Las profecías del Informe Lugano

Susan George, una dirigente de la antiglobalización, escribió El Informe Lugano hace dos años. Analizó datos, estadísticas y proyecciones desde la perspectiva de los amos del universo. Y llegó a una conclusión: si fuese su asesora les recomendaría iniciar rápidamente una estrategia de reducción de los habitantes del planeta. Las recomendaciones -leídas hoy- se parecen mucho a lo que vemos en los noticieros.

Considerado un texto básico para los simpatizantes de la antiglobalización, El informe Lugano fue escrito en 1999 por Susan George, vicepresidente de la organización Attac, (quienes impulsan la llamada “tasa Tobin” a las transacciones financieras para evitar el desequilibrio actual que producen los mercado en las economías mundiales).

Su intención fue reproducir el estilo de una de las clásicas evaluaciones por las que pagan fortuna las multinacionales. Es decir, analizar datos, evaluar perspectivas y recomendar soluciones, pero como si estuviese sentada exactamente del lado contrario.

Su razonamiento fue el siguiente: “Si yo estuviera entre quienes tienen poder estaría dispuesta a pagar generosamente una evaluación sin restricciones de la salud y la capacidad de recuperación del sistema, aunque solo fuera porque mi poder y mis beneficios futuros dependieran de ello. Si ese diagnóstico revelase peligros graves para mí y para otros como yo, también querría una receta que pudiera ayudarme a resistirme a las tendencias y someter el futuro”. Comenzó a analizar los temas, entonces, teniendo “constantemente en cuenta la perspectiva de los amos del universo”. Decidió, que bajo esa óptica, no hacer más que una sola trampa: el informe se presentaría como si hubiese sido encargado a un grupo de sabios –varones estadounidenses y europeos- procedentes de diversas disciplinas. “Tendrían prestigio en sus respectivos campos, pero no serían muy conocidos. Trabajando en condiciones de estricto secreto, reuniéndose en territorio neutral, preservando sus identidades, posiblemente incluso entre sí, se comunicarían a través de correo electrónico usando seudónimos. Su cometido sería examinar la situación del sistema mundial e informar a los solicitantes del informe de la mejor manera de mantenerlo en marcha para que pudiera seguir potenciando sus objetivos”.

Con estas reglas, comenzó el juego.

Reunió información económica, demográfica, social, sanitaria.

Analizó resultados y proyectó estadísticas.

Escribió primero el diagnóstico y luego las conclusiones.

También, los planes sugeridos para evitar las consecuencias de una crisis que consideraba inevitable.

Había demasiada gente en el planeta.

Lo mejor era eliminarla.

La estrategia de reducción está descripta minuciosamente, pero lo que llama la atención al leerla hoy es que esta “ficción” política poco se diferencia de lo que vemos en estos días en los noticieros.

Estas son las transcripciones textuales del Informe Lugano, donde los sabios de ficción evalúan por qué es sencillo planificar una reducción considerable de los habitantes de este planeta:

-“Junto con la enfermedad y el hambre, las guerras de destrucción recíproca constituyen, también en el mundo moderno, una estrategia de reducción de la población muy prometedora”.

-“Condicionar a la opinión pública (a favor de la guerra) deberá ser algo relativamente sencillo porque la amenaza es real. Los nuevos bárbaros son cada vez más complejos y no dudarán en usar las armas de destrucción masivas que puedan tener. Si los autores del atentado contra el World Trade Center hubieran llenado su furgoneta de material radioactivo, el distrito financiero de Nueva York habría tenido que ser cerrado por décadas. Si hubieran escogido agentes tóxicos o biológicos, nadie puede decir qué hecatombe podrían haber causado”. (N. De R.: se refiere al atentado cometido hace tres años. El informe fue escrito antes del atentado del 11 de setiembre).

-“En Occidente estamos deplorablemente mal preparados para enfrentarnos a tales organizaciones. Tras haber dedicado decenios a desarrollar tecnologías para poner enormes distancias entre nosotros y nuestro posibles enemigos (misiles, etc.) debemos tomar conciencia del hecho de que los objetivos de combate del siglo XXI estarán en primer plano”.

-“No necesitamos nuevos bombarderos, submarinos ni tanques, salvo para conservar los empleos de los trabajadores de la industria de la defensa. Sí necesitamos redirigir fondos hacia la auténtica defensa de nuestros intereses. Nuestro actual sistema debe castigar al barrio del asesino, mientras al asesino lo dejamos escapar.”

-“La guerra posmoderna comenzará en los entornos urbanos. Ese terreno incluirá los rascacielos, los túneles, los subterráneos. Será vertical, mientras que la guerra tradicional ha sido siempre horizontal.”

-“Cualquier país que posea biotecnólogos capacitados, centros destinados a la fermentación comercial y una industria farmacéutica puede producir perfectamente armas biológicas, que ni siquiera hace falta almacenar, pues se pueden hacer con rapidez y a bajo costo en pequeñas fabricas y en función de la demanda. Los sistemas de reparto pueden ir desde los más complejos a los más rudimentarios (especialmente en el caso de terroristas dispuestos a sacrificar sus vidas).

-“Los exportadores de petróleo son un objetivo especialmente interesante, ya que en su mayoría no pueden diversificar sus productos para la exportación. Recomendamos, por tanto, que se permita que los precios del petróleo disminuyan más aún en relación con los actuales”

En su explicación final, Susan George aclara: “El Informe Lugano es una evaluación todo lo precisa, formal e imparcial que puede ser partiendo de una investigación seria. No es una obra de ciencia ficción, ni ningún otro tipo de ficción. Aparte del concepto básico, no hay nada inventado y no me sorprendería lo más mínimo saber que un Grupo de Trabajo real ha elaborado un documentos similar”.

Leído dos años después de haber sido escrito, la sospecha de George parece ser inquietantemente cierta.