LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE

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Doctora en Psicologia, York University (Toronto/Canadá) y Universidad Central de Venezuela
Profesora titular del Instituto de Psicologia, Universidad Central de Venezuela, Caracas.

Correspondência: Apartado 47018, Caracas 1041-A, Venezuela.

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La Psicología Ambiental y el desarrollo sostenible. Cual psicología ambiental? Cual desarrollo sostenible?

Environmental Psychology and sustainable development. Which environmental psychology? Which sustainable development?

 

RESUMEN

Este artículo presenta algunas reflexiones sobre los enfoques de desarrollo centrados en la sostenibilidad y los aportes que la Psicología Ambiental (PA) puede hacer para promover comunidades sostenibles en el contexto latinoamericano. Para ello expongo algunas de las propuestas para el desarrollo sostenible (DS), formuladas desde distintos contextos y ámbitos disciplinares y las analizo en términos del lugar que le asignan a la dimensión psicosocial y a la manera de abordarla. Seguidamente, describo brevemente algunos enfoques teóricos y estrategias metodológicas que, en términos generales, han orientado el quehacer de algunos profesionales de la PA y sus posibles contribuciones para un DS en nuestro continente latinoamericano. Adicionalmente, presento algunas consideraciones sobre los requerimientos para una PA orientada a la producción de conocimiento relevante para el DS. Finalmente, y tomando como ejemplo la articulación entre asentamientos urbanos no regulados y la "ciudad formal", expongo los desafíos que debe enfrentar y los requerimientos que debe satisfacer una PA orientada a promover la sostenibilidad.

 

ABSTRACT

This article raises some reflections on some approaches to sustainable development (SD) and on the contributions environmental psychology (EP) can make in order to promote sustainable communities, in the Latin American context. For this purpose: a) some of the proposals for SD, formulated in various contexts and disciplines, are analysed in terms of the place they assign to the psychosocial dimension and the way they deal with it, b) some of the theoretical approaches and methodological strategies which, in general terms, have oriented professional practice in EP are briefly described on the basis of their potential contributions for a SD in our continent, c) some considerations on the requirements for an EP oriented towards producing relevant knowledge for SD are outlined. Finally, and taking as example the articulation between urban unplanned settlements and the "formal city", some of the challenges and requirements for a model of SD, based on the principles suggested for an EP oriented towards promoting sustainability are pointed out.

 

Introducción

Hace treinta años se empleó por primera vez, de manera formal, el término Desarrollo Sostenible (DS) en el informe producido por el Club de Roma, denominado Los límites del crecimiento (Meadows, Meadows & Randers, 1972). Dicho informe advertía sobre la amenaza del agotamiento de los recursos naturales en virtud del manejo de un modelo de desarrollo basado en la producción y consumo indefinidos de bienes. Ese mismo año se realizó en Estocolmo, Suecia, la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano, de la cual se derivó el documento Una sola Tierra. Ambos eventos marcaron un hito en la evolución del modelo de DS. Hoy en día, el impacto de aquellos planteamientos iniciales ha crecido sustancialmente, al punto que podemos afirmar que no existe ámbito ajeno a los mismos y que las sucesivas cumbres y reuniones internacionales realizadas en torno al tema los han nutrido y complejizado. Ejemplo de ello son las 300 definiciones que hoy en día existen sobre el término (Gouveia, 2002).

También la Psicología Ambiental (PA) tiene aproximadamente treinta años de edad y a pesar de esta coincidencia cronológica, es reciente el interés sistemático de esta disciplina por el tema del DS. Evidencia de ello son las publicaciones recientes sobre el tema, tales como el libro editado por Lawrence (2000), el editado por Schmuck y Schultz (2002), dos capítulos sobre el tema, el de Bonnes y Bonaiuto y el de Pol, en el nuevo Handbook of Environmental Psychology (Bechtel & Churchman, 2002) y el número especial dedicado al tema editado en la revista Environment and Behavior y coordinado por Pol (2002b). No obstante lo reciente de estas referencias, no debemos desconocer que entre los postulados que dieron origen a la PA se planteó, al igual que en los del modelo de DS, la comprensión y abordaje de la problemática humano ambiental, en aras de una relación armónica entre ambos componentes, entendidos como totalidad.

Por otra parte, el DS nace impulsado por organismos multilaterales, su foco de interés es la conservación de los recursos del planeta, en aras de la preservación de la vida de esta y de las sucesivas generaciones, e incluye, además de la dimensión ambiental, la económica, y más recientemente la social y la institucional, a nivel global. Por su parte, la PA nace desde la academia y su foco es básicamente el tiempo presente, los contextos y niveles de análisis locales y las dimensiones ambientales y psicosociales. A estas diferencias entre ambas perspectivas se añaden las inherentes a las discrepancias dentro de cada una de ellas con relación a la forma de definir y aproximarse a sus respectivos objetos de interés.

No obstante las diferencias interperspectivas y la diversidad intrapersectiva mencionadas, resulta natural suponer que la PA es una de las ciencias humanas mas afín al objetivo fundamental del DS y que los planteamientos de ambos requieren reconocerse en sus semejanzas en función del bienestar de la humanidad. Veamos entonces cuáles han sido: a) los planteamientos esenciales del DS, b) algunos de los aportes de la PA para superar la insostenibilidad, c) las orientaciones para alcanzarlos, d) las limitaciones de las mismas y e) algunas sugerencias para incorporar otra perspectiva en la PA en su aproximación al DS.

 

Desarrollo sostenible: uno o varios?

La definición más ampliamente difundida sobre DS proviene del Informe de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y Desarrollo (World Committee for Environment and Development, WCED), creada en 1987 y comúnmente conocida como Comisión Brundtland. Dicho informe, denominado Nuestro futuro común (Brundtland, 1987), concibe al DS como: "El desarrollo que satisface las necesidades básicas y las aspiraciones de bienestar de la población del presente, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones" (p. 22).

A pesar de su amplia difusión y uso, ésta definición ha sido criticada por ser antropocentrica, por no especificar las necesidades a las cuales hace referencia (además de las básicas como agua, alimentación y reproducción sexual), por no aclarar cómo se pueden anticipar las necesidades de las generaciones futuras si las mismas son cambiantes, por no abordar el tema de la injusticia intrageneracional y por ser ambigua respecto a quién está incluido dentro de los límites de la sostenibildad, entre otras (Munasingue & McNeely, 1995).

Modelos más recientes para alcanzar la estabilidad ecológica incluyen aspectos económicos, sociales, ambientales e institucionales. Al respecto, Munasinghe y McNeely (1995) sostienen que "un sistema es sostenible o está balanceado si la actividad en él ocurre dentro de sus límites" (p. 6).

A lo largo de su historia e independientemente de la aceptación de las definiciones y de los planteamientos del modelo de DS derivados de las cumbres internacionales y de gestiones locales, gubernamentales o no, existe acuerdo en torno de la gravedad de los problemas ambientales del planeta y de su repercusión radical e implacable en un futuro no muy lejano, sobre todos sus componentes. Los problemas más frecuentemente mencionados son: el calentamiento de la tierra, el cambio climático por el efecto invernadero, la pérdida de la capa de ozono, la deforestación, la extinción de especies, el agotamiento del agua y de tierras para la agricultura, la lluvia ácida, la contaminación tóxica del aire y del agua, la exposición humana a químicos tóxicos, entre muchos otros. Muchos sintetizan este listado responsabilizando a los países del Norte por el sobreconsumo y a los del Sur por la superpoblación (Oskamp, 2000).

Las causas de la problemática expuesta son complejas e involucran diferentes aspectos que corresponden a los principales componentes del modelo, a saber: económicos, ambientales y sociales. Veamos brevemente a qué se refiere cada uno y algunas críticas formuladas respecto a la manera de concebirlos.

El componente económico

Este componente, central en la noción de desarrollo, sugiere una idea progresiva, evolutiva del mismo, de manera que a mayor crecimiento económico (inversión y producción), mayor desarrollo. Esta noción de crecimiento ha sido criticada porque no considera los efectos colaterales e indeseados que ella implica, no ha contribuido a resolver los problemas de los países mas pobres, supone el incremento constante de producción con el consecuente incremento de los recursos y su correspondiente amenaza de agotamiento, y no cuestiona los patrones de consumo, directamente vinculados con el impacto ambiental que el propio sistema genera. Además, esta concepción no contempla la superación de la pobreza, condición necesaria para un DS. De allí, que se requiere una reformulación del indicador económico que implique equidad en las condiciones de vida de la población.

El componente ambiental

El mismo ha estado orientado fundamentalmente por una noción conservacionista del ambiente, entendido como contexto natural, la cual enfatiza la conservación de recursos subestimando otros aspectos tales como la contaminación provocada por los modos de producción y de consumo, obviando en el análisis del deterioro ambiental, sus verdaderas causas. Tampoco incorpora otros ambientes, tales como los ambientes construidos, ni elementos del mismo (además de los recursos naturales), tales como la actividad humana, sin la cual el ambiente como tal pierde su sentido. Tal es el caso de los asentamientos humanos, el entorno más investigado en PA por constituir un contexto central en la vida de las personas.

El componente social

Esta dimensión se ha ido incorporando, aunque de manera gradual y poco precisa en el modelo de DS, gracias a la intervención de actores ajenos a los organismos multilaterales, esto es, movimientos ecologistas, defensores de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales, sectores académicos, entre otros.

No obstante, el componente social ha tenido poca presencia en el modelo, siendo sus referencias a aspectos tan generales como a la satisfacción de necesidades o a actitudes o conductas proambientales. Es a raíz de dos eventos, la Cumbre de Río 92 y la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos, Habitat II (Conferencia de Estambul, 1996), que se introduce formalmente en el modelo.

En Río 92 encontramos menciones directas al tema social expresadas en torno a tres elementos: 1) procesos que involucran aspectos sociales: lucha contra la pobreza, salubridad y dinámica demográfica, 2) grupos involucrados: mujeres, niños, poblaciones indígenas, y asentamientos humanos; 3) mecanismos para la puesta en práctica del modelo: educación, concientización y organización.

En Hábitat II, el componente social cobró especial relevancia a partir de la consideración de los asentamientos humanos, en tanto entorno y relaciones humanas, como un tipo de ambiente central en la vida de las personas. En dicho evento, el diálogo entre experiencias innovadoras en el contexto del hábitat y la vivienda, que inadvertidamente incorporaban en su concepción muchas de las propuestas del DS, resultó de gran utilidad para enriquecer los planteamientos del DS, particularmente en lo que a la dimensión social respecta y paralelamente, para incorporar la noción de DS en un ámbito común y vital para todos los seres humanos, como el del habitat, el cual abarca los distintos niveles del entorno residencial, desde el más micro y privado (la vivienda) hasta el más macro y público (la ciudad). Se incorporó igualmente la actividad humana, como elemento constitutivo del hábitat lo cual a su vez trajo como consecuencia un cambio en la forma de concebir el componente ambiental del DS, superando la perspectiva conservacionista que hasta ese entonces lo había acompañado. Otro logro del evento fue el compromiso de los Estados representados en el mismo de resolver los problemas de vivienda de gran parte de sus respectivas poblaciones, bajo los criterios del DS, así como la generación de propuestas para la superación de la pobreza, que es sin duda el mayor problema del planeta, y por ende ineludible en el modelo del DS. Se reconoció, asimismo, la importancia de la participación de los diversos actores, incluyendo para ello el fomento y el fortalecimiento de las capacidades de planificación, decisión y gestión del desarrollo en cada uno de ellos, así como de su disposición de articular esfuerzos para incorporar los respectivos puntos de vista y necesidades.

A pesar de la reivindicación de este componente y de su progresiva complejización, debemos reconocer que los temas contenidos en el mismo no han sido precisados conceptualmente ni se han formulado las estrategias metodológicas para su abordaje, lo cual a nuestro juicio corre el riesgo de reducir este componente esencial a un elemento discursivo y por ende inviable. Se requiere, en consecuencia, un desarrollo conceptual y metodológico que garanticen su incorporación y aplicación.

Por otra parte, las causas de la problemática expuesta son complejas y diversas, de modo que para superarla, se requiere promover cambios estructurales en los distintos niveles y ámbitos (ej: causas y patrones de producción y de consumo, distribución desigual de la riqueza, injusticia). Estos cambios además, deben ser pertinentes a la especificidad de los contextos particulares en los que se plantean, en virtud de su diversidad. Evidentemente, no tiene sentido diseñar e implementar programas de control de natalidad en ciertos países europeos, al igual que no lo tiene estimular cambios en patrones de consumo de bienes superfluos en poblaciones depauperadas de países en desarrollo.

Aunque, como ya dijimos, se han realizado diversas cumbres con sus correspondientes documentos y acuerdos, a los cuales la mayoría de los gobiernos se han suscrito, sobre todo en la Cumbre de Río en 1992, con la famosa Agenda XXI, el progreso ha sido demasiado lento para la gravedad de la situación. Por cierto que en estos días se está celebrando una «Nueva Cumbre de la Tierra», cuyo propósito es examinar en qué medida se implementaron los lineamientos de la agenda XXI y ello probablemente redundará en criticas y nuevos planteamientos para el DS. Adicionalmente, gran parte de los programas y acciones dirigidas a la población han estado orientadas por criterios técnicos, sin nutrirse de los conocimientos que las ciencias sociales, en particular la PA y la psicología social comunitaria (PSC) pueden aportar al respecto. Esto evidencia el desconocimiento de, precisamente, aquellos procesos psicosociales que estarían en la base de los cambios estructurales requeridos, a pesar del creciente acuerdo en considerar el componente humano y por ende social como determinante para el DS. Aquí es donde entra la psicología. Veamos entonces cómo ha enfocado la PA el DS.

 

Qué ha aportado y qué podría aportar la PA al DS?

La entrada de los psicólogos ambientales al tema de la sostenibilidad se enraíza en el convencimiento de estos profesionales sobre la responsabilidad individual y colectiva en el desarrollo de acciones que atentan contra la sostenibilidad del planeta y en la pertinencia de su dominio de experticia para aminorar, e incluso revertir esa tendencia. La fe en esta posibilidad de cambio radica en suponer que si la información, las creencias y las actitudes han contribuido a construir sistemas sociales basados en la producción y en el deterioro, también pueden fomentar su opuesto, o sea, patrones de vida sostenibles (Howard, 2000). Para enfrentar este enorme desafío, que involucra nada menos que transformar la manera como pensamos, actuamos y sentimos con relación al ambiente, diversos autores han asumido distintas aproximaciones y han destacado diferentes aspectos, cónsonos con sus propias concepciones del asunto.

Coherente con este propósito, los trabajos se han inclinado hacia la identificación, comprensión y/o intervención para el cambio de variables psicológicas y/o sociales y aunque el foco de acción ha sido el individuo, también han incluido procesos en agrupaciones como organizaciones, corporaciones (Oskamp, 2000), comunidades (McKenzie-Mohr, 2000; Pol, 2002a, 2002b) y hasta la propia cultura (Winter, 2000).

La investigación sobre DS en PA

Entre las investigaciones realizadas, podemos mencionar los estudios dirigidos a: comprender las actitudes, hábitos y actividades humanas dañinas para el ambiente (Gouveia, 2002), sus causas y la manera de cambiarlas (Stern, 2000); analizar las fortalezas y acciones humanas proambientales (Seligman & Cziksmakhilayi, 2000); examinar, además de las conductas individuales, las dimensiones culturales del DS (Ribeiro, 2000), entre otros.

Por ejemplo, Degenhardt (2002) exploró, a través de cuestionarios y del método biográfico, las motivaciones para un estilo de vida sostenible en personas con conocimientos, actitudes y conductas consistentes con el DS. Destacó la importancia de la recepción y reflexión sobre las emociones propias, como factores importantes para la motivación hacia estilos de vida sostenibles y la experiencia directa con la naturaleza. También encontró que la biografía, el modelaje, los valores morales y la discusión sobre alternativas de actuación propician este estilo de vida.

Algunos estudios han reivindicado el papel de dimensiones hasta ahora relegadas en el análisis del tema, tales como la emoción (Kals & Maes, 2002) y el género (Winter, 2002). Por otro lado, aunque el foco de acción ha sido el individuo, hay estudios que han incluido corporaciones y organizaciones, por considerar que éstas son las que más deterioran y porque sus decisiones restringen las opciones individuales (Oskamp, 2000; Stern, 2000) y también se han incorporado comunidades, en virtud de la variedad de hallazgos que revelan la relevancia de procesos comunitarios como la identidad urbana, para la conciencia y conservación ambiental (Jiménez, 2002; Pol, 2002a; Valera & Pol, 1994).

Otro objetivo de las investigaciones ha sido el desarrollo de modelos tales como el modelo de conexión con la naturaleza, que integra elementos cognitivos, afectivos y conductuales (Schultz, 2002), el modelo de ciudad, identidad y sostenibilidad, desarrollado a partir de una investigación transcultural coordinada por Sergi Valera y Enric Pol (1994), en la que participaron seis países.

En general, gran parte de las investigaciones han estado orientadas por la perspectiva conductual y cognitiva de la Psicología, enfatizando procesos psicológicos individuales, en tanto que la orientación hacia los problemas, con base en factores sociales y niveles de análisis grupales, ha tenido menor presencia. Stern (2000) ha criticado ese tipo de investigaciones, por fundamentarse en lo que considera un conjunto de mitos acerca de la relación humano ambiental, particularmente su énfasis en variables personales antes que situacionales. Presenta evidencia sobre la falta de relación directa entre la conducta y los valores y actitudes, reivindicando a su vez el impacto que sobre ésta tienen las variables del contexto (leyes, cambios tecnológicos). Cita como ejemplo la falta de correlación entre la conciencia ambiental y la conducta en ambientes generales o específicos (Degenhardt, 2002; Gardner, 2001). Adicionalmente, considera que los principales focos de deterioro son las organizaciones, de allí que es en ellas donde deben orientarse los esfuerzos que permitan diseñar estrategias basadas en la solución de los problemas antes que en el cambio personal. Así por ejemplo, considera que el reciclaje es más viable si se facilita su ejecución que si se cambian conductas o actitudes.

La intervención ambiental

En el plano de la intervención se ha incidido principalmente sobre procesos psicológicos, tomados de manera separada o conjunta, directa o indirecta. Por ejemplo, se ha propiciado el cambio de creencias, actitudes y conductas específicas, como la conservación de energía (Eigner & Schmuck, 2002); el cambio de actitudes, en la dirección de asumir actitudes proambientales (McKenzie-Mohr, 2002); la motivación para la cooperación con el futuro (Osbaldiston & Sheldon, 2002). También se han estimulado cambios en estilos de vida ecológica y social (Degenhardt, 2002), en patrones de consumo (Jiménez, 2002; Oskamp, 1995), en patrones conductuales individuales y en procesos de toma de decisiones cognitivas y emocionales específicos al ambiente, para fomentar, en lo cognitivo, la responsabilidad ecológica y la justicia ambiental y en lo afectivo, la indignación ante decisiones contrarias a políticas ambientales sostenibles (Kals & Maes, 2002). Asimismo se han manipulado principios cognitivos a través de la exposición televisiva a dramas, a fin de controlar el crecimiento poblacional (Bandura, 2002).

Adicionalmente se han formulado propuestas que trascienden las variables individuales. Entre ellas cabe mencionar el fomento de acciones tales como: el boicot de consumidores por la vía de la motivación (Friedman, 2002); las estrategias que aspiran integrar discursos sobre justicia ecológica, ética ambiental en discusiones grupales y la experiencia directa con la naturaleza (Kals & Maes, 2002); los procesos comunicacionales que pretenden propiciar la comunicación entre el público y los expertos (Winter, 2000); las iniciativas para fortalecer la colaboración interdisciplinaria (Stern, 2000); la transformación de los patrones organizacionales e institucionales deteriorantes de la sociedad en unos de armonía con la naturaleza (Oskamp, 2000); la promoción de alianzas entre el Norte y el Sur, de modo de nutrirse de las fortalezas respectivas (la ecoeficiencia tecnológica del Norte y la herencia sociocultural del Sur) (Cock, 2002); la incorporación de estrategias alternativas a las tradicionales en Psicología, tales como la Investigación Acción, para estimular el aprendizaje social sostenible, particularmente en las comunidades (Giuliani & Wiesenfeld, 2001, 2002; Jiménez, 2002; Wiesenfeld, 2000, 2001).

Por su parte, McKenzie-Mohr (2000) propuso una estrategia de mercadeo social basada en la comunidad, en la que identificó las actividades necesarias de promover y las creencias y actitudes que podían fungir como barreras para las mismas. Sobre esa base diseñó una estrategia que puso a prueba en una comunidad y cuya evaluación dió pie para su implementación sistemática en dicho contexto. Esta estrategia considera a la comunidad como el entorno en el que este tipo de intervenciones resultan efectivas, por cuanto se asume que comparten necesidades, niveles de vida y otros valores (Geller, 1995).

En general, diversos autores han concebido los procesos comunitarios como claves en la solución de problemas (Van Vugt, Biel, Snyder & Tyler, 2000) y han sugerido fundamentar las intervenciones orientadas a mejorar los usos de los lugares, en procesos sociopsicológicos de la Psicología Comunitaria, como la pertenencia y el fortalecimiento (Geller, 1995). Los hallazgos empíricos al respecto sugieren que existe una relación entre valores, normas e identidad social y la cooperación (Van Vugt et al, 2000); que la preocupación por el ambiente correlaciona más con la calidad de las relaciones sociales que con el nivel de riqueza y que la sostenibilidad es más viable cuando hay redes consolidadas de relaciones sociales (Pol, 1998) e identidad social de lugar (Hunter, 1987; Proshansky, Fabian & Kaminoff, 1983; Valera, 1993) que cuando predominan estrategias individuales de supervivencia (Castells, 1996).

Ejemplo de trabajos en entornos comunitarios, y con procesos como los mencionados, es el Proyecto CIS (Ciudad, Identidad y Sostenibilidad), coordinado por Valera y Pol (1994) y al que la revista Environment & Behavior dedicó recientemente un número especial (Pol, 2002b). El proyecto consistió en la exploración de los elementos que pudieran garantizar la viabilidad del DS en la(s) ciudad(es). Se tomó, como categoría de análisis fundamental, la Identidad Social Urbana, concepto integrado por dos componentes principales: la presencia de una red consolidada de interacciones sociales de soporte informal y un determinado nivel de identidad de lugar. La tesis central consistió en asumir que asentamientos con fuerte identidad social urbana, contarían con mejores condiciones para lograr un DS, ya que podrían lograr una mayor compatibilidad entre las diferentes dimensiones que componen el concepto. Los resultados apoyaron esta premisa.

Qué ha aportado entonces la PA al DS?

Tal como se desprende de la exposición anterior, tanto las investigaciones como las intervenciones mencionadas han contemplado diversos temas (específicos o generales), contextos (locales y globales), dimensiones (género, comunitaria), variables psicológicas y/o sociales, tales como creencias, actitudes, conductas, estilos de vida, valores y prácticas culturales, de manera separada o conjunta y aunque el foco de acción ha sido el individuo, también han incluido procesos en agrupaciones como organizaciones, corporaciones (Oskamp, 2000), comunidades (McKenzie-Mohr, 2000; Pol, 2002a, 2002b) y hasta la propia cultura (Winter, 2000). También han pretendido propiciar el intercambio entre sectores (expertos y público), niveles (individual, institucional), disciplinas y ámbitos de acción (local, global).

La variedad de los aspectos tratados, revela la falta de un hilo conductor entre ellos en cuanto a los intereses y propósitos que guían los trabajos, lo cual a su vez podría justificar la falta de sistematización y de integración de los hallazgos y por ende su aplicación. Suponemos que tal variedad e incluso la diversidad y discrepancias en los resultados dentro de un mismo tema, son también sugerentes de la complejidad del mismo.

Al respecto, y sin desmerecer los aportes derivados de dichos trabajos, diversos autores han manifestado su preocupación por el bajo impacto que han tenido las actividades realizadas y en general por la poca injerencia de la PA en la temática ambiental, particularmente en el DS (Winter, 2000). En este orden de ideas, es notoria la ausencia de principios psicológicos en los programas y las campañas ambientales, a lo cual McKenzie-Mohr (2000) atribuye el fracaso de las mismas.

Por otro lado, en general los resultados de las investigaciones no han trascendido al plano de la aplicación, y en caso de haberlo hecho no estamos seguros de su efectividad, en virtud de la escasa significación de los mismos. En el caso de las intervenciones, las mismas, al igual que las investigaciones, se han basado en principios cognitivos y conductuales cuya pertinencia ha sido cuestionada con base en los resultados de las investigaciones realizadas. Las intervenciones tampoco han incorporado la participación de los propios usuarios o protagonistas, proceso cuya relevancia lo ha colocado como requisito en prácticamente cualquier dominio y el impacto de las intervenciones, a mediano o largo plazo, que es un requisito para la sostenibilidad, tampoco ha sido evaluado. De acuerdo con Sánchez (2001), la participación es «...un proceso de acción colectiva, voluntaria, e inclusiva, mediante el cual la comunidad de manera organizada gestiona el logro de metas comunitarias, lo cual implica, generalmente, influir en las decisiones públicas relacionadas con tales metas» (p. 85).

Adicionalmente, a pesar del reiterado reconocimiento de la importancia del contexto comunitario, particularmente las comunidades residenciales ubicadas en los asentamientos humanos no controlados, porque albergan a la mayoría de las poblaciones pobres residentes en países igualmente pobres y por la estrecha relación existente entre pobreza e insostenibilidad, son pocos los esfuerzos desplegados en este tipo de entornos, tanto por parte de psicólogos ambientales como de los proponentes del DS. La comunidad a la que nos referimos ha sido definida por Sánchez (2001) como: "...una organización social que se distingue por la calidad de su membresía, por la influencia recíproca entre el grupo y sus integrantes, por compartir y trabajar juntos por resolver sus problemas y porque sus miembros se sienten afectivamente conectados..." (p. 85).

 

Reflexiones y propuestas

Desde nuestro punto de vista, las limitaciones señaladas obedecen, en parte, a las propias debilidades del paradigma positivista en PA, ya reportadas en diversos textos y que brevemente sintetizamos como: la aproximación fragmentada antes que holística a los procesos estudiados, la poca consideración a las características del contexto (sociopolítico, cultural, económico), el énfasis en procesos psicológicos individuales en las transacciones ambientales en desmedro de los procesos grupales, etc. (Wiesenfeld, 2000, 2001) todo lo cual es contrario al reconocimiento de la complejidad de tales procesos, particularmente el del DS y de la consideración de los mismos como totalidad.

En términos del análisis de los aportes de la PA al DS, pensamos que la base de las limitaciones señaladas radica en los supuestos que fundamentan este paradigma, y que en nuestro caso se traducen, entre otros, en suponer que los conocimientos son universales, independientes del contexto cultural al que pertenecen los sujetos y que estos son pasivos en la producción de dichos conocimientos. Este supuesto sugiere una subestimación de las versiones que los propios sujetos tienen del asunto, de allí que su participación es mas bien vista como una pérdida de tiempo.

En nuestra opinión, un enfoque que puede contribuir a superar algunas de las limitaciones señaladas es el construccionismo social. Siguiendo los postulados de este enfoque, los involucrados son los que mejor pueden dar cuenta de las razones y de los significados que confieren a sus acciones, por cuanto ambos, acciones y significados, se construyen en las prácticas e interacciones sociales cotidianas y esta cotidianidad tiene un referente espacial-temporal contextualizado. De allí que difícilmente los principios universales puedan aprehender esta especificidad y por tanto cualquier estrategia que desconozca dichos significados tendrá pocas probabilidades de éxito. Además, si los mismos se construyen en la interacción, es así como también pueden cambiar; interacción en la que la persona juega un papel activo. De hecho, el individuo y los procesos psicológicos son sociales en tanto somos en relación, no existe otro modo de ser.

Consideramos que es precisamente en este aspecto donde la PA, en conjunción con otras disciplinas, como la Psicología Social Comunitaria (PSC), puede realizar aportes importantes para el DS. Ello debido a que la primera destaca la presencia del factor humano en la dimensión ambiental, preocupación esencial en el DS, pero con escasa incidencia en la dimensión psicosocial, particularmente en contextos pobres, y la segunda, por su compromiso con las comunidades pobres de nuestros países (cuya problemática atenta de manera directa contra la sostenibilidad), pero sin necesariamente centrarse en la temática ambiental (Wiesenfeld, 2001). Adicionalmente, la comunidad, espacio privilegiado por la PSC, constituye un ámbito idóneo para promover estrategias como las señaladas, ya que su permanencia en el tiempo y en el lugar, constituyen garante de la sostenibilidad de las relaciones y acciones de sus miembros y por ende del DS, tal como se planteó en Hábitat II (Conferencia de Estambul, 1996).

En este orden de ideas y en acuerdo con Stern (2000), proponemos un abordaje orientado hacia la solución de los problemas, en este caso el DS, en el marco de las comunidades o asentamientos humanos, pero con una perspectiva teórica que reivindique las experiencias y saberes de los actores involucrados, así como la naturaleza social de los mismos, y con una estrategia metodológica participativa que impulse y favorezca la participación de dichos actores, tanto en la identificación de sus recursos y fortalezas y en la formulación y negociación de sus necesidades o problemas, como en el diseño, implementación y evaluación de las acciones. Nos referimos al socioconstruccionismo y a la Investigación Acción Participativa (IAP), respectivamente. Veamos brevemente en que consiste cada uno.

El Construccionismo Social ha sido definido como un sistema de creencias o paradigma, para el que la realidad se elabora con base en las construcciones que se originan de los intercambios comunicacionales o intersubjetivos entre personas situadas en contextos culturales e históricos específicos (Guba & Lincoln, 1994). Esta realidad así constituída no posee cualidades propias, ni es externa e independiente de nuestro modo de acceso a ella, sino que es plural, múltiple, en tanto es construída de distintas maneras según las experiencias y contextos particulares de sus actores (Gergen, 1999).

Por su parte, la Investigación Acción Participativa (IAP) se ha concebido de diversas maneras: como estrategia metodológica (Park, 2001), como movimiento político (Gabarrón & Hernández, 1994), como filosofía de vida (Fals Borda, 2001), como formas de práctica (Kemmis & McTaggart, 2000) y como paradigma (Fals Borda, 2001), entre otros.

Como estrategia metodológica, Park (2001) la define como una «...actividad de investigación orientada a la acción, en la que la gente aborda necesidades comunes que surgen en sus vidas diarias y en el proceso generan conocimiento» (p. 81).

Como movimiento político la IAP reivindica el rol del conocimiento y del aprendizaje en las luchas de las comunidades por reivindicar los derechos de sus miembros al respeto, la justicia, el salario, la salud, la educación (Gabarrón & Hernández, 1994).

Como filosofía de vida, Fals Borda considera la IAP como una forma de vida y de trabajo que incluye la reflexión y la acción individual y colectiva de todos los participantes, incluyendo los investigadores respecto a las cuestiones que les competen y sobre las que desean incidir y que permite profundizar en los diferentes problemas, necesidades y dimensiones de la realidad (Fals Borda, 1978, 1986; Fals Borda & Rahman, 1991).

Como práctica la IAP aborda cuestiones de relaciones comunitarias y conciencia moral, así como consideraciones técnicas que tienen que ver con condiciones materiales (Kemmis & McTaggart, 2001).

A pesar de las diferencias en cuanto al aspecto que enfatizan, las definiciones de IAP expuestas convergen en su intento por construir un mundo mejor, basado en principios de democracia, igualdad, justicia, y por desarrollar un conocimiento que fundamente y a la vez se fundamente en tales prácticas emancipatorias.

Desde nuestro punto de vista, el abordaje del DS, con base en las perspectivas teórica y metodológica sugeridas, requiere de una gestión que incorpore la organización y participación comunitaria. Consideramos que este tipo de gestión es necesaria, puesto que usualmente los proyectos comunitarios requieren modificar grandes estructuras que doten a las comunidades de vialidad adecuada, plantas para el tratamiento y suministro de agua, infraestructura para el suministro de energía eléctrica, lo cual supone una transformación del hábitat, que de no implementarse con la organización y participación de los miembros de las comunidades, difícilmente logrará el apoyo y el compromiso de la población.

Decimos esto porque, en primer lugar, las personas requieren comprender la necesidad de modificar su entorno, para lo cual necesitan conocer el alcance y las posibilidades que les ofrecería este cambio para obtener una calidad de vida mejor a la actual.

En segundo lugar, porque el entorno o lugar, tal como lo plantean Valera y Pol (1994), ha sido incorporado a la Identidad Social Urbana de la comunidad y una transformación del mismo implicará inevitablemente un proceso psicosocial de profundas repercusiones. Proceso que, si es trabajado en forma conjunta con la comunidad, a través de la concientización y del fortalecimiento comunitario, revertirá entonces en una reconstrucción no solamente del lugar y del entorno físico, sino también de la propia Identidad Social Urbana. Podría emerger así, una organización comunitaria consciente de sí misma, capaz de asumir responsabilidades y derechos y capaz de cogestionar junto al Estado los proyectos que aporten soluciones a sus problemas.

Adicionalmente, consideramos que de esta forma se estarían generando condiciones de sostenibilidad, en el contexto latinoamericano, donde los problemas urbanos y la falta de conciencia ambiental dificultan las posibilidades de desarrollo, desde los criterios que el modelo propone.

A juzgar por los resultados de algunas experiencias llevadas a cabo en Venezuela (Giuliani & Wiesenfeld, 2001, 2002; Sánchez, 2000; Wiesenfeld, 2000), los logros derivados de proyectos realizados bajo estas orientaciones son múltiples. Por una parte fortalecen a sus protagonistas, aumentando su autonomía y su confianza, su poder y su control sobre sus vidas, refuerzan su sentido de comunidad, de identidad y de apego con las personas y el lugar y, por la otra, resuelven problemas prioritarios en sus vidas.

 

Conclusiones

En síntesis, pensamos que el abordaje del DS en el contexto comunitario y basado en principios de la PSC, contribuirían a: a) rescatar la complejidad de los procesos involucrados, respetando la singularidad de los problemas, de las personas y de los contextos, sin anular su diversidad; y b) reivindicar el saber popular, el diálogo entre sectores, entre disciplinas, de modo que promuevan acciones dirigidas, no sólo a los ciudadanos sino también a agrupaciones y a diferentes sectores, cuya responsabilidad sobre el DS es mayor.

Entonces, ante la pregunta formulada en el título del presente artículo: «La PA y el DS. Cuál PA? Cuál DS ?», quiero cerrar diciendo que:

1. Se trata de una PA contextualizada, que responde a los planteamientos que dieron origen a la disciplina hace poco más de tres décadas, esto es, contribuir a la comprensión y solución de la temática humano ambiental, considerando ambos elementos del binomio de manera holística, contextualizada e interdisciplinaria. Se trata además de una PA que reivindica la dimensión social en las transacciones entre las personas con sus entornos, particularmente los comunitarios y sobre todo que reivindica el papel protagónico de los actores como intérpretes de sus situaciones, necesidades y acciones y como gestores de las transformaciones necesarias para mejorar sus condiciones de vida. Esto es una Psicología Ambiental Comunitaria (Wiesenfeld, 2001) basada teóricamente en el Construccionismo (Sánchez & Wiesenfeld, 2002) y metodológicamente en la Investigación Acción Participativa.

2. Se trata de un DS local, contextualizado, con énfasis en sus componentes ambiental y social y en los términos antes propuestos, esto es: con una visión holística del ambiente e inclusiva de sus distintos tipos y manifestaciones y con una visión amplia y compleja de la dimensión social, pero sobre todo con especial atención a los problemas de la pobreza, incluyendo las perspectivas y aportes de los involucrados.

 

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Estudos de Psicologia (Natal)

Print ISSN 1413-294X

Estud. psicol. (Natal) vol.8 no.2 Natal May/Aug. 2003

doi: 10.1590/S1413-294X2003000200007 

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