TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LA PERSONALIDAD
Primera parte

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El psicoanálisis concibe la vida psíquica cono evolución incesante de fuerzas elementales, con un concepto dinámico del psiquismo.

 

1 Punto de vista topográfico: inconciente, preconciente, conciente

 

EL SISTEMA INCONSCIENTE

Su conocimiento sólo puede darse de un modo indirecto, mediante los datos que suministran los sueños, los actos fallidos, los test proyectivos y sobretodo, la historia de síntomas neuróticos y psicóticos. El inconciente, para el psicoanálisis, es psíquicamente positivo, en constante evolución y cargado de energía psíquica.

La existencia del inconciente se puede establecer por el contenido y modo de actuar. Dentro de los contenidos se pueden encontrar los equivalentes instintivos y las representaciones de hechos, objetos y de órganos.

Se entiende por equivalente instintivo la manifestación psíquica externa de un instinto que se expresa por modificaciones motoras y secretorias que se viven como emociones. El modo de actuar del inconciente se denomina proceso primario, por ser la primera forma de actuación, la más primitiva del psiquismo.

En el inconciente hay que tomar en cuenta los siguientes mecanismos

Desplazamiento: consiste en la movilización y cambio de lugar de una carga psíquica, un desplazamiento de la importancia de una unidad a otra. (Histeria de angustia: neurosis fóbica y neurosis obsesiva).

Condensación: consiste en la unión de varios elementos separados que tienen determinada afinidad entre sí (Histeria de conversión).

Proyección: el sujeto proyecta sus impulsos agresivos sobre otros y luego se siente perseguido y acosado por esos mismos (Paranoia y neurosis fóbica).

Identificación: transferencia del acento del objeto al sujeto en una manifestación general. Va de sujeto a objeto.

 

Características del inconsciente

Ausencia de cronología: el inconciente no reconoce pasado ni futuro, tan sólo el presente.

Ausencia del concepto de contradicción: no pone reparo a la existencia de sucesos antitéticos. Tampoco sabe decir que no y cuando necesita dar una negativa, debe enunciarla recurriendo a otros elementos.

Lenguaje simbólico: cuando el inconciente tiene que decir, lo expresa en forma de símbolos.

Igualdad de valores para la realidad interna y la externa o supremacía de la primera.

Predominio del principio del placer: no soporta el displacer.

Dentro del sistema inconciente es necesario tener en cuenta una porción que se halla integrada por elementos que si llegaran a ser concientes presentarían notables diferencias con los demás, constituyendo el inconciente reprimido. Todo lo reprimido tiene que permanecer inconciente, pero no forma por sí solo todo el contenido de este sistema.

El ello en su totalidad y parte del yo y del superyó se encuentran dentro del sistema inconciente.

 

EL SISTEMA PRECONSCIENTE

Su contenido está integrado, en parte, por elementos procedentes del inconciente en paso hacia el conciente y también del conciente hacia el inconciente, adoptando la forma de material preconciente. Existen además impresiones del mundo exterior, radicadas como representaciones fonéticas o verbales.

El preconciente tiene leyes propias que constituyen el proceso secundario que comprende:

La elaboración de una sucesión cronológica en las representaciones.

El hallazgo de una correlación lógica.

La repleción de lagunas existentes entre ideas aisladas.

La introducción del factor causal.

 

EL SISTEMA CONSCIENTE

El conciente es un órgano de percepción situado en el límite de lo interno y lo externo. En el sujeto despierto, la más sensible sería la superficie externa del conciente, mientras que durante el sueño esta superficie sería menos permeable a los estímulos externos, aumentando en cambio la sensibilidad de la superficie interna. Para que un acto psíquico llegue a ser conciente, es necesario que recorra todos los peldaños del sistema psíquico.

El hombre no reacciona siempre a todo estímulo y el sistema conciente de la impresión de contar con un detector o amortiguador de estímulos, que amortigua los potenciales energéticos que llegan a él. Su localización topográfica correspondería hipotéticamente a la corteza cerebral.

 

2 Punto de vista estructural: ello, yo (mecanismos de defensa), superyó

 

EL ELLO

El ello está integrado por la totalidad de los impulsos instintivos, tiene íntimas conexiones con lo biológico. Todo lo que desarrolla está sometido al proceso primario y por ello, se rige por el principio del placer.

Todas las porciones del ello son inconcientes y una gran porción del mismo está constituida por elementos arcaicos de origen onto y filogenético.

Instinto: excitante interno continuo que produce, cuando es contestado en forma adecuada, un goce específico. El impulso instintivo trata de alcanzar su fin sin tomar en cuenta los medios, mientras que el instinto estaría dado por una movilización, de modo que el organismo debe valerse de medios adecuados para lograr su fin.

Existen dos instintos primarios: Eros y Tanatos. El primero tendería a la reunión, integración, fusión, conservación y creación de nuevas vidas; el otro, motiva al envejecimiento y a la muerte, su finalidad es la destrucción, la desintegración y el aniquilamiento y se pone de manifiesto bajo la forma de sadismo. Freud especuló la idea de que lo único que hacen los instintos de vida, por la forma que actúan, es evitar la muerte accidental y que el instinto de muerte se encuentra en todos los seres.

Lo que diferencia un estímulo biológico o instinto de un estímulo exterior es que resulta imposible huir de los primeros, cuya fuente está en nosotros mismos.

Los instintos tienen características que le son propias y distintivas:

Fuente de origen: el proceso energético, fisioquímico que se desarrolla en un órgano somático, cuyo estímulo es representado en lo psíquico por un equivalente instintivo. Parece ser un proceso complejo, puramente energético.

Intensidad o impulso dinámico: la magnitud de los obstáculos que es capaz de superar para lograr su satisfacción. Su factor motor.

Objeto: pertenece al mundo exterior (persona o cosa), por la cual y con la cual el instinto alcanza su satisfacción al suprimir la excitación o estado de necesidad. Es lo más variable del instinto.

Fin: restablecer un estado en el cual deja de subsistir una determinada tensión instintiva.

Libido: intensidad de la energía dinámica del instinto sexual, su elemento cualitativo. Todo ser humano dispone de una cantidad determinada de libido, que podrá ser afectada por la acción de diversos factores que pueden ser divididos en intrapsíquicos (sueños y fantasías -concientes e inconcientes) y extrapsíquicos (características del objeto detectadas a través de los sentidos, factores somáticos -estados hormonales y físicos-, farmacológicos -excitantes o depresores- y factores telúricos -estaciones del año y composición atmosférica-).

Existen varios instintos sexuales a los que se les denomina instintos parciales (exhibicionismo, deseo de ver, orales, anales, fálicos y sádicos) que actúan al principio independientemente unos de otros, pero que luego de un tiempo evolucionan hasta quedar reunido en una síntesis más o menos completa que, en el adulto normal, debería estar organizada en torno a la satisfacción genital (para el psicoanálisis todo lo genital es sexual, pero no todo lo sexual es genital, sino la función de obtener placer)

 

EL YO

Para Freud, el yo no es más que una parte del ello modificado por el impacto o la interacción de las pulsiones internas y de los estímulos externos. El yo se encuentra ubicado entre el mundo interno y el externo, en una posición tal que se comporta como receptor de los impulsos que le llegan desde ambos campos. Una parte del yo es conciente, otra es preconciente y otra es inconciente.

El principal papel del yo es coordinar funciones e impulsos internos y tratar que los mismos puedan expresarse en el mundo exterior sin conflictos. El yo tiene una estructura específicamente motora.

El yo ideal lo es para el ello, porque hace lo que éste quiere, el ideal del yo, en cambio, es una imagen externa idealizada, un objeto real modificado por lo que se llama "de idealización" y al cual el yo toma como modelo y meta de su estructura.

 

Desarrollo del yo

En el proceso de fascinación (Bernfeld) el yo reproduce las primeras percepciones y luego lo hace con todo estímulo que le llega. La imitación de lo percibido y la introyección oral forman el fundamento de lo que constituye la identificación primaria, primera forma de amor hacia un objeto y primera reacción motora ante estímulos exteriores.

El yo primario de los períodos evolutivos iniciales es netamente placentero, porque introyecta lo que es agradable y proyecta fuera de él lo que es desagradable, rigiéndose por el principio del placer. En las primeras etapas de la vida, el yo es estructuralmente débil pero se cree omnipotente por tener en sí mismo una parte del mundo exterior, que ha introyectado por vía oral (no tiene criterio de realidad y no conoce sus debilidades); de esta manera, tiene impulsos de actuación mágica y de omnipotencia, que nacen en el ello y aparecen como tales en el yo.

De acuerdo con un trabajo de Ferenczi, se considera que el yo pasa, en el curso de su evolución, por cuatro fases de magia y omnipotencia, que son las siguientes:

Fase de omnipotencia incondicional: que correspondería a la del estado fetal.

Fase de las alucinaciones mágicas: donde todo impulso es inmediatamente satisfecho por medio de alucinaciones.

Fase de omnipotencia con auxilio de gestos mágicos: la reacción del niño frente a un necesidad corporal se acompaña generalmente por movimientos de brazos y piernas. Gran parte de los síntomas histéricos pueden ser considerados como recompensados por medio de tales artificios.

Fase de superioridad del pensamiento: parece iniciarse conjuntamente con el lenguaje, fase inaccesible a los niños pequeños y los psicóticos.

Estas fases mágicas del yo desaparecen casi por completo cuando son sustituidas por el sentido de la realidad. Percibir, adaptarse a la realidad y actuar son las funciones más elevadas del yo, pero todo hombre en algún momento puede tener un pensamiento mágico.

El yo no sólo es capaz de actuar sobre el mundo exterior, modificándolo (aloplastía), sino que puede también actuar sobre el organismo (autoplastía), condicionando las reacciones de éste hasta tal punto que llega a simular la realización de un deseo.

 

Funciones del yo

El yo tiene dos funciones muy importantes, que son.

Examen y sentido de la realidad: el yo tiene la llave de la motilidad, que le permite al mismo tiempo comprobar la existencia real de los objetos. Se vale de dos recursos: el examen de la realidad por medio de la actividad motriz y el sentido de la realidad, en el que ya no hay necesidad de motor y mediante la cual se sabe si el objeto está realmente allí. En el hombre medio normal, el yo perceptor y el yo enjuiciador se desenvuelven paralelamente, ya que sus actuaciones son armónicas, dentro de los límites variables de cada individuo.

Función sintética o de homeostasis: consiste en recibir el impulso, diferenciar de dónde llega, luego realizar un proceso de síntesis entre los distintos elementos que llegar del ello, tratando que una cantidad determinada de energía pueda descargarse en un sólo movimiento, si esta satisfacción no provocara una reacción del superyó.

En suma, la función homeostática del yo se realiza, según Alexander, por medio de cuatro funciones:

La percepción interna de las necesidades instintivas,

La percepción de las condiciones externas existentes de las que depende la gratificación,

La facultad integrativa que permite al yo coordinar los impulsos e instintos entre sí y luego con la censura del superyó y

La facultad ejecutiva, por la cual controla la conducta voluntaria.

 

Mecanismos de defensa del yo

La angustia es motivada por el peligro que la organización total del yo pueda ser destruida. Estos mecanismos de defensa son utilizados por el yo en su lucha contra peligros intrapsíquicos y extrapsíquicos o ambientales.

 

I. Mecanismos de defensa del yo contra peligros intrapsíquicos

Represión: para combatir, ante todo, deseos sexuales. Es impedir al impulso instintivo el acceso a la motricidad, manteniéndole intacta su carga de energía. Una condición indispensable de la represión es que el motivo de displacer adquiera un poder superior al del placer que produciría la satisfacción, significa un constante gasto de energía y es, por lo mismo, antieconómico.

Toda represión consta de dos fases: una represión primitiva, que aleja del campo de la conciencia la representación psíquica del instinto y la represión propiamente dicha, que recae sobre las ramificaciones psíquicas de la representación reprimida o sobre aquella serie de ideas que se han ligado asociativamente a dicha representación.

El hecho que una idea esté reprimida no impide que continúe organizándose, creando ramificaciones y relaciones, constituyendo lo que se denomina complejo, porque al ser retirada de la influencia conciente, al representación del instinto se desarrolla de una forma mucho más libre y amplia. Cuando estas ramificaciones se han distanciado suficientemente de la representación central del complejo, por deformación o por interpolación de numerosos elementos, se llega a una representación que puede aflorar a la conciencia.

Regresión: proceso que conduce nuevamente la actividad psíquica a una forma de actuación ya superada, evolutiva y cronológicamente más primitiva que la actual. La intensidad de la regresión es motivada por dos factores: el grado de vacilación con que el individuo acepta las nuevas formas de gratificación y el grado de fijación a los patrones anteriores.

La regresión del yo se refiere a la actuación mágica, es decir, a un tipo de expresión que es característico de un yo inmaduro.

Aislamiento: hace que se considere separado lo que en realidad permanece unido (neuróticos obsesivos).

Anulación o reparación: consiste en la realización de un acto determinado con el fin de anular o reparar el significado de uno anterior

Formación reactiva: lleva al yo a efectuar aquello que es totalmente opuesto a las tendencias del ello que se quiere rechazar. La persona que elabora formaciones reactivas modifica la estructura de su yo como si el peligro estuviera siempre presente, de este modo origina rasgos caracterológicos que no son completamente efectivos para el sujeto.

Identificación: consiste en transferir el acento psíquico del objeto del yo. Puede ser parcial o total.

Proyección: el sujeto atribuye a un objeto externo sus propias tendencias inconcientes, inaceptables para su superyó, percibiéndolas luego como características propias del objeto.

Cambio de un instinto por su contrario: mutación del amor por el odio.

Vuelta del instinto contra el yo: una carga agresiva, primitivamente dirigida hacia un objeto del mundo exterior, se vuelve contra el yo y algunas veces llega a destruirlo.

Sublimación: adaptación lógica y activa a las normas del medio ambiente, con provecho para uno mismo y para la sociedad, de los impulsos del ello, rechazados como tales por el yo, un una función armónica con el superyó. Se produce el abandono y cambio de la finalidad primitiva y objeto del instinto, con la misma orientación de éste y con ausencia de contracatexis.

 

II. Mecanismos de defensa del yo contra peligros extrapsíquicos

Negación en actos y palabras

Negación en la fantasía: el sujeto modifica en la fantasía, una situación real desagradable, transformándola en otra que le resulte más placentera.

Limitación del yo: abandono por parte del yo de una actividad cuyo ejercicio le produce displacer por un motivo cualquiera.

Identificación con el agresor temido: específicamente con el objeto temido o con su agresión, que puede darse frente a un acontecimiento pasado o a uno futuro.

Según Anna Freud, el representar el papel del agresor, asumiendo sus actitudes y atributos, o imitando sus agresiones, el sujeto simultáneamente se transforma, de persona amenazada y pasiva, en la que amenaza y es activa.

Renuncia altruista: el sujeto usa su energía participando en el destino de sus semejantes, en lugar de experimentar la vida en sí mismo, vive la vida de los demás. Por medio de este mecanismo se logra dominar la mortificación narcisista.

Los peligros instintivos contra los cuales se defiende el yo son siempre los mismos, aunque los motivos por los que percibe una determinada irrupción como riesgosa, son referibles a diferentes causas:

Causas motivadas por la angustia frente al superyó en las neurosis de adultos. Cuando un deseo instintivo pugna por introducirse en la conciencia y conseguir la gratificación con ayuda del yo. A las protestas del superyó, el yo se somete y combate al impulso, perdiendo su independencia, reduciéndose a mero ejecutor de los requerimientos del auperyó; hostil contra el instinto e incapaz de experimentar placer.

Defensa instintiva por la angustia real o objetiva en la neurosis infantil. El niño pequeño obra sus impulsos instintivos con miras a no transgredir las prohibiciones paternas. El yo del pequeño no combate el instinto por su propia voluntad, sino por la angustia frente al castigo externo.

Defensa instintiva por la angustia frente a la fuerza del instinto. El yo es amigo del instinto en tanto se haya diferenciado poco del ello. Siempre existe cierta desconfianza del yo frente a las exigencias instintivas y la angustia frente a la fuerza de éstas opera como angustia ante el superyó o angustia objetiva.


EL SUPERYÓ

El superyó es el resultado de la incorporación dentro del yo de los mandatos prohibitivos de sus padres, es decir, la internalización de la compulsión externa. En sus primeros estados el superyó pertenece al yo, pero gradualmente se va diferenciando de éste, sin que el sujeto normal lo perciba como un elemento definido. Representa todas las restricciones morales y todos los impulsos hacia la perfección.

En el Edipo, el primer mecanismo de defensa al que el niño recurre es el de regresión, en el plano oral, y a la introyección e identificación posterior con ese objeto del mundo exterior. Con la incorporación del padre en el yo, el niño introyecta la actitud "mala" de éste para conservar en el mundo real al padre "bueno".

En la constitución del superyó no sólo interviene un núcleo severo que corresponde, en general, al padre o a sustitutos, sino también otro núcleo materno más tolerante. Las imágenes parentales sólo originan el núcleo del superyó, sus elementos últimos provienen de la incorporación de las exigencias impersonales y generales del ambiente social. Existe simultáneamente algo más que la incorporación simple de la realidad externa, se producen también incorporaciones de los objetos internos infantiles que han sido proyectados y deformados por la situación interna del niño.

De acuerdo con los conceptos de Freud, el superyó hace su aparición en los individuos alrededor de los cinco años, cuando termina de elaborarse del complejo de Edipo y por lo tanto sería el heredero de este último.

Las funciones del superyó son: la autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica, la influencia principal en la represión y el enaltecimiento de los ideales.

Sobre la base de los rasgos particulares que presenta el superyó, se puede clasificar en:

Superyó heterónomo: provocando una conducta cambiante, encontrado más comúnmente en los sujetos que en su infancia fueron dirigidos por varios familiares.

Superyó con identificación negativa: reflejo, con rasgos contrarios, de la personalidad de los padres.

 

3 Punto de vista dinámico y económico: impulsos, instintos, energía psíquica

 

DINÁMICA MENTAL

La psicología psicoanalítica explica los fenómenos psíquicos como el resultado de la acción recíproca y de la acción contraria de fuerzas, esto es, de una manera dinámica, que es al mismo tiempo genética, puesto que no sólo examina un fenómeno como tal sino las fuerzas que lo producen.

Hay un tipo especial de fuerzas, los impulsos instintivos, que son directamente experimentados como una energía apremiante, instan a una acción inmediata y uno se siente impulsado por fuerzas de diversa intensidad para cumplirlos. La parte no instintiva de la mente humana resulta comprensible como un derivado de la lucha en pro y en contra de la descarga, creada por influencia del mundo externo. Existe otro tipo de fuerzas, los triebe o impulsos, que son variables en su fin y en su objeto por acción de fuerzas derivadas del ambiente.

La dinámica mental lleva a una homeostasis, que no implica una inamovilidad, sino un trabajo constante de las funciones vitales. La homeostasis se encuentra, en principio, en la raíz de toda conducta instintiva y las conductas "anti - homeostáticas" se explican como una complicación secundaria a fuerzas externas. Cuando las tendencias a la descarga y las tendencias inhibitorias son igualmente fuertes, no hay signos exteriores de actividad, pero se consume energía en una lucha interna oculta.

 

ECONOMÍA PSÍQUICA

La energía de las fuerzas existentes tras los fenómenos psíquicos es desplazable.

Los impulsos intensos que exigen una descarga son más difíciles de refrenar que los débiles, pero pueden ser contrarrestados por fuerzas contrarias igualmente poderosas. Establecer la cantidad de excitación que puede ser soportada sin descarga, significa un problema económico. Existe un intercambio de energía psíquica entre las funciones de ingreso, consumo y eliminación.

Existen tensiones placenteras, como la excitación sexual y faltas de tensión dolorosas, como el aburrimiento, no obstante la hipótesis de Fechner -según la cual, todo aumento de tensión psíquica es sentido como displacer y toda disminución de la misma, como placer- es válida en general.

El hecho que un impulso tenga la cualidad de conciente no tiene nada que ver con su aspecto cuantitativo o dinámico, sino que se relaciona con su dimensión cualitativa.

 

ESTRUCTURA PSÍQUICA

Los fenómenos psíquicos deben ser considerados como el resultado de la acción combinada de fuerzas que presionan, las unas, hacia la motilidad, las otras, en sentido opuesto.

El yo crea aptitudes que le confieren la capacidad de observar, seleccionar y organizar los estímulos y los impulsos: las funciones del juicio y la inteligencia. Desarrolla también métodos para impedir a los impulsos rechazados el acceso a la motilidad, utilizando cantidades de energía dispuestas para este fin: es decir, bloquea la tendencia a la descarga y convierte el proceso primario en proceso secundario. El yo es al ello, lo que el ectodermo es al endodermo; el yo se convierte en mediador entre el organismo y el mundo externo. Como tal ha de proporcionar, tanto una protección contra las influencias hostiles del ambiente, como el logro de la gratificación, aún contra la eventual coerción del mundo externo.

Lo que tiene lugar en la conciencia está formado por las percepciones e impulsos; las percepciones y los movimientos inconcientes poseen peculiaridades específicas, que las distinguen de los concientes. La conciencia nace del proceso de sistematización, que a su vez, depende de la capacidad de utilizar los recuerdos.

El yo se ensancha a costa de la capa de estas huellas mnémicas, denominada preconciente. La transición del yo al ello es gradual y únicamente se hace más neta en aquellos puntos en que existe un conflicto.

Lo reprimido presiona en dirección a la conciencia y a la motilidad y, en este esfuerzo, tiende a producir derivados, es decir, a desplazar su catexis a ideas vinculadas asociativamente al impulso original: al lograr nuevamente su verbalización, las ideas inconcientes se hacen preconcientes.

La energía con que el yo lleva a cabo su actividad inhibidora sobre los instintos deriva del reservorio instintivo del ello. Una parte de la energía instintiva se convierte en energía anti - instintiva. Una determinada parte del yo que inhibe la actividad instintiva se desarrolla, por un lado, más próxima a los instintos y por otro lado, está en conflicto con otras partes del yo, ávidas de placer. Esta parte, que tiene la función (entre otras) de decidir qué impulsos son aceptables y cuáles no, se denomina superyó.

 

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