivo que el resultado de fuerzas invisibles, incontrolables y exógenas a los países. Por el contrario, es necesaria la concurrencia de los estados y sus aparatos políticos para preparar el terreno de la globalización, tanto desde los países emisores como Estados Unidos, que utiliza los instrumentos internacionales que ha creado y maneja en su beneficio [...] para obligar a los países a abrir las puertas a las nuevas formas de expoliación, como en las periferias receptoras cuyos gobiernos facilitan el ingreso de capitales y la extracción de riqueza de las naciones en las cuales tienen sus filiales las grandes corporaciones internacionales. Por lo mismo, hay que agregar que dichas corporaciones no son empresas sin patria. Por el contrario, los gobiernos de los países a los cuales pertenecen les allanan el camino, a mediano y largo plazos, para que puedan hacer negocios de la mejor manera, sea presionando por la vía económica, política, militar o usando las tres fuerzas a la vez10

Por su parte, Dieterich propone en La sociedad global un esquema sobre lo que él considera el Estado global. Dirigido por los países miembros del G-7 (ahora G-8), Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra, Italia, Francia y Canadá, rige los destinos de los Estados nación de cuatro regiones clave: Europa Orienta, Asia, Africa y América Latina, a través de sus diversos organismos internacionales: en lo económico, el BID, el FMI, la OCDE y la OMC; en lo político, la ONU, a través del Consejo de Seguridad; en lo social-ideológico, la ONU a través de su Asamblea General, la UNESCO y la OIT; y en lo militar, la OTAN.11

Sea cual fuere el caso de que se trate, es pertinente afirmar que el Estado nación obedece a los intereses de las minorías dominantes que rigen el mercado, por lo que su labor se limita sólo a complementar la del gran capital. Resultaría ingenuo pensar entonces en su desaparición, ya que si localmente algún aparato es capaz de garantizar tales condiciones a las multinacionales, es el propio Estado nación.

Considerando los elementos descritos, vemos cómo la globalización nos está obligando a experimentar cambios drásticos en nuestra realidad: en el terreno de la economía, las compañías multinacionales emergen como las entidades de la economía mundial más importantes, ya que están marcando un nuevo ritmo al mercado como productor del capital. En lo social, son grupos minoritarios los únicos beneficiados con este sistema, mientras que el resto de la población mundial se está colapsando en una crisis social generada por el desempleo, la sobrepoblación, la violencia, etcétera. En lo político, el Estado nacional ha dejado de garantizar los beneficios mínimos a la población en pro de un sistema que está muy lejos de favorecer a las mayorías más desprotegidas. Y en lo cultural, la mundialización está penetrando en todos los terrenos posibles, y es en este ámbito en el que los medios de comunicación han sufrido su mayor transformación, al convertirse en entes globales y hegemónicos frente a las sociedades nacionales.

 

2. Los medios de comunicación en el marco de la globalización

Así como la modernidad ha experimentado drásticas transformaciones, todo lo que en ella converge no escapa a tal fenómeno y, en este caso, los medios de comunicación han protagonizado sus propias revoluciones informático culturales, todas dirigidas a crear y abarcar un público de masas: la primera, en 1445, con el nacimiento de la imprenta que generó una cultura escrita universal; la segunda en los años 20 con el surgimiento de la radio, tendiente a crear una cultura auditiva de masas; la tercera con la televisión en los años 50 que, adicionalmente a las funciones de la radio, creó una revolución comunicativa con la utilización de la imagen; la cuarta fue protagonizada por la computadora; y la quinta es la que sucede hoy en día con los multimedia, dirigidos a crear información instantánea.

La novedad de esta tecnología es que utiliza las funciones de otros medios de comunicación, y está originando la cultura cibernética que tiene como base la capacidad de "crear un mundo nuevo y global: la realidad virtual, que es un sueño de control ideológico."12

Pero la revolución de los medios no sólo se ciñe al mero desarrollo tecnológico, sino también al nivel de su estructura: el comportamiento de su crecimiento como corporaciones es similar al de las empresas de otras ramas. En una primera etapa, la industria cultural operaba bajo las condiciones de la economía de escala: integrada horizontalmente, controlaba mercados externos al colocar sus productos. En los años ochenta, dicha estructura se modifica para adaptarse a la economía flexible, iniciando así la inversión de capital en empresas foráneas (tal es el caso de lo sucedido en Estados Unidos cuando capitales de Australia, Japón y Alemania adquirieron parte o la totalidad de compañías de medios –cine, televisión y prensa–, proceso que más adelante se extendió a América Latina). De tal forma que estos oligopolios se caracterizan "por reunir bajo su dominio más de una tecnología, por ser multimedia, por utilizar la sinergia, por ser transnacionales."13

La tendencia en la actualidad es aumentar el control privado de las telecomunicaciones en manos de contados monopolios privados con enorme poder económico e influencia: solamente en el terreno de la televisión, en Europa, pocas empresas están compitiendo frontalmente con cadenas de televisión tradicionales como la BBC, Televisión Española y RAI. Ejemplo de ello es la posible fusión que se dará entre Canal + Francia y BskyB (que tiene como principal accionista a Rupert Murdoch) para operar en el terreno de la televisión de pago. Canal + Francia suma 11 millones de abonados en Europa, mientras que BskyB alcanza los 6,8 millones en Gran Bretaña. De lograrse el acuerdo, los dos grupos cubrirían casi el 20 % del mercado europeo y se convertirían de esta manera en el primer operador del continente.

Por su parte, la industria de medios en los países del Tercer mundo se ha visto en la necesidad de formar alianzas del mismo tipo para sobrevivir dentro del mercado; basta revisar brevemente el caso de México, cuya industria audiovisual se ha abierto al capital extranjero: "en la práctica, los convenios de TV Azteca con NBC, de Multivisión con Hughes, de Televisa con News Corporation"14 confirman dichas asociaciones, así "la industria cultural mexicana tiende a fusionarse con la estadunidense en la medida en que pretende entrar a formar parte de la tendencia global. En este sentido adecua sus contenidos y las estructuras industriales y de propiedad para servir a los propósitos de la globalización."15

Ahora, en el terreno de las nuevas tecnologías, también se están repitiendo dichos esquemas: USA Networks, la empresa más importante de televenta en Estados Unidos, se ha asociado a Lycos, el único de los cuatro servidores en Internet más importantes –después de America Online, Microsoft y Yahoo– que todavía no había sido comprado por un gran grupo de comunicación. Esta fusión se suma a muchas otras que se han venido concretando recientemente: Disney-Infoseek, NBC-Snap, At Home Network-Excite, Yahoo-Geocities y America Online-Netscape. En Europa, en días pasados, la compañía británica British Telecom compró Arrakis, empresa líder en número de usuarios de Internet en España. Este grupo sevillano daba servicio a 65 mil clientes, lo que implica para Telefónica la pérdida del 15 por ciento del tráfico de los internautas españoles. Por su parte, Telefónica anunció su alianza con Olé, el líder español de los portales y servidores de contenidos de Internet, lo que significará abrir su mercado incluso a Portugal y Sudamérica.

Esta tendencia resulta, además, una muestra de cómo los grandes consorcios aseguran a través de dichas alianzas el control de todas las fases de la producción, la circulación y el consumo.

Por su parte, y así como opera con el resto de las empresas multinacionales, el Estado nación resulta de cierta forma un benefactor de los consorcios de comunicación, al ajustar su legislación de acuerdo a los intereses de dichas corporaciones para que controlen la información y preparen al mercado para consumir sus productos. Citando de nuevo el caso de México, la ley en materia de medios es, lo que llamamos, letra muerta, porque es pasada por alto tanto por las autoridades como por los dueños de las empresas:

"su incumplimiento rara vez ha sido motivo de retiro de la concesión y mucho menos ha implicado sanciones. El Estado ha permitido que los concesionarios utilizaran las frecuencias como querían. Asimismo, a diferencia de Estados Unidos, no se estableció una Comisión que vigilara el surgimiento de monopolios. Por el contrario, durante más de cuarenta años alentó y permitió el crecimiento de Televisa como empresa monopólica de televisión. La recientemente creada Comisión de Competencia Económica surgió supuestamente para supervisar las fusiones y compras con el fin de evitar el acaparamiento del mercado. Hasta hoy ha permitido todas las asociaciones, la más criticada de las cuales fue la adquisición de una compañía de cable, Cablevisión, por una telefónica."16

Los datos expuestos describen el marco bajo el cual operan las empresas de comunicación en la actualidad, lo interesante será revisar ahora lo relativo a los contenidos que difunden dichos grupos.

 

2.1. ¿Quién está produciendo los bienes y servicios culturales?

Propio de todos los procesos históricos, el de la globalización entiende no sólo el terreno económico, sino también el ideológico-cultural. En este sentido, comprende la producción de elementos determinados –principalmente de entretenimiento– con pretensiones de distribución universal, sin diferenciar razas, lenguas, tradiciones, etcétera.

En este tenor, los medios de comunicación se perfilan hoy como uno de los principales productores y distribuidores de dichos elementos. Al respecto, diversos autores se han ocupado de reflexionar sobre el papel que desempeñan los medios en la actualidad, por lo que algunos los han llamado Industrias culturales, que la propia UNESCO define como productoras de bienes y servicios culturales que son "reproducidos, almacenados o distribuidos de acuerdo a patrones industriales y comerciales; es decir, a gran escala y de acuerdo a una estrategia basada en consideraciones económicas, más que en una preocupación por el desarrollo cultural."17

Las industrias culturales operan tanto en lo económico como en lo político, ya que son parte de la economía global del mercado, y están dirigidas a producir mensajes de carácter simbólico tendientes al control social cuyas modalidades pueden cambiar según la capacidad que posee el sistema de responder a las demandas de las clases sociales. Se puede afirmar que la industria cultural es el quebrantamiento de la cultura como tal y su caída en mercancía y que da lugar a una nueva cultura: la cultura de masas, es decir, un amplísimo mercado de consumidores que le generará ganancias, porque no debemos olvidar que los medios son, ante todo, empresas que están dirigidas por una política más comercial e industrial que cultural. El hecho de que las industrias culturales se encuentren en auge actualmente se debe en mucho a los avances tecnológicos y a las transformaciones en la estructura legal promovidas por los gobiernos.

En este terreno, y como ya se adelantaba, la comunicación global y la industria del entretenimiento son los principales productores y distribuidores de los elementos de la industria cultural. Lo interesante del fenómeno en la actualidad es que, lejos de los modelos de Dependencia e Imperialismo cultural, que en los años 70 constituían el paradigma teórico, no es la industria cultural "del centro" –principalmente la estadunidense– la que domina el mercado: hoy en día podemos advertir que los flujos corren lo mismo del Primer al Tercer mundo que en sentido contrario.

Al respecto, Sinclair propone una nueva división del mundo en regiones geolingüísticas como bloques que no quedan definidos sólo por su situación geográfica, sino por la extensión de su lengua y su cultura, es decir, el investigador afirma que con el desarrollo de tecnologías avanzadas de comunicación, tales como el satélite, la conexión lingüística y cultural entre los países no se da necesariamente por la cercanía física que existe entre uno y otro. En este sentido, afirma que en el mundo de habla inglesa es por supuesto Estados Unidos la nación que produce más bienes y servicios culturales, pero lo interesante es que en lo relativo al terreno del castellano y el portugués, son países del Tercer mundo los que se imponen por sobre España y Portugal, a saber, México y Brasil, respectivamente.18 Ahora, por supuesto que hay diferencias considerables en el desarrollo de las industrias culturales del Primer y del Tercer mundo, acorde ello con la distancia entre una economía y otra; de ahí que las industrias mexicana y brasileña sean productoras de bienes muy específicos, como el de la telenovela en el caso mexicano, frente a toda la red que abarca la industria estadunidense, lo que en consecuencia genere que los flujos sean desiguales. Relativo a ello, en su análisis sobre las industrias de Estados Unidos y México, Florence Toussaint concluye que

"si bien la expansión mexicana hacia el exterior es un hecho que parece consolidarse, el proteccionismo de las compañías estadunidenses es muy notorio, ya que éstas se nutren de los productos locales y, salvo las empresas destinadas a la población de habla hispana, no aceptan en su programación ni series, ni telenovelas que hayan sido producidas al sur del río Bravo. En cambio, paralelamente a la importación de materiales técnicos, de capital y de esquemas, México recibe programas que difunde en los canales nacionales; es decir, las compañías del país se han convertido a la vez en distribuidoras de los productos norteamericanos sin que exista reciprocidad."19

Aun considerando las diferencias señaladas, es interesante advertir cómo las industrias culturales del Tercer mundo están intentando abrirse camino en el mundo globalizado, lo que permite hablar de una descentralización del poder en este sentido hacia la "periferia".

 

Consideraciones finales

Como fue posible advertir en el ensayo, en esta dinámica económica los medios de comunicación están protagonizando una revolución tal vez sólo comparable con la Industrial: en la era de las compañías multinacionales, la globalización está llevando a grandes empresas de comunicación a una fusión de megafusiones que permiten hoy la existencia de, por ejemplo, redes de televisión con cobertura global. En este ámbito, ni siquiera las compañías de medios de países del Tercer mundo, como en el caso de México, escapan a tal fenómeno.

En el terreno tecnológico, las nuevas tecnologías están generando riquezas con sistemas electrónicos de datos y redes de información mundial que en mucho han contribuido al desarrollo de este sistema.

Un factor que, vimos, ha sido determinante para que el crecimiento de los medios se diera de tal forma, es la injerencia del Estado con sus particularidades en cada caso.

En tanto, en lo relativo a los contenidos, estamos asistiendo a un intercambio de flujos que, como se señalaba en el trabajo, rompe con los esquemas tradicionales de influencia del centro a la periferia.

De acuerdo entonces con lo expuesto, podemos afirmar que aun cuando la tendencia global permite hablar de homogeneización de normas y fusiones e incluso de contenidos, a nivel local la realidad es distinta, y es este ámbito el que permitirá entender el intercambio de los bienes culturales en un marco más amplio porque dichas manifestaciones han demostrado que el mundo globalizado está descentralizado y que por consiguiente Occidente no tiene la garantía de seguir siendo la fuerza motiva de la modernidad.

 

Bibliografía

BARKER, Chris. Global Television. Blackwell, Oxford, 1997.
BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI, 1995.
CHOMSKY, Noam, et.al. La sociedad global, México: Joaquín Mortiz, 1996.
MATTELART, Armand, et.al. La televisión alternativa. Barcelona, Anagrama, 1981.
ORTIZ, Renato. "Uma cultura internacional-popular" en Mundializacao e Cultura. Sao Paulo: Editora Brasiliense, 1994.
SCHILLER, Herbert. Cultura, S.A. La apropiación corporativa de la expresión pública. México: Universidad de Guadalajara, 1993.
SINCLAIR, John. Latin American Television: A Global View, OXFORD, Oxford University Press, 1999.
TOUSSAINT, Florence. Televisión sin fronteras. México: Siglo XXI Editores, 1998.

 

Notas

1 MATTELART, Armand, et.al. La televisión alternativa. Barcelona, Anagrama, 1981, op.cit. pág. 115.

2 BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI, 1995, op.cit. pág. 1.

3 CHOMSKY, Noam, et.al. "Globalización, educación y democracia en América Latina" en La sociedad global, México: Joaquín Mortiz, 1996, op.cit. pág. 155.

4 ORTIZ, Renato. "Uma cultura internacional-popular" en Mundializacao e Cultura. Sao Paulo: Editora Brasiliense, 1994, op.cit, págs. 105-145.

5 BARKER, Chris. Global Television. Blackwell, Oxford, 1997, op.cit. págs. 16-26.

6 Ibidem, op.cit. pág. 51.

7 Ibidem, op.cit. págs. 16-26.

8 Ibidem, op.cit. págs. 105-145.

9 CHOMSKY, Noam, et.al. La sociedad global, México: Joaquín Mortiz, 1996, op.cit. pág. 51.

10 TOUSSAINT, Florence. Televisión sin fronteras. México: Siglo XXI Editores, 1998 op.cit. pág. 18.

11 Ibidem, op.cit. pág. 76.

12 CHOMSKY, Noam, et.al. La sociedad global, México: Joaquín Mortiz, 1996, op.cit. pág. 146.

13 TOUSSAINT, Florence. Televisión sin fronteras. México: Siglo XXI Editores, 1998, op.cit. pág. 22.

14 Ibidem, op.cit. pág. 24.

15 Ibidem, op.cit. pág. 27.

16 Ibidem, op.cit. págs. 175 y 176.

17 SCHILLER, Herbert. Cultura, S.A. La apropiación corporativa de la expresión pública. México: Universidad de Guadalajara, 1993, op.cit. pág. 45.

18 SINCLAIR, John. Latin American Television: A Global View, OXFORD, Oxford University Press, 1999, op.cit. págs. 1-3.

19 TOUSSAINT, Florence. Televisión sin fronteras. México: Siglo XXI Editores, 1998, op.cit. págs. 176-177.

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