LA SEXUALIDAD EN EL ADULTO MAYOR: GENERALIDADES

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Edel Julieta Jiménez Bustamante

Médica general, Psiquiatra, Educadora Sexual egresada de Amssac 

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 Introducción

 La sexualidad se manifiesta a través del complejo ínterjuego entre las necesidades de intimidad, afecto, vinculación, autoerotismo, autoimagen, y el contexto del individuo en relación al género, comunidad y etnicidad (1). La combinación de la capacidad para disfrutar una relación sexual satisfactoria y la capacidad de expresar los deseos sexuales propios no disminuyen con la edad (2). La valoración de la sexualidad en el anciano de ambos sexos incluye un enfoque múltiple, pues más que una afectación intrínseca, lo que existe es una acumulación de factores (enfermedades cardio-vasculares, daño en los vasos sanguíneos del área genital, cáncer o enfermedades debilitantes, problemas psiquiátricos, ingestión de medicamentos y de alcohol, así como influencias y hábitos previos ), que influyen de forma negativa sobre la actividad sexual y no exactamente la edad. La actividad sexual en esta etapa depende también de características físicas, psicológicas y biográficas del individuo, de la existencia de una pareja, así como del contexto sociocultural en que esta inmerso (3-7).

 

 Historia

Las primeras consideraciones sobre la sexualidad datan desde hace casi cinco mil años, tan solo se dispone de datos muy limitados sobre la descripción de las conductas y actitudes sexuales en diversos pueblos con anterioridad al año 1000 A de C. Se conoce que en Babilonia, alrededor del 2000 a.C., el sexo era una actividad tan normalmente aceptada y ejercida, que en el templo de la diosa Isthar había hombres cuya función era atender a las mujeres que requirieran de un hombre, sin importar la edad de las mismas. Por esa misma época, en la India surge el más antiguo tratado o compendio de amor: El Kamasutra, el cual introducía a sus lectores en los secretos del erotismo, considerando al sexo como un arte de amar y de vivir que debe estudiarse para obtener placer. Su autor, Vatsyayana, afirma que una mujer es capaz de lograr mayor placer que el hombre, sin importar su edad.  En el año 2500 a.C., los chinos consideraban que la relación sexual era obligatoria hasta los setenta años, tanto para mujeres como para hombres, ya que pensaban que el sexo es favorable para la salud, como medio para alcanzar una vida larga y feliz (8).

La gran mayoría de las prescripciones sexuales atribuidas al cristianismo pertenecen al pensamiento y a los escritos teológicos cristianos posteriores a Cristo. En la Edad Media se sataniza al sexo: se creía que el placer sexual era pecado, obra del demonio. La relación sexual en el pensamiento medieval tiene como único objeto la procreación (herencia del pensamiento hebreo) y, en consecuencia, está limitada a los matrimonios. Por ejemplo, Santo Tomás de Aquino creía que el hombre está mejor equipado biológicamente que la mujer y que, en el proceso reproductivo, es el hombre el participante más activo e importante. Al relacionar la sexualidad con la reproducción, se negó de esta manera el disfrute de la sexualidad al anciano. Hasta hace pocos años se creía que la menopausia marcaba el final del goce sexual femenino, debido a que se justificaba la sexualidad como necesaria para acceder a la maternidad.

Es hasta el siglo XX se empieza a investigar la sexualidad desde un punto de vista más científico. Algunos autores comenzaron a ofrecer una visión mas positiva de la sexualidad como por ejemplo: Sigmund Freud (1856-1939). Las publicaciones de Freud han dado lugar a una corriente del pensamiento, el psicoanálisis que permanece viva y se ha multiplicado en diferentes teorías y posiciones y que ha impregnado toda la cultura del siglo XX; este autor reconoce la importancia de la sexualidad en la salud y en la enfermedad (9).

 

Antecedentes

De los principales estudios epidemiológicos sobre la actividad sexual del anciano, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, se destacan: Von Krafft-Ebing, famoso estudioso de sexología de fines del siglo XIX, consideraba la sexualidad del anciano como un "perversión", justamente porque no era reproductivo.  Kinsey y cols., verdaderos pioneros en su trabajo, dedicaron sólo dos páginas al tema de la actividad sexual en el anciano, resumiendo que existe una disminución de la actividad sexual con la edad encontrando sexualmente activos a un 33% de los varones mayores de 70 años. Duke, concluyó que existe una disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales con la edad. Encontró que un 76% de los varones y un 27% de las mujeres mayores de 65 años mantenían actividad sexual. McCary en 1968 investigó a las mujeres ancianas certificando la participación de las mujeres casadas en la relación sexual, pero con una caída de la frecuencia debido al paso de los años (10). Diokno, en los ‘90 demostró una disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales con la edad, encontrando una diferencia significativa a favor de los ancianos casados (73.8% activos) frente a los no casados (55.8% activos), así como del sexo masculino frente al femenino (11). Baltimore, concluye que existe una disminución global en la frecuencia de las relaciones sexuales, encontrando un 62% de varones mayores de 60 años sexualmente activos. Gotenborg, encontró una frecuencia mayor de actividad sexual en los varones (48%) que en las mujeres (16%), destacando que el hecho de estar casados aumentaba la actividad sexual. Ribera en 1991, analiza la frecuencia de relaciones sexuales (coito) en mayores de 65 años, de los cuales 1/3 estaban institucionalizados. Concluyó que el 17,1% de los varones y el 4,7% de las mujeres mantenían actividad sexual (12). Master y Johnson  pusieron de manifiesto que no existe un límite cronológico para una correcta respuesta genital pero, con el paso de los años, tanto en el hombre como en la mujer se verifica una lenta y gradual decadencia física del estímulo sexual. Lo que a menudo sucede es que este decaer físico se ve acompañado por un aumento del deseo, salvo en los casos que se deba a una enfermedad física (13). Rubin en su libro “Vida sexual después de los sesenta”, destacaba que, gracias a unos sexólogos, se consiguió llenar el vacío existente en los conocimientos médicos y en las experiencias clínicas relativas a la sexualidad de los ancianos y combatir el popular estereotipo del "viejo asexuado" que tanto ha perjudicado la salud y la felicidad de demasiadas personas mayores. Helleger y Mortensen señalan en su trabajo que incluso a los 95 años, alrededor de un 40% de las personas estaban interesados en el sexo y alrededor de un 25% mantenían actividad masturbatoria. Brecher encontró en un estudio realizado en 1984 que en un grupo de mayores de 70 años, el 81% de los casados se mantenían sexualmente activos y la utilización de la masturbación coma sustituto del coito se calculó en 22% de los casos.  En México existen pocos reportes al respecto. En un estudio llevado a cabo en 2002, en población usuaria de servicios médicos geriátricos, se encontró que los factores de riesgo que interferían con la expresión de la conducta sexual en mayores de 70 años eran: la comorbilidad médica, depresión y creencias socioculturales; sin embargo, se encontró que el 72.5% de los encuestados mostró su sexualidad en forma positiva (14).
 

Mitos sobre la sexualidad en la vejez

Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo corporal juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento se vivan con una cierta angustia. Contrario a la creencia popular, la población anciana continúa disfrutando de su sexualidad. El estereotipo del anciano es un individuo de pensamiento y movimientos lentos, que requiere asistencia total y que nunca piensa en complacer o explorar su sexualidad. Estos mitos no tienen ninguna base real, los más comunes son: la disfunción eréctil es normal por la edad, los ancianos no tienen deseo sexual, los adultos mayores no tienen la capacidad de hacer el amor, los viejos son muy frágiles y propensos a lastimarse si intentan el coito, los ancianos son poco atractivos e indeseables, los viejos que se involucran en actividades sexuales son perversos, Es de muy mal gusto que las personas mayores expresen en público manifestaciones de afecto y deseo; etc. Desafortunadamente, esos mitos son perpetuados y estimulados incluso por la ignorancia de profesionistas e intelectuales que muestran un punto de vista estrecho acerca de la ancianidad.  La persona mayor que mantenga una percepción positiva de su cuerpo y de su pareja, mantendrá relaciones sexuales satisfactorias. Pfeiffer escribe al respecto: “El envejecimiento exitoso es aquel en que las personas han tomado la desición de mantenerse en actividad física, social, emocional e intelectual. Tenemos todas las razones para creer que mantenerse activo sexualmente ayudará a mejorar la calidad de vida en los años futuros” (15, 16).

 

Cambios en la función sexual con la edad  

Como se ha mencionado previamente, el comportamiento sexual en la vejez depende de muchos factores: salud en general, disponibilidad de un compañero (a) sano (a), personalidad, actitudes hacia y de los otros, nivel de educación, nivel social, creencias sexuales, actitud sexual previa, intereses y prácticas previas, grado de satisfacción con la vida, etc.  La sexualidad en el anciano debe considerarse en una forma amplia e integral, incluyendo en ella tanto componentes físicos como emocionales. Por ello, se acepta como normal en el anciano ciertas modificaciones en el patrón sexual considerado como estándar si se relaciona con el adulto joven; estas serían: disminución del número de coitos y el aumento proporcional de otras actividades sexuales como las aproximaciones físicas, caricias, ratos de intimidad emocional, de complicidad, relaciones de compañía o masturbaciones.

 

Problemas relacionados con la edad (17):
- Retraso en la excitación, con mayor necesidad de estimulación genital.
- Disminución de la rigidez peneana y de la lubricación vaginal.
- Pérdida de la sensación de la inevitabilidad eyaculatoria.
- Incremento de anorgasmia.

 

Factores médicos (18,19):
- Fármacos que pueden causar impotencia o disminución de la libido.
- Enfermedades (diabetes mellitus, hipertensión arterial) que pueden causar disfunción.
- Cirugías (ej. prostática o histerectomía).
- Barreras físicas (ej. catéteres).
- Disminución en la movilidad por artritis o secuela de enfermedad cerebrovascular.
- Cambios en la imagen corporal (ej. mastectomía, amputación de extremidades).
- Depresión, que puede llevar a pérdida de interés en el sexo.

Factores psicosociales (20):
- No tener pareja.
- Pérdida de privacidad.
- Condición social (desempleo, jubilación, institucionalización, etc).

Cuadro 1. Principales cambios fisiológicos en la función sexual con la edad. Terrie-Ginsberg (21).

Mujeres

Hombres

Disminución en la lubricación vaginal
atrofia de vejiga
adelgazamiento de mucosa vaginal
disminución de niveles de estrógenos
disminución de la elasticidad y tono muscular
disminución de la longitud y profundidad vaginal
disminución del tejido vulvar
disminución en el tamaño del clítoris

 

Disminución gradual de niveles de testosterona
Disminución en excitación, meseta, orgasmo y resolución
mayor necesidad e estimulación peneana para lograr y mantener la erección
prolongación de la fase de meseta
el orgasmo se debilita y se presenta en intervalos cortos
reducción del volumen seminal
en la fase de resolución la detumescencia peneana ocurre rápidamente
prolongación del período refractario entre las erecciones

 

Formas de expresión del comportamiento sexual en el adulto mayor

En las personas mayores la actividad sexual, no es entendida necesariamente como actividad orientada al coito, sino, en un sentido mucho más amplio; se trata del placer del contacto corporal global y la comunicación, así como la seguridad emocional que da el sentirse querido. Se debe aceptar que la sexualidad en la tercer edad responde al puro deseo de sentir placer, de gozar, de abrazarse a otro cuerpo, de amar (22).

 

Masturbación

Kinsey y otros investigadores demostraron que la masturbación es bastante común entre los ancianos (levemente menor que en los jóvenes). En algunos trabajos recientes se demuestra que la masturbación es la actividad sexual más frecuente en los varones mayores de 80 años. El 40-50% de las mujeres independientes mayores de 60 años practican esta actividad, y hasta un 8% de ellas se masturban con una frecuencia semanal. La prevalencia de la masturbación se explica, en muchos casos, por la existencia de una pareja incapacitada y por la frecuencia de viudez en edades avanzadas. Esto, unido al rechazo social que existe hacia el establecimiento de una nueva pareja, serían factores que propiciarían la satisfacción sexual mediante la masturbación. La auto-estimulación puede ser de gran importancia en la vejez, ya que permite liberar tensión sexual tanto en el hombre como en la mujer, con o sin pareja. Además, dado que la actividad sexual favorece la producción de testosterona, la masturbación puede ayudar a mantener el apetito sexual (23).

 

Tocamientos y caricias  

La falta de contacto físico puede generar sentimientos de aislamiento y soledad. Según algunos reportes, la mayoría de los adultos mayores cree que las caricias íntimas, pero no necesariamente las sexuales, favorecen una sensación de bienestar y felicidad. Los gestos físicos afectuosos, tales como abrazos, besos, caricias, adquieren mayor importancia durante la vejez; sugieren atención, reconocimiento y apoyo. Algunas personas que han perdido a su pareja, o que viven solas, suelen dirigir su amor y su afecto hacia algún animal doméstico. Se ha visto que para algunas personas cuidar de los animales puede resultar tan satisfactorio desde el punto de vista emocional, como el intercambio físico humano (24).

 

Relación con el cónyuge

La satisfacción marital empieza a incrementar en la fase del nido vacío, y al parecer se mantiene en la ancianidad, ya que pasan más tiempo juntos. Esto no significa que no haya discordias en los matrimonios de ancianos, sin embargo se enfrentan crisis graves con mayor estabilidad ante la presencia de una pareja. Se ha observado que uno de los predictores de satisfacción en la vejez, es la presencia de un cónyuge o la unión libre con alguna amistad íntima (25, 26).

 

Conclusiones
Es necesaria una educación sexual por parte de la población en general, lo cual redundará en beneficio de las personas de la tercera edad al desmitificar los prejuicios y las actitudes injustas, creando una conciencia de apoyo, solidaridad, y aceptación del anciano, que le permita su integración social evitando la patente discriminación de que es objeto y mejorando con ello su calidad de vida.  Disponer de más información no va a ser suficiente. Es preciso un trabajo concreto en la modificación de actitudes sexuales con un enfoque positivo ante la sexualidad, de ahí la conveniencia de trabajar en grupos, planificando y diseñando los objetivos en las intervenciones educativas. Debemos tratar en lo posible, sino de que desaparezca, si al menos de disminuir el sentimiento de culpa asociado a las practicas sexuales, por parte de algunos ancianos y ancianas. Ahora bien, estamos hablando de un grupo de hombres y mujeres nacidos en las dos o tres primeras décadas de este siglo, se comprenderá que una actitud ante la sexualidad aprendida en un contexto cultural de prohibición, que por otra parte choca radicalmente con los valores propuestos en la sociedad consumista actual, va a generar ideas negativas hacia las practicas sexuales que se den con una perspectiva de comunicación-diversión. Probablemente este factor sea uno de los que más contribuya a mantener una situación de negación de las necesidades afectivo-sexuales. Es preciso un cambio en el modelo dominante de conducta sexual: El coito no debe ser el elemento central a partir del cual gira toda la relación sexual. Probablemente la comunicación sensual, la ternura y el afecto, las caricias y los juegos sin prisas, presiones o agobios, sean la clave en la que se articule una nueva manera de acercarse al sexo en la vejez (27-29).

 

Anexo I.  Decálogo de los derechos de la vejez de Alonso Acuña (30)

1. El ejercicio de la sexualidad es una libre opción que estoy en capacidad de tomar.

2. Mi expresión sexual es permanente y no depende de la edad. Es una faceta vital que varía con cada persona.

3. Tengo el mismo deseo y derecho a recibir y dar caricias tal y como sucedía en mi niñez y juventud.

4. Estoy en capacidad de expresar sanamente el afecto hacia las personas que me atraen.

5. Puedo constituir pareja y compartir mis sentimientos sin límite de edad.

6. Soy capaz de trabajar, de producir, hacer deporte y divertirme. Mi situación de retiro o pensión no me lo impide, antes bien lo facilita.

7. Como persona mayor puedo tener el don de lo elemental, como sucede en la niñez. Soy capaz de gozar de la transparencia del aire, del aroma de la flor, el color de las mariposas, el roce de una mano amiga, la ternura de una caricia, el murmullo de un manantial. Cada vez más en virtud de mi experiencia.

8. Me aferro a la vida porque sé de su valor y percibo el placer de vivirla, aunque en ocasiones disfrute en la soledad de mis recuerdos y parezca persona huraña.

9. Tengo derecho a cuidar y mejorar mi imagen exterior, a transmitir a los demás la belleza interior que brota de mi cuerpo y gozar de toda clase de sensaciones que de él provengan.

10. El llegar a la vejez significa que he sobrevivido y triunfado sobre la enfermedad y la muerte. Puedo transmitir con orgullo estas ideas a mis hijos, nietos y amigos, para que a su vez si ellos logran alcanzar la vejez, tengan entonces el privilegio de transmitirlas, a sus nietos, hijos y amigos.

 

Referencias

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4. Butler R, Lewis M, Hoffman E, Whitehead E. Love and sex after 60: How physical changes affect intimate expression. Geriatrics 1994; 49: 20-7.   

5. Keller J. Sexuality in later life. Reviews in Clinicas Gerontology 1993; 3: 309-14.

6. Kennedy G, Haque M, Zaranhow B. Human sexuality in later life. International J Mental Health 1997; 26: 35-46.

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11. Diokno A, Brown M, Herzog R. Sexual function in the elderly. Arch Intern Med 1990; 150: 197-200.

12. Ribera D, Reig A. Comportamiento sexual en ancianos. Rev Esp Geriatric Gerontol 1991; 26: 234-42.

13. Master W, Johnson V. Sex and the aging process. J Am Geriatr Soc 1981; 29: 385-90.

14. Pedrero N, Blanco F, Pichardo F, Gutiérrez H, León G, Pichardo P. El viejo y la sexualidad. Archivo Geriátrico 2002; 5(2): 54-57.

15. Rienzo B. The impact of aging on human sexuality. J Sch Health 1985; 55(2):66–8.

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 28. García J. La sexualidad y la afectividad en la vejez. Madrid, Portal Mayores, Informes Portal Mayores, 2005; 41. Fecha de publicación: 31/08/2005.  

http://www.imsersomayores.csic.es/documentos/documentos/garcia-sexualidad-01.pdf .

29. Yanguas J. Hacia una propuesta de conceptualización de programas de intervención en gerontología psicosocial. Rev Esp Geriatr Gerontol 1995; 30: 177-188

 30. Acuña A. Sexo y edad: de la madurez a la vejez. Editorial CAFAM, Bogotá, 1984. 

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