TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LA PERSONALIDAD
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DEFINICIÓN DE LA NEUROSIS

En todos los síntomas neuróticos sucede algo que el paciente percibe como extraño e ininteligible. Todos los síntomas dan la impresión de algo que parece asaltar a la personalidad, partiendo de una fuente desconocida.

Se distinguen las neurosis sintomáticas y las neurosis del carácter, aunque tienen a la base una característica en común: la manera normal y racional de manejar las exigencias del mundo externo e interno ha sido sustituída por algún fenómeno irracional, que parece extraño y no puede ser controlado voluntariamente.

Todos los fenómenos neuróticos tiene por base insuficiencias del aparato normal de control; esta puede producirse de dos maneras: una de ellas es un aumento del flujo de los estímulos y la otra es el bloqueo o la disminución previa de la descarga, lo que produce un estancamiento de tensiones dentro del organismo, de manera que las excitaciones normales actúan de forma equivalente a las traumáticas.

Estas dos formas no se excluyen mutuamente. Una neurosis traumática se explica como la inundación del organismo por cantidades de excitación que no alcanzan a ser controladas, pudiendo iniciar un bloqueo de la descarga. En las psiconeurosis algunos impulsos han sido bloqueados, provocando un estado de tensión y, eventualmente, algunas descargas de emergencia.

Así pues, la causa de las crisis emocionales y de los síntomas neuróticos es esencialmente la misma: una insuficiencia relativa en el control del yo, ya sea en el flujo o un bloqueo de la descarga.

 

4 Punto de vista genético: sexualidad infantil, desarrollo psicosexual. Aporte kleiniano a los estudios tempranos.

 

El ser humano llega al mundo con toda la libido fijada a sus órganos y al propio yo y, del mismo modo en que se relaciona con su medio ambiente, así también se desarrolla su libido en el sentido que desde ese estado que se denomina período narcisístico primario tiende a transformarse en libido que recubre objetos y a la cual, por esta razón, se le llama libido objetal.

Dinámicamente se distingue un narcisismo primario de uno secundario: el primario corresponde al estadio temprano, cuando todavía la libido no ha recubierto a los representantes internos de los objetos. El narcisismo secundario se produce cuando, por algún motivo, la libido objetal abandona los objetos y vuelve a tomar al yo como único objeto.

Zonas erógenas: aquellas regiones del cuerpo en las que la estimulación condiciona la satisfacción libidinosa.

 

ETAPA ORAL (0 a 2 años)

Se caracteriza por la obtención del placer por la zona de la boca.

La satisfacción sexual se realiza en forma simultánea con la actividad autoconservadora, que es la que relaciona al niño con el mundo exterior (doble función enunciada por Freud). El instinto sexual se separa pronto del nutritivo y busca independientemente su satisfacción.

La etapa oral ha sido dividida en dos fases: la primera, de succión (0 a 6 meses), cuya satisfacción está dada por el chupeteo. En la segunda fase, sádico-oral o canibalística (6 meses a 2 años) la forma del placer cambia con la aparición de los dientes, sustituyendo el placer del chupeteo por el placer de masticar y devorar. Si bien en la primera fase oral el niño encuentra bastante satisfacción en su propio cuerpo, en la fase canibalística la actividad instintiva exige un objeto y de la relación psíquica con él.

Durante la etapa oral se hace evidente la ambivalencia; así, por ejemplo, en su segunda fase oral, simultáneo al deseo de devorar un objeto, existe el deseo de ser comido por éste, evidenciando el deseo de establecer una conexión más íntima con este objeto y destruirlo como un ente del mundo exterior. Su presencia ha llevado a Abraham a dividir la evolución libidinosa en: preambivalente (oral primaria); ambivalente propiamente tal (oral secundaria) y postambivalente (etapa genital).

Si el individuo quedara fijado a la esfera de los deseos orales, mostrará en toda su conducta una gran resistencia a la adquisición y a la ganancia y un intenso deseo de ser mantenido por otros. Las tendencias sádico - orales se evidencian en personas que ruegan y solicitan demasiado, sin desprenderse del objeto. Formaciones reactivas son las alteraciones del comer y una exagerada escrupulosidad. La sublimación puede realizarse a través del canto, al afán de saber, estudio de idiomas, etc.

 

Relación energética entre el pezón y la boca del lactante

Es tanto o más importante que el estado morfológico o fisiológico del seno, el estado de la carga bioeléctrica del pezón como elemento perturbador, dentro de la relación temprana del niño con su madre.

Cuando las madres rechazan conciente o inconcientemente a sus hijos, generarían cargas bioeléctricas en el pezón, llevando a sus hijos a trastornos alimentarios. Podría hacerse una clasificación de las causas capaces de provocar esta reacción:

Causas reales, o secundarias a un conflicto emocional: lesiones en el pecho, sangramiento, etc.

Angustia no vinculada al bebé: conflictos familiares, económicos, falta de descarga genital.

Angustia vinculada directamente al bebé: culpa por el placer de la succión, odio conciente o inconciente al niño, reactivación del sadismo oral de la madre.

No siempre puede argumentarse un rechazo al pezón por carga negativa, también ese rechazo se puede producir por los mecanismos psíquicos internos del lactante.

El niño vive el pecho bueno como el que lo satisface, pero desde el punto de vista de la carga energética habría que considerar como bueno el pecho que es introyectado debido a su carga positiva -vivida como amor- y no sólo aquel que gratifica nutricionalmente. La vivencia del pecho malo, además de corresponder a las proyecciones de las fantasías sádicas del niño, derivaría del pezón con carga negativa.

En los casos en que la avidez y la necesidad fisiológica son tan intensas que inducen al niño a continuar succionando un pezón con carga negativa, se fortificarían los puntos de fijación para el grupo esquizofrénico.

 

ETAPA ANAL (2 a 3 años)

El píloro es la línea demarcatoria entre la región oral y la anal. Se admite que sus manifestaciones empiezan en el período comprendido entre los 6 y 12 meses y que alcanzan su mayor intensidad entre los 18 y los 24.

Las manifestaciones características de esta etapa son: el placer en la defecación, al agrado por los excrementos y, al mismo tiempo, la tentativa de someter al control de la voluntad la actividad del esfínter. Los excrementos son considerados en esta etapa como la primera producción creada personalmente y que puede brindarse al mundo exterior.

En la fase anal primaria o explusiva, el niño obtiene el placer máximo en el pasaje de las materias fecales a través del ano, significando la destrucción de las mismas. En la fase anal secundaria o retentiva, el placer está determinado por la retención de las materias fecales (con contenidos eróticos y agresivos). Llega un momento en que el niño se ve privado del placer que éstos actos le deparan y debe trasladar su actividad a otros equivalentes socialmente aceptados, comenzando un proceso de sublimación, que lo llevará desde el placer del manipuleo de sus excrementos al apego por el dinero en la adultez, comenzando primeramente a rechazar el mal olor.

También en esta etapa se hace más aparente el masoquismo, que es una búsqueda instintiva del placer en el dolor físico o moral. La sexualidad anal es importante en la mujer, puesto que debe transferir la erogeneidad anal a la zona vaginal.

Las fantasías sexuales de la etapa anal son: coito como intercambio de materias fecales, acto sexual en forma de lucha y fantasías de parto anal. Durante el predominio de la etapa anal, el yo se halla en un período mágico - animístico, hecho que debe tenerse en cuenta al estudiar la neurosis obsesiva.

La libido anal se expresa por la defecación , flatos, masturbación anal, homosexualidad pasiva, etc. Dentro de las formaciones reactivas se cuentan la terquedad, la avaricia, orden, limpieza, etc. Las sublimaciones del período anal dan origen a las artes plásticas y a la pintura.

 

Educación de los esfínteres

Es individual y no debe iniciarse antes que el niño sea capaz de sentarse solo con seguridad, haya adquirido un lenguaje comprensible de signos y mantenga una actitud emocional positiva hacia la madre o sustituta. Si la educación del niño es prematura, el sujeto será inconcientemente negativo, hostil y rebelde, apareciendo aseado, obediente y pasivo formalmente y, si este conocimiento se imparte en forma tardía, el sujeto será desaseado, desordenado, terco e irresponsable.

 

ETAPA FÁLICO - GENITAL (3 a 5 ó 6 años)

La excitabilidad de la zona genital existe desde el comienzo de la evolución, pero sólo cuando las etapas anteriores han sido superadas, los genitales llegan a adquirir una situación preponderante. Ferenczi denominó anfimixis a esta centralización de la descarga libidinosa en la zona genital. El pene adquiere para el niño un valor mágico.

El descubrir que hay seres sin pene lo horroriza, pues llega a suponer que las niñas tuvieron pene alguna vez y lo perdieron como castigo por la masturbación. Este temor angustioso, conciente o inconciente, a perder el falo, es denominado complejo de castración; simultáneamente con ésta, puede existir un deseo de perder los genitales como un acto expiatorio, lo cual permite distinguir una forma activa y otra pasiva del complejo de castración. La pérdida de un objeto o la herida más insignificante pueden adquirir para el inconciente el significado de una verdadera castración, aunque ésta tenga un carácter meramente representativo.

La fantasía sexual de esta etapa se refiere al acto sexual como intercambio de orina, además de las protofantasías de acecho del acto sexual parental, de seducción por una persona adulta y la fantasía de retorno al vientre materno. En este período la fantasía de que la mujer posee un pene igual al del hombre adquiere gran importancia, que podría movilizar a la homosexualidad.

Bisexualidad

Todas las particularidades del sexo masculino, cualesquiera que sean, se comprueban también en el sexo femenino. Freud enunció una hipótesis en la que sostiene que existe en todos los individuos una disposición bisexual originaria que, en el curso de la evolución, se ha ido orientando hacia la monosexualidad, pero conservando algunos restos del sexo opuesto; esta afirmación está corroborada por datos embriológicos, anatómicos, celulares, bioquímicos y de experiencias en vertebrados y mamíferos superiores.

Plantea la homosexualidad basada en evidencias psicológicas, por las cuales, al hombre homosexual, la mujer en general se le ha convertido simbólicamente en una imagen incestuosa y cada acercamiento a ese objeto censurado moviliza la prohibición del superyó.

 

Complejo de Edipo

En la etapa fálica crecen las tendencias de tipo genital, para las que el niño debe encontrar un objeto, buscando entre quienes lo rodean. Su padre adquiere una nueva dimensión y el niño ve en él un representante poderoso del mundo exterior.

En varios aspectos empieza a conducirse como un amante para su madre, contraponiéndolo con su padre, hacia el cual siente a la vez agresividad y admiración. La agresividad contra su padre la proyecta, y la imagen resultante comienza a ser peligrosa y tan agresiva como es la intensidad de la agresión que el mismo niño siente y proyecta sobre ese objeto.

Frente a la situación edípica y la angustia que esta misma le produce, el niño, desea tener la fuerza y la potencia del padre, dirige su agresividad hacia los órganos genitales del progenitor y como contraparte, teme que se lesione o se le quite eso mismo a él. Al ocurrir esto, empieza el complejo de castración. La observación de los genitales femeninos rompe la incredulidad del niño, representándose la pérdida de su propio pene.

Finalmente, opta por quitar del medio al padre malo, y en una regresión al plano oral, con el mecanismo de la introyección, logra satisfacer sus dos tendencias simultáneas: la de destrucción del padre malo, devorándolo mentalmente y la de incorporación del padre bueno, incorporando todo lo que ama en él. Mediante este proceso el sujeto soluciona el problema y al mismo tiempo fortifica su yo por la acción de un elemento censor que a su vez, aumenta las posibilidades de dominar sus pretensiones prohibidas, perpetuando la prohibición del incesto

Las tendencias libidinosas correspondientes al complejo quedan en parte desexualizadas y sublimadas. Este proceso ha salvado, por una parte, los genitales, apartando de ellos la amenaza de castración, pero por otra, los ha paralizado, despojándolos de su función. Con él empieza el período de latencia que interrumpe la evolución sexual del niño.

 

Complejo de Electra

El clítoris de la niña se comporta al principio exactamente como un pene, pero cuando la sujeto tiene la ocasión de compararlo con el pene verdadero de un niño encuentra pequeño el suyo y siente este hecho como una desventaja y un motivo de inferioridad, cayendo en la envidia fálica. La niña no considera su falta de pene como un carácter sexual, sino que lo explica como un castigo a la masturbación, pudiendo derivar en tres fenómenos: la inhibición sexual o la neurosis, a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad o el advenimiento de la femineidad normal.

La falta de pene provoca una reacción de odio hacia la madre, por el hecho de considerar que le ha privado de un pene. Tal situación moviliza en ella una regresión a la etapa anal retentiva, cargando de libido los representantes de los objetos a través del simbolismo de los excrementos, que estarían dedicados al padre y representarían un nuevo ser ofrecido a éste. Las sensaciones anales son desplazadas hacia la entrada de la vagina y la niña comienza a querer y apetecer genitalmente a su padre.

Se despierta la ambivalencia contra la madre, que debe ser eliminada por medio de la identificación con ella, que refuerza la femineidad de la niña.

 

PERÍODO DE LATENCIA (5 a 12 años)
 

En este período el ello se aplaca, el yo se refuerza y el superyó heredero del complejo de Edipo, actúa con más severidad.

En realidad no existe un período de latencia absoluta, pues ésta se ve interrumpida esporádicamente por excitaciones. La libido pierde su carácter objetivo genital inmediato, para dirigirse especialmente a perfeccionar las cualidades de sublimación del sujeto, ya que las energías instintivas de los impulsos sexuales son aprovechadas durante esta época para la estructuración del yo.

Durante el período de latencia se perfeccionan y organizan las estructuras que se han planteado básicamente los años anteriores y su buena realización depende fundamentalmente de la armonía psicosexual entre los progenitores.

Freud sostenía que era un fenómeno biológico, pero Reich afirma que es un proceso sustentado como consecuencia del ambiente.

 

PUBERTAD (desde los 11 a 13 años)

En este período surgen grandes cantidades de excitación sexual, pero inconcientemente, con los mismos objetos de la infancia, por lo que continuaría la barrera contra el incesto. la duración de la pubertad puede variar, citándose casos en que a los 25 todavía no ha sido todavía superada.

El aumento de exigencias instintivas produce en el individuo, como efecto indirecto, la intensificación de los esfuerzos defensivos que persiguen el dominio de los instintos reactivados; los mecanismos del yo pueden exagerarse hasta el grado de promover una deformación morbosa del carácter, por medio de la intelectualización y el ascetismo.

En el adolescente siempre se puede advertir un antagonismo frente a los instintos, cuya magnitud sobrepasa en mucho a la habitual represión instintiva de la vida normal; los adolescentes parecen temer más la cantidad que la calidad de los instintos. Durante este período desconfían de una manera general del goce o placer en sí y el sistema más seguro consiste únicamente en oponer al incremento y apremio de sus pulsiones las prohibiciones más estrictas, aunque también es corriente que se entregue súbitamente a todo antes consideraba prohibido.

En particular los adolescentes que Bernfeld denomina de pubertad prolongada, exhiben un insaciable deseo de meditar y platicar sobre temas abstractos, aunque se descubre que esa elevada capacidad intelectual tiene poca o ninguna relación con su conducta. Dada la omnipresencia de los peligros, el yo debe valerse de cuantos medios conoce para dominarlos: la reflexión sobre el conflicto instintivo, su intelectualización , parece ser un medio conveniente.

En el adolescente se presenta una especie de culto al héroe, lo que le permite preservar a la persona buena, teniendo la ocasión de satisfacer su odio en el ser que según su juicio, lo merezca.

Durante este período, los adolescentes tienden a separarse de sus padres, debido a que sus deseos sexuales y conflictos en relación con aquellos se ha reactivado.

 

MELANIE KLEIN

Vida fantaseada:

forma por la cual las percepciones y sensaciones internas y externas son interpretadas y representadas a sí mismo en la mente, bajo la influencia del principio placer - displacer, por intermedio de la introyección y la proyección, lo que hace que fantasía y realidad se influyan mutuamente.
Las fantasías inconcientes están siempre presentes y siempre activas en todo individuo, existiendo desde el comienzo de la vida. Es una función del yo

Avidez:

emoción oral que consiste en un deseo vehemente, impetuoso e insaciable, que excede lo que el sujeto necesita y lo que el objeto es capaz de dar. Siempre hay cierto nivel de avidez, que aumenta con la ansiedad persecutoria y varía con cada niño. Introyección destructiva.

Envidia:

no es sólo robar, sino colocar impulsos destructivos y partes malas dentro del objeto, con el fin de dañarlo, destruirlo y controlarlo. Identificación proyectiva destructiva, fundamentalmente sobre objetos parciales. Tiene un componente libidinal menos intenso que la voracidad y está impregnada del instinto de muerte.

Celos:

se basan en la envidia, comprenden una relación de al menos dos personas y conciernen principalmente el amor que el sujeto siente que le es debido y le ha sido quitado o está en peligro de serlo, por un rival. Son necesariamente una relación de objeto total.

Melanie Klein señala que al comienzo de la vida hay dos fuentes de ansiedad: la interna estaría dada por el instinto de muerte que fundamenta el temor a la aniquilación y la externa, que estaría dada por la experiencia al nacer en forma de la primera castración y sería la base de las angustias posteriores.

La primera relación objetal que realiza el niño es la alimentación y se realiza con el pezón de la madre, tanto para los instintos de vida como para los de muerte, impulsos que estarían en equilibrio cuando el bebé está libre de hambre y tensión interna. El equilibrio se puede perturbar tanto por pulsiones internas como por elementos del medio, desencadenando la avidez.

Cualquier aumento de la avidez fortalece la sensación de frustración y paralelamente aumenta la intensidad de la agresión, lo que simultáneamente incrementa la ansiedad persecutoria y esta aumenta, a su vez la avidez, formando un círculo cerrado. Por otro lado, a medida que aumenta la gratificación, disminuye la envidia, la disminución de la envidia permite mayor gratificación y esto a su vez, estimula la disminución de la envidia.

Plantea la Melanie Klein que la base constitucional de la intensidad de la avidez es provocada por la fuerza de los impulsos destructores en su interacción con los impulsos libidinosos. En algunos casos, la ansiedad persecutoria incrementa la avidez y en otros, produce tempranas inhibiciones de la alimentación.

Las experiencias que tiene el niño de ser alimentado y de ser frustrado constituyen internamente las imágenes de dos pechos: un pecho vinculado con la frustración, el bueno, y un pecho vinculado con la satisfacción, el malo. Esta división se produce por la inmadurez del yo, la falta de integración del yo y el proceso de división del objeto. A las experiencias de frustración y satisfacción se suman los procesos de introyección y proyección, que contribuyen a hacer más ambivalente la relación objetal, de este modo quedan estructurados los prototipos que forman el núcleo del superyó.

El yo inmaduro del bebé está expuesto desde el nacimiento a la ansiedad provocada por la innata polaridad de los instintos y cuando se ve enfrentado con la ansiedad que le produce el instinto de muerte, el yo lo deflexiona. Así, la gratificación no sólo satisface la necesidad de bienestar, amor y nutrición; también se la necesita para mantener a raya la aterradora persecución.

De la proyección original del instinto de muerte surge otro mecanismo de defensa, la identificación proyectiva, en la que se escinden y apartan partes del yo y objetos internos y se los proyecta en el objeto externo, que queda entonces poseído y controlado por las partes proyectadas e identificado con ellas.

La ansiedad predominante de la posición esquizoparanoide (0 a 4 meses) es que el objeto u objetos persecutorios se introduzcan en el yo y avasallen y aniquilen tanto al objeto como al yo.

Para contrarrestar el nivel de ansiedad, el yo desarrolla varios mecanismos de defensa, donde, en algunas situaciones, se proyecta lo bueno para mantenerlo a salvo de lo que se siente como maldad interna y situaciones en que se introyectan los perseguidoras, hace una identificación con ellos o incluso, recurre a la desintegración del yo, en un intento de controlarlos. Sin embargo, los mecanismos de defensa no sólo protegen al yo de ansiedades inmediatas, sino también tienen funciones de etapas progresivas del desarrollo como la escisión, que constituye la base de la represión y la atención, y la proyección, que posibilita la empatía.

Cuanto menor es la ansiedad persecutoria, la tendencia hacia la división es menor y el yo tiende más hacia la integración. La síntesis de amor y odio hacia un objeto total de origen al comienzo de la posición depresiva alrededor de los cuatro meses.

En la faz depresiva encontramos: el comienzo de una emoción dolorosa de culpa y necesidad de reparación; que la agresión está mitigada por la libido, de donde la ansiedad persecutoria se encuentra disminuida y que la ansiedad relacionada con el destino del objeto interno y externo que está en peligro lleva al yo a efectuar una reparación e inhibir los impulsos agresivos. Al mismo tiempo la organización sexual va progresando, los impulsos anales y uretrales aumentan, pero de cualquier modo siguen predominando los orales.

El bebé tolera mejor el instinto de muerte dentro de sí y decrecen sus temores paranoides, disminuyen la escisión y la proyección y gradualmente puede predominar el impulso a la integración del yo y del objeto. La relación ya no es con objetos parciales sino que se transforma en una relación objetal total: reconocer a la madre como tal también significa reconocerla como individuo con una vida propia y con sus propias relaciones con otras personas; el bebé descubre cuán desamparado está, como depende totalmente de ella y cuántos celos le provocan los demás, puede recordar gratificaciones anteriores en momentos en que está siendo frustrado, enfrentándose a conflictos vinculados con la ambivalencia.

El motivo principal de la ansiedad del bebé es que sus impulsos destructivos hayan destruido o lleguen a destruir al objeto amado de quien depende totalmente, lo que aumenta la necesidad de poseer este objeto, guardándolo dentro de sí y protegiéndolo de su propia destructividad. La omnipotencia de los mecanismos de introyección oral hace surgir ansiedad ante la perspectiva que los poderosos impulsos destructivos destruyan no sólo al objeto bueno externo, sino también al objeto bueno introyectado.

La experiencia de la depresión moviliza en el bebé el deseo de reparar a su objeto u objetos destruidos. Como cree que la destrucción de su objeto se debe a sus propios ataques destructivos, cree también que su propio amor y cuidados podrán deshacer los efectos de su agresión.

Cambia el carácter del superyó: el objeto persecutorio es vivenciado como autor de castigos crueles y el objeto ideal, con quien el yo anhela identificarse, se convierte en la perte del superyó correspondiente al ideal del yo, que también resulta persecutorio por sus elevadas exigencias de perfección. A medida que se aproximan entre sí el objeto ideal y el persecutorio en la posición depresiva, el superyó se integra más y es vivenciado como un objeto interno total, amado con ambivalencia.

La reparación propiamente dicha apenas puede considerarse una defensa, ya que se basa en el reconocimiento de la realidad psíquica, en la vivencia del dolor que esta realidad causa y en la adopción de una acción adecuada para remediarla en la fantasía o en la realidad. La reparación maníaca es una defensa en la medida que su fin es reparar al objeto sin que aparezcan sentimientos de culpa o pérdida: no se dirige nunca a los objetos originales o a internos, siempre a objetos más remotos; es necesario no sentir que uno mismo dañó al objeto destinatario de la reparación; se siente al objeto como inferior, dependiente y despreciable; no puede completarse nunca porque si lo hiciera, el objeto sería merecedor de amor y aprecio y, por último, este tipo de reparación no alivia la culpa subyacente ni proporciona una satisfacción duradera.

 

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REFERENCIAS

Coderch, J. (1991). Psiquiatría dinámica. Barcelona: Herder.

Fenichel, O. (1974). Teoría psicoanalítica de las neurosis. Buenos Aires: Nova.

Fiorini, H.J. (1997). Teoría y técnica de psicoterapias. Buenos Aires: Nueva Visión.

Freud, A. (1971). El yo y los mecanismos defensivos. Buenos Aires: Paidos.

Freud, S. (1997). Los textos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona: Altaya.

Racker, H. (1990). Estudios sobre técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Paidos.

Segal, H. (1991). Introducción a la obra de Melanie Klein. Buenos Aires: Paidos.

Tallaferro, A. (1991). Curso básico de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidos.

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